Escapada inglesa (1): Bristol bajo la lluvia

La octava escapada del año tuvo como destino Inglaterra, realizándola del 7 al 10 de agosto. Antes de iniciar el relato quiero comentar que para poder viajar al Reino Unido hay que sacar obligatoriamente por Internet la Electronic Travel Authorisation (ETA) en https://uk-eta.visasyst.com/ y pagar 16 libras esterlinas (unos 19 euros). Tan solo te envían un correo diciendo que te autorizan la entrada, pero ningún documento, así que hay que suponer que con solo presentar el pasaporte (ya no sirve el DNI), en nuestro caso en una máquina de acceso, no tendrás problemas. Lo que sigue funcionando es la tarjeta sanitaria europea y, al menos con Movistar, el roaming. Dicho esto, el 7 de agosto cogimos el vuelo de easyJet que enlaza el aeropuerto de Bilbao con el de Bristol, con salida a las 13:55 y llegada a las 14:40 h (hay una hora menos en el Reino Unido). No tuvimos ni una turbulencia, pero cuando estábamos en la pista el avión pego un fuerte golpe en el suelo y volvió a despegar, así que aterrizamos al segundo intento.

El aeropuerto de Bristol es pequeño, bastante incómodo y está en obras, así que tuvimos que caminar un rato para tomar el autobús Bristol Airport Flyer, que nos trasladó a la estación Bristol Temple Meads (9 libras), situada a 6 minutos del hotel que escogimos para esta escapada, el Novotel Bristol Centre ****, situado a tan solo 6 minutos del puente de Bristol, que da acceso al centro histórico. Fue un acierto coger este hotel, pues cuanta con amplias habitaciones y restaurante en el que poder cenar hasta las 22 h, cosa que hicimos la primera noche. Para las dos siguientes escogimos dos restaurantes italianos situados en nuestra misma calle, Victoria street. La segunda en el Bella Vista, a 6 minutos andando desde el hotel y la tercera en el Marco’s Olive, de Cerdeña, a 2 minutos a pie.

Chispeaba cuando llegamos al hotel pero luego paró, así que nos animamos a tomar el primer contacto con esta ciudad del sudoeste de Inglaterra, de unos 428.000 habitantes, que se extiende a lo largo del río Avon y cuenta con una próspera historia marítima. Bristol es la octava ciudad más poblada de Inglaterra y la undécima del Reino Unido, aunque durante medio siglo fue la segunda después de Londres. Nada más salir del hotel pasamos junto a la ruinosa iglesia de Temple Church. Tras cruzar el río Avon vimos otra en el mismo estado, St Peter’s Church y un curioso cocodrilo. Bordeando el río llegamos al emblemático Pero’s bridge.

Una vez que cruzamos el citado puente vimos la noria, situada junto al Aquarium, la Upside Down House (la casa invertida) y The Curious. Aquí comenzó a llover con intensidad y nos refugiamos bajo unas arcadas con vistas a la plaza Millennium Square. Continuamos nuestra marcha pero enseguida comenzó otro chaparrón, teniendo que buscar refugio en otras dos ocasiones, la última bajo los soportales del Bristol City Council, situado frente a la Catedral. Des estos lugares hablaré en una próxima entrada cuando los visitamos y disfrutamos con sol. Por fin cerramos el paraguas y nos dedicamos a callejear.

Nuestro objetivo para esta primera tarde era contemplar tres murales callejeros, de los primeros realizados por el artista conocido como Banksy, que parece tratarse de Robbie Banks, nacido en Bristol en 1974. Suelen estar escondidos pero son un centro de peregrinación. El primero fue Well Hung Lover (Amante bien dotado), situado en 1, Unity St, junto a la pizzería PIZZAROVA (poner en Google Maps: Banksy’s Well Hung Lover). El segundo mural, Queen Ziggy, lo realizó mientras el país celebraba los 60 años de la reina Isabel II en el trono, apareciendo la reina con un rayo rojo y azul en su cara. Se encuentra en 22 Upper Maudlin (buscar Ani Stafford Townsend Millinery). Para localizar el tercero tuvimos que pedir ayuda, pues está oculto en la pared de la terraza del Bar The Canteen, siendo las mejor vistas desde Jamaica Street Junction. Su título es The Canteen, Mild, Mild West (La cantina, el oeste templado y suave). En Google: Banksy’s The Mild Mild West. De paaso aprovechamos para tomar un vino en este bar

Estamos en una zona que parece una galería al aire libre, por la cantidad de coloridos grafitis con que cuentan numerosas paredes y edificios, así que merece la pena acercarse a esta zona conocida como Stokes Croft, el barrio cultural de Bristol. Menos mal que ya no llovió en lo que quedaba de tarde, pues tuvimos que caminar unos dos kilómetro para regresar al hotel. En este primer contacto con la ciudad de Bristol hemos caminado algo más de 5 km. Pese a la lluvia nos está gustando la ciudad.

El 8 de agosto nos desplazamos a pasar la mañana en la cercana ciudad de Bath, de la que os hablaré en la próxima entrada. Una vez de regreso en el hotel en Bristol, nos desplazamos a la cercana parada del autobús nº 8, para cogerlo con destino a Clifton Village, que nos dejó a tan solo 7 minutos. caminando casi todo el tiempo por un parque con la curiosa fuente Public Fontain, hasta nuestro destino, el mirador del Clifton Suspensión Bridge (Puente colgante de Clifton), de 200 metros de largo y 75 de alto, que se construyó en piedra hace 150 años cruzando el desfiladero del río Avon. Tiene también dos torres de 26 metros de altura y presume de ser el lugar desde donde se realizó el primer salto de puenting del mundo, en 1979.

Teníamos ganas de ver el puente pero si nos desplazamos hasta este lugar fue por ver pasar los globos sobre el puente, que despegaban a la 6 de la tarde con motivo del el International Balloon Festival, el festival de globos aerostáticos más importante de Europa. Se calcula que unas 100.000 personas acuden a Bristol para contemplar el espectáculo que tuvo lugar del 8 al 10 de agosto. Al llegar allí entendimos el motivo del retraso de 35 minutos del autobús ya que miles de personas abandonaban el lugar conocedoras de que el festival se había suspendido debido al viento, algo bastante habitual por cierto, por lo que las fotos son de Internet. No obstante pasamos un rato junto al Clifton Observatory, un antiguo molino de viento para maíz, construido den 1766 y ahora convertido en observatorio. Antes de abandonar el lugar nos sacamos una foto en una de las obras de Gromit Unleashed y nos tomamos un vino en un kiosko instalado al pie del Observatorio.

El autobús nº 8 nos trasladó hasta las proximidades del Bristol Bridge, teniendo nada más cruzarlo el restaurante italiano que habíamos elegido para cenar la segunda noche, el Bella Vista. En la próxima entrega espero hablar de lo que hicimos por la mañana en Bath, dejando para las siguientes nuestro recorrido por la ciudad de Bristol. La escapada continúa.

Escapada al Périgord (y 2)

Continúo el relato de la sexta escapada del año, que tuvo lugar del 20 al 24 de junio con destino al departamento francés de Dordogne, que dejaba hace dos semanas tras recorrer el Périgord Negro. El 22 de junio lo continuamos recorriendo, deteniéndonos de forma inesperada al borde de la carretera cuando llevábamos recorridos 35 km, atraídos por unos muñecos situados en una campa anunciando el mercado que se realiza los viernes por la tarde en el pueblo de Plazac, que presume de contar con un tesoro escondido del Périgord, que nos animamos a descubrir. Se trata de la iglesia fortificada de Saint-Martin, con su imponente torre del homenaje cuadrada del siglo XII y sus elementos defensivos.

Nuestro destino se encontraba 6 km después, en La Roque Saint Cristophe, una muralla de piedra caliza de unos 1.000 metros de longitud y 80 de altura, horadada por el río y las heladas y habitada por el hombre desde la prehistoria y convertida en fortaleza troglodita en la Edad Media y en ciudad hasta comienzos del Renacimiento. Hoy podemos contemplar como fueron algunos de esos períodos. Abre de 10 a 18 h y cuesta la entrada 12,90 €. Más información en https://www.roque-st-christophe.com/.

34 km después estaba nuestro siguiente destino, Belvès, que pertenece a la asociación de “los pueblos más bellos de Francia”. Hizo mucho calor y coincidimos con día de mercado, siendo su epicentro Les Halles, el mercado cubierto del siglo XV, teniendo enfrente la oficina de turismo sita en 1 rue des Filhols. Ubicada en un espolón sobre el valle del río Nuze, Belvès es conocida como “la ciudad medieval de los 7 campanarios”, dedicándonos a recorrer su centro histórico contemplando notables edificios como la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption, la Casa de los Cónsules y la Tour des Filhols, del siglo XI. Luego aprovechamos para comer, bastante tarde por cierto, en un restaurante de la isla de Reunion, en la céntrica rue Merdanson.

Abandonamos el Périgord Negro para desplazarnos al Périgord Púrpura, así llamado por el color del vino procedente de sus abundantes viñedos. A tan solo 16 km nos detuvimos en Monpazier, la más representativa de las más de 300 bastidas del suroeste de Francia, que fue fundada en el siglo XIII por Eduardo I de Inglaterra. Su centro es la place des Cornières, donde se encuentra la oficina de turismo, estando rodeada de casas con arcadas y contando con un magnífico mercado cubierto. Pertenece también a “los pueblos más bellos de Francia”, teniendo dos monumentales puertas de acceso al recinto amurallado, saliendo de él por la de Santiago. Poco antes de llegar a la plaza visitamos la iglesia de Saint-Dominique, construida en el siglo XIII, aunque el campanario se le agregó en el XVI.

Aunque pensábamos visitar otra vez la capital del Périgord Púrpura, Bergerac, como nos quedaba bastante a desmano, optamos por regresar al Périgord Negro, desplazándonos 21 km hasta Villefanche-du-Périgord, conocida por su mercado y las castañas, que presume con contar con una de las bastidas más antiguas pues fue fundada por Guillaume de Barriols en 1261. Es un pueblo pequeño completamente vacío cuando los visitamos, dedicándonos a recorrer sus dos pequeñas calles paralelas que cuentan con notables edificios. Frente al mercado cubierto se encuentra la iglesia de Notre Dame de l’Assomption, que fue consagrada en 1869. 83 km (1 h 15 min) nos separaron del Hotel Ibis Styles Perigueux Trelissac, dando por concluida esta jornada en el frescor de nuestra habitación.

La jornada del 23 de junio la volvimos a dedicar en su mayor parte al Périgord Negro. Conocíamos Lascaux II, pero no la más reciente Lascaux IV, situada en Montignac, a 55 km de nuestro hotel, en el valle de la Vézère, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de una réplica de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo, la cueva de Lascaux, que cuenta con más de 600 pinturas y grabados que datan de la prehistoria, destacando las de bisontes, caballos, ciervos y uros. En el interior está prohibido tomar fotos, así que están sacadas de Internet. Abre de 9 a 19 h, costando la entrada 23 €. Más información en https://lascaux.fr/es/

La siguiente cita la tuvimos a tan solo 11 km en otro pequeño pueblo que ya conocíamos, Saint-Léon-sur-Vézère, uno de “los pueblos más bellos de Francia”, que cuenta con una pequeña joya, la iglesia románica que data del siglo XII. Situado a orillas del río Vézère, tiene otros dos notables edificios, el privado castillo de Clérans, del siglo XVI, y la torre del homenaje del Pazo de La Salle, del siglo XIV, que no visitamos pues se nos hizo tarde y salimos en busca de un área de pic-nic para comer el bocadillo, encontrando una, muy buena por cierto, a tan solo 5 km, frente al castillo de Losse.

Tras comer el bocata nos desplazamos 15 km hasta un pequeño pueblo que no conocíamos y que también forma parte de “los pueblos más bellos de Francia”. Se trata de Saint-Amand-de-Coly, que nos sorprendió gratamente al contar con una impresionante iglesia, de la que el pueblo toma el nombre, considerada la más bella iglesia fortificada de Dordoña. Originaria del siglo XII, fue reconstruida en gran parte, sobre los restos de la abadía, a lo largo de los siglos XIX y XX. Estamos en tierra de nogales, así que aprovechamos para comprar aceite de nuez en una curiosa tienda repleta de productos locales.

Nos quedaba muy a desmano, pero tenía ganas de volver a recorrer el Périgord Verde, el que nos faltaba, situado en el extremo norte y así llamado por sus abundantes prados. Tras recorrer 69 km llegamos a nuestro siguiente destino, Saint-Jean-de-Côle, otro de “los pueblos más bellos de Francia”, que cuenta con dos impresionantes edificios, el castillo de Marthonie, de los siglos XV a XVII, y la iglesia de Saint-Jean-Baptiste, románico-bizantina, construida en el siglo XII. También hay un puente románico al que no nos acercamos, concluyendo la jornada, tras recorrer 36 km, en el Hotel Ibis Styles Perigueux Trelissac, en el que pudimos cenar al estar por fin el lunes abierto el restaurante.

Al igual que sucedió en Florencia, parece que el calor nos persigue, pues hemos tenido que soportar altas temperaturas. Sin embargo hemos disfrutado mucho de esta escapada pues, salvo en Sarlat, no hemos encontrado casi gente en los pueblos visitados. Por delante nos quedaban 480 km, por autopista, para llegar a Leioa. La escapada ha terminado. Próximo destino: Inglaterra. Supongo que allí no hará calor.

Exposición en Bilbao

Hago un alto en el camino en el viaje por el Perigord para quedarme por un momento en Bilbao, pues a veces viajamos por numerosos lugares y no conocemos lo que tenemos al lado de casa, cosa que me ha sucedido a mí. El último día de la Aste Nagusia de Bilbao, antes de coger el Metro para Leioa, tuve ocasión de acceder al BBVA de la plaza de San Nicolás, situado al lado, para visitar la magnífica exposición “Clásicos y modernos. Obras maestras de la Colección BBVA” que, con acceso gratuito estará abierta hasta el 12 de octubre, todos los días de 11 a 19 h. Esta exposición está organizada en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Valencia.

Esta exposición nos permite conocer el monumental interior de la histórica sede del Banco de Bilbao en la plaza de San Nicolás, un palacete de estilo neoclásico de aire francés, construido entre 1865 y 1868. Una vez en su interior podemos contemplar una cuidada selección de 39 obras, que habitualmente están colgadas en diferentes sedes de BBVA repartidas por el territorio español, una propuesta cultural que responde al compromiso del banco de acercar al público su rico patrimonio artístico.

Las obras que podemos contemplar datan de una amplia época, pues van desde el siglo XVI hasta comienzos del siglo XX. La exposición cuenta con tres apartados: “El tiempo de los reyes y los dioses” (siglos XVI al XVIII), “El triunfo de los paisajes, bodegones y costumbres” (siglos XVII-XVIII) y, finalmente, “Los caminos de la modernidad” (siglos XIX al XX). Os comienzo mostrando en primer lugar “Felipe III” de Juan Pantoja de la Cruz (1605) y “Carlos II”, de Juan Carreño Miranda (1675). A la derecha, “Mujer con abanico”, de Francisco Iturrino (1910).

No pretendo mostrar todas las obras, pues creo que la exposición merece ser visitada, así que he seleccionado otros catro cuadros, siendo los dos  primeros del archifamoso Francisco de Goya y Lucientes. A la izquierda tenemos “Carlos III cazador” (1787-1788), que recuerda el pasatiempo favorito del soberano, y a la derecha “Don Pantaleón Pérez de Nenín”, nacido en Bilbao en 1779 en el seno de una familia de comerciantes acomodados (1808).

Concluyo esta entrega con otros dos lienzos, correspondiendo el de la izquierda a “Retrato de Antonio García Peris, suegro del artista”, de Joaquín Sorolla (1908), fotógrafo y protector de Sorolla en sus comienzos. Finalmente, a la derecha “Retrato de Mr Halley-Schmidt” de Ignacio Zuloaga (1923). Realizado en París por el pintor eibarrés, representa al odontólogo norteamericano Mr. Halley-Schmidt en un campo de golf, deporte que había empezado a extenderse entre la burguesía adinerada, a la que Zuloaga estuvo vinculado.

Los miércoles a las 17:30 h y los sábados a las 12:00 h, se organizan visitas guiadas gratuitas en castellano, previa inscripción en exposiciones@sedena.es o a través del teléfono 610 382 447, de lunes a viernes de 10 a 13 y de 14 a 19 h.

Escapada al Périgord (1)

Aunque generalmente realizamos las escapadas de lunes a viernes, la sexta del año tuvo lugar del 20 al 24 de junio para “escapar” de las fiestas de Leioa. El destino fue el Périgord, una antigua provincia del suroeste de Francia, situada al nordeste de la región de Nueva Aquitana. Aunque la zona es algo más amplia, nosotros nos concentramos en el departamento de Dordogne. No recorríamos esta zona desde la Semana Santa de 2008, eligiendo en esta ocasión para pasar las cuatro noches el Hotel Ibis Styles Perigueux Trelissac ***, situado a unos 5 km de Périgueux, la capital departamental y a 480 km de Leioa, realizando todo el viaje por autopista. El hotel nos resultó muy cómodo, máxime cuando elegimos la habitación con climatización, pues la temperatura osciló todos los días entre los 35 y los 37 grados. Últimamente el calor nos persigue. Los viernes, sábados y domingos el restaurante está cerrado, así que las dos primeras noches nos desplazamos a cenar al restaurante Le Petit Caruso, situado a menos de 1 km, pero que también cierra los domingos.

Aunque hacía muchísimo calor, a media tarde, nada más instalarnos en el Hotel, nos desplazamos a Périgueux, una ciudad que ronda los 30.000 habitantes y capital del “Périgord Blanco”, así llamado por el color de la piedra de sus edificios. Dejamos el coche en el aparcamiento de la Esplanade du Souvenir, frente al Museo de Arte y Arqueología del Périgord y cerca del grupo escultórico de Los Mensajeros, caminando por las sombreadas calles del centro histórico medieval, a la oficina de turismo, sita en 9bis Pl. du Coderc. Antes de que cerrara fuimos a la cercana Catedral, acercándonos también a la Torre Mataguerre, resto de la antigua muralla y al L’Eschif de Creyssac, curioso edificio construido en el siglo XIV, situada cerca del río L’Isle.

Por ser lo más importante de Périgueux, he dejado para el final la primera visita, la Catedral Saint Front, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1998, como parte de las rutas a Saint-Jacques-de-Compostelle en Francia. La Catedral está construida sobre la tumba de San Front de Périgueux, el legendario evangelizador de Périgord. Fue reconstruida casi en su totalidad en el siglo XIX por Paul Abadie, combinando los estilos bizantino y románico y sirviendo de modelo para construir la del Sagrado Corazón en París. Qué gusto nos dio regresar al aire acondicionado del hotel para concluir la primera jornada.

Iniciamos el 21 de junio desplazándonos 66 km hasta Sarlat-la-Canéda, la capital del “Périgord Negro”, así llamado por las encinas y las minas de carbón, al que dedicamos esta segunda jornada. Procuramos ir pronto pues los sábados es día de mercado y en esta localidad no cabe un alfiler. Tuvimos la suerte de poder aparcar cerca del centro, dirigiéndonos a continuación, a la oficina de turismo, sita en la arteria principal de Sarlat, en 3 Rue Tourny, en el antiguo Palacio Episcopal. De camino fuimos viendo todo tipo de puestos, que ocupan varias calles, estando dedicada la place Liberté a los productos alimenticios. A esta plaza se asoma el mercado cubierto, que ocupa la antigua iglesia de Sainte-Marie.

Sarlat presume de ser la ciudad medieval con más monumentos históricos de Francia. Las fachadas de sus edificios son de color ocre y los tejados oscuros, muy característicos del Périgord Negro. Una de las casas más señoriales es la Maison de la Boétie, lugar de nacimiento en 1531 del escritor Etienne de la Boétie. También merecen ser citados el Manoir de Gisson y el notable Ayuntamiento, el sábado casi oculto por los puestos del mercado. También nos acercamos a la plaza del Mercado de las Ocas en honor a este animal tan representativo del Périgord y a la fuente de Sainte-Marie, construida en una cueva natural en el siglo XII para proporcionar agua a los habitantes de esta ciudad.

También he dejado para el final el primer y único edificio cuyo interior visitamos. Se trata de la Cathédrale Saint-Sacerdos, el edificio religioso más representativo de Sarlat. Aunque se reutilizaron partes de la antigua abadía románica, la Catedral es de estilo gótico, conservando el campanario románico del siglo XII, que es la parte más antigua, pues la mayoría se construyó a partir del siglo XVI. Merece la pena disfrutar del interior del templo, que cuenta con sillería del siglo XII, retablos de los siglos XVII y XVIII y el órgano de Jean-François Lépine, del siglo XVIII.

La siguiente cita la tuvimos a 13 km en uno de los “pueblos más bellos de Francia”, Domme, Bastida Real del siglo XIII creada por Felipe III. Hay que dejar el coche en un amplio aparcamiento situado fuera de la muralla, a donde luego regresamos a comer de bocadillo, teniendo que subir una pronunciada cuesta hasta la monumental Porte de Tours, del siglo XIII, que nos da acceso al interior del recinto amurallado. Pasando junto al Hotel du Governeur, del siglo XV, llegamos a la place de la Halle, donde se encuentran el Ayuntamiento y la oficina de turismo, que ocupa parte del Halle de Domme, desde la que se accede a la cueva de Domme, que no visitamos. Casi al lado está la iglesia parroquial y un buen mirador sobre el acantilado del valle de la Dordogne, que bordeamos para llegar al molino.

Avanza la tarde cuando nos desplazamos tan solo 5 km hasta La Roque-Gageac que presume de ser uno de los lugares más visitados de Francia, tras el Mont Saint-Michel y Rocamadour. Desde el amplio aparcamiento, junto al que se encuentra la oficina de turismo, se tiene una buena vista de la iglesia del siglo XV y del fuerte troglodítico construido en el siglo XII. Una empinada cuesta nos dio acceso a la parte superior del pueblo, algo que no habríamos hecho aquí sobre las 5 de la tarde con 37 grados (¡qué dura es la vida del turista!), volviendo a descender hasta la zona del Chateau Malartrie, que no es antiguo, pues data del siglo XIX. Deshidratados decidimos regresar caminando por la orilla del río Dordogne, por el que organizan paseos en gabarras tradicionales. De camino mi mujer vio un comercio al que entró para comprar agua. En qué condiciones nos verían que nos la regalaron. Luego nos tomamos un café con hielo y nos obsequiaron con dos grandes vasos de agua fría.

Nuestra siguiente cita está también a tan solo 5 km. Se trata de Beynac et Cazenac, que forma parte de “les plus beaux villages de France” (Los pueblos más bellos de Francia). Entre que hace mucho calor, es tarde, la oficina de turismo está ya cerrada y las casas serpentean por la ladera de la montaña, optamos por pasarlo de largo y subir con el coche a fotografiar el castillo, una austera construcción medieval que domina el río Dordogne desde una altura de 150 metros. Durante la Guerra de los Cien Años, se utilizó como plaza fuerte francesa, sirviendo el río Dordogne  de frontera entre Francia e Inglaterra.

Realmente hemos concluido las visitas pero, como los tenemos cerca, nos desplazamos a fotografiar dos castillos, primero el de Milandes, situado a 10 km, construido en 1489 por François de Caumont, señor de Castelnaud y que luego fue residencia de Josephine Baker. Cuenta con interesantes jardines, pero lo que vimos fue una concentración de antiguos vehículos Citroen. A 7 km tuvimos el siguiente castillo, el de Castelnaud, que domina también desde 150 metros de altura el río Dordogne y alberga el Museo de la Guerra en la Edad Media.

De esta forma concluyó nuestra segunda jornada en el Périgord. Por delante tuvimos 68 km (1h 10 min) para regresar al hotel ¡Qué gozada entrar en la habitación con el aire acondicionado! Todavía nos queda mucho por recorrer, pero de ello espero hablar dentro de dos semanas. El viaje continúa.