El hambre con las ganas de comer

Arnaldo Otegi y Cayetana Álvarez de Toledo están encantados de haberse reencontrado. Ambos saben que se están haciendo la campaña y que están logrando la notoriedad que sus propuestas para Euskadi no les dan. Su relación en los medios y en Twitter responde al viejo axioma: “Cuando no tienes nada que decir, entretenles”. Porque su diálogo es un poco de besugos o, como dirían los horteras, es un metadiálogo: solo hablan de que hablan y se responden. Pero lo cierto es que ambos se están ayudando. Y mucho. Igual alguien en Bildu debería de reflexionar si Vox y el PP son sus aliados para la campaña.

Mil “pesebreros”

¡Qué lejos queda aquel Pablo Iglesias contertulio y protagonista de decenas de entrevistas que llamaba “pesebreros” a quienes trabajaban para los partidos políticos o los gobiernos! Hoy es el vicepresidente de un ejecutivo de coalición que tiene mil cargos de confianza. No es una exageración ni una cifra al azar. Esto es lo que leemos en Vozpópuli: “El Gobierno inyecta más crédito en plena pandemia para pagar un ‘batallón’ de mil asesores. El Ejecutivo de coalición de Sánchez e Iglesias se ha gastado 18 millones en los cuatro primeros meses del año en pagar las nóminas del personal de confianza”. ¿Cómo les llamará ahora?

Cuidado

La denuncia que hace Aitor Merino en Twitter es mucho más relevante de lo que parece: no hay contenidos en euskera en unos “encuentros sobre literatura, televisión y cine ante el terrorismo” del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, dependiente del ministerio español de Interior. Pero el problema no es solo el idioma: se está construyendo un relato cultural sobre el terrorismo dominado por una parte, la que tiene el control de las industrias culturales. No hablo de equidistancia o café para todos, ni mucho menos de generar un relato que defienda a ETA. Pero sí que la producción sea plural.

Esto huele a rancio

El enfoque, la redacción, la noticia en sí es tan rancia que pienso que Paloma Barrientos está haciendo verdaderos esfuerzos para mantener el nivel. El nivel de rancio, claro. ¿Qué va a decir el Duque de Alba sobre Felipe VI? A Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, por supuesto, le gusta: cree que los españoles tienen una “inmensa suerte” al poder contar con él y que el hijo de Juan Carlos I “ha demostrado su valía, su preparación y sobre todo su humanidad”. Vamos, la misma colección de boato innecesaria de toda la vida. Esto se les acaba. Y tiene pinta de que no importa el esfuerzo que hagan.

Necesitamos otras cosas

No necesito que haya un test en la farmacia que, por 30 €, me dice en casa si tengo o no coronavirus. Lo que necesito es no contagiarme, y para eso, lo que todos necesitamos es lo mismo: que todos llevemos mascarilla, mantengamos las distancias y cumplamos las medidas higiénicas. Es decir: prevención. Es más. Ese test “casero” que vamos a poder comprar me da más miedo: los que se lo hagan y vean que lo han pasado no van a hacer caso de las medidas sanitarias, pero si los test de los hospitales fallan, ¿cómo no van a hacerlo los de las farmacias? Esto sí me invita a pensar en consumismo y negocio farmacéutico.

La fragilidad

La situación no es buena. Mucha gente se ha relajado y aparecen los rebrotes. Los que nos ponemos de mala hostia con la despreocupación ajena sufrimos y, a la vez, somos los raros. Igual si compartimos más noticias sobre el regreso del coronavirus, desde China a Huesca pasando por la conexión entre Murcia y Bolivia, nos lo tomamos más en serio todos. Algunos, de hecho, están deseando que en Euskadi tengamos una mala noticia. Son los que están de campaña y por el cuanto peor, mejor, son los que confían precisamente en los que se pasan por el arco del triunfo las mascarillas y la distancia social.

Republicano, sí, pero…

La buena noticia es que, con la que está cayendo sobre la Casa Real, mensajes como el de Juan Ramón Lucas hoy suenan ridículos cuando, solo hace unos años, sonarían incluso solemnes gracias al velo y los juancarlistas: “Soy republicano. Por un principio de rigor democrático y convicción política. Ahora bien, dudo mucho que un presidente de república ejerciera la Jefatura del Estado con más solvencia que Felipe VI y una presidenta fuera a estar mejor formada de lo que lo estará su hija”. ¡Veámoslo! Que Felipe se presente a unas elecciones. Que lo haga su hija dentro de veinte años. Y si ganan, que sean jefes de Estado.

La lógica trumpista

Donald Trump es su propia caricatura: su afirmación de que para que no haya tantos positivos por coronavirus en EE.UU. la solución es hacer menos tests ha sacudido (de risa) al mundo. No es la única barbaridad que hemos leído sobre sus intervenciones públicas ni será la última. Pero tampoco podemos olvidar que no tenemos toda la información: los estadounidenses lo han elegido, ahora tienen que cargar con él y responder, en apenas unos meses, si volverían a hacerlo. Si lo reeligen, nosotros solo podemos cruzar los dedos para que no empiece una guerra nuclear. Y para que el populismo no se contagie como el virus.

Hablando de populismo…

Es innegable que una parte del discurso trumpista es aplicable a España y a Euskadi. Solo así se explica que a Vox y otros partidos fascistas que hacen populismo les vaya tan bien. Vamos, que caraduras como Trump que no se sonrojan mintiendo o diciendo verdades a medias, hay en todos los sitios. También en la campaña vasca y entre los que tuitean en euskera. Y en la campaña gallega y entre los que tuitean en castellano, claro: Vox difundió sin ser cierto que un gaitero recibía a la banda de ultras que participaban en un mitin en A Coruña. Ese músico siempre está en ese punto. Y los fascistas nunca son bienvenidos.

Y hablando de ultras…

Insisto: hay cerebros que compran esa mercancía averiada que es el populismo, esos mensajes simplistas, esa fanfarronada de chulo de patio de colegio. Javier Negre, ya fuera de El Mundo, se pone en el escaparate, en sus redes sociales, con vídeos como el que denuncia Juan Soto Ivars en Twitter: Negre va a meterse con un mantero por vender bolsos de imitación. No hace una investigación sobre la red, no entrevista al traficante de esa mercancía, no. Se enfrenta al último eslabón, el más frágil de la cadena. Así alimenta un discurso de mierda y un canal con contenido de mierda. Pero lo peor es que lo ven.

No, no se ha terminado

En Pekín hay un rebrote del coronavirus y en una ciudad del tamaño de un país están volviendo a confinarse en círculos concéntricos en torno a un mercado (otra vez, un mercado) que parece que es el nuevo foco. Esto no se ha acabado, al contrario: solo estamos en medio del problema, terminando de superar el primer golpe. Este virus, que es de los que mata, no se ha ido a ninguna parte. Al contrario: está donde surgió (allí) y está donde se expandió (aquí). Así que más nos vale cuidarnos, usar la puñetera mascarilla (que algunos parece que no lo entienden) y mantener las distancias. También con la familia.

Y sí, las y los profesores sí importan

No hacía falta que un grupo de directores de centros escolares declarasen que los profesores en Educación Infantil y Primaria son importantes. Igual que lo son los de cursos superiores y hasta la universidad: la educación a distancia improvisada, evidentemente, no está funcionando tan bien como la presencia de nuestras hijas e hijos en las aulas. Igual el confinamiento sirve para que demos valor a las y los sanitarios, la Ertzaintza, las y los profesores, las y los reponedores y cajeros, repartidores, hosteleros… Esos profesionales que nos han ayudado o a los que hemos echado tanto de menos.

El irrelevante fin de EA

Mikel Segovia ha hecho un práctico resumen para lectores de El Independiente de toda España de lo que supuso electoralmente la escisión del PNV y EA, y la situación actual de cada partido. La del partido de Ortuzar, sobradamente conocida. La de EA, ignota para quien no está metido en la arena política. ¿Qué en EA están dirimiendo en los juzgados quién será su nuevo secretario general? ¿Quién lo era hasta ahora? ¿Cuántos quedan en EA? Son las preguntas que se hacen hasta muchos afiliados del PNV que vivieron aquellos tortuosos días. Hoy, solo quedan restos de la obra de Garaikoetxea y los rebaña Sortu con satisfacción.

Iturgaiz no sabe ni dónde vive

Después de tanto tiempo yendo y viniendo a Bruselas, me temo que Carlos Iturgaiz tiene jet-lag permanente. Y eso que su propio partido le dio un respiro cuando estuvieron a punto de apartarle del europarlamento. Bueno, la cosa es que el candidato del PP a lehendakari no sabe muy bien dónde se encuentra: “Iturgaiz se reivindica como única alternativa al ‘frente popular de Bildu, ERC, UP y PSOE’” (El Confidencial). Ahí es nada. Iturgaiz contra todos y con todo lo que se le pase por la cabeza. Entiendo que el PP esté intentando no convertirse en la nada, pero igual no tienen bien detectado su propio problema.

Pues en España les va bien

Está bien, me rindo: el PP parece desnortado en Euskadi pero en España las encuestas respaldan su estrategia de enfrentamiento constante, tono agrio y cara de oler siempre un pedo. Por lo menos, en La Razón han decidido que el ánimo no puede decaer, y han publicado una encuesta en la que los de Casado y los de Sánchez empatarían a escaños si hubiese elecciones generales, aunque el PP quedaría todavía 200.000 votos por detrás. Me cuesta creerme este resultado tan bueno, pero sí parece que el PP va recuperando voto fugado a Ciudadanos y Vox, y que el PSOE tiene menos margen de crecimiento.

Los nuevos mediocres son los de antes

Creo que Esteban Hernández da demasiadas vueltas en su extensa reflexión en El Confidencial sobre lo que es la mediocridad y lo que es la brillantez para llegar al punto de partida. Me hago mayor y no estoy para perder el tiempo con disquisiciones salpicadas con nombres rimbombantes de obras y sus autores. Tampoco lo perderé para escribir esto: los nuevos mediocres de los que habla son los mismos que antes de la pandemia. El problema de España y de Euskadi es exactamente el mismo: no se ha premiado lo suficiente al bueno ni se ha apartado lo suficiente al malo. La tabla rasa nos ha empeorado.

Teletrabajo y teleclases

Vi por primera vez el vídeo hace un par de meses, pero compruebo en Bebes Y Más que sigue moviéndose: se trata de un timelapse de una madre que se graba intentando trabajar desde casa durante el confinamiento con sus tres hijos. 27 interrupciones en 11 minutos han contabilizado los autores del blog. Y no es una exageración: todos los que han intentado teletrabajar con niños pequeños, que además han ido incorporando tareas de la ikastola, saben que ha sido un infierno que ha terminado en jornadas interminables por falta de rendimiento y concentración porque también había que cocinar, ordenar y limpiar.

No necesitamos flexibilidad

Estoy bastante mentalizado en que después del verano volveremos a confinarnos: pequeños y mayores volveremos al teletrabajo y las clases on-line hasta que haya una vacuna y mientras las mascarillas y la distancia social sean solo palabras y no hechos. Y veo que no soy el único: en Pymes y Autónomos explican que muchas empresas están preparándose para una mayor flexibilidad laboral. ¡Pues menuda castaña! Lo que necesitamos es que, aunque no nos movamos, clientes, proveedores y jefes respeten los horarios, que nadie llame a las 14:30 ni a las 20:30 aunque sepa que estaremos en casa. Esta flexibilidad es una mierda.

Y no solo para política

La pieza de Carlos del Castillo en El Diario es interesante porque pone ejemplos y cifras sobre lo que todos sabemos o barruntamos, pero creo que son muchas las marcas dispuestas a pagar por cuentas con miles de seguidores para lanzarse a vender. No solo quien tiene objetivos políticos tiene interés en estas cuentas, como él apunta. En cualquier caso, ahí está el modelo de negocio. Una opción que no entiendo porque el mejor público es el interesado en ti, no en chistes robados. Y la mejor inversión es la que hagas en contenido, no en una cuenta a la que vas a cambiar el nombre y la foto de perfil.

Un fuerte abrazo

En la Casa Real española tienen un problema: cada vez que sale en televisión Felipe VI todos tenemos una oportunidad para acordarnos de que la jefatura de Estado en España basada en la carrera de un espermatozoide es absolutamente anacrónica. Si quieren seguir viviendo de la corona lo mejor que pueden hacer es esconder al hijo de un Juan Carlos I, que ya no tiene ningún crédito. En la cuenta en Twitter de Els Quatre Gats lanzaban un afectuoso mensaje el fin de semana: “Un fuerte abrazo a los ‘yo no soy monárquico, soy juancarlista’, que últimamente se os ve muy callados”. Al final, eran todos cortesanos.

Confirmado: somos más tontos

Puede que el texto que hemos encontrado en Magnet sea un poco farragoso o puede que yo no tenga la inteligencia suficiente para comprenderlo a la primera. Pero después de dos lecturas creo que me ha quedado claro: los test de inteligencia dan resultados cada vez peores desde 1975, lo que supone que, efectivamente, nos estamos volviendo más tontos. ¿Qué significa eso? Que comprendemos y resolvemos peor que nuestros predecesores. ¿Por qué? Porque hay más máquinas y ordenadores que lo hacen por nosotros, y dejamos de hacer el esfuerzo. No seré muy listo, pero no me parece una buena noticia.

No me creo que estén discutiendo esto

Estoy muy de acuerdo con que el problema de la izquierda mundial actual es que ha ido recolectando todo tipo de reivindicaciones, que ya no se acuerda de sus verdaderos objetivos y que, en su afán de no dejarse ningún conflicto en el que implicarse, se contradice constantemente. Fruto de todo esto es el último motivo de discusión en el gobierno español: el PSOE defiende una visión del feminismo que puede dejar fuera a las mujeres transexuales y Podemos considera que todas son mujeres con reivindicaciones. Me da igual a quien pueda molestar: en el PSOE están absolutamente equivocados.

Vuelven el fútbol… Y las apuestas

Al final, la prohibición de exhibir marcas de empresas de apuestas en las equipaciones oficiales ha durado… Lo que ha durado el parón. Vuelve la Liga y el Gobierno deroga la norma que iba en un conjunto para evitar que durante el confinamiento las apuestas on-line fueran accesibles. Una iniciativa tan adecuada como insuficiente. Y no soy un mojigato: las casas de apuestas no son el diablo, pero su regulación es necesaria para que no se instalen, como lleva décadas pasando en el Reino Unido, en los barrios deprimidos. Del mismo modo, su derivada on-line no puede impactar a los más vulnerables.

Estos sí son mojigatos

Censurar Lo Que El Viento Se Llevó por racista es una mojigatada como un templo. Internet, lejos de traernos el acceso a la cultura y el conocimiento, nos está dejando un rastro de protestas dirigidas a obras culturales y autores que solo necesitan contexto para ser comprendidos. Pero señalar, protestar vía tuit y montar campañas de acoso es más fácil. La reflexión de Juan Soto Ivars al respecto es muy adecuada: los críticos solo llevan la cuenta y los creadores les justifican para seguir trabajando. Pero no creando, porque los autores tienen cada vez menos libertad ante una turba ignorante y adolescente.

Mascarilla y distancia. No es tan difícil

Los repuntes que estamos viviendo en la CAV tienen que llevarnos a no bajar la guardia ante la amenaza del coronavirus. Lo dijo el lehendakari: mientras no haya vacuna no podremos olvidar ni la mascarilla ni la distancia social. Es tan fácil como cumplir eso y añadir un poco de gel hidroalcóholico. Juan Ignacio Pérez escribió en su blog de DEIA un extenso post sobre cómo nos comportamos y los riesgos que conlleva. Por desgracia, es desolador comprobar cómo muchos ni llevan mascarillas en la ciudad ni son conscientes de que mantener una distancia mínima con otras personas salva vidas. Empezando por la suya propia.