Viaje por Francia y Bélgica (5): Bretaña-2

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Saint Brieuc. El 13 de junio tenía como objetivo visitar tres recintos parroquiales muy bien conservados de los muchos que hay en Bretaña y que al menos están formados por el arco triunfal, el calvario, el cementerio, la iglesia y el osario. Tras recorrer 97 km llegamos al primero de ellos, el de Saint-Thégonnec (Sant-Tegoneg), que data de mediados del siglo XVI. En el interior de la iglesia destacan el púlpito y el retablo de finales del siglo XVII dedicado a San José.

Tenemos un magnífico recuerdo de nuestra visita a estos recintos hace veinte años, así que 7 km después nos detuvimos en Guimiliau (Gwimilio) para visitar el recinto parroquial de Saint-Miliau, construido entre los siglos XVI y XVII. Cuenta con una iglesia y su torre-campanario, un osario-capilla funeraria, una puerta triunfal y un crucero. La portada de la iglesia dispone de numerosas esculturas esculpidas, cosa que también sucede en el calvario, motivo por el que está declarado monumento histórico.

Tras la visita a estos dos recintos parroquiales optamos por hacer un paréntesis para visitar dos lugares que no conocíamos, relacionados con espacios naturales. Es por ello que nos trasladamos 16 km para subir caminando hasta Roc’h Trevezel (348 m), un corto paseo por un sendero bien acondicionado que sube hasta las rocas del segundo monte más alto del macizo de Armórica, en los Monts d’Arrée. Al no disponer de mucho tiempo, descartamos recorrer el sendero circular de 5,45 km que parte del mismo aparcamiento.

18 km más tarde nos detuvimos en Huelgoat, donde nos acercamos a la oficina de turismo para que nos informaran sobre el sendero que pensábamos recorrer, de nombre Circuito Pintoresco, una hora de entretenida marcha entre peñascos por el Parque Natural de Armórica. Parte del molino existente junto al lago de Huelgoat, a orillas del arroyo Argent. Lo más emblemático de la ruta por el bosque es la Roche Tremblante, bloque de granito de de más de 137 toneladas, que es posible llegar a balancear ligeramente. La oficina de turismo se encuentra en 25 place Aristide Briand y abre de 10 a 12:30 y de 14 a 17 h.

Tras comer de bocadillo en Huelgoat antes de realizar la marcha, nos desplazamos 26 km hasta Pleyben (Pleiben) para visitar el último recinto parroquial de la jornada que cuenta con el calvario más monumental de Bretaña, construido en 1555 y magníficamente tallado con escenas de la vida de Jesucristo. Es el recinto que más me ha gustado porque todo es amplio y grande, como sucede con la iglesia y su campanario de 52 metros de altura que cuenta con una monumental portada ricamente tallada. El osario-relicario está convertido en un pequeño museo. 34 km después concluimos la jornada en el Hotel Ibis Quimper, en el que pasamos dos noches.

Lástima que el 14 de junio amaneció un día tontorrón, bastante fresco y completamente encapotado y no cambió tras recorrer 17,5 km, cuando llegamos al coqueto pueblo de Locronan (Lokorn), uno de los más bonitos de Bretaña, pues sus casas grises de piedra no lucían como merecen. A la entrada del pueblo hay un buen aparcamiento, gratis hasta el 15 de junio, desde donde nos dirigimos hasta la oficina de turismo, sita en 15 place de l’Église, que abre de 10 a 12:30 y de 13:30 a 18 h. Enfrente y presidiendo la Grand Place, rodeada de mansiones de granito de los siglos XVII y XVIII, se encuentra la iglesia de Saint-Ronan, del siglo XV, que visitamos para luego deambular por sus calles y concluir el recorrido en la sencilla capilla de Notre Dame de Bonne Nouvelle, que cuenta con un crucero junto a su fachada.

Tan sólo 10 km después se encontraba nuestra siguiente cita, el pueblo de Douarnenez, La casualidad hizo que aparcásemos a un paso de la plaza Gabriel Peri, donde se encuentra Bolomig, pequeña estatua de un niño egipcio con dos tinajas, que constituye el símbolo de esta población. De allí bajamos caminando hasta el Port du Rosmeur, donde en esta ocasión no tuvimos problemas para comer en la terraza de un restaurante, mientras contemplábamos varias embarcaciones tradicionales y algún que otro cormorán.

Por la tarde cambiamos de escenario, pues la dedicamos a recorrer la costa, desplazándonos 28 km hasta la Pointe du Van, dando un agradable paseo por el sendero que bordea los acantilados y pasa por la capilla de Saint-They. Tras recorrer 6 km llegamos al Finisterre bretón, la Pointe du Raz, declarada Gran Sitio de Francia, por lo que está siempre muy concurrida. Se accede caminando desde un gigantesco aparcamiento en el que hay que pagar 8 €. El lugar nos decepcionó bastante pues la bruma hizo que el pequeño faro situado en el islote de la Vieille pareciera tan sólo una silueta, Menos mal que de camino entre las dos puntas disfrutamos contemplando los molinos de Trouguer. De allí al hotel de Quimper teníamos 63 km.

El 15 de junio pedimos permiso en el hotel para retrasar un par de horas la salida, pues todavía no habíamos visitado Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev), disculpa para realizar este viaje tras haber recorrido en septiembre del pasado año su hermano inglés. Dejamos el coche en el parking Place de la Résistance, cerca del Conseil Départemental du Finistère, cruzamos el río Odet y directamente nos dirigimos a la Catedral de Saint-Cernin, una de las primeras catedrales góticas de Bretaña, pues fue construida entre los siglos XIII y XV. Destacan las agujas, de 76 metros de altura, visibles de numerosas partes de la ciudad.

Tras la visita a la Catedral de Quimper, junto a la que se encuentra el típico carrusel, nos adentramos en el casco antiguo, la zona peatonal conocida como Vieux Quimper, siendo su arteria principal la rue Kéréon, la más comercial de todas, que cuenta con notables casas con fachadas de entramado de madera. Nos acercamos al mercado y a la hermosa plaza de Terre-au-Duc, para continuar nuestro recorrido por la rue Boucheries, contemplando casi al final la Tour Nevet, resto de la antigua muralla.

Pasado el mediodía iniciamos el regreso a Leioa, aunque todavía pasamos otras dos noches en Bretaña, en la ciudad de Auray, distante 100 km, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (4): Bretaña-1

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Le Mont-Saint-Michel. Ese día 10 de junio abandonamos Normandía para entrar en Bretaña, siendo los carros de vela lo primero que vimos en una playa. Total que, entre pitos y flautas nos dieron casi las 3 de la tarde, hora muy complicada para comer en un restaurante en estas latitudes, cosa que conseguimos sólo en L’Atelier de L’Huitre, en Cancale (Kankaven), donde me obsequié con una sencilla mariscada basada en las ostras que se cultivan en esta costa, como pudimos contemplar junto al faro. Mi mujer optó por un exquisito salmón ahumado, según ella el mejor que ha comido en su vida. Luego comprobamos que se puede comer a cualquier hora en el mercado de las ostras, pues las puedes comprar en cualquier puesto y luego comerlas sentado en el muro de la playa.

La siguiente cita la tuvimos, tras recorrer 18 km, en una preciosa localidad costera, Saint-Malo (Sant-Maloù), ubicada en la desembocadura del río Rance, que luce una elegante muralla urbana con torres de los siglos XIV y XV y bastiones de los siglos XVII y XVIII. Tras contemplar el Fort National, construido en 1689 por Vauban y Garangeau, accedimos el interior del recinto amurallado por la Porte Saint-Vincent, para acercarnos a la Catedral Saint-Vincent y la monumental Casa de la Duquesa Anne. Al otro lado de la muralla y de la playa en bajamar divisamos el Fort du Petit Bé. Todavía nos quedaban por delante 74 km para llegar a Rennes, donde pasamos las dos siguientes noches.

Comenzamos la jornada del 11 de junio desplazándonos tan sólo 34 km hasta la localidad de Vitré. Encontramos aparcamiento frente a la iglesia de Notre-Dame, construida entre los siglos XV y XVI en estilo gótico flamígero, así que, aunque no lo teníamos previsto, aprovechamos para visitar su interior en el que destacan el púlpito y las vidrieras. También merece la pena recorrer el Vieux Vitré, el casco antiguo, para contemplar sus antiguas viviendas con entramados de madera.

Realmente nos desplazamos a Vitré para volver a visitar su precioso castillo, construido en el siglo XI aunque reformado en el XIII, XIV y XV. Su interior merece una detenida visita pues está convertido en un museo de la época medieval. De todas formas, lo más espectacular es el conjunto de torres bajo la que se encuentra la puerta por la que se accede a su interior. Abre de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. La entrada cuesta 6 €, siendo gratis para los desempleados.

31 km después tenemos la segunda cita en otro impresionante castillo que nos gustó cuando lo visitamos hace veinte años, el de Fougères, que no cierra a mediodía. Antes de acceder a su interior decidimos comer, algo que resulta muy complicado en estos lares a las 13:30. De hecho sólo conseguimos hacerlo en una crepería, comiendo una gallette rellena de salchicha, plato tradicional en la gastronomía bretona. Fundado en el año 1020, aunque con sucesivas ampliaciones hasta el siglo XV, el castillo presume de ser la mayor fortaleza de Europa. Se puede caminar por la muralla y subir a las torres. A veces hay espectáculos en su interior. Abre 10 a 19 h y la entrada cuesta 9 €, 5 € los desempleados

El resto de la tarde decidimos pasarlo en Rennes (Roazhon), en cuya periferia nos alojamos dos noches en el Hotel Ibis Rennes Beaulieu. Es por ello que dedicamos la tarde a recorrer el Vieux Rennes, acudiendo en primer lugar a la Oficina de Turismo sita en 1 Rue Saint-Malo. Casi enfrente tenemos una gran plaza presidida por la enorme Basílica de Notre-Dame de Bonne Nouvelle de Rennes, tras lo que nos adentramos en el casco antiguo contemplando varias casas con entramados de madera, finalizando nuestro recorrido en la place de la Marie a la que se asoman los edificios de la Ópera, de mediados del siglo XIX y el Hotel de Ville, del siglo XVIII, en el que destaca la Torre del Reloj. Muy cerca está el Parlamento de Bretaña.

Con lo que llevamos ya visto en este viaje, Rennes (Roazhon) no se sitúa en las posiciones de cabeza. Pese a todo hay otros lugares de interés, como la Catedral Saint-Pierre, del siglo XIX, que cuenta con una rica decoración interior y un notable retablo de madera, flamenco del siglo XVI. Me gustó también la Porte Mordelaise, resto del recinto amurallado del siglo XV que constituía el principal acceso a la ciudad. Concluyó nuestro paseo contemplando otras casas con entramados de madera del los siglos XV y XVI.

El 12 de junio nos tocó día de traslado, deteniéndonos a los 58 km en la coqueta ciudad de Dinan, dejando el coche muy cerca de la Oficina de Turismo, sita en 9 rue du Château, que abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Nos salió un día muy encapotado y plano, dirigiendo nuestros pasos en primer lugar al castillo, en el que destaca el Torreón de la Duchesse Anne (siglo XIV). Desde lo alto de la muralla vimos el puerto fluvial, para luego pasar por el Jardín Inglés hasta la Basílica de Saint Saveur. Dé allí nos acercamos a la hermosa Torre del Reloj, mandada construir en el siglo XV por el Duque de Bretaña. Con un vistazo a las casas con entramados de madera, concluyó la breve visita a esta ciudad.

Comimos de bocadillo en un área de descanso de la N12 y, tras recorrer 62 km desde Dinan, fuimos a instalarnos en el Hotel Ibis Styles Saint Brieuc Plerin, en el que pasamos la noche y cenamos, bastante bien por cierto. Dejamos el equipaje y rápidamente nos dirigimos a la Pointe de Bilfot (42 km), desde donde contemplamos una hermosa vista presidida por el Faro de Ost-Pic, situado sobre una roca, que marca la entrada de la bahía de Paimpol. En la carretera de acceso se puede contemplar “Esculturas en libertad”.

La tarde avanza rápidamente y todavía tenemos que recorrer 26 km hasta nuestro siguiente destino, Treguier (Landreger), pero el atasco originado por una obra en un puente hace que lleguemos a las 17:58 a la Oficina de Turismo, a punto de cerrar, sita en la rue Marcellin Berthelot, pues abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Aunque ya no nos dio tiempo para ver el claustro, al menos pudimos contemplar el magnífico interior de la Catedral de Saint-Tugdual, construida durante los siglos XIV y XV, en el que destacan el bestiario de las sillas del coro y la tumba de Saint-Yves.

Tras recorrer 55 km regresamos al hotel. Seguimos en Bretaña. Llevamos 9 días de viaje pero todavía nos quedan 6 por delante y mucho por ver, pero de ello espero hablar la próxima semana. Próximo destino: Quimper. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (3): Normandía

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Lille, donde pasamos tres noches. El 8 de junio partimos hacia nuestro siguiente destino: Normandía. Aunque estábamos empachados de tanta cultura, decidimos hacer un alto de camino tras recorrer 150 km, para visitar un lugar que nos gustó cuando estuvimos hace veinte años. Se trata de la Catedral de Notre-Dame de Amiens, una de las mayores iglesias góticas del siglo XIII, que desde 1981 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Junto a las catedrales de Chartres y Reims, forma parte de la llamada “Triada del gótico alto”. Abre de 08:30-18:30 h.

La Catedral tiene 145 metros de longitud y 42 de altura, lo que la convierte en la iglesia de estilo gótico más alta y en la catedral más grande de Francia. Como nuestro objetivo consistía en visitar esta joya arquitectónica, en Amiens tan sólo nos detuvimos en la Place Notre-Dame, donde tomamos un café en una terraza, para luego pasar junto a la estatua de Pierre l’Ermite, que nos dió acceso al Parc de l’Eveché. que es el mejor lugar para contemplar la flecha de la Catedral. El coche lo dejamos aparcado al otro lado del pequeño canal.

Por fin llegamos a Normandía, fijándonos como siguiente objetivo un lugar que nos encantó en nuestro anterior viaje por su playa, con sendos acantilados en sus costados. Uno de ellos tiene forma de trompa de elefante y el otro cuenta con una iglesia en su parte superior. Un buen y céntrico aparcamiento para dejar el coche es el Parking Place du General de Gaulle Etretat. 12 km antes y 176 después de salir de Amiens, nos detuvimos en un pequeño pueblo de pescadores, Yport, que cuenta también con hermosos acantilados. Lo mismo sucede con la playa de de Vaucottes, que vimos desde la carretera.

La siguiente cita la tuvimos a 50 km, en Honfleur, pero previamente tuvimos que cruzar el estuario del río Sena por el Pont de Normandie, que cuando se inauguró en 1995 se convirtió en el puente atirantado con el mayor vano central del mundo, 856 metros de los 2.143,21 que tiene el puente. Aunque ya era un poco tarde decidimos parar en otro lugar del que guardaba un buen recuerdo del anterior viaje, el Vieux-Bassin de Honfleur, rodeado de terrazas y casas tradicionales, entre las que destaca el Memorial Samuel de Champlain. Dignos de mención son también el Ayuntamiento, el carrusel y el monumento a las recolectoras de mejillones.

Todavía nos quedaban 137 km para llegar a nuestro alojemiento durante las dos siguientes noches, el  Hotel Mercure Saint-Lô Centre, ciudad que nos limitamos a contemplar desde la habitación, con los últimos rayos de sol iluminando las murallas y torres. Al final nos hemos metido en esta jornada unos 520 km de coche. Para el 9 de junio teníamos por delante 282 km, siendo la primera parada en Coutances, ciudad que nos decepcionó, pues su mayor atractivo se encuentra en la Catedral gótica de Notre-Dame, teniendo que esperar bastante para ver su interior pues había un funeral. De interés son también la iglesia de Saint-Pierre y el Espace Saint-Nicolas.

Empachados de tanta cultura decidimos desplazarnos 97 km hasta el extremo noroeste de Normandía y, más en concreto, al cabo de la Hague, en cuyas proximidades, sobre la roca conocida como “le Gros du Raz”, se alza el faro de Goury. De 50 metros de altura, se puso en servicio en 1837, pues frente a él se encuentra, la “Raz Blanchard”, una de las corrientes de marea más fuertes de Europa, que originó en un solo año el hundimiento de 27 barcos. Caminamos por la costa hasta el pequeño puerto partiendo de la Cruz de Vendémiaire, que recuerda el hundimiento del submarino Vendémiaire el 8 de junio de 1912, en el que perecieron 24 personas.

Comimos de bocadillo frente al faro y nos dispusimos a cubrir los 120 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, Bayeux, aunque tardamos casi una hora en atravesar Cherburgo debido a una obra. Por dicho motivo llegamos por los pelos a la Tapisserie de Bayeux, que guarda una joya que tenía muchas ganas de volver a ver, el famoso Tapiz de Bayeux, que data del siglo XI y conmemora la batalla de Hastings. Mide 69,55 metros de largo, tiene 50 cm de altura media y pesa unos 350 kg. Además es una importante fuente documental sobre el modo de vida, las costumbres, la arquitectura militar y civil, la navegación y la agricultura de la sociedad normanda e inglesa de la Edad Media. Es de esas cosas únicas en el mundo.

Aunque originariamente no entraba en nuestros planes, como las iglesias no suelen cerrar hasta las 19 h, aprovechamos para visitar la Catedral de Notre-Dame de Bayeux, de estilo románico-gótico y construida en el año 1077. Destaca por su coro, las agujas del siglo XIII y la gran torre, de estilo gótico flamígero. Como estábamos a menos de 40 km de nuestro hotel en Saint-Lô, incluso nos dio tiempo a dar un corto paseo por la ciudad, para fotografiar el Ayuntamiento, el molino y la hermosa casa con entramado de madera de la rue des Cuisiniers.

Los seis primeros días de viaje disfrutamos de un tiempo precioso, incluso con calor, pero el 10 de junio Normandía nos despidió con sirimiri, aunque tras recorrer 92 km el agua cesó lo suficientemente para permitirnos ver sin lluvia esa joya que es Le Mont-Saint-Michel, que desde 1979 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por lo que recibe más de 3 millones de visitantes al año. Para acceder a este mágico lugar hay que dejar el coche a unos 2 km, en un gigantesco aparcamiento (11,50 €), desde el que un autobús gratuito te acerca hasta el puente que une la isla en la que se encuentra el santuario con el continente. Todo está muy bien organizado, pese a las enormes colas de gente que suele haber en este lugar.

Estamos en el séptimo día de viaje, pero todavía nos queda mucho por recorrer. Próximo destino: Bretaña, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (2): Gante, Brujas y Tournai

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio, por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Lille, donde pasamos tres noches. El 6 de junio, día de lucha en Francia, con previsión de graves incidentes, nos desplazamos a Flandes, dedicando la mañana a recorrer la preciosa ciudad de Gante (Gent), distante tan sólo 67 km.

Dejamos el coche en el céntrico parking situado en Vrijdagmarkt, 1, dirigiéndonos directamente a la Oficina de Turismo, ubicada en Sint-Veerleplein, 5, que abre de 10:00–18:00 h. Allí nos informaron que obligatoriamente teníamos que obtener el registro de bajas emisiones para nuestro vehículo, que hicimos por Internet. Al lado se encuentra la antigua Lonja del Pescado y, enfrente, el castillo de los Condes de Flandes (Gravensteen), construido a finales del siglo XII, al que no entramos. A continuación bordeamos el río Lys, contemplando la antigua Lonja de la Carne, la monumental fachada de la ciudad de la que sobresale la Torre del Reloj y la iglesia de San Miguel, situada junto al puente del mismo nombre.

Cruzamos el citado puente y nos encontramos ante el monumental antiguo edificio de Correos, que se levanta sobre el Muelle de las Hierbas, repleto de terrazas de negocios de hostelería. Frente a nosotros tenemos la iglesia de San Nicolás, templo gótico del siglo XIII. Sobre la plaza Korenmarkt se levanta airosa la coqueta Torre del Reloj. En esta zona contemplamos varios monumentales edificios como el que ocupa el Hotel NH o el artístico Théâtre Royal Néerlandais.

Nos queda todavía por ver el edificio del Ayuntamiento, que cuenta con varios estilos arquitectónicos, la vistosa Casa de los Masones y el emblema de Gante, el Belfort o Campanario, construido en 1313, que desde 1999 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Junto a él se encuentra la Lonja de los Paños, que data de mediados del siglo XVI. Enfrente tenemos la Catedral de Saint-Bavon, que mezcla los estilos románico, gótico y barroco. En su parte trasera vemos el conjunto escultórico dedicado a los Hermanos Van Eyck y el castillo de Geraldo el Diablo. De regreso al coche pasamos por otra interesante iglesia, la de Santiago, por la que pasa la ruta jacobea.

Comemos en Gante y nos desplazamos tan sólo a 52 km hasta nuestro siguiente destino, Brujas (Brugge), ciudad flamenca que desde el año 2000 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por ser un ejemplo excepcional de asentamiento medieval. Dejamos el coche en el céntrico Parking Biekorf (Naaldenstraat, 8) y nos dirigimos a la hermosa Grand Place (Grote Markt), centro emblemático del casco antiguo donde se encuentra la Oficina de Turismo. En el centro se encuentran las estatuas de Jan Breydel y Pieter de Coninck. A la plaza se asoman hermosos edificios como el Juzgado Provincial y el Belfort o Campanario, de 83 metros de altura, reconstruido en 1296. Es el más hermoso de los que he visto durante este viaje, formando también parte del Patrimonio de la Humanidad.

De la Grand Place nos dirigimos a la cercana Catedral de San Salvador, de los siglos XII al XV, que fue el primer templo construido en ladrillo de Bélgica. Por casualidad accedimos a su interior, cosa que no teníamos prevista, pero nos encantó, pues es como un museo que alberga tapices y pinturas de artistas flamencos. De su fachada lo más destacable es la torre campanario. El horario de apertura es de lunes a viernes de 10:00 a 13:00 y de 14:00 a 17:30; sábados de 10:00 a 13:00 y de 14:00 a 15:30 y domingos de 11,30 a 12:00 y de 14:00 a 17:00. La entrada es gratis.

Nos acercamos al antiguo Hospital de San Juan, situado frente a la Catedral, para luego caminar sin rumbo siguiendo el curso del canal hasta llegar a la plaza Burg, el segundo rincón más hermoso de Brujas, pues a ella se asoman monumentales edificios de la talla del Palacio de Justicia, el Ayuntamiento y la Basílica de la Santa Sangre. El Brugse Vrije o Franconato de Brujas, es el edificio más llamativo de la plaza Burg. Fue construido en el siglo XVI en estilo renacentista. Hermoso es también el Ayuntamiento, construido en el estilo gótico-florido entre 1376 y 1421. De Brujas regresamos al hotel situado en la periferia de Lille.

El 7 de junio nos desplazamos a la ciudad belga de Tournai, situada en la francófona región Valona, a tan sólo 33 km de nuestro hotel. El coche lo dejamos aparcado en la place Saint-Pierre, a tan sólo un centenar de metros de la Oficina de Turismo, situada en la place Paul-Emile Janson, 1 (abre de 09:00 a 17:30 h.) Se encuentra frente a la Catedral de Notre-Dame, construida en la primera mitad del siglo XII y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO el año 2000. Tenía muchas ganas de volver a visitar este templo en el que ya estuvimos hace 20 años, que destaca por su enorme nave románica y sus cinco torres. El acceso es gratuito, aunque tuvimos que volver más tarde porque estaban celebrando la Misa.

En la parte trasera de la Catedral encontramos un grupo escultórico dedicado a la Virgen y, casi al lado, el Campanario (Beffroi) que, con 72 metros de altura, es el más antiguo de Bélgica. Forma parte de un grupo de 56 torres de Francia y Bélgica declarados Patrimonio de la Humanidad. A un paso tenemos la Grand Place, presidida por la estatua dedicada a Christine de Lalaing. A ella se asoma el Halle aux Draps, antiguo mercado de telas, de elegante fachada renacentista, construido en 1611. También tenemos la iglesia de Saint-Quentin, que ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de la historia.

Ya hemos visitado lo más importante, así que tomamos un café en la Grand Place y continuamos recorriendo el centro histórico de Tournai, contemplando algunas estatuas como la dedicada a los ciegos y “Martina”. Pasamos junto al Fuerte Rojo y entramos a visitar la iglesia de Saint-Jacques, situada en la ruta jacobea y construida en los siglos XII-XIII en estilo gótico, en la que destacan sus artesonados. Nuestro recorrido monumental concluye junto al Pont des Trous, originario del siglo XIII pero vuelto a inaugurar a mediados del pasado mes de abril. Caminamos ahora por el paseo que bordea el río Escaut, teniendo la suerte de ver cómo se eleva por completo un puente para permitir el paso de un carguero.

Volvimos a la Grand Place para comer en una terraza, dirigiéndonos a continuación a la población francesa de Lille, de la que os hablé la pasada semana. Llevamos cuatro días de viaje, así que nos quedan once por delante. Próximo destino: Normandía. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (1): Tours, Chartres y Lille

La quinta escapada del año la realizamos del 4 al 18 de junio, recorriendo 4.460 km fundamentalmente por carreteras francesas, con una pequeña incursión a Bélgica, volviendo a lugares que ya habíamos visitado en el año 2003 y conociendo otros nuevos en los dos destinos fundamentales de este viaje, Normandía y Bretaña. Por si acaso, os informo que la legislación francesa prohíbe indicar en los GPS y en Google Maps la ubicación de los radares, aunque en mi coche, sin precisarlos, me ponía una señal de peligro. También hay que tener en cuenta que el precio de la gasolina rondaba los 1,80 €, llegando a superar los 2 € en las autopistas. Igualmente os informo que el VIA-T no sirve en cuanto abandonas Iparralde.

Nuestro primer destino era la ciudad de Lille, pero como nos separan casi 1.200 km desde Leioa, decidimos pernoctar el 4 de junio, tras recorrer 681 km, en el Hotel Ibis Tours Sud, situado en la periferia de la ciudad de Tours. De esta forma nos dio tiempo a dar un paseo vespertino por esta ciudad atravesada por el río Loira, al que se asoma el castillo. También recorrimos la céntrica rue Colvert, que cuenta con abundante hostelería y notables casas con entramados de madera, algunas del siglo XVI.

El principal atractivo de Tours es la Catedral de Saint-Gatien, construida entre los siglos XIII y XVI y obra maestra del arte gótico, aunque no se encuentre entre las de más fama del vecino país. Como casi todos los templos franceses abre a diario de 9 a 19 h siendo el acceso gratuito, aunque poco pusimos disfrutar de su interior pues estaban celebrando la Misa. En él destacan sus vidrieras, órganos y la tumba de los infantes Carlos VIII y Ana de Bretaña. Eso si, disfrutamos contemplando su fachada iluminada por el sol previo al atardecer.

El día 5 de junio teníamos por delante más de 500 km para llegar a Lille, pero decidimos hacer un alto en el camino cuando llevábamos 193 km, en Chartres, para visitar una joya que no conocíamos, la famosa Catedral del Notre-Dame, que forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de le UNESCO. Consagrada el 24 de octubre de 1260 es una obra maestra del arte gótico francés. Cuenta con diferentes pórticos de acceso, destacando el llamado Pórtico Real, anterior a la construcción del actual templo.

El interior de la Catedral de Notre-Dame de Chartres resulta impresionante, destacando las extraordinarias vidrieras de los siglos XII y XIII, así como el coro que está separado de la girola por lo que más me impresionó, un muro decorado con un conjunto de cuarenta grupos escultóricos con unas doscientas estatuas, realizadas a comienzos del siglo XVI por Jehan de Beauce en estilo renacentista. En él se encuentra también un hermoso reloj astronómico, que data de 1528.

Como suele ser habitual, prevismente a visitar la Catedral de Chartres nos dirigimos a la Oficina de Turismo, situada muy cerca, en la Rue de la Poissonnerie, que abre de 10 a 13 y de 14 a 18 h.. Ocupa los bajos de una de los edificios más hermosos de Chartres, la Casa del Salmón, del siglo XVI. Al concluir la visita caminamos por el antiguo barrio de Curtidores, en el que habíamos dejado el coche. Está situado a orillas del río Eure, que cuenta con varios puentes y pasarelas. A él se asoma la iglesia de Saint-André.

Tras recorrer otros 318 km llegamos a nuestro alojamiento para los tres días siguientes, el Hotel Ibis Styles Lille Marcq-en-Baroeul, situado en la periferia de Lille, ciudad que no visitamos hasta la tarde del 7 de junio, pero de la que os hablo a continuación. En coche nos desplazamos hasta el centro, dejándolo en el Parking Lille République, ubicado bajo la plaza del mismo nombre a la que se asoman la Prefectura y el Palacio de Bellas Artes. Allí comenzó nuestro peregrinar por la ciudad, pasando ante la Porte de Paris y el Beffroi, el alto campanario del Ayuntamiento, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

La siguiente cita la tuvimos en el lugar que más me gusta de Lille, la Grand Place, oficialmente llamada place du Général de Gaulle. A ella se asoma la joya arquitectónica de la ciudad, el antiguo edificio de la Bolsa, que cuenta con una monumental fachada, cuyo encanto aumenta con el sol de la tarde. En su patio interior se celebra un animado mercadillo. En el centro de la plaza se levanta la Columna de la Diosa, asomándose a ella otros elegantes edificios, como el de La Voix du Nord.

Antes de llegar a la plaza nos detuvimos para visitar el interior de la iglesia de St-Maurice, de estilo neogótico. En la parte posterior de la antigua Bolsa se levantan otras dos monumentales construcciones, el edificio de la Ópera y la Torre del Reloj. A partir de aquí caminamos sin un rumbo fijo por el Vieux-Lille o el casco viejo de la ciudad, un lugar lleno de encanto, cosa que no tiene la moderna Catedral de Notre Dame de la Treille, ubicada en la zona. Como ya disponíamos de mapa de Lille dejamos para el final visitar su Oficina de Turismo, situada en los bajos del Palais Rihour, que se encuentra en la plaza del mismo nombre. Abre de 10:00 a 12:30 y de 13:30 a 17:30 h.

Ye hemos hecho más del 25% del total de kilómetros de este viaje, así que hora nos lo tomaremos con más tranquilidad. Tenemos Bélgica a un paso, así que nuestro siguiente destino será Flandes. El viaje continúa.

Escapada a la Costa Brava (y 3): Girona, la capital

Concluyo el relato de esta escapada realizada el pasado mes de mayo, que dejaba la pasada semana en la preciosa Cala Sa Tuna. Dejamos para el final del viaje, el 23 de mayo, la visita a la capital gerundense, Girona, una ciudad que me encantó cuando la visité hace un montón de años. Dejamos el coche en el parking situado bajo la plaça del Poeta Marquina, a la que se asoma la Farinera Teixidor. Nuestra ruta hacia el centro histórico nos llevó por Carrer Nou, que todavía conservaba restos de la fiesta Temps de Flors, que tuvo lugar del 13 al 21 de marzo, que engalanó la ciudad y que nos dio pena habernos perdido por ignorar su existencia.

Nuestros pasos se encaminan hacia la Oficina de Turismo, ubicada en Rambla de la Llibertat, antigua espina dorsal de la ciudad, a la que se asoman notables viviendas con soportales. En ella abundan también los establecimientos hosteleros. Por esta arteria accedemos al barrio antiguo. Frente a la Oficina de Turismo se encuentra la estatua dedicada a Carles Rahola. Antes de legar tenemos que cruzar el río Onyar, deteniéndome a tomar unas instantáneas de uno de los emblemas de la ciudad, las casas colgadas que a él se asoman.

De la Rambla de la Llibertat pasamos a una calle paralela, el Carrer de les Peixateries Velles (Pescaderías Viejas), mismo nombre que el puente metálico de color rojo que hemos visto en el collage anterior. Entramos así en la Judería, conocida como El Call, que tuvo sus momentos de esplendor en el siglo XV. Es una zona muy pintoresca que todavía conservaba adornos florales de la reciente fiesta Temps de Flors, que comenté con anterioridad.

Paralela al río, la calle de les Ballesteries nos acerca al primer lugar que visitamos, la Basílica de Sant Feliu, la antigua Catedral de Girona y el edificio religioso cuyo interior más nos ha gustado. De estilo gótico, destaca por su esbelto campanario de los siglos XIV a XVI. En su interior me agradó el retablo mayor, el Cristo yacente (siglo XIV) y el sepulcro gótico de San Narciso. Existe una entrada conjunta para Sant Feliu y la Catedral al precio de 7,50 euros.

Nuestra siguiente cita la tenemos muy cerca, pues tan sólo tenemos que ir a la parte posterior de Sant Feliu y bordear las antiguas murallas y la iglesia de Sant Lluc, del siglo XVIII. Se trata de los baños árabes, construcción románica del siglo XII, inspirada en los baños romanos. Lo más hermoso de este lugar es la estancia de entrada, dedicada a vestuario y sala de descanso y la cúpula. La entrada cuesta 3 euros, pero como estaban retirando los adornos de la fiesta Temps de Flors, el acceso fue gratuito.

Tenemos que andar tan sólo unos pasos cuesta abajo para llegar al hermoso rincón en el que se encuentra el monasterio románico de Sant Pere de Galligants, actual Museo de Arqueología de Catalunya, frente al que se levanta la coqueta capilla de Sant Nicolau. Tenemos ahora que deshacer un poco el camino para pasar bajo la Porta de Sobreportes, puerta de la muralla de origen romano que nos da acceso a la plaza de la Catedral, a la que se asoman interesantes edificios, como la Casa Pastors, palacio renacentista del siglo XVIII, el edificio gótico de la Pia Almoina y el Palau Episcopal, sede del Museu d’Art.

Nuestro paseo por el barrio antiguo llega a su principal objetivo, la Catedral de Santa María, cuya construcción se prolongo desde el siglo XI hasta el XVIII, por lo que cuenta con tres estilos arquitectónicos sucesivos: románico, gótico y barroco. El acceso principal hacia la fachada barroca se realiza por una escalinata de 90 escalones, construida a finales del siglo XVII, que se encontraba parcialmente cerrada para retirar los adornos florales. Su interior presume de contar con la segunda nave gótica más ancha del mundo, tras la basílica de San Pedro del Vaticano. Visitamos también el claustro románico, que cuenta con interesantes capiteles historiados.

Nuestro paseo monumental está tocando a su fin, pero todavía tenemos que volver a pasar por la Judería para acceder a los Jardins des Alemanys, así llamados por ser uno de los restos de un antiguo cuartel alemán. La Torre Gironella nos da acceso a la antigua muralla medieval por la que caminamos hasta su final pasando por otra torre, la de Sant Doménech. Desde lo alto tenemos una preciosa vista sobre la Catedral y la torre de la Basílica de Sant Feliu.

La muralla se acaba y tenemos que descender a la calle. El carrer de l’Albereda hace que cerremos el círculo, devolviéndonos Rambla de la Llibertat, en una de cuyas terrazas aprovechamos para comer, aunque nos cuesta encontrar una sombreada, ya que hace mucho calor. Desde el puente de Piedra echamos un último vistazo a las casas colgantes del río Onyar y, pasando por la plaça del Marqués de Camps volvemos al parking situado bajo la plaça del Poeta Marquina, en el que dejamos aparcado el coche.

Concluyo aquí el relato de la escapada de once días realizada por las provincias de Huesca y Girona, cuando hace ya tres semanas que regresamos de un nuevo viaje, del que espero hablar próximamente.

Escapada a la Costa Brava (2)

Aunque ya he regresado de otro viaje por Francia y Bélgica, continúo el relato de la escapada realizada el pasado mes de mayo a la Costa Brava, que dejaba hace dos semanas en Cala Giverola. Como el tiempo seguía inseguro nos desplazamos hasta Calella de Palafrugell, un antiguo pueblo de pescadores perteneciente al municipio de Palafrugell, cuyas barcas se encuentran al borde de la playa. Cuanto más subimos hacia el norte más nos está gustando la Costa Brava. Este pueblo nos encantó, así que nos nos extrañó que una pareja de novios lo eligieran para el reportaje de la boda.

Pensábamos haber comido en Calella de Palafrugell pero los restaurantes estaban al completo, así que decidimos caminar algo más de 1 km por el Camino de Ronda hasta el siguiente pueblo, Llafranc, donde comimos de maravilla en el restaurante italiano Nova Pasta. La ruta está muy bien acondicionada, pasando junto a la torre de Calella y la escultura Gent del Mar, para luego bajar por una empinada escalera hacia el entorno de la playa. El regreso lo efectuamos por el mismo camino, recibiéndonos Calella de Palafrugell con un fuerte chaparrón. Menos mal que habíamos llevado un pequeño paraguas.

Al día siguiente, aprovechando que los sábados hay menos tráfico, decidimos abandonar por un día la Costa Brava para desplazarnos a visitar a una amiga a su nuevo lugar de residencia en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), conocida como La Habana chica en el siglo XIX. Aparte de conocer su casa, tomar algo y comer en la Rambla, realmente sólo recorrimos esta calle y su coqueto paseo marítimo, presidido por el monumento a Francesc Maciá y adornado por la Torre Blava (Azul). En la Rambla llamó mi atención el mural “Manifestación de los Cubos”

Como el tiempo seguía inseguro, el 21 de mayo nos desplazamos a la cercana población de Tossa de Mar, uno de los pueblos más bonitos de Girona, del que guardaba un buen recuerdo. Nos llamó la atención que lo primero que vimos al llegar fue la plaça de las Nacions Sense Estat, junto a la que se encuentra la Oficina de Turismo y el Supermercat Esclat, en cuyo aparcamiento dejamos el coche. Comenzó aquí nuestro recorrido por la Vila Vella, pasando junto a la Villa romana de Ametllers, la capella de la Mare de Déu del Socors y la Casa Ferrer, tomando un café frente al vistoso comercio Iberian Sensation

Nuestro recorrido por el casco antiguo de Tossa de Mar nos está agradando, pues es mucho más interesante que el de Lloret de Mar. Vemos que hay buenos comercios y abunda la hostelería, incluso con una Euskal Taberna de nombre Eguzkilore, aunque donde nos detenemos es para visitar la iglesia parroquial de Sant Vicenç que se empezó a construir en el año 1755 en estilo neoclásico para sustituir a la del recinto amurallado. Antes de llegar a la playa, una foto obligada es a la escultura dedicada a las pescateras, obra de Ció Abellí.

Llegamos finalmente al principal atractivo de Tossa de Mar, el recinto amurallado, que tiene un perímetro de unos 300 metros y fue construido entre los siglos XII y XIV para defenderse de la piratería. Accedemos a él por la puerta abierta junto a una de las tres grandes torres cilíndricas con que cuenta, la del Reloj. En fuerte subida hasta el faro vamos pasando sucesivamente junto al monumento a la Niña, el Museo Municipal, la escultura de Ava Gardner, obra de Ció Abellí y las ruinas de la iglesia de Sant Vicenç. En el descenso, antes de llegar a la zona de la playa, fotografío “Testimoni”, de Bonaventura Ansón.

El 22 de mayo nos desplazamos a Begur, población situada en el Baix Empordà a 65 km de Lloret de Mar. Fue el punto más al norte de esta escapada a la Costa Brava, marcando el límite con nuestro anterior viaje por tierras gerundenses. La plaça de la Vila marca el centro neurálgico de esta localidad, que cuenta con un buen grupo de casas indianas. A esta plaza se asoma la iglesia de Sant Pere y Santa Reparada, construida a principios del XVII en estilo gótico tardío. Muy cerca se encuentra la escultura “Tramontana”, de Richard Calvin.

Tras tomar un café en una de las terrazas de la plaza, nos dispusimos a subir la empinada cuesta que conduce al emblema de Begur, las ruinas del castillo construido en el siglo XVI. Lo mejor de él es su emplazamiento, pues desde él se tiene una impresionante vista de la población y de la franja costera, teniendo como telón de fondo las islas Medes. En nuestra ruta nos detuvimos para fotografiar la torre de defensa de San Ramón y la ermita del mismo nombre, junto a la que se encuentra la estatua de la bailaora Carmen Amaya.

Concluimos la jornada comiendo en un lugar lleno de encanto perteneciente al municipio de Begur, Sa Tuta, que conserva en uno de sus laterales las antiguas casas de pescadores. Además lo disfrutamos prácticamente solos. Antes de comer caminamos durante poco más de 1 km y otro tanto de vuelta por el Camino de Ronda, en este caso perfectamente acondicionado, que conduce hasta otra hermosa cala de nombre Aiguafreda. Fue un magnífico final para nuestro recorrido por la Costa Brava.

Dejamos la Costa Brava pero no la provincia de Girona, pues todavía nos faltaba ir a su capital, pero de ello espero hablar la próxima semana. La escapada continúa.

Escapada a la Costa Brava (1)

Como comentaba en la entrega anterior, después de estar tres noches en Torla-Ordesa, continuamos el viaje para pasar las siete siguientes en la Costa Brava, con objeto de recorrer el sur de la provincia de Girona. El alojamiento fue en Lloret de Mar, en el Don Juan Resort **** que, pese a su pomposo nombre, resultó un hotel muy sencillo al menos la zona en la que nos alojaron, repleta de franceses y adolescentes. La habitación era muy básica, sin nevera, unas toallas sencillas y, en nuestro caso, la pequeña terraza no tenía vistas. Vamos, que se le habían caído 2 estrellas. Y no nos podemos quejar, pues bastantes habitaciones tenían tres camas, pese a encontrarse alojado sólo dos personas. Lo mejor de todo fue el buffet del restaurante, aunque un día tuvimos que soportar una interminable cola para acceder a él, pues compartíamos cena unas 800 personas a la vez, de las 2.000 que creo que tiene de capacidad el hotel. Además tuvimos que pagar 100 euros por el aparcamiento. En resumen, tuvimos una entrada triunfal, añorando al momento lo bien que estuvimos en el Silken Ordesa.

Por si fuera poco, las previsiones climatológicas no eran nada buenas, pues anunciaban lluvia casi todos los días, cosa que afortunadamente no sucedió. Por ello, dado que el día estaba espectacular, tras instalarnos en el hotel nos echamos a la calle, caminando por el carrer de la Riera, convertido en una especie de mercadillo, pues está lleno de comercios con objetos parecidos a lo que se vende en el top manta. Nuestro descenso tenía como objetivo llegar al paseo marítimo, siendo recibidos por la escultura L’Esguard, de Rosa Serra.

Caminando a orillas del Mediterráneo llegamos a la plaça de la Vila, a la que se asoma el Ayuntamiento. Más adelante encontramos dos grupos escultóricos, uno dedicado a la sardana y otro que representa una especie de carabela. Nuestro paseo llega hasta un lugar lleno de encanto, la cala Sa Caleta, en la que vemos unas pequeñas embarcaciones de pesca. Sobre ella se alza el castillo d’en Plaja, al que no subimos, asomándonos al otro lado del túnel excavado en la roca, por el que discurre el camino de ronda, regresando a las proximidades de la cala a tomar una copa de vino rosado en una terraza. Por cierto, los 23 € que cuesta la entrada la castillo, me parece desorbitado.

Uno de los días en los que salió lloviendo, volvimos por la tarde a recorrer Lloret de Mar que, la verdad, no tiene mucho que ver, así que callejeamos por su pequeño casco antiguo, que cuenta con un comercio de mayor calidad al que tenemos junto a la zona hotelera. Destaca en él la iglesia de Sant Romá, de estilo gótico catalán de transición al renacimiento. También nos acercamos a Can Font, casa modernista convertida en museo, que estaba cerrada, así que regresamos a nuestra zona para sentarnos en la terraza del Bar El Capitá, al que acudíamos todas las tardes a tomar un vino antes de ir a cenar.

Como amenazaba lluvia, previamente pasamos un buen rato en el Museu del Mar, situado en Passeig de Camprodon i Arrieta, 2, accediendo a él por la oficina de turismo. La entrada cuesta 4 €, la mitad para los jubilados. Merece la pena visitar la que fue la casa Can Garriga, en la segunda mitad del siglo XIX. La exposición se divide en cinco ámbitos: Hijos del mar, Mediterráneo, Las puertas del océano, Lloret después de los veleros y Más allá de la playa, en una muestra que va desde la navegación de cabotaje que se realizaba por el Mediterráneo, hasta la de altura a través del Atlántico.

Pensábamos realizar varias rutas caminando por los caminos de ronda de la Costa Brava así que, como el día amaneció bueno, optamos por el primero, el que va desde Lloret de Mar hasta Blanes, un recorrido de 6,4 km que, con las variantes que hicimos, desde el hotel se convirtió en más de 11. La parte más interesante fue la primera, que sube hasta el mirador en el que se encuentra la escultura de la Dona Marinera, para luego bajar a la coqueta Cala Banys, para volver a subir hasta el castel de Sant Joan.

El camino pierde bastante interés en el descenso hasta platja de Fenals, que bordeamos, para luego subir hasta las proximidades de los Jardins de Santa Clotilde, a los que no entramos, contemplando desde lo alto la platja de Sa Boadella. Caminamos de nuevo en subida por una zona boscosa, pero pronto el interés decae, pues abandonamos la costa para caminar por una carretera interior hasta la ermita Santa Catalina, dándonos la bienvenida la estatua dedicada a A l’obrera de Santa Cristina, en la danza de Almorratxe.

Por carretera llegamos caminando a nuestra siguiente cita, el Jardí Botanic Pinya de Rosa, declarado paraje natural de interés nacional. Tiene una extensión de unas 50 hectáreas y fue realizado por Fernando Riviere de Caralt. Cuenta con cerca de 7000 especies de diferentes géneros, destacando las colecciones de aloes, agaves, yuccas y opuntias, muchas de ellas consideradas las mejores del mundo. Abre de 10:00 a 18:00 h, siendo el precio de la entrada de 5€.

Seguimos caminando por la carretera hasta llegar a nuestro siguiente destino, el castel de Sant Joan de Blanes, desde donde contemplamos la torre de Santa Bárbara y una magnífica vista de la costa, teniendo a nuestros pies el puerto de Blanes y la formación rocosa de Sa Palomera. El camino de ronda continúa por una escalera que baja en picado hasta el centro, pero descendemos por la acera de la carretera, mucho más suave. En Blanes contemplamos tres esculturas dedicadas a la Sardana a Carl Faust y al Portal de la Costa Brava. Comida en un restaurante junto a la playa y regreso en taxi a Lloret.

Al día siguiente amaneció lloviendo, así que desistimos de realizar a pie el camino de ronda que va de Tossa de Mar a Cala Giverola, pero dejó de llover y fuimos a la zona, contemplando en primer lugar una magnífica vista panorámica del castillo de Tossa de Mar y, luego, de los miradores de Cala Bona y Cala Pola. Llegamos finalmente a Cala Giverola, donde tomamos un café e intentamos realizar parte del camino, pero vimos que no estaba muy bien acondicionado, con caídas verticales sobre el acantilado. No queremos pensar cómo tienen que estar de concurridas estas calas en verano.

Acostumbrados a los caminos de ronda que recorrimos el año pasado en Menorca, los de la Costa Brava nos ha decepcionado, unas veces por estar poco acondicionados y otras por estar muy urbanizados, además de tener tramos por carretera separados de la costa, al ser los terrenos costeros de propiedad privada. Todavía nos queda mucho por recorrer. La escapada continúa, pero de ello espero hablar dentro de dos semanas, pues hago un alto en el camino para celebrar las fiestas de San Juan.

Escapada al Pirineo aragonés (y 2)

Os hablaba la pasada semana de los tres pueblos pirenaicos visitados, Torla-Ordesa, Broto y Ainsa, dejando para esta entrega las rutas que realizamos por la naturaleza que, por cierto, tuvimos que improvisar sobre la marcha pues, aunque en Torla-Ordesa el tiempo fue generalmente soleado, la lluvia y la niebla se adueñaron de las montañas. Es por ello que, aunque no lo teníamos previsto. el primer día nos dirigimos a Bujaruelo, cogiendo la carretera de Ordesa hasta el puente de los Navarros, distante tan sólo 1,8 km del hotel, para luego coger el desvío que recorre el desfiladero conocido como estrecho de los Navarros, por el que discurre el río Ara y una pista a veces asfaltada.

Llegamos así al amplio aparcamiento situado frente a San Nicolás de Bujaruelo, que en verano se queda pequeño. Existe aquí un camping, una antigua ermita y un confortable refugio (https://www.refugiodebujaruelo.com/), antiguo hospital de peregrinos originario del siglo XII, además de un coqueto puente medieval sobre el río Ara, por el que pasa el GR11 y la ruta que se dirige a Francia. Esperamos en el coche para ver si dejaba de llover pero, como no lo hacía, nos acercamos a tomar un café en el refugio. Allí nos indicaron que en el valle de Otal, el destino que nos recomendó un amigo, solía hacer mejor tiempo. Unas cuatro horas más tarde, tras completar la ruta, el día levantó y el entorno de Bujaruelo se mostró espectacular.

Aunque caía sirimiri y había algo de niebla, nos animamos a caminar hacia el valle de Otal, pues la ruta es muy sencilla al discurrir por una pista con suave pendiente. Si seguía lloviendo pensábamos regresar, pero enseguida paró y continuamos caminando. Al llegar a la fuente de la Femella (unos 20 minutos de marcha) la pista se bifurca. A la derecha se dirige hacia la cabecera del río Ara y la zona del Vignemalle, teniendo que continuar por el ramal de la izquierda con rumbo a Panticosa por el valle de Otal. El camino está muy bien señalizado.

La ruta prevista tiene unos 10 km de ida y vuelta y 290 metros de desnivel. En el cruce anteriormente citado comienza el tramo de mayor pendiente hasta el collado de Otal, desde el que se tiene una impresionante vista del valle, aunque nada tiene que ver con las fotos que me enseñó mi amigo, que disfrutó de un día radiante. Ante nosotros tenemos la sierra Tendeñera, el pico Otal y la Peña de Ordiso. Caminamos hasta el final del valle, donde hay un refugio de pastores y una coqueta cascada. Nos habían dicho que en el valle abundan las marmotas, pero las oímos sin ver ninguna. El regreso se efectúa por la misma ruta.

Al día siguiente pensábamos haber caminado por el valle de Ordesa, subiendo hasta la Cola de Caballo por las Gradas de Soaso, pero amaneció lloviendo, así que optamos por desplazarnos a Ainsa. De regreso, al mediodía subimos hasta la pradera de Ordesa, donde concluye una carretera que se cierra al público en verano, teniendo que dejar el coche en Torla-Ordesa, para acceder a ella en autobús. De este lugar parten numerosas rutas por el parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Dado que era sobre las 14:30 h, no pensábamos realizar ninguna ruta, pero aunque caía algo de sirimiri en ocasiones, sentimos la llamada de la naturaleza, decidiendo caminar durante una hora para disfrutar del precioso hayedo situado junto a la pradera de Ordesa, uno de los mejor conservados del macizo pirenaico. Supongo que de cara al turismo no montañero, han habilitado una sencilla y casi llana ruta, muy bien acondicionada y accesible, que discurre por la margen izquierda del río Arazas. Merece realmente la pena.

Como ya he comentado, la idea original era subir hasta la cascada de la Cola de Caballo por la ruta que discurre por la margen derecha del río Arazas, pasando junto a varias cascadas y las llamadas Gradas de Soaso, aunque también se puede realizar en la primera parte por la ruta del hayedo. Se trata de un  recorrido lineal del 16,5 km de ida y vuelta, aunque hay fuentes que lo alargan a 18 km, y más de 500 metros de desnivel acumulado, partiendo de los 1330 metros de altitud de la pradera y subiendo a los 1750 de la cascada.

Nos dio mucha pena no poder realizar la ruta prevista, que os muestro a continuación al recuperar de mi archivo unas fotos de cuando la realizamos el 1 de junio de 2002, con mucha más agua que ahora, pues era la época en la que nevaba mucho más, siendo muy importante el deshielo. En la subida se disfruta contemplando diferentes cascadas, de nombre Arripas, Estrecho y de la Cueva, para luego empinarse un poco el camino para superar las Gradas de Soaso, en las que el río Arazas cae en forma de pequeños saltos.

Superadas las Gradas de Soaso el camino suaviza su pendiente y el agua chorrea por numerosas paredes rocosas. Poco a poco el valle se va cerrando ante la mole que forman los montes Cilindro y Monte Perdido. También está a punto de concluir nuestra ruta, pues el destino es la preciosa cascada de nombre Cola de Caballo, un precioso salto agua de 54 metros de caída situado bajo el refugio montañero de Góriz. El regreso a la pradera de Ordesa se realiza por el mismo camino.

Concluye aquí esta escapada pero el viaje continúa, pues tenemos por delante casi 400 km para llegar a la Costa Brava y, más en concreto, a Lloret de Mar, donde pasamos las siguientes 7 noches.

Escapada al Pirineo aragonés (1)

La cuarta escapada del año la hemos realizado del 14 al 24 de mayo, teniendo dos destinos diferentes, el Pirineo aragonés (3 noches) y el sur de la Costa Brava (7 noches). Cuatro días antes de la salida falló la caja de cambios automática de mi coche y, debido a la escasez de recambios, no me lo repararon hasta pasados 15 días, así que no me quedó más remedio que alquilar un coche en el propio concesionario, Renault Leioa Berri Auto, a un precio muy elevado, así que no empezamos con buen pie. Dicho esto, el día 14 de mayo comenzamos el viaje, accediendo a la provincia de Huesca bordeando el embalse de Yesa, que presentaba un penoso estado debido a la escasez de agua. El puerto de Cotefablo (1423 m) supuso la puerta de entrada al entorno del valle de Ordesa, que estaba mucho más verde pese a la sequía.

Para las tres primeras noches de esta escapada elegimos el Hotel Silken Ordesa ****, situado en un encantador emplazamiento, en la carretera de Ordesa, a 1 km del centro de Trola-Ordesa. Se encuentra, a 337 km de Leioa en un lugar muy tranquilo, por el que todas las tardes vimos pasar un rebaño de ovejas. Desde la terraza de la habitación podíamos contemplar las montañas del Parque Nacional. Fue un acierto el haber escogido este hotel, pues además recibimos un trato familiar por parte del personal, especialmente de la joven recepcionista donostiarra Maitane Irastorza. Muchas gracias a todas/os.

En esta primera entrega voy a hablar de los tres pueblos visitados en esta escapada, comenzando por el más próximo, Torla-Ordesa, puerta natural de acceso al valle de Ordesa y sede del Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, que forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. La coqueta iglesia de San Salvador es el edificio más emblemático de la localidad pues se ve de lejos. Poco queda de su origen románico, ya que fue reconstruida en el siglo XVII.

Concluimos la tarde de la primera jornada de viaje dando un agradable paseo por las calles Francia y Fatás, que constituyen la arteria principal de Torla-Ordesa, pueblo con preciosas construcciones de piedra y tejados de pizarra, coronadas varias de ellas con las llamadas chimeneas espanta brujas, que le dan a esta localidad de 307 habitantes un toque muy personal y montañero, dando gusto contemplar cómo se ha conservado la arquitectura tradicional.

Después de comer y descansar un rato, nos desplazamos a la vecina localidad de Broto, distante tan sólo 5,5 km del hotel, que se realizan por una estrecha carretera, por la que pasamos otros dos días más. Situado también en la comarca de Sobrarbe, cuenta con una población de 577 y un pequeño casco antiguo, del que sobresale la iglesia de San Pedro, construida en el último tercio del siglo XVI, fundiendo la arquitectura gótica aragonesa con la renacentista. Llama la atención su campanario, de aspecto defensivo.

Como la tarde estaba espectacular, siguiendo los consejos de un amigo nos acercamos hasta la cascada de Sorrosal, de la que no había oído hablar hasta entonces. Está ubicada en el barranco del mismo nombre, por el que discurre un afluente del río Ara. Tiene unos 95 metros de caída y el acceso hasta su base se realiza por un camino muy bien acondicionado. Tan sólo hay que caminar unos 400 metros, partiendo del aparcamiento situado junto al puente medieval. A la parte superior se puede subir por una vía ferrata.

Las previsiones meteorológicas para el tercer día de nuestra estancia no eran buenas, así que optamos por desplazarnos a un pueblo que no conocía, Ainsa, pese a ser “uno de los pueblos más bonitos de España”, distante 46,5 km del hotel. Cuenta con dos partes muy diferenciadas, la zona moderna situada a orillas del río Ara y el amurallado centro histórico, ubicado en lo alto de una colina. Dejamos el coche en un amplio aparcamiento de pago, situado en la parte trasera del castillo, cuyas torres fue lo primero que vimos.

Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965, su centro histórico es una preciosidad. Accedemos a él por esa pequeña joya que es la Plaza Mayor, que parece datar de los siglos XII y XIII. De planta trapezoidal, cuenta con soportales en dos de sus lados, estando en el tercero el Ayuntamiento. Caminamos luego por las calles Mayor y Santa Cruz, contemplando su bien conservadas construcciones, con monumentales fachadas en la Casa Arnal (siglo XVI) y la Casa Bielsa (siglos XVI-XVII). También hay varias puertas de la antigua muralla y algunos museos ahora cerrados.

La siguiente cita la tuvimos en uno de los templos más notables de Sobrarbe, la iglesia de Santa María, construida entre finales del siglo XI y mediados del XII, declarada Monumento Nacional. Aunque ponía que estaba abierta de 10 a 18 horas, no fue así pero, gracias a la gestión con la oficina de turismo, conseguimos que la abrieran. Lo más llamativo es su torre, pues su interior es muy sobrio, así que ante todo os recomiendo visitar el claustro (siglo XIV) y la cripta, que conserva los capiteles originales.

Concluimos la visita a Ainsa en el castillo, construido en diferentes fases entre los siglos XI y XVII y declarado Monumento Histórico-Artístico. Ahora es un amplio espacio vacío en uno de cuyos lados se encuentra la oficina comarcal de turismo y el centro de interpretación del Geoparque de Pirineos, que sólo abría los fines de semana. Ocupando un torreón se encuentra el Eco Museo de la Fauna Pirenaica, lo único abierto, así que entramos a verlo previo pago de 5 €. Más información en https://quebrantahuesos.org/

La próxima semana, en la segunda entrega de esta escapada, espero hablar de nuestra experiencia en la naturaleza. Mientras tanto os invito visitar las fotografías realizadas por Maitante Irastorza, a la que cité al principio, en su web https://www.planovertical.es.