Escapada a LAPURDI (y 2)

Concluyo el relato de la escapada realizada a Lapurdi del 7 al 11 de octubre, que inicié hace dos semanas. Comenzamos la jornada del 9 de octubre cubriendo los 9 km que nos separaban de Le Pas de Roland, situado en Itsasu, un agujero excavado en la roca junto al río Nive que, según la leyenda, fue abierto por la espada de Roland. La siguiente cita la tuvimos lugar 9 km más tarde en otro lugar que hacía muchos años que no visitaba, el Col de Méhatché (716 m), ubicado a unos pasos de Nafarroa, donde existe un crómlech. Pensábamos subir caminando hasta el monte Artzamendi, pero la borrasca Kirk empezó a hacer efecto y el viento casi nos tiraba. De allí nos dirigimos a la navarra Lezetako Borda y luego a la labortana Esteben Borda. Como la carretera es muy estrecha descendimos rápidamente por si caía algún árbol.

Regresamos a Itxassou (Itsasu en euskera), conocida por la producción de quesos de oveja, la cría de pottokas y sus reputadas cerezas. Nuestro primer destino fue Le Txistulari, un hotel en el que hace años nos alojamos varias veces pero que en octubre estaba completo, así que aprovechamos para comer en su restaurante. Tras la comida nos acercamos hasta la preciosa iglesia de Saint-Fructueux, que data del siglo XVII, en la que destaca el retablo barroco y las galerías de madera con tres pisos de tres lados. Concluimos la visita en lo que podemos llamar su centro urbano, donde se encuentra el frontón y el conocido Hotel du Fronton. Desde allí contemplamos el monte Artzamendi y los cultivos de la zona, además de un grupo de vacas rodeadas de garcetas, Como la tarde seguía buena nos dirigimos de nuevo a Villa Arnaga, pero estaba cerrada por los árboles que había tirado el temporal.

Pronto empezó a llover y lo continuó haciendo durante la mañana del día siguiente, 10 de octubre, así que optamos por el plan B, Bayonne (Baiona en euskera), la ciudad más poblada de Lapurdi, con casi 52.000 habitantes. Situada en la desembocadura del río Nive en el Adour, cuenta con un recinto amurallado, que comenzaron los romanos y con ampliaciones supervisadas por Vauban entre 1680 y 1685. Pasamos frente al Chataeu Vieux para luego deambular bajo el paraguas por las calles medievales.

Pronto encontramos refugio a la lluvia en la Catedral de Sainte-Marie, que desde 1998 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO como parte integrante del Camino de Santiago. La construcción de la catedral actual se inició en el siglo XIII y se concluyó a principios del siglo XVII, a excepción de las dos torres que no se terminaron hasta el siglo XIX, adornadas con agujas. Lo que más me gustó de su interior son las pinturas góticas del siglo XIV y las vidrieras al estilo de Chartres. Para visitar el claustro del siglo XIII hay que hacerlo por un acceso exterior. La entrada es gratuita.

Para hacer tiempo hasta la apertura del museo, abandonamos el Grand Bayonne cruzando por un puente el río Nive que nos dio acceso al Petit-Bayonne. Fotografío varias pinturas murales mientras nos dirigimos a otro recinto cubierto, la iglesia de Saint-André, uno de los monumentos históricos más destacados de la ciudad. Construida en el siglo XIX en estilo neogótico, merece la pena visitar su interior especialmente por sus curiosas estaciones de la cruz.

La siguiente cita la tuvimos en el Museo Vasco y de Historia de Bayona que los jueves no abre hasta las 13 h, así que tuvimos que hacer tiempo para luego visitarlo deprisa, pues teníamos planes para la tarde. El museo se encuentra en la Maison Dagourette, una casa portuaria del siglo XVI situada en el corazón de Petit Bayonne. Alberga la colección etnográfica más rica dedicada a la vida en sociedad en el País Vasco. Merece la pena una detenida visita. Dirección: Quai des Corsaires 37. Entrada: 8 €. Más información en https://www.musee-basque.com/pdf/es.pdf.

Comimos en una pizzería y rápidamente nos dispusimos a recorrer los 33 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, las Grottes de Sare, donde teníamos las entradas para la visita guiada en castellano de las 16:30 h. Las cuevas de Sare (Sarako leizeak en euskera) comenzaron a formarse hace unos 100 millones de años y a ser pobladas hace unos 45.000 años. Al igual que en Zugarramurdi, fueron escenario de persecuciones a mujeres acusadas de brujería durante el siglo XVII. La entrada cuesta 10 €, siendo libre la visita al parque megalítico y al pequeño museo. Info: https://www.grottesdesare.fr/es/index_es.php. 23 km nos separaban del Hotel Aldaburua.

El 11 de octubre abandonamos el hotel y nos dirigimos a Villa Arnaga, que se encuentra a tan solo 2 km. Al tercer intento conseguimos visitar este lugar lleno de encanto, siendo lo que más me gustó el espectacular jardín francés, que tiene una extensión de más de 15 hectáreas. Fue creado por Edmond Rostand, quien llegó a Kanbo en el otoño de 1900 para tratar una grave enfermedad pulmonar. Estableciéndose definitivamente dos años después.

La Villa Arnaga ha sido convertida en el Museo Edmond Rostand, que  conserva sesenta muebles cedidos por el Mobilier Nacional, ya que en 2019 se decidió renovar su interior al encontrarse los muebles originales muy deteriorados, mejorando así la calidad de las obras artísticas, pinturas y dibujos de la colección privada de Edmond Rostand. La entrada cuesta 9 € (4 € los parados). Info: http://www.arnaga.com/.

Concluida la visita, tras recorrer 36,6 km llegamos al aparcamiento de la playa de Socoa (Zokoa en euskera), en cuyo entorno existe una amplia hostelería. Desde allí contemplamos un grupo de veleros y el crucero World Voyager, que al día siguiente volví a ver en la Terminal de cruceros de Getxo. Nos acercamos luego al pequeño puerto pesquero, que en la Edad Media albergó embarcaciones dedicadas a la caza de la ballena. Mientras vimos corretear a los vuelvepiedras, contemplamos al fondo el fuerte, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII.

Desde la terraza de un bar contemplamos este precioso lugar, del que nos rechazó dos días antes la borrasca Kirk (no pudimos ni salir del coche), poniendo así un magnífico punto final a esta escapada por Lapurdi. Por delante tuvimos 135 km para regresar a Leioa.

Escapada a LAPURDI (1)

Me gusta realizar la última escapada del año antes de que cambien la hora, pues luego la tarde es casi inexistente. Quería además que mis amigos madrileños conocieran Iparralde, el País vasco-francés, realizando esta nueva escapada del 7 al 11 de octubre, teniendo como campamento base un pueblo que no conocía, Larressore (en euskera Larresoro) y más en concreto, el Hôtel Restaurant Aldaburua, situado en la place de la Mairie, a 163 km de Leioa. Se trata de un buen restaurante con mucho ambiente, que cuenta con 4 habitaciones bastante sencillas, pero es lo que había, pues en Iparralde la temporada alta se alarga hasta el 31 de octubre y casi todo estaba completo.

Larresoro es un pueblo de unos 1.320 habitantes, muy diseminados, conocido por la elaboración tradicional de makilas. Su pequeño casco urbano se concentra en torno al restaurante Aldaburua, que tiene enfrente la Herriko Etxea (Ayuntamiento), algunas casas de estilo vasco y, en un lateral, la iglesia de Saint-Martin que, aunque data de finales del siglo XIX, cuenta con las tradicionales galerías de madera de los templos labortanos. Desde aquí hicimos varias excursiones por Lapurdi, el territorio visitado.

Tras instalarnos en el hotel y tomar un café, nos dirigimos a la cercana Villa Arnaga, que cierra a las 19 h, pero no pudimos entrar pues eran las 17:15 h y el acceso se cierra a las 5 de la tarde, así que nos dirigimos a Cambo-les-Bains (en euskera, Kanbo), la localidad en la que falleció Isaac Albéniz, compositor español del siglo XIX. Dejamos aparcado el coche junto a la iglesia de Saint Laurent, del siglo XVII, catalogada como Monumento Histórico. Es una de las más espectaculares de Lapurdi, por sus galerías esculpidas en madera y su magnífico retablo. Recorrimos luego su centro urbano, que no es de los que más me gustan, acercándonos hasta los frontones, para luego regresar al hotel, distante menos de 4 km.

Comenzamos la jornada del 8 de octubre desplazándonos al pueblo que más me gusta de Lapurdi, Espelette (Ezpeleta en euskera), que tenemos a menos de 5 km del hotel, conocido por sus pimientos rojos secos, que reciben el nombre de Piment d’Espelette y adornan varias de sus tradicionales casas de color rojo y blanco, mis colores favoritos. Caminamos por sus preciosas calles, acercándonos al Hotel Euzkadi, el castillo de los Varones de Espelette y la preciosa iglesia de Saint Etienne, construida en el siglo XVI, en cuyo interior destaca el altar barroco y las galería de madera de las paredes laterales y posterior.

La siguiente cita la tuvimos a tan solo 6 km en otra preciosa población, Ainhoa, que forma parte de “les plus beaux villages de France”. Destaca en ella la Karrika Nagusia, la calle principal adornada con hermosas casas de estilo labortano que datan del siglo XVII y principios del XVIII y el Ayuntamiento. A unos pasos se encuentra la iglesia de Notre Dame de l’Assomption, construida en el siglo XIII, pero reconstruida entre el siglo XVI y principios del XVII. Destacan en su interior las galerías y el retablo mayor.

A menos de 12 km, en el Col de Saint-Ignace, perteneciente al municipio de Sare, tuvimos nuestra siguiente cita. En un entorno en el que existen algunos restaurantes y una gran tienda de recuerdos, se encuentra la estación del tren de La Rhune, que el pasado 22 de septiembre celebró sus cien años de vida. El viaje de ida y vuelta cuesta 24 €, pudiéndose comprar los billetes en https://www.rhune.com/es/. Junto al aparcamiento, en un antiguo vagón, visitamos la exposición del centenario.

De forma pausada, durante 35 minutos viajamos en este tren cremallera a 9 km/h, disfrutando del paisaje y de los caballos que viven en libertad. Teníamos los billetes para el tren que salía a las 13:30 h, con regreso a las 15:30 h. El tren sale desde 189 metros de altitud y finaliza su recorrido cerca de la cima de La Rhune, desde la que se tiene una espectacular vista de la costa labortana. En lo alto existen varias ventas, ubicadas a 905 metros sobre el nivel del mar, situadas en el municipio navarro de Vera de Bidasoa, así que aprovechamos para comer un bocadillo en la Larrun Gain.

De regreso en el Col de Saint-Ignace, cogimos el coche para recorrer los 4 km que nos separaban de Ascain (Azkaine en euskera). En este pueblo siempre me ha gustado la place Pierre Loti, presidida por el típico frontón labortano y rodeada de hoteles y restaurantes, aprovechando para tomar el café en uno de ellos. En esta población dominan los tonos verdes, azules y blancos en sus tradicionales casas. En el otro extremo de la plaza se encuentra la iglesia de Notre-Dame de l’Assomption. Data de principios del siglo XVII y conserva los tradicionales tres pisos de galerías de madera y un hermoso retablo.

La tarde avanzaba inexorablemente, pero nuestros amigos madrileños querían conocer Sare (Sara, en euskera), distante algo más de 7 km, que forma parte de “les plus beaux villages de France”. Entre sus tradicionales casas aquí dominan los colores verde y blanco, aunque no lucen tanto porque el día se ha encapotado. En un puesto situado en la plaza, compro un gâteau basque, para que lo prueben nuestros amigos. Pasamos junto al Memorial Victor Ithurria y nos dirigimos a la iglesia de Saint-Martin, originaria del siglo XVII, que cuenta con una torre de 5 pisos y las tradicionales galerías en su interior.

Como solo estábamos a 7 km, volvimos a cruzar la muga para acercarnos a Zugarramurdi, para que nuestros amigos conocieran la diferencia entre el tipo de construcción en Nafarroa y en Lapurdi. Como era bastante tarde no pudimos visitar lo más interesante de esta localidad navarra, sus famosas cuevas en las que la leyenda sitúa la celebración de los akelarres a comienzos del siglo XVII. El edificio más notable es la iglesia de la Asunción, construida entre 1781 y 1784, cuyo interior pudimos ver a través de una rejilla por la que tomé la foto, ya que estaba cerrada, a diferencia de las labortanas. Un pote en el bar de la plaza y regresamos al Hotel Aldaburua.

Recorrimos los 18 km que nos separaban de Larresoro y dimos por concluida esta segunda jornada, en la que todos los lugares visitados estaban muy cerca. Todavía teníamos tres día por delante, pero de ellos espero hablar dentro de dos semanas. La escapada continúa.