Viaje a la Provenza (3): La Camarga

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***. Empachados de tanto monumento decedimos dedicar día y medio a recorrer la Camarga, tomando como punto de partida tres diferentes poblaciones, Saintes-Maries-de-la-Mer, Aigües-Mortes y Salin-de-Giraud, en las que ya estuvimos en julio de 2005.

El 29 de mayo hicimos la primera incursión en la Camarga, desplazándonos para ello a la localidad costera de Saintes-Maries-de-la-Mer, distante 29 km de Arles, dirigiéndonos directamente al puerto deportivo para comprar, al precio de 16 €, el billete del crucero por el río Petit Rhône, de hora y media de duración. Nuestro barco, La Camargue, comenzó su singladura dirigiéndose a la desembocadura del río, iniciando una pequeña incursión por él, contemplando la vida en su ribera.

Lo más curioso de cuanto vimos en las orillas del Petit Rhône fue una gran manada de los tradicionales caballos blancos de la Camarga, que cuando nacen tienen el pelaje oscuro. Cuando estábamos llegando al punto más alejado de la costa, apareció una manada de caballos y toros, también tradicionales de la zona, conducida por un mayoral. En nuestro recorrido vimos también garzas y cisnes. Sobre nuestras cabezas pasaron volando varios flamencos e ibis.

Nada más desembarcar nos dirigimos al gran atractivo de Saintes-Maries-de-la-Mer, la iglesia fortificada, construida en estilo románico entre los siglos IX y XI sobre la desembocadura del río Ródano. En ella se conservan las reliquias de las santas Marie-Jacobé y Marie-Salomé, encontradas en la iglesia en 1448. Sin embargo lo que es objeto de peregrinación por parte de la población gitana es la imagen de Santa Sara, la Virgen Negra, que se encuentra en la cripta.

Cerca del puerto se encuentra una construcción habitual en las poblaciones de la Camarga, la plaza de toros, junto a la que hay un par de estatuas de toros. En el centro del pueblo hay varios negocios de hostelería y, como se ha echado la hora de comer, me obsequio con un plato de marisco, con las ostras como principales protagonistas. Para la tarde dejamos el dar un pequeño paseo, bordeando la playa, hasta llegar a la histórica y emblemática cruz de Camarga.

Después de comer volvemos al coche para desplazarnos 30 km hasta una población que nada tiene que ver con lo visitado hasta ahora que, aunque está vinculada a la Camarga, se encuentra fuera de la Provenza y, más en concreto, en la vecina región de Occitania. Se trata de Aigües-Mortes, pueblo completamente amurallado y magníficamente conservado, ubicado en medio de una llanura junto a la costa. La primera imagen que llama nuestra atención es la Torre de Constante, del siglo XIII. Caminando por el exterior de la muralla vamos pasando ante la Puerta de los Terraplenes, la Torre de los Begoñeses y la Puerta de los Molinios, que nos da acceso al interior del recinto amurallado en cuyo centro se encuentra la place de St Louis, a la que se asoma la iglesia de Notre-Dame-des-Sablons. Es un buen momento para tomar un café.

Las murallas del recinto fortificado de Aigües-Mortes fueron construidas en 1240 por San Luis, primer rey de Francia, para proteger la ciudad. Tienen un perímetro de 1.600 metros que, tras tomar el café, seguimos recorriendo por su parte exterior, pasando sucesivamente ante las puertas de los Molinos, de los Galeones, de la Marina y del Arsenal, desde la que contemplamos al fondo las salinas. La Torre del Polvorín nos indica que cambiamos el tercer lado de la muralla, en la que encontramos la Puerta de la Reina. Nuestro recorrido concluye en el cuarto lado, donde tenemos la Puerta de la Gardette, el principal acceso al interior del recinto amurallado, donde damos por concluidas las visitas de esta jornada. A 47,5 km tenemos nuestro hotel en Arles.

Dos días después, el 31 de mayo, volvimos a la Camarga y, más en concreto a otra población en la que ya estuvimos en julio de 2005, Salin-de-Giraud, distante 39 km de Arles. Dejamos el coche aparcado frente a la oficina de turismo, situada a un paso de la plaza de toros, en la que en nuestro anterior viaje asistimos a una tradicional corrida de toros camarguesa. Desde allí caminamos durante unos 2 km hasta el mirador de las salinas, desde el que se tiene una magnífica vista del recinto salinero y su amalgama de colores, entre los que predomina el rosa. También se accede a un sendero que las recorre y que es de pago, al que no entramos pues no aporta nada.

De nuevo en el coche, volvimos a pasar por la carretera que discurre entre el mirador de las mayores marismas saladas de Europa y el Gran Ródano, siguiéndola hasta la desembocadura del río. Nuestro recorrido concluye al final de la carretera, junto a la playa de de Piémanson, de 7 km de longitud y paraíso para los amantes del kitesurf. Desde ese punto y en alguna parada durante el recorrido, divisamos las colonias de flamencos que aquí residen y algún que otro cisne salvaje. Regresamos al pueblo y en el Bar des Sports me obsequié con una buena cazuela de mejillones al vapor (moules) con patatas fritas.

Tras la comida y después de recorrer 38 km llegamos a la ultima visita camarguesa, el Étang de Vaccarès, una albufera de 6.500 hectáreas que forma parte del vasto complejo lagunar de la Camarga y que, de agosto a abril, acoge a decenas de miles de aves acuáticas, que vienen del norte de Europa cuando allí empiezan a bajar las temperaturas. Cuando lo visitamos nos resultó bastante insulso, aunque pudimos observar varios grupos de flamencos y de ibis. Por delante tuvimos 24 km para regresar a Arles.

Dedicamos la tarde a visitar nuevos lugares en Arles, de los que ya os hablé la pasada semana. Todavía nos quedan muchos lugares por recorrer en la Provenza. El viaje continúa.

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