La casualidad ha hecho que estuviera en el sitio indicado en el momento adecuado, pues acabo de regresar del Reino Unido, por donde hemos viajado durante once días. Aunque del viaje os hablaré más adelante, quiero contaros cómo hemos vivido el fallecimiento de la reina Isabel II, que se produjo el 8 de septiembre, al día siguiente de nuestra llegada y del que nos enteramos gracias a nuestro entorno, pues no acostumbramos a ver la televisión. El suceso nos pilló en Cornualles, a donde llegamos con un coche de alquiler. Pronto vimos banderas a media asta, como en Falmouth, pero la vida seguía con total normalidad, con los pubs muy animados. El día 11 estuvimos en la capital de Cornualles, Truro, donde en el interior de la Catedral había un libro para que la gente mostrara su condolencia.
Aunque todo funcionaba con normalidad, desde Bilbao nos indicaban que el Reino Unido estaba prácticamente paralizado, por lo que temimos que ello alterara nuestro plan de viaje, cosa que no sucedió. El día 13 estábamos ya en Cardiff, la capital de Gales, pudiendo visitar el Museo y Galería Nacional, aunque no el castillo, lo único que encontramos cerrado durante el viaje, aunque supusimos que el motivo era por seguridad, pues se esperaba la visita del rey Carlos. En el pequeño jardín del Ayuntamiento había numerosos ramos de flores.
El día 15 llegamos a Londres, aunque no fue hasta el 16 cuando nos dirigimos al centro desde Sutton, donde nos alojamos dos noches. Trenes y metro funcionaban con total normalidad y el Victoria and Albert Museum estaba abierto y con muchos visitantes, como si nada sucediese. Cogimos el metro a Covent Garden y pasamos por Trafalgar Square, parcialmente cerrada, para dirigirnos a un abarrotado pub Sherlock Holmes, teniendo que esperar hasta pasadas las 3 de la tarde para que nos sirvieran la comida.
Seguimos sin alterar nuestro plan, pues siempre que visito Londres me gusta caminar desde la Abadía de Westminster hasta el Tower Bridge, para contemplar el Big Ben, la noria (London Eye), el puente Millenium y la Catedral de St Paul’s. Lógicamente, la abadía estaba cerrada y acordonada y frente a ella se instalaban las unidades móviles de la BBC, mientras que otros medios de comunicación copaban casi todos los lugares, incluida la estatua de Nelson Mandela, para realizar las conexiones.
Por la mañana vimos grupos de militares sin armas por el metro, pero al acercarnos a la zona de la Abadía y el Parlamento, la presencia policial era tremenda, a pie, en coches, motos, helicóptero, lanchas por el Támesis y con los caballos preparados. Sin embargo no hay problema para que posen amablemente para la cámara. También hay mucha presencia de seguridad privada, principalmente para vigilar las vallas que cierran al tráfico algunas calles convertidas en peatonales.
Mientras que por el resto de Londres no se percibía el efecto del fallecimiento de la reina, el entorno de la Abadía de Westminster y del Parlamento estaban llenos de gente, generalmente curiosos que se apostaban frente al Big Ben. Eso sin contar los 7 km de cola que nos dijeron que había para llegar a Westminster Hall, donde se velan los restos de Isabel II hasta que el lunes se celebre el funeral en la Abadía de Westminster. Aunque caminamos por el otro lado del Támesis, vimos que la cola superaba ya el Tower Bridge. Se comentaba que había que hacer 12 horas de cola. Pese a ello, los bares estaban repletos.
La imagen de la fallecida reina Isabel II la pudimos ver estos días en numerosos escaparates, que mostraban así sus condolencias. Incluso algún comercio anunciaba que cerrará el 19 de septiembre. Sin embargo la que más me gustó fue la realizada por un pintor callejero en el suelo de Trafalgar Square. Ha adquirido tanta trascendencia este suceso que, ayer, en el vuelo de Vueling de regreso a Loiu, desde mi asiento pude sacar un par de fotos de sendas personas ojeando revistas monográficas dedicadas a la monarquía británica, una Hello!, el Hola británico, y la otra OK!