El último viaje a Grecia, que realizamos el pasado año, tuvo dos puntos fuertes, los Monasterios de Meteora y el yacimiento arqueológico de Delfos. Ambos forman parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, este último desde 1987. El municipio de Delfos, Delphi en griego, cuenta con una población que ronda los 30.000 habitantes y su capital se encuentra a tan solo 185 km al noroeste de Atenas, la capital del país.
Para ver con tranquilidad el yacimiento arqueológico de Delfos, decidimos pasar dos noches en esta ciudad, optando por el sencillo pero bien situado Nidimos Hotel ***, que cuenta con aparcamiento, algo importante en Delfos. Aunque no tiene restaurante, dispone un coqueto lugar para los desayunos, que parece un pequeño museo. Además, desde la terraza de la habitación tuvimos excelentes vistas sobre la bahía de Itea y los montes nevados de Kalavrita. Camino del sitio arqueológico se encuentra la moderna estatua de Prometheus, de Pavlos Angelos Kougioumtzis.
El 18 de marzo fue el único día en el que no tuve que tocar el coche, pues nuestro destino, uno de los puntos fuertes del viaje, se encontraba a 950 metros del hotel. Como era temporada baja, la entrada conjunta para el yacimiento arqueológico y el museo nos costó tan sólo 6 €, la mitad del precio a partir de abril. Nada más entrar en el recinto arqueológico caminamos por la empedrada Vía Sacra, pasando por la Ágora romana y llegando en seguida a la primera construcción notable, el Tesoro de los Atenienses, construido hacia el año 490 aC, tras la batalla de Maratón, para guardar los tesoros recuperados.
Según la mitología, Delfos era el centro del mundo antiguo para los griegos, conocido aquí como el omphalos u ombligo. Enseguida llegamos al lugar más interesante del recinto arqueológico, el Templo de Apolo, construido en el año 330 aC en estilo dórico, rodeado de columnas. Aquí se ubicaban el ónfalo y una estatua de Apolo, que luego vimos en el museo. Enfrente tenemos lo que queda de la Columna de las Serpientes, cuyo original se halla en Estambul, cosa que ignoraba, ya que fue trasladada a Constantinopla por Constantino I el Grande en el año 324.
Seguimos caminando cuesta arriba por la empedrada Vía Sacra rodeados de restos de otras construcciones e imponentes vistas. La siguiente cita la tenemos en el Teatro, el edificio más grande del recinto arqueológico, que fue totalmente reformado en el año 160 aC. Contaba entonces con 25 filas de butacas con capacidad para 4.500 espectadores. Merece la pena volver a detenerse en la parte superior del Teatro, pues desde allí se le puede ver completo, con el Templo de Apolo casi adosado a la parte inferior.
Fuera ya de lo que era ya el santuario, llegamos al punto más alto de nuestro recorrido, algo que a mediados de marzo y con bastante frío no supone esfuerzo, aunque dudo que suceda lo mismo con los calores del verano. Se trata de los restos del antiguo estadio, construido en la segunda mitad del siglo IV aC con un descomunal tamaño, pues tenía 178 metros de largo y una capacidad para 6.500 personas. De aquí regresamos al punto de partida para continuar la visita fuera del recinto,
Justo debajo del santuario que acabamos de visitar, en la misma acera que lo rodea nos detenemos ante la Fuente Castalia, en la que los peregrinos que se desplazaban a Delfos se purificaban antes de acceder al recinto. La verdad es que no tiene mucho interés. Cruzamos la carretera y a nuestros pies aparecen las ruinas del Gymnasium, que conserva escasos restos de la palestra, la cisterna, las termas y otros recintos. No nos llama mucho la atención, así que nos conformamos con observarlos desde el borde de la carretera.
La siguiente cita la tenemos un poco más adelante y ésta si que es de sumo interés, pues es uno de los lugares más hermosos de Delfos. Se trata del Templo de Atenea Pronaia que, con el almendro en flor situado a su lado, luce más todavía. Lo más interesante es su famoso tholos, templo de forma circular construido en el año 370 aC. Aunque se ignora cual fue su función, se sabe que estuvo rodeado por veinte columnas del orden dórico de las que solo se mantienen tres en pie.
Hacemos un alto en el camino para comer algo en la cafetería del Museo Arqueológico, que visitamos a continuación. Pese a ser un lugar muy concurrido, como casi todos los lugares cierra a las 15:30 h. El museo cuenta con 14 salas en las que en primer lugar contemplamos entre otras muchas cosas las estatuas de Cleobis y Bitón, atribuidos al escultor Polimedes de Argos (hacia el año 600 aC), la cabeza crisoelefantina del dios Apolo, de oro y marfil y la Esfinge de Naxos, esculpida en mármol por los habitantes de esa isla hacia el año 560 AC.
Continuamos la visita al Museo Arqueológico de Delfos, deteniéndonos principalmente en las esculturas que incluyo en la fila central. De izquierda a derecha aparecen Apolo, Antinoüs, joven griego de extraordinaria belleza, el Pancratista Agias, del siglo IV aC, Praxiteles, el Auriga de Delfos, conductor de carros del siglo V aC y Omphalos que, según la mitología, sería la piedra dejada por Zeus en el centro del mundo. Delfos era considerado en la antigüedad el ombligo del mundo.
En un viaje a Grecia os recomiendo visitar Delfos, tanto el sitio arqueológico como su más que notable museo.
La próxima semana espero volver a la periodicidad semanal.