Continúo el relato del viaje realizado por Australia y Nueva Zelanda del 23 de septiembre al 24 de octubre del pasado año. Lo dejé el 18º día de viaje en Ayers Rock, desde donde, por la tarde, volamos a Cairns. Son dos horas y media de vuelo hasta el norte del país, a bordo de un Boeing 717 de QuantasLink. Por fin tenemos un poco de tregua, pues en esta ciudad de casi 125.000 habitantes pasaremos las tres próximas noches. Además podemos estar en manga corta, pues hemos dejado atrás el frío pasado en el sur. En palabras de un británico residente aquí, esto es como la Canarias de Australia. El Cairns Plaza Hotel está muy bien situado, en The Esplanade, el paseo marítimo de la ciudad, pudiendo caminar a orillas de la playa hasta el lago artificial de agua salada, que han construido para evitar los ataques de los cocodrilos marinos. Vemos también un grupo de pelícanos y el parque, que cuenta con mesas de picnic y barbacoas eléctricas, muy utilizadas por la población local.
Lo de tregua es relativo, ya que al día siguiente nos pasan a recoger a las 07:30 de la mañana, pues hemos contratado una variada excursión llamada Kuranda y Rainforestation, en la que por suerte nos hizo un día espléndido, disfrutando del bosque que forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Nos trasladan a una antigua estación de tren, punto de partida del primer trayecto. El histórico ferrocarril panorámico de Kuranda nos trasladó al pueblo de mismo nombre, situado a 328 metros de altitud. Antes de llegar nos detenemos para contemplar las cascadas Barron Falls, ubicadas en un hermoso paraje.
Una vez en Kuranda, lo primero que hicimos fue visitar el Australian Butterfly Sanctuary, el mayor mariposario de Australia, en el que disfrutamos del colorido de las más de 1.500 mariposas que revolotean a nuestro alrededor. Un interesante y curioso lugar.
A continuación tenemos la visita al Rainforestation Nature Park, por donde nos desplazamos en un vehículo anfibio de la II Guerra Mundial por tierra y agua. Aunque el sistema resulta un poco agresivo, podemos contemplar una de las selvas tropicales más antiguas del mundo. Ha llegado la hora de la comida, incluida en la excursión, consistente en un bufé de barbacoa australiana con vistas al lago. No me gustan las excursiones en grupo, pero todo está saliendo muy bien, pues tenemos plena libertad de movimientos y dispones de tiempo suficiente para realizar las cosas a tu aire.
Al lado mismo del restaurante, junto al lago Barramundi tenemos el Koala and Wildlife Park, donde pudimos ver koalas, cocodrilos, serpientes, dingos, un casuario y demonios de Tasmania. También se puede dar de comer con la mano a canguros y ualabíes y abrazar a un koala. Salvo los dingos y demonios de Tasmania, el resto de fauna ya la habíamos visto en un centro de Kangaroo island. Koalas, emúes y canguros vimos unos cuantos en libertad yendo de Adelaida a Melbourne, así que este parque nos ha parecido un poco «de juguete».
Todavía no ha concluido la estancia en Kuranda, pues nos falta la experiencia aborigen Pamagirri, donde te enseñan a lanzar un tradicional bumerán y puedes presenciar el lanzamiento de lanzas, concluyendo con un espectáculo de danza tradicional aborigen en el Rainforest Amphitheatre, que describe los aspectos de la cultura indígena, incluidos los animales, la recolección de comida y la caza. La selva tropical sirve como paredes del teatro.
Concluyó la jornada de forma espectacular, con el regreso a Cairns en el panorámico teleférico Skyrail, viajando en telecabinas a pocos metros por encima de la bóveda de la selva tropical. El teleférico se extiende 7,5 km sobre el bosque y el río Barron. El viaje se realiza en tres tramos, por lo que pudimos bajar dos veces para realizar cortos paseos, primero en la estación Barron Falls, para poder ver los 260 metros de caída de las cascadas y luego en la de Red Peak, para caminar por la selva sobre una pasarela de madera de 175 metros de longitud. Ha resultado un día intenso y espectacular, que nos ha costado 161 € por persona. En Australia todo es muy caro, pero ha merecido la pena.
El vigésimo día de viaje fue mucho más tranquilo. Sin necesidad de madrugar caminamos poco más de 1 km hasta la Reef Fleet Terminal, donde embarcamos en un moderno catamarán para cubrir los 45 minutos que nos separan de Green Island, el punto más cercano de la Gran Barrera de Coral (Great Barrier Reef), el mayor arrecife de coral del mundo, que se extiende a lo largo de unos 2.600 km. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, resulta de visita obligada.
Green Island es un hermoso cayo de coral de 6000 años de antigüedad, ubicado dentro del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral. Es el único cayo de coral en la Gran Barrera con una selva tropical creciendo en él. En esta coqueta isla permanecimos un par de horas, en las que tuvimos opción de elegir entre un recorrido en barco con fondo de cristal o el uso de equipo de snorkel. Optamos por la primera. Parece que navegábamos por el interior de una pecera. El agua es tan limpia, que varias de las fotos las obtuve desde el propio embarcadero. Nos da mucha pena abandonar Cairns, pero el viaje continúa.
Muy buena explicación. Me he sentido trasladada al lugar. Gracias. ANTONIO.