Regreso a Portugal (y 4): Cabo de San Vicente, Évora y Elvas

Finalizo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana en el Algarve, tras haberlo recorrido durante dos jornadas completas.

23 de septiembre. Hemos dejado para la última jornada en el Algarve lo que teníamos cerca, así que nos movimos por el entorno de Sagres, donde nos alojamos las cuatro noches. Breve parada en el costero Forte de Beliche y nos dirigimos a nuestro principal objetivo, el emblemático Cabo de San Vicente, que cuenta con una antigua fortaleza y un importante faro. Aquí dejamos el coche y empezamos a caminar sobre el acantilado costero por el Trilho (sendero) dos Pescadores. Es un lugar lleno de encanto, destacando la roca y playa de las Gaviotas, abundantes en esta zona y nuestro punto final, la praia do Telheiro.

Es la única vez en todas las vacaciones en la que, después de comer, podemos descansar un rato en el hotel, aunque a media tarde salimos a tomar un café y caminar por la zona de la Ponta da Atalaya, hasta la parte superior del puerto de Baleeira, que tenemos enfrente del hotel y es el dominio de las gaviotas. Como telón de fondo tenemos los hermosos islotes de Martinhal. Al día siguiente, antes de abandonar el hotel, caminamos un rato por Sagres hasta la escultura del Infante D Henrique. Nos acercamos también a la Fortaleza y contemplamos por última vez el faro del cabo de San Vicente.

24 de septiembre. Dejamos el Algarve. Por delante tenemos 276 km hasta nuestro siguiente destino, Évora. A mitad de camino paramos en una coqueta población, Castro Verde, con idea de tomar algo pero, aunque hay muy poca gente, nos dicen que las mesas son sólo para comer, así que decidimos hacer eso pero en la localidad de Beja. Tras la comida seguimos el viaje, deteniéndonos a fotografiar el castillo de Portel. Finalmente llegamos a Évora, donde nos alojamos en el Hotel Dom Fernando. Desde la habitación contemplamos la piscina y el centro histórico, en el que destaca la Catedral.

Tarde en Évora y decisión a tomar, recorrer el centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986 o ir al Recinto Megalítico dos Almendres, distante 18,5 km. Estuvimos aquí en 2002 y guardo un grato recuerdo de las “piedras”, así que optamos por esa opción y así contemplar el menhir de casi cuatro metros de altura y el crómlech formado por 95 menhires de diferentes tamaños. La siguiente cita fue al Anta Grande do Zambujeiro, un gigantesco dolmen. Me ha dado pena al volver a visitar estas joyas, ver lo abandonado que se encuentra todo, con unos accesos penosos. De hecho, para llegar al dolmen tuvimos que caminar 1 km por una pista, por la que no me atreví a pasar con el coche. Finalizamos la jornada en otro lugar nada cuidado, el Alto de Sao Bento, que cuenta con tres molinos en desuso, que molían cereales. He visto que Évora está muy decadente. ¡Qué lástima!

25 de septiembre.- Con la decisión tomada ayer nos queda poco tiempo para visitar Évora, pues hay que abandonar el hotel antes de las 12 h, así que realizamos una visita panorámica comenzando nuestra ruta en el Monumento a los Caídos, que tenemos al lado. Sólo realizamos una visita interior, optando por la iglesia de San Francisco y la morbosa y anexa Capela dos Ossos (Capilla de los Huesos), realizada en el siglo XVI por un monje franciscano. La entrada cuesta 5 € (3,50 los mayores de 65 años).

Nuestro peregrinar por Évora se dirige ahora a la plaza que más me ha gustado, la Praça do Giraldo, presidida por la iglesia de Santo Antão (San Antonio Abad), construida en el siglo XVI. La coqueta Pousada dos Loios nos da acceso a los restos del templo romano de Diana, que data del siglo I aC. Tras él hay una estatua dedicada al Dr Barahona. Pasamos junto al Palacio Cadaval y nos acercamos a la portada de la Catedral (Sé de Nossa Señora da Assunçao), edificio gótico del siglo XIV, a cuyo interior decidimos no entrar, pues no tendríamos tiempo de ver las murallas.

Salimos del centro histórico de Évora por la Porta Velha de Lagoa, contemplando a nuestra derecha el Acueducto, inaugurado en 1537. Tenemos que caminar durante 1,5 km para llegar al hotel, por un agradable camino que bordea lo que más me ha gustado de la zona declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la muralla, también conocida como cerca romana, pues su parte más antigua data del siglo III y tiene 2 km de perímetro. La muralla ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de la historia, según fueron pasando por la ciudad diferentes pueblos, como romanos, visigodos o árabes.

Para hoy tenemos 390 km de viaje, pero a los 84 nos detenemos en una ciudad muy cercana a la frontera, que renunciamos a recorrer pues vamos un poco tarde. Se trata de Elvas, cuyas fortificaciones (fotos tomadas de Internet) forman parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2012. De hecho prácticamente nos limitamos a conocer el monumental acueducto de Amoreira (siglo XVII) y la coqueta plaza de la República, presidida por la iglesia de Nuestra de la Asunción. Tomamos un vino en una terraza, compramos unas toallas en una calle cercana y de nuevo al coche que hemos dejado en un aparcamiento subterráneo en la plaza. Cuando voy a pagar veo que la máquina me cobra 0 €. Me dirijo al encargado por si ha habido un error y me dice que la primera hora es gratis. Ha sido “una visita express”.

Tras comer bastante tarde por el cambio de hora en las afueras de Badajoz y recorrer 306 km, llegamos a Salamanca, tal como hicimos el 14 de marzo de 2020. En aquella ocasión no nos dieron de cenar, pues los restaurantes ya estaban cerrados por la declaración del estado de alarma. Ahora nos hemos alojado en el Parador, que cuenta con una impresionante vista de la Catedral, que el 26 de septiembre apareció casi oculta por la niebla. Como hicimos en Coimbra, Lisboa y Sagres, antes de abandonar el Parador decidimos dar un paseo por la ciudad, sin realizar visitas interiores, deteniéndonos en primer lugar ante la Catedral, con la curiosidad de buscar en su fachada la figura del astronauta y del dragón comiendo un helado.

Salamanca forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1988. Aunque no era el objetivo visitar esta ciudad en tan poco tiempo, hora y media como en las anteriores poblaciones, me fijé como meta llegar a un lugar que siempre me ha gustado, la Plaza Mayor, en un recorrido de algo más de 4 km de ida y vuelta. Por el camino fui fotografiando cuanto se me ponía a tiro: el palacio de Anaya, la Clerecía, la Casa de las Conchas e interesantes esculturas, como la dedicada al Lazarillo de Tormes. Sin embargo, en esta apresurada marcha nos costó encontrar la Universidad, encima en contraluz, y la escultura de Fray Luis de León.

Nos quedan 417 km hasta Leioa para concluir esta escapada portuguesa, con parada para comer en tierras burgalesas. Me ha vuelto a encantar Portugal, un país que merece la pena visitar pese a lo cara que está la gasolina y los constantes peajes que hay que pagar en autovías y autopistas.

Regreso a Portugal (3): Mafra, Sintra y el Algarve

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba hace tres semanas en Lisboa, ciudad en la que pernoctamos cuatro noches, dedicando la última jornada a recorrer los alrededores.

19 de septiembre. La primera cita la tenemos a tan sólo 40 km de Lisboa, en un lugar del que nunca había oído hablar, pero que decidimos visitar ya que en 2019 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Real Obra de Mafra, sitio proyectado por el rey Juan V en 1711 que, entre otras, cosas alberga el palacio real, la capilla regia y un convento franciscano. Como era domingo pensamos que iba a estar abarrotado, pero en la fresca mañana prácticamente estuvimos solos recorriendo un edificio enorme. La entrada cuesta 6 €, con un 50 % de descuento para los mayores de 65 años.

25 km después tenemos la siguiente cita en la hermosa población de Sintra, rodeada de montañas. Buena parte de la sierra de Sintra y su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO con el nombre de “Paisaje cultural de Sintra”, incluyendo los siguientes lugares: Castelo dos Mouros, Palácio da Pena, Palácio Nacional, Quinta da Regaleira, Palácio de Seteais, Palácio de Monserrate, Convento dos Capuchos, Palacio de Queluz, Monumento ao Bombeiro y Cabo da Roca. De todos ellos optamos por el Palacio Nacional, que está rodeado de restaurantes, aprovechando para comer en uno de ellos tras la visita.

Construido en estilo árabe, el Palacio Nacional de Sintra fue remodelado en el siglo XV en estilo manuelino, por lo que está decorado con hermosos mosaicos. Particularmente me gustaron la Sala dos Cisnes, decorada con frescos de más de 25 cisnes, y la Sala dos Brasoes, que luce los blasones de numerosas familias nobles del siglo XVI. Desde el castillo contemplamos, en lo alto de la montaña, el Castelo dos Mouros. La entrada cuesta 10 € (8,50 los mayores de 65 años). No había mucha gente en el palacio, pero si en los restaurantes, aunque conseguimos una mesa en una terraza sin dificultad.

Empachados de tanta cultura, después de comer nos dirigimos a la costa. Tras recorrer 18 km descubrimos donde pasan los lisboetas los domingos. Es el cabo da Roca, el punto más occidental de Portugal y de la Europa continental. El día está muy luminoso pero desagradable por el fuerte viento, así que nos quedamos sin recorrer sus impresionantes acantilados, cosa que si haremos 15 km más tarde en la Boca do Inferno, otro lugar muy frecuentado situado en las afueras de Cascais, ciudad que era un completo atasco, en la que nos fue imposible aparcar, limitándonos a tomar desde el coche una foto del precioso palacio que alberga el Museo Condes de Castro Guimaraes.

20 de septiembre Nos resistimos a abandonar Lisboa, así que antes de dejar el Hotel Marqués de Pombal, recorremos por última vez la avenida Liberdade. Para hoy tenemos 327 km de viaje, casi todos por autovía, hasta nuestro siguiente destino, el Algarve y, más en concreto Sagres, una freguesia del concelho de Vila do Bispo. Aquí nos alojamos cuatro noches en el Hotel Memmo Baleeira ****, situado sobre el puerto de pesca del que toma el nombre. Lo mejor del hotel es que desde la habitación contemplamos una impresionante salida de la luna y preciosos amaneceres. Comienza la parte natural del viaje.

Estudiando diferentes rutas para efectuar en el Algarve, descubrí que a 69 km de Sagres tenemos los “Sete Vales Suspensos”, elegida como la mejor ruta de senderismo de Europa por European Best Destination, por votación popular. Se trata de un tramo de costa con impresionantes acantilados que, a lo largo de 6 km, une la playa de Vale Canteanes con la de Marinha, pasando por el faro de Alfanzina, el cabo Carvoeito y las preciosas playas de Carvalho, accesible por un túnel, y Benagil. En esta última pedimos un taxi para recuperar el coche y comer. Continuaremos por la tarde, pues el día ha salido espectacular.

Por la tarde nos acercamos de nuevo a los Sete Vales Suspensos en la playa que nos faltaba, la de Marinha. Por el tema de aforo, los accesos en vehículo están cerrados, teniendo que caminar más de 1 km desde donde podemos aparcar el coche, pese a ser martes (21 de septiembre). Sobrepasamos el final de la mencionada ruta, caminando bordeando la playa de Pau y llegando hasta la parte superior de dos playas a las que sólo se puede acceder por mar, Malhada do Baraço y Barranquinho. El sitio es una preciosidad. Concluimos la jornada desplazándonos al Miradouro de Nossa Senhora de Carvoeiro, para realizar un breve recorrido sobre el acantilado, caminando por una pasarela de madera.

22 de septiembre. Buscando otros impresionantes acantilados nos dirigimos a Praia da Rocha, pero resulta que allí no están. Pese a ello y como la playa es hermosa la recorremos hasta el final caminando por una pasarela de madera, parando a tomar algo en un chiringuito. El siguiente objetivo si que lo tenía previsto, pues es el icono del municipio de Lagos. Se trata de la Ponta de la Piedade, en la que, partiendo del faro, han acondicionado un sendero que recorre la parte superior del acantilado. También descendemos hasta la orilla del mar y de las formaciones rocosas, teniendo que bajar, y luego subir, 196 escaleras. Nos ha gustado este lugar, en el que aprovechamos para comer en un restaurante situado frente al faro.

Esta segunda parte del viaje, que hemos pasado en el Algarve, la hemos dedicado recorrer espacios naturales costeros, visitado sólo una ciudad, Lagos, que cuenta con un montón de animadas terrazas situadas en la plaza Luis de Camoes, de donde nos dirigimos a la Gil Eanes, a la que se asoma el Ayuntamiento, sede de la oficina de turismo. La plaza está adornada por una enorme y moderna escultura dedicada al rey Sebastiao, quien dio a Lagos el título de ciudad en 1573. Pasamos junto al Mercado de Esclavos y la iglesia de Santa María, para luego visitar una de las iglesias más hermosas del país, la de Santo Antonio, que cuenta con una espectacular decoración interior que no dejan fotografiar.

Seguimos en Lagos. Si antes habíamos visto la escultura del Infante D Enrique, en la fachada costera nos llama la atención la de San Gonzalo de Lagos, patrón de la ciudad. A sus pies se encuentra la coqueta playa de Batata, rodeada de formaciones rocosas, a la que se accede bordeando el Forte da Ponta da Bandeira, del siglo XVII. Seguimos paseando por el paseo marítimo y enseguida llegamos al castelo dos Governadores, también del siglo XVII, que tiene frente a él una estatua dedicada al navegante Gil Eannes.

Por hoy ya vale, así que tomamos un café en una terraza y emprendemos el regreso (33 km) al hotel en Sagres, donde pasamos las dos últimas noches en el Algarve. El viaje continúa, pero su final lo dejo para una próxima entrega.

Otoño en los hayedos de Otxandio (Bizkaia)

El año pasado me desplacé a “contemplar el otoño”, a los hayedos de Urbasa (Nafarroa) y Otzarreta (Gorbeia, Bizkaia). Este año he optado por Somiedo (Asturias) y por un lugar al que había echado el ojo hace tiempo, Otxandio (Bizkaia). Leyendo la “Guía de los senderos de pequeño recorrido de Bizkaia”, escrita por mi amigo Ricardo Hernani, observé que 3 de las 53 rutas que en el libro se narran están promovidas por el Ayuntamiento de Otxandio, al que pertenece este gráfico, así que la pasada semana decidí optar por el sendero PR-BI 52 “Hayedos de Otxandio”, de 6,4 km de recorrido y un perfil  muy suave, ideal para tomar fotografías.

55 km separan Leioa de Otxandio, población fronteriza con el territorio alavés, cuyo centro histórico, declarado conjunto monumental, se articula en torno a la Plaza Nagusia, que está presidida por la Casa Consistorial, monumental edificio de 1733 que luce tres escudos en su fachada. Al lado tenemos la Kultur Etxea y la fuente de Vulcano. Muy cerca destaca la iglesia parroquial, renacentista, dedicada a Santa Marina. Junto a ella se levanta el busto de Felipe Arrese Beitia.

Cerca de la fuente de Vulcano existe un panel en el que figuran los 3 senderos de pequeño recorrido de Otxandio. Como optamos por el PR-BI 52, tenemos que salir por la calle Uribarrena, caminando cuesta abajo pasando entre la iglesia y el frontón. Esta calle es el antiguo Camino Real y Vía Crucis. A la derecha observamos un sencillo humilladero dedicado a la Amatxu de Begoña. Poco antes de llegar a la ermita de San Roke abandonamos el asfalto para coger el camino que nos lleva al primer hayedo, el de Sanrokeoste.

Con precaución cruzamos la carretera y seguimos caminando por un cómodo camino que coincide con el GR 38. Vemos varios cobertizos en los que se almacena leña, algo que será habitual en esta ruta, que está muy bien señalizada con las típicas marcas amarilla y blanca. Hay muchísimos cruces, con indicadores de madera bastante borrosos, a los que tenemos que acercarnos para comprobar cual es nuestro camino. El arroyo Oleta nos indica que hemos llegado al segundo hayedo, el de Abitxu. La lluvia de hojas que tiran las hayas es casi constante.

Estamos disfrutando de este paseo otoñal y de los reflejos de las hayas en el arroyo Oleta, junto al que caminamos hasta llegar a otro hermoso hayedo, el de Olazar. Los robles empiezan a entrar en el paisaje, decorándolo más todavía, mientras superamos distintos cursos de agua con sencillos puentes de madera. La ruta está muy bien diseñada y acondicionada. Pronto empezamos a ver la indicación que nos anuncia que en Oleta hay restaurante, pero no cae en nuestra ruta que sigue tras cruzar una carretera.

Durante un momento caminamos por la empedrada calzada que unía Oleta con Otxandio, A partir de ahora hay que estar muy atentos a la señalización, pues hay infinidad de cruces hacia el GR 38, Oleta y varias opciones para abandonar la ruta y regresar a Otxandio. Nosotros seguimos las del sendero PR-BI 52, pasando por un terreno con diferentes especies arbóreas, accediendo al último hayedo de la travesía, el de Illuntxo. Llevamos 3,2 km, así que hemos llegado a la mitad del recorrido.

El colorido otoñal aumenta con la presencia de robles en nuestra ruta, que tiene un desnivel de 70 metros. Sin embargo no lo hemos percibido hasta tener que realizar un pronunciado descenso por una pista hasta Kurutzalde (km 3,9). Frente a nosotros, en un cruce vemos una estela datada en 1854. Pronto un rebaño de ovejas se asusta cuando me acerco a tomar una foto. El camino va perdiendo interés hasta que llegamos al barrio de Morgaola (km 5,2), con el atractivo de las vistas sobre las Crestas del Duranguesado.

Nos quedan 1.200 metros para llegar al punto de partida, teniendo que caminar sobre asfalto por el antiguo Camino Real, actual carretera de acceso a Otxandio. Pronto nos detenemos ante la coqueta ermita de San Antonio (km 5,6) y poco más adelante en la Cruz de Urigoiena, situada junto a la ermita de Elexabarri. Un precioso mural “Ongi etorri” nos da la bienvenida al casco urbano de Otxandio, recordando el bombardeo de 1936, que tuvo su centro en la plaza Andikona, donde una escultura de Nestor Basterretxea lo recuerda. La plaza Nagusia, donde empezamos la ruta está a un paso.

Concluimos la ruta en poco más de dos horas, pues realizamos infinidad de paradas para sacar fotos. Entonces recordé otra asignatura que tenía pendiente, el hayedo de Presazelai, situado junto al río Urkiola a poco más de 1 km del centro urbano de Otxandio, en la carretera que se dirige al puerto de Barazar nada más pasar el desvío para el barrio Mekoleta. Este precioso hayedo trasmocho recuerda un poco al de Otzarreta. En mi opinión le quita un poco de encanto, las mesas, asadores y fuentes con que cuenta, pues es un área recreativa de la Diputación de Bizkaia. Eso sí, para comer el bocadillo, un entorno sin igual.

Como esta vez no llevábamos bocadillo, fuimos a comer a un lugar que ya se está haciendo habitual cuando nos desplazamos a Otxandio, siendo la tercera vez que vamos en dos años. Se trata del Restaurante Korostondo, ubicado en un idílico paraje a poco más de 1 km de Otxandio, tendiendo como telón de fondo las Crestas del Duranguesado y en primer plano los burritos que corretean por las campas. Esta vez hemos comido el menú del día (12,50 €), pero en ocasiones precedentes hemos optado por su amplia carta (de 50 a 70 € la comida). Sin embargo la perfección no existe, pues la pasada semana tardamos casi hora y media en comer el menú, por la escasez de personal para atender a los 40 comensales que coincidimos. Tampoco me pareció de recibo que ahora no admitan la tarjeta de crédito como medio de pago.

Ha sido una buena forma de finalizar octubre, disfrutando de esta suave y cómoda ruta, caminando por hayedos, así que tomo nota para en una próxima ocasión realizar otra que sale del mismo lugar, el PR-BI 51 “Calzadas de Otxandio”.

Otoño en Somiedo (Asturias)

Abro un paréntesis en el relato del viaje a Portugal, para contaros mi última escapada a tierras asturianas, ya que procuro concluir la temporada antes de que también la hora y nos “roben” las tardes. Del 17 al 20 de octubre nos hemos desplazado a Pola de Somiedo, aunque previamente quedamos con los amigos de Rivas Vaciamadrid en el restaurante El Sabil, en Villanueva de Santo Adriano, donde pudimos comer gracias a que hubo una anulación ya que, al ser domingo, las zonas de naturaleza siguen estando a rebosar, pues a un paso tenemos el Desfiladero de las Xanas y el Área Recreativa de Buyera, a donde luego nos dirigimos, para caminar 1 km hasta el recinto osero en el que viven las osas Paca y Molina, teniendo la suerte de poder ver a esta última, cuando paseaba junto al cercado.

La siguiente cita la tenemos muy cerca, en el municipio de Teverga, donde vamos a realizar un pequeño recorrido de 4 km en el tramo considerado como el más hermoso de la Senda del Oso, pues se pasa por el desfiladero de Valdecerezales, teniendo que caminar por algunos túneles iluminados, que terminaron de construirse en 1900, perforando la roca caliza para que pudieran pasar los trenes mineros de Hullasa. El recorrido lo efectuamos entre Entrego y Las Ventas, donde habíamos dejado un vehículo. Para llegar al punto de partida, previamente pasamos con el coche por otro hermoso desfiladero, el de Peñas Juntas.

Avanzada la tarde continuamos el viaje hacia Pola de Somiedo. Circulamos por la carretera AS-265 que enseguida se empina, pues hay que subir casi 900 metros de desnivel para superar el puerto de San Lorenzo (1347 m), deteniéndonos al llegar al alto, pues desde allí se tiene una magnífica vista de los dos concejos que delimita, Teverga y Somiedo, uniendo el Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa, por el que pasa la Senda del Oso, con el de Somiedo, donde pasaremos el resto de la escapada.

Una vez descendido el puerto, accedemos a otro hermoso desfiladero por el que discurre el río Somiedo, que se abre poco antes de llegar a Pola de Somiedo, población de poco más de 200 habitantes, en la que pasamos las tres noches de esta escapada, eligiendo para ello el Hotel Casa Miño**, moderna y confortable edificación que tiene en otro edificio con el restaurante que más nos ha gustado. El pueblo cuenta con algunos hórreos, la iglesia de San Pedro (1751) y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Somiedo, que visitamos el día que abandonamos la población.

Los dos días completos que permanecimos en Somiedo los dedicamos a sendas marchas a pie para conocer los lagos de la zona. La primera de ella la efectuamos desde Valle de Lago, aldea del concejo de Somiedo que dista 8 km de Pola. Fotografiamos el embalse del Valle y dejamos el coche en un amplio aparcamiento situado a 500 m del pueblo. Caminamos por una amplia pista que discurre bordeando amplios prados, en los que pastan las vacas. Hay también hermosos bosques, en los que las hayas se han vestido de otoño. Pronto el camino se bifurca, optando por el de sol, que discurre por la izquierda.

Todavía no lo he dicho, pero nuestro destino es el Lago del Valle. Toda la ruta se efectúa por una amplia pista que cuando se empina esta cubierta de hormigón para que no se embarre. Discurre por el fondo de un precioso valle de praderas y bosques, llamándonos la atención un cartel que reza: Advertencia. Si a usted le parece que puede cruzar la finca en 8’, mi toro Brinco lo hace en 4’. También es un recorrido etnográfico pues vemos unos cuantos “teitos”, edificios de la arquitectura popular, generalmente destinadas a pajares, con el tejado formado por un entramado de madera que sustenta una cubierta vegetal.

Casi todo el desnivel de la ruta se supera al final de los casi 6 km que separan el pueblo del lago, donde contemplamos una pequeña cascada. Los bosques van desapareciendo cuando finalmente, tras 2 horas de marcha, llegamos al Lago del Valle, el más grande de Asturias, situado a 1580 metros de altitud, así que hemos superado un desnivel de 380 metros, ya que el pueblo está a unos 1200. Cuando me dirijo a fotografiar el teito que hay junto al lago, observo que una vaca acelera el paso y se dirige hacia mí. Falsa alarma, pues sólo iba a beber agua en un pequeño arroyo. El descenso se efectúa por el mismo camino. Pensábamos comer en Casa Cobrana, en Valle de Lago, pero cierra los lunes, así que tenemos que regresar a Pola de Somiedo. Nos ha encantado esta ruta, adornada por los colores del otoño.

El 19 de octubre nos desplazamos hasta el Alto de la Farrapona (1708 m), fronterizo con León y punto de partida para realizar la ruta circular de los lagos de Saliencia, situada en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Somiedo. La ruta comienza en el amplio aparcamiento, teniendo que caminar en descenso para llegar al lago de la Cueva (1615 m), rodeado de un paisaje de tonos rojizos, ya que en este entorno estuvo la Mina Santa Rita. Seguimos en el territorio del oso, aunque no vemos ninguno.

Desde el lago de la Cueva la pista se empina hasta llegar al lago de la Mina que está sin agua. Pronto llegamos a un alto, bajo el que se encuentra el lago Cerveiriz, continuando la pista hacia el lago del Valle. Nuestra ruta sigue por la cresta por un estrecho sendero hacia el lago Calabazosa. Al llegar a su altura, dado que no nos sentimos seguros debido al fuerte viento, decidimos regresar por la ruta de subida, más larga pero que ahora discurre en descenso hasta el lago de la Cueva, para luego subir al aparcamiento. Hoy tenemos suerte y podemos comer en el Albergue de Saliencia, situado junto a la iglesia y un hórreo.

Regresamos a Pola de Somiedo, pero seguimos la carretera 14 km hasta el puerto de Somiedo (1486 m), donde se encuentra la aldea de Santa María del Puerto, cuyos habitantes recibieron el pasado sábado la visita de la familia real, para hacerles entrega del premio de pueblo ejemplar de Asturias 2021. Previamente nos detuvimos en otra coqueta aldea, La Peral, que cuenta con diferentes teitus y dos miradores, el de la Peral y el del Príncipe, este último inaugurado en 1990 por el entonces Príncipe de Asturias. Desde ambos se contempla un hermoso paisaje, porque los osos, para cuya observación se construyeron, se nos resistieron.

Durante estos días hemos disfrutado de hermosos paisajes de montaña, bosques vestidos de otoño y prados con muchas vacas, todo ello con un tiempo excepcional. Pero lo bueno se acaba, teniendo por delante 359 km, casi 4 horas, para regresar a Leioa. La escapada ha concluido.

Regreso a Portugal (2): Lisboa

Continúo el relato del viaje realizado el pasado mes de septiembre por Portugal, que dejaba la pasada semana llegando a Lisboa, una ciudad que me encanta pero que no visitaba desde el año 1998, coincidiendo con la celebración de la Expo.

El 16 de septiembre llegamos de nuevo a la capital portuguesa igual que hicimos el 13 de marzo de 2020, cuado decidimos interrumpir el viaje debido al Covid. Hemos vuelto al mismo hotel, el Marqués de Pombal ****, situado a un paso de la plaza del mismo nombre, porque nos encantó y por lo amables que fueron cancelando sin gastos las tres noches que nos faltaban. Además cuenta con aparcamiento, una boca de metro en la puerta y está muy céntrico, en plena avenida Liberdade, en la que se ubican todos los comercios del lujo en el agradable y sombreado tramo que va hasta la plaza Restauradores. En el paseo hay numerosas esculturas, entre ellas la dedicada a Simón Bolívar. El hotel tiene un buen restaurante, en el que cenamos dos de las cuatro noches, manteniendo agradables charlas con un camarero, Marcio Costa, buen conocedor de la política del del Athletic.

Restauradores, presidida por un obelisco que conmemora la liberación del país del dominio español en 1640. En un costado hay un monumento dedicado a los colocadores de adoquines en el suelo, algo muy portugués. Pasamos junto a la estación de tren de Rossío, con un grupo escultórico dedicado al fado a su entrada y llegamos a la hermosa plaza de Rossío, que cuenta con dos monumentales fuentes y una gran columna con la estatua de D Pedro IV. A la plaza se asoma el Teatro Nacional de Doña María II. Al lado tenemos otra plaza, la de Figueira, con la estatua ecuestre de D Joao I.

Para desplazarnos por la ciudad hemos comprado (0,50 €) la recargable  Tarjeta 7 Colinas (Viva Viagem), que por 6,40 € permite circular 24 h en todos los transportes públicos de Lisboa. El viaje en metro cuesta 1,50 € y nuestro siguiente medio de transporte el elevador de Santa Justa, 5,30 € (un atraco). Por cierto, vemos que todos los que suben pagan ese precio, menos nosotros que llevamos la tarjeta. Desde el Barrio Alto tenemos una vista casi aérea de la plaza del Rossío. Bajamos caminando hasta la plaza Restauradores, junto a la que se encuentra la iglesia de Sao Domingos, en la que se aprecian los destrozos del incendio de 1959. A llegado la hora de hacer un alto en el camino en la rúa Augusta, para que nos “sopapeen” en la Casa portuguesa del pastel de bacalhau, donde pagamos 25 € por dos croquetas de bacalao (a 5 €) y dos vinos blancos de Oporto (a 7,50 €). Eso sí, las copas son de regalo. Vemos también el popular tranvía 28, que cogeremos al día siguiente.

Si hemos tenido trío de plazas, para antes de comer tenemos trío de iglesias, comenzando por la de Santa María Madalena, muy modificada en 1833. Como Lisboa tiene la colección completa de iglesias, casi al lado tenemos la de Santo Antonio, construida en 1767 en el sitio donde nació el santo en 1195. Sin solución de continuidad llegamos a la Sé, la Catedral de Lisboa, en la que lo más importante es el claustro, que no pudimos visitar por estar en obras.

Aunque esto lo realizamos el día siguiente subiendo en el tranvía 28, cerca de la Sé tenemos el Mirador Santa Lucía, desde donde contemplamos los cruceros amarrados en el puerto. De aquí subimos a la zona del castillo, que cuenta con un ambiente que me recuerda al de Montmartre, en París. Un día caminando desde la Sé y otro en autobús desde el castillo, los dos días que estuvimos en Lisboa bajamos a comer a sendas terrazas de la plaza del Comercio, la más emblemática de la capital. Es un lugar que me encanta por su tranquilidad y monumentalidad, al estar adornada por el Arco del Triunfo y la estatua del rey José I. Además se asoma al río Tajo.

Dejamos la tarde de la primera jornada en Lisboa para dedicarla al barrio de Belem. Comimos en la plaza del Comercio entre otras cosas porque desde aquí sale el tranvía 15 y el autobús que nos acerca a ese barrio. Nuestro primer objetivo era el Monasterio de los Jerónimos, pero como hay que sacar la entrada en el ala en la que se encuentra el Museo Nacional de Arqueología, en el que destacan las antigüedades egipcia y romana, aprovechamos para visitarlo también. La entrada conjunta cuesta 12 €, 6 los mayores de 65 años y gratis para los desempleados de la UE.

Construido a partir del año 1502, el Monasterio de los Jerónimos es el monumento más importante de Lisboa. Fue diseñado en estilo manuelino por el arquitecto Juan de Castillo, por encargo del rey Manuel I, para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en su interior podemos contemplar las tumbas de varios monarcas portugueses pero, si por algo destaca este edificio, es por el claustro, decorado con motivos manuelinos. Junto al convento de Cristo de Tomar, ha sido el edificio más hermoso que hemos visto en este viaje.

Seguimos en Belem pero ahora toca caminar pues, aunque vemos enfrente nuestro siguiente objetivo, desde los Jerónimos tenemos que atravesar un parque y buscar la forma de cruzar una especie de autovía y las vías del tren. Unos 600 metros después llegamos al emblemático Monumento a los Descubrimientos, construido en 1960 a orillas del río Tajo para conmemorar los 500 años de la muerte de Enrique el Navegante. Desde él tenemos una preciosa vista del puente 25 de abril. Tenemos que seguir caminando algo más de 1 km para llegar al destino final, la Torre de Belem, preciosa fortaleza del siglo XVI que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, En el agradable paseo pasamos por el faro de Belem, el embarcadero del Bom Sucesso y la réplica del avión con el que se realizó el primer vuelo trasatlántico portugués. Por hoy ya vale. Autobús y metro para regresar al hotel. Hoy cenamos en un restaurante tradicional que tenemos cerca, O Cacho Dourado.

Con la sensación de que ya hemos visto lo más atractivo de Lisboa, iniciamos la segunda jornada con mucha más tranquilidad, recorriendo el Barrio Alto y el popular Chiado, a donde subimos en el funicular Gloria, aquí llamado ascensor. A esta zona también volveremos el día de partida, antes de abandonar el hotel. Comenzamos nuestra ruta en el Mirador San Pedro de Alcántara, desde donde vamos descendiendo, disfrutando de uno de los lugares más auténticos de Lisboa, contemplando curiosas esculturas urbanas, la antigua Livraria Bertrand y un bar decorado con bufandas de equipos de fútbol, entre ellas la del Athletic. Concluimos en la plaza Luis de Camoes, donde cogemos el tranvía 28 para hacer una larga ruta que finalmente nos llevará al Mirador Santa Lucía, del que ya os he hablado.

Hemos dejado la tarde libre para desplazarnos al Parque de las Naciones, la zona en la que se celebró la Expo de 1998, a la que acudimos. Pese a los 23 años que han pasado, esta zona sigue teniendo mucha vida, que se centra en torno a la estación de Oriente, obra de Calatrava e inaugurada como parte del citado evento. La gran atracción de la zona, como también lo fue de la Expo, se centra en el Oceanario, el mayor acuario de interior de Europa, construido por el arquitecto Peter Chermayef. La entrada cuesta 19 € (13 los mayores de 65 años). Regresamos en metro al hotel, donde luego cenamos, pues al ser sábado, muchos restaurantes están cerrados. Se ve que estamos en una zona comercial y de oficinas.

Antes de abandonar el hotel, volveremos a recorrer Lisboa, pero al día siguiente lo dedicamos a dos interesantes lugares cercanos, Mafra y Sintra, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Regreso a Portugal (1): Coimbra, Tomar y Óbidos

Alarmados por el auge del COVID, el 9 de marzo de 2020 decidimos anular el viaje que íbamos a realizar a Grecia a partir del día siguiente, con la suerte de que Lufthansa nos devolvió el importe de los dos billetes. Como en Portugal casi no había casos de coronavirus, decidimos coger el coche y salir el día 10 con rumbo a Arauca, donde pasamos 3 noches. En Portugal estaban ya cerrando muchos lugares y aquí la cosa se iba complicando, así que el 13 de marzo, cuando llegamos a Lisboa, anulamos las tres noches que pensábamos pasar en la capital y al día siguiente emprendimos el regreso a casa. Por el camino nos enteramos de la declaración del estado de alarma.

Como queríamos completar el viaje, el pasado mes de septiembre, del 15 al 26, decidimos continuar la ruta interrumpida, comenzando en esta ocasión en Coimbra, localidad que dista 722 km de Leioa, a la que llegamos con un terrible aguacero. Conviene saber que en los alojamientos portugueses es obligatorio presentar el certificado de vacunación o un test de antígenos. Lo mismo sucede para acceder al interior de los restaurantes los fines de semana. Aprovecho para informar que la gasolina de 95 estaba muy cara, pues rondaba los 1,80 € y que las autopistas y autovías son de pago.

Hacía más de 20 años que no me acercaba a Coimbra así que, aunque sólo fuera por unas horas, tenía ganas de recorrer la “ciudad de los poetas y los fados”. Una vez que paró el fuerte aguacero, nos dirigimos a visitar un lugar que me atrajo en mi anterior viaje, la primera Universidad de Portugal, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Aunque en teoría cerraba a las 19:30, una hora antes ya no nos fue posible acceder a su monumental biblioteca joaniana, así que nos conformamos con contemplar el precioso patio de las escuelas, la enorme escultura de Joao III y otros edificios.

Nos alojamos en el Hotel Ibis para tener a un paso la Universidad. Desde su habitación contemplamos el río Mondego, sobre el que al final de la jornada vemos el atardecer. Al fondo se encuentra el puente de Santa Clara. Como hasta las 12 no hay que dejar la habitación, al día siguiente aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, cosa que también se puede hacer en un pequeño autobús, accediendo por el Largo da Portagem, presidido por la estatua de Joaquim Antonio de Aguiar. Luego nos detenemos junto al Ayuntamiento y visitamos el Colegio de Santo Tomás.

La siguiente cita la tenemos en un lugar que no conocía y que me encantó, el monasterio de Santa Cruz, templo románico situado junto al Ayuntamiento. Aunque con numerosas reformas y ampliaciones posteriores, fue construido en 1131 durante el reinado de Afonso Henriques. Esperamos a que acabara la celebración de la misa para visitar la iglesia, de acceso gratuito, de donde se pasa a la zona de pago (3 €), que incluye la sala capitular, la hermosa sacristía y el claustro.

La siguiente cita la tenemos en otra de las joyas de Coimbra, la Catedral Vieja, situada en la parte alta del casco histórico, frente a la que estuvimos tomando un vino el día anterior mientras contemplábamos como los últimos rayos de sol se reflejaban en su fachada. Con aspecto de fortaleza y construida a mediados del siglo XII, esta Catedral es uno de los mejores ejemplos del arte románico en Portugal. La entrada cuesta 3 €, destacando el claustro gótico y el impresionante retablo mayor, construido en 1498 en estilo gótico flamígero.

Como todavía disponemos de tiempo, seguimos subiendo por el casco antiguo, observando a un grupo de músicos, un arco de la muralla, la escultura de una tricana con su vestimenta tradicional y la iglesia de San Salvador. Nuestro destino es la Catedral Nueva, situada junto a la Universidad y mucho menos interesante que la anterior. Terminada de construir en 1640 es el típico templo de los jesuitas, destacando en su interior su retablo principal barroco. El acceso es gratuito.

A 87 km tuvimos la siguiente cita, en Tomar, población situada a orillas del río Nabao. Allí se encuentra uno de los monumentos más importantes de Portugal, del que guardo un grato recuerdo de una visita anterior, el convento de Cristo, joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se encuentra enclavado en el interior de un castillo templario del siglo XII, formando un conjunto único. La iglesia es una maravilla, destacando la portada manuelina construida en 1515 y el núcleo de la iglesia templaria, girola u Oratório dos Templários, que data del siglo XII.

El convento de Cristo de Tomar merece una detenida visita, pues tiene numerosas dependencias, destacando la media docena de claustros con que cuenta, pues el monasterio se construyó entre los siglos XII y XVI, por lo que cuenta con diferentes estilos arquitectónicos: románicos, góticos, manuelinos, renacentistas, manieristas… Particularmente me quedo con el Claustro Grande o de Juan III, que cuenta con escaleras de caracol y la mejor decoración plateresca de Portugal. Aprovechamos a comer una pizza en la cafetería del monasterio, cuya visita nos ha salido gratis por la caída de Internet. De todas formas la entrada solo cuesta 6 €, 3 € para los mayores de 65 años y gratis para los parados de la UE. Creo que será el lugar más interesante de este viaje.

Aunque tenemos que desviarnos de la ruta que nos lleva a Lisboa, a 105 km tenemos la siguiente parada en Óbidos, coqueto pueblo encerrado en una muralla medieval, a cuyo interior se accede por la Porta da Vila, doble puerta con el interior revestido de azulejos del siglo XVIII, que nos conduce a la rua Direita, la calle principal y comercial de la localidad, que algunos turistas recorren en calesa. Previamente somos recibidos por el acueducto de Usseira, mandado construir por Catalina de Austria hacia 1570, para trasladar el agua desde 3 km de distancia. Pronto nos damos cuenta de la cantidad de iglesias que hay en un lugar tan pequeño, destacando las de Santa María y Sao Pedro.

Pese a la avanzada hora de la tarde, es el primer lugar en el que vemos varios grupos de turistas. La rua Direita es como un museo al aire libre, deteniéndonos para fotografiar el Comur, una especie de Museo de la Sardina, con sus estanterías llenas de latas de diferentes colores. Algo parecido pero mucho más grande veremos en otras ciudades bajo el nombre de “Mundo fantástico da sardinha portuguesa”. Al final de la calle tenemos el castillo y la iglesia de Sao Tiago, cuyo interior lo ocupa la enorme y coqueta Livraria de Santiago. Siguiendo los consejos de protección ante el COVID de circular en un solo sentido, regresamos a la puerta de acceso por otra calle plagada de iglesias.

Coimbra, Tomar y Óbidos. Tres ciudades para el primer día en Portugal. No está nada mal. Por delante tenemos 90 km hasta Lisboa, donde pasaremos las próximas cuatro noches. El viaje continúa.

Memorias de Japón (y 3): Tokyo y alrededores

Continúo el relato del viaje por Japón que dejaba la pasada semana viajando de Kyoto a Tokyo. Era el 14 de octubre, nuestro 10º día en Japón. Aunque seguiremos viajando, regresaremos cada día al hotel de Tokyo, en el que pernoctamos las últimas 5 noches del viaje.

Tras casi tres horas en un tren bala, pasadas las 11 de la mañana llegábamos a Tokyo, así que no instalamos en el hotel y fuimos a comer a una pizzería. Como la empleada sólo hablaba japonés y creía que nos habíamos quedado con hambre, nos puso en contacto telefónico con su hermana que había aprendido castellano en Guatemala. Son tan amables los japoneses… La tarde la dedicamos a recorrer centros comerciales, fruterías, panaderías, puestos de venta de shushi…

15 de octubre. Nuestro primer destino es Kamakura, para lo que cogemos un tren (51 minutos) hasta la estación de Kitakamakura, para visitar tres magníficos templos zen, destacando el primero de ellos, Enhaku-ji, que conserva 17 de sus más de 40 templos secundarios. La siguiente cita la tenemos en el de Kenchoji, el monasterio de enseñanza zen más antiguo de Japón, pues fundado en 1253. El último es el de Tsurugaoka Hachimangu, trasladado a este lugar en 1191, donde presenciamos una ceremonia. Las jovencitas posan amablemente para la foto.

Seguimos en Kamakura. Comemos junto a la Torre del Reloj y de nuevo al tren, aunque sólo 3 minutos hasta la estación de Hase. Muy cerca tenemos otra de las cosas que tenía muchas ganas de conocer, pues es uno de los emblemas de Japón. Se trata del Daibutsu, la estatua de bronce del Gran Buda Amitabha, que data de mediados del siglo XIII, mide 13,41 metros y pesa 93 toneladas. En la misma zona de Hase, accesible en tren desde la estación de Kamakura, se encuentra el templo de Hase-Dera, que guarda una imagen de Kannon con 11 caras.

Nuestro siguiente destino es Yokohama y, más en concreto, la estación de Ishikawacho, a donde llegamos en 46 minutos, teniendo que coger tres trenes. Nuestro objetivo consiste en recorrer el vistoso Yokohama Chinatown y el Kuan Ti Miao Temple. De nuevo al tren, sólo 4 minutos, para ir a la estación de Sakuraguicho, punto de partida para acceder en 5 minutos a la Landmark Toser, de 295,8 metros de altura y 70 pisos. En el 69 hay un observatorio, Sky Garden, del que se puede disfrutar de magníficas vistas de la ciudad. A las 17:21 ya es noche cerrada. Cenamos en Yokohama y luego 54 minutos de tren, con un trasbordo, para regresar a Tokyo y, más en concreto, a la estación de Ochanomizu, cercana a nuestro hotel.

16 de octubre. Hoy vamos a batir el récord de medios de transporte y no podemos fallar, pues todos van enlazados. Comenzamos con el Shinkansen Tokyo-Odawara (09:33-10:08), donde enlazamos con otro tren a Hakoneyumoto: (10:17-10:35) y de allí otro a Gora (10:54-11:34). Estamos en la zona de Hakone, que queremos visitar hoy. Empezamos cogiendo el funicular Hakone Tozan Cable Car que nos llevará a Souzan, zona volcánica llena de fumarolas en las que degustamos los famosos huevos cocidos negros, de donde subimos en teleférico hasta Owakudani, disfrutando de magníficas vistas. Toca ahora descender en otro teleférico hasta Togendai, a orillas del lago Ashi, un lugar precioso.

Aprovechamos para comer en un restaurante del embarcadero del lago Ashi, mientras esperamos la salida del barco pirata, en el que realizamos un pequeño crucero hasta el puerto de Hakonemachi. Ahora toca media hora de paseo por un hermoso camino rodeado de cedros centenarios que nos lleva a Motohakone, haciendo un alto en el camino en el Hakone Checkpoint Museum. Desde la orilla del lago por fin vemos como telón de fondo el monte Fuji, que es a lo que hemos venido. El regreso es mucho más rápido: autobús a Hakoneyumoto y tren a Tokyo con trasbordo en Odawara. A las 19:10 llegamos a la capital japonesa tras haber cogido 10 diferentes medios de transporte en menos de 10 horas.

17 de octubre. Este día lo tenemos marcado en rojo, ya que el programa lo preparamos para estar este día en Nikko, pues queríamos asistir Gran Festival de Otoño del santuario Toshogu Shūki Taisai, en el que su principal atractivo es la procesión de un millar de hombres, algunos a caballo, vestidos con ropa y armaduras samurais de la época. Objetivo cumplido. Ha merecido la pena. En primavera tiene lugar otro festival similar. Como no, a Nikko nos desplazamos en tren (08:08-09:54), con trasbordo en Utsunomiya

En cualquier caso, el desplazamiento a Nikko resulta obligatorio. Situado a unos 150 km al norte de Tokyo, Nikko alberga importantes templos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El más interesante de todos es el de Toshogu, famoso por el grabado de los 3 monos sabios. Durante dos años, más de quince mil artesanos y carpinteros trabajaron en su construcción, estando considerado el mausoleo como una obra maestra del estilo arquitectónico Gongenzukuri, característico de los santuarios japoneses. En Japón parece que son del Athletic, pues lo rojiblanco está muy presente.

18 de octubre. Último día en Tokyo y en Japón. Ha quedado demostrado que octubre es uno de los mejores meses para recorrer el país, pues la humedad es más baja y el campo se viste de otoño. Tokyo no destaca precisamente por sus monumentos, aunque en esta última jornada decidimos visitar Sensoji, un templo budista localizado en Asakusa y dedicado a Avalokitesvara. Durante la Segunda Guerra Mundial el templo fue bombardeado y destruido, así que su reconstrucción fue un símbolo del renacimiento japonés.

En Asakusa contemplamos también el Asahi Beer Hall, conocido como Flamme d’Or. Nos desplazamos por la ciudad en metro, siendo nuestro siguiente destino un rincón muy popular, el que forman el puente Nijubashi y el Kokyo o Palacio Imperial, situado al fondo. Nos acercamos también a la Torre de Tokyo, de 332,90 metros, así que es más alta que la Eiffel parisina en la que se inspira. Concluimos la tarde en un centro comercial y visitando Toyota Showroom. He querido dedicar las últimas imágenes a las jóvenes japonesas, que tan amables fueron con nosotros. Siempre posaron con una sonrisa ante la cámara. Me ha encantado este país, su limpieza, puntualidad y la amabilidad de la gente, pero, sobre todo, su educación.

19 de octubre. Debido a la diferencia horaria, saliendo de Tokyo a las 12 del mediodía, a las 8 de la tarde estamos en el aeropuerto de Bilbao, tras 12h 30 minutos de vuelo a París y menos de 2 horas a Bilbao. Por cierto, quiero comentar lo bien que funcionó Air France en el Charles de Gaulle, pues solo teníamos 45 minutos para pasar el control de pasaportes y cambiar de avión. Gracias a su personal, que nos vino a esperar a la salida del avión, fue posible. Y el equipaje llegó. Eso sí, hasta el final tuvimos que correr en este viaje.

Memorias de Japón (2): Templos y festivales

Continúo el relato del viaje por Japón que dejaba la pasada semana en Kyoto, ciudad a la que sólo fuimos a dormir, pues al día siguiente tocaba madrugar, ya que a las 07:45 teníamos que coger un Shinkansen hasta Nagoya y luego en un tren convencional al siguiente destino, Takayama, a donde llegamos a las 10:52.

9 de octubre (5º día en Japón). Viajamos con equipaje así que, como hicimos en Hiroshima, nos disponemos a dejarlo en las consignas automáticas de la estación, pero están llenas como sucede con todo en esta población debido al festival. Aprovechando la amabilidad de los japoneses, dejamos las maletas en un hotel cercano. Esta ciudad de casi 100.000 habitantes cuenta con un precioso casco antiguo lleno de alojamientos tradicionales y antiguas casas del periodo Edo. Aunque no lo consideramos adecuado, bastantes visitantes recorren las callejuelas de Takayama en jinrikisha o rickshaw.

Hemos venido a Takayama para asistir al Festival de Otoño o Hachiman Festival, que se celebra los días 9 y 10 de octubre (hay otro en primavera el 14 y 15 de abril). Por este motivo es muy difícil encontrar alojamiento, salvo que hagas las reservas con muchos meses de antelación, lo que ha originado que tengamos que ir a dormir a Toyama (más de hora y media de tren y una hora más si no consigues el directo) y nos perdamos el desfile de carrozas de la tarde. Eso sí, podemos contemplar muchas de la docena de carrozas o yatais, profusamente adornadas, dispersas por la ciudad. Algunas están decoradas con los llamados Karakuri Ningyo, sofisticados muñecos mecánicos que pueden moverse y bailar. Era otro de los puntos fuertes del viaje.

Aunque no pudimos contemplar la procesión de las carrozas de las 6 de la tarde, si tuvimos ocasión de ver a las 13 h la salida de los monjes del templo de Sakurayama Hachimangu, el santuario sintoísta de la ciudad, que guarda durante el resto del año las carrozas. Dicen de este festival que es uno de los tres más hermosos de Japón, motivo por el que planificamos el viaje para coincidir con él. Las vestimentas son espectaculares y, aunque había mucha gente, conseguí infiltrarme para tomar las fotos junto a los monjes.

Se ha echado la hora de comer, así que, para no perder tiempo, lo hacemos en los puestos callejeros, que sirven deliciosa comida. Aprovechamos la tarde para visitar el templo Hida Kokubun-ji, uno de los más antiguos de la ciudad, pues fue construido en el siglo VIII. Es visible desde muchos puntos por su pagoda de tres pisos. También visitamos el Museo Hida Folk Village, creado en 1971 para preservar una treintena de edificios del estilo Gassho-Zukuri. Ha sido una faena no encontrar hotel en Takayama, pues a las 17:50 tuvimos que coger el tren para Toyama, a donde no llegamos hasta las 20:28 por el trasbordo en Inotani. Una cosa buena. En el Comfort Hotel Toyama, situado junto a la estación, pasamos por fin dos noches.

10 de octubre. Hoy toca madrugar. Vamos a pasar tanto tiempo viajando como en el sitio que vamos a visitar. A las 08:00 sale el tren directo a Takayama (poco más de hora y media de viaje), para luego coger a las 09:50 el autobús a Shirakawago (50 minutos de viaje). Allí estaremos poco más de 4 horas y media y, luego, la operación inversa para regresar a Toyama. Shirakawago es un pueblecito situado en los “Alpes Japoneses”, que cuenta con tres aldeas que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por sus caseríos gassho-zukuri, que pudimos ver en la más accesible, Ogimachi.

11 de octubre. Nuestro principal objetivo de hoy es la capital de la prefectura de Ishikawa, Kanazawa, que cuenta con una espectacular estación de tren a la que llegamos poco antes de las 9 de la mañana, tras 37 minutos de viaje desde Toyama. Dejamos los equipajes en las consignas automáticas y cogemos un autobús hasta nuestro objetivo, que no es la ciudad sino Kenrokuen, para mucha gente el jardín más hermoso de Japón, que cuenta con varios estanques, arroyos, cascadas, puentes, casas de te e impresionantes árboles.

Comemos temprano un bocadillo a la entrada de la estación antes de coger el tren Kanazawa-Osaka (12:53-15:37). Nos instalamos en el Chisun Hotel Shinsaibashi Osaka **** y nos disponemos a “patear” la ciudad, deteniéndome a fotografiar al perro que viaja con casco en una moto. Nuestro destino es el Umeda Sky, el edificio más emblemático de Osaka. Subimos al mirador del piso 40 para contemplar la puesta de sol, teniendo como telón de fondo los rascacielos y a nuestros pies el río Umeda. Hoy toca cenar bien y lo hacemos en un restaurante español, aunque gestionado por japoneses.

Domingo 12 de octubre, Tenemos sólo 26 minutos de tren para volver a Kyoto, donde por fin conseguimos dos noches seguidas de hotel. A las 09:08 salgo del tren pero me dejo una pequeña mochila con la cámara de fotos. Aunque me doy cuenta al momento, el tren ha cerrado sus puertas y continúa su viaje hasta Toyama. Con ayuda de una amiga japonesa que habla castellano, hago la reclamación y me dicen que no me preocupe, que cuando llegue el tren a su destino (faltan 3 horas), la recogen y me la envían al hotel. Al día siguiente, festivo en Japón, la mochila con la cámara está en el Hotel. Así de honrados son los japoneses. En esta ocasión visitamos en Kyoto el templo Sanjusangendo, famoso por las 1001 imágenes casi idénticas de la diosa Kannon, que no dejan fotografiar. Cenamos en un restaurante tradicional con la amiga de Osaka y su marido español. Ningún camarero te atenderá si no dice “Sumimasen”, que realmente significa “lo siento”. De camino vemos un par de geishas.

13 de octubre. Estamos amortizando bien el JR Pass, pues nos movemos más que una peonza. El viaje de hoy es corto, así que no toca madrugar. Tras 45 minutos de tren, a las 10 de la mañana estamos en Nara, que fue la primera capital permanente de Japón, por lo que cuenta con un importante conjunto de templos que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El primero que visitamos fue el de Kofukuji, con su interesante pagoda. De allí nos dirigimos al de Todaiji, uno de los más interesantes de Japón y considerado el edificio de madera más grande del mundo, que alberga una enorme estatua de bronce del Buda Vairocana de 15 metros de altura.

Seguimos en Nara. Caminando por un precioso bosque lleno de ciervos que acuden en busca de comida, llegamos a Kasuga Taisha, uno de los santuarios sintoístas más antiguos de Japón. Es conocido por sus más de 2.000 lámparas de piedra en el camino de subida al salón principal, que a su vez cuanta con más de 1.000 lámparas de bronce. Concluimos nuestro recorrido en el templo Gangoji, muy reformado porque la mayor parte de la arquitectura original se perdió en los incendios de los siglos XV y XIX.

Regresamos a Kyoto y volvimos a coger otro tren rumbo a nuestro destino vespertino, Fushimiri Inari, situado a sólo 5 minutos de viaje. En este santuario se rodaron varias escenas de “Memorias de una Geisha”. Lo más llamativo de este lugar es la gran cantidad de caminos de toris con que cuenta en varios de sus caminos. Hay tantos toris superpuestos, que parecen túneles rojos. A la entrada de alguno de ellos hay estatuas de zorros. Es un lugar muy curioso y lleno de encanto, desde el que regresamos a Kyoto.

14 de octubre (10º día en Japón). A las 08:29 cogemos el Shinkansen a Tokyo (2h 41 minutos de viaje). Seguiremos moviéndonos bastante, pero en la capital japonesa pasaremos las cinco últimas noches del viaje. Es una gozada no tener que volver a hacer la maleta hasta que marchemos. El viaje continúa.

Memorias de Japón (1): El viaje prefecto

Los Juegos Olímpicos de Tokyo han traído a mi memoria un viaje que no olvidaré fácilmente, el que realizamos a Japón del 4 al 19 de octubre de 2008. No era un país que estaba entre mis favoritos, por la dificultad de su idioma, por la creencia de que resultaba carísimo y por desconocer que tenía tantos atractivos. Sin embargo pude comprobar lo equivocado que estaba, pues las dos parejas nos movimos con total libertad, utilizando siempre el transporte público. De hecho, desde el aeropuerto de Tokyo nos desplazamos hasta el Hotel Edoya utilizando el tren, el metro y finalmente a pie. Resulta muy fácil, porque toda la información está también en inglés y, en el metro de Tokyo, las estaciones tienen números y las líneas funcionan por colores, que encuentras pintados en el suelo y en el vagón. Eso sí, hay que ir provisto del JR Pass (www.japanrailpass.net), una especie de Interrail. El vuelo lo hicimos con Air France, que tenía una buena conexión con Bilbao y que gestionó muy bien a la vuelta el retraso que tenía, viniendo a buscarnos a la puerta del avión, en París, con un cartel que ponía Bilbao.

El 5 de octubre, a las 06:55 de la mañana nuestro avión tomaba tierra en el aeropuerto de Narita. Para nuestro cuerpo eran casi las 12 de la noche. Amaneció un día tristón pero, tras instalarnos en el hotel, decidimos empezar a tomar el pulso a la ciudad, para lo que optamos por desplazarnos en un tren sin conductor a la zona de Odaiba, una isla a la que se accede por el Rainbow Bridge. Allí vemos el edificio de Fuji TV, la  noria Daikanransha y varias esculturas, entre las que destaca la réplica de la estatua de la Libertad neoyorquina a escala 1:7. También fotografiamos a los invitados a una boda. En este primer día ya hemos aprendido el funcionamiento de los WC que tienen calefacción, un chorrito de agua para limpiarte y aire caliente para secarte. También hemos conocido una excelente idea japonesa, que los paraguas son comunitarios, así que coges uno cuando llueve y lo abandonas cuando para.

6 de octubre. Aprovechando el jet lag nos levantamos a las 4 de la madrugada, que para nuestro cuerpo son las 9 de la noche. Una ducha rápida y a la estación de Okachimachi, pues a las 04:44 tomamos un tren hasta la estación de Shimbashi, situada a un cuarto de hora a pie de la Lonja de Pescado Tsukiji. A las 05:30 tiene lugar la subasta del pescado en la que el rey es el atún, con ejemplares que pueden alcanzar el millón de yenes (7.700 €). Aprovechamos para ver el resto del mercado con rapidez, pues tenemos que volver a hotel, coger el equipaje y regresar a la estación, pues a las 09:33 sale nuestro tren para Kyoto. Ya hemos realizado una de las visitas que considerábamos imprescindible.

2 horas 43 minutos separan Tokyo de Kyoto en Shinkansen Hikari, aquí conocido como tren bala. Otra lección japonesa: el transporte público es muy puntual. He preparado una guía de trenes personalizada para no perder tiempo en las estaciones y en una ocasión hemos hecho un trasbordo de tren con cambio de andén en un minuto. En Kyoto hemos dado más vueltas que una peonza para encontrar nuestro hotel, el APA Horikawadori Hotel, en el que sólo estaremos una noche, pues estaban completos por la celebración de una prueba de Fórmula 1, así que regresaremos más adelante. Dedicamos la tarde a visitar el principal monumento, Kinkaku-ji Temple, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en el que destaca The Golden Pavilion. En Kyoto comprobamos lo simpáticas que son las jovencitas y que la fruta se vende por unidades, como artículo de regalo debido a su elevado precio.

7 de octubre. Continuamos en otro tren bala, el Shinkansen Hikari Kyoto-Hiroshima (08:22-10:25). Es parte de los 4.000 kilómetros que nos esperan por la isla de Honshu utilizando todo tipo de transportes: trenes, metros, tranvías, funiculares, taxis, autobuses, teleféricos y barcos, además de varios ascensores. En tranvía nos acercamos al Memorial de la Paz (Cúpula de Genbaku), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es el único edificio que permanece en pie desde la explosión de la bomba atómica. Muchos escolares se acercan a este lugar.

El viaje continúa sin tregua, pues a las 13:35 tenemos que coger un tren con destino a Miyajimaguchi (25 minutos), de donde sale el barco al tercer destino turístico de Japón, la isla de Miyajima, otro de los puntos fuertes del viaje. Por la calle principal notamos un fuerte olor desconocido. Luego vemos que procede de puestos de ostras a la plancha. Lástima que acabamos de comer. Por primera vez vemos a ciervos que deambulan a sus anchas por las calles. Nos alojamos en el Miyajima Seaside Hotel, tradicional ryokan japonés, con suelo de tatami y cama en el suelo tipo futón. Hay que descalzarse antes de entrar, pero te proporcionan varios juegos de zapatillas. La cena y el desayuno fueron espectaculares. Fue el capricho del viaje. Para los enchufes hay que llevar un adaptador a clavija plana.

Aprovechamos la tarde para recorrer Miyajima, centrándonos sobre todo en el Santuario sintoísta de Itsukushima, que data del siglo XII y cuenta con preciosos edificios de color rojo. Forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El emblema de la isla y motivo de muchas fotografías es el enorme tori flotante, que realmente está construido sobre la arena y marca el acceso al santuario. A él acudimos también por la noche, para obtener la imagen del tori iluminado. También vemos una preciosa pagoda de cinco plantas.

8 de octubre.- Abandonamos temprano la isla en el ferry JR, pues a las 08:13 tenemos que coger el tren Miyajimaguchi-Himeji, con trasbordo en Hiroshima a un tren bala. Nuestro objetivo consiste en visitar una de las estructuras más antiguas del Japón medieval, que ha llegado hasta nuestros días tal como fue construido a comienzos del siglo XVII, con su estructura de madera, motivo por el que la UNESCO lo incluyó en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Nos ha encantado el castillo de Himeji.

Seguimos a la carrera, pues cuando vamos llegando al mediodía tenemos que coger un autobús, luego un teleférico que nos lleve al monte Shosha y, finalmente, caminar un cuarto de hora para llegar al templo Engyoji, uno de los lugares en los que se rodó “El último Samurai”, protagonizada por Tom Cruise y Ken Watanabe. Este templo cuenta con varios edificios y Budas esparcidos por la montaña, siendo la terraza del Maniden el sitio más impactante de un lugar poco frecuentado por los extranjeros. Previamente, nada más llegar al templo, hemos degustado una comida tradicional.

Tenemos que amoldarnos a las horas de sol, pues amanece sobre las 6 de la mañana y se pone el sol a las 17:30, así que hay que madrugar para que el día cunda. Nuestra jornada todavía no ha concluido, hemos decidido ir a cenar carne de Kobe a Kobe, de donde nos separan 36 minutos en tren bala. Cuando llegamos es ya de noche, así que miramos las cartas de varios restaurantes y a cenar. Las mesas de 4 personas tienen una especie de plancha circular en el centro, donde cada uno se prepara la carne a su gusto, acompañada por algunas verduras. No es nada barata, pero está exquisita. Merece la pena el gasto, pues nunca he comido una carne tan buena. Desde el restaurante vemos iluminados el Oriental Hotel, la Kobe Tower, el Kobe Maritime Museum y la noria.

No debe de ser muy tarde, pero hace ya mucho que ha anochecido cuando terminamos de cenar. Hoy volvemos a dormir en Kyoto, pero antes tenemos casi una hora de tren. Nos llama la atención que muchos japoneses viajan dormidos, pero se despiertan al llegar a su estación. El viaje continúa

Municipios de Bizkaia (7)

Continúo el recorrido por otros ocho municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 27 de abril. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo esta entrega con Iurreta, municipio desanexionado de Durango en 1990, más extenso que él (18,84 km²) y mucho menos poblado (3.665 habitantes). La parte más monumental se sitúa en Aita San Migel plaza, a la que se asoman la iglesia de San Miguel Arcángel, con su torre barroca, y el palacio Goikolea, construido en 1670, actual sede del Ayuntamiento, frente al que vemos la escultura de un dantzari. En la zona rural del municipio hay que citar el barrio de Goiuria, que cuenta con excelentes vistas sobre las crestas del Duranguesado, elegantes caseríos, un hórreo y la ermita de Santa Catalina.

Muy cerca también de Durango tenemos el siguiente municipio, Izurtza, mucho menos extenso (4,28 km²) y poblado que el anterior (252 habitantes). Cuenta con notables casas-torre, como la de Etxaburu y la de Izurtza o Bekotorre. Otro edificio civil destacado es el palacio Arana, edificado en 1852. Bajo la atenta mirada del Mugarra hay hermosos caseríos y un coqueto edificio sede del Ayuntamiento. De los edificios religiosos me quedo con la iglesia parroquial de San Nicolás Obispo (siglo XVI) y la ermita de Erdoitza, ubicada en Bitaño.

Cambiamos de zona y nos dirigimos al extremo occidental de Bizkaia, donde se encuentra el municipio más extenso, 137,87 km², que cuenta con tan sólo 2.803 habitantes. Se trata de Karrantza Harana/Valle de Carranza, precioso territorio eminentemente rural, que cuenta con lugares tan interesantes como las cuevas de Pozalagua y el Centro de Interpretación del Parque Natural de Armañón. Recorriendo sus numerosos barrios mientras contemplamos el monte Ranero, nos vamos deteniendo en preciosos lugares como El Suceso, conjunto formado por el coso taurino, el monumento a la Virgen y el Santuario, de donde nos desplazamos al museo de la iglesia de San Andrés de Biáñez y el núcleo de Concha, que cuenta con monumentales casas de Indianos y un coqueto Ayuntamiento. Para la tarde dejamos la iglesia de San Miguel de Ahedo, el Colegio-Seminario y el Palacio de Villapaterna. Nos ha faltado tiempo para ver todo.

Nos desplazamos ahora al municipio de Kortezubi, desanexionado del de Gernika en 1987. Tiene una extensión de 12,03 km² y una población de 442 habitantes. Se hizo famoso por su peculiar alcalde durante casi 28 años, José Antonio Bastegieta “Marko”, propietario de la conocida cervecera, que sigue atrayendo a numerosas personas tras visitar la cueva de Santimamiñe y el bosque de Oma, ahora cerrado. El núcleo principal es Enderika, donde están el Ayuntamiento y la iglesia gótica de Santiago (siglo XV). Nos acercamos también a al barrio de Basando y a las ermitas de San Pedro y de San Mamés, situada junto a la entrada a las cuevas.

Kortezubi cuenta o mejor dicho contaba con otro precioso lugar, el Bosque de Oma, realizado a mediados de la década de 1980 por el artista basauritarra Agustín Ibarrola y formado por 47 figuras de vivos colores, pintadas sobre unos pinos que alcanzan una altura de hasta 30 metros. Sin embargo, lleva ya tiempo cerrado porque los pinos sufren la llamada banda marrón, una enfermedad que ha afectado al 80% de ellos. Parece que se quiere volver a crear un espacio similar en un lugar cercano pero, para el recuerdo, lo dejo tal como lo vi cuando, por cierto, lo estaban repintando.

La siguiente cita la tenemos de nuevo en el extremo occidental de Bizkaia, limítrofe con Cantabria y vecino del Valle de Carranza. Mientras que ese municipio es el más extenso del territorio, Lanestosa es el más pequeño, pues cuenta con una extensión de 1,31 km², con una población de 253 habitantes. Pese a ello, recibió el título de villa el 6 de junio de 1287, en Burgos, dado por el Señor de Vizcaya, el Conde Don Lope Díaz de Haro, por lo que cuenta con señoriales edificios, como el palacio Colina, el Ayuntamiento, las antiguas escuelas y lavadero y la iglesia de San Pedro. También os recomiendo visitar Kobenkoba, Centro de interpretación del arte rupestre.

Cambiamos de zona. Ahora toca el valle del Txorierri, donde se encuentra el municipio de Larrabetzu, que tiene una extensión de 21,39 km² y una población de 2.037 habitantes. El centro urbano resulta muy interesante, sobre todo el entorno de Askatasuna plaza, donde se encuentran el Ayuntamiento, el original palacio Ikaza (siglo XVI) y, a un paso, el palacio Anguleri y la iglesia de Andra Mari. También resulta interesante acercarse al barrio de Goikolexea, distante 1,4 km y accesible en Bizkaibus, donde destaca la iglesia de los Mártires San Emeterio y San Celedonio, que posee uno de los retablos hispano flamencos más notables de Bizkaia.

Entre Erandio y Mungia tenemos el municipio de Laukiz, que cuenta con una extensión de 8,15 km² y una población de 1.227 habitantes. Es una zona eminentemente rural que cuenta con cinco barrios, estando su núcleo principal en Elizalde, donde se encuentran la iglesia de San Martín, fundada en 1748, y el Ayuntamiento, edificio en el que nació el poeta Esteban Urkiaga Basaras “Lauaxeta”. También resulta interesante el restaurante Ganene. Fuera del centro urbano tenemos la Casa de Virgen de Unbe, lugar peregrinación mariana.

Concluyo este rápido recorrido por ocho municipios de Bizkaia, en el que resido desde hace casi 28 años, Leioa, que cuenta con una extensión de 8,36 km² y una población de 32.013 habitantes. Es la sede del campus principal de la Universidad del País Vasco. Como necesitaría mucho espacio para hablar de mi pueblo, de sus parques y zonas rurales, me voy a ceñir a la arquitectura, comenzando con la religiosa, pues tenemos la iglesia parroquial de San Juan Bautista y tres ermitas, Ondiz, San Bartolomé y Santimami, aunque esta pertenece por poco a Erandio. De la arquitectura civil destaca el palacio de Artatza, aunque también son dignos de mención el Ayuntamiento, la Torre de Ondiz y el palacio Mendibile, sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina. Si deseas más información te remito a otra entrada que publiqué el 8 de septiembre de 2020: https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2020/09/08/del-mundo-a-leioa-mi-pueblo/

Me gusta incluir siempre alguna ruta a pie, pero al no ser posible realizar la del bosque de Oma, os relato la que realicé el pasado 21 de agosto. Consiste en subir a San Pedro de Atxarre (312 m), desde Akorda (170 m), barrio perteneciente al municipio de Ibarrangelua. El sendero parte de una cruz situada poco antes de entrar al barrio, presidido por  la iglesia de Santa María Engracia. Al principio es muy estrecho y cerrado pero, en cuanto se alcanza el barrio de Allika, se convierte en un amplio camino casi siempre empedrado, que nos lleva hasta la ermita del siglo XV ubicada en la cima, con una excelente vista sobre Urdaibai, la playa de Laida, la ría de Gernika y Mundka. En poco más de 30 minutos se llega a la cumbre. El camino es muy frecuentado en verano y está muy bien señalizado. También se puede subir desde Kanala. En Akorda está el monolito en homenaje a Juan Telletxea, los marinos del Bou Nabarra y del Eusko Itsas Gudarostea. Luego nos dirigimos al barrio de Gametxo, para fotografiar  la isla de Izaro.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 10 de abril y el 12 de septiembre de 2014, salvo la ruta de San Pedro de Atxerre, que corresponden al 21 de agosto de 2021.