Aunque ya he regresado de otro viaje por Francia y Bélgica, continúo el relato de la escapada realizada el pasado mes de mayo a la Costa Brava, que dejaba hace dos semanas en Cala Giverola. Como el tiempo seguía inseguro nos desplazamos hasta Calella de Palafrugell, un antiguo pueblo de pescadores perteneciente al municipio de Palafrugell, cuyas barcas se encuentran al borde de la playa. Cuanto más subimos hacia el norte más nos está gustando la Costa Brava. Este pueblo nos encantó, así que nos nos extrañó que una pareja de novios lo eligieran para el reportaje de la boda.
Pensábamos haber comido en Calella de Palafrugell pero los restaurantes estaban al completo, así que decidimos caminar algo más de 1 km por el Camino de Ronda hasta el siguiente pueblo, Llafranc, donde comimos de maravilla en el restaurante italiano Nova Pasta. La ruta está muy bien acondicionada, pasando junto a la torre de Calella y la escultura Gent del Mar, para luego bajar por una empinada escalera hacia el entorno de la playa. El regreso lo efectuamos por el mismo camino, recibiéndonos Calella de Palafrugell con un fuerte chaparrón. Menos mal que habíamos llevado un pequeño paraguas.
Al día siguiente, aprovechando que los sábados hay menos tráfico, decidimos abandonar por un día la Costa Brava para desplazarnos a visitar a una amiga a su nuevo lugar de residencia en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), conocida como La Habana chica en el siglo XIX. Aparte de conocer su casa, tomar algo y comer en la Rambla, realmente sólo recorrimos esta calle y su coqueto paseo marítimo, presidido por el monumento a Francesc Maciá y adornado por la Torre Blava (Azul). En la Rambla llamó mi atención el mural “Manifestación de los Cubos”
Como el tiempo seguía inseguro, el 21 de mayo nos desplazamos a la cercana población de Tossa de Mar, uno de los pueblos más bonitos de Girona, del que guardaba un buen recuerdo. Nos llamó la atención que lo primero que vimos al llegar fue la plaça de las Nacions Sense Estat, junto a la que se encuentra la Oficina de Turismo y el Supermercat Esclat, en cuyo aparcamiento dejamos el coche. Comenzó aquí nuestro recorrido por la Vila Vella, pasando junto a la Villa romana de Ametllers, la capella de la Mare de Déu del Socors y la Casa Ferrer, tomando un café frente al vistoso comercio Iberian Sensation
Nuestro recorrido por el casco antiguo de Tossa de Mar nos está agradando, pues es mucho más interesante que el de Lloret de Mar. Vemos que hay buenos comercios y abunda la hostelería, incluso con una Euskal Taberna de nombre Eguzkilore, aunque donde nos detenemos es para visitar la iglesia parroquial de Sant Vicenç que se empezó a construir en el año 1755 en estilo neoclásico para sustituir a la del recinto amurallado. Antes de llegar a la playa, una foto obligada es a la escultura dedicada a las pescateras, obra de Ció Abellí.
Llegamos finalmente al principal atractivo de Tossa de Mar, el recinto amurallado, que tiene un perímetro de unos 300 metros y fue construido entre los siglos XII y XIV para defenderse de la piratería. Accedemos a él por la puerta abierta junto a una de las tres grandes torres cilíndricas con que cuenta, la del Reloj. En fuerte subida hasta el faro vamos pasando sucesivamente junto al monumento a la Niña, el Museo Municipal, la escultura de Ava Gardner, obra de Ció Abellí y las ruinas de la iglesia de Sant Vicenç. En el descenso, antes de llegar a la zona de la playa, fotografío “Testimoni”, de Bonaventura Ansón.
El 22 de mayo nos desplazamos a Begur, población situada en el Baix Empordà a 65 km de Lloret de Mar. Fue el punto más al norte de esta escapada a la Costa Brava, marcando el límite con nuestro anterior viaje por tierras gerundenses. La plaça de la Vila marca el centro neurálgico de esta localidad, que cuenta con un buen grupo de casas indianas. A esta plaza se asoma la iglesia de Sant Pere y Santa Reparada, construida a principios del XVII en estilo gótico tardío. Muy cerca se encuentra la escultura “Tramontana”, de Richard Calvin.
Tras tomar un café en una de las terrazas de la plaza, nos dispusimos a subir la empinada cuesta que conduce al emblema de Begur, las ruinas del castillo construido en el siglo XVI. Lo mejor de él es su emplazamiento, pues desde él se tiene una impresionante vista de la población y de la franja costera, teniendo como telón de fondo las islas Medes. En nuestra ruta nos detuvimos para fotografiar la torre de defensa de San Ramón y la ermita del mismo nombre, junto a la que se encuentra la estatua de la bailaora Carmen Amaya.
Concluimos la jornada comiendo en un lugar lleno de encanto perteneciente al municipio de Begur, Sa Tuta, que conserva en uno de sus laterales las antiguas casas de pescadores. Además lo disfrutamos prácticamente solos. Antes de comer caminamos durante poco más de 1 km y otro tanto de vuelta por el Camino de Ronda, en este caso perfectamente acondicionado, que conduce hasta otra hermosa cala de nombre Aiguafreda. Fue un magnífico final para nuestro recorrido por la Costa Brava.
Dejamos la Costa Brava pero no la provincia de Girona, pues todavía nos faltaba ir a su capital, pero de ello espero hablar la próxima semana. La escapada continúa.
Un auténtico y valioso regalo leer este artículo tan interesante. Me traslado con facilidad a esos lugares de ensueño. WOW! Esas fotos ayudan a saborear el texto. Gracias.
Muchas gracias por comentar. Un saludo.