Concluido nuestro periplo por Argentina, regresamos por vía aérea de Mendoza a Santiago para el día siguiente tomar el vuelo, de 5 horas de duración, a Pascua (Rapa Nui), pequeña isla de tan solo 163,61 km², poblada por 7.750 habitantes y distante 3.800 km de la costa chilena. Dicen que es el lugar habitado más lejano de otro lugar habitado del planeta. Pese a ello LATAM enlaza dos veces al día su aeropuerto con el de Santiago. Hay dos horas menos que en el continente. Pronto nos dimos cuenta de lo caro que es todo, pues en el mismo aeropuerto tuvimos que pagar en efectivo 80 dólares USA para poder visitar el parque nacional, que ocupa casi toda la isla. Nos instalamos en Hanga Roa, única población de la isla, en el sencillo pero acogedor Hotel Tea Nui, al precio de 155 € cada una de las tres noches. En él trabé amistad con una simpática niña de 4 años, cuyo nombre se pronuncia Jau. Parece que habíamos llegado a una isla caribeña, por sus construcciones, palmeras y forma de vida. La primera tarde la dedicamos a ubicarnos y caminar por la costa para presenciar la puesta de sol. Dejamos para el último día acercarnos al puerto pesquero y al mercado artesanal.
Al día siguiente, por la única carretera existente nos trasladamos al norte de la isla, hasta su playa más hermosa, Anakena, de blanca y fina arena coralina, mar muy tranquilo de color turquesa y rodeada de cocoteros traídos de Tahití hace varias décadas. Aquí contemplamos el primer moai que se volvió a levantar en la isla tras haber sido derruidos por sus habitantes. Muy cerca está una imponente plataforma con siete moais, Nau Nau, uno de los conjuntos mejor conservados de la isla, pues cuatro de ellos llevan el copete rojo sobre su cabeza. Esto se anima.
Hemos alquilado un Suzuki para dos días, por lo que podemos movernos con total libertad por las carreteras de la isla, deteniéndonos en lugares como el centro ceremonial de Te Pito Kura (“ombligo de luz”), cuyo único moai, de nombre Paro, permanece en la misma posición en la que quedó cuando fue derribado hace casi dos siglos. Más adelante nos detenemos en Papa Vaka, que cuenta con gran número de petroglifos, que se extienden por grandes losas basálticas, pudiendo observar diferentes criaturas marinas. La siguiente parada es en el Pu o Hir, una piedra de aproximadamente 1,25 metros de altura, cuyo nombre significa “trompeta de Hiro”, antiguo dios de la lluvia. Es un aerófono de piedra, instrumento musical ancestral de la cultura rapanuí, que tiene un orificio principal por el que se sopla, produciendo un sonido parecido a una trompeta.
Pronto llegamos a uno de los dos lugares más impresionantes de la isla, el imponente Ahu Tongariki, con el océano Pacífico a su espalda. Tongariki es la estructura ceremonial más grande construida en isla de Pascua y el monumento megalítico más importante de toda Polinesia. Cuenta con 15 moais, la plataforma con mayor número de imágenes de toda la isla. Los moais nunca miran al mar, sino a la aldea que se situaba frente a ellos, para protegerla. Los moais de Pascua se construyeron entre los años 700 y 1600 y tienen una altura media de 4,5 metros, aunque algunos, como el de Paro, llegaron a superar los 10 metros y pesar 85 toneladas.
Tras la comida, iniciamos la visita a la que más tiempo dedicamos y por la que más caminamos, el volcán Rano Raraku, el otro de los dos lugares más interesantes de la isla. En primer lugar subimos hasta el cráter, ocupado por una laguna casi sin agua, para luego dirigirnos a la cantera en la que fueron tallados el millar de los moais catalogados, las estatuas gigantes que han dado fama mundial a la isla de Pascua, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Pudimos ver algunas estatuas inacabadas y otras en la ladera de la cantera, de diferentes formas y tamaños. Rano Raraku fue el único lugar que conservó estatuas erguidas, después de que todas las demás fueran derribadas de sus plataformas, durante los conflictos entre clanes que tuvieron lugar hace casi 300 años. También contemplamos el moai Piro Piro, con su enorme cabeza de 4 metros y el curioso Tukuturi, que presenta una extraña postura, como en cuclillas o de rodillas. Concluye la segunda jornada en la isla, con la sensación de que hemos visto lo más espectacular.
Iniciamos el tercer día en Rapa Nui, la isla de Pascua, circulando por unas carreteras todavía peores que las del día anterior, con el peligro que representan los continuos baches y los numerosos caballos en libertad que obstaculizan el paso. No se puede correr, pero hay que ir con precaución porque en la isla no existe el seguro de vehículos. Por un acceso penoso llegamos a nuestra primera cita, Vinapu, un centro ceremonial en el que los moais derribados pasan a un segundo plano, pues lo que destaca es la forma que tenían de realizar las plataformas que sustentaban a los moais, trabajando las piedras como lo hacían los incas, algo inexistente en Polinesia, lo que avala algunas teorías que relacionan a los primitivos habitantes de la isla con las comunidades andinas.
La siguiente cita la tenemos en un lugar completamente diferente, en el que las olas rompen con fuerza en la costa. Se trata de Ana Kai Tangata, una de las cuevas más interesantes y accesibles, que destaca por ser uno de los mejores lugares para contemplar el arte rupestre en la isla. En la bóveda interior de la cueva podemos contemplar una docena de aves pintadas en rojo y delineadas en blanco, acompañadas de otras figuras que podrían representar barcos. Representan el gaviotín apizarrado o manatura, ave sagrada que constituía el principal icono del culto del Tangata Manu u hombre-pájaro.
A continuación nos dirigimos a Rano Kau, el volcán más grande y uno de los escenarios naturales más impresionantes de la isla. El cráter tiene una altura de 324 metros y es casi circular. Antes de subir a su cima estuvimos en la ladera opuesta, en la aldea ceremonial de Orongo, uno de los sitios arqueológicos más interesantes, por las construcciones existentes que datan del año 1400. La aldea de Orongo era habitada de manera estacional por los jefes y notables de las antiguas tribus, que esperaban recoger el primer huevo sagrado del pájaro manutara en los meses de la primavera, para lo que tenían que ir nadando hasta el cercano islote, el Motu Nui.
En las afueras de Hanga Roa, la capital de la isla, rodeado de un espectacular paisaje costero, tenemos el complejo ceremonial de Tahai, uno de los más antiguos de Rapa Nui, pues sus orígenes se remontan al año 700. Cuenta con tres plataformas o altares. De izquierda a derecha van apareciendo una con cinco moais, luego un moai solitario y, finalmente, el que lleva un pukao o sombrero, que es el Ahu Ko Te Riku, el único moai que posee ojos de toda la isla. Los ojos eran tallados con coral blanco y pupilas de obsidiana, labor que se realizaba en el último momento. A partir de entonces se consideraba que la estatua cobraba vida y podía proyectar el poder espiritual para proteger a su tribu, motivo por el que todos los moais miran hacia el interior de la isla, que es dónde estaban los poblados, y no hacia el océano. Concluida la visita nos acercamos al pintoresco cementerio, que se encuentra a unos pasos.
Tras comer en Hanga Roa, dejamos para la tarde los dos últimos lugares que pensábamos visitar, siendo el primero Ahu a Kivi, la plataforma más elaborada de la isla y una de las más recientes, pues data de los siglos XV-XVI. El conjunto cuenta con 7 moais que presentan una cuidada uniformidad y tienen casi la altura y el peso promedio de las figuras encontradas por la isla, 4,5 metros y 5 toneladas. Hay que pensar que hubo que traerlos desde la cantera de Rano Raraku. Son los únicos que miran hacia el océano, pues la aldea se situaba a sus pies. Concluimos la jornada en la cantera del volcán Puna Pau, donde se extrajeron y tallaron los pukao o tocados cilíndricos de color rojo, que coronaban algunas de las estatuas de Rapa Nui. La visita a la isla ha concluido y ha merecido realmente la pena, pues hemos podido contemplar algo único. Al día siguiente, 16 de octubre, tenemos el vuelo de regreso al continente. Santiago de Chile nos espera. El viaje continúa.
Excelente crónica de viaje Antonio. Yo también nací en Bilbao y hace unos años visité Rapa Nui. Desde entonces visito la isla todos los años para actualizar mi web imaginaisladepascua.com, que posiblemente hayas consultado para informarte del viaje. También hemos creado una app que funciona offline con toda la información, ya que en un lugar tan remoto la conexión a internet no es muy estable. Ya estamos preparando el próximo viaje a la isla. Me alegra que hayas disfrutado de la visita. ¡Un lugar único que merece ver al menos una vez en la vida!
Muchas gracias, Javier. Me encantó la isla, máxime con el tiempo tan bueno que tuvimos. Tienes razón con lo del Internet. Como el wifi del Hotel Tea Nui era por móvil, casi nunca funcionaba o era muy lento. Respecto a tu web imaginaisladepascua.com por supuesto que la consulté, pues es la mejor con mucha diferencia. Un saludo.
Después de haber leído detenidamente tu correo sobre la isla de Pascua,creo que no es sólo la guinda,en este caso,es el pastel entero.Precioso reportaje,me dan ganas de cambiar la ruta de mi próximo viaje. Un sitio muy a tener en cuenta, aunque hace tiempo que lo tengo en mente. Un abrazo.