Continúo el relato del viaje del viaje realizado en tren por Alemania durante la primera quincena de julio de 2007. La pasada semana lo dejaba en Berlín, de donde partimos a nuestro siguiente destino, Lübeck. Como teníamos que cambiar de tren en Hamburgo (Hamburg), aprovechamos para conocer un poco el centro de la ciudad, pero como bien digo solo un poco, pues llovía a cántaros y optamos por no alejarnos mucho de la estación de tren, así que nos conformamos con su vistoso Ayuntamiento, de finales del siglo XIX y la Catedral de San Pedro.
Situada en el norte de Alemania, Lübeck es una encantadora ciudad que atrae desde lejos cuando contemplamos sus siete altivas torres, fruto del esplendor alcanzado a partir del siglo XIV como capital de la Liga Hanseática. La Puerta de Holsten da acceso al casco antiguo, rodeado por una canal, que conserva interesantes edificios de ladrillo rojo y negro entre los que destacan el Ayuntamiento, la Puerta Bugtor, el Hospital del Espíritu Santo y las iglesias de Santa María y de Santa Catalina. Como se quedó una tarde espectacular, la aprovechamos para ver todo lo posible. Al día siguiente lo pasamos también en esta ciudad pero, como no dejaba de llover, nos desplazamos hasta el pequeño pueblo de Travemünde (media hora de tren), puerto de salida de los ferrrys a Suecia, Finlandia y Estonia, aunque optamos por estar a cubierto en el mercado.
Iniciamos el regreso. Las dos próximas noches las pasaremos en Dusseldorf, ciudad que prácticamente no pisaremos salvo el Ibis Duesseldorf Hauptbahnhof, que nos resulta muy cómodo por estar en la misma estación. De camino nos detenemos en Bremen, otra ciudad que nos ha encantado, conocida mundialmente por los “Músicos de Bremen”, el popular cuento de los hermanos Grimm que tiene por protagonistas a un asno, un perro, un gato y un gallo, Su rico patrimonio se sitúa en torno a la Plaza del Mercado, donde están el Ayuntamiento, uno de los más importantes ejemplos de arquitectura gótica en Europa y la gigantesca estatua de Roland, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2004. Mención especial merece el pintoresco barrio de Schnoor, con las antiguas casas de pescadores. Hemos tenido poco más de tres horas para recorrer la ciudad (está todo muy a mano) y comer en una cervecería tradicional antes de volver al tren.
De Dusseldorf a Colonia (Köln) solo tenemos 22 minutos de tren, así que aprovechamos todo el día para “patear” esta ciudad de la que solo conocíamos la Catedral, pues en un viaje anterior, ya que teníamos que cambiar de tren en nuestro viaje de la Expo de Hannover a Paris, aprovechamos para visitar ese majestuoso templo situado al lado de la estación. En Colonia destaca su impresionante Catedral gótica, que por sí misma justificaría el viaje a esta ciudad bañada por el río Rin. El templo forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y guarda dos importantes joyas, el cofre-relicario de los Reyes Magos y el altar de los patrones de la ciudad.
Tras las intensas lluvias de días pasados, el 13 de julio regresó el verano, así que aprovechamos para pasar un día de relax en Colonia (Köln) después de tantos días de ajetreo. De esta forma pudimos caminar sin prisa por las orillas del Rin, disfrutando de las vistas sobre la Catedral, sentarnos a tomar algo en sus terrazas y visitar otros lugares de interés, como el antiguo Ayuntamiento y el conjunto de iglesias románicas, principalmente San Juan, San Gereón, San Pantaleón y Santa María del Capitolio. En Colonia se utiliza mucho la bici, así que hay que tener cuidado al cruzar los bidegorris.
El penúltimo día de viaje, camino de Stuttgart, nos detuvimos en Heidelberg, donde casi nos arrastramos por sus calles debido al intenso calor, pues la temperatura ha subido casi 20 grados en un par de días. Nada más salir de la estación nos llamó la atención la escultura “S-Printing Horse”, realizada en el año 2000 por Jürgen Goertz. Es la escultura de un caballo más grande del mundo, pues tiene 13 metros de alto, 15 de largo y un peso de 90 toneladas. Como no está el día para subir al castillo, nos dedicamos a caminar por el Puente Viejo y su principal calle, la Hauptstraße, contemplando la antigua puerta de acceso a la ciudad, la antigua Universidad, la estatua de Hércules y la Heiliggeistkirche (iglesia del Espíritu Santo), de estilo gótico tardío.
Tras instalarnos en el hotel en Stuttgart y como somos un poco masocas, en lugar de refugiarnos en el aire acondicionado del hotel, por la tarde nos metimos 45 minutos y otros tantos de vuelta en un tren-sauna para conocer el casco antiguo de Tubingen, donde estaban en fiestas, con txosnas y música en la calle, llevándonos un grato recuerdo de este país que tanto nos ha sorprendido. Jamás había oído hablar de esta población situada al sur de Stuttgart, a orillas del río Neckar, que el fin de semana del 15 de julio se encontraba en fiestas. Luego supe que, al salir indemne a los combates de la II Guerra Mundial, conserva su encanto medieval formado por estrechas callejuelas, coquetas plazas y casas con entramados de madera en sus fachadas, situadas a los pies del castillo de Hohentübingen. Destaca el edificio del Ayuntamiento, situado en la hermosa Plaza del Mercado. También son de interés la Colegiata de San Jorge y la Fuente de Neptuno. Fue la guinda de este intenso viaje realizado en tren por buena parte de Alemania. Al día siguiente, en el aeropuerto de Stuttgart tomamos el vuelo de regreso a Bilbao.
Precioso viaje me recuerda al mío, sólo que con un frío terrible y un sol plata,de esos que no calientan y mucha nieve.Bonitos recuerdos , gracias por compartir.