En los últimos años, en el mes de febrero me he desplazado a Canarias o al Caribe, pero este año lo he tenido que pasar en el dique seco. Ni siquiera puedo pensar en hacer planes para el futuro, así que, tirando de memoria he recordado que hace ya bastantes años, en 2007, este mes estuve recorriendo el Norte de la India durante 8 días, pasando mucho frío en Himachal Pradesh, donde nos nevó, y bastante calor en el Punjab, pues tenía una asignatura pendiente, el Templo de Oro de los sijs en Amritsar. Era mi sexto viaje a este fascinante país, que visité por primera vez en 1983, en un viaje de 31 días, en el que nos desplazamos en autobús desde Delhi hasta Kathmandú y Pokhara, en Nepal. En 1989, durante 21 días recorrí el Sur de la India y Sri Lanka,. En 1992, durante un mes estuve en Ladakh, Cachemira, Agra, Darjeeling, Sikkim, Calcuta y las islas Andamán. En 1993 regresé para pasar una semana en el Rajastán y otra en Calcuta y Orissa. Finalmente en 1997 durante tres semanas recorrimos el Rajastán acudiendo a la impresionante Feria del Camello de Pushkar. La India siempre me gustó, aunque dejé de visitarla al descubrir otros países del Sudeste asiático, donde especialmente me encantó Myanmar por su gente, en los que los hoteles costaban hasta cuatro veces menos.
He estado unas cuantas veces en esta ciudad de unos 20 millones de habitantes, observando los grandes cambios que ha habido entre 1983 y 2007, como la existencia de una clase media emergente. Lo primero que percibí en este sexto viaje es que lo que antes eran bicis ahora son motos y lo que antes eran motos ahora son coches, incluso algunos lujosos, modernos modelos de diferentes marcas, casi todos fabricados en India. Antes sólo veías los vetustos Ambassador y, en el anterior viaje, los pequeños Maruti. Delhi cuenta ya con Metro y raro es encontrar a una persona que no tenga un teléfono móvil, incluso en las zonas agrícolas más remotas. Pese a todo sigue siendo una ciudad de contrastes, como podéis ver en estas imágenes.
Domingo, 25 de febrero de 2007. Delhi tiene mucho que ver pero, lo más importante, lo vimos en una jornada. Como la ciudad habrá cambiado mucho desde entonces me voy a centrar en lo que permanece inalterable, su parte monumental, que cuenta con tres lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, así que empezamos por el último de ellos, el Fuerte Rojo o Lal Qila, que forma parte de la selecta lista desde 2007. Debe su nombre a sus muros de arenisca roja. La muralla mide 6,5 km de largo y su altura varía entre 16 y 33 metros. El domingo amanece gris y con mucha bruma e incluso chispea cuando pasamos ante el Fuerte Rojo. La agencia nos puso un coche con conductor para todo el día, siendo nosotros quienes decidíamos qué hacer en cada momento, así que optamos por volver a visitar los lugares en los que ya habíamos estado años antes.
Llueve ligeramente cuando pasamos el detector de metales que nos da acceso a la Gran Mezquita, llamada habitualmente Jama Masjid, situada en pleno “cogollo” del viejo Delhi. Es la mayor mezquita de la India y el principal centro de culto para los musulmanes de Delhi. Situada a unos pasos del Fuerte Rojo, fue mandada construir por el emperador mogol Shah Jahan, realizándose las obras entre los años 1644 y 1656, trabajando más de 500 artesanos en su construcción. Cuenta con tres cúpulas que están rodeadas por los dos minaretes de 40 metros de altura. El patio principal tiene capacidad para unas 25.000 personas. La mezquita guarda algunas reliquias del profeta Mahoma, como un pelo, una sandalia y la huella de su pisada. Como es domingo, hay poca gente en su interior.
Menos mal que deja de llover cuando nos dirigimos al enorme parque Shantivan, situado cerca del río Yamuna, en el que por primera vez vemos a numerosos habitantes de la gran ciudad paseando por este gran espacio verde, aunque muchas personas tienen como principal objetivo visitar el Raj Ghat, memorial en recuerdo del líder hindú Mahatma Gandhi. Se trata de una simple losa de mármol negro que marca el lugar en el que Gandhi fue incinerado el 31 de enero de 1948. En los alrededores del Raj Ghat se encuentran los puntos de cremación de los líderes indios Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi. Nosotros nos lo tomamos con calma recorriendo todo el parque y contemplando las ardillas que por él corretean. Sin darnos cuenta se ha echado la hora de comer, pues tenemos que hacerlo pronto, ya que por la tarde queremos visitar los dos principales monumentos de la ciudad y cierran pronto. Para ello nos dirigimos a Connaught Place, el centro neurálgico de Delhi, donde se encuentra el frecuentado Kwality Restaurant.
Salimos del restaurante y el sol luce con fuerza, lo que no impide que caiga un impresionante chaparrón que cesa justo cuando bajamos del coche para entrar en el amplio parque en el que se encuentra la Tumba de Humayun, que forma parte de un complejo de edificios de arquitectura mogol, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, por ser una de las primeras muestras de este estilo arquitectónico. Fue mandada construir en arenisca roja por la viuda principal del emperador Humayun, Harmida Begum, entre los años 1574 y 1579. Su estructura es octogonal, con los techos decorados con pinturas. Entre los edificios de este complejo destacan la Tumba del Barbero, construida en 1625 y la hermosa Tumba de Isa Khan, de forma octogonal y situada en el centro de un jardín, en la que reposan los restos de un servidor del emperador Akbar.
La siguiente cita la tenemos en el complejo Qutb, un conjunto de edificios cuya construcción inició Qutb-ud-din-Aybak. La joya es el Qutab Minar, el minarete de ladrillos más alto del mundo y un destacado ejemplo del arte islámico, que desde 1993 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tiene una altura de 72,5 metros, siendo el diámetro en la base de 14,30 metros y de 2,70 en la parte más alta. La obra la concluyó en 1368 Firuz Shah Tughluq. Otros edificios de interés son el Alai Minar, un alminar que quedó incompleto. Alaudín inició su construcción con la idea de superar en altura al Qutab Minar, pero sólo se levantaron 24,5 metros de minarete. También destacan la mezquita Quwwat-ul-Islam, de 1190, la tumba de Iltutmish y la puerta de entrada al recinto (Ala-I-Darwaza), obra maestra del arte indo-musulmán. El complejo del Qutab Minar estaba abarrotado de gente. No todos iban a contemplar las ruinas, pues como las entradas son muy baratas para los indios, simplemente acudían para sentarse en el cuidado césped, a la sombra de un árbol, mientras los niños correteaban por el parque.
La Puerta de la India se encuentra en la gran avenida Rajpath, conocida como “el camino de los reyes”, en la que también hay varios edificios ministeriales. Se trata de un arco del triunfo, construido entre 1921 y 1931 por Edwin Lutyens para recordar a los soldados indios caídos durante la Primera Guerra Mundial y en las Guerras Afganas de 1919, figurando en sus paredes el nombre de 85.000 soldados. Tiene una altura de 42 metros y está también dedicado “a los muertos del ejército de la India que cayeron con honor en Francia y Flandes, Mesopotamia y Persia, este de África, Gallipoli y en cualquier lugar del cercano o lejano este…” Como la tarde quedó preciosa, cuando comenzaba a ponerse el sol el entorno de la Puerta de la India estaba muy concurrido, al estar rodeada de un gran espacio verde, donde se cuentan por miles las familias que acuden a pasar los domingos. Existe para ello un gran aparcamiento y numerosos vendedores ambulantes de globos y chucherías. Muy cerca de este lugar los jóvenes juegan al cricket, un auténtico fenómeno de masas en la India, como en Europa o Sudamérica es el fútbol.
Concluimos aquí nuestro recorrido dominical por la capital de la India, justo cuando la ciudad retoma la vida, pues los parques ceden el puesto al centro urbano y las calles se llenan de coches. Nosotros nos dirigimos al barrio de Karol Bagh, para efectuar las últimas compras. Son dos calles transversales llenas de tiendas y abarrotadas de gente. Aquí los comercios abren los domingos, acudiendo la población a comprar saris, sedas, objetos de plata…
Para nosotros fue la última visión que tuvimos de Delhi, ya que de aquí regresamos al hotel para una breve cena, ducha, cambio de ropa y traslado al aeropuerto, pues de madrugada salió nuestro avión de regreso a casa.
Siempre con ese colorido y sus calles llenas de vida. Mucha magia. Algo hay en ella que la hace única.Un abrazo.