Memorias de Japón (1): El viaje prefecto

Los Juegos Olímpicos de Tokyo han traído a mi memoria un viaje que no olvidaré fácilmente, el que realizamos a Japón del 4 al 19 de octubre de 2008. No era un país que estaba entre mis favoritos, por la dificultad de su idioma, por la creencia de que resultaba carísimo y por desconocer que tenía tantos atractivos. Sin embargo pude comprobar lo equivocado que estaba, pues las dos parejas nos movimos con total libertad, utilizando siempre el transporte público. De hecho, desde el aeropuerto de Tokyo nos desplazamos hasta el Hotel Edoya utilizando el tren, el metro y finalmente a pie. Resulta muy fácil, porque toda la información está también en inglés y, en el metro de Tokyo, las estaciones tienen números y las líneas funcionan por colores, que encuentras pintados en el suelo y en el vagón. Eso sí, hay que ir provisto del JR Pass (www.japanrailpass.net), una especie de Interrail. El vuelo lo hicimos con Air France, que tenía una buena conexión con Bilbao y que gestionó muy bien a la vuelta el retraso que tenía, viniendo a buscarnos a la puerta del avión, en París, con un cartel que ponía Bilbao.

El 5 de octubre, a las 06:55 de la mañana nuestro avión tomaba tierra en el aeropuerto de Narita. Para nuestro cuerpo eran casi las 12 de la noche. Amaneció un día tristón pero, tras instalarnos en el hotel, decidimos empezar a tomar el pulso a la ciudad, para lo que optamos por desplazarnos en un tren sin conductor a la zona de Odaiba, una isla a la que se accede por el Rainbow Bridge. Allí vemos el edificio de Fuji TV, la  noria Daikanransha y varias esculturas, entre las que destaca la réplica de la estatua de la Libertad neoyorquina a escala 1:7. También fotografiamos a los invitados a una boda. En este primer día ya hemos aprendido el funcionamiento de los WC que tienen calefacción, un chorrito de agua para limpiarte y aire caliente para secarte. También hemos conocido una excelente idea japonesa, que los paraguas son comunitarios, así que coges uno cuando llueve y lo abandonas cuando para.

6 de octubre. Aprovechando el jet lag nos levantamos a las 4 de la madrugada, que para nuestro cuerpo son las 9 de la noche. Una ducha rápida y a la estación de Okachimachi, pues a las 04:44 tomamos un tren hasta la estación de Shimbashi, situada a un cuarto de hora a pie de la Lonja de Pescado Tsukiji. A las 05:30 tiene lugar la subasta del pescado en la que el rey es el atún, con ejemplares que pueden alcanzar el millón de yenes (7.700 €). Aprovechamos para ver el resto del mercado con rapidez, pues tenemos que volver a hotel, coger el equipaje y regresar a la estación, pues a las 09:33 sale nuestro tren para Kyoto. Ya hemos realizado una de las visitas que considerábamos imprescindible.

2 horas 43 minutos separan Tokyo de Kyoto en Shinkansen Hikari, aquí conocido como tren bala. Otra lección japonesa: el transporte público es muy puntual. He preparado una guía de trenes personalizada para no perder tiempo en las estaciones y en una ocasión hemos hecho un trasbordo de tren con cambio de andén en un minuto. En Kyoto hemos dado más vueltas que una peonza para encontrar nuestro hotel, el APA Horikawadori Hotel, en el que sólo estaremos una noche, pues estaban completos por la celebración de una prueba de Fórmula 1, así que regresaremos más adelante. Dedicamos la tarde a visitar el principal monumento, Kinkaku-ji Temple, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en el que destaca The Golden Pavilion. En Kyoto comprobamos lo simpáticas que son las jovencitas y que la fruta se vende por unidades, como artículo de regalo debido a su elevado precio.

7 de octubre. Continuamos en otro tren bala, el Shinkansen Hikari Kyoto-Hiroshima (08:22-10:25). Es parte de los 4.000 kilómetros que nos esperan por la isla de Honshu utilizando todo tipo de transportes: trenes, metros, tranvías, funiculares, taxis, autobuses, teleféricos y barcos, además de varios ascensores. En tranvía nos acercamos al Memorial de la Paz (Cúpula de Genbaku), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es el único edificio que permanece en pie desde la explosión de la bomba atómica. Muchos escolares se acercan a este lugar.

El viaje continúa sin tregua, pues a las 13:35 tenemos que coger un tren con destino a Miyajimaguchi (25 minutos), de donde sale el barco al tercer destino turístico de Japón, la isla de Miyajima, otro de los puntos fuertes del viaje. Por la calle principal notamos un fuerte olor desconocido. Luego vemos que procede de puestos de ostras a la plancha. Lástima que acabamos de comer. Por primera vez vemos a ciervos que deambulan a sus anchas por las calles. Nos alojamos en el Miyajima Seaside Hotel, tradicional ryokan japonés, con suelo de tatami y cama en el suelo tipo futón. Hay que descalzarse antes de entrar, pero te proporcionan varios juegos de zapatillas. La cena y el desayuno fueron espectaculares. Fue el capricho del viaje. Para los enchufes hay que llevar un adaptador a clavija plana.

Aprovechamos la tarde para recorrer Miyajima, centrándonos sobre todo en el Santuario sintoísta de Itsukushima, que data del siglo XII y cuenta con preciosos edificios de color rojo. Forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El emblema de la isla y motivo de muchas fotografías es el enorme tori flotante, que realmente está construido sobre la arena y marca el acceso al santuario. A él acudimos también por la noche, para obtener la imagen del tori iluminado. También vemos una preciosa pagoda de cinco plantas.

8 de octubre.- Abandonamos temprano la isla en el ferry JR, pues a las 08:13 tenemos que coger el tren Miyajimaguchi-Himeji, con trasbordo en Hiroshima a un tren bala. Nuestro objetivo consiste en visitar una de las estructuras más antiguas del Japón medieval, que ha llegado hasta nuestros días tal como fue construido a comienzos del siglo XVII, con su estructura de madera, motivo por el que la UNESCO lo incluyó en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Nos ha encantado el castillo de Himeji.

Seguimos a la carrera, pues cuando vamos llegando al mediodía tenemos que coger un autobús, luego un teleférico que nos lleve al monte Shosha y, finalmente, caminar un cuarto de hora para llegar al templo Engyoji, uno de los lugares en los que se rodó “El último Samurai”, protagonizada por Tom Cruise y Ken Watanabe. Este templo cuenta con varios edificios y Budas esparcidos por la montaña, siendo la terraza del Maniden el sitio más impactante de un lugar poco frecuentado por los extranjeros. Previamente, nada más llegar al templo, hemos degustado una comida tradicional.

Tenemos que amoldarnos a las horas de sol, pues amanece sobre las 6 de la mañana y se pone el sol a las 17:30, así que hay que madrugar para que el día cunda. Nuestra jornada todavía no ha concluido, hemos decidido ir a cenar carne de Kobe a Kobe, de donde nos separan 36 minutos en tren bala. Cuando llegamos es ya de noche, así que miramos las cartas de varios restaurantes y a cenar. Las mesas de 4 personas tienen una especie de plancha circular en el centro, donde cada uno se prepara la carne a su gusto, acompañada por algunas verduras. No es nada barata, pero está exquisita. Merece la pena el gasto, pues nunca he comido una carne tan buena. Desde el restaurante vemos iluminados el Oriental Hotel, la Kobe Tower, el Kobe Maritime Museum y la noria.

No debe de ser muy tarde, pero hace ya mucho que ha anochecido cuando terminamos de cenar. Hoy volvemos a dormir en Kyoto, pero antes tenemos casi una hora de tren. Nos llama la atención que muchos japoneses viajan dormidos, pero se despiertan al llegar a su estación. El viaje continúa

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