Reanudamos la actividad. En el mes de enero hemos realizado dos escapadas de día, una a la población bizkaina de Bermeo, de la que os hablaré más adelante, y otra a la localidad cántabra de Ajo, capital del municipio de Bareyo, situada a 29 km de Santander y poco más de 80 de Leioa, que se realizan en buena parte por la autovía A8, hasta la salida 184. Es una localidad turística que en invierno languidece, así que cuando nos acercamos el domingo 23 de enero, había muy poca gente y algunos bares estaban cerrados.
Nuestro objetivo no era la población en sí, sino la costa, pero me acerqué a fotografiar tres lugares que me parecieron interesantes. El primero, el más alejado es la Casa Solar Torre Cubillas, conjunto solariego del siglo XVI. Tampoco se encuentra en el centro el convento de San Ildefonso, convertido en un Centro de Interpretación del Camino de Santiago por la Costa. Una vez en el centro de la localidad, a un paso de la avenida Benedicto Ruiz, tenemos la iglesia parroquial de San Martín de Tours, de finales del siglo XVI.
El principal objetivo de esta escapada no era otro que contemplar cómo había quedado el faro de Ajo, tras ser pintado en agosto de 2020 por el artista cántabro Óscar “Okuda” San Miguel y la verdad es que me ha gustado. He tardado en ir porque en verano es un lugar muy frecuentado y, pasada la temporada estival, sólo abre los sábados y domingos, si tienes suerte de que así sea, pues tanto cuando estuve yo como cuando lo hizo un amigo, estaba cerrado. Y eso que sólo se puede acceder al recinto en el que se encuentra, pero no al faro. Esto hace que la gente tenga que saltar un pequeño muro de piedra.
Un camino vallado rodea el faro, cuya pintura es más sencilla en el lado que se asoma al mar Cantábrico. En teoría hay un sendero que bordea la costa o al menos lo hubo, pues se ven algunas marcas tiradas, pero en la actualidad casi todo está vallado por pertenecer a la Demarcación de Costas o a diferentes explotaciones ganaderas. Nada más abandonar el entorno del faro vimos un grupo de vacas y caminamos por pequeños senderos abiertos por ellas.
Seguimos caminando sobre el borde del acantilado del cabo de Ajo, en busca del punto más septentrional de Cantabria o al menos así lo indica Google Maps, en un punto cercano a la Punta del Rostro. Parece que aquí hubo un sendero, pero ahora caminamos sobre una senda que parece abierto por el ganado y por un terreno en parte propiedad de la Demarcación de Costas. Eso sí, algo debió de haber, porque dos de las vallas las cruzamos por unos pasos de madera bastante deteriorados.
Al fondo vemos la carretera y un aparcamiento muy básico, que nos sirven para saber hacia donde dirigirnos. En él aparcan los coches quienes se dirigen a nuestro siguiente destino, las cuevas de La Ojerada. Son dos amplios huecos horadados en la roca caliza, fruto de la erosión, por los que se accede a una inclinada plataforma que da acceso a la base del acantilado, donde vemos a un pescador. Casi hay que trepar para alcanzar el peldaño de madera que han puesto para salir del aparcamiento, pues la antigua ruta está cerrada a cal y canto, con la amenaza de que hay ganado y perros sueltos, aunque no los vimos.
Volvemos a subir la pequeña cuesta hasta el aparcamiento. La vista de la costa y los acantilados de Arnuero es espectacular. En el faro hemos estado solos, pero La Ojerada tiene un flujo de personas constante. Es hora de regresar al punto de partida, pues hemos dejado el coche cerca del faro, a unos 2 km de aquí. Ahora caminamos por una estrecha carretera que luego se ensancha, por la que hay más “tráfico” de personas que de coches. Al principio vemos varias viviendas unifamiliares y luego praderas con vacas.
Nos ha gustado el faro y La Ojerada, pero hemos regresado un poco decepcionados de lo dejado que está todo. El faro cerrado sin ningún tipo de aviso en la web, aunque Google lo advierte, el tramo costero abandonado y los accesos a La Ojerada también. Ignoramos lo que ocurre, pero suponemos que el faro se pintó para revitalizar económicamente la zona. O no fue para eso?