Los ridículos

Hace un par de temporadas, un tuitero que se tenía a sí mismo por muy gracioso envió unos mariachis a Ibaigane. Cuando fue a renovar su Gazte Abonoa, la junta de Aitor Elizegi no le permitió hacerlo, y me pareció bien. Con un concepto de sí mismos parecido, los sindicatos de la Ertzaintza enviaron el lunes mariachis a Sabin Etxea para gozo de quienes siempre han rechazado a la policía vasca por policía o por vasca. En esta ocasión, lo que obtuvieron los ridículos (que es quien envía mariachis creyéndose muy divertido) fue la mano tendida de Andoni Ortuzar, que estuvo a la altura desde la que sacó la foto con la que ilustra su post.

Tienen que salir de su burbuja

Las reacciones en Facebook y Twitter de varios agentes, la mayoría con nombres falsos o desde el anonimato, directamente, lo que muestran es una gran distancia entre la realidad y su mundo. Creo que el departamento de Interior tiene que seguir negociando, confío en el trabajo de mediación de EAJ-PNV y sé perfectamente que no todos los y las ertzainas son iguales, como se empeñan en explicarnos desde los sindicatos mientras ellos no distinguen entre quién cumple con su deber y quién se busca una baja. Pero las y los agentes tienen que salir a la calle sin uniforme, saber en qué país viven, qué es posible, legal y legítimo, y qué, no.

O llegarán estos

Mucho ha hablado Bildu de cómo Vox quiere ilegalizarles y al PNV, no. Como si fuera una carrera y, sobre todo, como si Ortega Smith no hubiera dicho a Aitor Esteban que ilegalizará su partido jeltzale. Pero de lo que dijo Abascal en Catalunya me parece más importante su señalamiento a los Mossos d’Esquadra. Que nadie dude, especialmente en la Ertzaintza, que quienes quieren vaciarla de atribuciones disfrutaron de los mariachis y disfrutan del señalamiento a políticos y periodistas vascos. Y España va hacia ahí, hacia un gobierno del PP que tendrá que contentar a Vox. ¿Quién defenderá a la Ertzaintza ante sus pretensiones?

Un debate interesante

“Que te vote Txapote” me parece un lema horroroso, para empezar, porque devuelve al escenario a un personaje que ejemplifica lo peor que le ha pasado a la sociedad vasca: ETA. Pero también me parece que abre un debate interesante: además del mal gusto declarado de quien lo pronuncia, está la cuestión ética. ¿Puede usarlo y alentarlo una derecha española que ha sufrido directamente a ETA? ¿Pueden vetarlo las víctimas? ¿Pueden usarlo las víctimas? ¿Son las víctimas de hoy las mismas que las de hace 20 años, cuando Txapote mataba? ¿Hay que preservar a aquellas o la sociedad está preparada para aceptar un nuevo tipo de víctima?

Una Ikurriña bien grande

La gran victoria de Pello Bilbao en el Tour ha servido para volver a poner en el mapa internacional a nuestro pequeño país. La afición ciclista de todo el mundo reconoce la Ikurriña, sabe que es la bandera de una nación que ama y respeta a ese deporte y que no, no es España. Lo saben en una institución tan jacobina y profesionalizada como el Tour de Francia, que eliminó el mensaje en el que le felicitaban con una bandera española formada con emoticonos y la cambió por la nuestra. Porque la nacionalidad y el país del que es uno no tienen por qué ser los mismos, y entenderlo es solo cuestión de voluntad. ¡Zorionak por todo lo logrado, Pello!

«Ha sido ETA»

La frase que hizo famosa José María Aznar como la mentira más grande en política jamás contada fue lo primero que me vino a la cabeza cuando vi la respuesta de Consuelo Ordóñez a Rafael Hernando, el portavoz que Núñez Feijóo ha recuperado para el Congreso: la víctima de ETA afeaba la réplica en Twitter que había recibido del pepero. Hernando aseguraba que Gregorio, asesinado por el terrorista Txapote, hoy también gritaría “que te vote Txapote” a Sánchez. Y aseguraba también que “Goyo” fue su amigo. La de COVITE decía no conocer a Hernando y que, visto su tuit, él no conoció a su hermano.

Peor es el que la manipula

Estoy seguro de Santiago Abascal no es tan mala persona como nos transmite con sus declaraciones: “Avisa de que los primeros votantes de Sánchez serán ‘violadores, pederastas, golpistas, Txapote y Mohamed’, en referencia al rey de Marruecos”, informan en Europa Press. Estoy seguro de que Abascal no es consciente de la gravedad de sus palabras, de lo que significa lo que pronuncia. De hecho, me preocupan poco él y sus burradas, y me preocupa mucho el que se las escribe, el que se las hace memorizar, el que le asegura que eso es lo que tiene que decir, ¿para qué? ¿Quién gana generando odio? Sí sé quién pierde.

Esto está mal

El boicot, provocado o accidental por una presión mal medida, de los trabajadores de Navantia en Cádiz a Yolanda Díaz, que estaba dando un mitin en la ciudad, está mal. Está mal, para empezar, porque lo dice la ley, que es clara sobre el derecho de la ciudadanía a ser informada durante una campaña de las intenciones de quien se presenta. Y está mal porque algunos sindicatos y, lo que es peor, los movimientos asindicales (según El Independiente, estos trabajadores de Navantia acudieron “sin estructura sindical”) se han alejado del posibilismo para acercarse a la extorsión, y han cambiado el largo plazo por el cortísimo.

¿Quién es Tamara Falcó?

Sé quién es Tamara Falcó, sé que trabaja en “El Hormiguero”, sé que es una estrella en Instagram, sé que es el clavo al que se agarran las revistas del papel couché para conectar con la siguiente generación y sé que la creación de las estrellas “del corazón” es un fenómeno arbitrario. Pero me ha sorprendido la cantidad de información que toda la prensa ha publicado de su boda. Lo que no me ha sorprendido es que, como tuitea Tortondo, “los invitados a la boda de Tamará Falcó son como la programación del Canal Historia: nazis y tiburones”. Niñas y niños pijos con empresitas y descendientes de fascistas declarados. Qué cuadro.

¡Ah, sí, el cara a cara!

Por supuesto, también sé que ayer se celebró el esperado “cara a cara” entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. No estoy tirándome el pisto, no tengo mucho interés en él porque sé que si uno y otro han hablado de Euskadi habrá sido para mencionar lo peor de nuestro país: ETA y quien justificándoles. El poco interés que tengo es puramente profesional: ver cómo dos políticos que aspiran a gobernar un país se fajan en un diálogo televisado. Por el mismo motivo, por lo genérico, la pieza en The Objective de César Calderón me ha resultado de las más interesantes de la previa: “Siete formas infalibles de perder un debate electoral”.

Nos encaja

Lo peor para Pablo Iglesias no es que Lola Sánchez Caldentey haya escrito un hilo en Twitter en el que la exeurodiputada de Podemos le acusa de machista y de haber intentado espiar a Miguel Urban. Lo peor es que nos encaja perfectamente con lo que hemos visto de Pablo Iglesias hasta ahora. En concreto, Sánchez le acusa de haber promocionado antes a dos hombres que a ella cuando le correspondía, a presionarla para que aceptara formar parte de movimientos internos, de no dejarla trabajar y de haberle pedido informes anónimos sobre la Urban, y nos podemos imaginar a Iglesias en todas esas situaciones sin dificultad.

Nada le vale

Pablo Iglesias ve cómo todo lo que ha puesto en marcha con esfuerzo (eso no se lo discuto) se lo va a llevar Yolanda Díaz con mucho menos trabajo. Y la culpa es, en gran parte, suya: todas y todos los purgados, todas y todos los rebotados, todas y todos los que quieren participar en un proyecto progresista pero perdieron la confianza y las ganas en Podemos, se suman a Díaz. E Iglesias, por supuesto, busca culpables fuera: “Pablo Iglesias, que se pegó más horas en La Sexta que Ana Pastor, Pablo Iglesias, que era tertuliano en la SER, ese mismo Pablo Iglesias, diciendo a otra que muy mal estar en La Sexta y la SER”, tuitea con tino Jorge Matías.

Seguimos

Leo en El Independiente que “la moción de censura tuvo ‘poco o ningún interés’ para el 61% de la población, según una encuesta de Sigma Dos”, y sin embargo aquí estoy, escribiendo sobre ella. Por otro lado, en Vertele han recopilado las cifras: 790.000 fueron las espectadoras y espectadores que, de media, vieron la sesión el martes de 8:00 a 15:00 (cuando hablaron Abascal, Sánchez, Tamames y Díaz). Supongo que muchas y muchos éramos periodistas que seguíamos con entusiasmo un poco enfermizo el show. Pero ni la atención excesiva del sector va a servir para mantener viva una patochada que nunca debió de darse.

Daniel, déjalo

Días después seguimos viendo noticias sobre la moción de censura y tuits provocados por las intervenciones durante las sesiones, como este del economista neocón Daniel Lacalle: “Ramón Tamames ha demostrado ser un gigante intelectual ante un gobierno lleno de propaganda y vacío de argumentos. Nunca he considerado la moción de censura una buena idea, pero escuchar a Ramón reivindicar el sentido común y la verdad ha sido un lujo”. Quien se atreve a escribir algo así está entre los gravemente intoxicados o entre los intoxicadores. Nada más explica el arrojo de un tuit tan fantasioso e intencionado.

¿Qué puede salir mal?

“Qatar ofrece una histórica cifra para compra el Manchester United: 6.000 millones de euros” (Nius). Es el precio de salida que la familia Glazer ha puesto al 69% de las acciones del club, todas las que posee. Y la oferta la ha hecho el jeque Jassim bin Hamas Al Thani, de la familia real y “presidente del Banco Islámico de Qatar, la segunda institución financiera más importante” del país. El hambre de estos países de poseerlo todo me sorprende tanto como el inmenso poder que les hemos cedido, vía dinero. Las facilidades de la Premier para trasvasar capitales de la propiedad a los equipos, por supuesto, ayuda a que lo veamos.

¡Qué tomadura de pelo!

Ramón Tamames tiene poca vergüenza. No es un viejo imbécil. Es un imbécil que se ha hecho viejo. Lo demostró él, sin ayuda de nadie, presentándose de la mano de Vox como alternativa a Pedro Sánchez, e intentando dar lecciones ridículas en el Congreso, fuera de tiempo y forma, despreciando a los grupos parlamentarios y, para colmo, intentando vendernos su discurso en forma de libro digital en Amazon. Cinco euritos. No es mucho, pero sí supone mucha caradura: la que ha exhibido en todo momento y lugar desde que se prestó a un teatrillo innecesario y ridículo. El mismo documento está gratis en el web del Congreso, por cierto.

Así de claro

Por mucho que la moción de censura friki haya dañado a Vox y, en especial, a Santiago Abascal, con unos discursos flojos, sin preparar, sin hilar, con argumentos gilipollas, en esto tiene razón el partido ultra: “Vox rebaja la euforia del PP tras la moción de censura: ‘Si quieren gobernar, vamos a tener que pactar’” (El Independiente). No solo eso: el PP tendrá que pactar con un partido debilitado por ridículo. Pero ese es el callejón en el que, primero Casado y luego Núñez Feijóo, han metido a su partido, incapaces ambos de ningunear a la extrema derecha y tender la mano a otras opciones. En su pecado estará su penitencia. Y será larga.

Y Pablo Iglesias, radicalizado

Entiendo el cabreo en Podemos ante las intenciones de Yolanda Díaz. La vicepresidenta y ministra, aupada por Pablo Iglesias en primera persona, pretende llegar a mesa puesta, declarar como de su propiedad todo lo que esté ante sus ojos y, además, salir aclamada. Lo que no entiendo es que alguien tan inteligente como el propio Iglesias (y esa cualidad nunca la he puesto en duda) se esté dejando llevar por la ira, demostrando en cada tuit su radicalización. Mientras tanto, “Colau, Garzón y Mónica García: la izquierda se vuelca con el estreno de Yolanda Díaz” (El Confidencial). Y con esa actitud serán más.

No, no es “libertad de expresión”

Lo que vemos en TikTok no es “libertad de expresión”, como no es “creatividad” salvo en muy pocas excepciones. Lo que vemos en TikTok son copias infinitas de tonterías y mensajes bastante peligrosos que suelen esconder modelos de negocio perversos. Así que no compro, de ninguna manera, este argumento: “TikTok advierte al Congreso de EEUU de que vetarlo perjudicará a la economía y la libertad de expresión” (República). Shou Zi Chew sabe que miente. Que la única economía perjudicada es la suya y no hay libertad de expresión que se ponga en riesgo limitando el acceso a la red social más dañina que yo haya conocido.

A mí que no me mire

Solo soy un columnista de un periódico de provincias. Lo escribo con mucho orgullo pese a que parezca poca cosa. Y por mi condición doy por hecho que ni Joan Laporta ni ninguno de los chivatos que pretende activar repararán nunca en mis opiniones sobre el Barça. Mejor. Porque no me apetece nada defenderme ante prácticas mafiosas. No digo que el actual presidente del FC Barcelona lo sea, digo que su intención de denunciar a los periodistas que están publicando informaciones y análisis sobre los pagos del club a la empresa de Negreira es mafiosa. Y que abra un mail para que las y los culés envíen esos links también lo es.

El punto de apoyo

La mejor intervención entre todas las que hemos visto durante la moción de censura friki fue la de Aitor Esteban. Entiendo que haya hooligans de Aizpurua, Rufián, Yolanda Díaz y hasta de Patxi López, pero es evidente que Esteban acertó en el tono, en prescindir del paternalismo y, sobre todo, en hablar de lo que tocaba: la moción de censura. Su intervención fue un punto de inflexión o de apoyo para que otros discursos fueran posibles. Discursos duros, severos, realistas, de verdad, necesarios, y no pretenciosamente presidencialistas en los que las y los intervinientes solo hablaban de sí mismos y no del tema que nos ha ocupado durante dos días.

Me gustó mucho Gabriel Rufián

Lo pongo en el titular porque no suele sucederme: Gabriel Rufián me gustó mucho. Sus tortas a Ramón Tamames y a Vox, el partido que nos ha hecho perder el tiempo de esta manera tan vergonzosa, estuvieron bien dadas. El debido respeto hay que pasárselo por el arco del triunfo cuando toca, y esta semana ha tocado. Ni la edad, ni la trayectoria (lustrada con esmero los días precedentes), ni el discurso, ni los compañeros para este viaje de Tamames merecen respeto alguno. Y las votaciones de Vox en el Congreso, que el de ERC también repasó (además de los delitos de sus representantes), merecen rechazo expreso.

No, no tocaba

Estoy seguro de que si Mertxe Aizpurua hubiese intervenido después de Esteban y de Rufián habría cambiado su discurso. Su capacidad para transformarse ha quedado de sobra demostrada. Pero le tocó ir antes por el tamaño de su grupo y optó por el continuismo hasta ese momento: intervenciones en las que cada uno hablaba de uno mismo (como Pedro Sánchez) y con un tono forzadamente suave (como el de Yolanda Díaz). Aizpurua no arriesgó, lo fio todo al viejo consejo: “Diga lo que va a decir, diga lo que dice y diga lo que ha dicho”. Pero entró en bucle y daba la sensación de que no sabía salir.

Tan de perfil que ni se la vio

Todavía estoy pensando si el equipo de Núñez Feijóo acertó cuando lo alejó del Congreso. Lo que sí creo es que Cuca Gamarra se equivocó con su discurso: se puso tan de perfil que ni se la vio. Y lo poco que se le escuchó fue para atacar al gobierno español y al PSOE. Es decir, para poner los argumentos que ni Vox ni Ramón Tamames fueron capaces de esgrimir. Si la ubicación de Núñez Feijóo genera dudas la posición del PP en el Congreso no lo hace: Casado se atrevió a decir “no” a Vox en la primera moción y, en esta, la templanza solo ha servido para soldar los futuros de la derecha y la extrema derecha.

Tamames está gagá

Ramón Tamames tuvo un gesto muy feo y muy soberbio el martes, cuando decidió no responder a los grupos parlamentarios. Cuando lo hizo ayer, de golpe a todos, dedicando unos segundos a cada portavoz (que representa a un partido y, con él, a toda la gente que le ha votado), fue nuevamente soberbio, como si necesitásemos sus lecciones fuera de lugar y de tiempo. Tamames está gagá y cada vez que habló ayer lo demostró (también en su respuesta a Esteban a modo de excepción). Y con ello demostró también que esta moción de censura es una vergüenza, una broma, un teatrillo innecesario que no se creían ni en Vox.