Escapada asturiana

Noviembre suele ser un mes tradicionalmente muy lluvioso en Euskal Herria y si no que nos lo digan este año. Por contra, en octubre se suele alargar el verano, el veroño, disfrutando de unos días preciosos y de unas tardes relativamente largas hasta que cambian la hora. Aprovechando una ventana de cuatro días de un tiempo excelente, la última semana de octubre nos embarcamos en esta escapada que tuvo como meta Ribadesella, localidad distante poco más de 200 km de Leioa, la que se llega en un par de horas. Salimos tarde, así que 20 km antes de llegar a nuestro destino, nos detuvimos a comer el bocadillo en un marco extraordinario, la playa de San Antolín, perteneciente al concejo asturiano de Llanes, pudiendo contemplar el trajín de tractores con los que extraían de la mar las algas, bajo la atenta mirada de una gaviota.

Escogimos el Hotel Ribadesella Playa, situado a orillas de la playa de Santa Marina, para pasar las tres noches de esta escapada. La relación calidad-precio fue muy buena, aunque con la pega de que en esa parte de Ribadesella todos los restaurantes están cerrados a finales de octubre. En el centro de la población también cierran varios, pero una de las noches nos dimos un homenaje en la Sidrería La Guía, degustando el mejor pulpo a la brasa que jamás he comido, medio cachopo y un fortísimo queso de Garmonéu. Las tardes las aprovechamos para ir descubriendo el pueblo, tras dar un paseo de algo más de un kilómetro desde el hotel.

Al igual de lo que me sucede con Galicia, disfruto cada vez que viajo a Asturias, por sus paisajes costeros y de montaña y por lo bien que se come, así que una vez instalados en el hotel deshicimos 16 km para regresar al concejo de Llanes y recorrer dos tramos costeros, primero caminando sobre los acantilados hasta la punta de Huelga y luego para conocer un sitio único, la pequeña playa de Gulpiyuri, la única playa interior que conozco, pues no tiene salida directa al mar y se desagua por efecto de la bajamar.

Comenzamos el segundo día volviendo otra vez en dirección Cantabria 11 km, hasta la frontera entre los concejos de Ribadesella y Llanes. Dejamos el coche cerca de la coqueta playa de Guadamía y fuimos caminando hasta el lugar en el que se encuentran los Bufones de Pría, especie de chimeneas por las que sale el agua de mar. No pudimos hacer coincidir nuestra estancia con una pleamar viva, cuando se muestran en todo su esplendor. Con el coche nos desplazamos luego al otro lado de la ría, en el concejo de Ribadesella, para caminar sobre los acantilados de Guadamía, contemplando el romper de las olas sobre la zona de Llanes, donde se encuentran los bufones.

Iniciamos el regreso a Ribadesella y, poco antes de llegar a esta localidad, tomamos un desvío para acercarnos a una pequeña área recreativa, en la que comienza el sendero que se dirige a los acantilados del Infierno. Una vez en la línea costera, seguimos caminando por el borde del mar para poder contemplar los islotes de Palo Verde y Palo Pequeño y un arco que se suspende sobre el agua. Aquí damos por concluidas las visitas costeras de esta escapada. Por cierto, todos los lugares nos han encantado, máxime con el tiempo tan bueno del que estamos disfrutando.

Regresamos a Ribadesella y damos un paseo por la orilla de la ría del Sella, que en ese momento se encuentra en bajamar. Al mediodía tenemos concertada la entrada a la cueva de Tito Bustillo, que cuenta con pinturas prehistóricas y forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Solo está abierta desde el 1 de marzo al 31 de octubre, cerrando lunes y martes (los miércoles es gratis). Después de la comida visitamos el cercano Centro de Arte Rupestre, muy interesante y el único lugar en el que se puede tomar fotos. Con la misma entrada se accede a la cuevona de Ardines, que se encuentra a un paso (cierra en enero). Más información de estos lugares en www.centrotitobustillo.com.

Nunca había estado en Tito Bustillo ni tampoco en el curioso lugar al que desde allí nos dirigimos, que lleva por nombre la Cuevona de Cuevas del Agua. Está a 5 km escasos de Ribadesella y en realidad es el túnel que da acceso por carretera a la aldea de Cuevas del Agua. En los 300 metros de galería, con varias curvas, puedes contemplar varias estalactitas y estalagmitas perfectamente iluminadas. Eso si, hay que caminar con precaución porque por esta cueva pasan coches.

Hemos dejado el tercer día para pasarlo íntegramente en los lagos de Covadonga, que forman parte del Parque Nacional de los Picos de Europa. Antes de llegar a ellos nos detenemos en el santuario de Covadonga para hacer una visita a “La Santina” y contemplar la escultura de Don Pelayo y la gruta. Como el acceso por carretera es libre a partir de mediados de octubre, pudimos subir con el coche hasta los 1070 metros de altitud a los que se encuentra el lago Enol, de 750 metros de largo y unos 400 de ancho.

Previamente habíamos subido algo más, hasta los 1108 metros a los que se encuentra el lago Ercina, para mí el más hermoso de los dos. Como el día estaba espectacular y no había casi gente, dimos un agradable paseo bordeando el lago, disfrutando de las montañas que lo rodean, para luego subir al mirador de Entrelagos, desde donde se tiene una imagen casi área de ambos lagos. En el lago Ercina hay un pequeño bar, en el que a modo de hamaiketako nos obsequiamos con un bocadillo de chorizo de los de no olvidar. Se estaba tan a gusto… Cuando marchamos pudimos observar que tanto el aparcamiento como la carretera que une los lagos, estaban repletos de coches y eso que era un jueves de la última semana de octubre.

Bajamos a comer a Cangas de Onis, población que me gusta y que está llena de hoteles y restaurantes, al igual que sucede con la carretera que sube a Covadonga. Por supuesto nos acercamos a su lugar más emblemático, el mal llamado puente romano, con su cruz de la Victoria colgante, pues su construcción se efectuó durante el reinado de Alfonso XI. También visitamos un pintoresco bar de nombre “La Sifonería”, que parece un museo, que nos trae gratos recuerdos de un viaje anterior. Aquí concluyó prácticamente esta escapada, pues al día siguiente nos limitamos a caminar por el paseo marítimo de la playa de Santa Marina, para luego regresar a casa con un buen sabor de boca. Asturias es un lugar lleno de encantos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *