Dejaba la pasada semana este relato en la ciudad de Rodez, desde donde dedicamos la sexta jornada a recorrer el valle del río Lot. La ruta fue de solo 124 km en todo el día. La primera parada la hicimos en Espalion, donde su principal atractivo es el Pont-Vieux, construido en el siglo XIII sobre el río Lot, incluido por la UNESCO en el lugar Patrimonio de la Humanidad llamado “Caminos de Santiago de Compostela en Francia”, al formar parte de una de las rutas jacobea, la Via Podiensis. Cuenta también con otros lugares de interés como el Palacio de Justicia el Museo Joseph Vaylet de arte y tradiciones populares y la iglesia de San Juan Bautista.
Pronto hacemos otra parada en el pequeño pueblo de Estaing. Seguimos en la ruta jacobea, así que el puente gótico sobre el río Lot también ha sido incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Este pueblo, clasificado entre “les plus beaux villages de France”, es también conocido por su castillo del siglo XVI, edificado por la familia d’Estaing, antiguos señores de la villa. Cuenta también con la notable iglesia de Saint-Fleuret, del siglo XV. Paseando por Estaing contemplamos hermosas fachadas de los siglos XVI, XVII y XVIII, destacando la del palacete Cayron, actual Ayuntamiento, y una cruz de hierro forjado, símbolo del Aveyron.
La última visita del sexto día fue a la población de Conques, de la que tengo grato recuerdo de un viaje anterior, ya que es un sitio emblemático de la Via Podiensis del Camino de Santiago. El apogeo de Conques en los siglos XI y XII, coincide con la construcción de la abadía románica. La Abbatiale Sainte-Foy (iglesia abacial de Santa Fe) forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1998, pues está considerada como una obra maestra de la arquitectura románica del sur de Francia, destacando especialmente por su tímpano, que cuenta con 124 figuras, y por su Tesoro, que incluye obras de arte únicas, datadas en el período carolingio. Por hoy ya vale de visitas. Regresamos a Rodez.
El séptimo día de viaje nos trasladamos a Albi (131 km), ciudad en la que pasaremos las tres próximas noches, aunque de camino realizamos tres paradas, siendo la primera en Villefranche-de-Rouergue, población situada a 250 metros de altitud, a orillas del río Aveyron, cruzado por el puente de los Cónsules. Cuenta con un rico patrimonio, destacando la Colegiata de Notre Dame, concluida a finales del siglo XV, que preside la coqueta plaza porticada del mismo nombre. De visita obligada es la capilla barroca de los Penitentes Negros, muy austera en su exterior, pero profusamente decorada en su interior. La segunda parada fue más breve, en Najac, uno de los “pueblos más bellos de Francia”, que se desarrolló a los pies del castillo.
25 km antes de llegar a Albi, ya en el departamento del Tarn, nos detenemos en uno de los “pueblos más bellos de Francia”, Cordes-sur-Ciel. Es la segunda vez que visitamos este pueblo pues es de los que más me gustan de Midi Pyrénées. Antes de llegar existe un mirador desde el que se puede contemplar todo el recinto medieval de comienzos del siglo XIII, del que sobresale la iglesia de Saint-Michel. Una vez en su interior nos detenemos en la Tour de la Barbacane y en las diferentes puertas de acceso, entre las que destacan la de Jane y la de l’Horloge (Reloj). Caminando sobre sus empedradas calles nos acercamos hasta la plaza del mercado. Las viviendas más importantes y mejor conservadas se encuentran en la Grand-Rue Raymond-VII, destacando la Maison du Grand Fauconnier y la del Grand Veneur, decorada con escenas de caza. Una preciosidad de pueblo.
El octavo día de viaje no cogemos el coche, pues vamos a pasar todo el día en la ciudad que más me gusta de Midi Pyrénées, Albi, capital del departamento del Tarn. Conocida como “la ciudad roja” por el color de sus edificios, está bañada por el río Tarn. Quizás la vista más espectacular es la que tiene como marco el río, el Puente Viejo en primer plano y al fondo la Catedral. La ciudad episcopal de Albi forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 2010. Comenzamos la visita en la place du Vigon, para contemplar algunas casas señoriales, como la Maison du Vieil Alby. Nos desplazamos a continuación al Palacio de la Barbie, al que luego volveremos, para contemplar desde sus jardines el río Tarn, los barcos turísticos que por él navegan y los molinos albigenses. Lo único que no me gusta de Albi es que su plato tradicional sean los callos con azafrán.
Continuamos nuestro recorrido por Albi acercándonos al mercado y a los puestos existentes en el boulevard de Strasbourg. Provistos del Albi City Pass (13 €), que incluye la visita a la Cathédrale Sainte-Cécile y al Musée Toulouse-Lautrec, además de descuentos en otros 20 museos y atracciones, accedemos a la Colegiata y claustro de St-Salvi, sede episcopal de la ciudad entre los años 474 y 584, donde podemos ver varias esculturas policromadas. Regresamos al Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal construido en el siglo XIII, actual sede de otra visita obligada, el Museo Toulouse-Lautrec, donde se exponen más de 1.000 obras del autor, entre ellas sus 31 carteles más conocidos.
He dejado para el final el edificio más emblemático de Albi, la Cathédrale Sainte-Cécile (Catedral de Santa Cecilia). Construida a partir del siglo XIII, es la mayor catedral de ladrillo del mundo, con 113 metros de largo por 35 de ancho. Con aspecto de fortaleza, su campanario se eleva hasta los 78 metros de altura. Es también la única catedral europea cuyas paredes y bóvedas estén totalmente pintadas; unos 18.500 m². En su interior destacan la pintura mural del “Juicio final”, situada bajo el órgano, el “jube”, pared que separa el coro del trascoro, que parece un encaje de piedra blanca, adornado con más de 270 estatuillas esculpidas por artistas borgoñones de Cluny y la bóveda, pintada entre 1509 y 1512, que representa la bóveda celeste.
El octavo día, desde Albi, realizamos una excursión de 85 km, deteniéndonos en primer lugar en un pueblo en el que no teníamos previsto hacerlo, Lescure-d’Albigeois, pero llamó nuestra atención la monumental Torre del Reloj, vestigio de las fortificaciones del siglo XIV y la iglesia de y la iglesia de Saint-Michel, fundada en el siglo XIII. La segunda parada fue en Castres, una localidad que nos agradó por sus múltiples lugares de interés, como el Quai des Jacobins (casas situadas al borde del río Agoût), el parque de Goujarde, el Museo Goya, el Teatro, la Catedral y las iglesias St-Benoit y Santiago. La última parada fue en el pequeño pueblo de Lautrec, clasificado entre los “pueblos más bellos de Francia”. Especialmente nos gustó su plaza, la Porte de la Caussade y las vistas que se tienen desde el molino, además del Atelier du Sabotier, dedicado a la elaboración de calzado artesanal. Concluimos la jornada en Albi. El viaje continúa.
Recuerdo un viaje parecido en pueblos,del cuál tengo un grato recuerdo.Perfecta explicación,me dan ganas de volver.Gracias.