Viaje a la Provenza (6): Cortejando al Mont Ventoux

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Orange, en la que pernoctamos cuatro noches. El 2 de junio decidimos pasarlo en el entorno del emblemático Monte Ventoux, deteniéndonos en primer lugar en la población de Vaison la Romaine, cuya visita nos llevó bastante tiempo, para concluir la jornada en el entorno del pueblo de Gordes, en el que abundan los campos de lavanda.

Esta ruta ya la realizamos en julio de 2005 pero cuando nos detuvimos, tras recorrer 31 km, en Vaison la Romaine, no recordaba haber estado allí. Dejamos el coche aparcado junto a la oficina de turismo, teniendo al lado la taquilla para acceder a los dos recintos arqueológicos romanos, que abren de 9:30 a 18 h, costando la entrada 9 €. Por ella se accede al primer sitio, Puymin, que cuenta con restos de varias villas romanas y del teatro, cuyos orígenes se remontan al siglo I de nuestra era.

En el sitio de Puymin se encuentra también el Museo Arqueológico (Musée Archeologique). Es un museo sencillo y moderno perfectamente integrado en el emplazamiento galo-romano. Se organiza en varios espacios: prehistoria, ciudad galo-romana, monumentos públicos, comercio y artesanía, religión, funerario y casa galo-romana. Pudimos contemplar objetos de cerámica, numerosas estatuas de mármol, la maqueta de la Maison du Dauphin y los mosaicos que adornaban la Villa du Paon.

Concluida la visita cruzamos la carretera y un amplio aparcamiento y llegamos al segundo emplazamiento arqueológico, el sitio de Villasse, que corresponde a un antiguo barrio rico en el que existían lujosas viviendas con patios interiores adornados con mosaicos. Hoy se conservan varias columnas. Concluida la visita nos dirigimos al centro urbano, en el que existen varias tiendas de recuerdos y numerosos establecimientos hosteleros.

Nuestra siguiente cita se encuentra en el barrio alto, para lo que tenemos que cruzar el puente romano de Vaison la Romaine, construido en el siglo I de nuestra era, que es uno de los pocos puentes romanos que todavía se utilizan en la actualidad. El barrio alto está coronado por el castillo, que fue construido en 1195 por Raymond VI, conde de Toulouse. Para acceder a este hermoso rincón, adornado con fotografías antiguas, tenemos que pasar bajo una puerta fortificada del siglo XIV que domina la torre del Beffroi.

Concluida la visita a Vaison la Romaine, nos disponemos a subir al Mont Ventoux, distante 43 km, Situado a 1912 metros de altitud, es un emblemático puerto de montaña para los amantes del ciclismo. En su desolada cima existe una torre de telecomunicaciones. En el descenso nos detenemos a comer el bocadillo en un área de pic-nic situada junto al sendero de Font Margot, una breve ruta de silencio para observar ciervos, aunque solo pudimos ver las esculturas a ellos dedicadas. Sin embargo, poco más adelante nos salió al paso un simpático zorro que se acercaba a los coches en busca de comida.

A 26 km del Mont Ventoux tenemos el pueblo de Sault, en el que paramos a tomar un café. Situado sobre un escarpe rocoso, domina una amplia llanura con numerosos campos de cultivo, entre los que dominan los de lavanda, tan característicos de la región de Provenza. Si embargo el 2 de junio todavía no tenían los tonos violeta que los caracterizan, cosa que si sucedió cuando los visitamos en julio se 2005, tal como puedes ver en las dos fotos que acompaño junto a los actuales. Lo que si que tenía color violeta era el campo de salvia situado al borde de la carretera, por la que los ciclistas se dirigen al puerto.

Comienza a llover y graniza cuando nos disponemos a cubrir los 36,6 km que nos separan de nuestro siguiente destino, Village des Bories, un museo al aire libre de más de 20 cabañas de piedra seca, que al igual que otros lugares, como Menorca, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Al objeto de conseguir nuevas tierras para dedicarlas a la agricultura, durante los siglos XVII y XVIII se extrajeron miles de toneladas de piedra, que se utilizaron para construir cercados y aldeas como la que visitamos. El horario de visita es de 9 a 19 h, siendo el precio bastante caro, 8 €.

Estamos a tan solo 3,4 km de un precioso pueblo provenzal, Gordes, que aparece colgado en un promontorio rocoso de los montes de Vaucluse pero, como es tarde, nos limitamos a verlo desde un mirador, destacando el castillo y la iglesia. Nuestro destino se encuentra 4,8 km más tarde, la Abadía de Senanque (Abbaye Notre-Dame de Sénanque), monasterio cisterciense desde 1148, ubicado en el fondo de un valle y rodeado de campos de lavanda, todavía verdes, aunque os incluyo una foto de cuando lo visitamos en julio de 2005. Pese a nuestra prisa, no pudimos acceder a su interior, pues cierra muy pronto, a las 17 h. De esta forma concluyeron las visitas de esta jornada.

Por delante nos quedaron algo más de 63 km para regresar a nuestro hotel en Orange. Todavía no hemos terminado de recorrer la Provenza. Próximo destino: Avignon. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (5): Orange y Ardèche

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches. El 1 de junio concluimos la visita de Arles y nos desplazamos tan solo 86 km (53 minutos por autopista) a nuestro siguiente destino, Orange, ciudad en la que volvimos a alojarnos 4 noches en el Hotel Ibis Orange Centre Échangeur A7 A9 ***. Cuenta también con piscina que nuevamente no utilizamos por falta de tiempo y el restaurante Courtepaille, especializado en carnes a la parrilla, que nada tiene que ver en calidad con el de Arles.

El hotel se encuentra a 1 km del centro urbano, en el que decidimos pasar la tarde. Pese a que hay unos grandes aparcamientos a la entrada, menos mal que en el hotel nos advirtieron de que no lleváramos el coche. Mi francés no es tan bueno, por lo que no entendía con claridad el motivo, pero acertamos al hacerles caso, pues los accesos al centro histórico estaban cortados y había mucha gente en la calle. El motivo es que se celebraba el “Java du cochon” y en la calle había muchos puestos de embutidos de cerdo.

A esta especie de fiesta del cerdo acude muchísimas personas, las calles estaban adornadas, las terrazas repletas de gente y había grupos de animación disfrazados de cerditos. También vimos al menos tres grupos musicales animando la fiesta. Fue una casualidad coincidir con la “Java du cochon”, que se celebra en Orange cada primer fin de semana de junio, en este caso los días 1 y 2, así que tuvimos suerte de conocer esta multitudinaria fiesta.

Tomamos un café en medio del recinto festivo y nos dirigimos al principal objetivo del viaje, el teatro romano. Al llegar a él nos dicen que las entradas hay que comprarlas enfrente, en el Museo de Arte e Historia (Musée d’art et d’histoire). La entrada es conjunta para ambos lugares y cuesta 11,50 €. (9,50 € los parados), así que aprovechamos para visitar este museo que ocupa una antigua mansión privada y recorre la historia de Orange desde la prehistoria hasta nuestros días, incluyendo los lienzos pintados del siglo XVIII que ilustran diferentes etapas de la impresión por parte de las mujeres indias de la Fábrica Wetter, además de una colección de obras de Albert de Belleroche y Frank Brangwyn. Una habitación está dedicada a este último.

Si piensas visitar Orange resulta conveniente enterarse de los horarios del teatro romano, pues varían en función a los espectáculos que en él se realizan. Orange posee uno de los grandes teatros romanos mejor conservados del mundo, con una fachada escénica de 103 metros largo por 37 de ancho, que desde 1981 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construido en el siglo I de nuestra era, podía acoger a más de 9.000 espectadores.

Orange no tiene muchas otras cosas que ver, pero tenemos que atravesar toda la población para llegar al siguiente lugar de interés, el Arco del Triunfo, que se encuentra en una rotonda de libre acceso y que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Con unas medidas de 9,57 metros de largo por 8,40 de ancho y 19,21 de alto, en el siglo I de nuestra era funcionaba como puerta de entrada a la ciudad romana de Arausio. De camino nos detenemos ante el Ayuntamiento, adornado con los cerdos de la fiesta y accedemos al interior de la Catedral.

Como ya he comentado al principio, en Orange pasamos cuatro noches, así que uno de los días, el 3 de junio, nos desplazamos a la vecina región de Auvernia-Ródano-Alpes y, más en concreto, al departamento de Ardèche, para visitar en primer lugar Aven d’Orgnac, única cueva declarada Grand Site de France, para la que reservamos la entrada con tiempo de antelación, ya que las visitas son guiadas. El precio es de 16 € (13 € los parados). Sus enormes salas albergan estalactitas y estalagmitas de hasta 55 metros de altura. Al entrar te advierten que hay que bajar 700 escaleras, pero no te apures, que luego subes en un ascensor los 121 metros que has bajado. La temperatura interior es de 12º, así que conviene ir abrigado. Aven d’Orgnac se encuentra 46 km de Orange.

La entrada a la cueva incluye el acceso a la anexa Cité de la Préhistoire, un espacio museográfico lúdico y moderno que recorre 350.000 años de la humanidad a través de objetos auténticos que pertenecieron a nuestros antepasados, desde el Paleolítico Medio hasta la Primera Edad del Hierro, pasando por los estilos de vida de los cazadores-recolectores, la agricultura, la ganadería y la metalurgia. Merece la pena. Cuenta también con una cafetería y un amplio aparcamiento gratuito sombreado, cosa de agradecer los días de calor.

19 km después llegamos a un lugar que me encantó en el viaje realizado en el año 2005. Se trata de Pont d’Arc, una curiosidad geológica muy original, que se ha convertido en el emblema de Ardèche, pues el río del mismo nombre ha perforado la roca dando lugar a un arco de 60 metros de ancho y 54 de alto. Antiguamente era un lugar tranquilo pero ahora está masificado. Prueba de ello son los tres grandes aparcamientos existentes en la zona a precios desorbitados. En el que dejamos el coche, Parking P3. Pont d’Arc-Bélvèdere, los precios eran 15 minutos: 0,80 €, 1 hora: 3,20 € y 3 horas: 10 €.

Regresamos a Vallon Pont d’Arc para comer el bocadillo en un área de pic-nic y volvimos al arco para efectuar un viaje por una sinuosa carretera de unos 32 km hasta Saint-Martin-d’Ardèche, recorriendo las gargantas del Ardeche (Gorges de l’Ardèche), deteniéndonos en varios de los miradores existentes para fotografiar el impresionante cañón, que en algunos puntos alcanza los 300 metros de altura. De todas las imágenes me quedo con la del meandro que forma el río.

De esta forma concluimos esta jornada que pasamos en el departamento de Arreche. Por delante tuvimos 32 km para regresar al hotel en Orange. Todavía nos queda mucha Provenza por recorrer. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (4): Cortejando a los Alpilles

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana, tras recorrer la Camarga, en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***. El 30 de mayo lo dedicamos a cortejar a uno de los parques naturales regionales más pequeños de Francia, el de los Alpilles, donde pensábamos hacer una ruta de senderismo que no nos dio tiempo a realizar, así que nos limitamos a descubrir pintorescos pueblo como Les Baux-de-Provence y Eygalières, ubicados en este macizo montañoso calcáreo, además de las ruinas romanas situadas en Saint-Rémy-de-Provence.

La primera cita la tuvimos en las afueras de Arles, a menos de 8 km del hotel. Se trata de la Abbaye (Abadía) de Montmajour, situada en una cima rocosa que domina la llanura de Crau y desde donde se contempla una magnífica vista panorámica del centro histórico de Arles. Cuenta con dos complejos monásticos con ocho siglos de historia, que se encontraban en un estado bastante ruinoso. En primer lugar nos dirigimos a la ermita de Saint-Pierre, única capilla troglodita del siglo XI existente en la Provenza.

La Abadía de Montmajour fascinó a Van Gogh, quien realizó allí varios dibujos entre 1888 y 1889. Gracias a la restauración recientemente efectuada, pudimos contemplar varios lugares del interior de la vacía abadía, como la primera planta del edificio Saint-Maur, del siglo XVIII, que nunca se había abierto al público. La abadía abre a diario de 10 a 17 h, siendo el precio de la entrada de 7 €. Para los parados (demandantes de empleo), el acceso es gratis, algo habitual en otros lugares de la Provenza.

7 km después, en una zona de montaña a las afueras de la localidad de Fontvieille, tenemos la siguiente cita, el Moulin (Molino) de Daudet. Construido en el año 1814, trituró trigo durante un siglo hasta que dejó de funcionar en 1915. En su interior alberga un coqueto museo que ilustra las obras y los recuerdos del escritor Alphonse Daudet. No accedimos a él, pues había bastante gente y ya lo hicimos en el año 2005. La entrada cuesta 2 € y abre a diario de 11 a 18 horas.

Seguimos avanzando sin pausa y con paradas frecuentes, pues la siguiente parada la efectuamos a poco más de 10 km, en la localidad de Les Baux-de-Provence, enclavada en pleno centro de los Alpilles y perteneciente a la asociación de “Los pueblos más bellos de Francia” (Les plus beaux villages de France). Cuenta con un rico patrimonio histórico con 22 monumentos protegidos. Para acceder al antiguo recinto amurallado, tuvimos que dejar el coche en los aparcamientos situados al borde de la carretera, que son de pago. No te extrañe que en temporada baja tengas que dejar el coche bastante alejado y luego subir la cuesta.

La Porte d’Eyguières nos da acceso al centro histórico de Les Baux-de-Provence, magníficamente conservado y ubicado bajo los restos del castillo. Sucesivamente vimos varias iglesias, entre las que destaca la parroquial de Saint-Vincent, construida entre los siglos XII y XVI en estilo románico y parcialmente excavada en la roca. También visitamos la capilla de los Penitentes, situada al borde del acantilado y construida en el siglo XVII. Destaca en su interior el monumental fresco obra de Yves Brayer (1974). Finalmente, en la parte alta nos detuvimos ante la capilla de Saint-Blaise.

Tenemos tan solo 9 km hasta nuestra siguiente parada, aunque antes nos detenemos a comer el bocadillo en un área de pci-nic. Tras la comida nos detuvimos en otro aparcamiento, como no, de pago, situado poco antes de llegar al centro urbano de Saint-Rémy-de-Provence. Juanto al aparcamiento, al borde de la carretera, encontramos dos excepcionales monumentos romanos, el Arco de Triunfo y el Mausoleo de Julio. Éste último, de unos 17 metros de altura, fue construido en los años 30 y 20 aC y es uno de los monumentos funerarios mejor conservados del mundo romano.

Cruzamos la carretera y enseguida llegamos al acceso a un notable lugar que no conocía, la antigua ciudad romana de GLANUM. Abre de 9:30 a 18 h, costando la entrada 9 €, resultando gratis para los parados. Antigua capital de los glánicos, uno de los pueblos de la antigua Provenza, la ciudad se helenizó y dotó de monumentos públicos bajo la influencia romana, alcanzando su esplendor durante la época del emperador Augusto, siendo destruida hacia el 270 víctima de invasiones bárbaras. Hoy podemos ver las ruinas de un barrio de viviendas con casas con patio central rodeado de columnas, calles con alcantarillas, mosaicos, termas y el foro. La visita merece la pena.

La tarde fue avanzando, por lo que decidimos comenzar el regreso al hotel, aunque antes nos desviamos un poco para acercarnos a un pueblo cuya visita nos recomendaron en la oficina de turismo de de Les Baux-de-Provence. Se trata de Eygalières, distante tan solo 13 km. Su centro histórico se encuentra en estado bastante ruinoso, pero subimos hasta la Torre del Reloj por los restos del castillo, pasamos junto a la capilla de los Penitentes Blancos y visitamos el curioso museo Pezet, ubicado en la antigua iglesia de Saint-Laurent, dando por concluidas las visitas de esta jornada.

Por delante teníamos 44 km para regresar al hotel, el tramo más largo del día. Todavía nos queda mucho por ver en la Provenza. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (3): La Camarga

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***. Empachados de tanto monumento decedimos dedicar día y medio a recorrer la Camarga, tomando como punto de partida tres diferentes poblaciones, Saintes-Maries-de-la-Mer, Aigües-Mortes y Salin-de-Giraud, en las que ya estuvimos en julio de 2005.

El 29 de mayo hicimos la primera incursión en la Camarga, desplazándonos para ello a la localidad costera de Saintes-Maries-de-la-Mer, distante 29 km de Arles, dirigiéndonos directamente al puerto deportivo para comprar, al precio de 16 €, el billete del crucero por el río Petit Rhône, de hora y media de duración. Nuestro barco, La Camargue, comenzó su singladura dirigiéndose a la desembocadura del río, iniciando una pequeña incursión por él, contemplando la vida en su ribera.

Lo más curioso de cuanto vimos en las orillas del Petit Rhône fue una gran manada de los tradicionales caballos blancos de la Camarga, que cuando nacen tienen el pelaje oscuro. Cuando estábamos llegando al punto más alejado de la costa, apareció una manada de caballos y toros, también tradicionales de la zona, conducida por un mayoral. En nuestro recorrido vimos también garzas y cisnes. Sobre nuestras cabezas pasaron volando varios flamencos e ibis.

Nada más desembarcar nos dirigimos al gran atractivo de Saintes-Maries-de-la-Mer, la iglesia fortificada, construida en estilo románico entre los siglos IX y XI sobre la desembocadura del río Ródano. En ella se conservan las reliquias de las santas Marie-Jacobé y Marie-Salomé, encontradas en la iglesia en 1448. Sin embargo lo que es objeto de peregrinación por parte de la población gitana es la imagen de Santa Sara, la Virgen Negra, que se encuentra en la cripta.

Cerca del puerto se encuentra una construcción habitual en las poblaciones de la Camarga, la plaza de toros, junto a la que hay un par de estatuas de toros. En el centro del pueblo hay varios negocios de hostelería y, como se ha echado la hora de comer, me obsequio con un plato de marisco, con las ostras como principales protagonistas. Para la tarde dejamos el dar un pequeño paseo, bordeando la playa, hasta llegar a la histórica y emblemática cruz de Camarga.

Después de comer volvemos al coche para desplazarnos 30 km hasta una población que nada tiene que ver con lo visitado hasta ahora que, aunque está vinculada a la Camarga, se encuentra fuera de la Provenza y, más en concreto, en la vecina región de Occitania. Se trata de Aigües-Mortes, pueblo completamente amurallado y magníficamente conservado, ubicado en medio de una llanura junto a la costa. La primera imagen que llama nuestra atención es la Torre de Constante, del siglo XIII. Caminando por el exterior de la muralla vamos pasando ante la Puerta de los Terraplenes, la Torre de los Begoñeses y la Puerta de los Molinios, que nos da acceso al interior del recinto amurallado en cuyo centro se encuentra la place de St Louis, a la que se asoma la iglesia de Notre-Dame-des-Sablons. Es un buen momento para tomar un café.

Las murallas del recinto fortificado de Aigües-Mortes fueron construidas en 1240 por San Luis, primer rey de Francia, para proteger la ciudad. Tienen un perímetro de 1.600 metros que, tras tomar el café, seguimos recorriendo por su parte exterior, pasando sucesivamente ante las puertas de los Molinos, de los Galeones, de la Marina y del Arsenal, desde la que contemplamos al fondo las salinas. La Torre del Polvorín nos indica que cambiamos el tercer lado de la muralla, en la que encontramos la Puerta de la Reina. Nuestro recorrido concluye en el cuarto lado, donde tenemos la Puerta de la Gardette, el principal acceso al interior del recinto amurallado, donde damos por concluidas las visitas de esta jornada. A 47,5 km tenemos nuestro hotel en Arles.

Dos días después, el 31 de mayo, volvimos a la Camarga y, más en concreto a otra población en la que ya estuvimos en julio de 2005, Salin-de-Giraud, distante 39 km de Arles. Dejamos el coche aparcado frente a la oficina de turismo, situada a un paso de la plaza de toros, en la que en nuestro anterior viaje asistimos a una tradicional corrida de toros camarguesa. Desde allí caminamos durante unos 2 km hasta el mirador de las salinas, desde el que se tiene una magnífica vista del recinto salinero y su amalgama de colores, entre los que predomina el rosa. También se accede a un sendero que las recorre y que es de pago, al que no entramos pues no aporta nada.

De nuevo en el coche, volvimos a pasar por la carretera que discurre entre el mirador de las mayores marismas saladas de Europa y el Gran Ródano, siguiéndola hasta la desembocadura del río. Nuestro recorrido concluye al final de la carretera, junto a la playa de de Piémanson, de 7 km de longitud y paraíso para los amantes del kitesurf. Desde ese punto y en alguna parada durante el recorrido, divisamos las colonias de flamencos que aquí residen y algún que otro cisne salvaje. Regresamos al pueblo y en el Bar des Sports me obsequié con una buena cazuela de mejillones al vapor (moules) con patatas fritas.

Tras la comida y después de recorrer 38 km llegamos a la ultima visita camarguesa, el Étang de Vaccarès, una albufera de 6.500 hectáreas que forma parte del vasto complejo lagunar de la Camarga y que, de agosto a abril, acoge a decenas de miles de aves acuáticas, que vienen del norte de Europa cuando allí empiezan a bajar las temperaturas. Cuando lo visitamos nos resultó bastante insulso, aunque pudimos observar varios grupos de flamencos y de ibis. Por delante tuvimos 24 km para regresar a Arles.

Dedicamos la tarde a visitar nuevos lugares en Arles, de los que ya os hablé la pasada semana. Todavía nos quedan muchos lugares por recorrer en la Provenza. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (2): ARLES

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana cuando llegábamos a esa región francesa y, más en concreto, a la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***, en el que tres de ellas disfrutamos del mejor restaurante del viaje, aunque la perfección no existe, pues cierra los viernes, sábados y domingos. Además la primera noche nos comieron los mosquitos en la habitación, lo que nos obligó a comprar un insecticida al día siguiente. Tiene también piscina, que no utilizamos.

Una vez instalados en el hotel, la tarde del 28 de mayo nos dirigimos al centro de Arles, dejando el coche en el céntrico Parc du Centre, ubicado en 8 Rue Emile Bassin, a unos pasos de la Oficina de Turismo, sita en 9 Bd des Lices. Entre ambos se encuentran los elegantes edificios del Hotel Jules Cesar y la Chapelle de la Charité. Al otro lado del parking tenemos el monumento a los niños muertos en las dos grandes guerras y restos de la muralla. La rue Jean Jaurès nos condujo a la cercana place de la République, nuestro primer destino, pues es la más hermosa de la ciudad, ya que a ella se asoman el Hotel de Ville, la Catedral de Saint-Trophime y un imponente obelisco egipcio construido en granito.

Edificada entre los siglos XII y XVI, la Catedral Saint-Trophime fue nuestro primer lugar visitado. La joya del arte románico provenzal, cuenta con un magnífico portal tallado con una escena del Juicio Final. El acceso es gratuito, cosa que no sucede con el claustro que, junto a los monumentos romanos, forma parte desde 1981 del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En el acceso al claustro compramos por 10 euros el Pass Liberté, que permite la visita a 4 monumentos y dos museos. Merece realmente la pena.

La siguiente cita la tuvimos en el Teatro antiguo de Arles, edificio romano construido poco después de fundarse la colonia romana. Su construcción comenzó hacia los años 40 y 30 aC, concluyéndose el año 12 aC. Su estado de conservación no es muy bueno, utilizándose para espectáculos. En el se descubrió la “Venus de Arles”, estatua de mármol que se guarda en el Louvre parisino. Si no dispones del Pass Liberté igual no merece la pena pagar la entrada, pues casi todo el teatro se puede ver desde el exterior.

La siguiente cita es mucho más interesante y se encuentra a unos pasos. Se trata del Anfiteatro, más conocido como Arenas de Arles, por ser habitualmente utilizado como plaza de toros, para lo que estaba preparado cuando lo visitamos. Con capacidad para 21.000 espectadores y forma elíptica, el anfiteatro romano fue construido hacia los años 80-90, poco después del Coliseo de Roma. Abre a diario de 9 a 19 h, aunque el acceso se cierra media hora antes. Aquí concluimos las visitas este primer día.

El 31 de mayo, tras recorrer la Camarga, volvimos al centro de Arles, pasando la tarde en una zona cercana al parking en el que dejamos el coche el primer día. Nuestro primer objetivo fue un edificio con el que la ciudad pretende conseguir el llamado “Efecto Bilbao”. Se trata del LUMA Arles, cuya torre fue diseñada por el arquitecto del Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry. Inaugurada el 26 de junio de 2021, la torre tiene 10 pisos y 56 metros de altura, estando cubierta con 10.752 bloques de acero inoxidable. En el piso 9 existe una terraza desde la que se tiene una magnífica vista.

Justo al lado tenemos el Parc des Ateliers del que forman parte el LUMA Arles y el estanque situado a sus pies. Esta zona completamente rehabilitada es obra del arquitecto paisajista Bas Smets. El ajardinado parque tiene una superficie de 41.800 metros cuadrados y cuenta con más de 1.100 árboles de 140 especies diferentes, además de 80.000 plantas en macetas. Desde él vemos nuestro siguiente destino.

Nos quedaba por gastar una de las visitas a monumentos de las cuatro incluidas en el Pass Liberté y tuvimos que optar entre dos lugares de cuando Arles vivió su segunda edad de oro en el siglo IV, las Termas de Constantino y la Necrópolis de Alyscamps. Como la teníamos mucho más cerca y nos parecía más atractiva, optamos por la antigua necrópolis, que cuenta con varios sarcófagos y que, de su época cristiana, se conservan las ruinas de la iglesia de Saint-Honorat, que fue fundada en la época del obispo Virgilio (588-610). En un panel vemos también una reproducción de “Les Alyscamps, hojas de otoño cayendo”, cuadro de Vincent van Gogh, 1888, cuyo final de su vida estuvo ligado a esta ciudad. Así concluyó esta jornada vespertina.

El 1 de junio pedimos autorización al hotel para retrasar una hora la salida, pues nos quedaba una visita por realizar, así que nuevamente nos trasladamos al Parc du Centre. Ante nuestra sorpresa, al salir del parking nos encontramos el Boulevard des Lices cerrado al tráfico y ocupado por un enorme mercado que, por lo que luego supimos, se celebra cada sábado y al que merece la pena acudir, aunque nosotros no tuvimos mucho tiempo para disfrutarlo. En sus 2 km de puestos puedes encontrar sobre todo frutas y verduras, pero también quesos y embutidos, además de ropa y calzado y varios puestos de elaboración de comidas siendo la dominante, como en casi todas las fiestas populares de la Provenza, la paella.

La visita que teníamos pendiente se encuentra a orillas del río Ródano. Se trata del Museo Réattu. El edificio que alberga el museo era propiedad del gran priorato de la Orden de Malta y ahora recoge el trabajo de los artistas de Arlés y especialmente de Jacques Réattu (1760-1833), por lo que lleva su nombre. Fundado en 1868 también dispone de obras de Picasso, fotografías y modernas esculturas. De esta forma pusimos fin a las visitas en la encantadora ciudad de Arles.

Arles supuso para nosotros las puerta de entrada en la Provenza, cuyo recorrido espero ir comentando en próximas semanas. El viaje continúa.