SIGÜENZA (Guadalajara), a 900 años de la reconquista

Aprovechando el inicio del horario de verano, del 27 al 31 de marzo realizamos la segunda escapada del año por tierras castellanas y aragonesas, teniendo como “campamento base” la ciudad castellanomanchega de Sigüenza, que dista 352 km de Leioa. Desde allí nos desplazamos por tres distintas comunidades, la propia Castilla-La Mancha (Molina de Aragón y el barranco de la Hoz), Aragón (Monasterio de Piedra) y Castilla y León, para visitar el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta y la población de Medinaceli. Todos los días hemos visto corzos en los campos.

El lugar que escogimos para pasar las cuatro noches de esta escapada fue el Parador de Sigüenza ****, que justo en estas fechas tenía un precio bastante ajustado, menos de 100 € alojamiento y desayuno, para lo que suele ser el precio habitual. Se trata de un palacio medieval del siglo XII, construido sobre una alcazaba árabe, que fue residencia de los obispos de la ciudad. Conserva también una coqueta capilla románica del siglo XIII. La primera noche me obsequié para cenar con un plato que me apetecía mucho, unas migas alcarreñas.

Como las previsiones daban lluvia para tres días, cosa que luego no sucedió, dejamos para el último la visita a Sigüenza, aunque el día anterior nos desplazamos a un alto para tener una vista panorámica de la ciudad, de la que sobresalen dos edificios, el castillo y la Catedral. Situada a 1004 metros de altitud, la ciudad se prepara a celebrar en 2024 el noveno centenario de su reconquista, a la vez que aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nuestro recorrido monumental comenzó en la calle Mayor, donde se encuentra la iglesia de Santiago.

Enseguida nos desviamos a la izquierda para seguir nuestra ruta por la calle Alta, donde contemplamos desde fuera dos interesantes edificios, la Casa del Doncel, palacio tardogótico reconstruido en el siglo XV y propiedad de la Universidad de Alcalá de Henares, y la iglesia de San Vicente Mártir, levantada en honor del que se convirtió en el santo patrón, pues en su festividad, 22 de enero de 1124, se produjo la reconquista. Pasamos por la plazuela de la Cárcel y luego, sucesivamente bajo tres puertas de las murallas de la ciudad (siglos XII y XV), la del Hierro, la del Portal Mayor y el Arquillo de San Juan.

Enseguida llegamos a uno de los lugares emblemáticos de Sigüenza, la Plaza Mayor, que está porticada en dos de sus cuatro lados. Bajo un lateral existen varios locales de hostelería. En uno de ellos, el Mesón Los Soportales, hicimos una pausa para tomar un vino. La empedrada plaza está presidida por el edificio renacentista del Ayuntamiento. Donde finalizan los soportales se encuentra la Puerta del Toril, por donde discurre la Ruta de Don Quijote. En el otro lateral, frente al Ayuntamiento, tenemos la Catedral, con la puerta del Mercado y la torre del Gallo asomándose a la plaza.

El tiempo amenaza lluvia, así que ha llegado la hora de finalizar la ruta y visitar la Catedral de Santa María (precio de la entrada: 6 €), a la que accedemos por la portada principal, situada entre las dos torres de unos 41 metros de altura, que llevan por nombres “Las Campanas (siglo XIV) y “Don Fadrique” (siglo XVI). Visitamos el claustro, en el que se encuentra el Museo Catedralicio, que ocupa las Salas Capitulares. Lo que más me gustó fue la colección de tapices, del siglo XVII. También vimos los faroles que, al anochecer del domingo siguiente al 16 de agosto, salen en procesión acompañando a la Virgen de la Mayor. No pudimos ver, por estar cedido temporalmente al Museo de Goya de Zaragoza, el cuadro «Anunciación», de El Greco.

Es la cuarta vez que viajo a Sigüenza y que entro en la Catedral, cuya belleza no deja de sorprenderme. Además, al haber pasado casi 14 años de mi última visita, casi no recuerdo nada de su interior, salvo un lugar, al primero que me dirigí, pues es el más emblemático. Se trata de la capilla del Doncel, que cuenta con varios sepulcros de una misma familia, siendo el más conocido el de Martín Vázquez de Arce, obra maestra del gótico tardío. Otro encantador lugar es el retablo de Santa Librada, del siglo XVI.

Aunque no es nuestra costumbre visitar este tipo de museos, como chispea y el precio de la Catedral incluye la entrada al Museo Diocesano, decidimos visitarlo. Además se encuentra enfrente, ocupando un bello palacete neoclásico, del siglo XVI, conocido como “antigua casa de los Barrena”. La verdad es que las dos plantas que ocupa están muy bien organizadas, resultando muy agradable su visita, albergando unas 200 obras de los siglos XII al XX.

En 2008 hicimos una etapa de la Ruta del Cid entre Alcolea del Pinar y Sigüenza, parte de la cual discurría por el Parque Natural del Barranco del Río Dulce, un hermoso lugar para el que seleccionamos una ruta en esta ocasión. Como era el único lugar de esta escapada que no conocía y el tiempo no estaba garantizado, el día de nuestra llegada, tras instalarnos en el Parador y comer, nos desplazamos unos 10 km hasta Peregrina, una pedanía de Sigüenza presidida por las ruinas de un castillo. De allí parte un hermoso recorrido circular de menos de 5 km que discurre por el citado parque natural y más en concreto por la Hoz de Peregrina, lugar preferido por Félix Rodríguez de la Fuente, para rodar la serie “El Hombre y la Tierra”, teniendo aquí un campamento de rodaje que ahora se rememora. Es por ello que Peregrina suele estar muy masificado en verano, especialmente los fines de semana. Ahora había muy poca gente.

Esta ruta se puede alargar otro tanto para llegar hasta la cascada de Gollorio, cosa que descartamos pues el acceso es muy aéreo y hay que trepar un poco agarrándote a un cable. Esto nos lo confirmó un chico con el que coincidimos en nuestra ruta, quien nos recomendó desplazarnos en coche hasta el mirador dedicado a Félix Rodríguez de la Fuente (2,5 km), desde el que se ve la cascada. También nos aconsejó que continuáramos por la carretera que se dirige a la A-2 hasta llegar a una pista transitable por la que circulamos durante un poco, para luego caminar un cuarto de hora por un GR que discurre por la cima del acantilado hasta llegar a un mirador, desde el que se tiene una magnífica vista de la cascada y de la poza en la que cae el agua. Nos han gustado las dos rutas.

Anochece cuando regresamos a Sigüenza. Hemos cumplido el plan previsto para la primera jornada. Todavía nos queda por delante el Barranco de la Hoz, Molina de Aragón, el Monasterio de Piedra, Santa María de Huerta y, de regreso a casa, Medinaceli, pero de estos lugares espero hablarte más adelante. La escapada continúa.

Muskiz (Bizkaia): Vía Verde de Itsaslur

He recorrido varias veces esta vía verde, pero tenía ganas de volver a ver cómo había quedado tras reparar los desperfectos sufrido por los desprendimientos, así que allí fuimos el pasado 28 de febrero. Aprovechando la coyuntura, con imágenes de otras ocasiones, en primer lugar os voy a mostrar otros barrios del municipio visitado, Muskiz, que cuenta con una población que ronda los 7.500 habitantes y una extensión de 21,50 km². Limita con el mar Cantábrico y los municipios de Castro Urdiales (Cantabria), Galdames, Abanto Zierbena y Zierbena.

Comenzamos el recorrido en San Julián de Muskiz, donde se encuentra la iglesia más antigua del municipio, de la que el barrio toma su nombre, pues se erigió en la Edad Media, aunque fue reedificada en el siglo XVI. Al lado se encuentra el Hotel Palacio Muñatones, inaugurado en 2007, que ocupa un palacete de aspecto señorial, concluido en el año 1777. Enfrente tenemos otro notable edificio, el Palacio de Villar, reconvertido en viviendas, que conserva el escudo de armas de los Villar, de gran valor artístico.

El municipio de Muskiz cuenta también con una amplia zona rural, con verdes campos dedicados a pastos. Nos desplazamos en primer lugar a El Valle, deteniéndonos a continuación a fotografiar el precioso escudo de la Casa Solar de la Sendeja (1747). La siguiente cita la tenemos en el barrio de La Rigada, en cuya plaza hay un curioso conjunto arquitectónico formado la iglesia de Ntra Sra de la Asunción y la Casa de Cultura, en la que destaca su conjunto de columnas que, salvando las distancias, me recuerda a las de un templo busdista de Camboya.

La siguiente cita la tenemos en la capital del municipio, San Juan o Somorrostro, donde se encuentran el Ayuntamiento y la iglesia barroca de San Juan Bautista, cuya construcción se inició en 1742. Es también la sede de un importante centro de formación y de la refinería de PETRONOR. A ella pertenece el palacio de los Salazar, antiguo Parador de Turismo, y el castillo de Muñatones, mandado construir en la primera mitad del siglo XIII por Don Lope García de Salazar. Destaca en él la torre del Homenaje, rematada con almenas colocadas durante la restauración efectuada entre 1949 y 1950.

Visitamos ahora unos de los lugares más emblemáticos de Muskiz, la Ferrería de El Pobal, situada junto a la casa-torre del mismo nombre, en un lugar llamado Sorginleku (lugar de brujas), atravesado por el arroyo Lamiozingoerreka (arroyo del pozo de lamias). Se trata de una ferrería hidráulica habitual en los siglos XIII-XIV. La ferrería se puede visitar de martes a domingo, de 10:00 a 14:00 h. Los sábados se puede realizar una visita guiada con demostración de su funcionamiento a las 10:00, 11:00, 12:00 y 13:00 h. La entrada cuesta 5,50 €, siendo necesario reservar en el teléfono 629 271 516 o en elpobal@bizkaia.eus.

Por fin llegamos a Pobeña, pequeño barrio situado en la desembocadura del río Barbadún, que cuenta con numerosos bares y restaurantes, además de un amplio aparcamiento que se queda pequeño en verano, cuando aparcan aquí los que se dirigen a la playa de La Arena, compartida con el municipio de Zierbena, a la que se accede por un puente peatonal, cerca del cual se encuentra la ermita del Socorrro. En el otro extremo del barrio tenemos la iglesia de San Nicolás de Bari, que data de 1750.

En la parte final del aparcamiento de Pobeña se encuentra el acceso a la Vía Verde de Itsaslur. Estamos a 21,5 km de Leioa. Aquí comenzó nuestra ruta el pasado 28 de febrero, teniendo que subir nada más comenzar por una escalera de, creo recordar, 119 peldaños. Pronto tenemos ante nosotros una espectacular imagen de la preciosa playa de La Arena y de la estela de las olas producida por el viento sur. Poco más adelante contemplamos un notable resto de la arqueología minera, el cargadero de la Punta del Castillo Viejo, el único de Bizkaia en mar abierto, sobre el que se ha instalado un mirador.

Seguimos caminando por la Vía Verde de Itsaslur, un precioso recorrido que discurre pegado a la costa del Cantábrico. El antiguo trazado del ferrocarril minero de El Kobaron a Campomar se ha convertido en un coqueto paseo marítimo de suelo hormigonado, muy frecuentado sobre todo por residentes en la margen izquierda del Nervión. De tan sólo 2,2 km de recorrido, que concluyen en el aparcamiento de La Juncosa, cerca del núcleo de El Kobaron, forma parte de otra Vía Verde mucho más larga, la de Montes de Hierro, de 42,5 km. Por aquí discurre también el Camino de Santiago de la costa, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que cuenta con un albergue de peregrinos en Pobeña.

El lugar es precioso así que, como nos ha sabido a poco, decidimos seguir caminando por la franja costera por otra vía verde que comienza un poco más adelante, la del Piquillo, de tan sólo 1,9 km, para así caminar entre ida y vuelta casi 10 km. Ejecutada en buena parte por el Gobierno de Cantabria, no está tan bien acondicionada como la anterior, siendo realmente una estrecha carretera de asfalto. Contemplamos ganado, otros restos mineros y un par de viviendas, pero no podemos terminar la ruta entre El Kobaron y Ontón (Castro Urdiales), al verse interrumpida, unos 400 metros antes de concluir, por estar cerrado el túnel del Piquillo. Es por ello que el Camino de Santiago ha tenido que ser desviado.

Nuestro recorrido ha concluido. Tenemos que desandar los aproximadamente 4,5 km recorridos para regresar a Pobeña. Como el día ha salido precioso y estamos en Carnavales, pese a ser lunes hemos visto a mucha gente en la ruta y bastantes coches en el aparcamiento, así que las terrazas de Pobeña también están animadas.

Isla de Rodas

Había estado en la Grecia continental pero no conocía ninguna isla, así que aproveché un crucero para, entre otras cosas, volver a visitar Atenas y conocer Olimpia y las islas de Creta y Rodas. Esta última, de 1.398 km², es la mayor isla del archipiélago del Dodecaneso y la cuarta de Grecia. Se encuentra muy lejos de Atenas, pero a sólo 18 km de las costas turcas. El 23 de marzo de 2017 nuestro crucero atracó en el puerto de la ciudad de Rodas, que se encuentra a unos pasos del casco antiguo medieval. Aquí estuvimos tan sólo 8 horas, pero veréis lo bien que las aprovechamos.

Para no perder tiempo, contratamos con una agencia externa al barco un tour que incluía la capital de la isla y el pueblo de Lindos, situado a 47 km y considerado uno de los más hermosos de la isla de Rodas. Antes de llegar, nos detuvimos para contemplar una vista panorámica y los tres niveles con que cuenta esta población. En el primero está el mar y la playa, en el segundo, las casas altas de su centro urbano y en el tercero, el superior, la Acrópolis. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en Lindos se rodó la película “Zorba el Griego”. Por 6 € se puede subir en burro-taxi hasta la entrada a la Acrópolis, pero lo hacemos caminando tras despedirnos del guía, pues preferimos ver la ciudad por libre.

La Acrópolis es la principal atracción de Lindos. Los precios de las entradas son bastante caros en Grecia, costando aquí 12 €. Accedemos a ella por el Palacio de Administración, fortaleza medieval de la época de los Caballeros de San Juan, encontrando enseguida los restos de la iglesia ortodoxa griega de Agios Ioannis (San Juan). Subiendo unas escaleras llegamos a la última terraza, donde se encuentra la parte más importante del complejo, el templo de Atenea Lindia, la diosa de Lindos. Los restos que hoy vemos datan del siglo III aC.

Contemplamos tanto la costa como el pueblo desde la parte superior y nos introducimos en su casco urbano, con sus casas blancas y varias iglesias, entre las que destaca la bizantina de Panagia, del siglo XIV, con su alto campanario. Pese a su aspecto externo sencillo, su interior resulta espectacular debido a los frescos pintados por Gregorio de Symi en 1779. La entrada es gratuita pero no se puede tomar fotos, así que la que aquí aparece está sacada de Internet. Pasamos por una calle en la que el color azul de los vestidos, en contraste con el blanco de las casas, me recuerda a la tunecina Sidi Bou Said. Un vistazo a las tiendas de recuerdos y todavía tenemos tiempo para tomar un vino en una terraza, antes de que llegue el grupo para coger el autobús de regreso a Rodas. Nos ha gustado Lindos.

Regresamos a la ciudad de Rodas. El autobús nos deja cerca de uno de los accesos más notables al interior del recinto amurallado, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Puerta de Amboise, una de las once existentes en los tres kilómetros de murallas de hasta doce metros de espesor. Su interior se divide en dos zonas, el Collachium, barrio de los caballeros, y el Bourg, donde vivía el resto de la población. Pasada la logia de la antigua iglesia vemos el emblemático Palacio del Gran Maestre, al que luego volveremos. En la puerta nos despedimos del grupo, para visitar la ciudad por libre.

Pasada la puerta accedemos al recinto de la ciudadela amurallada, un lugar lleno de encanto formado por estrechas calles empedradas, a la que se asoman numerosas construcciones de piedra, como palacios, torres medievales y minaretes de mezquitas. En una pequeña plaza de Chora, donde se juntan los barrios judío y turco, aprovechamos para comer unos calamares en la terraza de un bar, para luego continuar la ruta por la calle Sokratous, una de las más comerciales y animadas de la ciudad antigua, en la que se encuentra la mezquita de Solimán el Magnífico, construida en 1523 tras la conquista de la ciudad por los turcos, aunque el edificio rosa que ahora vemos data de 1808.

En lo alto de la calle de los Caballeros tenemos el edificio más emblemático de la ciudad medieval de Rodas, el Palacio del Gran Maestre, que data del siglo XIV pero que no tenemos tiempo de visitar por dentro, aunque si para recorrer la citada calle y llegar a la plaza Argyrokastro, donde se encuentra el antiguo Hospital de los Caballeros, del siglo XIV, que también fue Palacio de la Armería. Otro edificio de interés está ocupado por el Museo de Artes Decorativas.

Abandonamos la ciudadela amurallada y salimos a la ciudad nueva, uno de los rincones de Rodas que más me ha gustado. Estamos en el viejo puerto de Mandraki, emblema de la ciudad, teniendo a ambos lados de su bocana las esculturas del ciervo y la cierva. Cuenta la leyenda que en este lugar se encontraba el Coloso de Rodas. Al fondo tenemos la fortaleza Agios Nikólaos, convertida en faro, y tres antiguos molinos de viento. Esta zona, construida por los italianos, cuenta con notables edificios, como la catedral ortodoxa Evangelismos (Iglesia de la Anunciación), de estilo gótico. Poco más adelante nos detenemos ante la estatua de Alexander Diakos, primera víctima griega en la segunda guerra mundial.

Tenemos que acelerar el paso, pues nuestro barco zarpa a las 5 de la tarde. Todavía nos falta por recorrer el hermoso y largo paseo marítimo, teniendo a nuestra izquierda el puerto deportivo y a la derecha el impresionante recinto amurallado, deteniéndonos para tomar una foto de su acceso más conocido, la Puerta de la Marina, que cuenta con dos monumentales torres gemelas. Poco más adelante nos detenemos para fotografiar la hermosa escultura Delphinia. Nuestro barco se encuentra al fondo.

Pasadas las 4 de la tarde estamos a bordo del MSC Magnifica tomando un café, mientras contemplamos desde lo alto el recinto amurallado. Habréis visto que 7 horas dan para bastante, pues hemos visitado dos preciosas poblaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una hora después de nuestra partida contemplamos otra preciosa puesta de sol. El viaje continúa. Próximo destino Heraclion, en la isla de Creta, de donde os hablaré en otra ocasión.

BERMEO (Bizkaia): Mirador del Cantábrico

Dejamos las islas y nos quedamos cerca de casa, en concreto a 36 km de Leioa. La cita es en uno de los pueblos que más me gustan de Bizkaia, Bermeo, población fundada en el año 1236 que llegó a ser la principal del Señorío. En su escudo se recoge parte de la historia de la villa. Antes de llegar a su centro urbano acostumbro a detenerme en un lugar emblemático, el alto de Sollube, desde el que se tiene una magnífica vista de la localidad, teniendo como telón de fondo la isla de Izaro. Aunque me gustaba más como estaba antes, en el puerto hay un recuerdo al ciclismo y al corredor Jesús Loroño.

Estamos en un importante puerto pesquero, así que a él corresponde la primera imagen que tenemos cuando accedemos a Bermeo por el parque Lamera, dejando el coche aparcado al lado de la Cofradía vieja de San Pedro, junto a la que se encuentran la Oficina de Turismo y la Biblioteca. Enfrente tenemos el busto dedicado al poeta madrileño Alonso Ercilla, que pasaba temporadas en Bermeo. A un paso se encuentra la iglesia de Santa Eufemia, la más antigua de la villa, reconstruida en el siglo XV, en cuyo interior encontramos la sepultura de los Mendoza. El globo terráqueo instalado en el muelle recuerda al navegante local Juan de Acurio, embarcado en la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, de hace 500 años.

El centro de la localidad se articula en torno el precioso Portu Zaharra, donde aprovechamos para hacer el hamaiketako en uno de los bares de la zona. Como telón de fondo de las embarcaciones, tenemos la Torre Ercilla, Santa Eufemia y el Chalet Kikunbera, más conocido como casa-barco. En este paseo portuario contemplamos la fuente más antigua de Bizkaia (Las dos Fuentes) y varios grupos escultóricos: “Última ola, último aliento”, de Enrike Zubia, “Olatua”, de Nestor Basterretxea e “Itzulera. El regreso”, de Carlos Solano, que se presentó al público en el Pabellón de Euskadi de la Expo 92, celebrada en Sevilla.

Abandonamos el puerto subiendo las escaleras que conducen a la Torre Ercilla, que parece datar de finales del siglo XV y que alberga en la actualidad el Museo del Pescador. Frente a ella se encuentra el grupo escultórico que más me gusta “Badatoz!”, del bermeano Enrike Zubia, que representa a parte de una familia esperando al resto que viene de la mar. Continuamos subiendo hasta la plaza Sabino Arana, a la que se asoman dos monumentos histórico-artísticos, el Ayuntamiento, de 1732 y la Iglesia de Santa María. Continuando la subida encontramos algunas interesantes casas en la calle Doniene.

Seguimos subiendo. La calle Doniene nos conduce al Portal de San Juan, que data del siglo XIV y constituye el único vestigio que queda de las murallas de la villa. A ambos lados de este arco encontramos las esculturas “Vendedoras de pescado”, del bermeano Enrike Zubia, Pasamos ante el Hospital y enseguida llegamos a nuestro destino final, el parque de la Tala, magnífica atalaya sobre el mar Cantábrico, con la isla de Izaro y el cabo de Ogoño como telón de fondo. En el parque se encuentra un monumento en homenaje a Benito Barrueta, obra de otro bermeano, Nestor Basterretxea, así como varios murales sobre la pesca de la ballena.

Descendemos ahora en busca del punto de partida. Pasamos por la Mikel Deunaren enparantza y llegamos al convento de San Francisco, uno de los más antiguos de Bizkaia, pues fue mandado construir en 1357 por el conde Tello y su esposa Juana de Lara. Destaca su claustro, frente al que se encuentra la histórica fuente de Taraska. A un paso tenemos un grupo escultórico más reciente, “La lechera”, del bermeano Enrike Zubia.

Nuestro recorrido por el casco histórico de Bermeo esta llegando a su final. Ante nosotros tenemos el monumental edificio del Casino, obra de Severino Achucarro, con aspecto de palacete francés. Fue construido en 1894 como sede de la Sociedad Bermeana. El Casino se asoma a Lamera parkea, donde concluye nuestra ruta. En este coqueto parque nos detenemos a contemplar “Euskal Kosmogonia”, del bermeano Nestor Basterretxea, obra compuesta por 18 esculturas,

Aunque sin salir del municipio, abandonamos el centro de Bermeo en dirección a Bakio. Nuestro destino se encuentra a poco más de 6,5 km, en el cabo de Matxitxako. Si hace poco estuvimos en el extremo más septentrional de Cantabria, cerca del faro de Ajo, ahora lo hacemos en el de Bizkaia, que cuenta con un faro con varios edificios anexos. También se conserva la torre del viejo faro, que me gusta más y data de 1852. Desde él contemplamos una impresionante vista del mar Cantábrico y su agreste costa, teniendo como telón de fondo el islote Akatz y San Juan de Gaztelugatxe, que más tarde volvemos a ver de más cerca desde el mirador.

7 km más adelante aparcamos el coche en el parking habilitado para la enorme demanda que tiene nuestro siguiente destino, San Juan de Gaztelugatxe, ermita situada sobre un peñón del Cantábrico, unido al continente por un sencillo puente. Para llegar a la ermita tenemos una subida por una escalinata de 231 peldaños. Es uno de esos lugares mágicos cuya fama se vio acrecentada por la serie “Juego de Tronos”, donde era “Rocadragón”. Es por ello que desde entonces hay limitación de aforo, teniendo que reservar día y hora en https://web.bizkaia.eus/es/gaztelugatxe. Tras un largo cierre por un desprendimiento, espero que haya vuelto a abrir cuando leas estas líneas.

Aunque no pertenece a Bermeo sino al barrio de San Pelayo de Bakio, aprovechando la visita a San Juan de Gaztelugatxe os recomiendo comer en el restaurante Eneperi (https://eneperi.com/es/). Merece realmente la pena.

Guadalupe, el Caribe francés (y 3): Fin del viaje

Concluyo el relato de la estancia, en febrero de 2016, en la caribeña región francesa de Guadeloupe. El día 10 lo dedicamos a recorrer el sur de la isla de Basse-Terre, comenzando por las cascadas de Carbet (chutes de Carbet), situadas en el Parque Nacional de Guadalupe. Son tres pero sólo nos acercamos hasta la segunda, de 110 metros de caída, caminando por un bosque tropical. Desde ella contemplamos entre la niebla la primera, de 115 metros. El siguiente pequeño recorrido lo hicimos junto al lago Grand Etang, el más extenso de las Antillas Menores.

La siguiente cita la tenemos en una pequeña ciudad llamada como la isla, Basse-Terre que, pese a contar con tan sólo unos 10.000 habitantes, es la capital administrativa de Guadeloupe. Situada a orillas del mar y a los pies del volcán La Soufrière, cuenta con interesantes edificios históricos, entre los que destaca el fuerte Delgrès, construido entre los siglos XVII y XVIII, así como dos iglesias, la de Notre-Dame-du-Mont-Carmel y la Catedral de Notre-Dame-de-Guadeloupe.

Continuamos recorriendo el sur de la isla de Basse-Terre y más en concreto la zona de Trois-Rivières, teniendo siempre como telón de fondo las islas de Saintes. Nos detenemos en el extremo sur, donde se encuentra el pequeño pueblo de Vieux Fort, acercándonos a su coqueto puerto y al faro, desde el que disfrutamos de hermosas vistas y, al lado, de restos de viejas fortificaciones que surgen entre las palmeras. De allí nos dirigimos a la playa de Grande Anse, en la que rompen las olas con fuerza, para concluir la jornada en Capesterre-Belle-Eau, uno de los principales centros de producción de plátanos de la isla, discurriendo la carretera por la hermosa alameda Dumanoir, rodeada de palmeras.

Hasta el final del viaje nos quedamos en la isla en la que se encuentra nuestro hotel, la de Grande-Terre. El día 11 no salimos del municipio en el que nos alojamos, Le Gosier, para realizar un pequeño tramo del Sentier Litoral, entre el puerto pesquero de Anse du Mont y la playa de la Saline. Son tan sólo unos 2 km de ida, que realizamos caminando por la franja costera, y otros tantos de vuelta, que hicimos por el interior en compañía de un perro que nos acompañó hasta el puerto. En nuestra ruta disfrutamos de la acrobática pesca de los pelícanos, de vacas y bueyes acompañados por pequeñas garcetas y de hermosas playas. También contemplamos la estela conmemorativa de la abolición de la esclavitud en 1794.

El día 12 lo pasamos en el centro de la isla de Grande-Terre, unos 80 km de recorrido, comenzando con la visita al curioso cementerio de Morne-à-l’Eau, con sus enormes tumbas en forma de pequeñas casas en blanco y negro, dispuestas en cascada por la colina. De allí nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de Vieux-Bourg, que cuenta con la playa de Babin, frecuentada por personas que acuden a darse baños de barro. Cuenta con mesas cubiertas para realizar el pic-nic. Nosotros, tras la comida en una de ellas, aprovechamos para dar un paseo por el manglar, por una zona acondicionada para ello.

El último día de estancia en Guadalupe lo dedicamos a recorrer, a lo largo de unos 140 km, el extremo norte de la isla de Grande-Terre, deteniéndonos en primer lugar en la elegante mansión colonial de Zevallos, para de allí dirigirnos al coqueto pueblo de Le Moule, que antiguamente fue el mayor puerto azucarero de Guadalupe. Hoy vive del turismo gracias a la hermosa playa de l’Autre Bord. En el pueblo destacan dos edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, junto a la que se instala el mercado.

Nos dirigimos ahora al extremo norte de Grande-Terre, al municipio de Anse-Bertrand, para recorrer un precioso espacio natural, la Porte d’Enfer (Puerta del Infierno), un remanso de paz en forma lagón de color turquesa, protegido por altos acantilados. Caminando entre manglares por un sendero acondicionado, llegamos al Trou (Agujero) de Madame Coco, una gruta horadada en el acantilado, que tiene como telón de fondo la Punta del Piton. En coche nos dirigimos a la punta del Gran Vigía, situada en el extremo norte, con un paisaje que nos recuerda un poco a Bretaña.

Cambiamos de zona. pero sin salir del municipio de Anse-Bertrand, nos detenemos en Anse Laborde, una preciosa playa de fina arena blanca y aguas color turquesa, rodeada de acantilados. Aprovechamos para comer el bocadillo en este paradisíaco lugar, antes de dirigirnos a Port Louis, que cuenta con un enorme monumento dedicado a los niños de la población muertos en la primera guerra mundial y dos elegantes edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra del Buen Socorro. De allí regresamos al hotel, donde por fin me di un baño en una playa caribeña. Justo el último día. En coche hemos recorrido unos 640 km por Guadalupe.

14 de febrero. Desde el aeropuerto internacional de Guadeloupe contemplamos por última vez el paisaje caribeño, en su eterno verano. Una vez en el interior vuelven a llamar mi atención las bonitas botellas de licores de ron. A las 18:10 sale el vuelo de Aire France al aeropuerto de Orly, con llegada prevista a las 07:10 del día 15, tras 8 horas de vuelo. Tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles-de-Gaulle y esperar 13 horas, hasta las 20:15, para coger el vuelo a Bilbao. Menos mal que en ese aeropuerto cogimos un hotel para dormir y descansar un rato. Esta misma operación la repetimos dos años después regresando de otra isla francesa del Caribe, Martinica, pero con París cubierta por una intensa nevada.

Destino La Palma (y 2)

Continúo el relato del reciente viaje a Canarias, que dejaba la pasada semana en el extremo sur de la isla de La Palma, en las salinas de Fuencaliente. La mañana del 9 de febrero la dedicamos a caminar durante un par de horas por el Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, por uno de los rincones con más encanto de La Palma, los Tilos, bosque primitivo de laurisilva que forma parte de la Reserva Mundial de la Biosfera de la UNESCO. Caminando entre grandes helechos, tilos y brezos, alcanzamos nuestro objetivo, el mirador de “El espigón atravesado”, donde nos reciben unos simpáticos pájaros.

Comemos de bocadillo en el norte de la isla, cerca de Barlovento, dirigiéndonos a continuación a unas piscinas naturales, de nombre Charco Azul, de donde parte un agradable paseo costero que bordea también una platanera. Tras caminar algo más de 1 km, nos conduce hasta un coqueto horno de cal restaurado. Regresamos al punto de partida, donde hemos dejado el coche, para concluir la jornada en el cercano pequeño pueblo de San Andrés, que se agrupa en torno a la iglesia del mismo nombre, junto a la que existe una hermosa plaza. Allí me tomé el mejor barraquito de esta escapada.

10 de febrero. Para la mañana de hoy hemos optado por un lugar emblemático, el Roque de los Muchachos, que además es el techo de la isla de La Palma, con 2426 metros de altitud. Hasta él se accede en coche por una serpeante carretera por la que subimos desde el nivel del mar. Aquí se encuentra uno de los observatorios astronómicos más importantes del planeta, con una docena de enormes telescopios de diferentes países. Es un buen lugar para contemplar la Caldera de Taburiente e, incluso, las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro, eso sí, si no hay calima. Previamente nos detenemos en el mirador de los Andenes.

Continuamos el viaje rumbo a Garafía, deteniéndonos en primer lugar en el mirador Tanausú, desde donde contemplamos el núcleo de Santo Domingo de Garafía. En él nos detenemos para tomar un vino de la zona y tratar de comprar un queso curado de cabra de la isla, misión imposible en el mes de febrero. Breve parada junto a la iglesia de Ntra Sra del Carmen en el barrio de Las Tricias, de donde nos dirigimos a un precioso lugar del municipio de Puntagorda, el mirador de los Dragos. Ya en el municipio de Tijarafe sendas paradas en otros dos miradores, el de Garome y el de la Muralla, donde se encuentra el moderno restaurante del mismo nombre, en el que aprovechamos para comer. Un lugar a recomendar. Nos sorprende ver allí un avestruz.

Tras la comida nos acercamos al centro del pueblo de Tijarafe, que se articula en torno a la iglesia de Ntra Sra de la Candelaria, edificada entre los siglos XVII y XVIII, que cuenta con un coqueto balcón en su fachada. De regreso al hotel y aprovechando que hay menos calima, nos detenemos junto a la iglesia de Tajuya, convertida durante la erupción del Cumbre Vieja en un excelente mirador sobre el volcán, tal como pudimos ver en televisión. De hecho, cuando llegamos había un cámara. Además de contemplar los gases que todavía emanan del volcán y los campos de lava, nos llamó la atención la existencia de un bar, ahora cerrado, y de un repetidor de telefonía móvil de Movistar,

Dado que en nuestro anterior viaje a La Palma, debido a la lluvia, no pudimos recorrer bien el norte de la isla, el 11 de febrero decidimos volver al Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, al paraje denominado Cubo de La Galga, para realizar una sencilla ruta de senderismo de 2 km, y otros tantos de vuelta. Se trata de un precioso bosque de laurisilva situado en el municipio de Puntallana. Caminamos por el fondo de un barranco que cuenta con una frondosa vegetación en la que destacan los tilos y un par de árboles emblemáticos, el barbusano del Cubo, de 25 metros de altura, y el conocido como “los mil hijos del viñátigo, así llamado por la multitud de ramas que surgen de su base.

Ha sido una semana de circular por las sinuosas carreteras de La Palma, más de 500 km de un continuo sube y baja bordeando barrancos y paradas en algunos miradores. En esta zona norte nos hemos detenido en unos cuantos, el primero al poco de salir del hotel. Se trata del mirador de Risco Alto, que domina Los Cascajos. Nada más pasar Santa Cruz de la Palma tenemos el del Barranco del Carmen. Cerca del Barranco de La Galga tenemos el del Jardín de las Hespérides y antes de llegar a Barlovento, uno dedicado a la minería. Los últimos momentos de nuestro viaje por La Palma los dedicamos al municipio de Puntallana, visitando el centro de la población, el mirador El Salto del Enamorado, dos coquetas ermitas dedicadas a San Bartolomé y Santa Lucía y un buen área de pic-nic, donde comimos el bocadillo.

12 de febrero. Media hora de vuelo y de nuevo estamos en el aeropuerto de Tenerife Norte, donde cogimos un taxi que nos trasladó al Hotel Escuela Santa Cruz, en la capital de la isla, en el que pasamos las dos últimas noches de esta escapada canaria. Por primera vez no nos dan la habitación hasta las 14 h, así que dejamos las maletas y caminamos por la calle San Sebastián hasta el bonito mercado de Ntra Sra de África, en el que aprovechamos para comprar queso y tomar un vino. A su entrada se encuentran dos vistosas esculturas dedicadas a la lechera canaria y al chicharrero. Hemos dejado para la tarde la visita al Museo de Naturaleza y Arqueología y a la iglesia de Ntra Sra de la Concepción.

El 13 de febrero lo dedicamos íntegramente a Santa Cruz de Tenerife, ciudad que no conocíamos pese a haber estado unas cuantas veces en la isla. Esta jornada batimos el récord de caminar, pues primero recorrimos íntegramente la Rambla Santa Cruz, contemplando las numerosas esculturas que lo adornan, haciendo un alto para adentrarnos en el bonito parque García Sanabria. Caminamos luego hasta la plaza de España, para desplazarnos a continuación hasta la iglesia de San Francisco, en cuyo entorno comimos en una terraza, tras conocer la plaza Príncipe de Asturias y el Teatro Guimerá. Para la tarde hemos dejado el desplazamiento hasta el Auditorio de Tenerife, el castillo de San Juan Bautista y el Parque Marítimo César Manrique, que forman un hermoso conjunto, al que hay que añadir el Palmetum, un precioso parque botánico, en el que damos por concluida la visita a esta ciudad que nos ha gustado y de la que volveré a hablar con más amplitud.

El 14 de febrero tomamos el vuelo de vuelta a Bilbao. Nos despedimos de Tenerife contemplando desde el avión el Teide, que tiene algo de nieve. Tres horas en el Airbus 320 de Vueling y al mediodía estamos en casa. Hemos tenido suerte, pues el tiempo nos ha respetado toda la semana. El viaje ha concluido.

Destino La Palma (1)

Abro un paréntesis en el relato del viaje por la isla de Guadalupe, para contaros mi última escapada a Canarias, realizada entre el 5 y el 14 de febrero. Aunque en mi vida he cogido más de 300 vuelos con origen y destino diferente, llevaba 740 días sin coger un avión, siendo el último el VY3281 Lanzarote-Bilbao, el 27 de enero de 2020. Como la situación sanitaria ha mejorado, decidimos viajar el 5 de febrero a una de las islas que me faltaba por repetir en Canarias, La Palma, que no visitaba desde 1999, para de paso ver los efectos del volcán. Como Vueling canceló en enero el vuelo dominical que unía Bilbao con Santa Cruz de la Palma, volamos a Tenerife Norte, optando por alojarnos una noche en la misma localidad en la que se encuentra el aeropuerto, en el La Laguna Gran Hotel.

Aprovechamos la estancia en Tenerife para volver a visitar La Laguna, una ciudad que me gusta y que tiene mucho ambiente. Además, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Lo primero que hicimos fue acercarnos a su magnífico mercado. Posteriormente, de forma sucesiva fuimos visitando el santuario del Cristo de la Laguna y el casco viejo, con sus magníficas construcciones, llegando hasta la torre de Ntra Sra de la Concepción, junto a la que comimos. Pasando por la iglesia de San Agustín, ubicada en la calle del mismo nombre, regresamos a descansar un rato al hotel, dejando para la tarde el Palacio de Larcero, sede del Museo de Historia y Antropología, la casa Salazar y la Catedral de Ntra Sra de los Remedios. Para concluir, nos detuvimos en un original comercio dedicado al calzado artesanal, de nombre Pisaverde. En otra ocasión volveré a hablar de esta hermosa población.

El 6 de febrero, a bordo de un ATR-72 de Canaryfly, realizamos el corto vuelo entre los aeropuertos de Tenerife Norte y Santa Cruz de la Palma. Para pasar las seis próximas noches elegimos el Hotel H10 Taburiente Playa, ubicado en Los Cancajos. Estábamos poquísimos turistas, siendo el 80 % de los alojados personas que se quedaron sin su vivienda por la erupción del volcán Cumbre Vieja. En el patio central del hotel contemplamos cada vez que íbamos a la habitación la cascada del Los Tilos, a la que no pudimos ir al estar el acceso cerrado por las pasadas lluvias. Si que pudimos caminar por el sendero litoral y contemplar las olas, pues los dos primeros días tuvimos aviso amarillo por impacto en costa.

Con el coche que recogimos en el aeropuerto, la tarde de nuestra llegada a la isla la dedicamos a recorrer su hermosa capital, Santa Cruz de la Palma que, al ser domingo, estaba casi vacía. Su centro histórico está delimitado por dos calles, O’Daly (calle Real) y la avenida Marítima. En otra ocasión volveré a hablar de esta ciudad y de sus interesantes edificios, entre los que destacan la Casa de Salazar, el Ayuntamiento y la iglesia de el Salvador, llamando ante todo nuestra atención los hermosos balcones de muchas de sus casas y varios grupos escultóricos, con especial atención al monumento al Enano.

El 7 de febrero nos desplazamos en primer lugar hasta el la Cumbrecita (1267 m), donde conviene reservar aparcamiento por Internet. Es un buen mirador sobre el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente aunque, como sucedió durante toda la semana, la calima hizo que las vistas fueran difuminadas. Eso sí, hicimos una pequeña ruta caminando hasta el Lomo de las Chozas, disfrutando de un precioso paisaje de montaña, teniendo como telón de fondo los Roques y el Pico Bejenado.

La siguiente cita del día la tenemos en la localidad más poblada de la isla, Los Llanos de Aridane, distante 33 km de la capital. El primer sitio que llamó mi atención fue la plaza de España, por los laureles de Indias que la adornan, que fueron plantados en 1863. A ella se asoman el Ayuntamiento y la coqueta iglesia de Ntra Sra de los Remedios. Por la plaza discurre la calle Real, que cuenta con hermosos edificios de estilo colonial, en la que podemos contemplar varios de los numerosos grandes murales, algunos de conocidos artistas, que forman parte del proyecto “la ciudad en el museo”.

Después de comer en Los Llanos nos dirigimos al mirador de El Time, atalaya situada a 594 metros sobre el nivel del mar, que se encuentra a sus pies. Por primera vez circulamos por impresionantes barrancos, algo que será habitual todos los días y contemplamos las plataneras. Hacia la costa, donde se encuentra la fajana, no hay forma de ver nada con nitidez debido a la calima. Nos volvemos a detener en la playa del puerto de Tazacorte y regresamos a Los Cancajos, pasando otra vez por Tajuya, pues lo habíamos hecho a la ida, donde contemplamos el volcán Cumbre Vieja, todavía humeante, los destrozos causados por la lava y alguna casa rodeada por ella, a donde no nos pudimos acercar, pues muchas carreteras permanecen cortadas. Además todavía hay gases en bastantes viviendas. He dejado como base de la ilustración la ceniza, todavía abundante en algunos lugares.

8 de febrero. Dedicamos toda la jornada a la zona de Fuencaliente, para caminar por el GR 131 que discurre por la Ruta de los Volcanes, en buena parte cerrada por efecto del volcán, aunque no nos afectó, pues solo pensábamos caminar en descenso por los 5,9 km de sendero existente entre el centro de visitantes del volcán San Antonio y el faro de Fuencaliente, donde previamente dejamos aparcado el coche, viajando al punto de partida en el autobús 23 (2,40 €). Hay cinco al día, cada dos horas entre las 09:45 y las 17:45 h. El camino pasa junto a otro volcán, el famoso Teneguía, el anterior en entrar en erupción. Junto al faro se encuentra un lugar lleno de encanto, las salinas de Fuencaliente, que funcionan de forma artesanal desde 1967. La visita es gratuita y cuentan con un buen restaurante.

Nos quedan por delante tres días completos en la isla de la Palma y casi dos en Santa Cruz de Tenerife. El viaje continúa.

Guadalupe, el Caribe francés (2): Rumbo al sur de Grande Terre

Continúo el relato del viaje realizado por la francesa región de ultramar caribeña de Guadeloupe, que dejaba la pasada semana en su ciudad más poblada y capital económica del archipiélago, Pointe-à-Pitre. Allí visitamos su principal atracción, el Memorial Acte, inaugurado el 10 de mayo de 2015, día de la conmemoración de la abolición de la esclavitud, por François Hollande en compañía de los jefes de estado de Senegal y Malí, además del presidente de Haití. Este museo ha sido diseñado para ser el centro más grande del mundo dedicado a la memoria de la trata de esclavos y la esclavitud. También tiene como objetivo revitalizar el turismo a Guadeloupe al estilo Guggenheim de Bilbao. La entrada cuesta 15 €.

Hicimos coincidir el viaje con la celebración del Carnaval, que en Guadeloupe se vive de una forma especial, paralizándose Ponte-à-Pitre tal como pude comprobar, pues se averiaron los ascensores del hotel y así estuvieron cuatro días. El Jueves de Carnaval es festivo y hacen puente hasta el domingo, día en el que todos los autobuses son gratuitos, poniendo servicios especiales a las zonas hoteleras, así que optamos por no utilizar el coche, decisión acertada pues todo el centro de la ciudad estaba cerrado al tráfico.

El domingo 7 de febrero acudimos al desfile de Pointe-à-Pitre, que se llama «Dimanche Gras» y comienza con el vehículo que ocupan Miss Carnaval y la dama de honor. Intercalándose entre las peñas carnavaleras se integran grupos de animación musical. El desfile dura unas 8 horas y acuden multitud de personas, tanto a participar como de espectadores, así que van preparados con sillas e incluso mesas para comer. Nosotros estuvimos un par de horas bajo un sol de justicia, mezclándome entre los participantes para tomar las fotos. Los tambores no pueden faltar ya que dicen que la percusión ahuyenta a los malos espíritus. En el momento de escribir estas líneas, recibo la noticia de la suspensión del Carnaval 2022 debido a la pandemia.

Guadeloupe está formada por un grupo de islas, siendo las dos mayores las de Grande-Terre y Basse-Terre. Es en el norte de esta segunda isla donde comenzamos las rutas, dedicando la primera jornada a recorrer 115 km, siendo el objetivo el Parque Nacional de Guadalupe, creado en 1989 y convirtiéndose en el primer parque nacional de los territorios de ultramar franceses, con una extensión de 22.000 hectáreas, incluyendo 17.300 de bosque tropical. Hicimos también una sencilla ruta a pie hasta la pequeña Cascada de los Cangrejos (Cascade aux Écrevisses), de unos 10 metros de caída.

La siguiente jornada la pasamos en el sur de la isla de Grand-Terre, en la que se encuentra nuestro hotel. Hoy toca costa, recorriendo 94 km comenzando nuestra ruta en la Pointe de la Saline, para luego caminar por un tramo del Sentier Litoral hasta la Plage de Bois Jola, la típica playa caribeña de arena blanca, agua de color azul turquesa y rodeada de cocoteros. Estamos a un paso de la población de Sainte-Anne, que cuenta con la iglesia dedicada a Santa Ana y un monumento dedicado a Victor Schoelcher (1804-1893), político francés que fue uno de los más fervientes antiesclavistas.

La siguiente cita la tenemos en la población de Saint-François, situada en la costa sur de la isla de Grand-Terre, en la que su principal edificio es la iglesia de San Francisco, junto a la que se encuentra el monumento a los caídos en la guerra. De visita obligada es el animado mercado, en el que disfrutamos contemplando el colorido de sus frutas, verduras, especias, licores y sabrosos ponches. Para abastecerse de pescado fresco hay que ir al puerto pesquero, donde los pescadores lo venden directamente, mientras reparan las redes bajo la atenta mirada de los pelícanos.

Para la tarde hemos preparado otras dos sencillas rutas a pie en las proximidades de Saint-François. La primera tiene su origen en la Pointe des Châteaux, situada en el extremo este de la isla de Grand-Terre, un lugar protegido clasificado como Gran Sitio Nacional. Contemplamos como rompen las olas y luego caminamos una hora para subir a un montículo que cuenta con una cruz, desde donde se disfruta de una vista excepcional de las rocas de la Punta de los Castillos y del islote de La Desirade. El siguiente recorrido, de unos 2 km, tiene como origen otro precioso lugar, la Pointe à Cabrits

Todavía nos quedan cuatro días completos y parte del quinto en la isla de Guadalupe antes de emprender el viaje de regreso a casa, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Guadalupe, el Caribe francés (1): Pointe-à-Pitre

Guadeloupe es una región francesa formada por un grupo de islas en el sur del Caribe, siendo las mayores las de Grande-Terre y Basse-Terre. Habíamos estado en el Caribe en tres ocasiones, en México, en Costa Rica y Panamá y en Cuba, en esta última en un mes de octubre y en las anteriores en agosto, pasando siempre mucho calor. Es por ello que decidimos probar en invierno, en este caso en el año 2016, realizando un crucero de 7 días por diferentes islas, quedándonos luego una semana en la isla de Guadeloupe, punto de salida y llegada del crucero. Lo que no podía creer cuando abandonamos el aeropuerto de Pointe-à-Pitre sobre las 7 de la tarde, ya de noche, es que casi nos mareamos debido a la humedad y el calor. Además estábamos agotados, pues con las 5 horas de diferencia, hacía 18 horas que habíamos salido de casa. Volamos vía París con Air France, teniendo que cambiar allí de aeropuerto, del Charles de Gaulle a Orly. Dos años después volvimos a repetir destino pero con otra isla francesa, Martinica, como lugar de estancia.

Por si surgía algún problema, nos desplazamos al punto de partida del crucero con un día de antelación, así que, como nuestro barco no salía hasta la una de la madrugada del día 31 de enero, tuvimos todo el día 30 para estar en Pointe-à-Pitre, la capital económica de Guadeloupe. Dicen que es la ciudad americana de mayor calidad de vida, exceptuando las de Estados Unidos y Canadá. Nos alojamos en esta ocasión en un hotel muy sencillo, pero muy céntrico, el Saint John Perse **. A un paso tenemos el puerto pesquero, en el que los pescadores realizan directamente las ventas del pescado. Allí contemplamos por primera vez los pelícanos, los yates de lujo, las motos de agua y un par de pinturas murales.

El marcado de los pescadores y el anexo mercado de la Darse, es la zona más concurrida de la ciudad siempre que no sea en domingo, pues dos años después volvimos a este lugar y estaba todo cerrado, como casi toda la ciudad. Estamos en una región francesa y eso se nota. Sin embargo el Marché de la Darse no nos recuerda en nada a Francia, ni por el colorido de la indumentaria de las vendedoras, ni por las frutas y verduras exóticas que en él se venden. Es un lugar de visita obligada.

Comenzamos a recorrer Pointe-à-Pitre en la gran plaza de la Victoria, que cuenta con numerosas palmeras reales y estatuas de los gobernadores Felix Eboue y Charles Victor Frébault. Junto a ella tenemos la Oficina de Turismo, instalada en un edificio de estilo colonial neoclásico. Caminando por sus calles vamos descubriendo otras casas coloniales y el Cinema Renaissance. Nos detenemos ante un grupo musical y contemplamos la estatua dedicada al Gwoka, tambor grande declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Llaman nuestra atención las bicitaxis y las coloristas pinturas murales.

Pasamos junto al mercado de las flores y accedemos al interior del edificio más notable de la ciudad, la Catedral Saint Pierre et Saint Paul, conocida como la Catedral de Hierro, concluida el 1 de diciembre 1817. Clasificada como monumento histórico, lo primero que llama la atención es su bella fachada amarilla y blanca. En el interior nos sorprende la estructura metálica y el altar de mármol de Carrara. Una hermosa fuente nos da acceso al único local abierto los domingos, el Mercado Central. Bajo una vistosa estructura metálica, este colorista mercado turístico alberga numerosos puestos de especias y licores.

El día 6 de febrero nuestro crucero concluyó en Pointe-à-Pitre, pero esta vez optamos por alojarnos en un hotel de costa, el Karibea Beach Resort Clipper ***, situado apoco más de 7 km de la ciudad, en Le Gosier. Esto es otra cosa. estamos a orillas de la típica playa caribeña, tenemos piscina y vemos pescar a los pelícanos por primera vez, mientras que por el jardín deambulan libremente diferentes especies de aves y pequeñas iguanas. Además hemos alquilado un coche para movernos con libertad.

En Le Gosier, junto al hotel tenemos de todo. Enfrente hay un pequeño complejo comercial con diferentes restaurantes. Al lado del hotel se encuentra una base náutica que oferta diferentes actividades tanto en la arena como en el mar. Se pueden alquilar motos de agua y realizar cursos de buceo en las proximidades del islote de Le Gosier. La zona cuenta también con senderos balizados, pero de ello os hablaré en una próxima entrega.

La estancia en la isla de Guadalupe continúa.

BARBADOS, la joven república caribeña

Siempre ha llamado mi atención la cantidad de países que tienen como jefa de estado a la reina de Inglaterra. Sin embargo, desde el pasado 30 de noviembre hay uno menos, Barbados, pues ese día se convirtió en una república parlamentaria, asumiendo Sandra Mason la Jefatura del Estado tras haber sido nombrada por el parlamento. Justo habían pasado 55 años desde que el país se independizó del Reino Unido, adoptando el sistema de monarquía constitucional con parlamento, con la reina Isabel II como jefa de Estado y la gobernadora general como su representante en la isla. Con una población que roza los 300.000 habitantes (puesto 181 del mundo), Barbados se encuentra relativamente cerca de la costa de Venezuela y tiene una extensión de 430 km², siendo la más oriental de las Antillas Menores.

A bordo del MSC Fantasía, procedente de Port Castries, en Santa Lucía, el 30 de enero de 2018, a las 8 de la mañana, llegábamos a la terminal de cruceros de Bridgetown, la capital de Barbados. Estamos en una isla de tan sólo 34 km de largo y 23 km de ancho. Siguiendo al práctico, hemos llegado al puerto, en el que vemos amarrados otros dos grandes cruceros. Al bajar del barco, nos sorprende la presencia de un numeroso grupo de ciclistas, que supongo que realizarán alguna excursión por un país bastante llano. En el collage figura también la bandera y una placa de matrícula.

Para pasar la mañana nos hemos apuntado a una excursión a la principal atracción turística de esta república caribeña, la Cueva de Harrison (en inglés: Harrison’s Cave). Para acceder a ella, en primer lugar tenemos que bajar en un ascensor. Todavía en la superficie, cerca de la entrada a la cueva existe un interesante jardín botánico, que nos permite contemplar algunos de los árboles, arbustos, plantas y flores tradicionales de Barbados.

Abierta al público en 1981, la Cueva de Harrison está ubicada en las tierras altas centrales de Barbados, a unos 8 km de Bridgetown, la capital del país. A lo largo de algo más de 2 km, a bordo de una especie de tranvía eléctrico, vamos disfrutando de amplias cámaras cubiertas de estalactitas y estalagmitas. También contemplamos curiosas formaciones rocosas, una laguna subterránea y una pequeña cascada. Esta cueva se creó de forma natural por la erosión del agua a través de la roca caliza.

El puerto de Bridgetown se encuentra a un par de kilómetros del centro de Bridgetown, la capital de Barbados. Está ubicada en la bahía de Carlisle, al sudoeste de la isla, donde se asentaron los ingleses en 1628. En la terminal de cruceros existen algunos comercios y una parada de taxis, pero dado lo cerca que se encuentra la ciudad, tras concluir la excursión optamos por ir caminando por un sombreado paseo que bordea la bahía. Eso sí está prohibido andar sobre las rocas.

Llevamos caminado tan sólo un kilómetro cuando nos detenemos en el Bridgetown Fish Market, uno de los dos mercados de pescado existentes en Barbados. Aunque es un sector que da trabajo a muchas personas, este mercado no es muy grande, pero podemos encontrar diferentes especies como el pez espada, el rey o el atún, pero también un pescado emblemático del país, el pez volador. Siempre que tengo ocasión, en todos los lugares costeros que visito me acerco al puerto pesquero y al mercado, dos de los lugares en los que mejor se conservan las y tradiciones.

Un kilómetro más adelante llegamos al centro de Bridgetown, la capital de Barbados, en la que vive el 60% de la población de esta isla caribeña. Nos detenemos en primer lugar para contemplar los barcos amarrados en el Careenage. Seguidamente nos acercamos a la National Heroes Square, presidida por la la estatua de bronce del almirante Nelson, que se colocó antes que la Columna de Nelson en Trafalgar Square, en Londres. Al fondo vemos el edificio más representativo de la ciudad, el Paramento.

El centro histórico de Bridgetown forma parte desde 2011 de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nos acercamos al Parlamento, de estilo neogótico del siglo XIX, que nos recuerda el pasado colonial británico de Barbados, cuya bandera luce en lo alto de la torre. Estamos también en un importante centro financiero, contemplando también otro notable edificio colonial, el de la Mutual Life Assurance Society, para concluir esta apresurada visita en el Independence Arch, que en sus pilares cuenta con dos de los símbolos de la isla caribeña, el pelícano y el pez volador.

Avanzada la tarde regresamos al MSC Fantasía, el crucero en el que por segunda vez estamos navegando por las caribeñas Antillas Menores. Enseguida anochece pudiendo contemplar desde la cubierta la luna llena y los otros dos cruceros que todavía siguen amarrados en el puerto. Tras pasar 12 horas en Barbados, a las 20:00 h nuestro barco zarpa con rumbo a un nuevo destino, Port of Spain, la capital de otro estado insular, Trinidad y Tobago.