Otoño en Somiedo (Asturias)

Abro un paréntesis en el relato del viaje a Portugal, para contaros mi última escapada a tierras asturianas, ya que procuro concluir la temporada antes de que también la hora y nos “roben” las tardes. Del 17 al 20 de octubre nos hemos desplazado a Pola de Somiedo, aunque previamente quedamos con los amigos de Rivas Vaciamadrid en el restaurante El Sabil, en Villanueva de Santo Adriano, donde pudimos comer gracias a que hubo una anulación ya que, al ser domingo, las zonas de naturaleza siguen estando a rebosar, pues a un paso tenemos el Desfiladero de las Xanas y el Área Recreativa de Buyera, a donde luego nos dirigimos, para caminar 1 km hasta el recinto osero en el que viven las osas Paca y Molina, teniendo la suerte de poder ver a esta última, cuando paseaba junto al cercado.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el municipio de Teverga, donde vamos a realizar un pequeño recorrido de 4 km en el tramo considerado como el más hermoso de la Senda del Oso, pues se pasa por el desfiladero de Valdecerezales, teniendo que caminar por algunos túneles iluminados, que terminaron de construirse en 1900, perforando la roca caliza para que pudieran pasar los trenes mineros de Hullasa. El recorrido lo efectuamos entre Entrego y Las Ventas, donde habíamos dejado un vehículo. Para llegar al punto de partida, previamente pasamos con el coche por otro hermoso desfiladero, el de Peñas Juntas.

Avanzada la tarde continuamos el viaje hacia Pola de Somiedo. Circulamos por la carretera AS-265 que enseguida se empina, pues hay que subir casi 900 metros de desnivel para superar el puerto de San Lorenzo (1347 m), deteniéndonos al llegar al alto, pues desde allí se tiene una magnífica vista de los dos concejos que delimita, Teverga y Somiedo, uniendo el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, por el que pasa la Senda del Oso, con el de Somiedo, donde pasaremos el resto de la escapada.

Una vez descendido el puerto, accedemos a otro hermoso desfiladero por el que discurre el río Somiedo, que se abre poco antes de llegar a Pola de Somiedo, población de poco más de 200 habitantes, en la que pasamos las tres noches de esta escapada, eligiendo para ello el Hotel Casa Miño**, moderna y confortable edificación que tiene en otro edificio con el restaurante que más nos ha gustado. El pueblo cuenta con algunos hórreos, la iglesia de San Pedro (1751) y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Somiedo, que visitamos el día que abandonamos la población.

Los dos días completos que permanecimos en Somiedo los dedicamos a sendas marchas a pie para conocer los lagos de la zona. La primera de ella la efectuamos desde Valle de Lago, aldea del concejo de Somiedo que dista 8 km de Pola. Fotografiamos el embalse del Valle y dejamos el coche en un amplio aparcamiento situado a 500 m del pueblo. Caminamos por una amplia pista que discurre bordeando amplios prados, en los que pastan las vacas. Hay también hermosos bosques, en los que las hayas se han vestido de otoño. Pronto el camino se bifurca, optando por el de sol, que discurre por la izquierda.

Todavía no lo he dicho, pero nuestro destino es el Lago del Valle. Toda la ruta se efectúa por una amplia pista que cuando se empina esta cubierta de hormigón para que no se embarre. Discurre por el fondo de un precioso valle de praderas y bosques, llamándonos la atención un cartel que reza: Advertencia. Si a usted le parece que puede cruzar la finca en 8’, mi toro Brinco lo hace en 4’. También es un recorrido etnográfico pues vemos unos cuantos “teitos”, edificios de la arquitectura popular, generalmente destinadas a pajares, con el tejado formado por un entramado de madera que sustenta una cubierta vegetal.

Casi todo el desnivel de la ruta se supera al final de los casi 6 km que separan el pueblo del lago, donde contemplamos una pequeña cascada. Los bosques van desapareciendo cuando finalmente, tras 2 horas de marcha, llegamos al Lago del Valle, el más grande de Asturias, situado a 1580 metros de altitud, así que hemos superado un desnivel de 380 metros, ya que el pueblo está a unos 1200. Cuando me dirijo a fotografiar el teito que hay junto al lago, observo que una vaca acelera el paso y se dirige hacia mí. Falsa alarma, pues sólo iba a beber agua en un pequeño arroyo. El descenso se efectúa por el mismo camino. Pensábamos comer en Casa Cobrana, en Valle de Lago, pero cierra los lunes, así que tenemos que regresar a Pola de Somiedo. Nos ha encantado esta ruta, adornada por los colores del otoño.

El 19 de octubre nos desplazamos hasta el Alto de la Farrapona (1708 m), fronterizo con León y punto de partida para realizar la ruta circular de los lagos de Saliencia, situada en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Somiedo. La ruta comienza en el amplio aparcamiento, teniendo que caminar en descenso para llegar al lago de la Cueva (1615 m), rodeado de un paisaje de tonos rojizos, ya que en este entorno estuvo la Mina Santa Rita. Seguimos en el territorio del oso, aunque no vemos ninguno.

Desde el lago de la Cueva la pista se empina hasta llegar al lago de la Mina que está sin agua. Pronto llegamos a un alto, bajo el que se encuentra el lago Cerveiriz, continuando la pista hacia el lago del Valle. Nuestra ruta sigue por la cresta por un estrecho sendero hacia el lago Calabazosa. Al llegar a su altura, dado que no nos sentimos seguros debido al fuerte viento, decidimos regresar por la ruta de subida, más larga pero que ahora discurre en descenso hasta el lago de la Cueva, para luego subir al aparcamiento. Hoy tenemos suerte y podemos comer en el Albergue de Saliencia, situado junto a la iglesia y un hórreo.

Regresamos a Pola de Somiedo, pero seguimos la carretera 14 km hasta el puerto de Somiedo (1486 m), donde se encuentra la aldea de Santa María del Puerto, cuyos habitantes recibieron el pasado sábado la visita de la familia real, para hacerles entrega del premio de pueblo ejemplar de Asturias 2021. Previamente nos detuvimos en otra coqueta aldea, La Peral, que cuenta con diferentes teitus y dos miradores, el de la Peral y el del Príncipe, este último inaugurado en 1990 por el entonces Príncipe de Asturias. Desde ambos se contempla un hermoso paisaje, porque los osos, para cuya observación se construyeron, se nos resistieron.

Durante estos días hemos disfrutado de hermosos paisajes de montaña, bosques vestidos de otoño y prados con muchas vacas, todo ello con un tiempo excepcional. Pero lo bueno se acaba, teniendo por delante 359 km, casi 4 horas, para regresar a Leioa. La escapada ha concluido.

Regreso a Portugal (2): Lisboa

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana llegando a Lisboa, una ciudad que me encanta pero que no visitaba desde el año 1998, coincidiendo con la celebración de la Expo.

El 16 de septiembre llegamos de nuevo a la capital portuguesa igual que hicimos el 13 de marzo de 2020, cuado decidimos interrumpir el viaje debido al Covid. Hemos vuelto al mismo hotel, el Marqués de Pombal ****, situado a un paso de la plaza del mismo nombre, porque nos encantó y por lo amables que fueron cancelando sin gastos las tres noches que nos faltaban. Además cuenta con aparcamiento, una boca de metro en la puerta y está muy céntrico, en plena avenida Liberdade, en la que se ubican todos los comercios del lujo en el agradable y sombreado tramo que va hasta la plaza Restauradores. En el paseo hay numerosas esculturas, entre ellas la dedicada a Simón Bolívar. El hotel tiene un buen restaurante, en el que cenamos dos de las cuatro noches, manteniendo agradables charlas con un camarero, Marcio Costa, buen conocedor de la política del del Athletic.

Restauradores, presidida por un obelisco que conmemora la liberación del país del dominio español en 1640. En un costado hay un monumento dedicado a los colocadores de adoquines en el suelo, algo muy portugués. Pasamos junto a la estación de tren de Rossío, con un grupo escultórico dedicado al fado a su entrada y llegamos a la hermosa plaza de Rossío, que cuenta con dos monumentales fuentes y una gran columna con la estatua de D Pedro IV. A la plaza se asoma el Teatro Nacional de Doña María II. Al lado tenemos otra plaza, la de Figueira, con la estatua ecuestre de D Joao I.

Para desplazarnos por la ciudad hemos comprado (0,50 €) la recargable  Tarjeta 7 Colinas (Viva Viagem), que por 6,40 € permite circular 24 h en todos los transportes públicos de Lisboa. El viaje en metro cuesta 1,50 € y nuestro siguiente medio de transporte el elevador de Santa Justa, 5,30 € (un atraco). Por cierto, vemos que todos los que suben pagan ese precio, menos nosotros que llevamos la tarjeta. Desde el Barrio Alto tenemos una vista casi aérea de la plaza del Rossío. Bajamos caminando hasta la plaza Restauradores, junto a la que se encuentra la iglesia de Sao Domingos, en la que se aprecian los destrozos del incendio de 1959. A llegado la hora de hacer un alto en el camino en la rúa Augusta, para que nos “sopapeen” en la Casa portuguesa del pastel de bacalhau, donde pagamos 25 € por dos croquetas de bacalao (a 5 €) y dos vinos blancos de Oporto (a 7,50 €). Eso sí, las copas son de regalo. Vemos también el popular tranvía 28, que cogeremos al día siguiente.

Si hemos tenido trío de plazas, para antes de comer tenemos trío de iglesias, comenzando por la de Santa María Madalena, muy modificada en 1833. Como Lisboa tiene la colección completa de iglesias, casi al lado tenemos la de Santo Antonio, construida en 1767 en el sitio donde nació el santo en 1195. Sin solución de continuidad llegamos a la Sé, la Catedral de Lisboa, en la que lo más importante es el claustro, que no pudimos visitar por estar en obras.

Aunque esto lo realizamos el día siguiente subiendo en el tranvía 28, cerca de la Sé tenemos el Mirador Santa Lucía, desde donde contemplamos los cruceros amarrados en el puerto. De aquí subimos a la zona del castillo, que cuenta con un ambiente que me recuerda al de Montmartre, en París. Un día caminando desde la Sé y otro en autobús desde el castillo, los dos días que estuvimos en Lisboa bajamos a comer a sendas terrazas de la plaza del Comercio, la más emblemática de la capital. Es un lugar que me encanta por su tranquilidad y monumentalidad, al estar adornada por el Arco del Triunfo y la estatua del rey José I. Además se asoma al río Tajo.

Dejamos la tarde de la primera jornada en Lisboa para dedicarla al barrio de Belem. Comimos en la plaza del Comercio entre otras cosas porque desde aquí sale el tranvía 15 y el autobús que nos acerca a ese barrio. Nuestro primer objetivo era el Monasterio de los Jerónimos, pero como hay que sacar la entrada en el ala en la que se encuentra el Museo Nacional de Arqueología, en el que destacan las antigüedades egipcia y romana, aprovechamos para visitarlo también. La entrada conjunta cuesta 12 €, 6 los mayores de 65 años y gratis para los desempleados de la UE.

Construido a partir del año 1502, el Monasterio de los Jerónimos es el monumento más importante de Lisboa. Fue diseñado en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo, por encargo del rey Manuel I, para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en su interior podemos contemplar las tumbas de varios monarcas portugueses pero, si por algo destaca este edificio, es por el claustro, decorado con motivos manuelinos. Junto al convento de Cristo de Tomar, ha sido el edificio más hermoso que hemos visto en este viaje.

Seguimos en Belem pero ahora toca caminar pues, aunque vemos enfrente nuestro siguiente objetivo, desde los Jerónimos tenemos que atravesar un parque y buscar la forma de cruzar una especie de autovía y las vías del tren. Unos 600 metros después llegamos al emblemático Monumento a los Descubrimientos, construido en 1960 a orillas del río Tajo para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. Desde él tenemos una preciosa vista del puente 25 de abril. Tenemos que seguir caminando algo más de 1 km para llegar al destino final, la Torre de Belem, preciosa fortaleza del siglo XVI que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, En el agradable paseo pasamos por el faro de Belem, el embarcadero del Bom Sucesso y la réplica del avión con el que se realizó el primer vuelo trasatlántico portugués. Por hoy ya vale. Autobús y metro para regresar al hotel. Hoy cenamos en un restaurante tradicional que tenemos cerca, O Cacho Dourado.

Con la sensación de que ya hemos visto lo más atractivo de Lisboa, iniciamos la segunda jornada con mucha más tranquilidad, recorriendo el Barrio Alto y el popular Chiado, a donde subimos en el funicular Gloria, aquí llamado ascensor. A esta zona también volveremos el día de partida, antes de abandonar el hotel. Comenzamos nuestra ruta en el Mirador San Pedro de Alcántara, desde donde vamos descendiendo, disfrutando de uno de los lugares más auténticos de Lisboa, contemplando curiosas esculturas urbanas, la antigua Livraria Bertrand y un bar decorado con bufandas de equipos de fútbol, entre ellas la del Athletic. Concluimos en la plaza Luis de Camoes, donde cogemos el tranvía 28 para hacer una larga ruta que finalmente nos llevará al Mirador Santa Lucía, del que ya os he hablado.

Hemos dejado la tarde libre para desplazarnos al Parque de las Naciones, la zona en la que se celebró la Expo de 1998, a la que acudimos. Pese a los 23 años que han pasado, esta zona sigue teniendo mucha vida, que se centra en torno a la estación de Oriente, obra de Calatrava e inaugurada como parte del citado evento. La gran atracción de la zona, como también lo fue de la Expo, se centra en el Oceanario, el mayor acuario de interior de Europa, construido por el arquitecto Peter Chermayef. La entrada cuesta 19 € (13 los mayores de 65 años). Regresamos en metro al hotel, donde luego cenamos, pues al ser sábado, muchos restaurantes están cerrados. Se ve que estamos en una zona comercial y de oficinas.

Antes de abandonar el hotel, volveremos a recorrer Lisboa, pero al día siguiente lo dedicamos a dos interesantes lugares cercanos, Mafra y Sintra, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Regreso a Portugal (1): Coimbra, Tomar y Óbidos

Alarmados por el auge del COVID, el 9 de marzo de 2020 decidimos anular el viaje que íbamos a realizar a Grecia a partir del día siguiente, con la suerte de que Lufthansa nos devolvió el importe de los dos billetes. Como en Portugal casi no había casos de coronavirus, decidimos coger el coche y salir el día 10 con rumbo a Arauca, donde pasamos 3 noches. En Portugal estaban ya cerrando muchos lugares y aquí la cosa se iba complicando, así que el 13 de marzo, cuando llegamos a Lisboa, anulamos las tres noches que pensábamos pasar en la capital y al día siguiente emprendimos el regreso a casa. Por el camino nos enteramos de la declaración del estado de alarma.

Como queríamos completar el viaje, el pasado mes de septiembre, del 15 al 26, decidimos continuar la ruta interrumpida, comenzando en esta ocasión en Coimbra, localidad que dista 722 km de Leioa, a la que llegamos con un terrible aguacero. Conviene saber que en los alojamientos portugueses es obligatorio presentar el certificado de vacunación o un test de antígenos. Lo mismo sucede para acceder al interior de los restaurantes los fines de semana. Aprovecho para informar que la gasolina de 95 estaba muy cara, pues rondaba los 1,80 € y que las autopistas y autovías son de pago.

Hacía más de 20 años que no me acercaba a Coimbra así que, aunque sólo fuera por unas horas, tenía ganas de recorrer la “ciudad de los poetas y los fados”. Una vez que paró el fuerte aguacero, nos dirigimos a visitar un lugar que me atrajo en mi anterior viaje, la primera Universidad de Portugal, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Aunque en teoría cerraba a las 19:30, una hora antes ya no nos fue posible acceder a su monumental biblioteca joaniana, así que nos conformamos con contemplar el precioso patio de las escuelas, la enorme escultura de Joao III y otros edificios.

Nos alojamos en el Hotel Ibis para tener a un paso la Universidad. Desde su habitación contemplamos el río Mondego, sobre el que al final de la jornada vemos el atardecer. Al fondo se encuentra el puente de Santa Clara. Como hasta las 12 no hay que dejar la habitación, al día siguiente aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, cosa que también se puede hacer en un pequeño autobús, accediendo por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar. Luego nos detenemos junto al Ayuntamiento y visitamos el Colegio de Santo Tomás.

La siguiente cita la tenemos en un lugar que no conocía y que me encantó, el monasterio de Santa Cruz, templo románico situado junto al Ayuntamiento. Aunque con numerosas reformas y ampliaciones posteriores, fue construido en 1131 durante el reinado de Afonso Henriques. Esperamos a que acabara la celebración de la misa para visitar la iglesia, de acceso gratuito, de donde se pasa a la zona de pago (3 €), que incluye la sala capitular, la hermosa sacristía y el claustro.

La siguiente cita la tenemos en otra de las joyas de Coimbra, la Catedral Vieja, situada en la parte alta del casco histórico, frente a la que estuvimos tomando un vino el día anterior mientras contemplábamos como los últimos rayos de sol se reflejaban en su fachada. Con aspecto de fortaleza y construida a mediados del siglo XII, esta Catedral es uno de los mejores ejemplos del arte románico en Portugal. La entrada cuesta 3 €, destacando el claustro gótico y el impresionante retablo mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero.

Como todavía disponemos de tiempo, seguimos subiendo por el casco antiguo, observando a un grupo de músicos, un arco de la muralla, la escultura de una tricana con su vestimenta tradicional y la iglesia de San Salvador. Nuestro destino es la Catedral Nueva, situada junto a la Universidad y mucho menos interesante que la anterior. Terminada de construir en 1640 es el típico templo de los jesuitas, destacando en su interior su retablo principal barroco. El acceso es gratuito.

A 87 km tuvimos la siguiente cita, en Tomar, población situada a orillas del río Nabao. Allí se encuentra uno de los monumentos más importantes de Portugal, del que guardo un grato recuerdo de una visita anterior, el convento de Cristo, joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se encuentra enclavado en el interior de un castillo templario del siglo XII, formando un conjunto único. La iglesia es una maravilla, destacando la portada manuelina construida en 1515 y el núcleo de la iglesia templaria, girola u Oratório dos Templários, que data del siglo XII.

El convento de Cristo de Tomar merece una detenida visita, pues tiene numerosas dependencias, destacando la media docena de claustros con que cuenta, pues el monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI, por lo que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos: románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas… Particularmente me quedo con el Claustro Grande o de Juan III, que cuenta con escaleras de caracol y la mejor decoración plateresca de Portugal. Aprovechamos a comer una pizza en la cafetería del monasterio, cuya visita nos ha salido gratis por la caída de Internet. De todas formas la entrada solo cuesta 6 €, 3 € para los mayores de 65 años y gratis para los parados de la UE. Creo que será el lugar más interesante de este viaje.

Aunque tenemos que desviarnos de la ruta que nos lleva a Lisboa, a 105 km tenemos la siguiente parada en Óbidos, coqueto pueblo encerrado en una muralla medieval, a cuyo interior se accede por la Porta da Vila, doble puerta con el interior revestido de azulejos del siglo XVIII, que nos conduce a la rua Direita, la calle principal y comercial de la localidad, que algunos turistas recorren en calesa. Previamente somos recibidos por el acueducto de Usseira, mandado construir por Catalina de Austria hacia 1570, para trasladar el agua desde 3 km de distancia. Pronto nos damos cuenta de la cantidad de iglesias que hay en un lugar tan pequeño, destacando las de Santa María y Sao Pedro.

Pese a la avanzada hora de la tarde, es el primer lugar en el que vemos varios grupos de turistas. La rua Direita es como un museo al aire libre, deteniéndonos para fotografiar el Comur, una especie de Museo de la Sardina, con sus estanterías llenas de latas de diferentes colores. Algo parecido pero mucho más grande veremos en otras ciudades bajo el nombre de “Mundo fantástico da sardinha portuguesa”. Al final de la calle tenemos el castillo y la iglesia de Sao Tiago, cuyo interior lo ocupa la enorme y coqueta Livraria de Santiago. Siguiendo los consejos de protección ante el COVID de circular en un solo sentido, regresamos a la puerta de acceso por otra calle plagada de iglesias.

Coimbra, Tomar y Óbidos. Tres ciudades para el primer día en Portugal. No está nada mal. Por delante tenemos 90 km hasta Lisboa, donde pasaremos las próximas cuatro noches. El viaje continúa.

Memorias de Japón (y 3): Tokyo y alrededores

Continúo el relato del viaje por Japón que dejaba la pasada semana viajando de Kyoto a Tokyo. Era el 14 de octubre, nuestro 10º día en Japón. Aunque seguiremos viajando, regresaremos cada día al hotel de Tokyo, en el que pernoctamos las últimas 5 noches del viaje.

Tras casi tres horas en un tren bala, pasadas las 11 de la mañana llegábamos a Tokyo, así que no instalamos en el hotel y fuimos a comer a una pizzería. Como la empleada sólo hablaba japonés y creía que nos habíamos quedado con hambre, nos puso en contacto telefónico con su hermana que había aprendido castellano en Guatemala. Son tan amables los japoneses… La tarde la dedicamos a recorrer centros comerciales, fruterías, panaderías, puestos de venta de shushi…

15 de octubre. Nuestro primer destino es Kamakura, para lo que cogemos un tren (51 minutos) hasta la estación de Kitakamakura, para visitar tres magníficos templos zen, destacando el primero de ellos, Enhaku-ji, que conserva 17 de sus más de 40 templos secundarios. La siguiente cita la tenemos en el de Kenchoji, el monasterio de enseñanza zen más antiguo de Japón, pues fundado en 1253. El último es el de Tsurugaoka Hachimangu, trasladado a este lugar en 1191, donde presenciamos una ceremonia. Las jovencitas posan amablemente para la foto.

Seguimos en Kamakura. Comemos junto a la Torre del Reloj y de nuevo al tren, aunque sólo 3 minutos hasta la estación de Hase. Muy cerca tenemos otra de las cosas que tenía muchas ganas de conocer, pues es uno de los emblemas de Japón. Se trata del Daibutsu, la estatua de bronce del Gran Buda Amitabha, que data de mediados del siglo XIII, mide 13,41 metros y pesa 93 toneladas. En la misma zona de Hase, accesible en tren desde la estación de Kamakura, se encuentra el templo de Hase-Dera, que guarda una imagen de Kannon con 11 caras.

Nuestro siguiente destino es Yokohama y, más en concreto, la estación de Ishikawacho, a donde llegamos en 46 minutos, teniendo que coger tres trenes. Nuestro objetivo consiste en recorrer el vistoso Yokohama Chinatown y el Kuan Ti Miao Temple. De nuevo al tren, sólo 4 minutos, para ir a la estación de Sakuraguicho, punto de partida para acceder en 5 minutos a la Landmark Toser, de 295,8 metros de altura y 70 pisos. En el 69 hay un observatorio, Sky Garden, del que se puede disfrutar de magníficas vistas de la ciudad. A las 17:21 ya es noche cerrada. Cenamos en Yokohama y luego 54 minutos de tren, con un trasbordo, para regresar a Tokyo y, más en concreto, a la estación de Ochanomizu, cercana a nuestro hotel.

16 de octubre. Hoy vamos a batir el récord de medios de transporte y no podemos fallar, pues todos van enlazados. Comenzamos con el Shinkansen Tokyo-Odawara (09:33-10:08), donde enlazamos con otro tren a Hakoneyumoto: (10:17-10:35) y de allí otro a Gora (10:54-11:34). Estamos en la zona de Hakone, que queremos visitar hoy. Empezamos cogiendo el funicular Hakone Tozan Cable Car que nos llevará a Souzan, zona volcánica llena de fumarolas en las que degustamos los famosos huevos cocidos negros, de donde subimos en teleférico hasta Owakudani, disfrutando de magníficas vistas. Toca ahora descender en otro teleférico hasta Togendai, a orillas del lago Ashi, un lugar precioso.

Aprovechamos para comer en un restaurante del embarcadero del lago Ashi, mientras esperamos la salida del barco pirata, en el que realizamos un pequeño crucero hasta el puerto de Hakonemachi. Ahora toca media hora de paseo por un hermoso camino rodeado de cedros centenarios que nos lleva a Motohakone, haciendo un alto en el camino en el Hakone Checkpoint Museum. Desde la orilla del lago por fin vemos como telón de fondo el monte Fuji, que es a lo que hemos venido. El regreso es mucho más rápido: autobús a Hakoneyumoto y tren a Tokyo con trasbordo en Odawara. A las 19:10 llegamos a la capital japonesa tras haber cogido 10 diferentes medios de transporte en menos de 10 horas.

17 de octubre. Este día lo tenemos marcado en rojo, ya que el programa lo preparamos para estar este día en Nikko, pues queríamos asistir Gran Festival de Otoño del santuario Toshogu Shūki Taisai, en el que su principal atractivo es la procesión de un millar de hombres, algunos a caballo, vestidos con ropa y armaduras samurais de la época. Objetivo cumplido. Ha merecido la pena. En primavera tiene lugar otro festival similar. Como no, a Nikko nos desplazamos en tren (08:08-09:54), con trasbordo en Utsunomiya

En cualquier caso, el desplazamiento a Nikko resulta obligatorio. Situado a unos 150 km al norte de Tokyo, Nikko alberga importantes templos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El más interesante de todos es el de Toshogu, famoso por el grabado de los 3 monos sabios. Durante dos años, más de quince mil artesanos y carpinteros trabajaron en su construcción, estando considerado el mausoleo como una obra maestra del estilo arquitectónico Gongenzukuri, característico de los santuarios japoneses. En Japón parece que son del Athletic, pues lo rojiblanco está muy presente.

18 de octubre. Último día en Tokyo y en Japón. Ha quedado demostrado que octubre es uno de los mejores meses para recorrer el país, pues la humedad es más baja y el campo se viste de otoño. Tokyo no destaca precisamente por sus monumentos, aunque en esta última jornada decidimos visitar Sensoji, un templo budista localizado en Asakusa y dedicado a Avalokitesvara. Durante la Segunda Guerra Mundial el templo fue bombardeado y destruido, así que su reconstrucción fue un símbolo del renacimiento japonés.

En Asakusa contemplamos también el Asahi Beer Hall, conocido como Flamme d’Or. Nos desplazamos por la ciudad en metro, siendo nuestro siguiente destino un rincón muy popular, el que forman el puente Nijubashi y el Kokyo o Palacio Imperial, situado al fondo. Nos acercamos también a la Torre de Tokyo, de 332,90 metros, así que es más alta que la Eiffel parisina en la que se inspira. Concluimos la tarde en un centro comercial y visitando Toyota Showroom. He querido dedicar las últimas imágenes a las jóvenes japonesas, que tan amables fueron con nosotros. Siempre posaron con una sonrisa ante la cámara. Me ha encantado este país, su limpieza, puntualidad y la amabilidad de la gente, pero, sobre todo, su educación.

19 de octubre. Debido a la diferencia horaria, saliendo de Tokyo a las 12 del mediodía, a las 8 de la tarde estamos en el aeropuerto de Bilbao, tras 12h 30 minutos de vuelo a París y menos de 2 horas a Bilbao. Por cierto, quiero comentar lo bien que funcionó Air France en el Charles de Gaulle, pues solo teníamos 45 minutos para pasar el control de pasaportes y cambiar de avión. Gracias a su personal, que nos vino a esperar a la salida del avión, fue posible. Y el equipaje llegó. Eso sí, hasta el final tuvimos que correr en este viaje.

Memorias de Japón (2): Templos y festivales

Continúo el relato del viaje por Japón que dejaba la pasada semana en Kyoto, ciudad a la que sólo fuimos a dormir, pues al día siguiente tocaba madrugar, ya que a las 07:45 teníamos que coger un Shinkansen hasta Nagoya y luego en un tren convencional al siguiente destino, Takayama, a donde llegamos a las 10:52.

9 de octubre (5º día en Japón). Viajamos con equipaje así que, como hicimos en Hiroshima, nos disponemos a dejarlo en las consignas automáticas de la estación, pero están llenas como sucede con todo en esta población debido al festival. Aprovechando la amabilidad de los japoneses, dejamos las maletas en un hotel cercano. Esta ciudad de casi 100.000 habitantes cuenta con un precioso casco antiguo lleno de alojamientos tradicionales y antiguas casas del periodo Edo. Aunque no lo consideramos adecuado, bastantes visitantes recorren las callejuelas de Takayama en jinrikisha o rickshaw.

Hemos venido a Takayama para asistir al Festival de Otoño o Hachiman Festival, que se celebra los días 9 y 10 de octubre (hay otro en primavera el 14 y 15 de abril). Por este motivo es muy difícil encontrar alojamiento, salvo que hagas las reservas con muchos meses de antelación, lo que ha originado que tengamos que ir a dormir a Toyama (más de hora y media de tren y una hora más si no consigues el directo) y nos perdamos el desfile de carrozas de la tarde. Eso sí, podemos contemplar muchas de la docena de carrozas o yatais, profusamente adornadas, dispersas por la ciudad. Algunas están decoradas con los llamados Karakuri Ningyo, sofisticados muñecos mecánicos que pueden moverse y bailar. Era otro de los puntos fuertes del viaje.

Aunque no pudimos contemplar la procesión de las carrozas de las 6 de la tarde, si tuvimos ocasión de ver a las 13 h la salida de los monjes del templo de Sakurayama Hachimangu, el santuario sintoísta de la ciudad, que guarda durante el resto del año las carrozas. Dicen de este festival que es uno de los tres más hermosos de Japón, motivo por el que planificamos el viaje para coincidir con él. Las vestimentas son espectaculares y, aunque había mucha gente, conseguí infiltrarme para tomar las fotos junto a los monjes.

Se ha echado la hora de comer, así que, para no perder tiempo, lo hacemos en los puestos callejeros, que sirven deliciosa comida. Aprovechamos la tarde para visitar el templo Hida Kokubun-ji, uno de los más antiguos de la ciudad, pues fue construido en el siglo VIII. Es visible desde muchos puntos por su pagoda de tres pisos. También visitamos el Museo Hida Folk Village, creado en 1971 para preservar una treintena de edificios del estilo Gassho-Zukuri. Ha sido una faena no encontrar hotel en Takayama, pues a las 17:50 tuvimos que coger el tren para Toyama, a donde no llegamos hasta las 20:28 por el trasbordo en Inotani. Una cosa buena. En el Comfort Hotel Toyama, situado junto a la estación, pasamos por fin dos noches.

10 de octubre. Hoy toca madrugar. Vamos a pasar tanto tiempo viajando como en el sitio que vamos a visitar. A las 08:00 sale el tren directo a Takayama (poco más de hora y media de viaje), para luego coger a las 09:50 el autobús a Shirakawago (50 minutos de viaje). Allí estaremos poco más de 4 horas y media y, luego, la operación inversa para regresar a Toyama. Shirakawago es un pueblecito situado en los “Alpes Japoneses”, que cuenta con tres aldeas que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por sus caseríos gassho-zukuri, que pudimos ver en la más accesible, Ogimachi.

11 de octubre. Nuestro principal objetivo de hoy es la capital de la prefectura de Ishikawa, Kanazawa, que cuenta con una espectacular estación de tren a la que llegamos poco antes de las 9 de la mañana, tras 37 minutos de viaje desde Toyama. Dejamos los equipajes en las consignas automáticas y cogemos un autobús hasta nuestro objetivo, que no es la ciudad sino Kenrokuen, para mucha gente el jardín más hermoso de Japón, que cuenta con varios estanques, arroyos, cascadas, puentes, casas de te e impresionantes árboles.

Comemos temprano un bocadillo a la entrada de la estación antes de coger el tren Kanazawa-Osaka (12:53-15:37). Nos instalamos en el Chisun Hotel Shinsaibashi Osaka **** y nos disponemos a “patear” la ciudad, deteniéndome a fotografiar al perro que viaja con casco en una moto. Nuestro destino es el Umeda Sky, el edificio más emblemático de Osaka. Subimos al mirador del piso 40 para contemplar la puesta de sol, teniendo como telón de fondo los rascacielos y a nuestros pies el río Umeda. Hoy toca cenar bien y lo hacemos en un restaurante español, aunque gestionado por japoneses.

Domingo 12 de octubre, Tenemos sólo 26 minutos de tren para volver a Kyoto, donde por fin conseguimos dos noches seguidas de hotel. A las 09:08 salgo del tren pero me dejo una pequeña mochila con la cámara de fotos. Aunque me doy cuenta al momento, el tren ha cerrado sus puertas y continúa su viaje hasta Toyama. Con ayuda de una amiga japonesa que habla castellano, hago la reclamación y me dicen que no me preocupe, que cuando llegue el tren a su destino (faltan 3 horas), la recogen y me la envían al hotel. Al día siguiente, festivo en Japón, la mochila con la cámara está en el Hotel. Así de honrados son los japoneses. En esta ocasión visitamos en Kyoto el templo Sanjusangendo, famoso por las 1001 imágenes casi idénticas de la diosa Kannon, que no dejan fotografiar. Cenamos en un restaurante tradicional con la amiga de Osaka y su marido español. Ningún camarero te atenderá si no dice “Sumimasen”, que realmente significa “lo siento”. De camino vemos un par de geishas.

13 de octubre. Estamos amortizando bien el JR Pass, pues nos movemos más que una peonza. El viaje de hoy es corto, así que no toca madrugar. Tras 45 minutos de tren, a las 10 de la mañana estamos en Nara, que fue la primera capital permanente de Japón, por lo que cuenta con un importante conjunto de templos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El primero que visitamos fue el de Kofukuji, con su interesante pagoda. De allí nos dirigimos al de Todaiji, uno de los más interesantes de Japón y considerado el edificio de madera más grande del mundo, que alberga una enorme estatua de bronce del Buda Vairocana de 15 metros de altura.

Seguimos en Nara. Caminando por un precioso bosque lleno de ciervos que acuden en busca de comida, llegamos a Kasuga Taisha, uno de los santuarios sintoístas más antiguos de Japón. Es conocido por sus más de 2.000 lámparas de piedra en el camino de subida al salón principal, que a su vez cuanta con más de 1.000 lámparas de bronce. Concluimos nuestro recorrido en el templo Gangoji, muy reformado porque la mayor parte de la arquitectura original se perdió en los incendios de los siglos XV y XIX.

Regresamos a Kyoto y volvimos a coger otro tren rumbo a nuestro destino vespertino, Fushimiri Inari, situado a sólo 5 minutos de viaje. En este santuario se rodaron varias escenas de “Memorias de una Geisha”. Lo más llamativo de este lugar es la gran cantidad de caminos de toris con que cuenta en varios de sus caminos. Hay tantos toris superpuestos, que parecen túneles rojos. A la entrada de alguno de ellos hay estatuas de zorros. Es un lugar muy curioso y lleno de encanto, desde el que regresamos a Kyoto.

14 de octubre (10º día en Japón). A las 08:29 cogemos el Shinkansen a Tokyo (2h 41 minutos de viaje). Seguiremos moviéndonos bastante, pero en la capital japonesa pasaremos las cinco últimas noches del viaje. Es una gozada no tener que volver a hacer la maleta hasta que marchemos. El viaje continúa.

Memorias de Japón (1): El viaje prefecto

Los Juegos Olímpicos de Tokyo han traído a mi memoria un viaje que no olvidaré fácilmente, el que realizamos a Japón del 4 al 19 de octubre de 2008. No era un país que estaba entre mis favoritos, por la dificultad de su idioma, por la creencia de que resultaba carísimo y por desconocer que tenía tantos atractivos. Sin embargo pude comprobar lo equivocado que estaba, pues las dos parejas nos movimos con total libertad, utilizando siempre el transporte público. De hecho, desde el aeropuerto de Tokyo nos desplazamos hasta el Hotel Edoya utilizando el tren, el metro y finalmente a pie. Resulta muy fácil, porque toda la información está también en inglés y, en el metro de Tokyo, las estaciones tienen números y las líneas funcionan por colores, que encuentras pintados en el suelo y en el vagón. Eso sí, hay que ir provisto del JR Pass (www.japanrailpass.net), una especie de Interrail. El vuelo lo hicimos con Air France, que tenía una buena conexión con Bilbao y que gestionó muy bien a la vuelta el retraso que tenía, viniendo a buscarnos a la puerta del avión, en París, con un cartel que ponía Bilbao.

El 5 de octubre, a las 06:55 de la mañana nuestro avión tomaba tierra en el aeropuerto de Narita. Para nuestro cuerpo eran casi las 12 de la noche. Amaneció un día tristón pero, tras instalarnos en el hotel, decidimos empezar a tomar el pulso a la ciudad, para lo que optamos por desplazarnos en un tren sin conductor a la zona de Odaiba, una isla a la que se accede por el Rainbow Bridge. Allí vemos el edificio de Fuji TV, la  noria Daikanransha y varias esculturas, entre las que destaca la réplica de la estatua de la Libertad neoyorquina a escala 1:7. También fotografiamos a los invitados a una boda. En este primer día ya hemos aprendido el funcionamiento de los WC que tienen calefacción, un chorrito de agua para limpiarte y aire caliente para secarte. También hemos conocido una excelente idea japonesa, que los paraguas son comunitarios, así que coges uno cuando llueve y lo abandonas cuando para.

6 de octubre. Aprovechando el jet lag nos levantamos a las 4 de la madrugada, que para nuestro cuerpo son las 9 de la noche. Una ducha rápida y a la estación de Okachimachi, pues a las 04:44 tomamos un tren hasta la estación de Shimbashi, situada a un cuarto de hora a pie de la Lonja de Pescado Tsukiji. A las 05:30 tiene lugar la subasta del pescado en la que el rey es el atún, con ejemplares que pueden alcanzar el millón de yenes (7.700 €). Aprovechamos para ver el resto del mercado con rapidez, pues tenemos que volver a hotel, coger el equipaje y regresar a la estación, pues a las 09:33 sale nuestro tren para Kyoto. Ya hemos realizado una de las visitas que considerábamos imprescindible.

2 horas 43 minutos separan Tokyo de Kyoto en Shinkansen Hikari, aquí conocido como tren bala. Otra lección japonesa: el transporte público es muy puntual. He preparado una guía de trenes personalizada para no perder tiempo en las estaciones y en una ocasión hemos hecho un trasbordo de tren con cambio de andén en un minuto. En Kyoto hemos dado más vueltas que una peonza para encontrar nuestro hotel, el APA Horikawadori Hotel, en el que sólo estaremos una noche, pues estaban completos por la celebración de una prueba de Fórmula 1, así que regresaremos más adelante. Dedicamos la tarde a visitar el principal monumento, Kinkaku-ji Temple, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en el que destaca The Golden Pavilion. En Kyoto comprobamos lo simpáticas que son las jovencitas y que la fruta se vende por unidades, como artículo de regalo debido a su elevado precio.

7 de octubre. Continuamos en otro tren bala, el Shinkansen Hikari Kyoto-Hiroshima (08:22-10:25). Es parte de los 4.000 kilómetros que nos esperan por la isla de Honshu utilizando todo tipo de transportes: trenes, metros, tranvías, funiculares, taxis, autobuses, teleféricos y barcos, además de varios ascensores. En tranvía nos acercamos al Memorial de la Paz (Cúpula de Genbaku), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es el único edificio que permanece en pie desde la explosión de la bomba atómica. Muchos escolares se acercan a este lugar.

El viaje continúa sin tregua, pues a las 13:35 tenemos que coger un tren con destino a Miyajimaguchi (25 minutos), de donde sale el barco al tercer destino turístico de Japón, la isla de Miyajima, otro de los puntos fuertes del viaje. Por la calle principal notamos un fuerte olor desconocido. Luego vemos que procede de puestos de ostras a la plancha. Lástima que acabamos de comer. Por primera vez vemos a ciervos que deambulan a sus anchas por las calles. Nos alojamos en el Miyajima Seaside Hotel, tradicional ryokan japonés, con suelo de tatami y cama en el suelo tipo futón. Hay que descalzarse antes de entrar, pero te proporcionan varios juegos de zapatillas. La cena y el desayuno fueron espectaculares. Fue el capricho del viaje. Para los enchufes hay que llevar un adaptador a clavija plana.

Aprovechamos la tarde para recorrer Miyajima, centrándonos sobre todo en el Santuario sintoísta de Itsukushima, que data del siglo XII y cuenta con preciosos edificios de color rojo. Forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El emblema de la isla y motivo de muchas fotografías es el enorme tori flotante, que realmente está construido sobre la arena y marca el acceso al santuario. A él acudimos también por la noche, para obtener la imagen del tori iluminado. También vemos una preciosa pagoda de cinco plantas.

8 de octubre.- Abandonamos temprano la isla en el ferry JR, pues a las 08:13 tenemos que coger el tren Miyajimaguchi-Himeji, con trasbordo en Hiroshima a un tren bala. Nuestro objetivo consiste en visitar una de las estructuras más antiguas del Japón medieval, que ha llegado hasta nuestros días tal como fue construido a comienzos del siglo XVII, con su estructura de madera, motivo por el que la UNESCO lo incluyó en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Nos ha encantado el castillo de Himeji.

Seguimos a la carrera, pues cuando vamos llegando al mediodía tenemos que coger un autobús, luego un teleférico que nos lleve al monte Shosha y, finalmente, caminar un cuarto de hora para llegar al templo Engyoji, uno de los lugares en los que se rodó “El último Samurai”, protagonizada por Tom Cruise y Ken Watanabe. Este templo cuenta con varios edificios y Budas esparcidos por la montaña, siendo la terraza del Maniden el sitio más impactante de un lugar poco frecuentado por los extranjeros. Previamente, nada más llegar al templo, hemos degustado una comida tradicional.

Tenemos que amoldarnos a las horas de sol, pues amanece sobre las 6 de la mañana y se pone el sol a las 17:30, así que hay que madrugar para que el día cunda. Nuestra jornada todavía no ha concluido, hemos decidido ir a cenar carne de Kobe a Kobe, de donde nos separan 36 minutos en tren bala. Cuando llegamos es ya de noche, así que miramos las cartas de varios restaurantes y a cenar. Las mesas de 4 personas tienen una especie de plancha circular en el centro, donde cada uno se prepara la carne a su gusto, acompañada por algunas verduras. No es nada barata, pero está exquisita. Merece la pena el gasto, pues nunca he comido una carne tan buena. Desde el restaurante vemos iluminados el Oriental Hotel, la Kobe Tower, el Kobe Maritime Museum y la noria.

No debe de ser muy tarde, pero hace ya mucho que ha anochecido cuando terminamos de cenar. Hoy volvemos a dormir en Kyoto, pero antes tenemos casi una hora de tren. Nos llama la atención que muchos japoneses viajan dormidos, pero se despiertan al llegar a su estación. El viaje continúa

Municipios de Bizkaia (7)

Continúo el recorrido por otros ocho municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 27 de abril. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo esta entrega con Iurreta, municipio desanexionado de Durango en 1990, más extenso que él (18,84 km²) y mucho menos poblado (3.665 habitantes). La parte más monumental se sitúa en Aita San Migel plaza, a la que se asoman la iglesia de San Miguel Arcángel, con su torre barroca, y el palacio Goikolea, construido en 1670, actual sede del Ayuntamiento, frente al que vemos la escultura de un dantzari. En la zona rural del municipio hay que citar el barrio de Goiuria, que cuenta con excelentes vistas sobre las crestas del Duranguesado, elegantes caseríos, un hórreo y la ermita de Santa Catalina.

Muy cerca también de Durango tenemos el siguiente municipio, Izurtza, mucho menos extenso (4,28 km²) y poblado que el anterior (252 habitantes). Cuenta con notables casas-torre, como la de Etxaburu y la de Izurtza o Bekotorre. Otro edificio civil destacado es el palacio Arana, edificado en 1852. Bajo la atenta mirada del Mugarra hay hermosos caseríos y un coqueto edificio sede del Ayuntamiento. De los edificios religiosos me quedo con la iglesia parroquial de San Nicolás Obispo (siglo XVI) y la ermita de Erdoitza, ubicada en Bitaño.

Cambiamos de zona y nos dirigimos al extremo occidental de Bizkaia, donde se encuentra el municipio más extenso, 137,87 km², que cuenta con tan sólo 2.803 habitantes. Se trata de Karrantza Harana/Valle de Carranza, precioso territorio eminentemente rural, que cuenta con lugares tan interesantes como las cuevas de Pozalagua y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Armañón. Recorriendo sus numerosos barrios mientras contemplamos el monte Ranero, nos vamos deteniendo en preciosos lugares como El Suceso, conjunto formado por el coso taurino, el monumento a la Virgen y el Santuario, de donde nos desplazamos al museo de la iglesia de San Andrés de Biáñez y el núcleo de Concha, que cuenta con monumentales casas de Indianos y un coqueto Ayuntamiento. Para la tarde dejamos la iglesia de San Miguel de Ahedo, el Colegio-Seminario y el Palacio de Villapaterna. Nos ha faltado tiempo para ver todo.

Nos desplazamos ahora al municipio de Kortezubi, desanexionado del de Gernika en 1987. Tiene una extensión de 12,03 km² y una población de 442 habitantes. Se hizo famoso por su peculiar alcalde durante casi 28 años, José Antonio Bastegieta “Marko”, propietario de la conocida cervecera, que sigue atrayendo a numerosas personas tras visitar la cueva de Santimamiñe y el bosque de Oma, ahora cerrado. El núcleo principal es Enderika, donde están el Ayuntamiento y la iglesia gótica de Santiago (siglo XV). Nos acercamos también a al barrio de Basando y a las ermitas de San Pedro y de San Mamés, situada junto a la entrada a las cuevas.

Kortezubi cuenta o mejor dicho contaba con otro precioso lugar, el Bosque de Oma, realizado a mediados de la década de 1980 por el artista basauritarra Agustín Ibarrola y formado por 47 figuras de vivos colores, pintadas sobre unos pinos que alcanzan una altura de hasta 30 metros. Sin embargo, lleva ya tiempo cerrado porque los pinos sufren la llamada banda marrón, una enfermedad que ha afectado al 80% de ellos. Parece que se quiere volver a crear un espacio similar en un lugar cercano pero, para el recuerdo, lo dejo tal como lo vi cuando, por cierto, lo estaban repintando.

La siguiente cita la tenemos de nuevo en el extremo occidental de Bizkaia, limítrofe con Cantabria y vecino del Valle de Carranza. Mientras que ese municipio es el más extenso del territorio, Lanestosa es el más pequeño, pues cuenta con una extensión de 1,31 km², con una población de 253 habitantes. Pese a ello, recibió el título de villa el 6 de junio de 1287, en Burgos, dado por el Señor de Vizcaya, el Conde Don Lope Díaz de Haro, por lo que cuenta con señoriales edificios, como el palacio Colina, el Ayuntamiento, las antiguas escuelas y lavadero y la iglesia de San Pedro. También os recomiendo visitar Kobenkoba, Centro de interpretación del arte rupestre.

Cambiamos de zona. Ahora toca el valle del Txorierri, donde se encuentra el municipio de Larrabetzu, que tiene una extensión de 21,39 km² y una población de 2.037 habitantes. El centro urbano resulta muy interesante, sobre todo el entorno de Askatasuna plaza, donde se encuentran el Ayuntamiento, el original palacio Ikaza (siglo XVI) y, a un paso, el palacio Anguleri y la iglesia de Andra Mari. También resulta interesante acercarse al barrio de Goikolexea, distante 1,4 km y accesible en Bizkaibus, donde destaca la iglesia de los Mártires San Emeterio y San Celedonio, que posee uno de los retablos hispano flamencos más notables de Bizkaia.

Entre Erandio y Mungia tenemos el municipio de Laukiz, que cuenta con una extensión de 8,15 km² y una población de 1.227 habitantes. Es una zona eminentemente rural que cuenta con cinco barrios, estando su núcleo principal en Elizalde, donde se encuentran la iglesia de San Martín, fundada en 1748, y el Ayuntamiento, edificio en el que nació el poeta Esteban Urkiaga Basaras “Lauaxeta”. También resulta interesante el restaurante Ganene. Fuera del centro urbano tenemos la Casa de Virgen de Unbe, lugar peregrinación mariana.

Concluyo este rápido recorrido por ocho municipios de Bizkaia, en el que resido desde hace casi 28 años, Leioa, que cuenta con una extensión de 8,36 km² y una población de 32.013 habitantes. Es la sede del campus principal de la Universidad del País Vasco. Como necesitaría mucho espacio para hablar de mi pueblo, de sus parques y zonas rurales, me voy a ceñir a la arquitectura, comenzando con la religiosa, pues tenemos la iglesia parroquial de San Juan Bautista y tres ermitas, Ondiz, San Bartolomé y Santimami, aunque esta pertenece por poco a Erandio. De la arquitectura civil destaca el palacio de Artatza, aunque también son dignos de mención el Ayuntamiento, la Torre de Ondiz y el palacio Mendibile, sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina. Si deseas más información te remito a otra entrada que publiqué el 8 de septiembre de 2020: https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2020/09/08/del-mundo-a-leioa-mi-pueblo/

Me gusta incluir siempre alguna ruta a pie, pero al no ser posible realizar la del bosque de Oma, os relato la que realicé el pasado 21 de agosto. Consiste en subir a San Pedro de Atxarre (312 m), desde Akorda (170 m), barrio perteneciente al municipio de Ibarrangelua. El sendero parte de una cruz situada poco antes de entrar al barrio, presidido por  la iglesia de Santa María Engracia. Al principio es muy estrecho y cerrado pero, en cuanto se alcanza el barrio de Allika, se convierte en un amplio camino casi siempre empedrado, que nos lleva hasta la ermita del siglo XV ubicada en la cima, con una excelente vista sobre Urdaibai, la playa de Laida, la ría de Gernika y Mundka. En poco más de 30 minutos se llega a la cumbre. El camino es muy frecuentado en verano y está muy bien señalizado. También se puede subir desde Kanala. En Akorda está el monolito en homenaje a Juan Telletxea, los marinos del Bou Nabarra y del Eusko Itsas Gudarostea. Luego nos dirigimos al barrio de Gametxo, para fotografiar  la isla de Izaro.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 10 de abril y el 12 de septiembre de 2014, salvo la ruta de San Pedro de Atxerre, que corresponden al 21 de agosto de 2021.

Dublín, la guinda del viaje

Concluyo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que os contaba en tres entradas el pasado mes de junio. Intencionadamente dejé a parte el relato de nuestra estancia en Dublín, ciudad en la que pasamos las tres últimas noches, por dos motivos. El primero, porque la capital irlandesa tiene personalidad propia como para justificar una escapada con destino a esta ciudad. El segundo, porque esperaba que la compañía irlandesa volviera a enlazar los aeropuertos de Bilbao y Dublín, cosa que ya ha sucedido, pudiendo realizar cómodamente el viaje en poco más de dos horas.

La primera jornada en la capital irlandesa la dedicamos en primer lugar a comprar el Dublin Pass, que ahora cuesta 86 € y permite el uso ilimitado del autobús turístico y la entrada a un montón de lugares, los que os cito a continuación y algunos más. Os recuerdo que en Irlanda nada es barato, pero sólo las entradas a los lugares que cito cuestan 92 €, así que merece la pena. A continuación nos acercamos a O´Connell Street, la principal arteria de Dublín, donde se encuentra The Spire (La Espiral), una gran aguja que se eleva 120 metros desde el año 2003. Contemplamos algunos monumentales edificios, como el de Correos y paseamos por el St Stephen’s Green Park.

Nuestro recorrido continúa por el barrio más carismático de Dublín, de nombre Temple Bar, conocido sobre todo por su vida nocturna, pues sus estrechas callejuelas están llenas de pubs y restaurantes, muchos de ellos adornados con globos y banderas de Irlanda, pues su selección disputaba en Francia la Eurocopa de fútbol. La siguiente visita la tenemos muy cerca. Se trata del Dublín castle (castillo de Dublín), edificio del siglo XVIII, sede del Gobierno británico en Irlanda hasta 1922.

Nos dirigimos ahora a la notable Catedral de la Santísima Trinidad (Cathedral of the Most Holy Trinity), popularmente conocida como Christ Church, perteneciente a la anglicana iglesia de Irlanda. Es la más antigua de las dos catedrales medievales de la ciudad, pues su construcción comenzó en 1172. En ella vimos el ensayo de un grupo coral, para luego visitar la exposición que se realiza en su enorme cripta, del siglo XII, la estructura más antigua de Dublín que aún se mantiene en pie.

Justo al lado tenemos uno de los lugares que más nos han gustado de la capital irlandesa, Dublinia, una exposición que invita a realizar un viaje al pasado, para conocer la historia de Dublín durante la época vikinga y la Edad Media. Este museo se ubica en el Synod Hall, un edificio neogótico construido en 1875 sobre la iglesia medieval de S. Michael. Está organizado en tres partes bien diferenciadas: Dublín vikingo, Dublín medieval, y una zona denominada «History hunters» (Cazadores de historias). Merece la pena.

Y de aquí a la otra Catedral, la dedicada al patrón de Irlanda, San Patricio (St. Patrick’s Cathedral), también perteneciente a la iglesia de Irlanda. Erigida junto a un pozo en el que San Patricio bautizó a los conversos en torno al año 450, constituye la mayor iglesia del país. Su interior parece un museo, por la cantidad de bustos, estatuas, placas, sepulcros y banderas que guarda, que reflejan diferentes momentos históricos ocurridos durante su existencia. Su construcción se realizó entre los años 1200 y 1270.

Dejamos los lugares culturales para visitar ahora algo más lúdico, la conocida como Fábrica de Guinness, que no es otra cosa que su antiguo almacén (Guinness Storehouse), construido en 1904 para ser utilizado como lugar de fermentación de la cerveza Guinness, que tiene como marca registrada el símbolo de Irlanda, el arpa. El edificio cumplió con su cometido hasta 1988, volviendo a abrir sus puertas en el año 2000 para mostrar sus exposiciones. Este lugar es como un museo cuya visita merece realmente la pena, pues estuvimos aquí casi hora y media. Si no dispones del Dublín Pass, la entrada cuesta 18,50 €, que incluye la pinta que uno mismo se escancia tras superar el cursillo de aprendizaje.

Comemos bastante tarde en la zona para luego realizar la última visita de la jornada, pasando de la cerveza negra al whiskey irlandés, como aquí se llama a esta bebida espirituosa, así que accedemos a la antigua Destilería de Jameson (The Old Jameson Distillery), fundada por John Jameson en 1780. Como no teníamos tiempo, hemos pasado de largo la Cárcel de Kilmainham. Al final no hemos conseguido entrada hasta el último pase. Acompañados por un guía, durante una hora fuimos pasando por las diferentes zonas en las que se llevaban a cabo la molienda, la maceración, la fermentación, la destilación y la maduración, fases necesarias para la elaboración del whiskey. Si no dispones del Dublín Pass, la entrada es la más cara de todas, pues cuesta 22 €, que incluye la degustación de una copa de este licor. Salimos sobre las 19 horas así que, cansados, optamos por coger el autobús de regreso a nuestro retiro universitario, en el que cenamos, tras tomar una pinta en un pub, a mitad de precio que en el centro.

Hemos acertado en dejar para el 19 de junio la visita más complicada. Digo esto porque llueve y porque para acceder al Trinity Collage hay que hacer interminables colas pese a que la entrada no es barata (16 €). En nuestro caso fueron 45 minutos bajo un paraguas. Luego dedicaríamos más de hora y media a fotografiar los jardines, los diferentes edificios, las esculturas y la visita interior, la Antigua Biblioteca y la exposición sobre el Libro de Kells, un manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año 800. Fundada en 1592 por la reina Isabel I, Trinity Collage es la Universidad más antigua de Irlanda. La Biblioteca posee la mayor colección de manuscritos y libros impresos de Irlanda. Desde 1801 recibe un ejemplar de todas las obras publicadas en Irlanda y Gran Bretaña, por lo que en la actualidad posee casi tres millones de libros repartidos en ocho edificios. El edificio de la Antigua Biblioteca fue construido entre 1712 y 1732, por lo que es el más antiguo de los que se conservan.

Sigue lloviendo, así que, después de comer, optamos por visitar otro lugar cerrado, ubicado también en el centro. Se trata de la Galería Nacional de Irlanda (National Gallery of Ireland), que alberga una colección de arte irlandés y europeo desde la Edad Media hasta el siglo XX. Este museo, cuya visita es gratuita, fue inaugurado en 1864, aunque ha tenido que ser ampliado en sucesivas ocasiones. Cuenta con 54 salas en las que se exponen más de 800 obras de arte, algunas de grandes maestros de la talla de Caravaggio, Rembrandt, Monet, Velázquez, Picasso, Goya o Van Gogh.

Al estar el día lluvioso, hemos podido dedicar más tiempo a la comida antes de acceder al Museo. Al final dejó de llover y pudimos ir a despedirnos de la zona más tradicional de Dublín, Temple Bar, con sus pintorescos pubs, para luego callejear un poco antes de retornar al lugar que elegimos para pasar estas tres noches, Dublin City University – Campus Accommodation ***, donde se alojan los estudiantes durante el curso. El centro de Dublín resultaba prohibitivo, aunque este no era nada barato, 100 € la noche en una espartana habitación doble con baño y desayuno incluido. En cada pasillo había una sala con cocina y televisión.

El 20 de junio concluía nuestro viaje de 15 días dando la vuelta a Irlanda. Desayunamos con tranquilidad y nos dirigimos al cercano aeropuerto. El vuelo EI 748 de Aer Lingus, con destino a Bilbao, puso fin a nuestro periplo irlandés.

Escapada soriana

Como en Leioa estamos pasando el verano debajo de una nube y teníamos ganas de ver las Perseidas, que se mostraban en su máximo esplendor la noche del 12 al 13 de agosto, decidimos realizar una breve escapada de tan sólo 3 días a la provincia de Soria, cuya capital tenemos a 241 km de casa. La primera foto que ilustra este párrafo es del área de servicio de Altube, que desde que lo regenta La Pausa ha perdido la gracia que tenía antes, además de ser muy caro. Ya no venden prensa, la comida es en plan autoservicio y si quieres tomar un vino, tienes que comprar una pequeña botella. Es por ello que en esta ocasión, tanto a la ida como a la vuelta, hicimos un alto en el camino en la localidad de Panzares, situada a orillas del río Iregua con vistas a los Mallos de Cameros, al borde de la carretera que une Logroño con Soria por el puerto y túnel de Piqueras. A la ida en el Mesón de los Ángeles y a la vuelta en la Venta de Panzares, del que no olvidaré fácilmente la tarta de queso casera.

Para esta corta escapada hemos elegido para pernoctar las dos noches el Parador Antonio Machado, edificio moderno y un tanto impersonal, en el que agradecí especialmente, debido al intenso calor, su aire acondicionado y la comida en su restaurante, donde compartimos un exquisita ensalada con espárragos en tempura, a la que siguieron sendos platos de paleta de cordero y solomillo de ternera de Ávila. Además el alojamiento nos salió gratis gracias a los puntos obtenidos con las estancias anteriores. El Parador está ubicado a 1 km de la plaza Mayor, en el parque del Castillo, desde donde bajamos caminando hasta el centro a las 6 de la tarde, con 35 grados de temperatura, pasando por el mirador del Sagrado Corazón.

Un calor al que no estamos acostumbrados, condicionó bastante esta escapada. Como en la ciudad de Soria hemos estado unas cuantas veces, la última hace 5 años, decidimos dedicarle tan solo un par de horas, centrándonos principalmente en sus iglesias, así que comenzamos por la Concatedral de San Pedro, en cuyo interior se estaba muy fresco. Destaca en ella su plateresca portada sur, presidida por la imagen de San Pedro con las llaves en la mano. Una vez en su interior, lo más importante es el retablo mayor (siglo XVI) y, sobre todo, el claustro románico del siglo XII (entrada: 2 euros), declarado Monumento Nacional.

Pasamos junto al Palacio de los Condes de Gómara el edificio más representativo de la arquitectura civil renacentista de la ciudad y la iglesia del Carmen, accediendo al interior de la iglesia de Santo Domingo, cuyos orígenes se remontan al siglo XII, destacando su portada, considerada una de las mejores del románico español. Permanecemos un momento en su interior escuchando cantar a las monjas. A un paso tenemos el Instituto Antonio Machado, cuya construcción comenzó en 1575. En un lateral vemos dos esculturas del poeta.

Soria cuenta con numerosos edificios históricos, pero en este apresurado recorrido nos acercamos a la plaza de San Esteban, a la que se asoma la antigua sede del Banco de España, de donde nos dirigimos a otra coqueta iglesia, la de San Juan de Rabanera. Junto a ella hay otras notables edificaciones, como las de la Diputación, el Palacio del Marqués de Alcántara y la Casona de los Salvadores. Concluimos nuestro recorrido en una terraza de la plaza Mayor, presidida por la Fuente de los Leones, a la que se asoman el Ayuntamiento y el Palacio de la Audiencia, además de tres esculturas dedicadas a Gerardo Diego, Leonor Izquierdo y el Fuero de Soria. De regreso al Parador nos detenemos ante la iglesia de Ntra Sra del Espino.

13 de agosto. Toca madrugar, ya que nos hemos apuntado al primer turno de desayuno (8 h), pues luego tenemos 55 km hasta el aparcamiento de la Laguna Negra de Urbión, ubicada en el Parque Natural del mismo nombre, un lugar en el que he estado en varias ocasiones. Tenemos que dejar el coche en un gran aparcamiento (4 €) para luego coger el primer autobús que nos acerque al aparcamiento superior (poco más de 1,5 km). El precio es de 1,20 € ida y vuelta, saliendo los autobuses cada media hora, de 10:00 a 14:30 y de 16:00 a 19:00 h. El lugar está lleno de encanto, pero hace bastante calor, pese a estar a unos 1800 metros de altitud.

Me sorprende ver el calzado que llevan algunas personas, cuando toca subir por una zona muy incómoda y pendiente, llena de rocas, hasta alcanzar la parte superior de la Laguna Negra. De hecho hemos empleado casi media hora en cubrir 400 metros. El caminar se vuelve más cómodo y la subida muy suave durante la siguiente hora de marcha, hasta alcanzar la Laguna Larga (2011 m). Teníamos que estar llegando a la cumbre pero, entre el calor, que mi pierna no da para muchos trotes y que veo la cima abarrotada de personas, decidimos dar la vuelta cuando nos quedaba 1 km para llegar a la Muela de Urbión (2228 m), en la que ya he estado en tres ocasiones anteriores.

14 de agosto. Aprovechando un poco el fresco matutino y dado que hasta las 12 del mediodía no hay que dejar la habitación, decidimos dar un corto paseo caminando a orillas del río Duero por la Senda de los Pescadores, recorrido que ya hicimos hace unos años siguiendo el GR 14 por un hermoso parque en el que podemos contemplar varias esculturas, como la dedicada al Duero o las que llevan como título “Poetas de Soria” o “Pájaro y yo”.

Cruzamos el Duero por un puente peatonal situado bajo la ermita de San Saturio, desde donde iniciamos el regreso, ya que no disponemos de tiempo para acceder al templo, así que las fotos que adjunto corresponden a una visita anterior. Parte de esta gran ermita está construida sobre varias cuevas en las que en el siglo VI vivió el patrón de Soria. La capilla es de planta octogonal y está profusamente decorada con frescos del pintor soriano Juan Zapata Ferrer. El altar barroco cobija un busto relicario de San Saturio con sus restos.

Teníamos prisa en la Senda de los Pescadores porque antes de abandonar el Parador quería ir a otro lugar que me encanta, el claustro de San Juan de Duero, que lo tenemos muy cerca, pues basta con cruzar el puente medieval sobre el río Duero. En este lugar se asentó la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Duero, conservándose un monumental claustro del siglo XIII, que cuenta con interesantes arcos y capiteles. Junto a él se levanta un sencillo templo románico, en el que destacan sus elegantes templetes con capiteles historiados. Por cierto, los fines de semana la entrada es gratuita.

Como lo tenemos a mano camino de casa, a tan sólo 15 km nos detenemos en un lugar que hace muchísimos años que no visito. Se trata del yacimiento arqueológico de Soria, símbolo de la lucha de un pueblo por su libertad, a la que pondría fin el romano Escipión. Los restos de la antigua ciudad celtíbera del siglo IV aC se asientan sobre el cerro de la Muela, que domina el pueblo de Garray. Hoy podemos ver los restos de la muralla y la reconstrucción de sendas viviendas celtíbera y romana. La entrada cuesta 6 euros (4 los jubilados y parados).

Concluida la visita, nos instalamos por un momento en una terraza frente a la iglesia de San Juan Bautista de Garray, antes de emprender el regreso a Leioa, de donde nos separan 235 km, aunque paramos a comer en la Venta de Panzares.

Las Montañas Azules (Sydney, Australia)

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, realizado del 23 de septiembre al 24 de octubre de 2018, que dejaba la pasada semana en Sydney, ciudad que dejamos aparcada, de momento, para disfrutar de ella en los tres últimos días de viaje.

20 de octubre. Día 28 de viaje. Hoy nos ha venido bien estar alojados en un apartamento, pues toca madrugón y desayunar en él, ya que a las 7 de la mañana tenemos que estar en un punto de recogida cercano, pues nos hemos apuntado a una excursión a las Blue Mountains, las famosas Montañas Azules, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000. La excursión, de casi 12 horas de duración, la efectuamos en un minibús de 20 plazas, para luego recorrer la zona utilizando diferentes teleféricos, un ferrocarril panorámico y a pie. También asistimos a un espectáculo aborigen, visitamos la reserva natural Featherdale y regresamos a Sydney en un ferry por el río.

Abandonamos Sydney y nos dirigimos directamente al Scenic World, que cuenta con un tren panorámico, una ruta aérea, un teleférico y una pasarela por la selva tropical. Debutamos en el enorme teleférico llamado Scenic Skyway,  en el que prácticamente sobrevolamos los acantilados de los que caen algunas cascadas. Este viaje de 720 metros ofrece las mejores vistas de Katoomba Falls, Three Sisters, Mt Solitary y Jamison Valley, deslizándonos a 270 metros sobre los barrancos en una cabina con suelo de electro-vidrio, aunque también hay asientos y pisos sólidos. Inaugurado en 1958, el Scenic Skyway fue el primer teleférico de Australia. La cabina actual, de fabricación suiza, se inauguró en 2017 y puede transportar 84 pasajeros. Es el teleférico más grande del hemisferio sur.

Tras desembarcar, desde un mirador contemplamos las icónicas Three Sisters (Tres Hermanas). Enseguida embarcamos en el Scenic Cableway, un teleférico escénico de 545 metros de recorrido, que desciende suavemente hacia el valle de Jamison y regresa a la cima del acantilado. Desde la enorme cabina contemplamos hermosas formaciones rocosas. La actual cabina, de fabricación suiza, se inauguró en 2018, con capacidad para 84 pasajeros. Es el teleférico más empinado del hemisferio sur.

Desembarcamos del teleférico y accedemos directamente al Scenic Walkway, un sendero que recorre el bosque lluvioso de la selva tropical templada. Se trata de un paseo de un cuarto de hora de duración entre las estaciones del teleférico y del ferrocarril, en el que tenemos ocasión de contemplar una variada flora. También vemos elementos de la historia de la minería de carbón del sitio, incluida la entrada original de la mina, una réplica de la cabaña de los mineros y una escultura de bronce a escala de un minero y su pony.

Nos dirigimos ahora al último medio de transporte del Scenic World. Se trata del Scenic Railway, el ferrocarril de pasajeros más empinado del mundo, de quinta generación, que recorre una ruta inolvidable de 310 metros a través de un túnel por el acantilado antes de emerger al suelo del valle de Jamison. La pendiente es de 52°, aunque si quieres más emoción puedes elegir un asiento con mayor inclinación (64°), aunque también se puede optar por uno de tan sólo 20º. El ferrocarril original se construyó a finales del siglo XIX para dar servicio a la mina de carbón de Katoomba. Tras un rápido almuerzo, podemos contemplar de nuevo, ahora mejor, las rocas conocidas como Tres Hermanas.

Cambiamos de tema. La siguiente parada es el nuevo centro aborigen de Waradah (Waradah Aboriginal Centre), donde presenciamos un espectáculo aborigen mientras escuchamos el didyeridú, un instrumento de viento tradicional. El espectáculo incluye el Corroboree, canción y danza interpretada por bailarines aborígenes con pintura y vestuario tradicionales. También asistimos a la escenificación sobre la fundación de la Australia moderna, la fiebre del oro y su herencia ANZAC (Australian and New Zealand Army Corps), cuerpo especial creado en la Primera Guerra Mundial.

Volvemos al medio natural en el corazón de las Montañas Azules. Un sencillo y breve paseo nos lleva al Sublime Point, espectacular mirador sobre un acantilado que ofrece magníficas vistas panorámicas del Valle de Jamison, con sus escarpados riscos de arenisca de color rosa y teja, y una exuberante selva subtropical a sus pies. Al regreso, mientras esperamos la salida del minibús, me entretengo fotografiando hermosas flores, entre las que destaca la waratah rojo, arriba a la izquierda.

Y de mirador a mirador o, lo que es lo mismo, de Sublime Point a Lincoln’s Rock, así llamado desde 2013 en homenaje al montañero de este nombre que vivió durante dos décadas en la zona. Se hizo famoso por sus escaladas al Everest, siendo dado por muerto cuando descendía de su cima en 2006, pero encontrado con vida al día siguiente. Falleció en 2012 por un cáncer provocado por el amianto. Este mirador es mucho más salvaje, pues volvemos a contemplar el Valle de Jamison sobre unas losas al borde del acantilado.

Hemos tenido muchísima suerte. El regreso a Sydney lo tenemos en un ferry y, nada más embarcar en él, comienza a “diluviar”. ¡Menuda tormenta que tira! Por la ventanilla parece caer una cascada. Navegamos por el Parramatta, un importante río en la historia colonial de Australia. Nuestro destino final es Circular Quay, la terminal situada a un paso de la Ópera de Sydnaey. Antes de llegar navegamos frente al Luna Park, contemplamos el skyline de la ciudad y pasamos bajo el famoso puente del puerto. Lástima que el día no acompañe.

Hoy no regresamos caminando al apartamento, pues sigue lloviendo con fuerza. Tenemos suerte de conseguir un taxi en un hotel cercano. Todavía tenemos casi dos días y medio para seguir “pateando” por Sydney, pero de ello os hablaré más adelante. El viaje continúa.