Continúo el relato de mi último viaje por Alsacia que dejaba la pasada semana en Estrasburgo. Sin salir de esta región, el 18 de junio cambiamos de hotel, trasladándonos al Ibis Colmar Est, situado en las afueras de Colmar, a tan sólo 80 km de nuestro hotel anterior. Seguimos en Alsacia y más en concreto en el departamento de Alto Rin, pues de camino nos detuvimos en dos pueblos, siendo el primero Obernai, que cuenta con una hermosa plaza del Mercado (place du Marché), en cuyo centro se encuentra la fuente de Sainte-Odile, desde la que contemplamos el Ayuntamiento, el Beffroi o Torre de la Capilla y el Halle au Blé. A un paso tenemos el pozo de los Seis Cubos y la iglesia de los santos Pedro y Pablo. Sin salir del departamento, la siguiente cita la tenemos en Selestat, donde los principales edificios son la Tour Neuve y las iglesias de Sainte-Foy (románica). y Saint-Georges (gótica), llamando la atención la veintena de juegos de madera para niños, que vimos repartidos por la población.
Cambiamos de departamento, pasando al de Bajo Rin, donde pernoctamos las siguientes cinco noches alsacianas, para acercarnos al castillo Haut Koenigsbourg, del que guardo un buen recuerdo de cuando lo visité hace veinte años. Situado a 800 metros de altitud, rodeado de viñedos, sus orígenes se remontan al siglo XII, aunque se encuentra en magnífico estado gracias a la restauración concluida en 1908. Entre el calor que hacía y la cantidad de escaleras con que cuenta, optamos por no subir a las torres, desplazándonos luego a comer a un restaurante cercano, L’Orée du Chateau, donde degustamos unas ricas salchichas con ensalada y patatas fritas. Pensábamos haber visitado otra localidad que ya conocíamos, Kayserberg, pero con 38 grados de temperatura decidimos refugiarnos en el aire acondicionado del hotel.
Domingo 19 de junio. Tratando de evitar el intenso calor, decidimos desplazarnos a la alemana Selva Negra. Habíamos pensado en el lago Titisee, pero eso mismo pensaron muchísimos franceses, suizos y alemanes. Nos sorprendió que los aparcamientos de otros lagos más pequeños estaban abarrotados pese a contar con parquímetro. Luego supimos que en los lagos franceses parece ser que está prohibido el baño. Nuestro destino fue una pequeña cascada, de nombre Menzenschwander Waterfall, por cuyo entorno caminamos un rato. Al menos en altitud, la temperatura era más soportable.
Comemos en un italiano pagando por tercera vez en efectivo, ya que en ningún restaurante alemán nos han aceptado la tarjeta de crédito, llenamos luego el depósito de gasolina pues en Alemania estaba a menos de 2 € y nos dirigimos a Freiburg im Breisgau, oficiosa capital de la Selva Negra en la que, tras tomar un helado y un café, nos arrastramos por sus desérticas calles, ya que los domingos está todo cerrado. Menos mal que en el interior de la Freiburger Münster, la gótica Catedral, hacía fresquito. En la plaza que preside se encuentra el colorista Almacén Histórico (Kaufhaus). También nos agradó el antiguo Ayuntamiento y la Torre Martinstor. Lo malo fue el regreso a Colmar, pues tuvimos un gran atasco en el que tardamos una hora en recorrer 5 km de autopista, perdiendo el ahorro de la gasolina.
Para el 20 de junio hemos dejado la visita de los pueblos que más nos gustaron del departamento de Alto Rin (Haut-Rhin) cuando viajamos a Alsacia en 2002, comenzando en Bergheim, al que accedemos por la Grand Rue, sobre la que se levanta la monumental puerta de Obertor. Recorremos el casco antiguo, que luego bordeamos por el exterior de la muralla, fotografiando las diferentes torres. La siguiente cita la tuvimos en una pequeña joya de nombre Ribeauvillé. La mayoría de sus hermosas y monumentales construcciones se asoman a la calle principal, la Grand Rue, que se va abriendo formando diferentes plazas, pero que otras veces se estrecha, teniendo que pasar bajo la airosa Tour des Bouchers.
El tercer pueblo que visitamos, Riquewihr también se articula en torno a una calle principal, en este caso la del Général de Gaulle, a la que se asoman los principales edificios. Accedemos a la población desde la place des Charpentiers, donde se encuentra el aparcamiento, pasando bajo sus dos principales construcciones, la Porte Haute y la Tour Dolder. Se ha echado la hora de comer optando nuevamente por la cocina alsaciana, con el cerdo como protagonista, en Au Tire Bouchon, un buen restaurante por cierto. Los treinta y muchos grados nos vuelven a tirar al aire acondicionado del hotel, pero a media tarde nos desplazamos a la capital administrativa de Alto Rin, Colmar, cuya visita es obligada, para disfrutar de sus preciosos rincones, entre los que destacan la Pequeña Venecia (Petite Venise), la rue de la Poissonerie, la Colegiata Saint-Martin, la Casa Pfister y la Maison des Tetes. En otra ocasión volveré a hablar con más detalle de estos lugares.
Empachados de tantos monumentos, el 21 de junio decidimos dedicarlo a la naturaleza, realizando en coche una ruta de casi 200 km por la zona de los Vosgos, acercándonos sucesivamente a cuatro lagos, Blanc, Noir, por cuya orilla caminamos un rato, Forlet, también llamado des Truites y Vert. Bordeamos luego el monte Hohneck, contemplando desde lo alto otros lagos y varios rebaños de vacas, deteniéndonos a comer de bocata en unas mesas al borde de la carretera. Luego tocó caminar, algo menos de una hora entre ida y vuelta, para subir al punto culminante de los Vosgos, el Grand Ballon (1424 m). Como hemos pasado la jornada a bastante altitud, hemos disfrutado de una magnífica temperatura pero, en cuanto descendemos al valle, volvemos a la cruda realidad de los más de 30 grados, así que en Thann nos limitamos a un corto paseo, pues su principal monumento es la gótica Colegiata de San Theobald, en cuyo interior se estaba de maravilla. Lo peor fue el caos circulatorio que ocasionó el Día de la Música, que se celebra en casi todos los pueblos, que se dejan peatonales.
22 de junio, último día en Alsacia. Como la previsión era de lluvia, cosa que agradecimos, optamos por un plan B, desplazarnos a la capital económica de Alto Rin, Mulhouse. Como llovía poco nos animamos a recorrer un poco su centro histórico, que se articula en torno a la Place Reunion, a la que se asoman la iglesia de Saint-Étienne y el Antiguo Ayuntamiento. Siguiendo las recomendaciones de la Oficina de Turismo, nos desplazamos luego en tranvía hasta el Musée National de l’Automobile, uno de los más importantes museos del automóvil del mundo. Merece la pena pagar los 18 € que cuesta la entrada. De nuevo en el centro, como el tiempo mejoró, antes de regresar a Colmar dimos un agradable paseo por el Parc à Sculptures.
Tras pasar 9 noches en Alsacia, sigo manteniendo que es la región francesa que más me gusta. Hemos disfrutado de sus pueblos, de los viñedos y de la presencia de las cigüeñas, el emblema de la zona. Eso sí, hemos salido un poco saturados de comer cerdo, tanto que el último día pedimos en el hotel que nos prepararan para cenar huevos fritos con patatas. Otra cosa buena es que en todos los pueblos hay amplios aparcamientos, la mayoría gratuitos, aunque en el centro suele haber OTA, pero gratis, siendo necesarios los antiguos relojes que aquí pasaron a la historia, así que estamos agradecidos al transportista que nos regaló uno en Wissembourg, el segundo día. El viaje continúa, pero será en Auvernia, de donde espero hablar la próxima semana.
Que bonito viaje!!!!
Arte y naturaleza, perfecto.
Qué bien sabes viajar. Un abrazo.👏👏👏