Quien ha pintado con una plantilla “urteko salto onena” en el lugar en el que un coche de la Ertzaintza cayó al río Urumea y falleció un agente es un miserable. Quien ha diseñado, quien ha impreso, quien ha llevado en el bolsillo y quien ha pegado en un cristal una pegatina en la que se lee “zipaiorik onena errekan dagoena” y se ve cómo una grúa saca el vehículo del río, es un ruin y un canalla. Y como bien apunta Javier Salvador en Twitter, se trate de la misma persona o de varias, también es un cobarde. Tan miserables y cobardes como quienes ahora callan pero han promovido, amparado y justificado a estos mierdas.
Miserables de allí
El de la pintada, el de la pegatina y el del silencio ante la mofa por el fallecimiento de un ertzaina no se ven igual que Carmelo Romero, pero son el mismo tipo de espécimen despreciable. El diputado del PP por Huelva era un desconocido hasta que ayer gritó a Íñigo Errejón “vete al médico” después de que el de Más Madrid preguntara en el Congreso por la asistencia psicológica y recordara que en España hay 10 fallecidos por suicidio cada día. Romero está inhabilitado para la política y el PP debería cesarle sin dudas. También en Madrid hay un mierda visible y quien ha promovido su ánimo guarda silencio.
Segundo día, segundo traspié
Hoy también toca escribir sobre Pablo Iglesias, por supuesto. Si ayer abríamos la columna con el primer traspié del vicepresidente español y futuro candidato de Podemos a la comunidad de Madrid, que Mónica García rechazaba su oferta en los medios de una candidatura unitaria y le acusaba de machismo, hoy toca que hablemos de su segundo traspié consecutivo. Pedro Sánchez acepta a Yolanda Díaz de vicepresidenta, como Iglesias había designado, pero vicepresidenta tercera. Iglesias se ha debilitado mucho en solo dos días y su carrera hacia la Asamblea solo acaba de empezar. No todo es retórica, amigo.
Madridcentrismo
Iba a titular el párrafo con un “catetos de ciudad”, pero me parece injusto para las y los madrileños, pues no todos son tan madridcentristas y reduccionistas (de ahí el catetismo) como Pablo Iglesias, que evidentemente no mide bien en política cuando abandona la vicepresidencia del gobierno (que se forma después de una repetición electoral entre otros motivos porque el líder de Podemos tenía que estar integrado en el ejecutivo) para liderar una candidatura que intenta entrar en un parlamento autonómico. Insisto en que este movimiento muestra los dos fallos: el de mesura y el de centralidad jacobina.
La intrahistoria
Las formas son claramente diferentes y Pablo Iglesias tiene mejores intenciones que Isabel Díaz Ayuso, evidentemente. Pero el mismo punto de partida no es una casualidad: el mesianismo de ambos políticos, su tendencia al populismo, su costumbre de vestir con gravedad lo ligero y sus decisiones, que huelen a irresponsabilidad, son puntos en común en esta lucha que PP y Podemos plantean como un antagonismo atávico. Pero nada hoy es tan dramático como el coronavirus y en Magnet lo recuerdan bien: ambos participaban en el programa La Tuerka y admitían tomar cervezas juntos hace solo unos años.