Alarmados por el auge del COVID, el 9 de marzo de 2020 decidimos anular el viaje que íbamos a realizar a Grecia a partir del día siguiente, con la suerte de que Lufthansa nos devolvió el importe de los dos billetes. Como en Portugal casi no había casos de coronavirus, decidimos coger el coche y salir el día 10 con rumbo a Arauca, donde pasamos 3 noches. En Portugal estaban ya cerrando muchos lugares y aquí la cosa se iba complicando, así que el 13 de marzo, cuando llegamos a Lisboa, anulamos las tres noches que pensábamos pasar en la capital y al día siguiente emprendimos el regreso a casa. Por el camino nos enteramos de la declaración del estado de alarma.
Como queríamos completar el viaje, el pasado mes de septiembre, del 15 al 26, decidimos continuar la ruta interrumpida, comenzando en esta ocasión en Coimbra, localidad que dista 722 km de Leioa, a la que llegamos con un terrible aguacero. Conviene saber que en los alojamientos portugueses es obligatorio presentar el certificado de vacunación o un test de antígenos. Lo mismo sucede para acceder al interior de los restaurantes los fines de semana. Aprovecho para informar que la gasolina de 95 estaba muy cara, pues rondaba los 1,80 € y que las autopistas y autovías son de pago.
Hacía más de 20 años que no me acercaba a Coimbra así que, aunque sólo fuera por unas horas, tenía ganas de recorrer la “ciudad de los poetas y los fados”. Una vez que paró el fuerte aguacero, nos dirigimos a visitar un lugar que me atrajo en mi anterior viaje, la primera Universidad de Portugal, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Aunque en teoría cerraba a las 19:30, una hora antes ya no nos fue posible acceder a su monumental biblioteca joaniana, así que nos conformamos con contemplar el precioso patio de las escuelas, la enorme escultura de Joao III y otros edificios.
Nos alojamos en el Hotel Ibis para tener a un paso la Universidad. Desde su habitación contemplamos el río Mondego, sobre el que al final de la jornada vemos el atardecer. Al fondo se encuentra el puente de Santa Clara. Como hasta las 12 no hay que dejar la habitación, al día siguiente aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, cosa que también se puede hacer en un pequeño autobús, accediendo por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar. Luego nos detenemos junto al Ayuntamiento y visitamos el Colegio de Santo Tomás.
La siguiente cita la tenemos en un lugar que no conocía y que me encantó, el monasterio de Santa Cruz, templo románico situado junto al Ayuntamiento. Aunque con numerosas reformas y ampliaciones posteriores, fue construido en 1131 durante el reinado de Afonso Henriques. Esperamos a que acabara la celebración de la misa para visitar la iglesia, de acceso gratuito, de donde se pasa a la zona de pago (3 €), que incluye la sala capitular, la hermosa sacristía y el claustro.
La siguiente cita la tenemos en otra de las joyas de Coimbra, la Catedral Vieja, situada en la parte alta del casco histórico, frente a la que estuvimos tomando un vino el día anterior mientras contemplábamos como los últimos rayos de sol se reflejaban en su fachada. Con aspecto de fortaleza y construida a mediados del siglo XII, esta Catedral es uno de los mejores ejemplos del arte románico en Portugal. La entrada cuesta 3 €, destacando el claustro gótico y el impresionante retablo mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero.
Como todavía disponemos de tiempo, seguimos subiendo por el casco antiguo, observando a un grupo de músicos, un arco de la muralla, la escultura de una tricana con su vestimenta tradicional y la iglesia de San Salvador. Nuestro destino es la Catedral Nueva, situada junto a la Universidad y mucho menos interesante que la anterior. Terminada de construir en 1640 es el típico templo de los jesuitas, destacando en su interior su retablo principal barroco. El acceso es gratuito.
A 87 km tuvimos la siguiente cita, en Tomar, población situada a orillas del río Nabao. Allí se encuentra uno de los monumentos más importantes de Portugal, del que guardo un grato recuerdo de una visita anterior, el convento de Cristo, joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se encuentra enclavado en el interior de un castillo templario del siglo XII, formando un conjunto único. La iglesia es una maravilla, destacando la portada manuelina construida en 1515 y el núcleo de la iglesia templaria, girola u Oratório dos Templários, que data del siglo XII.
El convento de Cristo de Tomar merece una detenida visita, pues tiene numerosas dependencias, destacando la media docena de claustros con que cuenta, pues el monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI, por lo que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos: románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas… Particularmente me quedo con el Claustro Grande o de Juan III, que cuenta con escaleras de caracol y la mejor decoración plateresca de Portugal. Aprovechamos a comer una pizza en la cafetería del monasterio, cuya visita nos ha salido gratis por la caída de Internet. De todas formas la entrada solo cuesta 6 €, 3 € para los mayores de 65 años y gratis para los parados de la UE. Creo que será el lugar más interesante de este viaje.
Aunque tenemos que desviarnos de la ruta que nos lleva a Lisboa, a 105 km tenemos la siguiente parada en Óbidos, coqueto pueblo encerrado en una muralla medieval, a cuyo interior se accede por la Porta da Vila, doble puerta con el interior revestido de azulejos del siglo XVIII, que nos conduce a la rua Direita, la calle principal y comercial de la localidad, que algunos turistas recorren en calesa. Previamente somos recibidos por el acueducto de Usseira, mandado construir por Catalina de Austria hacia 1570, para trasladar el agua desde 3 km de distancia. Pronto nos damos cuenta de la cantidad de iglesias que hay en un lugar tan pequeño, destacando las de Santa María y Sao Pedro.
Pese a la avanzada hora de la tarde, es el primer lugar en el que vemos varios grupos de turistas. La rua Direita es como un museo al aire libre, deteniéndonos para fotografiar el Comur, una especie de Museo de la Sardina, con sus estanterías llenas de latas de diferentes colores. Algo parecido pero mucho más grande veremos en otras ciudades bajo el nombre de “Mundo fantástico da sardinha portuguesa”. Al final de la calle tenemos el castillo y la iglesia de Sao Tiago, cuyo interior lo ocupa la enorme y coqueta Livraria de Santiago. Siguiendo los consejos de protección ante el COVID de circular en un solo sentido, regresamos a la puerta de acceso por otra calle plagada de iglesias.
Coimbra, Tomar y Óbidos. Tres ciudades para el primer día en Portugal. No está nada mal. Por delante tenemos 90 km hasta Lisboa, donde pasaremos las próximas cuatro noches. El viaje continúa.
Desde luego qué no está nada mal.
Con el problema del COVID, Portugal es un país amigo y cercano,qué bien podría parecer que estás en casa.
Este viaje me lo apunto para hacerlo en breve. Un abrazo.