Del 26 enero al 8 de febrero de 2018 volvimos al Caribe, para seguir visitando algunas islas que me quedaron pendientes en el viaje realizado dos años antes. Si en la anterior ocasión elegimos Guadalupe como punto de partida, en esta ocasión hemos optado por la también francesa isla de Martinica. El viaje resulta largo, pues hay que volar a Paris, cambiar del aeropuerto Charles de Gaulle al de Orly y luego casi 9 horas de vuelo hasta Fort-de-France. Atrás dejamos las nubes y el invierno. En el Karibea Squash Hotel ya es verano. Como la otra vez, primero hicimos una semana de crucero, en esta ocasión en el MSC FANTASIA y luego nos quedamos unos días en Martinica. Antes de subir al barco es normal que te tomen una foto, pero esta vez fui yo quien fotografié a los fotógrfos. Un grupo del Carnaval nos da la bienvenida. Estamos a bordo del barco.
28 de enero. Primera escala de 11 horas en Pointe-à-Pitre, la ciudad más poblada de la isla de Guadeloupe, a la que llegamos poco después de amanecer. Es domingo y, como buenos franceses, casi todos los comercios están cerrados. Como conocemos bastante bien esta isla, pues estuvimos en ella 8 días dos años atrás, nos dedicamos a callejear, contemplando la arquitectura colonial, la Catedral de Saint Pierre Saint Paul, conocida como la Catedral de hierro, la plaza de la Victoria y las pinturas murales.
Al ser domingo, el animado puerto pesquero está también «muerto», así que entramos en uno de los pocos comercios abiertos, donde venden trajes para el carnaval que tendrá lugar dentro de unos días. Es impresionante, así que os invito a ver la entrada que publiqué sobre él en https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2019/03/02/el-carnaval-de-guadalupe/. El que si que está abierto es el Mercado Central, aunque no hay compradores. Ubicado en un edificio metálico declarado Monumento Histórico, este mercado alberga numerosos y coloridos puestos repletos de especias, mermeladas exóticas o ponches. Frente a él hay un par de bares de guardia con terraza, en los que tomamos unos vinos rosados fresquitos antes de regresar al barco.
29 de enero. Segunda escala del viaje, de 9 horas, en Castries, la capital del pequeño estado soberano de Santa Lucía, independiente del reino Unido desde el 22 de febrero de 1979. Los cruceros amarran en Pointe Seraphine, un centro comercial de estilo español. Nos apuntamos a una excursión y comenzamos a recorrer la pequeña isla de 616 km², empezando por Morne Fortune, que cuenta con buenas vistas sobre la zona del puerto, siendo la siguiente parada en Cul-de-Sac Valley, con sus plantaciones de bananos y vistas sobre la bahía de Marigot. En Soufrière disponemos de tiempo para dar un paseo por la playa, ocupada por los pescadores, aunque tenemos que ponernos a cubierto al caer un fuerte chaparrón.
En nuestro recorrido por la isla de Santa Lucía a continuación nos dirigimos a un lugar que nos ha gustado mucho, los jardines Maranatha o Prayer Park. Lástima que el tiempo no acompañe. Llega ahora una de las visitas fuertes de la excursión, Sulphur Springs, un lugar de manantiales de barro caliente y lagunas de lava sulfúrica en ebullición. También hay una pequeña cascada. La siguiente cita es en el mirador de Beacon, desde donde contemplamos entre nubes el paisaje más conocido de la isla, los pitones, formados por el Gros y el Petit Piton, que desde 2004 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
De regreso al barco, le pedimos al guía que nos deje en el centro de Castries, la capital del país, para así poder recorrer con tranquilidad el mercado, tanto la zona de frutas y verduras como la de pescados. De allí regresamos caminando por la fachada costera hasta la terminal de cruceros, donde se encuentra nuestro barco.
30 de enero. A las 8 de la mañana llegamos a Bridgetown, la capital de Barbados, estado insular independiente del Reino Unido desde 1966, con una extensión de tan solo 430 km² y una población de casi 300.000 habitantes. Tenemos aquí 12 horas, así que desde la terminal de cruceros nos desplazamos al centro histórico, que desde 2011 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por su sobresaliente arquitectura colonial británica de los siglos XVII, XVIII y XIX, destacando el edificio neogótico del Parlamento. Por supuesto nos acercamos al mercado de pescado y, en autobús, a uno de los fenómenos naturales más espectaculares de Barbados, la cueva de Harrison, que se recorre en un pequeño tranvía eléctrico. El acceso a la cueva está en un precioso jardín botánico.
31 de enero. Tenemos 9 horas para visitar la isla de Trinidad, la mayor de las dos que forman el estado insular de Trinidad y Tobago, el quinto más poblado del Caribe y distante tan solo 11 km de las costas de Venezuela. Desembarcamos en la zona de rascacielos de la capital del país, Port of Spain (Puerto España), siendo recibidos por un colorista grupo del Carnaval.
Tardamos en salir del barco pues no para de llover, pero entre chaparrón y chaparrón nos decidimos a recorrer la capital, en la que destacan algunos edificios como la Casa Roja, sede del Parlamento y la catedral anglicana de Holy Trinity, situada junto a la plaza Woodford Square. Como llueve con mucha frecuencia, nos refugiamos en la National Library (Biblioteca), donde contemplamos una exposición de trajes de carnaval. En la calle Maraval Road están las Siete Casas Magníficas, lujosas mansiones de principios del siglo XX. Entre las modernas construcciones destaca el imponente edificio de la Academia Nacional de Artes Escénicas (NAPA). Finalmente regresamos al barco.
Como el tiempo tiende a mejorar, nos apuntamos a una excursión que nos lleva en primer lugar a los Royal Botanic Gardens, precioso jardín botánico creado en 1818, que ocupa 25 hectáreas. Breve parada en el mirador Lady Young, desde donde tenemos una excelente vista panorámica de la ciudad, para continuar el viaje por la carretera costera con parada en el mirador Maracas, situado sobre los acantilados, para concluir la ruta en la playa más hermosa y famosa de Trinidad, Maracas Beach, donde, aunque bastante tarde, aprovechamos para comer. Al fin dejó de llover. Tenemos una hora de autobús para regresar al puerto. El viaje continúa.
Un precioso viaje que tengo pendiente. Un abrazo