Me gusta Portugal. De hecho es el único país en el que he estado en dos ocasiones, aunque sea brevemente, con la pandemia. También tuvimos que salir de Portugal al declararse el estado de alarma el año pasado, adelantando el regreso a casa para confinarnos. De hecho, el 12 de marzo de 2020 estuvimos “pateando” por Oporto (Porto en portugués), una ciudad que me encanta y cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. El área designada está encerrada dentro de las murallas fernandinas del siglo XIV y repleto de iglesias, monasterios, edificios públicos y la catedral. Todos los edificios fueron construidos según un plan de ciudad medieval, utilizando estilos totalmente diferentes. 691 km separan Leioa de Oporto, que se realizan en su totalidad por autovías, de pago en Portugal. Durante el verano es posible ir desde Bilbao en avión los sábados con Vueling,
Muy cerca de la Câmara Municipal do Porto, que cuenta con una torre de 70 metros de altura, hay una oficina de turismo y un aparcamiento subterráneo, en el que dejamos el coche y, con el mapa que nos entregaron, comenzamos este recorrido urbano, fotografiando en primer lugar el cartel de Porto y el monumento al poeta Almeida Garrett. Caminado por el paseo de la avenida dos Aliados hasta la Praça da Liberdade, nos detenemos ante otros tres monumentos, “Abundancia. Os Meninos”, “Fonte da Juventude. Menina Nua” y el dedicado a Pedro IV de Portugal. El Hotel Intercontinental cierra esta amplia plaza.
La siguiente cita la tenemos en el complejo arquitectónico que forman la iglesia y la Torre de los Clérigos, que supera los 75 metros de altura. Son obra de Nicolau Nasoni y constituyen uno de los máximos exponentes del arte barroco en la ciudad. Su construcción se realizó entre 1754 y 1763. Muy cerca tenemos la Librería Lello, considerada una de las más hermosas del mundo, que en 2018 recibió un millón de visitantes. Como hay mucha cola y es difícil mantener la distancia, pasamos de largo y nos acercamos hasta la Fonte dos Leoes, una de las más representativas de la ciudad, que cuenta con cuatro leones alados. Desde ella contemplamos la Iglesia do Carmo (1756-1762), en la que llama la atención su lateral forrado con un gran mural de azulejos, elaborado en 1912, en el que se representa la “Imposición del escapulario en el Monte Carmelo”.
Regresamos por la misma ruta a la Praça da Liberdade, pasando por una tienda “Força Portugal”, dedicada al fútbol portugués y junto a casas con vistosas fachadas. En un lateral de la plaza vemos a un mimo y el grupo escultórico “Ardina”, instalada en 1990 como homenaje a los repartidores de periódicos, llamados ardinas en Portugal. En el periódico que sujeta en su mano derecha se puede leer: “Ao Ardina memória do esforço que faz correr as noticias”. Casi al lado tenemos la colorista iglesia de Santo Antonio dos Congregados.
Unos pasos más adelante tenemos otro emblema de la ciudad, la Estação Ferroviária de Porto-São Bento, situada en la Praça de Almeida Garrett. Esta estación de tren es mundialmente conocida por su decoración con paneles de azulejos. Inaugurada en 1916, veinte años después de la llegada del primer tren, fue construida por José Marques da Silva. Su atrio está revestido con 20.000 azulejos con escenas históricas del norte del país, obra del pintor Jorge Colaço, e instalados entre 1905 y 1906.
La siguiente cita la tenemos en el principal monumento de la ciudad, la Catedral, en portugués Sé do Porto. Su construcción comenzó en la primera mitad del siglo XII y se prolongó hasta comienzos del XIII. De su época románica datan la fachada y el rosetón. En siglos posteriores se realizan modificaciones especialmente góticas, como la capilla funeraria de João Gordo (de 1333) y el claustro (siglos XIV-XV). El exterior de la catedral fue muy modificado en la época barroca. Así, en 1772 se construyó una nueva portada en sustitución de la románica original. Las cúpulas de las torres también son barrocas. Visitamos también el museo que guarda el “tesoro” de la Catedral.
Al salir de la Catedral nos encontramos con una gran explanada, el Terreiro da Sé, presidido por el Pelourinho do Porto, picota construida en 1945 en estilo rococó. Tras ella se encuentra la Oficina de Turismo, que ocupa la medieval Torre de Don Pedro Pitoes. A nuestra izquierda tenemos el Palacio Episcopal, cuya construcción se inició en 1737 bajo la dirección de Miguel Francisco da Silva. Finalmente a nuestra derecha contemplamos la estatua de Vimara Peres, caudillo asturiano del siglo IX, realizada por Salvador Barata Feyo en 1968.
Se ha echado la hora de comer, así que bajamos al Cais da Ribera, el lugar que más me gusta de Oporto, por sus casas tradicionales y por estar a orillas del río Duero, con el puente Luis I al lado y, al otro lado del río, Vila Nova de Gaia. En esta población, desde la que se tienen unas preciosas vistas del centro histórico de Oporto, estuve en un viaje anterior. Es la zona en la que se encuentran las bodegas del vino de Porto, así que visitamos una de ellas, Sandeman, la del hombre con la capa negra. El Cais de Ribera está lleno de terrazas y restaurantes, así que esperamos a que se pase la avalancha de gente, principalmente españoles y nos sentamos a comer en una de ellas. En Portugal se come pronto. Estamos manteniendo a rajatabla las medidas de seguridad, sentándonos siempre con una mesa libre por cada lado y, luego, lavado de manos.
Estando en el Cais da Ribera no podemos dejar de acercarnos al emblema de la ciudad, el puente Luis I, que une Oporto con Vila Nova de Gaia. Inaugurado en 1886, destaca por su gran arco de hierro y sus dos pisos. Por el superior, de 390 metros de longitud, pasa la línea D del Metro. Por el inferior, de 174 metros, pasan los vehículos. En ambas plantas hay pasarelas para los peatones. Junto al puente tomo una foto a un rabelo, barco tradicional utilizado para llevar las barricas de vino de Oporto desde los viñedos hasta las bodegas de Vila Nova de Gaia. Ahora son utilizados para realizar cruceros turísticos por el río Duero.
Nos toca ahora regresar hasta donde tenemos aparcado el coche, cerca del Ayuntamiento, para lo que tenemos que caminar cuesta arriba, deteniéndonos consecutivamente ante tres iglesias de las muchas que hay en la ciudad. Consecutivamente pasamos junto a la capilla de Nuestra Señora de Ó, la iglesia del convento de San Francisco, que cuenta con un pórtico barroco edificado entre los siglos XVII-XVIII y, finalmente, San Nicolás, situada junto al Palacio de la Bolsa y la plaza Infante Don Henrique. Muy cerca tenemos el antiguo Mercado Ferreira Borges (1885), actualmente utilizado como espacio cultural.
Antes de regresar a nuestro hotel situado en la localidad de Arauca, para concluir esta jornada en la preciosa ciudad de Oporto, nos dirigimos a la desembocadura del río Duero. Aparcamos el coche entre el Fuerte de San Juan Bautista (siglo XVI) y la Praia da Carneiro. Por la arena corretean las gaviotas, pero para nosotros el espectáculo está en el agua, viendo cómo rompen las olas con fuerza sobre el Faro de Felgueiras, de 10 metros de altura y construido en 1886.
Antes de emprender el regreso nos tomamos un café junto al Jardín Passeio Alegre, donde concluye la línea 1 del tranvía. Me ha gustado Oporto, pues sigue manteniendo el sabor tradicional que tenía la última vez que estuve en esta ciudad en 1997, cuando Portugalia enlazaba el aeropuerto de Bilbao con el de la ciudad portuguesa.
Gracias por el artículo. Llevo bastante tiempo pensando en ir a Oporto y hasta ahora no me había decidido. Tus indicaciones me han dado el empujón. Hoy mismo preparo el viaje.
Me alegra haber sido útil. Un saludo.
También hace mucho tiempo que estuve,y teníamos preparado un viaje justo cuando empezó la pandemia que tuvimos que anular.
Es cierto lo que dices de Portugal,a mí también me encanta,y creo que no siempre lo hemos valorado cómo se merece.
Un buen reportaje amigo, espero poder ir pronto, aúnque mientras tanto,una muy buena presentación. Gracias y un abrazo.