Copio este titular de www.diariodefuerteventura.com pues me parece acertado, sobre todo dado el mes en el que nos encontramos. He estado en numerosas ocasiones en las islas Canarias, principalmente en los meses de enero y febrero, para escapar por unos días del invierno, recorriendo las siete islas, la Graciosa y el islote de Lobos, repitiendo cuatro de ellas en diferentes ocasiones. Este relato corresponde al viaje realizado del 28 de enero al 4 de febrero de 2017, en mi segundo viaje a Fuerteventura, isla situada a 3 hora de vuelo directo desde Bilbao, con Vueling. Como en nuestro anterior viaje nos alojamos en Corralejo, en el norte, para esta ocasión escogimos Caleta de Fuste, en el centro, y más en concreto el Barcelo Castillo Beach Resort, del que volvimos encantados.
Me gusta repetir destinos, pues así no tienes obligación de ir a ver las cosas “obligatorias”, sino a disfrutar de lo que te apetece realmente. Eso son para mí las auténticas vacaciones. En la docena de viajes que he realizado a Canarias no he estado tomado el sol en ninguna de sus playas, así que si buscas consejo de alguna de ellas, puedes dejar de seguir leyendo este artículo. Eso si, en Caleta de Fuste dimos buenos paseos costeros y disfrutamos de las puestas de sol y del castillo del siglo XVIII.
Caleta de Fuste pertenece al municipio de Antigua y está ubicado en la parte central de la costa este de la isla, lo que la convierte en un punto de partida inmejorable para hacer excursiones de un día por ella. En uno de los paseos costeros nos acercamos hasta los hornos de cal de la Guirra, declarados Bien de Interés Cultural y situados en la desembocadura del barranco de Miraflor, a un paso del Centro Comercial Atlántico, que cuenta con hermosos estanques.
Una de las tardes, nos desplazamos hasta un lugar muy cercano, el Museo de la Sal, para visitar las Salinas del Carmen, las únicas existentes en funcionamiento en Fuerteventura. En la playa del Muelito, sobre la que hay un bar, vimos un buen grupo de gaviotas y unas ardillas correteando por las piedras.
Otro de los días nos desplazamos al extremo norte de la isla, donde se encuentra el Parque Natural de las Dunas de Corralejo y la población del mismo nombre, de donde zarpan los barcos que se dirigen a la isla de Lobos, un pequeño islote de unos 4,5 km², separado de Fuerteventura por el estrecho de la Bocaina, cuya travesía dura 15 minutos. El Parque Natural del Islote de Lobos es un magnífico lugar para disfrutar de la naturaleza. En nuestro anterior viaje le dimos la vuelta caminando, pero esta vez no lo tomamos con más tranquilidad para poder tomar algo en un chiringuito. He visto que poco a poco este lugar se está masificando, siendo ahora posible comer en el islote.
Tras comer en Corralejo, decidimos pasar la tarde en la La Oliva, yendo directamente a la Casa de los Coroneles, edificio señorial construido en el siglo XVIII, que sirve en la actualidad para realizar exposiciones. Pronto nos vimos rodeados por un grupo de ardillas en busca de comida. Visitamos también la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en la que destaca el políptico del retablo mayor, obra de uno de los mejores pintores barrocos de Canarias, Juan de Miranda Cejas. Nos enteramos que al día siguiente había mercado y allí nos presentamos de nuevo.
El día siguiente resultó bastante intenso. Primero nos dirigimos a El Cotillo y más en concreto al Faro del Tostón, que protege una bravía costa. De allí fuimos a La Asomada para fotografiar la curiosa molina, continuando el viaje por el Parque Rural de Betancuria y los miradores de Morro Velosa (excelente vista) y Guise y Ayose, que cuenta con dos enormes estatuas de bronce, de casi 4 metros de altura, que representan a los antiguos reyes de Fuerteventura. Fuimos a comer a Betancuria, coqueto pueblo presidido por la iglesia de Santa María, concluyendo la jornada en Antigua, pueblo que cuenta con una interesante arquitectura popular, entre la que destaca la iglesia de Nuestra Señora.
La siguiente jornada nos dirigimos al sur, hacia la península de Jandía. Antes de llegar al Gran Tarajal tomamos un desvío hasta el Faro de la Entallada, monumental edificio que cuenta con excelentes vistas. La siguiente parada fue en Costa Calma, donde de nuevo las ardillas acuden a nuestro encuentro. Una vez en la península de Jandía concluimos nuestro recorrido en Morro Jable, deteniéndonos junto al Faro del Matorral, situado en la playa del mismo nombre, en la que también existe, a modo de escultura, el esqueleto de 15 metros de un cachalote que murió varado en esta costa. Se ha echado la hora de comer y lo hacemos en la zona del puerto, de donde sale el ferry a Gran Canaria.
En esta jornada vamos a cambiar de costa, pasando en primer lugar por Tiscamanita, donde se encuentra el Centro de Interpretación de los Molinos, en el se muestra la importancia que durante siglos tuvo el gofio como base alimenticia de los majoreros. Continuando el viaje, llama nuestra atención que en un paisaje tan árido haya montañas verdes. Finalmente llegamos al pueblo costero de Ajuy, donde podemos contemplar unos pequeños hornos de cal, aunque nos quedamos con la imagen de la fuerza del oleaje en esta zona de la isla, que contemplamos mientras comemos en un bar junto a la playa.
Por la tarde, de regreso a Caleta de Fuste, hacemos un alto en el camino en Pájara, capital de un extenso municipio sureño, que cuenta con un hermoso parque presidido por la iglesia de Nuestra Señora de Regla, construida entre 1687 y 1711, cuyo interior merece la pena visitar. Antes de llegar al hotel nos detenemos en Tuineje, para acercarnos hasta la iglesia de San Miguel. El viaje ha tocado a su final, pues al día siguiente, a media tarde tenemos el vuelo de regreso a Bilbao, que aparece en el panel rodeado de otros destinos europeos. Me gusta Fuerteventura.
Hace tiempo que estuve en esta sencilla y sorprendente isla. Muy buen recuerdo y gracias por compartir. Un abrazo.