Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana cuando llegábamos a esa región francesa y, más en concreto, a la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***, en el que tres de ellas disfrutamos del mejor restaurante del viaje, aunque la perfección no existe, pues cierra los viernes, sábados y domingos. Además la primera noche nos comieron los mosquitos en la habitación, lo que nos obligó a comprar un insecticida al día siguiente. Tiene también piscina, que no utilizamos.
Una vez instalados en el hotel, la tarde del 28 de mayo nos dirigimos al centro de Arles, dejando el coche en el céntrico Parc du Centre, ubicado en 8 Rue Emile Bassin, a unos pasos de la Oficina de Turismo, sita en 9 Bd des Lices. Entre ambos se encuentran los elegantes edificios del Hotel Jules Cesar y la Chapelle de la Charité. Al otro lado del parking tenemos el monumento a los niños muertos en las dos grandes guerras y restos de la muralla. La rue Jean Jaurès nos condujo a la cercana place de la République, nuestro primer destino, pues es la más hermosa de la ciudad, ya que a ella se asoman el Hotel de Ville, la Catedral de Saint-Trophime y un imponente obelisco egipcio construido en granito.
Edificada entre los siglos XII y XVI, la Catedral Saint-Trophime fue nuestro primer lugar visitado. La joya del arte románico provenzal, cuenta con un magnífico portal tallado con una escena del Juicio Final. El acceso es gratuito, cosa que no sucede con el claustro que, junto a los monumentos romanos, forma parte desde 1981 del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En el acceso al claustro compramos por 10 euros el Pass Liberté, que permite la visita a 4 monumentos y dos museos. Merece realmente la pena.
La siguiente cita la tuvimos en el Teatro antiguo de Arles, edificio romano construido poco después de fundarse la colonia romana. Su construcción comenzó hacia los años 40 y 30 aC, concluyéndose el año 12 aC. Su estado de conservación no es muy bueno, utilizándose para espectáculos. En el se descubrió la “Venus de Arles”, estatua de mármol que se guarda en el Louvre parisino. Si no dispones del Pass Liberté igual no merece la pena pagar la entrada, pues casi todo el teatro se puede ver desde el exterior.
La siguiente cita es mucho más interesante y se encuentra a unos pasos. Se trata del Anfiteatro, más conocido como Arenas de Arles, por ser habitualmente utilizado como plaza de toros, para lo que estaba preparado cuando lo visitamos. Con capacidad para 21.000 espectadores y forma elíptica, el anfiteatro romano fue construido hacia los años 80-90, poco después del Coliseo de Roma. Abre a diario de 9 a 19 h, aunque el acceso se cierra media hora antes. Aquí concluimos las visitas este primer día.
El 31 de mayo, tras recorrer la Camarga, volvimos al centro de Arles, pasando la tarde en una zona cercana al parking en el que dejamos el coche el primer día. Nuestro primer objetivo fue un edificio con el que la ciudad pretende conseguir el llamado “Efecto Bilbao”. Se trata del LUMA Arles, cuya torre fue diseñada por el arquitecto del Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry. Inaugurada el 26 de junio de 2021, la torre tiene 10 pisos y 56 metros de altura, estando cubierta con 10.752 bloques de acero inoxidable. En el piso 9 existe una terraza desde la que se tiene una magnífica vista.
Justo al lado tenemos el Parc des Ateliers del que forman parte el LUMA Arles y el estanque situado a sus pies. Esta zona completamente rehabilitada es obra del arquitecto paisajista Bas Smets. El ajardinado parque tiene una superficie de 41.800 metros cuadrados y cuenta con más de 1.100 árboles de 140 especies diferentes, además de 80.000 plantas en macetas. Desde él vemos nuestro siguiente destino.
Nos quedaba por gastar una de las visitas a monumentos de las cuatro incluidas en el Pass Liberté y tuvimos que optar entre dos lugares de cuando Arles vivió su segunda edad de oro en el siglo IV, las Termas de Constantino y la Necrópolis de Alyscamps. Como la teníamos mucho más cerca y nos parecía más atractiva, optamos por la antigua necrópolis, que cuenta con varios sarcófagos y que, de su época cristiana, se conservan las ruinas de la iglesia de Saint-Honorat, que fue fundada en la época del obispo Virgilio (588-610). En un panel vemos también una reproducción de “Les Alyscamps, hojas de otoño cayendo”, cuadro de Vincent van Gogh, 1888, cuyo final de su vida estuvo ligado a esta ciudad. Así concluyó esta jornada vespertina.
El 1 de junio pedimos autorización al hotel para retrasar una hora la salida, pues nos quedaba una visita por realizar, así que nuevamente nos trasladamos al Parc du Centre. Ante nuestra sorpresa, al salir del parking nos encontramos el Boulevard des Lices cerrado al tráfico y ocupado por un enorme mercado que, por lo que luego supimos, se celebra cada sábado y al que merece la pena acudir, aunque nosotros no tuvimos mucho tiempo para disfrutarlo. En sus 2 km de puestos puedes encontrar sobre todo frutas y verduras, pero también quesos y embutidos, además de ropa y calzado y varios puestos de elaboración de comidas siendo la dominante, como en casi todas las fiestas populares de la Provenza, la paella.
La visita que teníamos pendiente se encuentra a orillas del río Ródano. Se trata del Museo Réattu. El edificio que alberga el museo era propiedad del gran priorato de la Orden de Malta y ahora recoge el trabajo de los artistas de Arlés y especialmente de Jacques Réattu (1760-1833), por lo que lleva su nombre. Fundado en 1868 también dispone de obras de Picasso, fotografías y modernas esculturas. De esta forma pusimos fin a las visitas en la encantadora ciudad de Arles.
Arles supuso para nosotros las puerta de entrada en la Provenza, cuyo recorrido espero ir comentando en próximas semanas. El viaje continúa.