Europa está para dejarte unos huevos, Donald

Hace solo un par de semanas Donald Trump aseguraba que Europa se había creado solo para fastidiar a EE.UU., y hoy las y los europeos nos fastidiamos y pagamos más cara la docena de huevos porque en aquel país no han logrado asegurar el suministro, y ahora Europa actúa como el vecino que te deja ese par de huevos que puede faltarte. Esto hay que decirlo también en las columnas de los periódicos que se publican en rinconcitos de Europa para que los argumentos para dummies del presidente estadounidense no calen ni aquí ni en ningún otro lado. Frente a su incapacidad y su populismo paupérrimo, más y mejor Europa.

Son idiotas

Me tranquiliza comprobar que pasan las semanas y Trump solo tiene el decálogo de temas que exhibió al principio de su legislatura y unos colaboradores que no le discuten nada. Y para eso hay que ser idiota. No lo digo yo, lo demuestran ellos: “El secretario de Salud de Estados Unidos ha sugerido permitir que el virus prolifere, para identificar a las aves que puedan ser inmunes” (The New york Times). A Robert F. Kennedy Jr. no se le ha escapado esta ocurrencia: lo ha repetido en diferentes entrevistas televisivas y Brooke Rollins, la “secretaria de Agricultura, también ha expresado su apoyo a la idea”. Brillantes.

Trump no lo es

Donald Trump no tiene un pelo de tonto: ha conseguido vaciar el partido republicano de cabezas pensantes para formar una guardia pretoriana de incapaces, y ha convencido a Elon Musk para que lidere su ejército de alocados. Su relación se basa solo en que Musk piensa que maneja a Trump y Trump piensa que él maneja a Elon. En eso y en la pasta, claro: “El proyecto cripto de Trump recauda 250 millones”. En total, esta “plataforma de banca cripto” que “se lanzó en octubre, justo antes de la victoria electoral de Trump” lleva recaudados 550 millones. “La familia Trump podría quedarse con el 75% de los ingresos netos” (La República).

Todo lo que toca lo estropea

No me refiero a Donald Trump, sino a Airbnb, que además de afectar negativamente a la habitabilidad de nuestras ciudades y al turismo desmedido, “se ceba con los hoteles baratos: pierden más de 21.000 plazas en cinco años”. Las vacaciones de mi infancia eran en un hotelito con habitaciones limpias, parking de tierra y desayuno sencillo: zumo, Cola-Cao y madalenas valencianas con mantequilla y mermelada. He intentado repetir esa experiencia con mi hija y mi hijo y es imposible: esos establecimientos ya no existen porque Airbnb los ha dejado sin demanda. Dejar de usar estas plataformas es una necesidad mayor que lo que creemos.

El “hype”

Entro a Bluesky cada mañana y, después de leer a Bernie Sanders, siento que me aburro. Demasiadas buenas intenciones, demasiadas lecciones que aprender (sin ninguna gana de hacerlo por mi parte) y pocas caras nuevas. No es solo mi impresión, Xavier Tomàs lo ha desmenuzado bien: “Apenas supera los 33 millones de usuarios en todo el mundo. Algunos datos de referencia en comparación: Cada mes, Tiktok crece entre 25 y 30 millones de usuarios en todo el mundo. Cada mes, Instagram crece alrededor de 15 millones de usuarios en todo el mundo”. Por eso alerta del “hype” de una red social claramente estancada.

¡Qué escándalo!

¡Cómo de importante es el tema que ha conseguido ocupar la portada de Marca incluso por encima de las quejas del Real Madrid por el poco descanso de sus jugadores! Pero así son las cosas: la oficialidad de la selección vasca de pelota “desata un escándalo sin precedentes”. El país que inventó el deporte, puede jugar por primera vez la liga de naciones… dejando a España fuera, según el histórico diario deportivo. El logro del PNV (Ortuzar y los responsables de la federación vasca posando con la Ikurrina ocupan la tercera foto en Instagram) ha provocado un malestar mayúsculo, por lo visto. El portadón de Marca es solo un estornudo.

Otra de Mazón

“Carlos Mazón borra un tuit en el que celebraba que las Fallas ‘inundan’ Valencia”. El titular en El Confidencial Digital es suficientemente concreto, sucinto y descriptivo. No puedo añadir nada más salvo mi sorpresa ante la torpeza monumental del equipo de Carlos Mazón. Tiene que haber una cadena de responsabilidad para validar ese texto (posteriormente volvió a publicarlo con la expresión “llenan cada rincón”) antes de publicarlo. Una cadena que falló, que está nerviosa, que es inoperante hasta en lo menos importante. Con esos mimbres no se pueden hacer cestos, la resistencia levantina del PP tiene menos sentido cada día.

Y otra del PP

Mazón no ha alcanzado un acuerdo con Vox para aprobar los presupuestos de Valencia por accidente, ni por necesidad, ni es un hecho aislado: “PP y Vox se alían en Cantabria para aprobar la Ley de Simplificación” (El Plural). PCR y PSOE sostienen que se trata “de desregulación, no de simplificación”, y que la norma “abre la puerta a la especulación urbanística”. Más allá del debate político en Cantabria, es evidente que Núñez Feijóo no se ruboriza cuando acuerda con el representante español del trumpismo. Él está legitimando a los de Abascal y a sus aliados. Y eso no puede salir bien.

Otra masacre

“404 muertos y más de y más de 560 heridos”. No son números, son personas. Son los seres humanos que han sido atacados por el ejército de Israel “después de que Netanyahu haya ordenado ‘actuar con contundencia’ contra Hamás por rechazar ‘todas las ofertas’ de los mediadores en el marco de las negociaciones para un acuerdo de paz” (Huffington Post). La maldad del primer ministro parece infinita, tan infinita como es nuestra indignación, nuestra rabia y la puta inacción de la comunidad internacional. Si esto pasa es porque hemos permitido todo lo anterior. Nuestra civilización está el borde del colapso, a veces deseo que llegue ya.

Sopas y sorber

Me siento inhumano saltando a algo tan banal después de hablar de casi 1.000 personas muertas o heridas en Gaza, pero la actualidad en Internet es justo así: vas de un tema a otro sin conexión ni contexto, y de una hostia en toda la cara a la gilipollez más supina: el Real Madrid quiere 72 horas entre partido y partido… pero también quiere muchos millones para pagar su carísima plantilla y estos solo se generan jugando y ganando. Vamos, que Florentino Pérez (el mismo que quiere jugar una Superliga, y la liga y copa españolas, al mismo tiempo) y toda su cohorte quieren sopas (los millones) y sorber (no atragantarse con tanto meneo).

La guerra de los vídeos

Los vídeos que ha sacado el PP hechos con inteligencia artificial no me gustan por chuscos, por horteras, por feos. Además del conflicto diplomático con República Dominicana, han provocado ya una respuesta (era de esperar), la del periodista Alán Barroso que ha hecho uno equivalente señalando al PP. Pero otros partidos también usarán estos métodos y, gracias a la iniciativa del PP (arrebatada a la izquierda), siempre irán detrás de los de Núñez Feijóo, que han golpeado primero y han generado una reacción tan exagerada como hipócrita: no dudo de que en Podemos, Sumar o el PSOE estaban valorando lanzar vídeos similares.

Y la de las redes

La columna de hoy va de “lo mío”, aviso. Esto es, de comunicación política. Ya hemos hablado de los vídeos del PP. También debemos hablar de la batalla que se está librando en las redes sociales digitales: “El PSOE intensifica el uso de redes alternativas a X para dar la batalla digital a la ultraderecha” (Público) porque “X es un territorio perdido” y, ahora, Instagram o Tik Tok “son los nuevos campos de batalla digitales”. Pero mantener una actividad permanente en esas plataformas más allá de la campaña es muy difícil (de hecho, lo fácil es hacerlo en X), y en el PSOE lo intentan hasta con directos con los ministros en una “Zona Roja”.

¿Por qué?

Lo que hacen Vito Quiles y Bertrand Ndongo en el Congreso no es periodismo, no es información. Aquel no es su sitio, por mucho que exista una página web con apariencia de medio on-line que les sirva para pedir su acreditación. Sacarles de ese espacio no atenta contra la libertad de información ni el derecho a estar informados. Debemos ser honestos. Entonces, ¿por qué “el PP se opondrá a la expulsión de Vito Quiles y Ndongo del Congreso” (El Confidencial Digital)? Pues porque no son pocos los representantes de este partido que se apoyan en noticias de estos falsos medios para tuitear.

A peor

Titulan en Vozpópuli: “De la televisión al móvil y de periodistas a ‘influencers’: así ha cambiado nuestra forma de informarnos”, y yo colijo: a peor. No podemos desvincular el momento en el que los falsos medios (como los de Quílez o Ndongo) y los influencers empezaron a ganar la partida a las y los periodistas, del momento en el que empezó a resurgir la extrema derecha. “Más del 60% de los usuarios en España consume noticias a través de redes sociales, superando a la televisión y la prensa escrita” y “el 55% reconoce haber encontrado información engañosa en redes sociales al menos una vez a la semana”.

La tendencia se confirma

En Espacio Dircom nos hemos encontrado datos de consumo de información, o algo parecido, entre la juventud: “El 49 % de los jóvenes de españoles utilizan las redes sociales para informarse, lo que supone un 7 % por encima de la media de los jóvenes de la Unión Europea”. Sus fuentes son: “Instagram (51 %), TikTok (43 %), X (36 %), YouTube (32 %) y Facebook (11 %)”. En este contexto, “sobre la exposición a la desinformación”, “el 51 % de los jóvenes españoles afirma haberla sufrido a menudo o muy a menudo”. Los datos se repiten, por lo que las percepciones se asientan. Ese es el terreno de juego, ahora, juguemos.

El daño

No tengo ni idea de lo que dictará el juez, tampoco tengo modo de saber si lo que le ha dicho Jésica Rodríguez, “la mujer con la que José Luis Ábalos mantuvo una ‘relación particular’’”, según The Objective, es cierto. Pero sí sé que el daño que hace a la democracia es amplio y profundo: “Reconoce que estaba contratada en dos empresas públicas, pero que no iba a trabajar” y “no sabía quién pagaba el piso en el que residió dos años en Madrid”, un piso de 2.700 euros al mes. Este tipo de declaraciones y situaciones no solo perjudican a Pedro Sánchez, no solo perjudican al PSOE y no solo perjudican a la política española.

La culpa es de quien les permite entrar

Yo lo tengo claro: la culpa de que la mayoría de periodistas parlamentarios se haya manifestado para dejar claro algo obvio, que “señalar no es informar”, es de quien ha dado las acreditaciones a Vito Quiles y Bertrand Ndongo, que se pasea por el Congreso con una acreditación de redactor de “Periodista Digital”. Y las acreditaciones las da la Mesa que preside Francina Armengol. Si la socialista les abre la puerta, yo lo tengo claro, es porque forma parte de esa estrategia de Sánchez de presentarse como el que se enfrenta a la extrema derecha, sea Vox, sea Trump. En ambos casos, de la misma manera: de boquilla.

Esto es brillante

Cambiamos de cámara: en el Senado, Manuel Mariscal se quejaba ante José Pablo López porque Silvia Intxaurrondo había vetado a su partido. El presidente de RTVE le respondió reproduciendo las palabras de la periodista vasca: “Ella habla concretamente, textual: ‘Aquellas fuerzas políticas que defienden mensajes ultras, homófobos o machistas no deben tener un espacio en un medio de comunicación’. Pero no dice nada de Vox. No sé por qué usted se siente aludido” (Vertele). Podemos debatir sobre si lo que sugiere Intxaurrondo es mejor que dejar que veamos a esas fuerzas hacer el facha, pero el zasca es indiscutible.

La derecha punk

Me hace mucha gracia esa referencia, recurrente ya, a que ser de derechas es ahora ser un poco punk. Es cierto que la socialdemocracia y lo políticamente correcto se ha hecho norma y lo contestatario ahora es ser muy de derechas o, directamente, facha. Pero los punks son otra cosa. Dicho esto, la reflexión de Luis Abascal en El Plural me resulta interesante: si la derecha toma los gobiernos, la respuesta será progresista. “Hace un par de días, la élite económica se disfrazaba de mujer negra trans lesbiana neurodivergente y ahora lo hace de cowboy”, explica. Y también sentencia con acierto: “El punki es tan solo un mero consumidor”.

Así, todo

“Trump dice no recordar haber llamado dictador a Zelenski” (El Debate), y pide pasar rápidamente a otra pregunta. Lo hemos visto todos porque las cámaras estaban ahí, apuntando a un mentiroso. Me encantaría preguntar al primer ministro británico, Keir Starmer, que fue testigo directo del embuste, qué se le pasó por la cabeza en ese momento, pero tampoco iba a arreglar nada. Lo que vimos (que Trump llamara “dictador” a Zelenski) y lo que hemos visto (su mentira) da la medida del tipo con más poder del planeta. ¿Y qué piensan quienes le votaron (como lo hizo una parte importante de la diáspora vasca)?

¿A quién damos las gracias?

Por supuesto, unas y otras, unos y otros van a ponerse estupendos, como escribió Valle-Inclán, y ninguno va a tener razón: ni quienes han sido blanditos con un tipo atroz como Putin, ni quienes son los pelotas de Trump, importadores de sus barbaridades. Todas ellas, todos ellos seguro que se levantan con dignidad impostada diciendo que son los más pacifistas. Y la mayoría les miraremos preguntándonos: “¿De qué me quieres convencer ahora, pichón?”. Ahora que nos encontramos con esto: “España espera disparar su gasto en Defensa en los próximos 5 años para cumplir con la OTAN” (El Plural).

Un mundo peor

Estamos viendo en directo, en todos los informativos y webs de noticias, cómo el mundo va a peor. Los poderosos son cada vez más fuertes y nos quedamos sin referentes que quieran enfrentarse a ellos: este fin de semana se ha cumplido un año de la muerte de Alexei Navalny en una prisión rusa ubicada cerca del círculo polar ártico. Lo peor es que algunas y algunos, incapaces de distinguir entre un dictador y una merluza, se creerán la versión rusa de que fue una muerte natural como si el encarcelamiento por ser un opositor político y el envío a esa prisión en condiciones extremas fuesen producto del clima.

Así funciona esto

No me extrañaría que nuestra civilización esté a punto de colapsar porque esto es, sencillamente, insostenible: a cambio de pequeñas recompensas que nos hacían sentir privilegiados hemos hecho ricos y poderosos a los sociópatas. Y ahora nos llevamos las manos a la cabeza mientras nos hacemos los sorprendidos. ¿Cómo ha podido pasar? Así: Javier Milei llega con promesas populistas a la presidencia, desde ella promociona una nueva criptomoneda y esta deja sin sus fondos a los inversores, sin que sepamos si fue por un colapso (otro) o un fraude. No me dan pena quienes se dejaron embaucar, la verdad.

No soy tan listo

No soy tan listo como Pablo Iglesias, ni como quienes le acompañan en su proyecto de medio de comunicación, Diario Red, ni como la media de los lectores del digital. Lo asumo, no pasa nada. Lo llevo bien, de hecho. Porque no soy tan listo me ahorro que me insulten mientras me explican lo que tengo que pensar: “Es la ley del valor, estúpido” (el editorial), “Es la ideología, estúpidos” (un artículo del propio Iglesias) y “¡No es solo la economía, estúpido!” (un artículo de Beto Vasques) son tres piezas que convivían en la portada de la web de ayer. Porque no soy tan listo no entiendo que este tipo de información, tan chulesca y repetitiva, funcione.

Ay, pobres

Igual que me falta inteligencia para apreciar los intentos de Pablo Iglesias y el resto de autores de aleccionarme llamándome “estúpido”, me falta sensibilidad para que estos deportistas de élite me den pena: “El vestuario del Real Madrid estalla de indignación: ‘Nos están machacando’”. Yo intento empatizar con ellos, sentir su dolor, y me esfuerzo en escribir comentarios como “¡ay, pobres!” (El Debate). Pero no me sale: recuerdo la impunidad con la que han empujado, pegado y se han dirigido a los árbitros, y se me caduca la empatía. No solo eso: el respeto que tenía al club se me va derritiendo también.