Seguimos en Banlung, la capital de Ratanakiri, donde dejaba el relato la pasada semana. Hoy nos toca un día diferente, pues uno de los atractivos de los alrededores son las cascadas, mucho más si visitamos este territorio con los últimos coletazos del monzón. La más espectacular es la de Cha Ong, situada a 10 km al oeste, con su espectacular caída de 18 metros. Para llegar a ella hay que dar un corto pero agradable paseo entre selva y plantaciones. Accedemos a ella desde una aldea Kreung, donde encontramos a un niño «disfrazado», para ganarse unas monedas. Situado a 5 km al este de Banlung, el lago de Yeak Lom es el “pulmón” de la capital de Ratanakiri, un lugar de esparcimiento para los habitantes de la ciudad y el lugar de celebración del final de la fiesta budista de octubre, con la que la casualidad hizo que coincidiéramos. El lago estaba repleto de personas que acudían a bañarse y a realizar una comida campestre, disfrutando especialmente los niños. Este lago, que es el cráter de un volcán apagado, tiene forma redonda, un diámetro de 800 metros y una profundidad de 47. Como estamos en el final del monzón, el acceso a él en coche resulta complicado, ya que la arcillosa pista está completamente embarrada.
Los tres siguientes días los pasamos cortejando al río Mekong, regresando primero a Stung Treng, ciudad que se encuentra a unos 60 km de Laos y que nos gustó. Por el camino vimos a una persona salir de la vegetación a lomos de un elefante. En Stung Treng también vimos una vieja bomba norteamericana convertida en monumento así como el dedicado a los delfines del Irrawady. Luego cruzamos en una barca el río Mekong para visitar la aldea de Thalaborvat, que cuenta con un antiquísimo templo en ruinas, un monasterio budista y un pequeño mercado. Aquí casi se me frustran las vacaciones pues, al salir de la barca corriendo para fotografiar al monje bendiciendo a los fieles, casi me parto una pierna. Gajes del oficio.
La siguiente cita la tuvimos en Kratie, ciudad situada a orillas del Mekong y punto de partida para desplazarnos a Kampi por una interesante carretera que sigue el curso del río, donde cogimos una embarcación en la que ir en busca de los delfines del Irrawady (llevan el nombre del río birmano), especie en peligro de extinción, pues quedan muy pocos ejemplares y que tuvimos la suerte de ver, o más bien de intuir, pues nos quedaron un poco lejos, máxime cuando casi no podíamos distinguir entre el río real y los campos inundados debido a las fuertes lluvias. A diferencia de los delfines marinos, tienen una cabeza redondeada. Aprovechamos para charlar como pudimos, para hacernos entender, con una simpática jovencita.
Desde Kratie nos desplazamos 36 km al norte hasta la aldea de Sambor. La carretera sigue siendo un espectáculo. Cerca de este pequeño pueblo se encuentra el precioso templo de las 108 Columnas, o Wat Sarsar Mouy Roy, construido en el sitio del antiguo palacio real de la época de Chenla. No hay nadie en este lugar, salvo unos niños que nos acompañaron en la visita el templo.
Regresamos a Kratie, con tiempo para contemplar la puesta de sol a orillas del río Mekong, pese a que el monzón sigue amenazante. Antes nos acercamos a los tenderetes que se montan junto al río a modo de sencillo mercado. También pasamos un rato en un pequeño monasterio, conversando con los monjes budistas.
De nuevo de viaje para dirigirnos a Kompung Cham. La carretera sigue siendo un espectáculo de color y vida. Ahora los protagonistas son los búfalos de agua tirando de carretas o pastando en los campos. Pasamos junto a un improvisado mercado y contemplamos por última vez a los pescadores del río Mekong, con sus cabañas, barcas y curiosas y enormes redes. El viaje por carretera está resultando lo más entretenido de nuestro recorrido por Camboya.
Concluimos este cortejo al río Mekong en Kompung Cham, contemplando el gran puente que lo cruza. Comienza la parte cultural del viaje, pues aquí visitamos el templo angkoriano de Wat Nokor, que data del siglo XI, ahora convertido al culto budista. El templo original fue construido durante los últimos años del reinado del rey Jayavarman VII y está compuesto por una torre central rodeada por cuatro cerramientos de muros de laterita. Dentro de uno de los edificios hay una serie muy elaborada de pinturas murales.
En las afueras de Kompung Cham visitamos también el curioso Phnom Srey (Colina Mujer), una especie de Jardín de Budas, donde vimos reproducciones de los existentes en diferentes lugares de Asia, subiendo finalmente a una colina en la que se encuentra el templo de Phnom Pros (Colina Hombre), contando también con un monasterio y dos pagodas. A este lugar acuden numerosos fieles.
Todavía no he comentado que viajamos en una furgoneta las dos parejas de amigos y el conductor que nos hace de guía e intérprete. 110 km separan Kompung Cham de Kampong Thom, que se hacen de los más entretenidos, pues la carretera sigue llena de vida. Es como si a través de la ventanilla estuviéramos viendo un documental, pero en directo: bicis, carretas, arrozales, campos inundados. Hoy dormiremos en el coqueto Stung Sen Garden Hotel, situado a un paso del río Stung Sen.
Salvo Phnom Penh, ninguna de las ciudades en las que hemos estado tiene el más mínimo interés, así que Kampong Thom no iba a ser la excepción, por lo que pasamos un buen rato en el mercado, lleno de vida y color, donde podemos contemplar la vida más auténtica del país, con las vendedoras que ofertan frutas, hortalizas y pescados. Los hombres son los conductores de las motodop, motocicletas convertidas en el taxi local más habitual. El viaje continúa.
Me había estado reservando para leerlo en un momento de tranquilidad,me está fascinando,no me imaginaba un país,tan vivo y colorista. Enhorabuena,es todo un documental, sí puedo, iremos.Un abrazo.