Aprovechando que Air Cairo tiene los lunes un vuelo directo entre Bilbao y Luxor, del 9 al 16 de enero hemos realizado la primera escapada del año a Egipto, país que no visitaba desde agosto de 1986. Hemos ido en un viaje organizado, cosa a la que no estoy acostumbrado, pues hemos estado todos los días a toque de corneta y madrugando muchísimo. También hemos soportado la picaresca de los guías, que modifican y aprietan el programa a su antojo, para ofertar excursiones opcionales bastante caras. Nada más llegar cambiamos 100 euros por libras egipcias y la agencia nos colocó una pegatina en el pasaporte. Es el visado, por el que pagamos 30 euros (cuesta 25 USD). También compramos al guía una tarjeta de Vodafone por 20 euros, con 20 gb. Fue un gran acierto, pues la cobertura fue permanente. Del aeropuerto de Luxor nos llevaron al Quest Alandalus, crucero en el que pasamos cuatro noches. Pronto empezamos a ver las medidas de seguridad, pues constantemente tenemos que pasar por puestos de control de la policía y el ejército. Corriendo a cenar y a dormir, pues al día siguiente tocó madrugón (sobre las 5 de la mañana).
La primera visita fue al Valle de los Reyes, donde se encuentran las tumbas de la mayoría de los faraones del Imperio Nuevo. Como todo lo que vimos en esta jornada, forma parte del conjunto denominado Antigua Tebas, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979. El guía nos proporciona una entrada válida para tres tumbas, que cuesta 260 LE (por 1 euro te daban 30 LE). Unos minibuses eléctricos nos acercan al recinto. La primera tumba en visitar fue la de Ramsés III (KV11), que cuenta con frescos y bajorrelieves muy bien conservados. El sol empieza a iluminar las montañas, cuando comienza el maratón, pues sólo dispusimos de una hora para ver las tres tumbas.
Casi al lado tenemos la segunda tumba, la de Ramsés I (KV16), fundador de la dinastía XIX, que sólo cuneta con pinturas en el recinto principal. Eso sí, son de una calidad extraordinaria. Pronto empezamos a ver que el país no está preparado para personas con problemas de movilidad, pues hay que bajar muchísimas escaleras y para subir al autobús casi hay que encordarse en la empinada escalera. Más complicado fue todavía el acceso a las pequeñas embarcaciones en Aswan.
Concluimos la visita al Valle de los Reyes en la tumba del cuarto faraón de la dinastía XIX, el rey Merenptah (KV8). Ha sufrido numerosas inundaciones que han destruido parte de las pinturas, aunque el estado de las que han sobrevivido es notable, conservando casi todos los colores con mucha viveza. La entrada no sirve para las tumbas de Tutankamón, la más conocida (10 €), y la de Sethy I (50 €), la más hermosa del Valle de los Reyes. Pronto nos percatamos que hay que pagar por entrar en los baños y aunque te piden hasta 1 euro, el precio es de 5 LE. Un buen negocio.
La siguiente cita la tenemos muy cerca. Se trata del templo funerario de Hatshepsut, conocido como Djeser-Djeseru (“el sublime de los sublimes”), ya que se trata de uno de los templos de visita obligada. Dedicado a Amon-Ra, el Dios Sol, fue mandado construir por la reina Hachepsut, quien reinó Egipto durante la dinastía XVIII (1490-1469 aC). La entrada cuesta 160 LE. Cuenta con tres terrazas, unidas con rampas. En el interior se pueden ver varias escenas de la reina con el Dios Sol. Como la visita ha sido por libre, por fin dispongo de tiempo para tomar una cerveza, eso sí, sin alcohol, antes de realizar el paseíllo por la habitual galería de tiendas.
Muy cerca hacemos una breve parada para ver los Colosos de Memnon, dos deterioradas pero gigantescas estatuas de piedra que representan al faraón Amenofis III, quien gobernó durante la dinastía XVIII. Esculpidas en cuarcita traída desde Guiza, muestran al faraón en posición sedante mirando hacía el río Nilo y el sol naciente. Como no hemos tenido tiempo para pisar la calle, desde el autobús fotografío algunas escenas de la vida rural egipcia.
Tenemos que volver a cruzar el río Nilo para regresar a Luxor, donde se encuentra el magnífico templo de Karnak, el que más me impresionó en el anterior viaje. La entrada cuesta 220 LE. Fue construido por diferentes faraones desde el año 2200 aC, siendo durante muchos años el templo más influyente para los egipcios. Antes de cruzar el primer pilono nos dan la bienvenida 40 esfinges con cabeza de carnero. Espectacular resulta también la estatua de Pinedyem I, sumo sacerdote de Amón en Tebas, de 1070 a 1055 aC.
Enseguida llegamos a la sala hipóstila, la zona más impresionante del templo de Karnak. Cuenta con una superficie de más de 5.000 metros cuadrados, con 134 gigantescas columnas, de las que las 12 centrales eran más altas, elevando el techo, ahora destruido, hasta los 23 metros de alturas. Las columnas están decoradas con relieves policromados. Cuenta también con varios obeliscos, siendo el de Hatshepsut el más espectacular, Construido en el año 1457 aC, es el segundo más grande de todos los antiguos obeliscos egipcios. Formado por una única pieza de granito rosa, tiene una altura de 28,58 metros y su peso es de 343 toneladas. Seguimos deambulando con prisa por el templo, pues son las 13 h y teníamos que haber regresado ya al barco, pero todavía nos falta un templo por visitar.
La última visita de la jornada es al templo de Luxor, construido entre los años 1400 y 1000 a.C. por los faraones Amenhotep III y Ramsés II, La entrada cuesta 180 LE. El templo mide 260 metros de largo y está dedicado a Amón (dios del viento). El acceso está marcado por los pilonos, las estatuas sedentes de Ramsés II y un obelisco, porque el otro luce en la plaza de la Concordia de París, ya que fue un regalo de Mohamed Alí en 1836. Una vez en su interior destacan la gran columnata de Amenofis III y los patios de Amenhotep III y de Ramsés II.
Por fin, tras 8 horas en danza, llegamos a nuestro crucero, el Quest Alandalus, Tenemos que dirigirnos directamente al comedor, pues hemos llegado casi a la hora de cierre, con hora y media de retraso. Como decía al principio hemos estado toda la jornada a toque de corneta. Llevamos 17 horas en el país y ya hemos visto un montón de cosas. Como el barco zarpa poco después de nuestra llegada, tenemos una tarde tranquila, pudiendo tomar un café en la terraza. Pese a que cuenta con piscina hace fresco cuando pega el viento, pues las temperaturas mínimas han oscilado entre 8 y 10 grados y las máximas de 19 a 21. En el río Nilo empieza una carrera de cruceros para ponerse en la cola para acceder a la esclusa de Esna. Vemos la puesta de sol y, por la noche, cómo se acercan vendedores a nuestro barco.
Como salimos tarde, pasamos la esclusa sobre las 4 de la madrugada, cosa que nos afectó al día siguiente. Nuestro destino fue Edfú, pero de ello espero hablar dentro de dos semanas. El viaje continúa.
La verdad qué es una forma de ver muchas cosas en poco tiempo pero también muy rápido,sin tiempo a disfrutar de la belleza de lo qué estás viendo aparte de la picardía qué existe en las excursiones.
De todas formas, Egipto siempre merece una visita aunque lo conozcas. 😍