Escapada británica (4): Gales

Continúo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales, que dejaba hace dos semanas en Cornualles. El 12 de septiembre, tras recorrer 190 millas en algo más de tres horas de viaje, cruzamos el Canal de Bristol y nos plantamos en Cardiff, la capital de Gales (Wales en inglés y Cymru en galés). Nos instalamos en el Hotel Ibis Cardiff Gate-International Business Park **, que fue nuestro campamento base durante tres noches y, rápidamente nos desplazamos a Caerleon, distante poco más de 11 millas, en el municipio de Newport. Teníamos prisa pues a las 5 de la tarde cerraban estas ruinas romanas en las que tan sólo nos dio tiempo a ver los restos del anfiteatro y el Roman Legionary Museum, un pequeño pero interesante museo. La entrada cuesta 4,80 libras pero no nos cobraron nada, quizás porque sólo faltaba poco más de media hora para el cierre.

Ya sin prisa, nos tomamos tranquilamente una cerveza en la terraza del pub Ye Olde Bull Inn, junto al que habíamos dejado aparcado el coche, antes de desplazarnos otras 6 millas, todavía en Newport, hasta el Newport Transporter Bridge que, según cuentan, es uno de los siete puentes trasbordadores de todo el mundo que se encuentran en uso, aunque ahora no lo estaba. Obra de la ingeniería eduardina, se construyó en el año 1906 para cruzar el río Usk. El más antiguo lo tenemos muy cerca, entre Portugalete y Areeta-Getxo. Es el Puente Bizkaia, construido en 1893. Es el cuarto de este tipo que conocemos, tras haber visto el de Rochefort (Francia) y el argentino del barrio porteño de La Boca. De esta forma concluyó esta larga jornada que comenzó en Newquay (Cornualles).

13 de septiembre. Fue el día más lluvioso del viaje, pues prácticamente no paró en toda la jornada, así que cambiamos el plan y, en lugar de recorrer algo de Gales, optamos por quedarnos todo el día en su capital, Cardiff o Caerdydd, si usamos su denominación galesa, pues teníamos posibilidad de pasar ratos a cubierto. Como cuando salimos del taxi no llovía, aprovechamos para recorrer el pequeño pero coqueto parque de Alexandra Gardens, donde se encuentra el monumento nacional galés de la guerra. Estamos en una zona en la que abundan las estatuas y dos monumentales edificios, el Ayuntamiento y el Crown Court o Tribunal de la Corona.

Enseguida empezó a llover, así que optamos por la visita más importante que teníamos dentro del plan B, el National Museum Cardiff, uno de los emblemas de la ciudad y el único museo en el Reino Unido en su gama de muestras de artes y ciencia. Particularmente me gustó el amplio espacio dedicado a la ciencia y la zoología, donde vimos una roca lunar, un mamut, dinosaurios, un tiburón ballena, el esqueleto de una ballena jorobada y la tortuga laúd más grande del mundo. En la sección de arte, destacar la escultura “El beso”, de Rodin y el lienzo “La Parisienne”, de Renoir. La entrada es gratis, algo de agradecer cuando todo es tan caro.

De nuevo cesó la lluvia y seguimos caminando entre jardines hasta llegar al emblema de la ciudad, el castillo, cuyo interior no pensábamos visitar pero sí sus jardines. pero ni lo uno ni lo otro, conformándonos con ver el dragón a lo lejos. Hacía cinco días que murió la reina y es lo único que encontramos cerrado en el viaje, probablemente porque en un par de días se esperaba la visita del rey Carlos III. Al mal tiempo, buena cara, así que optamos por tomar un vino en la terraza de un bar de la Hight Street Arcade, una hermosa galería cubierta. De allí nos dirigimos a otro lugar cerrado, el mercado central. Tras la visita comimos en su piso superior, obsequiándonos con unos huevos fritos con patatas.

Entre chaparrón y chaparrón tuvimos que caminar durante casi 2,5 km hasta el Abandoibarra de Cardiff, la Bahía, que aspira a convertirse en el epicentro turístico de la ciudad, concentrando modernistas edificios  como el Wales Millenium Centre, un palacio de congresos al que llaman el armadillo, el The Senedd, la sede del Parlamento galés, y la noria. Tomamos un café, abrimos el paraguas y seguimos hasta la Norwegian Church Arts Centre, una pequeña iglesia anglicana. También hay.y varias esculturas: la figura de Roald Dahl, el Mariner Memorial, World Armoni Peace, Memorial to Captain Scout y la dedicada al Minero de carbón. De allí volvimos al Centro del Milenio, cerca del cual hay una parada de taxis para regresar al hotel.

Qué bien hicimos con cambiar el plan, pues el 14 de septiembre amaneció radiante, el mejor de todas las vacaciones, así que volvimos al plan previsto para el día anterior, con dos importantes lugares para visitar, estando el primero a tan sólo 20 minutos del hotel. Se trata del castillo de Caerphilly (Caerphilly castle), situado en el pueblo del mismo nombre, donde me entretengo fotografiando algunas esculturas antes de acceder a su interior, rodeado por un foso que es el hogar de patos, fochas y un buen grupo de gansos y de cisnes.

El castillo de Caerphilly es una fortificación normanda, siendo el mayor de Gales y el segundo más grande del Reino Unido tras el castillo de Windsor. En su mayor parte fue construido entre los años 1268 y 1271, estando rodeado por varios lagos artificiales que lo protegen a modo de fosos. Las mejores imágenes son las de los reflejos del castillo en el agua. No obstante, merece la pena pagar las 10,10 libras que cuesta la entrada, para acceder a su interior y así contemplar los dragones y el gigante que sujeta las ruinas de una torre.

Gales cuanta con cuatro castillos eduardinos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero nos quedaban muy lejos, en el norte, pero el de Caerphilly ha merecido la pena. Tuvimos más de hora y media de viaje para llegar a nuestro siguiente destino, Tenby, que presume de ser el pueblo más bonito de Gales, cosa que no me extraña, pues las pasamos canutas para encontrar un restaurante en el que poder comer, pues todos estaban a tope y el aparcar en el centro era misión imposible. Lo primero que vimos fueron las murallas.

Al visitar Tenby por la tarde tuvimos la suerte de coincidir con la bajamar, cuando la belleza de esta localidad se engrandece, al quedar al descubierto sus casi 4 km de playas, que hacen que el puerto quede en el interior de ellas y los barcos varados en la arena. Lo mismo sucede con la St Catherine’s island, que pierde su insularidad y aparece unida a la playa. También nos gustó el pequeño castillo situado sobre la colina, el kiosko, el edificio de la estación de los botes salvavidas y las casas de colores. Vamos, una preciosidad de pueblo. Ha resultado un día espectacular, máxime con lo luminoso que ha estado.

Todavía nos quedaban 100 millas, unas dos horas de viaje, para regresar al hotel en Cardiff, pero esta breve escapada por Gales realmente concluyó en Tenby. Al día siguiente salimos hacia Londres. El viaje continúa.

Parque de la Naturaleza de Cabárceno (Cantabria)

Para no salir empachados de tanto “british”, hago un alto en el camino en el relato del viaje por Inglaterra y Gales, para desplazarnos a un lugar que tengo a una hora de coche de casa, en la vecina Cantabria. Se trata del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, que acoge a más de un centenar de especies animales de los cinco continentes que viven en régimen de semilibertad, distribuidos en recintos de grandes superficies. Se trata de un paraje kárstico, con una extensión de 750 hectáreas, de una antigua explotación minera a cielo abierto. Hasta el 6 de noviembre el precio de la entrada es de 32€, aunque es mejor consultar horarios y precios en la web https://parquedecabarceno.com/inicio, de donde he obtenido la información de este relato.

El parque cuenta con más de 20 km de carreteras por las que acercarse a los diferentes espacios que ocupan los animales. Debe de haber autobuses que los recorren, pero cuando estuvimos, el 3 de octubre, no los había. Como hacía once años que no visitaba el parque, la novedad fue las dos líneas de telecabinas que lo surcan, con salida de los parking de elefantes y rinocerontes. Lo malo que ahora no paran en su recorrido que, sumando los dos, ronda los 50 minutos. A través del cristal tomé las fotos que aparecen a continuación, aunque se obtienen mejor desde tierra. Eso si, pude fotografiar dos leonas que luego no hubo forma de ver y una buena imagen de la manada de cobos de leche, pues en la zona de elefantes la telecabina va muy baja. Un detalle importante, en la telecabina es obligatorio el uso de la mascarilla, por ser un transporte público.

El recinto de los elefantes consta de 20 hectáreas y está situado junto al pueblo que da su nombre al parque, Cabárceno, así que es el primero que visitamos nada más descender del telecabina. Es también uno de los mejores lugares para contemplar a los animales, pues en él no hay karst. En este recinto los elefantes conviven pacíficamente  con los búfalos de agua y los cobos de leche. De estos últimos, desde el aire vimos un gran grupo, pero ahora sólo tenemos a la vista un ejemplar.

Cogemos el coche y nos volvemos a detener en otro recinto muy extenso y llano. Se trata de una gran pradera de la que sobresalen las cabezas de las jirafas, que conviven con el ave más grande del mundo, el avestruz. Varios de estos ejemplares se acercan a la valla como si los visitantes les dieran comida. Hay una especie más en este recinto, que vive mucho más independiente, el eland, que es el antílope de mayor tamaño del mundo, pudiendo los machos alcanzar los 900 kg de peso, aunque lo que llama mi atención es ver a una hembra amamantando a sus dos crías bastante “creciditas”.

De camino al segundo telecabina nos detenemos en los recintos de otros dos grandes herbívoros, siendo el primero el hipopótamo, a los que vemos por casualidad cuando salen del lago Sexta, que ocupa 2 de las 4,5 hectáreas de las que disponen. En el lago disfrutamos también de la presencia, en perfecta formación, de once patos y una pata. La siguiente cita es ante otro gigantesco animal, contando con la presencia de varios rinocerontes, que enseguida se tumban en el suelo.

Tras el segundo viaje en la telecabina, volvemos al coche, pasamos por la zona de los rinocerontes y nos adentramos en el espacio de la fauna ibérica, la que cuenta con más libertad en el parque, motivo por el que el 3 de octubre estaba prohibido salir del coche, pues los cérvidos estaban en celo. Es la época de la berrea. No obstante, debido a su proximidad, desde la ventanilla del coche podemos fotografiar ciervos, gamos y muflones, algunos con buena cornamenta.

A continuación nos dirigimos a las zonas en las que, por seguridad, se encuentran los animales más difíciles de ver de cerca, máxime al mediodía cuando se encuentran en zonas sombreadas o se recluyen en los recintos cerrados. Tenemos suerte con los guepardos y algo menos con el tigre, uno en libertad y otro enjaulado. A los leones da pena verlos, pues los contemplamos entre rejas. Menos mal que desde la telecabina vimos dos leonas al aire libre.

La siguiente cita la tenemos ante uno de los animales que más me gustan, los gorilas, que son los primates más grandes que existen en el planeta. En Cabárceno los hay desde el año 2007. En nuestra anterior visita, hace once años, los pudimos ver en semilibertad, pero en esta ocasión las fotos que veis a continuación están tomadas a través de un cristal. Eso si, estaban muy cerca, pero daba pena verlos recluidos, aunque ignoro si era por decisión propia, pues tienen libertad de escoger donde se sitúan.

Eran ya más de las 14:30 h cuando decidimos hacer un alto en el camino para comer, así que, como lo permiten, abandonamos por unos metros el parque para sentarnos en la terraza del restaurante Los Renos, donde comimos probablemente mejor y más barato que en el interior. Luego continuamos recorriendo diferentes zonas del parque. Muchos animales estaban “de lunes”, pues se encontraban ocultos, quizás descansando, caso de los lobos, así que nos conformamos con ver algunos que estaban haciendo una guardia solitaria, caso de la cebra, el oryx del Cabo, el bisonte europeo, dos cobos de agua y sendos grupos de camellos y watusis, el más numeroso, que es un ganado de grandes cuernos originario de África oriental.

Para verlos con tranquilidad, dejamos para el final la visita el animal que disfruta del mayor espacio del parque, cerca de 33 hectáreas. Se trata del oso pardo, del que existe un numeroso grupo que deambulan por una zona escarpada y otra más llana que cuenta con una pequeña charca. En ocasiones se pegan mucho a la parte inferior del foso en el que se encuentran, haciendo que su visión sea muy vertical. Comparten aparcamiento con la otra parte el espacio dedicado a jirafas, avestruces y eland.

Cabárceno no es un zoo, así que cuando vayas puede que veas otros animales y dejes de ver algunos de los que hemos visto, pero así es este parque de la naturaleza que además es un poco laberíntico. Eso sí, ten presente que en una jornada es imposible disfrutar de todo.

Escapada británica (3): Cornualles (y 2)

Continúo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales, que dejaba la pasada semana en Truro. El 10 de septiembre era el día de mejor previsión meteorológica, así que lo dedicamos a recorrer el sur de Cornualles, pues es la zona que más nos atraía. Iniciamos la jornada deteniéndonos en St Ives, uno de los principales puertos de Cornualles y uno de los que más me ha gustado, remontándose su construcción a los años 1767 a 1770. En nuestra visita contemplamos las casas que se asoman al puerto y sus dos iglesias, entre las que destaca la dedicada a su patrona, Santa La.

Como hemos visto St Ives con bajamar nos desplazamos de inmediato a uno de los lugares cuya visita resulta obligada en Cornualles, St Michael’s Mount, que nos recuerda a su hermana normanda Mont Saint-Michel. Se trata de una isla mareal situada a 366 metros de la población de Marazion, a la que está unida durante la marea baja por una calzada de granito. El interior de la isla en nada se parece a la localidad francesa pues, aunque está coronada por un castillo y una capilla que data del siglo XII, sólo cuenta con un pequeño puerto y las viviendas de su 30 habitantes, que se toman fiesta el sábado no permitiendo el acceso a su interior, así que nos quedamos con las ganas.

Comemos en Marazion y continuamos el viaje hasta nuestro siguiente destino, The Minack Theatre, unas gradas construidas sobre el acantilado. El trayecto es penoso por una estrechísima carretera en la que cruzarse con otro vehículo resulta imposible. Cuando llegamos no nos dejan ni aparcar, pues no tenemos entrada para un espectáculo vespertino, así que, frustrados, nos dirigimos a Mousehole, otro de los pueblos que más me ha gustado, de que Dylan Thomas dijo que es “el pueblo más bonito de Inglaterra”. Llamó nuestra atención una especie de pequeña trainera.

Dejamos de visitar pueblos por hoy y nos dirigimos al Land’s End, un pequeño parque de atracciones situado en el “Finisterre” inglés, su punto más occidental, situado en la península de Penwith. Frente a la costa se encuentran los islotes de Longships. Aprovechamos para estirar las piernas caminando brevemente sobre el borde de sus hermosos acantilados, mientras contemplamos los islotes. Sobre uno de ellos hay un grupo de cormoranes.

Estamos a una hora del hotel, casi el tiempo que falta para que empiece a anochecer, así que decidimos concluir la jornada en Pendeen Lighthouse, un faro ubicado a un par de kilómetros de Penden, en el oeste de Cornualles. La torre, de 17 metros de altura, los edificios y el muro que los rodea fueron construidos por Arthur Carkeek de Redruth. Cuenta con un edificio anexo en el que se ubicaban las cuatro viviendas de los cuidadores del faro, hasta que se automatizó en el año 1995.

El 11 de septiembre iniciamos la jornada en el penúltimo de los pueblos costeros que visitamos en Cornualles, Mevagissey, que ha sido el escenario de una película que recientemente he visto en televisión. Particularmente es uno de los que más me ha gustado, deteniéndonos sobre todo en su curiosa zona portuaria, que cuenta con numerosos pesqueros y dos puertos, uno interior, de origen medieval y otro exterior, que protege al anterior, datando sus muelles del siglo XVIII.

A partir de aquí comenzó a llover con intensidad, así que eliminamos otras visitas que teníamos previstas y nos dirigimos directamente a un lugar que se convirtió en uno de los puntos fuertes de este viaje. Se trata del parque The Eden Project, un gigantesco invernadero construido sobre el cráter que dejó una antigua mina de arcilla. A resguardo de la lluvia, pudimos cerrar los paraguas y disfrutar de la vegetación de diferentes lugares del planeta, todo ello hermosamente ambientado. La única pega es el precio de la entrada, £32.50, por lo que entre las dos parejas dejamos 150,80 €, a lo que hay que añadir la comida que allí realizamos. Tal como estaba el día, fue la mejor opción para esta jornada.

Concluimos nuestro recorrido en un lugar que teníamos marcado en rojo, Polperro, Porthpyra en córnico, un encantador pueblo de poco más de 1.500 habitantes, considerado uno de los más hermosos de Cornualles. Menos mal que dejó de llover, pues tuvimos que dejar el coche a la entrada del pueblo, teniendo que caminar un rato entre hermosas casas antes de llegar a su coqueto puerto. Como la tarde avanzaba ya no había turistas. Nuestra visita concluyó tomando unas cervezas y unas sidras en uno de los pubs más antiguos de Cornualles, The Blue Peter Inn, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI y ocupa una vivienda entera. Fue un magnífico final a nuestro viaje por Cornualles, convirtiendo esta jornada en la más atractiva de las cinco que allí pasamos.

Todavía tuvimos casi una hora de viaje para regresar a Newquay, nuestro campamento base durante las cinco primeras noches. Aún nos quedaban por delante otras tres en Cardiff (Gales) y dos en Londres, pero de ello os hablaré más adelante. El viaje continúa.

Escapada británica (2): Cornualles (1)

Continúo el relato del viaje realizado del 7 al 17 de septiembre pasado por Inglaterra y Gales. La primera noche en Gran Bretaña la realizamos en Cornualles, que era el principal objetivo de este viaje, pues aquí pasamos 4 días completos. Cornualles es también conocido por su versión inglesa, Cornwall, o como se llama en córnico, Kernow. Esta lengua está emparentada con el galés y el bretón, todas ellas celtas. Sus costas están bañadas por el mar Celta, al norte y oeste y por el canal de la Mancha al sur. En el extremo sudoeste de este condado inglés se encuentra el Penn a Wlas, Land’s End, en inglés, emparentado con el Fisterra gallego y el Finistère francés. Con nuestro flamante coche, tomando como punto de partida la población de Newquay, recorrimos unas cuantas millas por este territorio.

El Hotel The Glendeveor ***, de Newquay, fue nuestro campamento base durante cinco noches para recorrer Cornualles. Newquay es una turística población de más de 20.000 habitantes, capital del surf, que cuenta con una amplia oferta de hoteles  y restaurantes. Aquí tuvimos por primera vez algo que luego sería habitual, el típico desayuno inglés a base de alubias, huevos revueltos, salchichas y bacón. Enfrente del hotel se encuentra la iglesia The Parish Church of St Michael the Archangel, aunque lo que más nos agradó de esta población, que casi no visitamos por falta de tiempo, fue su fachada costera, con los acantilados que separan un grupo de buenas playas y The Island, un afloramiento rocoso habitado, unido a tierra firme por un puente.

Las previsiones anunciaban lluvia para todos los días, por lo que fuimos modificando nuestro programa para adaptarlo a la climatología, dedicando el día 8 a recorrer el norte del territorio, comenzando en el pequeño pueblo de Boscastle, que cuenta con un coqueto puerto que aprovecha una ensenada natural protegida por dos muros de piedra, construidos en 1584 por Sir Richard Grenville. Este pueblo se dio a conocer el 16 de agosto de 2004, fecha en la que sufrió un dramática inundación que no causó ninguna víctima humana. En Boscastle entramos por primera vez en un pub y que existía un buen aparcamiento, con parquímetro, como luego sucedería en todos.

La siguiente cita la tuvimos en un pequeño pueblo de nombre Tintagel, lugar emblemático de Cornualles, pues según la leyenda aquí nació en el siglo VI el rey Arturo. Esto hace que las ruinas de un castillo del siglo XIII, al que se accede por un moderno puente, congreguen a multitud de visitantes dispuestos a pagar £16.00 (casi 19€), por ver cuatro piedras. Si no quieres aflojar la pasta, puedes coger el coche y dirigirte al Camelot Castle, desde el que se tiene una preciosa vista del conjunto, cosa que hicimos, obsequiándonos por mucho menos dinero con una botella de vino rosado fresquito para los cuatro.

Continuamos la jornada dirigiéndonos a Port Isaac, un pequeño pueblo de poco más de 700 habitantes. Aprovechando que no llovía, en un banco del aparcamiento aprovechamos para comer el bocadillo. De repente un chaparrón que enseguida paró, pero que sería lo habitual durante todo el día. Por un camino emprendido descendimos hasta el pequeño puerto, que está rodeado de coquetas casas y varios restaurantes. En uno de nos tomamos un café y, antes de volver al coche, los más ricos pasteles del viaje.

Seguimos recorriendo la costa, siendo nuestro siguiente destino la localidad de Padstow, que cuenta con una población de algo más de dos mil habitantes y está ubicada en el único estuario fluvial de la costa norte de Cornualles. Es conocida por sus ricos fish and chips, de los que no disfrutamos pues ya habíamos comido. Como en los pueblos anteriores nos dedicamos a contemplar las casas de su fachada costera, siendo lo más interesante su amplio puerto, que, por la tarde, cuenta con una luz especial.

A partir de Port Isaac y especialmente en Padstow el tiempo mejoró considerablemente, disfrutando de momentos de sol, por lo que concluimos la jornada en el lugar en el que pensábamos haberla iniciado, Carnewas at Bedruthan, unos espectaculares acantilados sobre los que caminamos brevemente por un sendero acondicionado, ya que la tarde avanzaba inexorablemente y no quería arriesgar a tener que conducir de noche. Eso sí, el aparcamiento también es de pago.

9 de septiembre. Pensábamos ir al sur, pero como las previsiones no son muy buenas, optamos por el sudeste de Cornualles, siendo nuestra primera cita en Falmouth, una población de unos 22.000 habitantes, que cuenta con una calle repleta de comercios. Situada en la desembocadura del río Fal, para nosotros su principal atracción, como en todas las poblaciones costeras, es su puerto, que presume de formar junto con Carrick Roads, el puerto natural más grande de Europa occidental y el tercero del mundo. La bandera inglesa se encuentra a media asta por la reina Isabel II, fallecida el día anterior.

Al final el día ha quedado precioso, así que nos animamos a visitar el Trelissick Garden, situado en Feock y propiedad del National Trust, cuyo acceso resulta bastante caro, £13,00 por persona, a los que hay que añadir £5,00 del parking. Se trata de un enorme jardín con abundantes y flores y plantas, bastantes de ellas exóticas. En la parte superior de la ladera, asomándose al estuario del río Fal, se encuentra la mansión neoclásica de la propiedad, que data de 1755. Merece la pena la visita de este encantador lugar que cuenta con dos bares y un área de pic nic, donde por segunda y última vez comimos de bocadillo.

Aunque el día sigue frecuentemente soleado, por si llovía, en el plan de hoy teníamos recorrer la capital de Cornualles, Truro, dejando el coche aparcado muy cerca de su centro urbano, que se articula en torno al Hall for Cornwall, construido en 1846, como complejo municipal que albergaba el ayuntamiento y distintas dependencias, siendo ahora el lugar de artes en vivo más grande de Cornwall. A su entrada se encuentra la escultura de bronce de un baterista de Tim Shaw. Sin embargo, lo que más nos sorprendió fue su monumental Catedral, que data de finales del siglo XIX. En su interior había un libro de firmas de condolencia por la reina Isabel II, fallecida el día anterior.

Llevamos dos jornadas completas y nos está gustando Cornualles, donde todavía pasamos los dos próximos días. El viaje continúa.

Escapada británica (1): Stonehenge y Bath

Del 7 al 17 de septiembre hemos realizado la sexta escapada del año, con destino a Inglaterra y Gales. Como el día 8 falleció la reina Isabel II, casi toda nuestra estancia ha coincidido con el luto oficial, que no ha afectado en nada a nuestro proyecto de viaje. Vueling enlaza tres veces al día el aeropuerto de Bilbao con el londinense de Gatwick, con un buen precio y una excelente puntualidad, estando el avión en el aire tan sólo hora y media. En el aeropuerto cambiamos el coche que teníamos reservado por un Mercedes de cambio automático que me facilitara un poco la conducción. En él viajamos con otra pareja de amigos.

Me daba un poco de pereza este viaje, por tener que llevar pasaporte, cambiar libras y conducir por la izquierda, cosa que hice durante un montón de millas que, traducidas a kilómetros, se convirtieron en 2.000. Una cosa buena que tienen Inglaterra y Gales es que las autopistas son gratuitas. Eso sí, en cuanto abandonas las rutas principales, las carreteras son penosas. Por contra hay muchos aparcamientos, pero hay que pagar en casi todos. Nuestro coche era de gasoil, cuyo precio era unos 20 céntimos de libra más caro que la gasolina, oscilando entre 1,82 y 1,87 libras el litro (más de 2,10 €). Nuestro plan consistía en pasar 5 noches en Newquay (Cornualles), 3 en Cardiff (Gales) y 2 en Londres y así lo hicimos.

Con el cambio de hora, a las 8 de la mañana ya estábamos en el aeropuerto londinense de Gatwick y una hora después, tras desayunar, nos poníamos en marcha. Hasta Newquay teníamos 267 millas y unas 4 horas y media de viaje, así que, cuando llevábamos un tercio de viaje, teníamos prevista una parada en esa maravilla que es Stonehenge, que no visitaba desde el año 2009. Se trata de un monumento megalítico tipo crómlech, construido entre el 3100 aC y el 2000 aC, situado cerca de Salisbury, que desde 1986 forma parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Stonehenge está ahora muy cambiado, ya que han construido un enorme centro de visitantes en el que luego malcomimos. En contra de lo que había leído, no tuvimos que reservar la entrada con antelación, bastando con pasar por taquilla y abonar las 17 libras que cuesta la entrada (unos 20 €), que incluye el autobús que te traslada hasta el monumento megalítico situado a 1,5 km, rodeado por un foso y praderas en las que pastan ovejas y vacas. Junto a la entrada hay unas réplicas de unas chozas, que evocan cómo vivían hace 4.500 años en esta zona de Inglaterra.

Nos quedaban por delante tres horas para llegar a Newquay, donde pasamos 5 noches para recorrer Cornualles. De allí nos trasladamos a Cardiff, la capital de Gales, donde pasamos otras 3 noches. Volveré más adelante a hablar de estos lugares, pero abro un paréntesis y me traslado al 15 de septiembre cuando, camino de Londres, hicimos un alto en el camino, al igual que en Stonehenge, para dedicar unas dos horas y media a “picotear” a Bath, ciudad situada a 21km al SE de Bristol y a una hora de viaje desde Cardiff. Desde 1987 forma parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo uno de sus principales monumentos la Abadía, que tan sólo nos dio tiempo a ver por fuera, contemplando también la Fuente de Rebeca, situada junto a ella.

El objetivo principalmente de nuestra parada en Bath consistía en visitar la joya de la ciudad, las termas romanas, situadas junto a la Abadía. Se encuentran bajo el nivel de la calle, accediendo a ellas por un elegante edificio. Como en casi todos los lugares, la visita no resulta nada barata, pues la entrada cuesta 23 libras (más de 25 €), precio que asciende a £25,50 los fines de semana. Los descuentos para mayores de 65 años suelen ser tan sólo testimoniales (en este caso una libra). El precio incluye una audioguía en castellano. El recinto cuenta también con un pequeño pero interesante museo.

Como Bath no era más que un complemento del viaje, nos dispusimos de mucho tiempo para visitar esta encantadora ciudad, a la que pensamos volver en tren desde Londres, pues se puede llegar en menos de hora y media, la mitad que en coche. Cuenta la ciudad con monumentales edificios georgianos, como el que alberga las termas y los ocupados por museos. Nos llamó la atención contemplar mujeres vestidas con trajes de época en varios lugares, supongo que a sueldo de las autoridades turísticas.

Bath ocupa un precioso emplazamiento en un meandro del río Avon y cuenta con numerosos parques como los Parade Gardens, donde concluimos la visita a la ciudad gracias a las indicaciones de Karmele, pues en caso contrario nos habríamos perdido contemplar el monumental puente Pulteney, diseñado por Robert Adam y finalizado en 1773, que es uno de los cinco puentes habitados existentes en el mundo. En el canalizado río pudimos ver un cisne. La sorpresa la tuvimos al llegar a casa, cuando mi mujer se dio cuenta de que la imagen del cuadro que realizó en punto de cruz hace muchos años, cosa que ignoraba, corresponde a este puente.

Llegamos justo a las 5 de la tarde al aeropuerto de Gatwick, hora en la que teníamos que devolver el coche, pues para Londres no lo necesitábamos. Teníamos por delante 46,5 horas hasta tomar el vuelo de regreso a Bilbao, en una ciudad que se preparaba para el funeral de la reina Isabel II, pero eso es otra historia. La próxima semana espero hablar de Cornualles, el principal objetivo de este viaje.

Las iglesias pintadas de Bucovina (Rumania)

Con la excepción del de 2020 debido a las restricciones del COVID, llevo ya unos años celebrando mi cumpleaños fuera de Euskal Herria. En esta ocasión voy a rememorar el de junio de 2018, en el que visité un lugar completamente diferente a los que conocía hasta entonces. Dentro del viaje que realizábamos por Rumania dedicamos la jornada a viajar entre Bistrita y Gura Humorului, una ruta de más de 250 km, bastante montañosa. en la que pasamos el Paso Borgo (1201) y nos adentramos en una zona bastante remota del norte de la Moldavia rumana, cerca de la frontera con ese país y mucho más de Ucrania. El objetivo principal era conocer tres de las ocho iglesias pintadas de Bucovina, las mejor conservadas, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO con el nombre de “Iglesias de Moldavia”, contando en sus muros exteriores con frescos de los siglos XV y XVI. Aprovechamos para contemplar la vida rural rumana y un par de coches de cartón piedra situados a la entrada de los pueblos, para que reduzcas la velocidad, ya que en la distancia parecen auténticos coches de policía.

Cuando llevábamos recorridos 140 km, en el pueblo de Vama, ya en Bucovina, realizamos la primera parada en algo que nada tiene que ver con las iglesias, pero que también resultó muy original. Se trata del Muzeul Ouloui o Museo del Huevo, que intenta mantener una tradición de la zona, la de decorador de huevos. De la mano de la profesora Letiţia Orşivschi, recorrimos las 22 vitrinas que exponen 7.000 huevos decorados procedentes de todo el mundo. Un lugar que merece la pena visitar. Seguimos recorriendo Bucovina, contemplando los curiosos medios de transporte de mercancías, para detenernos enseguida en Vatra Moldoviței, para tomar un café en la coqueta Pensiunea Mario.

El primer monasterio que visitamos fue el de Moldovita (Mânăstirea Moldovița), situado en la comuna de Vatra Moldoviței y construido en 1532 por Petru Rareș, hijo ilegítimo de Esteban III de Moldavia. Está protegido por una muralla de más de un metro de espesor y cinco de altura. Accedemos al interior del recinto por una puerta abierta en la muralla, donde una monja ortodoxa nos cobra la entrada. Lo más relevante del conjunto es la iglesia de la Anunciación, cuyos frescos fueron pintados por Toma de Suceava en 1537 y han sido magníficamente restaurados, destacando las escenas del Árbol de Jesé y el Asedio de Constantinopla.

Pasamos luego al interior de la iglesia de la Anunciación de Moldovita, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. No recuerdo si estaba prohibido sacar fotos en el interior o había que pagar por ello, pero no había mucho control, así que disfruté tomando fotos en el interior, en el que El Juicio Final ocupa gran parte de la representación pictórica, destacando también las imágenes de la cúpula y las de Cristo crucificado. Hemos empezado con fuerza con esta joya del arte rumano ortodoxo.

Seguimos viajando por la región de Bucovina, subiendo y bajando colinas, contemplando un enorme monumento, grandes mansiones y carretas tiradas por caballos que utilizan habitualmente para transportar mercancías. Se ha echado la hora de comer y Álex nuestro guía y ya amigo, nos lleva a comer a un precioso restaurante que forma parte del Complex Turistic Bucovina, situado en Sucevita en un precioso entorno de bosques y flores. Es un excelente lugar para degustar la cocina tradicional de la zona.

Nos dirigimos a continuación a otro de los monasterios ortodoxos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el de Sucevita, situado en el pueblo del mismo nombre. Como sucediera en el monasterio anterior, tenemos que acceder al interior de un espectacular recinto amurallado, con recios muros de 6 metros de alto y 3 de ancho, que protegen una especie de patio casi cuadrado de casi 100 metros de lado, cuyo centro ocupa la iglesia de la Resurrección, con su exterior profusamente decorado con frescos pintados alrededor de 1601, siendo una de las últimas en ser decorada.

Dicen que la iglesia de la Resurrección de Sucevita cuenta con las pinturas mejor preservadas. Los frescos están pintados en rojo y azul púrpura, destacando las escenas dedicadas a la Escalera de la Virtud y el Juicio Final. El interior del templo también está completamente cubierto de pinturas al fresco en un estado de conservación excelente, dedicándose principalmente a la familia de Jeremías Movida, relacionada con la construcción de la iglesia. La bóveda, por su parte, está dedicada a la Pasión de Cristo.

Para no salir empachados de pinturas, abrimos un paréntesis para dirigirnos al pueblo de Marginea, distante 10 km de Sucevita. Este pequeño pueblo es conocido por su alfarería de cerámica negra, así que visitamos un taller en el que tuvimos ocasión de contemplar todo el proceso de elaboración manual de esas obras de arte. Nuestro viaje por Bucovina continúa, pudiendo contemplar los rebaños de ovejas, las hilanderas y las carretas tiradas por caballos que circulan por las carreteras.

Concluimos la jornada visitando el tercer monasterio ortodoxo de los que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el de Voronet, situado en el pueblo de ese nombre, que pertenece a la ciudad Gura Humorului. Fue construido por Esteban el Grande en 1488 en tres meses y tres semanas, para conmemorar la victoria en la Batalla de Vaslui. La iglesia de San Jorge del monasterio de Voroneț es probablemente la más famosa de Rumania, debido a sus frescos exteriores de colores brillantes e intensos. Es conocida como “La Capilla Sixtina de Oriente” por su monumental escena del Juicio Final.

Tras recorrer algo más de 250 km por las carreteras rumanas de Bucovina, pernoctamos en una población bastante anodina, de nombre Gura Humorului. Nuestro alojamiento, Pension La Roata ***, se encuentra en las afueras de la ciudad, ocupando una pequeña vivienda en un emplazamiento precioso. Sien embargo, nada más llegar, empieza a “diluviar”, así que desistimos de bajar caminando hasta el centro para cenar. Tras disfrutar de un precioso arco iris, Alex se ofrece a bajarnos en la furgoneta. Lo malo es que sólo encontramos un sencillo restaurante para celebrar mi cumpleaños.

Hemos disfrutado de una jornada magnífica recorriendo Bucovina y visitando tres lugares excepcionales, las iglesias pintadas, algo que jamás había visto en los países a los que he viajado. Rumania cuenta también con iglesias fortificadas, que también forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pero eso es otra historia.

O GROVE (Pontevedra): Rutas a pie por la costa

Este municipio gallego ocupa una península situada en la parte occidental de la comarca de Salnés, en la provincia de Pontevedra, a la entrada de la ría de Arousa. Es un importante destino turístico debido a su elevado número de excelentes playas, la mayoría de ellas de arena fina y unas cuantas con bandera azul. Es también conocido por la isla de La Toja y la Fiesta del Marisco, que se celebra cada año en octubre coincidiendo con el puente del Pilar. Como he comentado en otras ocasiones, no soy de playa pero me encanta caminar por la costa, así que os propongo dos recorridos costeros realizados sucesivamente el 13 de julio de 2018 y el 20 de julio de 2020.

Nuestro primer contacto con los caminos de la costa de O Grove fue en el sendero de Piedras Negras, que enlaza la playa de este nombre con la de Con Negro, tras caminar durante unos 3,5 km. Una vez recorrida la praia de Piedras Negras, encontramos el bar el Pirata, que nos vendrá bien para tomar algo cuando regresemos a coger el coche. A un paso tenemos el monumento a los Voluntarios del Prestige. Tenemos que bordear la praia da Barrosa, en la que existe otro bar, el Náutico San Vicente y llegamos a la Punta Abelleiro, donde también se puede dejar el coche.

Todavía no lo he dicho, pero buena parte del atractivo de esta ruta y lo que hace que la recorra mucha gente, es que durante unos 2,5 km se desarrolla por pasarelas de madera. Ya hemos bordeado las playas caminando sobre las pasarelas, por una zona bastante urbanizada, pero el recorrido más natural comienza en la Punta Abelleiro y tiene como destino la praia da Canelas, un arenal bastante salvaje de casi 300 metros de longitud, en el que concluye la pasarela.

Dejamos la pasarela y caminamos ahora por un sendero que se va abriendo paso entre los matorrales que, pese a estar a mediados de julio se encuentran muy floridos. Pasamos junto a una antigua batería de costa, mientras bordeamos una amplia zona militar, que está vallada. Durante el primer tramo hemos tenido suerte de que había algo de niebla. Ahora ha salido el sol y calienta de lo lindo, así que no es recomendable realizar esta ruta en los días calurosos de verano. Lo que más llama nuestra atención son las grandes formaciones rocosas, de granito, que bordean la costa y los islotes que vemos en el agua.

Dos años después regresamos a O Grove para realizar otra sencilla ruta costera, que lleva por nombre “Ruta de Adro Vello”, un sencillo recorrido circular de poco más de 3 km y 33 metros de desnivel. Recibe este nombre por la Necrópolis de Adro Vello, situada junto a la playa de O Carreiro, en la que también se encontraron restos de una villa romana y de una iglesia visigótica. Aquí comienza este sendero balizado, que nos conducirá consecutivamente a la praia do Barreiriño y a la praia de Area Grande.

Al final de la praia de Area Grande el sendero “Ruta de Adro Vello” abandona la costa y se empina ligeramente hacia arriba, introduciéndonos en la zona rural del interior y más en concreto en Outeiro, donde contemplamos un gran hórreo, la vida agraria y, como telón de fondo, la iglesia de San Vicente. Toca luego bajar hacia el punto de partida, contemplando un pequeño hórreo y la agreste costa con numerosos bloques de granito y un pequeño faro. Concluimos la ruta en la praia do Carreiro, o más bien en el kiosko situado sobre ella, donde tomamos un Alvariño fresquito que nos sabe a gloria.

Como la ruta ha sido corta, decidimos seguir conociendo la ruta por itinerarios mucho más cortos. Es el caso del camino que nos permite acceder al segundo punto más alto de O Grove, desde donde contemplamos una buena vista costera a mar abierto. Se trata del mirador de Con da Hedra, un hermoso lugar que se encuentra rodeado por piedras de gran tamaño, de ahí su propio nombre que recuerda el paisaje rocoso.

Muy cerca del aparcamiento en el que hemos dejado el coche para subir al mirador de Con da Hedra, nos detenemos al observar que hay una granja con unas vacas con cuernos enormes. Un cartel nos indica que pertenecen a la raza cachena, autóctona de Galicia y Portugal y considerada en peligro de extinción. Se caracteriza por el gran tamaño de la cornamenta y su reducida talla, la raza española más pequeña. Apta tanto para carne como para leche, suele ser un animal muy huidizo.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el punto más alto de la península de O Grove. A 167 metros sobre el nivel del mar se encuentra el monte de A Siradella. Hay que dejar el coche unos 200 metros antes de llegar a la llamada Pedra Cabaleira, una roca granítica de gran tamaño apoyada de manera irregular, que constituye el emblema de la zona. Podemos caminar alrededor de ella y contemplar la espectacular vista sobre la ría de Arousa y el istmo que une O Grove con el municipio de Sansenxo, teniendo en primer plano la larga praia de A Lanzada y, como telón de fondo, las islas Cíes y la isla de Ons,

Hemos llegado al mediodía, así que nos dirigimos a la zona del puerto de O Grove, dejando el coche en el gran aparcamiento existente entre la zona portuaria y la Lonxa do Grove. Al lado tenemos una rotonda adornada con el grupo escultórico dedicado a la “Familia de pescadores”. También tenemos a un paso la praza do Corgo, de donde se accede al Concello do Grove, por un paseo adornado con algunas esculturas. Sin embargo nuestro destino se encuentra en la avenida de Beiramar, que cuenta con varios restaurantes. Ha llegado la hora de degustar algunas de las delicias gallegas, regadas con un Alvariño frío.

Comentaba al principio que Galicia cuenta con excelentes playas pero, como no es lo mío, he vuelto a disfrutar del encanto gallego sin tomar el sol o bañarme en una de ellas. Hay tantas cosas para poder hacer en Galicia…

LONDRES: A la espera del funeral de la reina Isabel II

La casualidad ha hecho que estuviera en el sitio indicado en el momento adecuado, pues acabo de regresar del Reino Unido, por donde hemos viajado durante once días. Aunque del viaje os hablaré más adelante, quiero contaros cómo hemos vivido el fallecimiento de la reina Isabel II, que se produjo el 8 de septiembre, al día siguiente de nuestra llegada y del que nos enteramos gracias a nuestro entorno, pues no acostumbramos a ver la televisión. El suceso nos pilló en Cornualles, a donde llegamos con un coche de alquiler. Pronto vimos banderas a media asta, como en Falmouth, pero la vida seguía con total normalidad, con los pubs muy animados. El día 11 estuvimos en la capital de Cornualles, Truro, donde en el interior de la Catedral había un libro para que la gente mostrara su condolencia.

Aunque todo funcionaba con normalidad, desde Bilbao nos indicaban que el Reino Unido estaba prácticamente paralizado, por lo que temimos que ello alterara nuestro plan de viaje, cosa que no sucedió. El día 13 estábamos ya en Cardiff, la capital de Gales, pudiendo visitar el Museo y Galería Nacional, aunque no el castillo, lo único que encontramos cerrado durante el viaje, aunque supusimos que el motivo era por seguridad, pues se esperaba la visita del rey Carlos. En el pequeño jardín del Ayuntamiento había numerosos ramos de flores.

El día 15 llegamos a Londres, aunque no fue hasta el 16 cuando nos dirigimos al centro desde Sutton, donde nos alojamos dos noches. Trenes y metro funcionaban con total normalidad y el Victoria and Albert Museum estaba abierto y con  muchos visitantes, como si nada sucediese. Cogimos el metro a Covent Garden y pasamos por Trafalgar Square, parcialmente cerrada, para dirigirnos a un abarrotado pub Sherlock Holmes, teniendo que esperar hasta pasadas las 3 de la tarde para que nos sirvieran la comida.

Seguimos sin alterar nuestro plan, pues siempre que visito Londres me gusta caminar desde la Abadía de Westminster hasta el Tower Bridge, para contemplar el Big Ben, la noria (London Eye), el puente Millenium y la Catedral de St Paul’s. Lógicamente, la abadía estaba cerrada y acordonada y frente a ella se instalaban las unidades móviles de la BBC, mientras que otros medios de comunicación copaban casi todos los lugares, incluida la estatua de Nelson Mandela, para realizar las conexiones.

Por la mañana vimos grupos de militares sin armas por el metro, pero al acercarnos a la zona de la Abadía y el Parlamento, la presencia policial era tremenda, a pie, en coches, motos, helicóptero, lanchas por el Támesis  y con los caballos preparados. Sin embargo no hay problema para que posen amablemente para la cámara. También hay mucha presencia de seguridad privada, principalmente para vigilar las vallas que cierran al tráfico algunas calles convertidas en peatonales.

Mientras que por el resto de Londres no se percibía el efecto del fallecimiento de la reina, el entorno de la Abadía de Westminster y del Parlamento estaban llenos de gente, generalmente curiosos que se apostaban frente al Big Ben. Eso sin contar los  7 km de cola que nos dijeron que había para llegar a Westminster Hall, donde se velan los restos de Isabel II hasta que el lunes se celebre el funeral en la Abadía de Westminster. Aunque caminamos por el otro lado del Támesis, vimos que la cola superaba ya el Tower Bridge. Se comentaba que había que hacer 12 horas de cola. Pese a ello, los bares estaban repletos.

La imagen de la fallecida reina Isabel II la pudimos ver estos días en numerosos escaparates, que mostraban así sus condolencias. Incluso algún comercio anunciaba que cerrará el 19 de septiembre. Sin embargo la que más me gustó fue la realizada por un pintor callejero en el suelo de Trafalgar Square. Ha adquirido tanta trascendencia este suceso que, ayer, en el vuelo de Vueling de regreso a Loiu, desde mi asiento pude sacar un par de fotos de sendas personas ojeando revistas monográficas dedicadas a la monarquía británica, una Hello!, el Hola británico, y la otra OK!

COIMBRA (Portugal)

El 14 de marzo de 2020 tuvimos que regresar precipitadamente a casa desde Lisboa para confinarnos, así que en septiembre del pasado año decidimos regresar a Portugal para continuar el viaje que teníamos previsto, comenzando en Coimbra, ciudad que hace muchos años que no visitábamos y que dista 721 km de Leioa, accediendo por la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo. Para alojarnos optamos por el Hotel Ibis Coimbra Centro **, situado en la avenida Emidio Navarro, 70, a un paso del río Mondego y a tan sólo 200 metros del centro histórico de la ciudad, al que llegamos cuando descargaba una fuerte tormenta. Al final la lluvia amainó y pudimos comenzar a recorrer la ciudad.

Aunque Coimbra es conocida como la ciudad de los poetas y de los fados, no era uno de los objetivos principales de este viaje, pero tenía muchas ganas de volver a visitar su Universidad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2013. Fundada en 1290, la Universidad de Coímbra es una de las más antiguas de Europa. Aunque en teoría abría hasta las 19:30 h, debido al COVID el horario era mucho más reducido, teniéndonos que conformar con contemplar los edificios situados en torno a la enorme escultura de D Joao III, perdiéndonos el interior sobre todo de la Biblioteca Joanina, del siglo XVIII.

Completamos la tarde con un paseo por el casco viejo al que se accede desde las proximidades del hotel por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar y el monumental edificio del Banco de Portugal. Un microbús eléctrico recorre el casco viejo, aunque nosotros lo hacemos caminando por la empinada cuesta que sube hasta la Universidad. Tras la frustrada visita, nos acercamos hasta la Catedral, sentándonos en una terraza a tomar un vino, mientras contemplamos el tono dorado que toma su fachada con el sol del atardecer, que más tarde contemplamos sobre el río Montego.

El 16 de septiembre madrugamos para, antes de abandonar el hotel con rumbo a Tomar, volver al Largo de Portagem para acceder de nuevo al casco antiguo. De nuevo vemos el microbús, pero caminamos hacia la praça 8 de Maio, donde se encuentra el monasterio de Santa Cruz. Como están celebrando la misa, optamos por posponer la visita, contemplando las hermosas fachadas de las viviendas que se asoman a la plaza, donde también está la monumental Cámara Municipal.

Seguimos caminando por la rúa Sofia, hasta que nos llama la atención un cartel que indica que estamos ante el Colegio de Santo Tomás (Colégio de São Tomás), edificado en 1547 por Diego de Castillo para los religiosos Dominicos. En 1928 fue adquirido por el Ministerio de Justicia portugués para convertirlo en Palacio de Justicia de la localidad. No obstante se puede acceder a su interior por una especie de claustro decorado con los típicos azulejos portugueses.

Concluida la misa accedemos al interior del Monasterio de Santa Cruz, el edificio que más me ha gustado de Coimbra. Este templo románico fue construido en 1131, durante el reinado de Afonso Henriques, aunque poco queda de es época. Durante el reinado de D. Manuel I, entre 1507 y 1513, la fachada se completó con dos torres, rematadas con pináculos góticos, que es lo que ahora vemos. La iglesia, de acceso gratuito, es una preciosidad, por la decoración con azulejos historiados, la bóveda manuelina, el hermoso órgano barroco y la tumba de Sancho I situada en la capilla mayor.

Continuamos la visita al monumental Monasterio de Santa Cruz. Previo pago de 3 € accedimos a la coqueta sacristía, decorada con azulejos del siglo XVI y pinturas de dos de los mejores pintores portugueses del siglo XVI, Grão Vasco y Cristóvão de Figueiredo. La misma entrada nos permite visitar también el claustro y la sala capitular manuelina, construida por Diogo Boitaca entre 1507 y 1513. Merece realmente la pena visitar este templo.

La siguiente cita la tuvimos en el segundo edificio que más me gustó, la Catedral Vieja, considerada como una de las mejores representaciones del arte románico en Portugal. Construida a mediados del siglo XII, su aspecto exterior parece un castillo o fortaleza. Previo pago de 2 € accedimos a su interior, que consta de tres naves sostenidas por robustas columnas. Destaca sobre todo el impresionante retablo de la Capilla Mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero. Concluimos la visita en el claustro, decorado con capiteles románicos.

La última visita monumental que realizamos fue a la Catedral Nueva, situada más arriba, junto a los principales edificios de la Universidad. Esta iglesia se convirtió en Catedral de Coimbra cuando los jesuitas fueron expulsados de Portugal, al haberse quedado pequeña la antigua Catedral. Después de haber visto la anterior, ésta nos decepcionó un poco, máxime cuando se tarta de la típica construcción de los jesuitas, muy recargada, en la que destaca su retablo barroco. La entrada es gratuita.

Aunque la visita ha resultado muy apresurada, nos ha gustado el centro histórico de Coimbra. Tenemos que darnos prisa para regresar al hotel, contemplando la iglesia de San Salvador, situada junto a la Catedral Nueva, que alberga el Museu Nacional de Machado de Castro. En nuestro descenso nos detenemos ante la “Tricana de Coimbra”, figura emblemática de la ciudad. También pasamos bajo los arcos de la antigua muralla y fotografío a un grupo de músicos que se preparan para actuar, pero a los que no tenemos tiempo de ver.

Sólo hemos estado en Coimbra media tarde y una mañana, pero hemos disfrutado. El viaje por Portugal acaba de comenzar. Por delante  nos espera Tomar, Lisboa y el Algarve, pero eso es otra historia.

CUENCA, Patrimonio de la Humanidad

Me gusta Cuenca, así que he visitado esta preciosa ciudad en varias ocasiones, la última de ellas a mediados de junio del pasado año. Desde 1996 y con el nombre de “Ciudad histórica fortificada de Cuenca”, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, debido a su excelente estado de conservación. Fue construida por los musulmanes con fines defensivos y, una vez conquistada por los castellanos en el siglo XIII, se convirtió en ciudad real y sede episcopal, construyéndose notables edificios de la talla de la primera Catedral gótica de España y de las famosas Casas Colgadas.

Para las cuatro noches de esta última escapada hemos elegido como a alojamiento el Parador de Cuenca, que ocupa el antiguo convento de San Pablo, comenzado a construir en 1523, ubicado en un espectacular emplazamiento en la Hoz del Huécar. El restaurante se encuentra en el antiguo claustro. La gastronomía es excelente, incluyendo una buena hamburguesa, que comimos nada más llegar, mientras nos preparaban la habitación.

Además de por ser un magnífico alojamiento, elegimos el Parador por su emplazamiento en la Hoz del Huécar. De hecho cuenta con un excelente mirador al que acuden multitud de visitantes, para contemplar el emblema de la ciudad, las Casas Colgadas construidas a partir del siglo XV sobre la hoz, que albergan en la actualidad Museo de Arte Abstracto Español. Se encuentran al otro lado del Puente de San Pablo, construido en 1902. También podemos contemplar la parte trasera de la Catedral, la iglesia de San Pablo y, sobre el Cerro del Socorro, el monumento al Sagrado Corazón.

Al otro lado del Puente de San Pablo se encuentra el centro histórico de la ciudad, que se articula con la Plaza Mayor como epicentro, a la que nos dirigimos para tomar un café en una de sus numerosas terrazas. A la plaza se asoman la Catedral y la iglesia de San Miguel, pero está presidida por el edificio del Ayuntamiento, construido en 1733 por Lorenzo de Santa María para servir de cierre a la Plaza Mayor, que se comunica con la calle de Alfonso VIII a través de unos soportales a modo de túnel. En los alrededores hay varias tiendas de recuerdos.

Tras el café, nuestra visita monumental comienza en el edificio más relevante de Cuenca, la Catedral de Santa María y San Julián, que se empezó a construir en el siglo XII y representa uno de los ejemplos más tempranos del gótico en España. El horario de visitas es de 10:00 a 19:30, aunque los domingos cierra a las 18.00. La entrada cuseta 5,50 €, con una reducción de 1 € para los mayores de 65 años. Una vez en su espectacular interior, vamos contemplando el Transepto, el retablo renacentista de la capilla de los Apóstoles, la Sacristía, la Sala Capitular, el Coro, el Arco de Jumete y otras capillas como la del Socorro.

Continuamos la visita a este templo de grandes dimensiones, pues ocupa una superficie de 10.000 metros cuadrados, con una longitud de 120 metros y una altura en su área central de 36 metros. En esta especie de enorme museo sacro seguimos contemplando el altar mayor y otras monumentales capillas, como la de los Caballeros lugar de enterramiento de la familia Albornoz, la Honda y la de los Muñoz. Nuestro recorrido concluye en el claustro, donde se encuentra la obra “El laberinto del dictador”. Da pena abandonar este fresco lugar, pues en la calle hace mucho calor.

Dedicamos el resto de la tarde a recorrer el casco antiguo, comenzando por una pintoresca y estrecha calle, la Ronda Julián Romero, que sube desde la zona de la Catedral hasta el convento de las Carmelitas, del siglo XVII, pasando por un curioso arco sobre el que se encuentra el Cristo del Pasadizo. Contemplamos también la Posada de San José, del siglo XVII, antiguo convento del mismo nombre y nos detenemos ante la escultura dedicada a Federico Muelas, poeta conquense. La otra alternativa, que utilizamos en la bajada, consiste en subir por la calle de San Pedro hasta la iglesia del mismo nombre, edificada en el siglo XVIII.

Enseguida llegamos al Arco Bezudo, abierto en la muralla y, un poco más arriba, al mirador del Kiosko del Castillo, uno de mis lugares favoritos de la ciudad, al que acudimos todos los días, bien a comer o a tomar un vino al atardecer, pues se aparca bien, suele correr el aire y cuenta con una buena hostelería. Precisamente en la terraza del restaurante María Morena, se encuentra la escultura “Al visitante”, realizada en 2014 por Javier Barrios. Desde aquí tenemos la mejor vista de la Hoz del Huécar, con el Parador al fondo. Desde un poco mas abajo también se divisa la Hoz del Júcar, siendo el punto de partida de varios senderos.

Cuenta la ciudad con otras muchas iglesias, edificios, esculturas urbanas y tradicionales comercios de interés, así que descendemos por la calle San Pedro hasta la plaza Mayor, continuando cuesta abajo por la calle Alfonso VIII, a la que se asoman interesantes edificios. Nuestra última cita es en la Torre de Mangana, que ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia. Todavía contemplamos un modernista grupo escultórico dedicado a la Semana Santa y dos iglesias del siglo XVIII, la de la Merced y la de la Virgen de la Luz. Concluimos nuestro recorrido por la Hoz del Huécar antes de emprender una empinada subida hasta el Parador.

No todo va a ser visitar monumentos, así que la última tarde en la ciudad la dedicamos a caminar por el fondo de la otra hoz, la del Júcar, hasta la presa de Las Grajas, por la que se puede realizar un recorrido circular de 7 km por el sendero SL-CU-11. Durante el recorrido vimos a gente escalando a varias personas en piragua por el río Júcar, algo bastante refrescante pero no para nosotros, que seguimos padeciendo el intenso calor, por lo que optamos por coger el coche y subir al cerro del Castillo a tomar algo fresco. A este lugar se puede llegar también en autobús.

La ciudad de Cuenca es un buen punto de partida para realizar excursiones por otros espacios naturales de la provincia. De hecho en esta escapada también fuimos a la Ciudad Encantada, el Ventano del Diablo, los Callejones de las Majadas, los nacimientos de los ríos Tajo (en Teruel), Júcar y Cuervo, la Ruta de las Caras, en Buendía y dos curiosos lugares de los que no había oído hablar, las Torcas de Palancares y Tierra Muerta y las lagunas de de Cañada del Hoyo. De todo ello hablé en una entrada publicada el 6 de julio de 2021, que podéis ver en https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2021/07/06/cuenca-paraiso-natural/