Llevo tiempo que evito viajar en agosto, pues suele haber mucha gente, los precios son mucho más caros y hace calor. Sin embargo desde hace unos años hago una excepción, realizar una escapada para visitar la exposición de «Las Edades del Hombre», coincidiendo con el final de la Aste Nagusia bilbaina, huyendo de esta forma de las multitudes. Es lo que hicimos del 24 al 27 de agosto de 2017, cuando se celebró en Cuéllar. Establecimos nuestro campamento base en Segovia, una ciudad que me encanta y en la que he estado varias veces, que desde 1985 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y dista 363 km de Leioa. El lugar elegido para pernoctar, con gran acierto, fue el Hotel Eurostars Plaza Acueducto **** (Av Padre Claret, 2, 4, 40001 Segovia. Tel: 921 41 34 03), situado a un paso del Acueducto, que se puede contemplar majestuoso desde la terraza del hotel. Siguiendo el consejo de la recepcionista, dos noches cenamos en la Trattoria Pizzería da Mario (Teodosio el Grande, 6. Tel 921 42 25 81), situada a los pies del Acueducto.
Para esta ocasión dimos prioridad a recorrer lugares que no conocíamos, así que al día siguiente a nuestra llegada (en el viaje de ida nos detuvimos en Pedraza), con la fresca matutina nos dedicamos a recorrer la Senda de los Molinos hasta Arco de la Fuencisla (unos 5 km ida y vuelta), zona muy sombreada que bordea el río Eresma, en el que vimos varios grupos de patos y una garza real. Desde la ruta se tiene unas magníficas vistas del Alcázar y de la Catedral. Antes de acercarnos al río pasamos junto al Monasterio de Santa Cruz la Real (siglos XV-XVI).
A punto de concluir la ida de nuestra ruta a pie, nos detuvimos en el convento de San Juan de la Cruz, perteneciente a la Orden de los Carmelitas Descalzos y convertido en centro de espiritualidad. Al final de nuestro recorrido se encuentra el Santuario de Ntra Sra de la Fuencisla, patrona de Segovia, construido entre los años 1598 y 1613 por Francisco de Mora. El altar mayor cuenta con un retablo de Pedro de la Torre, destacando también una notable reja barroca que cierra el presbiterio. A un paso vemos el Arco de la Fuencisla, monumento barroco del siglo XVIII. Iniciamos el regreso y nos detenemos ante la iglesia de San Marcos, románica del siglo XII.
Desde la Pradera de San Marcos disfrutamos de una espectacular vista del Alcázar, antes de iniciar el ascenso a nuestro siguiente destino, la iglesia de la Vera Cruz, fundada por los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro en 1208, aunque la tradición popular la atribuye a los Templarios. En diferentes ocasiones le había echado el ojo desde el Alcázar, en la lejanía, pero nunca me había acercado a ella, cosa que merece realmente la pena por sus imágenes, las pinturas del siglo XIII, el retablo de la Resurrección (1516) y el pequeño templete de dos plantas situado en el centro de la iglesia.
Regresamos caminando por la Senda de los Molinos y nos acercamos a nuestro punto de partida, la principal atracción de la ciudad, el Acueducto romano, que se construyó a comienzos del siglo II para llevar hasta Segovia las aguas del manantial de la Fuenfría, distante 17 km. Desde su llegada a la ciudad cuenta con 79 arcos sencillos y 44 arcadas dobles, las que se pueden contemplar cuando se cruza la plaza del Azoguejo, desde donde siempre lo había visto. En esta ocasión he disfrutado contemplando esta joya romana a diferentes horas y desde diferentes lugares, caminando hasta donde desaparecen los arcos.
Siguiendo la línea del Acueducto, por la tarde pudimos descubrir una zona de Segovia que no conocía, visitando en primer lugar la iglesia de los santos Justo y Pastor, románica del siglo XII, en la que destacan sus pinturas presididas por el Pantócrator. Pasamos luego ante la iglesia de El Salvador para llegar enseguida a uno de los edificios religiosos más relevantes de Segovia, el monasterio de San Antonio el Real, convertido en museo que bien merece una detenida visita. La portada de la iglesia es de estilo gótico isabelino, destacando en ella los escudos del rey Enrique IV, quien lo mandó construir. En la capilla mayor predomina el estilo mudéjar. También me gustaron los trípticos flamencos de la escuela de Utrecht, los artesonados que cubren la sala capitular y el receptorio.
Al día siguiente nos desplazamos a Cuéllar, regresando al mediodía para recorrer el casco antiguo de Segovia, siguiendo la ruta que siempre hago en esta ciudad, desde la plaza del Azoguejo hasta el Alcázar. En esta primera parte caminamos cuesta arriba por las calles Cervantes y Juan Bravo, llenas de tiendas de recuerdos y pequeños bares, deteniéndonos en primer lugar ante la Casa de los Picos (siglo XV), famosa por la decoración de su fachada con 617 picos de granito. Pasamos ante el palacio de Cascales, de la misma época, para enseguida llegar a uno de los rincones que más me gustan de la ciudad castellana, donde se encuentran el Torreón de Lozoya (siglos XV-XVI), la estatua de Juan Bravo y la iglesia de San Martín (1117), en la que destacan la galería porticada y la torre del campanario, de estilo románico-mudéjar.
Seguimos nuestra ruta hasta la Plaza Mayor, presidida por el edificio del Ayuntamiento. A ella también se asoma el Teatro Juan Bravo y, un poco esquinada, la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos, construida entre los siglos XVI y XVIII en estilo gótico con algunos rasgos renacentistas y conocida como la Dama de las Catedrales, por sus dimensiones y su elegancia. En esta ocasión no accedemos a su interior, desviándonos un poco de la ruta para contemplar tres edificios que no conocía, la Torre de Arias Dávila (siglo XV), la iglesia de la Santísima Trinidad (siglo XIII) y la de San Esteban, templo románico de el siglo XII, que destaca por su torre de 56 metros, la más alta de este estilo en la península ibérica.
Nuestro recorrido de ida concluye en el Alcázar, uno de los castillos-palacio de finales de la Edad Media más curioso por su forma de proa de barco. Iniciamos el regreso por una zona que tampoco conocía, pasando junto al original monumento a Agapito Marazuela, maestro del folclore castellano, y por la Puerta de San Andrés, del siglo XII, que cuenta con dos torres, una cuadrada y otra poligonal. Concluimos nuestro monumental recorrido en la parte baja de la ciudad, acercándonos a dos iglesias que a la hora que llegamos estaban ya cerradas, San Clemente, que conserva el pórtico románico del los siglos XII-XIII, y San Millán, que destaca por su torre mudéjar del siglo XI. Ha hecho mucho calor y ha terminado la jornada con una tormenta que nos obliga a recluirnos. Concluye aquí la visita a esta monumental ciudad.
Empachado de tanta cultura he dejado para el final el comentar el lugar en el que degustamos la gastronomía segoviana. Aunque el Mesón de Cándido es el que tiene la fama, en el hotel nos recomendaron otro lugar que teníamos también a un paso, menos frecuentado y más barato. Se trata del Restaurante Maribel (Avda. Padre Claret, 16. Tel 921 441 141), en el que asan los lechazos y cochinillos a la vista, en un horno de leña usando sarmiento y encina. Optamos por el menú segoviano (en la actualidad 32 €, IVA incluido), consistente en sendos cuencos con judiones del Real Sitio y sopa castellana como la de la abuela, para luego seguir con el cochinillo asado con ensalada, concluyendo con un riquísimo postre casero a elegir de la carta. Todo ello acompañado con pan de hogaza, frasca de vino y agua mineral. Nos gustó tanto que volvimos otro día a cenar, pero unas exquisiteces más ligeras.
Desde luego …con un final redondo,dando paso al paladar más exquisto de Segovia.
Maravillosa ciudad,llena de arte y cultura. Explendido viaje.