FLORENCIA (1): De iglesias

Con bastante retraso, inicio el relato del quinto viaje del año con destino a la italiana ciudad de Florencia (Firenze), realizado del 10 al 14 de junio. He visitado esta ciudad en tres ocasiones, pero no lo hacía desde el año 2015. El vuelo de Volotea nuevamente salió con retraso, así que llegó bastante más tarde de las 22:55, hora a la que tenía prevista su llegada, pero ni tan mal, pues conseguimos aterrizar en Florencia, no como el sábado anterior que voló a Pisa, teniendo luego una hora de viaje en autobús. También tuvimos la suerte de que, aunque el aeropuerto estaba a punto de cerrar, había un taxi de guardia que nos trasladó al Hotel Eurostars Florence Boutique ****, en el que nos alojamos las cuatro noches. Fue un buen acierto pues tenía un buen aire acondicionado, estaba a solo 550 metros de nuestro primer destino, la Basílica de Santa Croce y desde su terraza había una excelente vista del centro histórico, de donde sobresalía el Duomo.

Con muchísimo calor, el 11 de junio empezamos a patear la ciudad, siendo el primer destino la Basilica di Santa Croce, frente a la que se encuentra la estatua de Dante Alighieri. En este entorno cenamos las tres noches siguientes. Consagrada el 6 de enero de 1443, tiene 115 metros de longitud y 38 de anchura, lo que la convierte en la iglesia franciscana más grande del mundo. En sus capillas hay frescos de artistas como Giotto, Brunelleschi o Donatello, aunque si algo caracteriza a este templo son las casi 300 tumbas con que cuenta. Algunos de los personajes más conocidos aquí enterrados son Galileo Galiei, Maquiavelo, Lorenzo Ghiberti o Miguel Ángel.

La Basílica de Santa Croce cuenta con una amplia zona museística ubicada en torno al claustro Mayor, diseñado por Filippo Brunelleschi, que también alberga la Capilla Pazzi, otra obra maestra de Brunelleschi, que destaca por su arquitectura renacentista. Se construyó como recinto funerario de una de las grandes familias florentinas del renacimiento, los Pazzi, y como sala para los franciscanos. Una de las obras más interesantes es el Crucifijo de Cimabue. La entrada cuesta 10 €.

Concluida la visita a la Basílica, empezamos a recorrer el centro histórico pasando junto al Museo Nazionale del Bargello que cuenta con un monumental edificio y varias ubicaciones. Nuestro destino era la piazza del Duomo, abarrotada de gente que hacía una larga cola para acceder al interior de la Catedral, una de las más grandes del mundo, cuya entrada es gratuita. Como ya estuvimos en un viaje anterior, nos limitamos a contemplarla desde fuera. Lo mismo hicimos con el Battistero di San Giovanni, revestido de mármol, y el Campanile de Giotto, de 82 metros, pudiéndose acceder a lo alto tras subir 414 escaleras.

Los cuatro días que estuvimos en Florencia la temperatura máxima osciló entre los 37 y 38 grados, así que optamos por el plan B, que solemos hacer cuando llueve: visitar iglesias y museos. Como la teníamos cerca optamos por la Basílica de San Lorenzo, sacando una entrada conjunta para tres de sus cuatro lugares visitables, siendo el primero la Biblioteca Medicea Laurenziana, una de las joyas ocultas de Florencia, que cuenta con una espectacular sala de lectura, a la que se accede desde el primer piso de un claustro. A continuación  tocó descender a la Cripta de los Médici, convertida en un museo.

Tuvimos que salir a la calle para acceder a San Lorenzo, la iglesia parroquial de los Médici, una familia de banqueros rica y poderosa, que gobernó Florencia durante casi tres siglos. Es una de las iglesias más antiguas de Florencia, aunque su fachada está sin terminar. En su interior destacan el tabernáculo de mármol, las capillas de los Ginori, Mayor y Martelli, en la que hay obras de Donatello, Filippo Lippi y Desiderio da Settignano y, por supuesto, la Sacristía Vieja de Brunelleschi.

La entrada conjunta para la iglesia, la biblioteca y la cripta no sirve para otra zona de la iglesia con acceso separado, que pertenece al Museo Cappelle Medicee, donde se encuentra la espectacular Capilla de los Príncipes (Capella dei Pricipi), una sala octogonal convertida en mausoleo de los Grandes Duques de Toscana y sus familias, obra del arquitecto Matteo Nigetti. Aquí también se encuentra la Sacristía Nueva, obra de Miguel Ángel (Sagrestia Nuova), construida en el siglo XVI como panteón de los Medici. Lo más curioso es que cada tumba tiene en su base un par de estatuas, masculina y femenina, reclinadas.

Empachados de tanta cultura, decidimos acercarnos al Mercato Centrale, que se encuentra a tan solo 170 m. La calle que le da acceso, la via dell’Ariento, está repleta de puestos de venta de prendas de piel: cinturones, bolsos…, algo muy habitual en Florencia. Conocido también como Mercado de San Lorenzo, data del siglo XIX, cuando Florencia fue la capital de Italia. Lo primero que encuentras nada más acceder a su interior son pequeños restaurantes y puestos de comida. Luego nos detuvimos en los de venta de quesos y en los más coloristas, de frutas, verduras y hortalizas. Abre de 9 a 23 h.

Tras comer en las proximidades del mercado y dado el insoportable calor que padecimos, nos dirigimos a la Basílica de Santa María Novella, distante tan solo 400 metros, que abre de 9 a 17:30 h, costando la entrada 7,50 €. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la iglesia se levantó en diferentes fases, entre los siglos XIII y XV, destacando su imponente fachada renacentista de mármol. Se accede por una especie de pórticos decorados con frescos, que nos conducen a la gótica nave central. Detrás del altar está la capilla Tornabuoni, cuyos frescos son de Domenico Ghirlandaio. Otros frescos notables son los de Filippino Lippi en la capilla Strozzi.

Pasamos la tarde a gusto en esta basílica pues la temperatura resultaba muy agradable, aunque salimos también a los claustros, entre los que destaca el Verde por sus frescos, especialmente los realizados por Paolo Uccello, que representan escenas del Antiguo Testamento. El refectorio ha sido convertido en un museo, que alberga pinturas y objetos religiosos. Concluida la visita nos dirigimos a la Estación Firenze Santa Maria Novella, que tenemos enfrente, para comprar los billetes a Bolonia, a donde fuimos dos días después. El calor era insoportable, así que cogimos un autobús que nos llevó hasta cerca del hotel. ¡Qué gusto nos dio el aire acondicionado y el vaso de agua fría que tomamos en la recepción!

Todavía nos quedaban muchas cosas por ver en Florencia, aunque tuvimos que adaptarnos a las altas temperaturas. El viaje continúa.

Escapada a la Alcarria y la serranía de Guadalajara

Hago un paréntesis en los viajes de este año para “colar” la séptima escapada, realizada del 13 al 16 de julio por tierras de la Alcarria, en la parte perteneciente a la provincia de Guadalajara. Ha sido una escapada familiar para volver a mis orígenes pues aunque mi padre nació en Zalla, mi abuelo lo hizo en el pequeño pueblo de Santiuste por el que pasamos camino de nuestro campamento base, distante 6 km, Huérmeces del Cerro y, más en concreto, la casa de mis primos Alfredo y Nati. Volvimos a pasar mucho calor por el día, pero las noches fueron frescas, como también lo son las casas del pueblo. Huérmeces del Cerro se encuentra a 339 km de Leioa, siguiendo la ruta que pasa por Logroño, Cameros, Soria y Almazán. Lo más destacado de este pueblo es su iglesia parroquial y el embalse de El Atance. También tiene bar, pese a contar tan solo con 42 habitantes, pero mucha población flotante y veraneantes.

Con mis primos como anfitriones, lo primero que hicimos el 14 de julio fue cumplir con una asignatura que tenía pendiente, contemplar los campos en flor de lavanda ubicados en las proximidades de Brihuega, que han cogido mucha fama aunque algunos estaban todavía un poco verdes. Los mejores se encuentran en el km 37 de la carretera CM2005, junto al lugar escogido para la celebración del concurrido festival de música que tuvo lugar durante los días 11, 12, 18 y 19 de julio. De allí nos desplazamos a Brihuega, población que encontramos engalanada debido al evento.

Brihuega cuenta con una población de 2.816 habitantes y un interesante casco histórico que fue declarado conjunto histórico-artístico en 1973, al que accedimos por la Puerta de la Cadena, visitando algunos de los lugares más interesantes como la fuente de los doce caños. Con el mapa que nos entregaron en la oficina de turismo fuimos deambulando por sus calles hasta llegar a la Puerta de la Guía, que nos dio acceso al castillo de Peña Bermeja y a la Santa María de la Peña, que data del siglo XIII, que estaba cerrada al igual que las cuevas árabes. En los bares no había tampoco nada para picar hasta las 13 h.

Seguimos la ruta haciendo enseguida un alto en el camino en Cívica, donde contemplamos la pequeña cascada y el conjunto de galerías y escaleras excavadas en la roca, realizadas entre 1950 y 1970 por Hipólito Henche. Se ha echado la hora de comer y lo hacemos, muy bien por cierto, dando cuenta al menú del día del Bar Las Vegas, en Masegoso de Tajuña. A continuación nos desplazamos a Trillo, donde tomamos el café en el parque existente junto a la desembocadura del río Cifuentes en el Tajo, que lo hace de forma brusca con varias cascadas. Tras un corto paseo nos acercamos al puente sobre el Tajo, que data del siglo XVI, a la plaza de toros y a la Plaza Mayor, a la que se asoman el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra de la Asunción.

Tras descansar un rato a la sombra en Trillo, a media tarde nos dirigimos a Cifuentes, que toma su nombre del río que nace en esta población, siendo su nacimiento al primer lugar que nos acercamos, caminando unos metros por un agradable parque hasta la balsa y el molino. La siguiente cita la tuvimos en la triangular Plaza Mayor, de estilo castellano, a la que se asoma el Ayuntamiento que se encuentra en restauración. Una empinada cuesta bordeando la barbacana nos llevó a la histórica Casa de los Gallos, frente a la que se encuentra el principal monumento, la iglesia del Salvador, que mezcla diferentes estilos, destacando la portada románica y el majestuoso interior gótico. Junto a ella se encuentra otra iglesia, la de Santo Domingo. Desde lo alto contemplamos el castillo, que data del siglo XIV.

Concluimos la jornada acercándonos al pequeño pueblo de Baides, dando un agradable y sombreado paseo por el Parque Senda del río Henares, hasta el barrio de la Estación, donde el río Salado se funde con el Henares. En torno al paseo se encuentra el llamado Museo del Ferrocarril, que exhibe al aire libre una colección de locomotoras, vagones y material ferroviario histórico, llamando nuestra atención el fabricado en Bilbao. De aquí, tras recorrer unos 120 km en una intensa y calurosa jornada, regresamos a Huérmeces del Cerro.

La jornada del 15 de julio la iniciamos visitando el pueblo más monumental de todos, Atienza, sobre el que se levanta el castillo, resto de una fortaleza árabe construida entre los siglos XI y XII.  En la plaza de España se encuentra el Ayuntamiento, que acoge la oficina de turismo y una curiosa colección de instrumentos musicales. El Arco Arrebatacapas nos dio acceso al centro histórico, donde se encuentra la plaza del Trigo, a la que se asoma la iglesia de San Juan del Mercado, que se rehizo a finales del siglo XVI en estilo renacentista. Enseguida llegamos a la iglesia de la Santísima Trinidad, sede del Museo de la Caballada. Posee un ábside románico de influencia segoviana. Bordeando la muralla y el arco de la Virgen, llegamos a la iglesia de San Gil, convertida en museo de arte sacro. Nuestro recorrido concluyó fuera de las murallas en la iglesia de San Bartolomé, del siglo XIII, que cuenta con una galería porticada. También ha sido convertida en museo, que al igual que los anteriores estaba cerrado.

Tras hacer el hamaiketako en forma de torrezno soriano en el Bar Atienza XXI, situado en las afueras, continuamos la ruta deteniéndonos en el embalse Arcolo, para luego continuar hacia Cogolludo, dejando el coche en la Plaza Mayor, donde se encuentra el emblema de esta localidad, el palacio de los Duques de Medinaceli o Palacio Ducal de Cogolludo, construido entre los siglos XV y XVI, que presume de ser el primer edificio renacentista de la península. De allí subimos a la iglesia de Santa María, construida entre los años 1545 y 1609, para luego bajar a la plaza pasando por otra iglesia cercana, la de San Pedro, que data del siglo XVI. Concluida la visita fuimos a comer a Jadraque.

Aunque nos quedaba a desmano, no quería dejar de visitar una pequeña pedanía de Sigüenza de nombre Palazuelos, conocida como “la Ávila alcarreña” por su recinto amurallado y castillo que datan del siglo XV, que fueron declarados monumento histórico-artístico en 1951. Accedimos al interior del recinto por la Puerta del Cercao, que nos dio acceso a la Plaza Mayor, donde se encuentra la fuente de los siete caños. Caminado por la calle Real llegamos al Arco del Lavadero, así llamada por dar acceso a él. Es un buen lugar para contemplar la muralla. Junto al arco se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, reconstruida en el siglo XVI. Al final de la calle está la Puerta de la Villa. En ella coincidimos y charlamos un buen rato con José Luis de la Fuente Soria, autor del libro “La subsistencia ese gran milagro”. Nos quedó por ver la Puerta del Monte, pero nos detuvimos un momento ante la ermita-humilladero de la Virgen de la Soledad, desde donde se tiene una buena vista del castillo.

Nuestra siguiente cita se encontraba a poco más de 2 km, Carabias, otra pedanía de Sigüenza de tan solo 13 habitantes, que cuenta con una pequeña joya, la iglesia del Salvador, muestra del románico rural alcarreño del siglo XIII, que tiene una hermosa galería porticada. Frente a ella hay una fuente neoclásica. Antes de regresar a Huérmeces del Cerro visitamos las salinas de Imón, las mayores de la zona, que durante mucho tiempo fueron las de mayor producción de la península ibérica. Nos dio mucha pena ver el estado de abandono de las salinas. Ese día recorrimos unos 175 km. De regreso a casa, el 16 de julio nos detuvimos en Miedes de Atienza, donde destaca la Casa-Palacio de los Beladiez Trujillo, del siglo XVII.

De esta forma pusimos fin a esta escapada por la provincia de Guadalajara, eligiendo esta ruta para cerrar el círculo, pese a ser más larga (388 km a Leioa) y a la estrecha carretera que conduce al Alto de la Carrascosa (1380 m), desde donde se contempla una amplia vista de la provincia de Soria. Pasamos por El Burgo de Osma y Aranda de Duero. Por cierto, al entrar en Castilla-León, la carretera es buenísima.

SICILIA (y 4): Cefalú, Monreale y Palermo

Continúo el relato del cuarto viaje del año, realizado del 10 al 20 de mayo a Sicilia, que dejaba la pasada semana tras visitar Catania. El 18 de mayo nos tocaba día de viaje, pues teníamos unos 300 km para llegar a nuestro último destino, Palermo, pero nos desviamos brevemente por una autopista de peaje para acercarnos a un lugar que desconocía, Cefalú, del que nos quedarían tan solo 70 km para llegar a nuestro hotel. Antes de llegar nos detuvimos para fotografiar la fortaleza que se alza sobre esta población costera. Dejamos el coche en el Parking Historical Center Dafne Cefalù, caminado desde allí por su centro histórico, pasando junto a dos iglesias, la de Santa María de la Catena y la del Purgatorio. También nos acercamos a la Porta Pescara, del siglo XVI, que nos dio acceso a la playa situada junto a los diques del puerto, desde donde se tiene una magnífica vista.

Tuvimos que apresurarnos, pues el motivo de desplazarnos a Cefalú era visitar el Duomo, la Catedral normanda que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, que cierra al mediodía, pues su horario es de 8:30 a 13 y de 15:30 a 18 h. La fundación de esta catedral se deba a Roger II de Sicilia quien la dedicó al Salvador, colocándose la primera piedra en el año 1131. Lo más característico del exterior de la Catedral son sus dos torres del siglo XII. Su interior es bastante austero, pero cuenta con un norme mosaico bizantino del Cristo Pantocrátor, que la preside, bajo el que se encuentran los doce apóstoles y una cruz de madera de mediados del siglo XV. En la plaza situada enfrente tenemos la Duomo Cafetería, en la que aprovechamos para comer antes de continuar el viaje

Nada más llegar a Palermo nos instalamos en el Ibis Styles Palermo President ****, en el que pasamos las dos últimas noches. Está situado frente a la terminal de cruceros y muy cerca del centro histórico, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad del la UNESCO. A unos pasos del hotel tenemos la vía Amari, que cuenta con varios restaurantes en los que degustamos las cenas. Tras recorrer 700 metros desde el hotel, Llegamos al Politeama, uno de los dos grandes teatros de Palermo, frente al que se encuentra la estatua de Ruggiero Settimo, presidiendo la plaza del mismo nombre y, frente a ella, la piazza Castelnuovo, convertida en un museo al aire libre por la cantidad de esculturas con que cuenta.

Tuvimos que aprovechar la tarde pues no disponíamos de mucho tiempo en Palermo, así que nos dispusimos a recorrer su centro histórico, sorprendiéndonos la cantidad de gente que había un domingo por la tarde y que todas las calles  son peatonales. La vía Ruggiero Settimo nos condujp a la piazza Verdi, donde se encuentra el Teatro Máximo, el más grande de ópera de Italia, que fue inaugurado en 1897. Tomamos un  café en el Palermo Store Café y continuamos por la vía Maqueda accediendo al Oratorio San Camillo y deteniéndonos en la Piazza Vigliena, más conocida como Quattro Canti, uno de los emblemas de la ciudad. En sus esquinas cuenta con cuatro palacios barrocos del siglo XVII, adornadas por otras tantas fuentes que representan las cuatro estaciones y las estatuas de los reyes españoles Carlos V, Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Casi al lado concluimos las visitas en la piazza Pretoria, presidida por la fuente del mismo nombre, conocida como “fuente de la vergüenza”, situada frente al Ayuntamiento.

El 19 de mayo iniciamos la jornada visitando una joya siciliana que no tuve ocasión de ver en mi enterior viaje, el Duomo di Monreale, que desde 2015 figura en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. La construcción de esta Catedral se inició en 1174, con una fachada austera que guarda un monumental interior en el que desatacan sus tres naves totalmente cubiertas de enormes mosaicos sobre un fondo dorado, que fueron creados entre finales del siglo XII y principios del XIII, con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, destacando el Cristo Pantocrátor situado en el ábside central.

Con la misma entrada se accede desde la Catedral al Museo Diocesano, que ocupa el interior del anexo Palacio Arzobispal. Comienza el recorrido en la sala San Plácido, que guarda cuadros procedentes de varias iglesias de Sicilia. Cuenta también con varias pinturas del siglo XVI y varias imágenes de Cristo crucificado, entre las que destaca un Crucifijo en madera del siglo XV. Desde aquí contemplamos el claustro al que no accedimos pues había que pagar otra entrada y había muchas cosas que ver.

Concluida la anterior visita regresamos al hotel para dejar el coche y volver a “patear” por las zonas del centro histórico que ya recorrimos el día anterior, llegando al Teatro Máximo desde donde nos desviamos hasta uno de los dos principales mercados de Palermo, el de Il Capo, donde contemplamos numerosos puestos de frutas y verduras. Muy cerca teníamos la siguiente cita, el Duomo de Palermo, del que solo llamó nuestra atención su monumental fachada y el carro de Santa Rosalía situado frente a ella. Hacía bastante calor, así que aprovechamos para comer en una sombreada terraza.

Tras la comida nos dirigimos al final de la calle donde se encontraba nuestra siguiente cita, que es el lugar más monumental de Palermo. Se trata del Palacio de los Normandos (Palazzo dei Normanni), que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Lo más deslumbrante de este enorme palacio es la Capilla Palatina (Cappella Palatina), una pequeña iglesia con techos de madera tallada y revestimientos impresionantes de mosaicos, entre los que destaca el Cristo Pantocrátor.

Continuando por la Cortile Maqueda accedimos a los Apartamentos Reales, donde contemplamos las obras de arte que se guardan en las salas de los Virreyes, Pompeiana y dei Venti, llegando finalmente a la más importante de esta zona, la Sala Ruggero II, otra joya cubierta de mosaicos al estilo de la Capilla Palatina. La visita al Palacio de los Normandos concluyó en el pequeño el Jardín del Palacio Real, que no aporta nada, pero que tiene unas buenas vistas de la parte trasera del palacio.

Nos dimos por satisfechos con lo visto en Palermo, así que, con mucho calor, a media tarde iniciamos el regreso al hotel, teniendo que caminar durante 3,5 km pasando por la plaza Quattro Canti y continuando por el puerto La Cala, cerca del cual se encuentra el el Palazzo Chiaramonti Steri y el mural dedicado a Falcone y Borsellino, dos juristas del barrio de Kalsa que fueron asesinados por la Cosa Nostra en 1992. Pasada la zona del puerto hicimos un alto en el camino para tomar un café con hielo y agua fría.

El 20 de mayo tocó madrugar y salir sin desayunar, pues tuvimos que devolver el coche a las 8 de la mañana, para luego coger el vuelo de Volotea a Bilbao con salida a las 09:45 h. El viaje ha concluido. Sicilia nos ha encantado pero habría sido necesario algunos días más. Próximo destino: Florencia.

SICILIA (3): Valle de Noto, Taormina y Catania

Continúo el relato del cuarto viaje del año, realizado del 10 al 20 de mayo a Sicilia, que dejaba la pasada semana tras visitar Siracusa. El programa previsto para el 16 de mayo tuvimos que modificarlo tras el retraso ocasionado por la lluvia del día anterior, así que, tras visitar el Parque Arqueológico de Neápolis de Siracusa, iniciamos el recorrido por las ciudades del barroco tardío del Valle de Noto, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 2002 y que fueron reconstruidas después del terremoto que las destruyó en 1693. Comenzamos en la población de Noto, que fue la que más nos gustó, llamando nuestra atención nada más llegar sus decoradas escaleras y los preparativos para una fiesta en la que cubren las calles de flores. También vimos la Porta Reale o Porta Ferdinandea, antigua puerta de entrada en la ciudad, que fue inaugurada en 1841 con la visita del Rey Ferdinando II de Borbón.

El monumento más importante de Noto es la Catedral Basílica de San Nicoló, construida entre 1664 y 1703 presidiendo la piazza Municipio, pues frente a ella se encuentra el Ayuntamiento, que ocupa el Palazzo Ducezio. Cuenta la ciudad con numerosas iglesias, entre las que destaca la de San Domenico, del siglo XVIII, y palacios, como los de Vescovile Landolina. También aprovechamos la ocasión para que un policía nos sacara una foto con su coche, un lujoso Lamborghini.

Nos entretuvimos bastante en Noto, pues nos gustó mucho y se encontraba con mucho ambiente festivo, así a la siguiente “ciudad del barroco tardío” llegamos bastante tarde. Se trata de Scicli, distante 54 km, en la que aprovechamos para picar algo en la terraza de un bar de la piazza Italia, limitándonos a recorrer sólo el entorno de esta plaza, desde la que se contempla en lo alto la iglesia de San Mateo. En uno de los laterales está la iglesia de San Ignacio y, un poco más apartada, la de San Bartolomeo. Fue una lástima no disponer de más tiempo, pues cuenta Scicli con monumentales palacios. Este municipio es conocido por ser la Vigata de la serie del comisario Montalbano.

Nuestro siguiente destino estaba a tan sólo 10 km, en Módica, pero en toda esta zona las carreteras son muy sinuosas, en un continuo sube y baja repleto de curvas, por lo que los desplazamientos son muy lentos. Además, todos los pueblos están en cuesta, con sus edificios dispuestos en la ladera de la montaña. Es por ello que en Módica nos limitamos a visitar su principal monumento, la iglesia de San Giorgio, incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construida en el siglo XVIII, es uno de los templos barrocos más interesantes de Sicilia. Destaca su imponente fachada con forma de torre, que tiene una altura de 62 metros.

La última cita de la jornada la tuvimos a 13 km, en Ragusa, una joya barroca, pero como ya era tarde y teníamos que recorrer 83 km para llegar al hotel en Siracusa, nos limitamos a recorrer el entorno de la la piazza della Repubblica, donde se encuentran la Chiesa del Purgatorio, la Torre del Reloj y el Palazzo Cosentini, además de un cartel de la sede local del Club Alpino Italiano. Una especie de callejón con escaleras nos acerca a otros dos edificios, Santa María dell’Itria y el Palazzo della Cancelleria.

Tras pasar nuevamente la noche en Siracusa iniciamos la jornada del 17 de mayo con un largo desplazamiento, 121 km, hasta la turística ciudad de Taormina, eso sí, en esta ocasión todo por autovía. Casi todo lo que hay que ver se encuentra en los 800 metros del Corso Umberto, que enlaza la Porta Messina, de la Porta Catania, por la que accedimos al recinto histórico, pasando sucesivamente por las Cuatro Fuentes, el Duomo, el Palazzo dei Giurati, la Porta Mezzo, la piazza IX Aprile, la estatua de Oscar Wilde y la iglesia de San Agostino.

Pese a que nos quedaba a desmano, hemos repetido la visita a Taormina porque nos encantó en nuestro anterior viaje a Sicilia, aunque en esta ocasión no hemos tenido suerte de poder contemplar el Etna, encapotado por las nubes. Eso si, volvimos a visitar uno de los emblemas de la ciudad, el teatro griego, al que llegamos tras recorrer todo el Corso Umberto. Fue totalmente reconstruido durante la dominación romana, con capacidad para unos 5.000 espectadores.

En nuestro apresurado viaje anterior a Sicilia, no nos atrevimos a detenernos en Catania por ser una ciudad muy poblada, la segunda de la isla, pero en esta ocasión no pude resistir en hacer una breve visita pues se encontraba casi a mitad de camino entre Taormina (57 km) y nuestro hotel en Siracusa (70 km). Además forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Dejamos el coche cerca de la piazza della Reppubblica, presidida por la estatua de Vicenzo Bellini y nos dirigimos a la oficina de turismo sita en Via Vittorio Emanuele II, junto a la iglesia Badia di Sant’Agata y a tan solo 100 metros de la piazza del Duomo, a la que se asoman los principales monumentos de la ciudad, entre los que destaca la Basílica Catedral di San’Agata. También se encuentran allí el Palazzo dei Chierici y la Fontana dell’Amenano. En el centro de la plaza está el emblema de Catania, la Fontana dell’Elefante (uʻ Liotru).

En las dos horas largas que estuvimos en Catania todavía nos dio tiempo a contemplar la iglesia de San Francisco de Asís y a visitar el Teatro Antico, construido en el siglo II dC con roca de lava del Etna con capacidad para unos 5.000 espectadores. De regreso al coche nos detuvimos en las plazas Giuseppe Manzini y Vincenzo Bellini, a la que se asoma el Teatro Massimo Bellini, inaugurado en 1890 y dedicado a las representaciones de ópera. De regreso a Siracusa por fin pudimos contemplar el volcán Etna, que 16 días después entró en erupción.

Hemos estado ya en la mayoría de los lugares más importantes de Sicilia, pero todavía nos falta la capital, Palermo, pero de ello espero seguir hablando la próxima semana. El viaje continúa.

SICILIA (2): El Casale, Enna y Siracusa

Continúo el relato del cuarto viaje del año, realizado del 10 al 20 de mayo a Sicilia, que dejaba la pasada semana tras visitar los templos de Agrigento. El principal objetivo para el día 14 consistía en visitar un lugar que ya conocíamos, pero que en nuestro anterior viaje nos impactó por ser una de esas cosas únicas en el mundo. Situada a 92 km de nuestro hotel, en las afueras de Piazza Armerina, se trata de la Villa del Casale, una villa romana que desde 1997 forma parte de la selecta lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Está tan bien conservada gracias a una capa de barro que la cubrió tras una inundación.

La Villa del Casale es famosa gracias a la excepcional colección de mosaicos que alberga en su interior, que ocupan unos 3.500 metros cuadrados, con imágenes de héroes y dioses, escenas de caza, juegos y vida cotidiana. Varias salas dan a un patio con sus pórticos cubiertos de mosaicos y una fuente en el centro. Uno de los lugares más espectaculares es el pasillo de la Gran Caza, de 71 metros de largo, con un gran mosaico con escenas de la captura de animales africanos, como rinocerontes, leones, elefantes y antílopes, y su traslado en barco a Roma. Sin embargo, quizás el mosaico más conocido es el de la sala en la que aparecen 10 muchachas en bikini, practicando diferentes pruebas deportivas.

Como se había echado la hora, nos desplazamos 8 km hasta el centro de Piazza Armerina para picar algo, cosa que hicimos en el Caffé del Centro, degustando una pequeña pizza y una especialidad muy siciliana, el arancini, unas bolas de arroz empanadas y fritas, cuyo relleno puede variar. En nuestro caso una fue de ragú y otra de queso. Son como una bomba que te deja lleno. Antes de comer dimos un corto paseo cuesta arriba hasta lo alto de la colina, donde se encuentra el Duomo, mientras contemplamos otros antiguos edificios.

Para visitar por la tarde elegimos la población de Enna, distante 31 km y erigida en lo alto de un escarpado cerro a 931 metros de altitud, sobre el que se levanta el castillo de Lombardía. Partiendo del mirador del Belvedere, la mayoría de los palacios, iglesias y el Ayuntamiento se encuentran a lo largo de una calle, adornada con cuadros. Sólo accedimos al interior de dos iglesias, la de Santa Chiara y a la más espectacular de todas, que nos encantó, el Duomo, dedicado a Maria Santissima della Visitazione, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad UNESCO. Eso si, todos los bares estaban cerrados.

Como lo habíamos visto desde el Belvedere de Enna, nos desplazamos tan sólo 6,5 km al pueblo que teníamos en frente, también construido sobre un cerro, Calascibetta. Nada más llegar a su parte alta nos sorprendió un buen chaparrón, así que aprovechamos para tomar un café en el único lugar prácticamente llano, la plaza a la que se asoma la iglesia de María Santissima del Monte Carmelo. Como era tarde y el tiempo inseguro sólo visitamos los alrededores, donde se encuentra la Grote di Vía Carcere, antiguas cuevas excavadas en la roca, siendo una de ellas una antigua prisión. También nos acercamos hasta el Museo della 500, dedicado al pequeño Fiat, pero estaba cerrado. Todavía tuvimos por delante 89 km para regresar a nuestro hotel en Agrigento.

El 15 de mayo tuvimos unas previsiones meteorológicas espantosas que luego se cumplieron, pues nada más salir de desayunar comenzó una fuerte tormenta, con rayos, truenos y mucho viento, así que nos recluimos en la habitación hasta las 11 de la mañana, cuando dejó de llover y pudimos emprender el viaje a nuestro siguiente destino, Siracusa, distante 210 km, eligiendo para pasar las tres siguientes noches en el que luego resultaría con mucho el mejor hotel del viaje, el Mercure Siracusa Prometeo ****. Luego supimos que en Agrigento hubo inundaciones y en Siracusa había alerta naranja, por lo que cerraron la zona arqueológica que pensábamos visitar. Siracusa nos recibió con un fuerte chaparrón y las calles llenas de charcos, así que nueva espera en la habitación hasta media tarde, cuando definitivamente dejó de llover, animándonos a salir con paraguas y chubasquero hacia el centro histórico. Contemplamos el Santuario della Madonnina y pasando junto al Panteón, continuando hasta el Ponte Umberto y la Dársena, donde se encuentra la escultura de Archimede. La segunda noche descubrimos que cerca del hotel teníamos un buen restaurante, el Nabu, dejándonos asesorar por la chef, así que repetimos la noche siguiente.

Nuestro destino en Siracusa fue el centro histórico de Ortigia un lugar plagado de edificios históricos que desde el año 2005 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, dándonos la bienvenida el antiguo templo griego dedicado al dios Apolo. De allí continuamos hacia la piazza del Duomo, a la que se asoman la Catedral barroca y tres monumentales palacios, el de Beneventano de Bosco, el del Senato, sede del Ayuntamiento y el de Arcivescovile e Ipogeo. Hicimos una pausa para tomar un café y el postre más tradicional de Sicilia, el canolo, una masa frita y crujiente rellena de ricotta, aunque el relleno puede variar. Continuamos caminando hasta el extremo de Ortigia, donde se encuentra el castello Maniace, deteniéndonos de regreso ante la impresionante fuente de Arethusa y en la piazza Archimede, donde se encuentra la preciosa Fontana di Diana. Al final no llovió y pudimos caminar algo más de 7 km.

Debido a las intensas lluvias del día anterior, el 16 de mayo tuvimos que cambiar de planes, para visitar lo que habíamos dejado pendiente, que además estaba a unos pasos de nuestro hotel. Se trata del Parque Arqueológico de Neápolis de Siracusa, que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Lo primero que vimos fue el Altar de Hierón, de 198 metros de longitud y 22,8 metros de anchura, construido entre el 241 y el 215 aC dedicado a Zeus Eleutherios. De allí nos trasladamos al Teatro griego, que nos decepcionó bastante, por estar las gradas preparadas para espectáculos. Sobre él se encuentran las cuevas que forman parte de la Necrópolis de Grotticelle. Antes de salir nos detuvimos en el Anfiteatro romano, excavado en la propia roca y adornado con la escultura “Ícaro blu”.

He dejado para el final lo que más me gustó del recinto arqueológico, la Oreja de Dionisio, una cueva excavada en la roca por esclavos, que sirvió como cantera para extraer piedra y como cárcel, en la que Dionisio recluía a los disidentes para poder escuchar sus planes debido a su buena acústica. En su entorno se encuentra la llamada Latomia del Paraíso, una antigua cantera. Todo este recinto está rodeado de vegetación y adornado por numerosas esculturas.

Hemos estado ya en algunos de los lugares más importantes de Sicilia, pero todavía nos quedaba mucho por recorrer, aunque de ello espero seguir hablando la próxima semana. El viaje continúa.