Escapada portuguesa (2): Passadiços do Mondego

Continúo el relato de la escapada realizada a tierras portuguesas del 21 al 25 de junio. Menos mal que escogimos el 22 de junio para recorrer los Passadiços do Mondego, pues hizo una temperatura muy agradable justo antes de que comenzara a ponerse en treintaytantos grados. La citada ruta se encuentra a unos 9 km de la ciudad de Guarda y a 68 km de nuestro alojamiento en el Parador Casa da Ínsua. Tiene un recorrido lineal de 12 km y dos puntos de partida, el Barragem do Caldeirão y la aldea de Videmonte, la elegida por nosotros, pues el desnivel es inferior al realizarse río abajo, pero con la faena de la terrible subida final, cuando llegas cansado pues son de 4 a 5 horas de marcha.

Para recorrer los Passadiços do Mondego hay que pagar 1 €, teniendo que comprar la entrada en Internet en www.passadicosdomondego.pt o personalmente en el Centro de Bienvenida Guarda. Parte del recorrido se realiza por pasarelas de madera (7 km) y otra por pistas forestales (5 km). El primer tramo es de los más agradables pues se realiza cuesta abajo, por unas cómodas pasarelas en escaleras en zigzag, mientras contemplamos varias caídas de agua.

El segundo tramo lo realizamos también por pasarelas. Bajamos las últimas y en suave descenso efectuamos parte de los 500 metros de desnivel negativo que nos esperan. La ruta está magníficamente equipada y señalizada, así que sabemos que nos quedan 9.500 metros de marcha hasta el final. Pasamos por un estrecho barranco y vimos que hay un punto de conexión wifi, que puede resultar práctico en caso de tener algún problema, pues no hay cobertura de telefonía móvil.

Continúa el descenso por las pasarelas, que ahora en zigzag se dirigen al río Mondego, que cruzamos por uno de los tres puentes colgantes de la ruta, el más largo de todos. Salimos entonces a una pista, por la que caminamos en leve subida, en la que vemos la indicación de que nos faltan 8.500 metros por recorrer. Cuando llevamos algo más de 4 km, llegamos a los primeros baños instalados en la ruta, ubicados bajo el Engenho do Ribas, fábrica edificada en 1890 de la que vemos las ruinas y las de las viviendas de los maestros. Breve pausa e iniciamos una empinada aunque breve subida por una calzada empedrada.

Caminamos por una zona sombreada y pronto, junto a unas colmenas de abejas, nos sorprende la existencia de una caseta de madera que cuenta con un pequeño bar, algo que hubiéramos agradecido mar de nos haber bebido agua en la zona de servicios. Por delante tenemos 7.250 metros hasta la meta. Pronto volvemos a una zona de pasarelas bastante llana, teniendo que cruzar dos veces el río Mondego por sendos puentes colgantes. Ya hemos recorrido 7 km, pues nos quedan por delante 5.000 m.

Continuamos por un tramo de pista casi llano, aunque ligeramente cuesta abajo pues sigue el curso del río Mondego, cuando pasamos junto a la antigua Central Hidroeléctrica de Pateiro, que proporcionó la electricidad a Guarda, haciendo que el 1 de enero de 1899 se convirtiera en la tercera ciudad portuguesa en disponer de alumbrado público, Pronto llegamos a una amplia zona de pic-nic que cuenta con magníficos servicios sanitarios y una zona de control de acceso a las pasarelas. Pasamos junto a las ruinas de la Nova Fábrica y enseguida llegamos a una carretera por la que tenemos que caminar hasta que construyan la ampliación de las pasarelas que dan acceso a la aldea de Vila Soeiro, que cuenta con un bar con una pequeña terraza. Nos quedan unos 2 km para concluir el recorrido.

Pronto vemos el cartel que nos indica que nos quedan 1.450 metros para concluir la ruta, con una dificultad alta aunque yo diría dura. Una calzada empedrada nos conduce al poste que nos indica que nos queda 1 km, que tardaríamos en recorrer casi una hora, pues pronto vimos lo que nos esperaba para llegar a la presa, pues se trata de casi 700 empinadas escaleras para salvar un desnivel de unos 300 metros casi verticales. A mitad de subida un panel nos indica que a 100 metros tenemos la cascada Ribeira do Caldeirao, pero qué cien metros. Mis piernas no dan para más y le pido a mi mujer que se acerque a sacar la fotografía y regresa derrengada. Cuando por fin llegamos a lo alto, todavía nos queda una última subida por unas viejas escaleras para llegar a la meta. Prueba superada. El recorrido ha merecido la pena, pero el final nos ha resultado bastante duro.

Tenemos que caminar todavía casi un kilómetro por lo alto de la presa del Barragem do Caldeirão, para llegar al punto en el que dejamos el coche, situado en un amplio aparcamiento que cuenta con dos mesas, por lo que aprovechamos para comer el bocadillo. En lo alto existe una nueva zona de baños. La verdad es que toda la ruta está muy bien equipada. Esta presa fue construida en 1988 para abastecer de agua a la localidad de Guarda. Por la mañana dejamos aquí aparcado el coche y cogimos un taxi que nos llevara al punto de partida (unos 10 km), Videmonte. Suele haber taxis en la zona pero, por si acaso nosotros habíamos reservado uno en Guarda Gare Táxis: (+351) 271 239 163. Es más caro pero seguro.

Como estábamos a tan solo 9 km de Guarda, decidimos acercarnos a esta ciudad para tomar el café, dejando el coche aparcado a unos pasos de su centro histórico y, más en concreto, de la emblemática praça  Luis de Camoes, que cuenta con notables arcadas del siglo XVI en las que hay varios bares. Sin embargo encontramos una ciudad desértica, pues la gente estaba viendo el partido Portugal-Turquía de la Eurocopa. Tras el café recorrimos la Judería y nos acercamos hasta la iglesia de la Misericordia, la obra barroca más importante de la ciudad.

A la praça Luis de Camoes se asoma también el edificio más notable de la ciudad, la Sé Catedral, junto a la que se encuentra la gran estatua dedicada a D Sancho I, segundo rey de Portugal (1185-1211). Construcción gótica, cuenta en su interior con un magnífico retablo situado en su capilla mayor, obra maestra renacentista. Menos mal que accedimos al interior de la Catedral antes de tomar el café con un pastelito de nata, pues justo cerraban sus puertas, aunque amablemente nos permitieron tomar unas pocas fotos con el retablo iluminado. Muchas gracias.

Por delante nos quedaron 70,6 km para regresar al Parador Casa da Ínsua. Por cierto, ¡qué bien nos han tratado en Portugal! La escapada continúa.

Escapada portuguesa (1): Penalva do Castelo y Viseu

Para escapar de las fiestas de San Juan, en Leioa, del 21 al 25 de junio realizamos una nueva escapada con destino a Portugal. Teníamos tres objetivos principales, siendo el primero de ellos recorrer los Passadiços do Mondego, situados en Guarda. El segundo era alojarnos en el Parador Casa da Ínsua, el único de la red situado en el extranjero, dejando el tercero para el viaje de regreso, la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo.

625 km separan Leioa del Parador Casa da Ínsua, situado en la localidad portuguesa de Penalva do Castelo (Portugal). De estilo barroco, fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII, restaurado en 2009 y convertido en Parador en el año 2015. El complejo fue construido por Luis de Alburquerque de Mello Pereira y Cáceres, Hidalgo de la Casa Real y, más tarde, gobernador y capitán general del Estado de Mato Grosso, en Brasil. Conserva las dos torres originales de su construcción, un enorme patio, la capilla y la imponente fachada de grandes ventanales.

He estado alojado en muchísimos Paradores, pero como éste no conozco ninguno. Es como si hubiéramos estado alojados en un museo, pues cuenta con variados elegantes salones y numerosos murales de azulejos donde pudimos seguir las andanzas brasileñas de su constructor. También visitamos su monumental capilla y las antiguas cocinas. La terraza de la cafetería ocupa una especie de claustro, contando además con otros edificios exteriores.

Los terrenos del Parador son enormes, contando con bodega propia para elaborar vinos y una quesería en la que se venden los quesos que allí se producen. La tercera tarde la dedicamos a recorrer las zonas museísticas de su exterior, deteniéndonos en primer lugar en la exposición de antiguas calesas, para luego adentrarnos en dos edificios que cuentan con cuatro pequeños museos, que guardan objetos de la vida e historia de sus fundadores.

Impresionados con todo lo visto hasta ahora, nos dispusimos a recorrer los espectaculares jardines que tiene el Parador Casa da Ínsua, que cuentan con una rosaleda, viñedos, árboles frutales y una alberca con un cisne. Vimos también una oca y el espacio dedicado a la piscina. A continuación caminamos por sus bosques, en los que hay árboles centenarios y un camino empedrado que conduce a la salida más alejada del edificio en el que nos alojamos, situada en el centro de Penalva do Castelo.

Siguiendo el camino anteriormente citado, la tarde de nuestra llegada fuimos caminado hacia el centro de Penalva do Castelo, accediendo a una zona moderna donde se encuentran los edificios de la Cámara Municipal, la Biblioteca Municipal, la Banda Musical y una estatua a ella dedicada. Enfrente contemplamos la Fonte das Namorados. Nuestro destino fue el Largo Magalhães Coutinho, donde se encuentra la Igreja da Misericordia y el kiosko. El lunes nos acercamos al Mercado Municipal, algo que siempre procuramos hacer, pero estaba cerrado.

Comentaba al principio que habíamos escapado de las fiestas de San Juan, en Leioa y, lo que son la cosas, las encontramos en la entrada del Parador, que se encuentra en la freguesia de Ínsua, una aldea perteneciente al concelho de Penalva do Castelo. Allí las adelantaron un día, celebrándola la noche del día 22, pues el 24 era lunes y había que trabajar. El entorno de la iglesia fue adornado con banderolas y se celebró una cena popular, con las sardinas como principal protagonista. Al día siguiente, con las sardinas sobrantes una cuadrilla preparó una merendola a la que nos invitaron. Las sardinas estaban buenísimas.

Hemos realizado varios viajes a lo largo y ancho de Portugal, pero nunca habíamos estado en Viseu, interesante ciudad que teníamos a tan solo 25 km del Parador. Como el 23 de junio era domingo, tuvimos la suerte de poder aparcar en pleno centro, en la plaza Adro da Sé, ubicada entre la Catedral y la iglesia de la Misericordia, que cuenta con una elegante fachada rococó y un notable interior. Al lado tenemos la Fonte das Tres Bicas, recorriendo a continuación el casco antiguo bajo un sol de justicia, pasando por la plaza del Rey D Duarte, a la que luego volvimos a comer, el mercado cubierto 2 de Maio, frente a la que se encuentra el grupo escultórico dedicado a Aquilino Ribeiro, la praça da Republica, a la que se asoma el Ayuntamiento y el Jardim das Maes, bordeado por un muro con elegantes azulejos.

Previo a recorrer el centro histórico, como lo teníamos al lado de donde dejamos aparcado el coche, visitamos el Museo Nacional Grão Vasco, que ocupa el edificio del Paço dos Três Escalões. En su interior destaca el conjunto de pinturas de retablo provenientes de la Catedral, de iglesias de la región y de depósitos de otros museos, todas ellas realizadas por el pintor portugués del siglo XVI Vasco Fernandes, conocido como Grão Vasco. También vimos la colección temporal dedicada a Salvador Dalí. En verano el museo abre de 10 a 13 y de 14 a 18 h. Info: https://www.museunacionalgraovasco.gov.pt/.

Después de comer regresamos al punto de partida para visitar la Catedral, dedicada a su patrona, Santa María da Assunção. Construida a mediados del siglo XVII en sustitución de otra anterior, destaca en su interior la bóveda adornada con cuerdas y nudos de piedra de estilo manuelino. La capilla mayor, modificada en el siglo XVIII, estaba decorada con el hermoso retablo de Vasco Fernandes, que vimos en el museo, siendo el actual barroco. Cuenta también con una elegante sillería del siglo XVIII, de madera tallada traída de Brasil. Mención especial merecen el claustro y el pasillo revestido de azulejos del siglo XVIII que da acceso a la sacristía.

En el interior del la Catedral se estaba muy a gusto, pero en la calle hacía muchísimo calor. Menos mal que teníamos el coche al lado, en el que recorrimos los 25 km que nos separaban del Parador, donde nos tomamos un descanso antes de recorrer sus jardines avanzada la tarde. La escapada continúa.

Viaje a la Provenza (y 8): Pont du Gard, Uzès y Nîmes

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Avignon, de donde regresamos al hotel en Orange. Al día siguiente, 5 de junio, abandonamos la Provenza para entrar en la vecina región de Occitania y, tras recorrer unos 80 km, desplazarnos a dormir a la ciudad de Nîmes, capital del departamento de Gard, en el que en ruta, realizamos dos interesantes visitas, el romano Pont du Gard y la medieval población de Uzès.

La primera parada la realizamos a algo menos de 37 km de Orange, en el Pont du Gard, que desde 1985 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El puente se construyó durante el siglo I de nuestra era y formaba parte del acueducto romano de Nîmes, una conducción hidráulica de 50 km de longitud que llevaba el agua de un manantial en Uzès a la colonia romana de Nemausus. Tiene 49 metros de altura en tres niveles, teniendo el más largo 275 metros de longitud. Es increíble como ha cambiado este lugar en 19 años. Antes casi no había nadie y ahora cuenta con un centro de visitantes, con cine y cafetería, además de un gigantesco aparcamiento. La entrada sigue siendo libre pero el parking cuesta 9 €.

14 km después realizamos la segunda parada en otra población que ya conocíamos, Uzès, que tieme una mezcla de estilos, medieval, renacentista y clásico. Como cuando llegamos era mediodía, todos los lugares de interés monumental estaban cerrados, aunque vimos el mercado, era miércoles, y caminamos por sus calles llenas de historia, destacando entre sus edificios el emblema de la ciudad, el Palacio Ducal y la Catedral de Saint-Théodorit, junto a la que dejamos el coche, en la que destaca la Torre Fenestrelle, de 42 metros de altura, única circular de Francia por lo que se ha convertido en otro de los emblemas de Uzès.

30 km nos separaron de nuestro siguiente destino, aunque hicimos un alto en el camino para comer el bocadillo en un área de servicio de la autopista, pues el año pasado en Normandía y Bretaña tuvimos bastantes problemas para comer después de las 12 h en restaurantes, cosa que no ha sucedido este año en los lugares visitados. Para pasar esta noche escogimos el Hotel Ibis Nîmes Ouest ***, que también contaba con piscina, aunque nuevamente no tuvimos tiempo para disfrutar de ella.

Pasamos la tarde en Nîmes, pero anduvimos con prisa pues hay que visitar varios lugares antes de las 19 h, así que nos dirigimos en primer lugar al lugar más importante, el anfiteatro romano (Arènes), que presume de ser el mejor conservado del mundo. Data de finales del siglo I-principios del siglo II y tiene 133 metros de longitud y 101 metros de anchura, pudiendo albergar hasta 24.000 espectadores. Conviene informarse de los horarios el día que lo pienses visitar, pues en él se celebran muchos eventos, entre ellos corridas de toros. Precisamente en uno de los laterales hay una estatua dedicada a un torero nimeño.

En el anfiteatro compramos el Pass Nîmes la Romaine, válido para los tres monumentos romanos durante tres días, al precio de 13 € (parados: 11 €). Por ello nuestra siguiente cita fue en la Maison Carrée (Casa Cuadrada), un espléndido templo romano de finales del siglo I con columnas rematadas por capiteles corintios. Desde el año 2023 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Enfrente se encuentra el Carré d’Art, moderno edificio que alberga un museo de Arte Contemporáneo, diseñado por el arquitecto Norman Foster.

Como la tarde avanza, dejamos las visitas y caminamos hasta la Square Antonin, presidida por una preciosa fuente con la estatua del emperador romano Antonino Pío. A unos pasos tenemos el lugar que más nos ha gustado de Nîmes, los Jardins de la Fontaine, construidos en el siglo XVIII en torno a la fuente de Nemausus y adornados con numerosas estatuas. Es un lugar muy agradable en los días de calor en el que además se encuentran los restos del templo romano de Diana y la terraza de un bar en la que nos detenemos a tomar un vino antes de emprender el regreso al hotel.

Tenemos que caminar 1,5 km para regresar al coche, que hemos dejado aparcado cerca del anfiteatro en el Parking Indigo Nîmes Arènes, situado en Bd des Arènes. De camino pasamos ante la iglesia de Saint-Paul y bordeamos el anfiteatro y el moderno Museo de la Romanité, que nos dio pena no poder visitar. Nuestro destino ya está cerca, así que fotografío el modernista “Taureau de Djoti Bjalava”, antes de pasar junto al Palacio de Justicia y la Fontaine Pradier, bajo la que tenemos el coche. Como telón de fondo vemos la iglesia de Sainte-Perpetue.

Dejamos para el día siguiente, 6 de junio, antes de abandonar el hotel, la última visita incluida en el Pass Nîmes la Romaine. Se trata de la Tour Magne, la más alta (32 metros) y prestigiosa del recinto romano. Se construyó hacia el año 15 aC, en torno a una torre de piedras secas de la Edad del Hierro. Una vez en su interior se puede subir a lo alto por una escalera de caracol, pudiendo disfrutar de una espectacular vista de los Jardines de la Fontaine situados bajo la torre. Eso si, entre nosotros, os comento que lo más interesante de los tres edificios romanos es su exterior, así que os podéis ahorrar los 13 € que cuesta el pase.

En la Tour Magne dimos por finalizadas las visitas de este viaje, iniciando el regreso a Leioa con escala en el Hotel Ibis Tarbes Odos ***, ubicado en esta ciudad, al que llegamos tras recorrer 440 km por autopistas. Nada más entrar en la A61 nos detuvimos a comer el bocadillo en el Aire de Pech-Loubat, perfectamente preparada como casi todas las áreas de servicio francesas. Cuenta con mesas sombreadas y está dedicada a los cátaros.

El 7 de junio tenía que estar en casa al mediodía, así que, tras desayunar, nos dispusimos a recorrer los 298 que nos separaban de Leioa. El viaje ha concluido. La semana que viene celebramos la Aste Nagusia en Bilbao, así que el día 20 no acudiré a esta cita semanal. ¡Gora Marijaia!

Viaje a la Provenza (7): Avignon, ciudad papal

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Orange, en la que pernoctamos cuatro noches. El 4 de junio decidimos pasarlo en la ciudad de Avignon. El mejor sitio para dejar el coche, sin entrar en la ciudad ni pagar aparcamiento, es en la isla que forma el Ródano, accesible por el Pont Édouard Daladier. Hay que poner en Google Maps: La Magie des Pains. 135 All. Antoine Pinay. 84000 Avignon. Desde allí se tiene la mejor vista de la ciudad, junto al cartel que indica su nombre. 650 metros nos separan del embarcadero desde el que se cruza el río en barco de forma gratuita. De camino vemos el famoso Pont Saint-Bénézet, en ruinas, que fue construido entre 1171 y 1185, con una longitud original de unos 900 metros.

El Pont Saint-Bénézet forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 1995, junto al Palacio de los Papas y el conjunto episcopal. El puente cuenta con una antigua y famosa canción infantil francesa que evoca a todo tipo de personajes bailando en los alrededores del Pont Saint-Bénézet. Comienza así: “Sur le pont d’Avignon, on y danse, on y danse. Sur le pont d’Avignon. on y danse tous en rond”. Desde el otro lado del Ródano contemplamos de nuevo el puente, bordeamos la muralla y accedemos al centro histórico.

Nada más entrar en el centro histórico de Avignon nos dirigimos a la Catedral de Nuestra Señora de Doms (Cathédrale Notre-Dame des Doms), construida en el siglo XII en estilo románico provenzal y remodelada en los siglos XV y XVII. Cuenta una magnífica cúpula románica, una silla episcopal de mármol blanco y las tumbas góticas de los papas Juan XXII y Benedicto XII. En el exterior, llama la atención la estatua dorada de la Virgen en lo alto del campanario. Abre de 8 a 12 y de 14:30 a 17:30 h, siendo la visita libre.

El Calvario situado frente a la Catedral nos da acceso a nuestra siguiente visita, el parque llamado Jardins des Doms, situado en lo alto del Rocher des Domes, el lugar en el que nació la ciudad, situado 30 metros por encima del río Ródano. Es un lugar agradable para pasear, contemplar los patos y cisnes, tomar algo en la terraza del bar y disfrutar de una magnífica vista desde la llanura del Ródano hasta el Mont Ventoux, con el gran río y el Pont Saint-Bénézet a nuestros pies.

La siguiente cita la tenemos en el principal monumento de Avignon, el Palacio de los Papas (Palais des Papes), pues por algo fue la ciudad de los Papas entre los años 1309 y 1376. Este espectacular edificio gótico, data del siglo XIV y se compone del palacio viejo de Benedicto XII, construido entre 1334 y 1342, y del palacio nuevo de Clemente VI, edificado entre 1342 y 1352. Una vez en su interior visitamos el claustro, la Tour de l’Audience y la capilla en la que rezaban los Papas.

Lo que más llamó mi atención en el Palacio de los Papas fueron los apartamentos privados del Papa y sus magníficas decoraciones con frescos realizados por el artista italiano Matteo Giovannetti, destacando la sala de la Gran Audiencia, adornada con el fresco de los Profetas. Lástima que las fotos que os presento no sean buenas, pues las tuve que tomar a escondidas ya que está prohibido realizarlas, ignorando los motivos. También son más que notables los frescos de la Cámara del Ciervo, el estudio de Clemente VI.

Hay que salir al exterior para poder visitar los jardines papales incluidos en el precio de la visita el Palacio de los Papas. Los nuevos jardines están formados por el Jardín del Palacio o de Benedicto XII, de 1.250 m² y el Jardín Papal, de 662 m². La verdad es que su visita no me dijo nada, quizás también porque daba el sol y hacía bastante calor. La visita al Palacio de los Papas y los jardines cuesta 14,50 € (11,50 € los mayores de 60 años), siendo el horario de 9 a 19 h.

Desde lo alto del Palacio de los Papas contemplamos la enorme plaza del Palacio, a una de cuyas terrazas bajamos a comer, contemplando también los edificios que a ella se asoman entre los que destacan el el Pequeño Palacio, antigua residencia de los arzobispos, construido entre los siglos XIV y XVIII y el Palacio de la Moneda con su preciosa fachada barroca del siglo XVII. El edificio del Banco de Francia nos da acceso a la place de l’Horloge, a la que se asoman el Teatro y el Ayuntamiento, con su fachada neoclásica y la Torre del Reloj. Estamos en la zona más animada de la ciudad, la rue de la République.

Todavía nos queda un lugar por visitar y, con el calor que hace por la tarde, resulta el idóneo. Se trata de la Colegiata de San Desiderio (Collégiale Saint-Didier), situada en la plaza del mismo nombre. De estilo gótico, posee un bello retablo del siglo XV. Destaca en su interior un Cristo con la cruz a cuestas, del siglo XV, que adorna la primera capilla derecha de la colegiata y que está considerado como una de las primeras obras de estilo renacentista que existen en Francia.

Hacía calor cuando tuvimos que emprender el regreso, aunque antes tomé un café con hielo en una sombreada terraza del centro histórico. Tuvimos que volver a bordear la muralla para llegar al barco gratuito en el que cruzamos el río Ródano. 650 metros nos separaron entonces del coche pero tuvimos suerte, pues el camino resultó sombreado y corría el aire. Además tuvimos como premio unas espectaculares vistas del Pont Saint-Bénézet y de todo el centro histórico que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, que por la mañana nos pillaba a contraluz.

La Oficina de Turismo se encuentra en 41 Cours Jean Jaurès, 84000 Avignon. Abre de 9 a 18 h. Esta fue nuestra última visita en la Provenza, pero el viaje continúa. Próximo destino Nîmes.

Viaje a la Provenza (6): Cortejando al Mont Ventoux

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Orange, en la que pernoctamos cuatro noches. El 2 de junio decidimos pasarlo en el entorno del emblemático Monte Ventoux, deteniéndonos en primer lugar en la población de Vaison la Romaine, cuya visita nos llevó bastante tiempo, para concluir la jornada en el entorno del pueblo de Gordes, en el que abundan los campos de lavanda.

Esta ruta ya la realizamos en julio de 2005 pero cuando nos detuvimos, tras recorrer 31 km, en Vaison la Romaine, no recordaba haber estado allí. Dejamos el coche aparcado junto a la oficina de turismo, teniendo al lado la taquilla para acceder a los dos recintos arqueológicos romanos, que abren de 9:30 a 18 h, costando la entrada 9 €. Por ella se accede al primer sitio, Puymin, que cuenta con restos de varias villas romanas y del teatro, cuyos orígenes se remontan al siglo I de nuestra era.

En el sitio de Puymin se encuentra también el Museo Arqueológico (Musée Archeologique). Es un museo sencillo y moderno perfectamente integrado en el emplazamiento galo-romano. Se organiza en varios espacios: prehistoria, ciudad galo-romana, monumentos públicos, comercio y artesanía, religión, funerario y casa galo-romana. Pudimos contemplar objetos de cerámica, numerosas estatuas de mármol, la maqueta de la Maison du Dauphin y los mosaicos que adornaban la Villa du Paon.

Concluida la visita cruzamos la carretera y un amplio aparcamiento y llegamos al segundo emplazamiento arqueológico, el sitio de Villasse, que corresponde a un antiguo barrio rico en el que existían lujosas viviendas con patios interiores adornados con mosaicos. Hoy se conservan varias columnas. Concluida la visita nos dirigimos al centro urbano, en el que existen varias tiendas de recuerdos y numerosos establecimientos hosteleros.

Nuestra siguiente cita se encuentra en el barrio alto, para lo que tenemos que cruzar el puente romano de Vaison la Romaine, construido en el siglo I de nuestra era, que es uno de los pocos puentes romanos que todavía se utilizan en la actualidad. El barrio alto está coronado por el castillo, que fue construido en 1195 por Raymond VI, conde de Toulouse. Para acceder a este hermoso rincón, adornado con fotografías antiguas, tenemos que pasar bajo una puerta fortificada del siglo XIV que domina la torre del Beffroi.

Concluida la visita a Vaison la Romaine, nos disponemos a subir al Mont Ventoux, distante 43 km, Situado a 1912 metros de altitud, es un emblemático puerto de montaña para los amantes del ciclismo. En su desolada cima existe una torre de telecomunicaciones. En el descenso nos detenemos a comer el bocadillo en un área de pic-nic situada junto al sendero de Font Margot, una breve ruta de silencio para observar ciervos, aunque solo pudimos ver las esculturas a ellos dedicadas. Sin embargo, poco más adelante nos salió al paso un simpático zorro que se acercaba a los coches en busca de comida.

A 26 km del Mont Ventoux tenemos el pueblo de Sault, en el que paramos a tomar un café. Situado sobre un escarpe rocoso, domina una amplia llanura con numerosos campos de cultivo, entre los que dominan los de lavanda, tan característicos de la región de Provenza. Si embargo el 2 de junio todavía no tenían los tonos violeta que los caracterizan, cosa que si sucedió cuando los visitamos en julio se 2005, tal como puedes ver en las dos fotos que acompaño junto a los actuales. Lo que si que tenía color violeta era el campo de salvia situado al borde de la carretera, por la que los ciclistas se dirigen al puerto.

Comienza a llover y graniza cuando nos disponemos a cubrir los 36,6 km que nos separan de nuestro siguiente destino, Village des Bories, un museo al aire libre de más de 20 cabañas de piedra seca, que al igual que otros lugares, como Menorca, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Al objeto de conseguir nuevas tierras para dedicarlas a la agricultura, durante los siglos XVII y XVIII se extrajeron miles de toneladas de piedra, que se utilizaron para construir cercados y aldeas como la que visitamos. El horario de visita es de 9 a 19 h, siendo el precio bastante caro, 8 €.

Estamos a tan solo 3,4 km de un precioso pueblo provenzal, Gordes, que aparece colgado en un promontorio rocoso de los montes de Vaucluse pero, como es tarde, nos limitamos a verlo desde un mirador, destacando el castillo y la iglesia. Nuestro destino se encuentra 4,8 km más tarde, la Abadía de Senanque (Abbaye Notre-Dame de Sénanque), monasterio cisterciense desde 1148, ubicado en el fondo de un valle y rodeado de campos de lavanda, todavía verdes, aunque os incluyo una foto de cuando lo visitamos en julio de 2005. Pese a nuestra prisa, no pudimos acceder a su interior, pues cierra muy pronto, a las 17 h. De esta forma concluyeron las visitas de esta jornada.

Por delante nos quedaron algo más de 63 km para regresar a nuestro hotel en Orange. Todavía no hemos terminado de recorrer la Provenza. Próximo destino: Avignon. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (5): Orange y Ardèche

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches. El 1 de junio concluimos la visita de Arles y nos desplazamos tan solo 86 km (53 minutos por autopista) a nuestro siguiente destino, Orange, ciudad en la que volvimos a alojarnos 4 noches en el Hotel Ibis Orange Centre Échangeur A7 A9 ***. Cuenta también con piscina que nuevamente no utilizamos por falta de tiempo y el restaurante Courtepaille, especializado en carnes a la parrilla, que nada tiene que ver en calidad con el de Arles.

El hotel se encuentra a 1 km del centro urbano, en el que decidimos pasar la tarde. Pese a que hay unos grandes aparcamientos a la entrada, menos mal que en el hotel nos advirtieron de que no lleváramos el coche. Mi francés no es tan bueno, por lo que no entendía con claridad el motivo, pero acertamos al hacerles caso, pues los accesos al centro histórico estaban cortados y había mucha gente en la calle. El motivo es que se celebraba el “Java du cochon” y en la calle había muchos puestos de embutidos de cerdo.

A esta especie de fiesta del cerdo acude muchísimas personas, las calles estaban adornadas, las terrazas repletas de gente y había grupos de animación disfrazados de cerditos. También vimos al menos tres grupos musicales animando la fiesta. Fue una casualidad coincidir con la “Java du cochon”, que se celebra en Orange cada primer fin de semana de junio, en este caso los días 1 y 2, así que tuvimos suerte de conocer esta multitudinaria fiesta.

Tomamos un café en medio del recinto festivo y nos dirigimos al principal objetivo del viaje, el teatro romano. Al llegar a él nos dicen que las entradas hay que comprarlas enfrente, en el Museo de Arte e Historia (Musée d’art et d’histoire). La entrada es conjunta para ambos lugares y cuesta 11,50 €. (9,50 € los parados), así que aprovechamos para visitar este museo que ocupa una antigua mansión privada y recorre la historia de Orange desde la prehistoria hasta nuestros días, incluyendo los lienzos pintados del siglo XVIII que ilustran diferentes etapas de la impresión por parte de las mujeres indias de la Fábrica Wetter, además de una colección de obras de Albert de Belleroche y Frank Brangwyn. Una habitación está dedicada a este último.

Si piensas visitar Orange resulta conveniente enterarse de los horarios del teatro romano, pues varían en función a los espectáculos que en él se realizan. Orange posee uno de los grandes teatros romanos mejor conservados del mundo, con una fachada escénica de 103 metros largo por 37 de ancho, que desde 1981 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construido en el siglo I de nuestra era, podía acoger a más de 9.000 espectadores.

Orange no tiene muchas otras cosas que ver, pero tenemos que atravesar toda la población para llegar al siguiente lugar de interés, el Arco del Triunfo, que se encuentra en una rotonda de libre acceso y que también forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Con unas medidas de 9,57 metros de largo por 8,40 de ancho y 19,21 de alto, en el siglo I de nuestra era funcionaba como puerta de entrada a la ciudad romana de Arausio. De camino nos detenemos ante el Ayuntamiento, adornado con los cerdos de la fiesta y accedemos al interior de la Catedral.

Como ya he comentado al principio, en Orange pasamos cuatro noches, así que uno de los días, el 3 de junio, nos desplazamos a la vecina región de Auvernia-Ródano-Alpes y, más en concreto, al departamento de Ardèche, para visitar en primer lugar Aven d’Orgnac, única cueva declarada Grand Site de France, para la que reservamos la entrada con tiempo de antelación, ya que las visitas son guiadas. El precio es de 16 € (13 € los parados). Sus enormes salas albergan estalactitas y estalagmitas de hasta 55 metros de altura. Al entrar te advierten que hay que bajar 700 escaleras, pero no te apures, que luego subes en un ascensor los 121 metros que has bajado. La temperatura interior es de 12º, así que conviene ir abrigado. Aven d’Orgnac se encuentra 46 km de Orange.

La entrada a la cueva incluye el acceso a la anexa Cité de la Préhistoire, un espacio museográfico lúdico y moderno que recorre 350.000 años de la humanidad a través de objetos auténticos que pertenecieron a nuestros antepasados, desde el Paleolítico Medio hasta la Primera Edad del Hierro, pasando por los estilos de vida de los cazadores-recolectores, la agricultura, la ganadería y la metalurgia. Merece la pena. Cuenta también con una cafetería y un amplio aparcamiento gratuito sombreado, cosa de agradecer los días de calor.

19 km después llegamos a un lugar que me encantó en el viaje realizado en el año 2005. Se trata de Pont d’Arc, una curiosidad geológica muy original, que se ha convertido en el emblema de Ardèche, pues el río del mismo nombre ha perforado la roca dando lugar a un arco de 60 metros de ancho y 54 de alto. Antiguamente era un lugar tranquilo pero ahora está masificado. Prueba de ello son los tres grandes aparcamientos existentes en la zona a precios desorbitados. En el que dejamos el coche, Parking P3. Pont d’Arc-Bélvèdere, los precios eran 15 minutos: 0,80 €, 1 hora: 3,20 € y 3 horas: 10 €.

Regresamos a Vallon Pont d’Arc para comer el bocadillo en un área de pic-nic y volvimos al arco para efectuar un viaje por una sinuosa carretera de unos 32 km hasta Saint-Martin-d’Ardèche, recorriendo las gargantas del Ardeche (Gorges de l’Ardèche), deteniéndonos en varios de los miradores existentes para fotografiar el impresionante cañón, que en algunos puntos alcanza los 300 metros de altura. De todas las imágenes me quedo con la del meandro que forma el río.

De esta forma concluimos esta jornada que pasamos en el departamento de Arreche. Por delante tuvimos 32 km para regresar al hotel en Orange. Todavía nos queda mucha Provenza por recorrer. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (4): Cortejando a los Alpilles

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana, tras recorrer la Camarga, en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***. El 30 de mayo lo dedicamos a cortejar a uno de los parques naturales regionales más pequeños de Francia, el de los Alpilles, donde pensábamos hacer una ruta de senderismo que no nos dio tiempo a realizar, así que nos limitamos a descubrir pintorescos pueblo como Les Baux-de-Provence y Eygalières, ubicados en este macizo montañoso calcáreo, además de las ruinas romanas situadas en Saint-Rémy-de-Provence.

La primera cita la tuvimos en las afueras de Arles, a menos de 8 km del hotel. Se trata de la Abbaye (Abadía) de Montmajour, situada en una cima rocosa que domina la llanura de Crau y desde donde se contempla una magnífica vista panorámica del centro histórico de Arles. Cuenta con dos complejos monásticos con ocho siglos de historia, que se encontraban en un estado bastante ruinoso. En primer lugar nos dirigimos a la ermita de Saint-Pierre, única capilla troglodita del siglo XI existente en la Provenza.

La Abadía de Montmajour fascinó a Van Gogh, quien realizó allí varios dibujos entre 1888 y 1889. Gracias a la restauración recientemente efectuada, pudimos contemplar varios lugares del interior de la vacía abadía, como la primera planta del edificio Saint-Maur, del siglo XVIII, que nunca se había abierto al público. La abadía abre a diario de 10 a 17 h, siendo el precio de la entrada de 7 €. Para los parados (demandantes de empleo), el acceso es gratis, algo habitual en otros lugares de la Provenza.

7 km después, en una zona de montaña a las afueras de la localidad de Fontvieille, tenemos la siguiente cita, el Moulin (Molino) de Daudet. Construido en el año 1814, trituró trigo durante un siglo hasta que dejó de funcionar en 1915. En su interior alberga un coqueto museo que ilustra las obras y los recuerdos del escritor Alphonse Daudet. No accedimos a él, pues había bastante gente y ya lo hicimos en el año 2005. La entrada cuesta 2 € y abre a diario de 11 a 18 horas.

Seguimos avanzando sin pausa y con paradas frecuentes, pues la siguiente parada la efectuamos a poco más de 10 km, en la localidad de Les Baux-de-Provence, enclavada en pleno centro de los Alpilles y perteneciente a la asociación de “Los pueblos más bellos de Francia” (Les plus beaux villages de France). Cuenta con un rico patrimonio histórico con 22 monumentos protegidos. Para acceder al antiguo recinto amurallado, tuvimos que dejar el coche en los aparcamientos situados al borde de la carretera, que son de pago. No te extrañe que en temporada baja tengas que dejar el coche bastante alejado y luego subir la cuesta.

La Porte d’Eyguières nos da acceso al centro histórico de Les Baux-de-Provence, magníficamente conservado y ubicado bajo los restos del castillo. Sucesivamente vimos varias iglesias, entre las que destaca la parroquial de Saint-Vincent, construida entre los siglos XII y XVI en estilo románico y parcialmente excavada en la roca. También visitamos la capilla de los Penitentes, situada al borde del acantilado y construida en el siglo XVII. Destaca en su interior el monumental fresco obra de Yves Brayer (1974). Finalmente, en la parte alta nos detuvimos ante la capilla de Saint-Blaise.

Tenemos tan solo 9 km hasta nuestra siguiente parada, aunque antes nos detenemos a comer el bocadillo en un área de pci-nic. Tras la comida nos detuvimos en otro aparcamiento, como no, de pago, situado poco antes de llegar al centro urbano de Saint-Rémy-de-Provence. Juanto al aparcamiento, al borde de la carretera, encontramos dos excepcionales monumentos romanos, el Arco de Triunfo y el Mausoleo de Julio. Éste último, de unos 17 metros de altura, fue construido en los años 30 y 20 aC y es uno de los monumentos funerarios mejor conservados del mundo romano.

Cruzamos la carretera y enseguida llegamos al acceso a un notable lugar que no conocía, la antigua ciudad romana de GLANUM. Abre de 9:30 a 18 h, costando la entrada 9 €, resultando gratis para los parados. Antigua capital de los glánicos, uno de los pueblos de la antigua Provenza, la ciudad se helenizó y dotó de monumentos públicos bajo la influencia romana, alcanzando su esplendor durante la época del emperador Augusto, siendo destruida hacia el 270 víctima de invasiones bárbaras. Hoy podemos ver las ruinas de un barrio de viviendas con casas con patio central rodeado de columnas, calles con alcantarillas, mosaicos, termas y el foro. La visita merece la pena.

La tarde fue avanzando, por lo que decidimos comenzar el regreso al hotel, aunque antes nos desviamos un poco para acercarnos a un pueblo cuya visita nos recomendaron en la oficina de turismo de de Les Baux-de-Provence. Se trata de Eygalières, distante tan solo 13 km. Su centro histórico se encuentra en estado bastante ruinoso, pero subimos hasta la Torre del Reloj por los restos del castillo, pasamos junto a la capilla de los Penitentes Blancos y visitamos el curioso museo Pezet, ubicado en la antigua iglesia de Saint-Laurent, dando por concluidas las visitas de esta jornada.

Por delante teníamos 44 km para regresar al hotel, el tramo más largo del día. Todavía nos queda mucho por ver en la Provenza. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (3): La Camarga

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***. Empachados de tanto monumento decedimos dedicar día y medio a recorrer la Camarga, tomando como punto de partida tres diferentes poblaciones, Saintes-Maries-de-la-Mer, Aigües-Mortes y Salin-de-Giraud, en las que ya estuvimos en julio de 2005.

El 29 de mayo hicimos la primera incursión en la Camarga, desplazándonos para ello a la localidad costera de Saintes-Maries-de-la-Mer, distante 29 km de Arles, dirigiéndonos directamente al puerto deportivo para comprar, al precio de 16 €, el billete del crucero por el río Petit Rhône, de hora y media de duración. Nuestro barco, La Camargue, comenzó su singladura dirigiéndose a la desembocadura del río, iniciando una pequeña incursión por él, contemplando la vida en su ribera.

Lo más curioso de cuanto vimos en las orillas del Petit Rhône fue una gran manada de los tradicionales caballos blancos de la Camarga, que cuando nacen tienen el pelaje oscuro. Cuando estábamos llegando al punto más alejado de la costa, apareció una manada de caballos y toros, también tradicionales de la zona, conducida por un mayoral. En nuestro recorrido vimos también garzas y cisnes. Sobre nuestras cabezas pasaron volando varios flamencos e ibis.

Nada más desembarcar nos dirigimos al gran atractivo de Saintes-Maries-de-la-Mer, la iglesia fortificada, construida en estilo románico entre los siglos IX y XI sobre la desembocadura del río Ródano. En ella se conservan las reliquias de las santas Marie-Jacobé y Marie-Salomé, encontradas en la iglesia en 1448. Sin embargo lo que es objeto de peregrinación por parte de la población gitana es la imagen de Santa Sara, la Virgen Negra, que se encuentra en la cripta.

Cerca del puerto se encuentra una construcción habitual en las poblaciones de la Camarga, la plaza de toros, junto a la que hay un par de estatuas de toros. En el centro del pueblo hay varios negocios de hostelería y, como se ha echado la hora de comer, me obsequio con un plato de marisco, con las ostras como principales protagonistas. Para la tarde dejamos el dar un pequeño paseo, bordeando la playa, hasta llegar a la histórica y emblemática cruz de Camarga.

Después de comer volvemos al coche para desplazarnos 30 km hasta una población que nada tiene que ver con lo visitado hasta ahora que, aunque está vinculada a la Camarga, se encuentra fuera de la Provenza y, más en concreto, en la vecina región de Occitania. Se trata de Aigües-Mortes, pueblo completamente amurallado y magníficamente conservado, ubicado en medio de una llanura junto a la costa. La primera imagen que llama nuestra atención es la Torre de Constante, del siglo XIII. Caminando por el exterior de la muralla vamos pasando ante la Puerta de los Terraplenes, la Torre de los Begoñeses y la Puerta de los Molinios, que nos da acceso al interior del recinto amurallado en cuyo centro se encuentra la place de St Louis, a la que se asoma la iglesia de Notre-Dame-des-Sablons. Es un buen momento para tomar un café.

Las murallas del recinto fortificado de Aigües-Mortes fueron construidas en 1240 por San Luis, primer rey de Francia, para proteger la ciudad. Tienen un perímetro de 1.600 metros que, tras tomar el café, seguimos recorriendo por su parte exterior, pasando sucesivamente ante las puertas de los Molinos, de los Galeones, de la Marina y del Arsenal, desde la que contemplamos al fondo las salinas. La Torre del Polvorín nos indica que cambiamos el tercer lado de la muralla, en la que encontramos la Puerta de la Reina. Nuestro recorrido concluye en el cuarto lado, donde tenemos la Puerta de la Gardette, el principal acceso al interior del recinto amurallado, donde damos por concluidas las visitas de esta jornada. A 47,5 km tenemos nuestro hotel en Arles.

Dos días después, el 31 de mayo, volvimos a la Camarga y, más en concreto a otra población en la que ya estuvimos en julio de 2005, Salin-de-Giraud, distante 39 km de Arles. Dejamos el coche aparcado frente a la oficina de turismo, situada a un paso de la plaza de toros, en la que en nuestro anterior viaje asistimos a una tradicional corrida de toros camarguesa. Desde allí caminamos durante unos 2 km hasta el mirador de las salinas, desde el que se tiene una magnífica vista del recinto salinero y su amalgama de colores, entre los que predomina el rosa. También se accede a un sendero que las recorre y que es de pago, al que no entramos pues no aporta nada.

De nuevo en el coche, volvimos a pasar por la carretera que discurre entre el mirador de las mayores marismas saladas de Europa y el Gran Ródano, siguiéndola hasta la desembocadura del río. Nuestro recorrido concluye al final de la carretera, junto a la playa de de Piémanson, de 7 km de longitud y paraíso para los amantes del kitesurf. Desde ese punto y en alguna parada durante el recorrido, divisamos las colonias de flamencos que aquí residen y algún que otro cisne salvaje. Regresamos al pueblo y en el Bar des Sports me obsequié con una buena cazuela de mejillones al vapor (moules) con patatas fritas.

Tras la comida y después de recorrer 38 km llegamos a la ultima visita camarguesa, el Étang de Vaccarès, una albufera de 6.500 hectáreas que forma parte del vasto complejo lagunar de la Camarga y que, de agosto a abril, acoge a decenas de miles de aves acuáticas, que vienen del norte de Europa cuando allí empiezan a bajar las temperaturas. Cuando lo visitamos nos resultó bastante insulso, aunque pudimos observar varios grupos de flamencos y de ibis. Por delante tuvimos 24 km para regresar a Arles.

Dedicamos la tarde a visitar nuevos lugares en Arles, de los que ya os hablé la pasada semana. Todavía nos quedan muchos lugares por recorrer en la Provenza. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (2): ARLES

Continúo el relato del viaje a la Provenza realizado del 27 de mayo al 7 de junio, que dejaba la pasada semana cuando llegábamos a esa región francesa y, más en concreto, a la ciudad de Arles, en la que pernoctamos cuatro noches en el Hotel Ibis Arles ***, en el que tres de ellas disfrutamos del mejor restaurante del viaje, aunque la perfección no existe, pues cierra los viernes, sábados y domingos. Además la primera noche nos comieron los mosquitos en la habitación, lo que nos obligó a comprar un insecticida al día siguiente. Tiene también piscina, que no utilizamos.

Una vez instalados en el hotel, la tarde del 28 de mayo nos dirigimos al centro de Arles, dejando el coche en el céntrico Parc du Centre, ubicado en 8 Rue Emile Bassin, a unos pasos de la Oficina de Turismo, sita en 9 Bd des Lices. Entre ambos se encuentran los elegantes edificios del Hotel Jules Cesar y la Chapelle de la Charité. Al otro lado del parking tenemos el monumento a los niños muertos en las dos grandes guerras y restos de la muralla. La rue Jean Jaurès nos condujo a la cercana place de la République, nuestro primer destino, pues es la más hermosa de la ciudad, ya que a ella se asoman el Hotel de Ville, la Catedral de Saint-Trophime y un imponente obelisco egipcio construido en granito.

Edificada entre los siglos XII y XVI, la Catedral Saint-Trophime fue nuestro primer lugar visitado. La joya del arte románico provenzal, cuenta con un magnífico portal tallado con una escena del Juicio Final. El acceso es gratuito, cosa que no sucede con el claustro que, junto a los monumentos romanos, forma parte desde 1981 del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En el acceso al claustro compramos por 10 euros el Pass Liberté, que permite la visita a 4 monumentos y dos museos. Merece realmente la pena.

La siguiente cita la tuvimos en el Teatro antiguo de Arles, edificio romano construido poco después de fundarse la colonia romana. Su construcción comenzó hacia los años 40 y 30 aC, concluyéndose el año 12 aC. Su estado de conservación no es muy bueno, utilizándose para espectáculos. En el se descubrió la “Venus de Arles”, estatua de mármol que se guarda en el Louvre parisino. Si no dispones del Pass Liberté igual no merece la pena pagar la entrada, pues casi todo el teatro se puede ver desde el exterior.

La siguiente cita es mucho más interesante y se encuentra a unos pasos. Se trata del Anfiteatro, más conocido como Arenas de Arles, por ser habitualmente utilizado como plaza de toros, para lo que estaba preparado cuando lo visitamos. Con capacidad para 21.000 espectadores y forma elíptica, el anfiteatro romano fue construido hacia los años 80-90, poco después del Coliseo de Roma. Abre a diario de 9 a 19 h, aunque el acceso se cierra media hora antes. Aquí concluimos las visitas este primer día.

El 31 de mayo, tras recorrer la Camarga, volvimos al centro de Arles, pasando la tarde en una zona cercana al parking en el que dejamos el coche el primer día. Nuestro primer objetivo fue un edificio con el que la ciudad pretende conseguir el llamado “Efecto Bilbao”. Se trata del LUMA Arles, cuya torre fue diseñada por el arquitecto del Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry. Inaugurada el 26 de junio de 2021, la torre tiene 10 pisos y 56 metros de altura, estando cubierta con 10.752 bloques de acero inoxidable. En el piso 9 existe una terraza desde la que se tiene una magnífica vista.

Justo al lado tenemos el Parc des Ateliers del que forman parte el LUMA Arles y el estanque situado a sus pies. Esta zona completamente rehabilitada es obra del arquitecto paisajista Bas Smets. El ajardinado parque tiene una superficie de 41.800 metros cuadrados y cuenta con más de 1.100 árboles de 140 especies diferentes, además de 80.000 plantas en macetas. Desde él vemos nuestro siguiente destino.

Nos quedaba por gastar una de las visitas a monumentos de las cuatro incluidas en el Pass Liberté y tuvimos que optar entre dos lugares de cuando Arles vivió su segunda edad de oro en el siglo IV, las Termas de Constantino y la Necrópolis de Alyscamps. Como la teníamos mucho más cerca y nos parecía más atractiva, optamos por la antigua necrópolis, que cuenta con varios sarcófagos y que, de su época cristiana, se conservan las ruinas de la iglesia de Saint-Honorat, que fue fundada en la época del obispo Virgilio (588-610). En un panel vemos también una reproducción de “Les Alyscamps, hojas de otoño cayendo”, cuadro de Vincent van Gogh, 1888, cuyo final de su vida estuvo ligado a esta ciudad. Así concluyó esta jornada vespertina.

El 1 de junio pedimos autorización al hotel para retrasar una hora la salida, pues nos quedaba una visita por realizar, así que nuevamente nos trasladamos al Parc du Centre. Ante nuestra sorpresa, al salir del parking nos encontramos el Boulevard des Lices cerrado al tráfico y ocupado por un enorme mercado que, por lo que luego supimos, se celebra cada sábado y al que merece la pena acudir, aunque nosotros no tuvimos mucho tiempo para disfrutarlo. En sus 2 km de puestos puedes encontrar sobre todo frutas y verduras, pero también quesos y embutidos, además de ropa y calzado y varios puestos de elaboración de comidas siendo la dominante, como en casi todas las fiestas populares de la Provenza, la paella.

La visita que teníamos pendiente se encuentra a orillas del río Ródano. Se trata del Museo Réattu. El edificio que alberga el museo era propiedad del gran priorato de la Orden de Malta y ahora recoge el trabajo de los artistas de Arlés y especialmente de Jacques Réattu (1760-1833), por lo que lleva su nombre. Fundado en 1868 también dispone de obras de Picasso, fotografías y modernas esculturas. De esta forma pusimos fin a las visitas en la encantadora ciudad de Arles.

Arles supuso para nosotros las puerta de entrada en la Provenza, cuyo recorrido espero ir comentando en próximas semanas. El viaje continúa.

Viaje a la Provenza (1): Escala en Carcassonne

Llevo un cierto retraso comentando las escapadas de este año, pues se me han ido juntando. La tercera de ellas la realizamos del 27 de mayo al 7 de junio, teniendo como destino la Provenza. En total hemos recorrido 2.500 km en coche, deteniéndonos en cuatro diferentes regiones francesas, haciendo un alto en el camino el primer día para comer de bocadillo en el área Pic du Midi Sud. Poco a poco, de forma pausada iré describiendo este último viaje.

Para no realizar de un tirón los más de 750 km que nos separaban de Arles, nuestro primer emplazamiento, decidimos escalonar este primer tramo del viaje, haciendo la primera noche en Carcassonne, importante ciudad medieval que forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1997. Poco antes de llegar a este primer destino nos detuvimos en el área La Cité de Carcassonne, desde la que se tiene una impresionante vista de la ciudad medieval.

Dicho esto, hicimos un alto en el camino tras recorrer por autopista 544 km, en unas 5 h 30 min. Por cierto, el VIA-T vale hasta las proximidades de Toulouse y por el norte hasta abandonar Baiona. Para esta escala elegimos el Hotel Ibis Carcassonne Est La Cité ***, ubicado en 11, rue Camille Flammarion, 11000 Carcassonne. Cuenta con restaurante y piscina. Está situado a poco más de 1 km de la ciudad medieval, aunque el Google Maps nos indica que hay 2,8 km hasta el gran aparcamiento existente a su entrada.

El gran aparcamiento se encuentra al lado de la Porte Narbonnaise principal acceso al recinto amurallado de la ciudad medieval, la Cité, que en 1997 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por ser un magnífico ejemplo de ciudad medieval fortificada, provista de un vasto sistema defensivo que circunda el castillo y sus dependencias, así como la soberbia Catedral y el resto de los edificios urbanos. También fue escenario de prolongadas obras de restauración emprendidas por Viollet-le-Duc.

Antes de acceder al interior da la Cité, aprovechamos la tarde del 27 de mayo para recorrer buena parte del exterior del primer recinto amurallado, llegando hasta su segundo acceso, la puerta de Aude. Es uno de los recintos amurallados más hermoso de cuantos conozco. Cuenta con 52 torres y 2 murallas concéntricas, que suman 3 km. En su interior hay comercios, bares, restaurantes y hoteles, por lo que el acceso es completamente libre a cualquier hora. Es también Grand Site de France.

Llegamos justo con tiempo para poder visitar la Basílica de Saint-Nazaire y Saint-Celse, de acceso gratuito, que fue la Catedral de Carcasona hasta 1801, cuando fue sustituida por la actual situada en la ciudad baja o burgo de Saint-Michel. De estilo románico, su origen se remonta al siglo XI, siendo consagrada por el papa Urbano II en 1096, siendo ampliada entre 1269 y 1330 en estilo gótico. Resultan curiosas las gárgolas de la fachada. Cuando al salir fuimos a tomar algo, vimos que muchos bares habían cerrado y otros tenían preparadas las mesas para la cena, algo bastante habitual en Francia a las 18 h.

Antes de abandonar el hotel, el 28 de mayo volvimos la Cité, pues no faltaba por visitar lo más importante, el castillo de los Vizcondes y las murallas adyacentes. Abre a las 10 h y se puede visitar en una hora más o menos previo pago de una entrada de 11 € que adquirimos, para no hacer cola, en la Oficina de Turismo, que se encuentra nada más acceder al recinto amurallado. Fue construido en el siglo XII por los Vizcondes de Carcassonne, los Trencavels, pero ha sufrido numerosas modificaciones con el paso de los años, principalmente en la primera mitad del siglo XIII.

Dentro del castillo se encuentra el Museo Lapidario que muestra una colección arqueológica de objetos medievales, anteriores al siglo XVII, encontrados en Carcassonne y alrededores. Cuenta con varias salas en las que podemos contemplar, entre otras cosas, canecillos que representan a hombre y mujeres que vivieron en esta zona durante la Edad Media, obras de alabastro relativas a la Pasión de Cristo y una sala gótica con ventanas góticas de un palacio de la Bastida de Saint-Louis, capiteles, lápidas, esculturas y pinturas murales.

Seguimos recorriendo el castillo de los Vizcondes, cuya visita merece realmente la pena. Siguiendo las flechas, el itinerario continúa por la parte superior de la muralla interior desde donde tenemos imponentes vistas del castillo y del recinto amurallado. La muralla galorromana, de 1 km de longitud y 30 torres, es la más antigua. 1000 años más tarde, en el siglo XIII, se construyó una segunda muralla, con torres redondas, bajas y sin techado, algunas de las cuales fueron posteriormente cubiertas.

Impresionados por la visita de la imponente Cité de Carcassonne, regresamos al hotel para recoger el equipaje y continuar nuestra ruta. Por delante tuvimos 222 km por autopista para llegar a nuestro siguiente destino, la ciudad de Arles, aunque antes nos detuvimos en el Aire de Caissargues, en la A54, que conserva las antiguas columnas del teatro de Nimes. Un olivo bicentenario protege el acceso a un pequeño museo arqueológico que alberga “La Dame de Caissargues”, pero se encontraba cerrado.

Estamos en el segundo día de esta escapada. El viaje continúa, pero de ello espero hablar la próxima semana.