SYDNEY (Australia): De Hyde Park a la Ópera y el puente

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, realizado del 23 de septiembre al 24 de octubre de 2018, que dejaba aparcado el pasado 15 de diciembre en el aeropuerto de Queenstown, en la isla Sur de Nueva Zelanda, a punto de coger el Airbus A320 de la compañía Jetstar para regresar a Australia. Por delante teníamos 3 horas de vuelo hasta Sydney, final del viaje.

19 de octubre. Día 27 de viaje. A las 13:35 h nuestro avión toma tierra en el aeropuerto de Sydney, de donde nos trasladamos al centro. Los precios de los hoteles son muy caros, por lo que hemos cogido un apartamento en el Best Western Plus Hotel Stellar ****, situado en pleno centro, a sólo 100 metros de Hyde Park. El apartamento es enorme (103 m²), con dos dormitorios, otros tantos baños y una cocina con salón, en la que no pensamos cocinar. Eso si, tampoco es barato, pues hemos pagado 1.201 € por las cuatro noches para las dos parejas. Aunque vamos a estar cuatro días en Sydney, tenemos muchísimas ganas de ver la Ópera y el puente así que, una vez instalados, iniciamos un recorrido de 7 km a pie, atravesando Hyde Park, un parque urbano de 16,2 hectáreas, el más antiguo de Australia. Cuanta con mucho arbolado, fuentes y estatuas, como la del capitán Cook, que mira a la Sydney Tower. Como las previsiones dan un tiempo variable para los próximos días, queremos aprovechar la tarde espectacular que tenemos.

A orillas de Hyde Park tenemos un notable edificio, la Catedral de Santa María, construida en 1868 en estilo gótico, con piedra caliza. Ubicada en la Collage st, es la mayor iglesia católica de Australia y la sede del arzobispado de Sydney. Junto a una de sus puertas de acceso vemos el grupo escultórico dedicado a  Saint Mary of he Cross (Santa María de la Cruz). Enseguida nos alejamos del parque, cogiendo la Prince Albert road.

Pronto pasamos ante otro monumental edificio, la Art Gallery of New South Wales (Galería de Arte de Nueva Gales del Sur), la galería de arte más antigua de Sydney, que cuenta con una importante colección de arte australiano de los siglos XVIII, XIX y XX, además de colecciones de arte asiático, europeo, internacional y aborigen. Seguimos caminando por otra amplia masa forestal, que es una especie de prolongación de Hyde Park. Se trata The Domain – Phillip Precinct.

Poco a poco nos vamos acercando a la línea de costa, pasando junto a una gran piscina, desde la que vemos un barco de la armada australiana. Estamos en la ciudad más grande y poblada de Australia, con una población en su área metropolitana próxima a los 5 millones de habitantes. Es la capital del estado de Nueva Gales del Sur y fue el asentamiento de la primera colonia británica en el país. Pasamos ahora por los Royal Botanic Gardens, a los que volveremos otro día, aunque me detengo a fotografiar la escultura “Yegua y potro”.

Al fin tenemos ante nosotros el edificio que tantas ganas teníamos de ver, la Sydney Opera House, una de las obras arquitectónicas más importantes del siglo XX, desde que fue inaugurada en 1973. Los bares que hay junto a ella se encuentran a rebosar, así que nos cuesta conseguir una mesa para tomar un vino. Desde el año 2007 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nos dedicamos a contemplarlo desde diferentes ángulos, siendo la imagen que más me gusta la que tiene el puente detrás. No es la primera vez que me sucede, pero he visto la imagen de la Ópera tantas veces, que me parece que ya he estado allí. Entre nosotros, como edificio me parece más espectacular el Museo Guggenheim de Bilbao.

Desde los Royal Botanic Gardens hemos contemplado el skyline de la ciudad y nuestro siguiente objetivo, el Sydney Harbour Bridge, al que no nos hemos acercado, pues volveremos otro día. Me ha encantado este puente que cruza de lado a lado la bahía de Sydney. Se abrió al público el 19 de marzo de 1932 y tiene una longitud de 1.149 metros, con una altura de 49 metros sobre la lámina de agua, aunque el arco se eleva 134 metros. El puente cuenta con ocho carriles de automóviles, dos líneas de ferrocarril, un bidegorri y una acera. En sus proximidades amarran los cruceros y los barcos que realizan excursiones por la bahía.

La tarde va avanzando, así que iniciamos el regreso a la zona en la que tenemos el apartamento, para buscar un restaurante en el que cenar. De nuevo pasamos por los Royal Botanic Gardens y bordeamos la Government House, la Casa de Gobierno de Nueva Gales del Sur. Pronto nos encontramos con un hermoso edificio iluminado por el sol del atardecer, el Sydney Conservatorium of Music. Seguimos en una zona arbolada y con esculturas, como la de King Edward VII (1901-1910). Como sucediera en otras ciudades, los ibis se imitan aquí un poco a las palomas.

Seguimos caminando, ahora por la Macquarie st, pasando junto a la State Library of New South Wales (Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur), edificio diseñado por Walter Liberty Vernon e inaugurado en 1910, con varias ampliaciones posteriores. Frente a él hay dos esculturas, la de Matthew Flinders y Flinders Cat, además de otra modernista. Enseguida vemos enfrente la iglesia St Stephens y la escultura “Il Porcellino”, fuente de bronce del jabalí. Antes de concluir nuestro recorrido de unos 7 km, pasamos junto a otro edificio histórico, el Parliament House.

Hoy hemos estado en dos países, Nueva Zelanda y Australia y hemos disfrutado con buen tiempo de dos notables construcciones, la Sydney Opera House y el Sydney Harbour Bridge. Todavía nos quedan dos días completos y una mañana para “empaparnos” de Sydney, pero mañana vamos a realizar una excursión que parece muy interesante a las Blue Mountains. El viaje continúa.

PUEBLA DE SANABRIA (Zamora) y su entorno

Dejaba la pasada semana el relato de nuestra última escapada, cuando en torno al mediodía del 21 de julio abandonábamos el Parador de Gredos con rumbo al de Puebla de Sanabria. En Tordesillas decidimos parar a comer, haciéndolo en la terraza del restaurante Doña Carmen, situado junto al puente sobre el río Duero, con una excelente vista sobre el centro histórico de la población, teniendo en primer plano las Casas del Tratado y la iglesia de San Antolín. Continuamos por la A6, que dejábamos en la salida 209 para detenernos en Tiedra, localidad en la que hay unos cuantos campos de lavanda que, en la segunda quincena de julio, se encontraban en plena floración. Tras haberlos visto en la Provenza, tenía pendiente ir a Brihuega (Guadalajara), pero la casualidad hizo que en este viaje pasara a tan sólo 3 km de los campos de esta localidad vallisoletana, que merece la pena visitar. Además cuenta con un centro de interpretación de esta planta, que a la hora en la que pasamos estaba cerrado.

Para las cuatro últimas noches de esta escapada hemos optado por alojarnos en el Parador de Puebla de Sanabria ****, un moderno edificio con tan sólo 42 habitaciones, ubicado a 1 km del centro histórico de esa población. Cuenta con una pequeña piscina y un restaurante con un buen chef, pero como en la mayoría de los Paradores, dispone de poco personal, así que los trabajadores tienen que esforzarse mucho para hacernos la estancia agradable. La verdad es que nos sentimos como en casa por el trato recibido.

Desde el Parador tenemos una magnífica vista del centro histórico de esta villa, declarada bien de interés cultural, además de formar parte de los pueblos más bonitos de España. En la panorámica que tenemos ante nosotros destacan el castillo de los Condes de Benavente, de mediados del siglo XV, y la torre de la iglesia de Santa María del Azogue, románica del siglo XII, aunque con numerosas transformaciones posteriores. A su lado se encuentra la coqueta ermita de San Cayetano, capilla barroca del siglo XVIII, En el otro lado, cerrando la Plaza Mayor, está el monumental Ayuntamiento. Un paseo por la calle Costanilla nos permite contemplar otros notables edificios. Si os va la fruta, al comenzar la calle, en la frutería El Extremeño encontraréis género de calidad. Casi al lado, el Supermercado Vaquero es una buena opción para comprar productos de la tierra. A orillas del río Tera hay una buena zona de baños.

El 22 de julio concluía la ola de calor, así que optamos por ir a un lugar en el que hemos estado varias veces, la laguna de los Peces, de origen glaciar, pues se encuentra a 1707 metros de altitud. De aquí parte un recorrido muy bien señalizado mediante hitos y postes azules, que discurre por el Parque Natural del Lago Sanabria, hasta un refugio y dos viejos chozos para guardar el ganado, situado sobre otra hermosa laguna, la de Muria o de Yeguas, junto a la que hay una fuente. El recorrido tiene poco más de 6 km de ida y vuelta y un desnivel de 124 metros.

En el viaje de regreso nos detenemos a tomar algo en el pequeño pueblo de San Martín de Castañeda, aprovechando para visitar el monasterio del que el pueblo toma su nombre. Desde un par de miradores contemplamos nuestro siguiente destino, el lago de Sanabria, deteniéndonos enseguida a comer el bocadillo en el área recreativa de Vigo. Pese a que ahora cobran el aparcamiento a orillas de lago y que es jueves, no conseguimos aparcar, así que saco un par de fotos y nos dirigimos a tomar el café a Ribadelago, fotografiando también el monumento dedicado a las víctimas de la catástrofe sucedida el 9 de enero de 1959, en la que la rotura de la presa causó 144 muertos.

El 23 de julio nos propusimos recorrer el entorno de la sierra de la Culebra, buscando algún sendero para realizar una marcha sencilla. Sólo encontramos dos, optando por el PR-ZA 02, que parte de Riofrío de Aliste, a 60 km de Puebla de Sanabria. Fue un error pues la señalización era muy antigua y deficiente. Conociendo los criterios de la Bizkaiko Mendizale Federazioa, aquí no estaría homologado. Además el retorno circular consistía en 3 km de carretera, así que optamos por hacer ida y vuelta, unos 11 km, por el mismo camino, llegando hasta el restaurado molino Picón, tras seguir el curso del río Becerril junto a un robledal y cruzar bajo el ferrocarril por un túnel habilitado para el río. Lo mejor, las dos sombreadas mesas que había junto a una fuente en el punto de partida, donde aparcamos el coche, frente a un molino restaurado. En una de ellas comimos el bocadillo al concluir la ruta.

La siguiente cita la tuvimos en el corazón de la sierra de la Culebra y en el pueblo probablemente más representativo de ella, Villardeciervos, declarado conjunto histórico-artístico por constituir un bello ejemplo de la arquitectura rural de la comarca de La Carballeda. Aparcamos el coche junto a la estatua de un ciervo que preside la llegada a esta localidad, aprovechando para tomar el café en la terraza del Remesal, situada al lado. Bajo un sol de justicia fuimos contemplando sus ricas construcciones de piedra de sillería con cerramientos de madera, llegando hasta su edificio más notable, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Dedicamos toda la jornada a cortejar a la sierra de la Culebra y sus rocosas cumbres. Por la mañana, la casualidad hizo que paráramos a comprar pan en Ferreras de Arriba, pudiendo así contemplar su elegante Ayuntamiento y las esculturas de dos personajes de la mascarada de invierno, que se celebra el 26 de diciembre. También fue una casualidad que para regresar a Puebla de Sanabria,  el GPS nos hiciera entrar en Portugal, pasando por dos pequeñas aldeas, con sus estrechas calles empedradas, que parecían sacadas de otra época. Se trata de Guadramil y Río de Onor, Rihonor de Castilla en el lado español. Estas dos localidades forman un pueblo mixto único en la península ibérica, una unidad poblacional con distinta hora e idioma oficial.

Por si en el entorno de Puebla de Sanabria había mucha gente, para el sábado 24 de julio preparamos una ruta circular de unos 8 km por uno de los mayores parques naturales de Portugal, el de Montesinho, al que se accede de la pequeña aldea del mismo nombre situada a tan sólo 27 km del Parador. La subida la realizamos por un aburrido camino que al final sale a una ancha pista que lleva al Barragem de Serra Serrada, embalse que nutre de agua a Bragança. Buena parte de la ruta es sombreada pues discurre por un robledal, realizándola completamente solos, aunque rodeados de molestas moscas y algunas mariposas.

Aunque no tiene nada de sombra, el descenso es mucho más hermoso y entretenido. Desde el embalse, situado a 1290 metros de altitud, se realiza en su totalidad por un sendero, que a veces se pierde pues hay que caminar sobre las losas de granito. El paisaje resulta muy atractivo por las formaciones rocosas y por la vista del Barragem de Montesinho, que tenemos a nuestros pies. Hay algunos vistosos pasos entre piedras y cruzamos sendos arroyos por unas losas a modo de puente. La señalización es buena, con numerosas marcas de pintura, que a veces hay que buscar cuando se pierde el sendero, y abundantes hitos.

Los horarios portugueses no son como los nuestros, así que cuando regresamos a la aldea de Montesinho, el único bar, en el que tomamos café a la llegada y al que quedamos en volver para tomar un vino con queso de cabra, estaba cerrado, así que nos desplazamos hasta Bragança. Aunque teníamos preparado el bocadillo y localizado el lugar en el que comerlo, optamos por realizar un picoteo en el restaurante O Acácio. Su propietario me enseñó su enorme local y la amplia terraza completamente vacíos. Éramos los dos únicos comensales, pues a Portugal le está afectando mucho económicamente el COVID. Estuvimos muy a gusto, máxime cuando el propietario se desplazó a una pastelería para que tuviéramos de postre el rico pastel de Belem. De allí regresamos al Parador, desde donde tuvimos por última vez la vista, ahora nocturna, de Puebla de Sanabria.

Para el domingo, 25 de julio dejamos los 473 km que nos separaban de Leioa, todos por autovía y autopista, dando por concluida la tercera escapada del año.

Por la Sierra de Gredos (Ávila)

Pese a haber recibido la segunda dosis de la vacuna el 29 de mayo, sigue sin apetecerme viajar por el extranjero, ni tomar aviones. En el coche podemos viajar sin mascarilla y detenernos donde nos apetezca, evitando aglomeraciones. Es por ello que del 18 al 25 de julio hemos vuelto a realizar una escapada peninsular centrada en la comunidad de Castilla y León y más en concreto en la abulense Sierra de Gredos y en el entorno de Puebla de Sanabria (Zamora), con una breve incursión a la zona de Bragança, en Portugal. De nuevo, debido a la situación de la pandemia, optamos por alojarnos en los Paradores de las zonas citadas, tres noches en el de Gredos y cuatro en el de Puebla de Sanabria. La cabra montés ibérica, la floración de los campos de lavanda y los lagos y lagunas, han sido los principales objetivos de esta escapada.

Distante 486 km de Leioa y ubicado en Navarredonda de Gredos (Ávila), el Parador de Gredos **** fue nuestro alojamiento durante las tres primeras noches de esta escapada. Dado que en julio ya suele hacer calor, otro de los motivos de optar por este alojamiento fue por su situación a 1590 metros de altitud y por la vista panorámica que desde él se tiene del circo de Gredos. Aquí pude degustar unas ricas migas castellanas. Inaugurado en 1928, es el Parador más antiguo de la red. En su 50 aniversario reunió a los “padres de la Constitución”, para que pudieran redactar el texto en este remanso de paz.

Por la tarde pensábamos haber hecho alguna pequeña marcha, pero como hacía unos 30 grados, tras instalarnos en la habitación, decidimos desplazarnos a tomar el café a Arenas de San Pedro, la capital comarcal, distante 39 km. Grave error, pues descendimos más de mil metros de altitud por lo que la temperatura alcanzó los 36 grados. Domingo por la tarde y calor son dos buenos argumentos para que los bares estén cerrados, aunque en uno de ellos nos pusieron sendos cortados con hielo. Antes de llegar al centro nos acercamos al Santuario de San Pedro de Alcántara, situado a unos 3 km. En el casco urbano, buscando las sombras, contemplamos los dos principales edificios, el castillo del Condestable Dávalos (siglos XIV-XV) y la iglesia de Ntra Sra de la Asunción.

De regreso al Parador nos detuvimos en Mombeltrán para fotografiar el precioso castillo de los duques de Alburquerque, de finales del siglo XV, que domina el valle. Nuestro principal objetivo se encontraba en lo alto del puerto del Pico (1352 m), donde por un momento pudimos caminar por una calzada romana magníficamente conservada. Poco más adelante, cerca del puerto de Menga, en un par de ocasiones nos detuvimos frente al risco de la Cueva del Maragato, para observar la actividad de los buitres. Cigüeñas vimos en varios lugares, pero me quedo con la pareja instalada en el campanario de la iglesia de San Benito, en el cercano pueblo de Barajas.

El 19 de julio lo tenía marcado en rojo en el plan de esta escapada, pues el objetivo consistía en acercarnos al circo de Gredos, al que hacía muchos años que no acudía. El punto de partida lo teníamos a 18 km del Parador, en el lugar conocido como la Plataforma, un gran parking con capacidad para unos 250 vehículos, al que se accede desde Hoyos del Espino previo pago de 3 € por vehículo. Pese a su tamaño, sábado y domingo tuvo que cerrarse al estar completo. Aquí comienza un amplio camino empedrado, tardándose unas dos horas y media en llegar a la Laguna Grande, a cuya orilla se encuentra el refugio Elola, a 1950 metros de altitud, siendo la caballería la encargada de realizar su abastecimiento.

He estado en dos ocasiones anteriores en la zona, ascendiendo la primera vez al techo de esta sierra, el pico Almanzor, de 2591 metros, así que sentí una gran satisfacción al llegar al collado de Los Barrerones. (2170 m), apareciendo ante mí las grandes moles del Almanzor, el Ameal de Pablo y La Galana, cimas destacadas del precioso circo de Gredos. Y un poco más adelante, en uno de los miradores, la Laguna Grande y el refugio Elola a mis pies. El camino por el PR-AV 17 es muy evidente y está bien señalizado

En Gredos habita un buen grupo de cabra montés, que en mis anteriores escapadas tan sólo las puede ver en las rocas graníticas del Almanzor o pastando a última hora de la tarde junto a la Laguna Grande. Ahora puedes ver ejemplares a lo largo de todo el recorrido, incluso en la propia Plataforma de acceso. Antes eran muy huidizas pero ahora, en el mirador que hay una vez pasado el collado de Los Barrerones, una cabra se nos acercó en busca de comida, que se la puedes dar en la propia mano. Eso sí, sólo vimos hembras, muchas de ellas con una cría, pero ni rastro de los machos y su gran cornamenta.

El día 20 de julio teníamos previsto subir a la laguna Cañada del Gallo, pero la casualidad hizo que cambiáramos de planes. En el viaje de ida, 38 km antes de llegar al Parador paramos a comer y echar gasolina en Solosancho, donde vimos un cartel que indicaba que a 4 km se encontraba la zona arqueológica de Ulaca, de la que nunca habíamos oído hablar y que pudo ser la mayor ciudad celta de Europa. Cuenta con 3 km de murallas, pudiendo albergar a 1.500 personas. Este Castro Vettón cuenta con curiosas rocas de granito, conservando varias construcciones, entre las que destacan el hermoso altar de los sacrificios y la sauna. El recinto cuenta con 14 paneles explicativos, pero una no muy buena señalización. Para recorrerlo hay que llevar buen calzado para caminar durante unas 3 horas con buenas cuestas. Muy cerca, en el pueblo de La Hija de Dios, vimos una “Tenada”, construcción tradicional del Valle de Amblés, utilizada para guardar los carros y algunos animales.

Como seguía el intenso calor, renunciamos a caminar a partir del mediodía, así que a media tarde nos desplazamos hasta El Barco de Ávila, distante 43 km del Parador de Gredos y situada a orillas del río Tormes, cruzado por el monumental Puente Viejo. Cuenta con un notable casco antiguo, que se puede recorrer a lo largo de algo más de 3 km en una ruta autoguiada. Llamó mi atención la Casa del Reloj, antigua Casa Consistorial, aunque entre sus edificios me quedo con iglesia de la Asunción de Nuestra Señora (siglos XIV-XVI), en cuyo interior destacan el retablo mayor y el órgano. Notables son también el Castillo de Valdecorneja y la Puerta del Ahorcado, resto de la antigua muralla.

Como hasta el mediodía no tenemos que dejar la habitación, tras desayunar, el 21 de julio decidimos recorrer los 3 km escasos del sendero PR-AV 19, “Senda del pinar de Navarredonda”, cuyo inicio se encuentra al lado del Parador de Gredos y recorre este amplio pinar albar, especie que puede alcanzar los 30 metros de altura. La primera parte se realiza en descenso hasta llegar a la llamada Peña Histórica, que cuenta con una cruz sobre un bloque de granito y, un poco más adelante, un pequeño refugio y la fuente de la Ladera, desde donde toca caminar cuesta arriba hasta concluir la marcha bajo la ermita situada junto al Parador. Resulta muy agradable caminar por esta sencilla y sombreada ruta.

Rodeados por las fuerzas vivas del PP y periodistas que esperan la llegada de Casado, recogemos el equipaje e iniciamos el cambio de escenario. Por delante tenemos 343 km para llegar a Puebla de Sanabria, pasando por Tordesillas. La escapada continúa, pero de ello espero hablar la próxima semana.

Tres rutas por “muiños” de Pontevedra

Muiños es la denominación gallega de molinos que, junto a los hórreos, forman parte del paisaje agrícola de Galicia. De hecho, en 1797 Galicia ya contaba con más de 8.000 molinos de grano, cuyo origen se remonta al Neolítico, cuando eran unas sencillas piedras, que se chocaban una con la otra, siendo los romanos quienes los elevaron de categoría.

En mi último viaje por Galicia, en julio de 2020, tuvimos ocasión de realizar tres rutas a pie, las tres en la provincia de Pontevedra, recorriendo diferentes molinos. Dos de ellas las realizamos en torno a Cambados. La tercera, mucho más al sur, alojándonos en Baiona. Ninguna de las tres las teníamos previstas, así que las improvisamos sobre la marcha una vez en Galicia.

Mi mujer encontró en Internet una buena propuesta para realizar en un día caluroso y el 18 de julio lo era. Se trata del PR-G 170 o “Ruta da Pedra e da Auga” (Ruta de la Piedra y del Agua), que parte de la rotonda VG-4.2, en el concello de Ribadumia y concluye, tras casi 7 km de marcha, en el monasterio de Santa María da Armenteira. En un kiosko situado junto al aparcamiento de la salida, nos facilitaron un mapa con el itinerario, muy bien marcado, una antigua vereda que daba servicio a los molinos, también utilizada por los romeros el lunes de Pascua.

Enseguida pasamos al concello de Meis, donde se encuentra un grupo de la treintena de “muiños” que contemplaremos en la ruta. Caminamos por una pista que luego se convierte en sendero, discurriendo paralela al río Armenteira. En el primer tramo hay un área recreativa y la Aldea Labrega, que reproduce la vida cotidiana de un pueblo de la Galicia de principios del siglo XX. Si realizas la ruta con niños, puede ser un buen lugar para pasar un agradable rato recorriendo las diferentes reproducciones.

El camino resulta muy sombreado y en su tramo final la pendiente aumenta considerablemente, por lo que el río Armenteira forma varios rápidos y pequeñas cascadas. Esta ruta es muy conocida, pues es utilizada habitualmente por el expresidente Mariano Rajoy cuando pasa sus vacaciones en la zona. Estamos en el tramo más interesante por su abundante vegetación, el sonido del agua y la presencia de los últimos molinos. Por el contrario, el tramo final es completamente llano.

Esta ruta tiene una buena cosa, sobre todo en días de calor como el que ha salido. Frente al monasterio, se encuentra el bar O Comercio, donde repusimos fuerzas. Una copa del Albariño frío y una ración de pulpo reconfortan a cualquiera. Además no tengo que conducir, pues para el regreso a Cambados optamos por llamar al taxista que nos llevó al punto de salida. Por si os sirve os dejo el contacto: Santiago Pérez (tel 686 486 145). Fue muy legal y atento, además de proponernos una ruta para el día siguiente. Antes de salir visitamos el claustro del Monasterio de Armenteira, renacentista y barroco, de los siglos XVI y XVII.

Al día siguiente volvió a salir otro día caluroso así que, siguiendo la recomendación de nuestro amigo taxista, nos desplazamos 23 km hasta el Parque Natural del río Barosa, accesible desde la N550 entre Pontevedra y Caldas de Rei. Aunque en los paneles proponen un itinerario circular subiendo por los molinos que hay junto a la cascada, esto no es posible. El punto de partida se encuentra junto a las cascadas (fervenzas de Barosa), de 30 metros de caída, muy concurridas como piscinas naturales por la gente que acude a pasar el domingo y realizar una comida campestre. Junto a ellas tenemos el molino más interesante de todos.

Este sencillo itinerario de 3,5 km tenía que tener forma de ocho, pero no es posible realizar el primer círculo, así que el primer tramo será de ida y vuelta, subiendo una pronunciada pendiente entre los Muiños de Abaixo y el puente San Breixo, pasando junto a varios molinos. Aquí comienza el segundo tramo, este si circular y bastante llano, hasta el puente de Bua, bordeando el río, que proporciona hermosos reflejos. Al completar el círculo nos detenemos a tomar un Albariño en el Muiño de Valerio, que también da comidas, mientras contemplamos a los patos. Al regresar al punto de partida comentamos lo que tiene que ganar esta ruta en primavera, con la cascada del río Barosa con mucha agua (he visto fotos).

En las cascadas de Barosa coincidimos con una persona de El Rosal, quien nos recomendó ir a su municipio para realizar la Ruta dos Muiños do Folón e do Picón (PR-G 94), distante 32 km de Baiona, así que allí nos fuimos el 22 de julio. La ruta tiene 3,5 km de recorrido circular, pasando por los dos grupos de molinos documentados desde el siglo XVIII y declarados Bienes de Interés Cultural por la Xunta de Galicia. Os recomiendo iniciar la ruta desde el centro de información, que estaba cerrado, siguiendo el curso del río Folón.

Menos mal que el recorrido es corto, pues hoy toca sudar ya que hace mucho calor y casi no hay sombras. Siguiendo el curso del río Folón, tras el primer repecho alcanzamos el primer grupo de 8 molinos superpuestos a los que hay que ir subiendo por unas losas en forma de escalera con mucha pendiente. Cuando crees que has terminado, aparece otro grupo de 14 molinos, así que hay que seguir subiendo. Concluimos aquí el recorrido por los Muiños do Folón.

Enseguida llegamos al alto de Chan de Cereixeira, realizamos una travesía en horizontal y descendemos más suavemente siguiendo la indicación del panel que marca la ruta hacia los Muiños de Picón, a los que enseguida llegamos caminando junto a unos pequeños canales de agua. Los 14 molinos de Picón están dispuestos en zig-zag, distribuidos por la ladera de la montaña junto a pequeñas cascadas. Pese a la sudada debida al esfuerzo y la ausencia de sombras, nos ha gustado mucho esta ruta, pues nunca había visto algo similar. Eso sí, es mejor realizarla en primavera, pues los molinos están rodeados de pequeñas cascadas. Aquí no tenemos ningún bar a la llegada, pero hay una fuente de agua.

Como estamos a poco más de 10 km, nos dirigimos al Castro de Santa Trega, situado sobre la población de A Guarda, un lugar que me encanta y que procuro visitar siempre que paso por esta zona. Desde lo alto del monte Santa Trega, donde hay un par de bares y una ermita, disfrutamos de una magnífica vista de la desembocadura del río Miño, fronterizo con Portugal, pero eso es otra historia.

OPORTO, Patrimonio de la Humanidad

Me gusta Portugal. De hecho es el único país en el que he estado en dos ocasiones, aunque sea brevemente, con la pandemia. También tuvimos que salir de Portugal al declararse el estado de alarma el año pasado, adelantando el regreso a casa para confinarnos. De hecho, el 12 de marzo de 2020 estuvimos “pateando” por Oporto (Porto en portugués), una ciudad que me encanta y cuyo centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. El área designada está encerrada dentro de las murallas fernandinas del siglo XIV y repleto de iglesias, monasterios, edificios públicos y la catedral. Todos los edificios fueron construidos según un plan de ciudad medieval, utilizando estilos totalmente diferentes. 691 km separan Leioa de Oporto, que se realizan en su totalidad por autovías, de pago en Portugal. Durante el verano es posible ir desde Bilbao en avión los sábados con Vueling,

Muy cerca de la Câmara Municipal do Porto, que cuenta con una torre de 70 metros de altura, hay una oficina de turismo y un aparcamiento subterráneo, en el que dejamos el coche y, con el mapa que nos entregaron, comenzamos este recorrido urbano, fotografiando en primer lugar el cartel de Porto y el monumento al poeta Almeida Garrett. Caminado por el paseo de la avenida dos Aliados hasta la Praça da Liberdade, nos detenemos ante otros tres monumentos, “Abundancia. Os Meninos”, “Fonte da Juventude. Menina Nua” y el dedicado a Pedro IV de Portugal. El Hotel Intercontinental cierra esta amplia plaza.

La siguiente cita la tenemos en el complejo arquitectónico que forman la iglesia y la Torre de los Clérigos, que supera los 75 metros de altura. Son obra de Nicolau Nasoni y constituyen uno de los máximos exponentes del arte barroco en la ciudad. Su construcción se realizó entre 1754 y 1763. Muy cerca tenemos la Librería Lello, considerada una de las más hermosas del mundo, que en 2018 recibió un millón de visitantes. Como hay mucha cola y es difícil mantener la distancia, pasamos de largo y nos acercamos hasta la Fonte dos Leoes, una de las más representativas de la ciudad, que cuenta con cuatro leones alados. Desde ella contemplamos la Iglesia do Carmo (1756-1762), en la que llama la atención su lateral forrado con un gran mural de azulejos, elaborado en 1912, en el que se representa la “Imposición del escapulario en el Monte Carmelo”.

Regresamos por la misma ruta a la Praça da Liberdade, pasando por una tienda “Força Portugal”, dedicada al fútbol portugués y junto a casas con vistosas fachadas. En un lateral de la plaza vemos a un mimo y el grupo escultórico “Ardina”, instalada en 1990 como homenaje a los repartidores de periódicos, llamados ardinas en Portugal. En el periódico que sujeta en su mano derecha se puede leer: “Ao Ardina memória do esforço que faz correr as noticias”. Casi al lado tenemos la colorista iglesia de Santo Antonio dos Congregados.

Unos pasos más adelante tenemos otro emblema de la ciudad, la Estação Ferroviária de Porto-São Bento, situada en la Praça de Almeida Garrett. Esta estación de tren es mundialmente conocida por su decoración con paneles de azulejos. Inaugurada en 1916, veinte años después de la llegada del primer tren, fue construida por José Marques da Silva. Su atrio está revestido con 20.000 azulejos con escenas históricas del norte del país, obra del pintor Jorge Colaço, e instalados entre 1905 y 1906.

La siguiente cita la tenemos en el principal monumento de la ciudad, la Catedral, en portugués Sé do Porto. Su construcción comenzó en la primera mitad del siglo XII y se prolongó hasta comienzos del XIII. De su época románica datan la fachada y el rosetón. En siglos posteriores se realizan modificaciones especialmente góticas, como la capilla funeraria de João Gordo (de 1333) y el claustro (siglos XIV-XV). El exterior de la catedral fue muy modificado en la época barroca. Así, en 1772 se construyó una nueva portada en sustitución de la románica original. Las cúpulas de las torres también son barrocas. Visitamos también el museo que guarda el “tesoro” de la Catedral.

Al salir de la Catedral nos encontramos con una gran explanada, el Terreiro da Sé, presidido por el Pelourinho do Porto, picota construida en 1945 en estilo rococó. Tras ella se encuentra la Oficina de Turismo, que ocupa la medieval Torre de Don Pedro Pitoes. A nuestra izquierda tenemos el Palacio Episcopal, cuya construcción se inició en 1737 bajo la dirección de Miguel Francisco da Silva. Finalmente a nuestra derecha contemplamos la estatua de Vimara Peres, caudillo asturiano del siglo IX, realizada por Salvador Barata Feyo en 1968.

Se ha echado la hora de comer, así que bajamos al Cais da Ribera, el lugar que más me gusta de Oporto, por sus casas tradicionales y por estar a orillas del río Duero, con el puente Luis I al lado y, al otro lado del río, Vila Nova de Gaia. En esta población, desde la que se tienen unas preciosas vistas del centro histórico de Oporto, estuve en un viaje anterior. Es la zona en la que se encuentran las bodegas del vino de Porto, así que visitamos una de ellas, Sandeman, la del hombre con la capa negra. El Cais de Ribera está lleno de terrazas y restaurantes, así que esperamos a que se pase la avalancha de gente, principalmente españoles y nos sentamos a comer en una de ellas. En Portugal se come pronto. Estamos manteniendo a rajatabla las medidas de seguridad, sentándonos siempre con una mesa libre por cada lado y, luego, lavado de manos.

Estando en el Cais da Ribera no podemos dejar de acercarnos al emblema de la ciudad, el puente Luis I, que une Oporto con Vila Nova de Gaia. Inaugurado en 1886, destaca por su gran arco de hierro y sus dos pisos. Por el superior, de 390 metros de longitud, pasa la línea D del Metro. Por el inferior, de 174 metros, pasan los vehículos. En ambas plantas hay pasarelas para los peatones. Junto al puente tomo una foto a un rabelo, barco tradicional utilizado para llevar las barricas de vino de Oporto desde los viñedos hasta las bodegas de  Vila Nova de Gaia. Ahora son utilizados para realizar cruceros turísticos por el río Duero.

Nos toca ahora regresar hasta donde tenemos aparcado el coche, cerca del Ayuntamiento, para lo que tenemos que caminar cuesta arriba, deteniéndonos consecutivamente ante tres iglesias de las muchas que hay en la ciudad. Consecutivamente pasamos junto a la capilla de Nuestra Señora de Ó, la iglesia del convento de San Francisco, que cuenta con un pórtico barroco edificado entre los siglos XVII-XVIII y, finalmente, San Nicolás, situada junto al Palacio de la Bolsa y la plaza Infante Don Henrique. Muy cerca tenemos el antiguo Mercado Ferreira Borges (1885), actualmente utilizado como espacio cultural.

Antes de regresar a nuestro hotel situado en la localidad de Arauca, para concluir esta jornada en la preciosa ciudad de Oporto, nos dirigimos a la desembocadura del río Duero. Aparcamos el coche entre el Fuerte de San Juan Bautista (siglo XVI) y la Praia da Carneiro. Por la arena corretean las gaviotas, pero para nosotros el espectáculo está en el agua, viendo cómo rompen las olas con fuerza sobre el Faro de Felgueiras, de 10 metros de altura y construido en 1886.

Antes de emprender el regreso nos tomamos un café junto al Jardín Passeio Alegre, donde concluye la línea 1 del tranvía. Me ha gustado Oporto, pues sigue manteniendo el sabor tradicional que tenía la última vez que estuve en esta ciudad en 1997, cuando Portugalia enlazaba el aeropuerto de Bilbao con el de la ciudad portuguesa.

XIVA (Uzbekistán), una joya escondida en la Ruta de la Seda

Junio es un mes que me gusta mucho para viajar, porque los días son muy largos y la temperatura suele ser bastante agradable, así que, salvo en 2020, los últimos años mi cumpleaños lo he celebrado en destinos lejanos. Este año lo he pasado en Cuenca pero hace cuatro lo pasé en Uzbekistán y, más en concreto, en la población de Xiva, Jiva o Khiva, según se tome la nomenclatura uzbeka, castellana o rusa. Como el Talgo de alta velocidad sólo llega a Samarcanda y Bujara, nos desplazamos a esa remota ciudad en avión desde Taskhkent. Este es el breve relato del día y medio pasado allí.

Hoy ha tocado madrugón, pues a las 07:50 sale el vuelo a Urgench (unas 2 h). Además las extremadas medidas de seguridad antiterroristas obligan a estar con tiempo en el aeropuerto. A la llegada, un taxi gestionado por el hotel nos recoge en el aeropuerto y nos traslada a nuestro siguiente destino, Xiva, distante 39 km. Nos alojamos en el Hotel Asia Khiva ****, muy bien situado frente a la puerta Tash Darvaza, que nos da acceso a la ciudad interior amurallada. No es barato, 120 € la noche con desayuno, pero está muy buen situado. Este año estaba mucho más barato.

Para las 11:30 h ya estamos en danza. La puerta Tash Darvaza nos da acceso a Ichan Qala, la ciudad interior amurallada, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1990. Estamos en un lugar lleno de encanto, que podemos recorrer a pie y parece sacado de tiempos pasados. Atravesamos la zona en la que vive la población local, viendo a niños jugando a la sombra, mientras jóvenes y adultos se desplazan en bicicleta. Enseguida se echa la hora de comer y lo hacemos en el Café Kheivak. Como casi siempre un plato de carne y, como acompañamiento, el riquísimo tomate y el pepino no pueden faltar. De hecho, en este país hemos bajado la guardia y comemos ensalada, pues con el calor entra muy bien. En junio hace ya mucho calor, pero es seco.

Xiva se encuentra cerca de la frontera con Turkmenistán, entre los desiertos de Kara-Kum y Kizil-Kum. Forma junto con Samarcanda y Bujará el “triángulo de oro” de Asia Central, siendo un oasis en la Ruta de la Seda. La mayoría de los monumentos que se conservan no son antiguos, de la primera mitad del siglo XIX, pero disfrutamos callejeando entre altos minaretes, mezquitas, madrazas en desuso y palacios, como el de Tash Hovli, uno de los edificios más suntuosos de la ciudad, levantado entre los años 1832-1841. Su nombre significa “Casa de piedra” y dicen que en su construcción trabajaron un millar de esclavos, con objeto de convertirla en la más lujosa, destacando sus paredes de azulejos y cerámica procedente de China, las columnas labradas en mármol y los techos con artesonados de madera. Es uno de los edificios más hermosos que se pueden visitar.

Xiva es un auténtico museo al aire libre. Si te gusta tomar fotos aquí disfrutarás de lo lindo, pues no hay rincón que tenga desperdicio. Repartidas por el recinto amurallado hay numerosas madrazas, antiguas escuelas coránicas, entre las que destaca la de Allakuli Khan, construida a mediados del siglo XIX. Pasamos por puestos de venta de artesanía, destacando las marionetas y accedemos a la Mezquita Juma, en la que destaca su impresionante patio con 212 columnas de madera delicadamente talladas cada una de una forma diferente.

Seguimos disfrutando de esta fascinante ciudad, de sus palacios y madrazas, llamándonos especialmente la atención el minarete Islam Khodja, que termina en forma casi puntiaguda y 57 metros de altura. Decorado con ladrillo cocido, es el más elegante de la ciudad. Junto al minarete se encuentra la antigua madraza del mismo nombre, que cuenta con 42 celdas y una gran sala abovedada. La fachada, a juego con el minarete, está decorada con esmaltado.

El sol empieza a caer y estamos algo cansados, pues el calor agota, así que con tranquilidad nos dirigimos a Kunya Ark, una fortaleza que es como una ciudad dentro de la ciudad. Cuenta con dobles murallas de adobe de 10 metros de altura que daban cobijo a la antigua residencia de los Khanes. Desde la parte superior tenemos la mejor vista de Xiva, pudiendo contemplar todos sus minaretes. Enfrente está la Madraza de Mohamed Rakhmin Khan, pero nos dirigimos al otro extremo del recinto amurallado, pues vamos a celebrar mi cumpleaños en un lugar bastante fino, el Restaurante Khorezm Art, situado frente al Conjunto de Allakuli Khan. Para no variar cenaremos carne, aunque antes nos tomaremos una botella de vino. Os recuerdo que estamos en pleno Ramadán, en un país en el que el 88% de la población es de religión musulmana suní, pero no parecen muy practicantes, fruto de la época soviética. Cuando salimos nos damos cuenta de que en Xiva no hay alumbrado público. La seguridad es total, pero tenemos que caminar por un laberinto de callejuelas bajo la luz de la luna y la que proporciona algún edificio iluminado. Pronto una niña acude en nuestra ayuda y nos guía hasta la puerta, frente a la que se encuentra nuestro hotel. Nos va a alumbrando con la luz de la pantalla de su móvil. La gente en Uzbekistán es encantadora.

Iniciamos una nueva jornada madrugando de nuevo, pues tenemos que concluir la visita a la encantadora población de Xiva, importante oasis en la Ruta de la Seda. Hay que aprovechar la mañana, pues a las cuatro de la tarde tenemos el vuelo de regreso a Taskhkent. Seguimos deambulando por el interior del recinto amurallado y accedemos al Mausoleo de Pahlavan Mahmud, fundador de una rama del sufismo, que vivió entre los siglos XIII y XIV. De allí nos dirigimos a la calle principal para fotografiar el omnipresente Kalta Minor o minarete corto, que se quedó inacabado pese a haberse proyectado para ser el más alto del mundo (80 metros), superando en dos al Qutub Minar de Delhi. Hoy es el emblema de la ciudad.

Al llegar a otra de las puertas de la muralla, la Ata Darvaza, vemos a la izquierda un enorme mural de la Ruta de la Seda, ante el que nos sacamos una foto las dos parejas que realizamos el viaje por libre. Al lado se encuentra el monumento a Muhammad Ibn Muso Al Xorazmiy, el gran matemático que introdujo el álgebra y la noción de algoritmo, nacido en Xiva en el año 783. Junto al Kalta Minor un grupo se prepara para un espectáculo de danza pero, como se demora, nos dirigimos a una terraza cercana a tomar una cerveza mientras nos deleita un grupo de música tradicional.

Salimos del recinto amurallado por la puerta Pakhalavan Darvaza, que nos conduce a Dishon Qala, la ciudad moderna o exterior, un lugar mucho más auténtico, pues es donde vive y compra la población local, pues en el centro histórico solo hay comercios de hostelería, artesanía y recuerdos, así que pasamos un buen rato recorriendo el mercado, deteniéndonos en los puestos de frutas, verduras y hortalizas (¡qué buenos son los tomates!) y fotografiando a una jovencita que prepara un helado y a los orgullosos carniceros.

Pese a ser un lugar impresionante, en Xiva casi no hay turismo extranjero, pero si muchos turistas nacionales, así que las últimas fotos están dedicadas al pueblo uzbeko. Curiosamente no vimos a casi ninguna mujer vestida de negro ni con la cara tapada, algo habitual en otros países musulmanes. Esta es la moda femenina de Uzbekistán. También fotografié a un grupo de niños y a un par de familias, primero con su móvil y luego con mi cámara. Eso sí, la última foto he querido dedicarla a la simpática niña que la noche anterior nos guió hasta las proximidades de nuestro hotel, iluminando nuestro camino con su teléfono móvil. Es mi agradecimiento al pueblo de Xiva que tan bien nos acogió.

Una apresurada comida en el Hotel Asia Khiva a base del tradicional plov, no muy bueno por cierto, y de nuevo a la furgoneta que nos traslada al aeropuerto de Urgench. Dos horas de vuelo en un avión de hélice de Uzbekistán Airways (estaba previsto un Airbus 320) y estaremos en la capital del país, Tashkent. El viaje continúa. Próximo destino: Kazajistán.

CUENCA, paraíso natural

Continúo el relato iniciado la pasada semana, del viaje efectuado del 10 al 17 de junio por las provincias de Teruel y Cuenca. El 13 de junio realizamos el viaje entre ambas capitales, 153 km, buena parte de ellos por la N-420, así que son necesarias unas dos horas para cubrir esa distancia, ya que aquí no hay autovía, aunque se comenta que fue uno de los acuerdos del PSOE con Teruel Existe, para que su parlamentario apoyara la investidura de Pedro Sánchez.

He estado en varias ocasiones en Cuenca, pero casi siempre he hecho lo mismo, recorrer la ciudad y desplazarme hasta la Ciudad Encantada, añadiendo en el último viaje, en 2009, el nacimiento del río Cuervo. Es por ello que en esta ocasión, en la que pasaremos cuatro noches, vamos a dar más tiempo a la naturaleza, que ha sido generosa con esta provincia. Nos alojamos en el Parador de Turismo, magníficamente ubicado en la Hoz del Huécar, aunque no comenzamos con buen pie, ya que el puente de San Pablo que lo une con el casco viejo estaba cerrado, debido a un norme desprendimiento bajo las Casas Colgadas, así que en lugar de ir a comer a los bares de la plaza de la Catedral, mientras esperábamos a que nos dieran la habitación, optamos por un sandwich y una hamburguesa en el Parador. De esta forma evitamos un trayecto de ida y vuelta con una gran pendiente, bajo un sol de justicia.

Desde el Parador, antiguo convento de San Pablo en el siglo XVI, se tiene la mejor vista posible de la ciudad amurallada de Cuenca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996, pues enfrente tenemos la Hoz del Huécar a la que se asoman las Casas Colgadas, el puente de San Pablo, la Catedral y la iglesia de San Pedro. Luego gozaremos de otras magníficas vistas, con el Parador como protagonista, desde el claustro de la Catedral y desde el mirador del kiosko del castillo. Para mí es la mejor vista de la Hoz del Huecar, por lo que todos los días subimos a este punto. El último día caminamos por el fondo de la otra hoz, la del Júcar, hasta la presa de Las Grajas, por la que se puede realizar un recorrido circular de 7 km por el sendero SL-CU-11. Una forma de comenzar y terminar el viaje con fuerza.

Pasadas las 4 de la tarde, con un intenso calor, empezamos nuestro recorrido por Cuenca, a la que sólo vamos a dedicar esta tarde. Para ello descendemos al fondo de la Hoz del Húecar y subimos al casco antiguo por la “directísima”, la empinada cuesta de la calle San Martín. Un rápido café en una terraza de la Plaza Mayor, junto al Ayuntamiento y nos dirigimos a la Catedral (5€ la entrada), pues los domingos cierra a las 6 de la tarde. Aquí entramos con buen pie, pues nos recibe un donostiarra forofo del Athletic. La Catedral se comenzó a construir en el siglo XII y representa uno de los primeros ejemplos del gótico en España. Merece la pena una detenida visita a su interior, que parece un museo.

Dedicamos el resto de la tarde a recorrer el casco antiguo comenzando por una pintoresca calle, la Ronda Julián Romero, que sube desde la zona de la Catedral hasta el convento de las Carmelitas. Enseguida llegamos al Arco Bezudo, abierto en la muralla y, un poco más arriba, al mirador del kiosko del castillo, donde iniciamos el descenso pasando frente a la iglesia de San Pedro hasta el Ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor. Cuenta la ciudad con otras muchas iglesias, edificios, esculturas urbanas y tradicionales comercios y bares de interés, aunque nuestra última cita es en la Torre de Mangana, que ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia. Luego tenemos otra buena subida hasta el Parador.

El 14 de junio tuvimos un día muy intenso, comenzando la actividad con un recorrido circular a pie, de unos 3 km y algo más de una hora de duración, por un lugar que siempre que voy a Cuenca visito, la Ciudad Encantada (entrada 5€). La ruta está perfectamente indicada con balizas de color turquesa en el camino de ida y otras de color rosa en el de vuelta, pudiendo contemplar diferentes formaciones rocosas a las que se han dado nombres de animales y objetos, con paneles que los describen. Su emblema es el Tormo Alto, el primero que aparece en el collage.

Decía que la jornada fue intensa, pues antes de llegar a la Ciudad Encantada repetí visita al Ventano del Diablo, un espectacular mirador natural excavado en la roca, sobre el cañón del río Júcar. Bordeamos el embalse de la Toba y nos dirigimos a la tercera visita, que también repetía, para lo que por un momento volvimos a la provincia de Teruel. Se trata del nacimiento del río Tajo. Junto al lugar en el que brota el agua, se ha levantado un grupo escultórico con una enorme estatua que representa al río, el mapa por donde discurre y los símbolos de las provincias de Teruel (el toro), Guadalajara (el caballero) y Cuenca (el cáliz). El cuarto lugar a visitar tiene dos lugares de interés, el nacimiento del río Júcar y su primer salto de agua, la hermosa cascada del Molino de la Chorrera, a la que se accede por un sendero muy bien acondicionado.

Comemos el bocadillo en un área de pic-nic mientras contemplamos la cascada, pasamos por Tragacete y nos dirigimos hacia el nacimiento del río Cuervo, el tercero que veremos en esta jornada. El entorno está muy bien preparado, con un sendero que a veces cuenta con pasarelas de madera y escaleras. El recorrido circular de tan sólo 1,5 km nos permite acercarnos enseguida ala zona de las cascadas, ahora convertidas en chorreaderos con poco agua. Pese a todo es un lugar lleno de encanto. Caminando en torno a las aguas cristalinas del río, tenemos que subir hasta los 1490 metros de altitud en los que se encuentra el nacimiento, brotando el agua bajo una roca. El lugar merece realmente la pena.

La jornada todavía no ha concluido, pues tenemos el tramo más largo de coche hasta nuestro siguiente destino (casi 75 km), situado cerca de Villalba de la Sierra, población que dista tan sólo 23 km de Cuenca. Se trata de los Callejones de las Majadas, enclave natural situado a 3 km del pueblo del que toma su nombre. Es lo más parecido a la Ciudad Encantada, pero en versión gratuita y más salvaje. Lo ideal es recorrer la Senda de los Callejones, recorrido circular de 3,6 km, balizado con 89 postes indicadores. No lo pudimos realizar completo, pues la tormenta se nos echaba encima, así que optamos por regresar a Cuenca tras una intensa jornada en la que visitamos siete lugares y realizamos 250 km en coche.

Tras la paliza del día anterior, el 15 de junio nos lo tomamos con mucha tranquilidad, desplazándonos 88 km hasta el embalse de Buendía para realizar la original Ruta de las Caras. En un sencillo recorrido de poco más de 2 km, existen tres zonas en las que distintos autores han tallado 18 esculturas en la piedra arenisca de la zona, muchas de ellas de caras. Las primeras fueron realizadas en 1992 por los artistas Eulogio Reguillo y Jorge Maldonado. Para tomar fotos es mejor ir por la tarde. Hace mucho calor, así que regresamos al pueblo de Buendía a tomar algo fresco y recorrer sus lugares de interés, como la iglesia de la Asunción, la Plaza Mayor porticada en la que se encuentra el Ayuntamiento y una puerta de la antigua muralla. Como la temperatura ha subido hasta los 32 grados, hace mucho bochorno y puede haber tormenta, decidimos tomarnos la tarde de descanso sin salir del Parador, aunque antes subimos hasta el mirador del Castillo, con la Hoz del Huécar a nuestros pies, para comer una deliciosa y enorme ensalada y una sepia a la plancha en el Mesón El Torreón.

Cuando el primer día estuvimos en la Oficina de Turismo situada junto al Ayuntamiento de Cuenca, las personas de al lado estaban pidiendo información sobre dos lugares de los que no habíamos oído hablar, así que al día siguiente volvimos para enterarnos mejor y preparar un buen plan para la última jornada conquense, cercano a la capital. El primer lugar son las Torcas de Palancares y Tierra Muerta, grupo de 22 torcas, depresiones del terreno provocadas por el hundimiento de techos de caverna, que se pueden recorrer por senderos balizados. La más hermosa es la del Lobo. Separada del grupo tenemos otra muy interesante, la de la Novia. Parte en coche y parte a pie, nos acercamos a dos pinos singulares, el Candelabro y el Abuelo. Bajo el castillo del Buen Suceso se encuentra el pueblo de Cañada del Hoyo, en cuyas proximidades se encuentra un grupo de lagunas que toman su nombre. A tres de ellas se puede acceder por un cómodo y corto sendero. Son las lagunas de la Gitana y del Tejo y el lagunillo del Tejo. Muy cerca hay otras cuatro, pero se encuentran en el interior de la finca 7 Leguas, que estaba cerrada, pudiendo desde fuera acceder, tras media hora de marcha, a una de ellas, la laguna Llana.

Comimos el bocadillo en una de las mesas próximas a la laguna de la Gitana y regresamos a Cuenca para recorrer por la tarde parte del sendero de la Hoz del Júcar y concluir esta escapada contemplando la Hoz del Huécar, el Parador y la Catedral, desde el mirador del Castillo, tras comer un helado en El Torreón. El 17 de junio tuvimos 564 km, todos por autovía, para regresar a casa. Eso si, con varios chaparrones por el camino. Ya estoy preparando la próxima escapada, también peninsular.

Teruel existe!!!!

Del 10 al 17 de junio hemos vuelto a recorrer parte de las provincias de Teruel y Cuenca a las que hace tiempo que no íbamos. De hecho, a la capital de Teruel no viajaba desde abril de 2011y a la de Cuenca, desde agosto de 2009. Como todavía no estoy muy animado a viajar a destinos lejanos, ha sido una buena ocasión para volver, repetir lugares y conocer otros nuevos. El primer destino ha sido Teruel, ciudad en la que he recogido una queja, la de la Sanidad, pues para muchos especialistas tienen que desplazarse a Pamplona, Zaragoza o Valencia. Como nunca llueve a gusto de todos, los taxistas tienen un buen negocio sin depender del turismo. Y luego los políticos hablan de “la España vaciada”, pero no ponen remedio.

Por tranquilidad he repetido alojamiento en Paradores que, a diferencia del pasado año, con la oferta de primavera estaban muy asequibles. Hemos pasado 8 días pendientes de las tormentas, que hemos conseguido esquivar, así que antes de llegar al Parador de Teruel, sobre el que caía un buen chaparrón, nos detuvimos en un curioso lugar sobre el que ya había descargado la tormenta, el aeropuerto de Teruel, convertido probablemente en el mayor aparcamiento de aviones de todo el mundo. El negocio genera muchos puestos de trabajo y va bien, pues lo están ampliando.

484 km separan Leioa del Parador de Teruel, así que una vez instalados pedimos un taxi que nos lleve al centro, pues andamos justos de tiempo ya que para las 16:30h tenemos reservada la visita guiada al Mausoleo de los Amantes, la iglesia de San Pedro, el claustro y la subida a la torre, todo en el mismo recinto, que se efectúa llamando al teléfono 978 61 83 98. El precio es de 10 € y el horario, todos los días de 10:00h a 14:00h y de 16:00h a 20:00h. Además de poder contemplar algo tan emblemático como es el Mausoleo de los Amantes de Teruel, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, la entrada completa incluye la iglesia de San Pedro, excelente ejemplo del mudéjar aragonés del siglo XIV, contemplar el retablo mayor y el claustro y, finalmente, subir a lo alto de la torre de 25 metros de altura, del siglo XIII, la más antigua de las torres mudéjares turolenses.

La arquitectura mudéjar de Aragón forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1986. Ya hemos visto una de estas joyas, la iglesia de San Pedro, así que, aunque sea por fuera, nos disponemos a contemplar los otros tres edificios que en Teruel forman parte de esta selecta lista, comenzando por la Catedral de Santa María de Mediavilla, en la que destaca la torre mudéjar de 1257. De allí nos dirigimos a la Torre de San Martín, de 1316, y a la Torre de la iglesia del Salvador, del siglo XIV, donde recibí una agradable sorpresa pues, en el balcón de una vivienda casi anexa, tenían una bandera del Athletic. También nos acercamos al Portal de Daroca, perteneciente a la antigua muralla.

Concluida la visita a lo más interesante de Teruel, nos dirigimos a su centro emblemático a tomar un helado en una terraza, pues la tarde está muy bochornosa. Se trata de la plaza del Torico, en la que las terrazas se encuentran a tope de gente, sucediendo lo mismo en las calles adyacentes. Aprovechamos para contemplar el otro emblema de la ciudad, la Fuente del Torico, coronada por la imagen de un pequeño toro y cuatro cabezas de toro escupiendo agua. En la plaza está también la monumental Casa El Torico, de 1912, de donde nos desplazamos a otros interesantes lugares como el Ayuntamiento, el Palacio de la Comunidad y los situados en torno a la plaza de San Martín. En taxi regresamos al Parador, salvándonos por los pelos de otro chaparrón.

Debido a la previsión de tormentas, el 11 de junio tenemos que cambiar de planes, sustituyendo la sierra de Albarracín por la de Gúdar. Nuestro primer destino es la estación de esquí de Aramón Valdelinares, de donde nos desplazamos al collado de la Gitana, que identificamos por una cruz, punto de partida para subir al techo de la provincia de Teruel, el monte Peñarroya (2028 m). A partir del collado de la Imagen no hay una sola indicación, así que tenemos que subir casi trepando por el pinar hasta llegar a la cima. No es de extrañar que en lo alto haya dos miradores, pues descubrimos que podríamos haber llegado en coche por una pista. También descubrimos por casualidad un casi escondido sendero que nos facilita el descenso con más comodidad, realizando la ida y vuelta en hora y media. Nos acercamos a tomar un vino a Valdelinares, el municipio español situado a mayor altitud (1692 m). En nuestro descenso descubrimos el Área Pino del Escobón (1340 m), donde aprovechamos para comer el bocadillo, deteniéndonos luego un par de veces para fotografiar un coqueto pueblo, Linares de Mora.

En Rubielos de Mora comienza la parte cultural del día, pues está considerado uno de los más bonitos pueblos de España. La verdad es que nos ha encantado. De las siete antiguas entradas al recinto amurallado, sólo se conservan dos, el Portal del Carmen, por el que accedemos, y de San Antonio, en el que concluimos la visita. Nada más entrar al recinto amurallado nos encontramos ante el convento del Carmen y el Hotel de la Villa, entre los que se encuentra el Monumento al Toro Embolado, obra del escultor rubielano Gonzalvo Vives. Nuestro paseo monumental continúa entre imponentes edificios, que en su mayoría parecen casas solariegas o palacios, destacando también la iglesia de Santa María la Mayor, la Casa Consistorial, renacentista del siglo XVI, y la antigua Lonja del pueblo, junto a la que tomamos el café.

La siguiente cita la tenemos a sólo 13 km, en Mora de Rubielos, capital de la comarca Gúdar-Javalambre, en la que llama la atención la grandiosidad del Castillo Palacio de los Fernández de Heredia, uno de los mejor conservados de Aragón, en el que la parte más antigua data del siglo XII y corresponde al estilo románico. Otro monumental edificio es la Ex-Colegiata de Santa María, templo gótico del siglo XV. Junto a su portada se encuentra el bar El Escalón, lleno de sabor tradicional en el que tomamos otro café y, a un paso, el Portal de Cabra, abierto en la muralla. También me ha gustado el Ayuntamiento, de estilo herreriano de la primera mitad del siglo XVII. No ha estado nada mal este segundo día, en el que hemos visto muchos campos de amapolas, esquivado las tormentas y recorrido 165 km.

Iniciamos una nueva jornada con una buena previsión meteorológica, así que optamos por la zona de Albarracín, deteniéndonos en primer lugar en un sitio del que nunca había oído hablar, el Mirador de las Tajadas. Descendiendo al barranco del mismo nombre, accedemos a un lugar lleno de encanto, los Pinares de Rodeno, por el que hay varios senderos balizados, uno de los cuales lleva a los abrigos del Huerto y la Parideras, donde podemos contemplar varios dibujos del arte rupestre levantino. Nuestro destino es el pueblo de El Vallecillo, pero poco antes de llegar nos detenemos para contemplar la hermosa cascada del Molino de San Pedro, por la que se precipita el río Cabriel, a cuyo nacimiento iremos a continuación, accediendo por una pista hasta los “Ojos del Cabriel”, donde el río empieza a tomar un caudal más visible. Un breve paseo nos permite acercarnos a la cascada del Molino de la Herrería, en la que el río se precipita por primera vez.

Volvemos a los Pinares de Rodeno, pero en esta ocasión a la zona situada a 4 km de Albarracín, junto al Centro de Información de los abrigos del Navazo, donde existen mesas y zona de asadores. Es un buen sitio para comer el bocadillo, aunque como es sábado, la zona está muy concurrida. Sin embargo, en Albarracín vemos menos gente por la tarde, así que disfrutamos caminado por sus empinadas calles que recorren el recinto amurallado, subiendo primero hasta la Plaza Mayor y luego hasta la Catedral de El Salvador, desde cuyo entorno se tiene una magnífica vista del centro histórico perteneciente a uno de los pueblos más bonitos de España y, desde luego para mí, el más hermoso de la provincia de Teruel. El aparcamiento es de pago, pero nos da tiempo para tomar un café mientras recuerdo nuestra última estancia en esta población, en invierno con 8 grados bajo cero, cuando casi hacían falta los crampones para caminar por sus calles.

Hemos dejado para el final una visita que no teníamos prevista y que no pudimos realizar el día anterior debido a la tormenta. Se trata de un lugar del que nunca había oído hablar y de cuya existencia supimos el día anterior gracias a que mi mujer se lo oyó comentar a un señor en la terraza del bar en Mora de Rubielos. Se trata del Castillo Peracense, uno de los castillos más originales y mejor conservados de Aragón, así como uno de los monumentos de mayor interés patrimonial y paisajístico de Teruel. Situado en el municipio del mismo nombre, es una fortaleza construida entre los siglos XII y XIV, cuya visita merece realmente, especialmente por la tarde, debido a los tonos que toma con el sol del atardecer. A partir de julio abre a diario de 10:30 a 14:00 y de 16:00 a 21:00 horas. La entrada cuesta 3,50€. Con esta visita concluye nuestra apresurada visita a Teruel, tras recorrer hoy 220 km.

El 13 de junio abandonamos Teruel con destino a Cuenca, donde pasamos las cuatro siguientes noches. Tenemos por delante 153 km, pero aquí no hay autovía. De lo visitado en esa provincia os espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

La vuelta a Irlanda (y 3): De Derry a Dublín

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en Derry, la segunda ciudad más poblada de Irlanda del Norte.

15 de junio. Le hemos pedido a la encargada del Amore Bed & Breakfast que nos recomiende un lugar para pasar la mañana y nos propone ir al extremo norte de la isla, regresando a territorio irlandés. Se trata de Malin Head (Cionn Mhálanna), un cabo que marca el punto  más septentrional de la isla de Irlanda, un lugar lleno de encanto situado a tan sólo 52 km de Derry, al que llegamos bordeando el fiordo Lough Swilly, contemplando hermosas vistas y numerosas ovejas pastando. Previamente visitamos un lugar que nos quedó pendiente el día anterior, Grianán Ailigh, un fuerte circular de piedra que se cree que fue construido entre los siglos VI-VII, situado a un paso de Irlanda del Norte.

El 15 de junio nos desplazamos de Derry a Belfast efectuando varias paradas por el camino, siendo la primera cuando llevamos 45 km, al ver una cascada al borde de la carretera y poco más adelante en la gran playa Benone Beach, desde donde se contempla nuestro siguiente destino, Downhill Demesne, una enorme finca que cuenta con los restos de una mansión de finales del siglo XVIII y un coqueto edificio levantado sobre el acantilado, el Mussenden Temple. 20 km más adelante nos detenemos para contemplar las ruinas del Dunduce Castle, construido al borde del acantilado en el siglo XIV.

Enseguida llegamos a la siguiente cita, que también la tenía marcada en rojo en nuestro programa, pues era de las cosas que más ganas tenía de conocer. Se trata de La Calzada del Gigante (The Giant’s Causeway), declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a la que se accede previo pago de 8,50 libras. Se ha convertido en una máquina de hacer dinero, pues es un lugar muy concurrido, fruto de colisiones volcánicas que ardieron y después se enfriaron hace 60 millones de años. La lava se ha convertido en 40.000 columnas de basalto. Disfrutamos del lugar con tranquilidad, renunciando a más visitas este día, conformándonos con ver en la distancia Carrick-a-Rede Bridge, un acantilado y un puente que lo une con un islote. La entrada cuesta 13 libras. Como comenté al principio, aquí nada es barato.

La dos siguientes noches las pasamos en Belfast, en el Balmoral Hotel ***. Por primera vez en diez días no voy a tener que conducir, pues vamos a dedicar toda la jornada a recorrer la ciudad más poblada de Irlanda del Norte, desplazándonos en el autobús urbano hasta la enorme mole que es el Ayuntamiento, donde iniciamos nuestro recorrido a pie hasta la gran atracción de la ciudad, el Museo Titanic, en recuerdo del trasatlántico construido en esta ciudad. Al lado se encuentra el barco de vapor SS Nomadic, botado en 1911 y, muy cerca, “The Big Fish”, figura de cerámica de un pez, de 10 metros. También llama nuestra atención la escultura Beacon of Hope y el Albert Clock, la Torre del Reloj local.

Visto lo que nos parecía más interesante, caminamos ahora sin rumbo fijo y nos topamos con Commercial Court, una callejuela escondida, ahora casi sin vida, pero que constituye el corazón del Belfast nocturno, además de ser un excelente lugar para ver arte urbano. Pasamos ante St Anne’s Catedral y nos volvemos a detener, casi por casualidad, en la Queen’s University, en la que realizan un reportaje fotográfico. Estamos llegando a la zona de la Ópera, cuando empieza a llover. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para entrar en uno de los pubs. La gente se toma una cerveza mientras contempla uno de los partidos de la Eurocopa, en la que participan las dos Irlandas, Inglaterra y Gales.

No nos podemos quejar del tiempo que hemos tenido durante el viaje, pues aunque ha llovido casi todos los días, en los momentos clave la lluvia nos ha respetado, pero no ha sido así en la tarde pasada en Belfast, que hemos reservado para recorrer la zona de “The Murals” entre chaparrón y chaparrón. Recuerda la época de violencia del conflicto entre protestantes y católicos, en la que se levantaron muros para dividir los barrios, convertidos en la actualidad, junto a muchas fachadas de casas, en murales que dan fe de los sucedido, principalmente en las calles Shankill road, Falls road y Divis street.

Debo decir que las carreteras han mejorado mucho desde que estamos en Irlanda del Norte y el último día realizamos casi todo el viaje por autopista, así que los 232 km previstos para hoy me saben a poco. Nos dirigimos en primer lugar a Cranfield Point (84 km), el punto más meridional de Irlanda del Norte, ubicado en la desembocadura de Carlingford Lough, una especie de fiordo de cuyas aguas emerge majestuoso el Haulbowline Lighthouse, faro de 34 metros de altura inaugurado en 1824. Muy cerca nos volvemos a detener atraídos por un buen grupo de ciervos que hay en Ballyedmond castle.

La visita importante de la jornada la tenemos a unos 50 km antes de Dublín. Se trata de Brú na Bóinne, que significa Palacio del Boyne, uno de los dos lugares existentes en Irlanda que forman parte del Patrimonio de La Humanidad de la UNESCO, que presume de ser la mayor colección de arte megalítico en Europa Occidental. Comprende tres yacimientos, aunque se visita sólo dos, a los que hay que desplazarse en minibús desde el centro de visitantes. Se trata de Knowth y Newgrange, el más conocido, un túmulo de 80 metros de diámetro y 13 de altura, que tiene en su interior una tumba de corredor neolítica.

Al final nos ha pillado el toro y tengo que poner el coche a más de 100 km/h para regresar a Dublín, eso sí, por autopista, pues tenemos que ir hasta el Campus de la Dublin City University, donde pasaremos las tres últimas noches del viaje, para dejar los equipajes y desplazarnos luego al cercano aeropuerto para devolver el coche antes de las 19:00 h. En Dublín no lo vamos a necesitar. Por cierto, por una habitación espartana con baño en una especie de residencia de estudiantes, con desayuno incluido, pagamos 100 € la noche. En el centro todo era mucho más caro. Como requiere más espacio, he dejado Dublín para una próxima entrega, pero os dejo un avance en imágenes.

20 de junio. El viaje toca s su fin. Hemos disfrutado mucho en estos 15 días, que nos han sabido a poco. A las 13:10 tiene prevista la salida el vuelo EI748 de Aer Lingus, con destino al aeropuerto de Bilbao. Siempre cojo pasillo, pero el vuelo va bastante vacío y poco antes de aterrizar puedo acercarme a la ventanilla y contemplar la rara maniobra que me parece que realiza el avión, pues ante mis ojos van apareciendo sucesivamente Lekeitio, Ondarroa, Mutriku y Deba (de oeste a este), antes de enfilar hacia el Duranguesado y el Txorierri.

Importante: En parte de la autopista de circunvalación M50 que rodea Dublín funciona un sistema de peaje sin barreras. En vez de pagarlo en una cabina, el sistema registra el paso fotografiando la matrícula del vehículo, disponiendo hasta las 20:00 h del día siguiente para efectuar el pago en kioskos y otros locales autorizados.

La vuelta a Irlanda (2): De Killarney a Derry

Continúo el relato del viaje a Irlanda realizado del 6 al 20 de junio de 2016, que dejaba la pasada semana en el monasterio agustino de Adare. Para hoy tenemos 275 km hasta Galway. Cuando llevamos recorridos casi la mitad, volvemos a realizar una nueva parada, larga en esta ocasión, para visitar el Bunratty Folk Park y el castillo del mismo nombre, construido en 1425, que forma parte del mismo recinto al que se accede previo pago de una entrada que cuesta 15,25 €. El castillo está muy bien restaurado y su interior ha sido amueblado con tapices y objetos de los siglos XIV a XVII. El parque folklórico de Bunratty es la reproducción de un pueblo campesino del siglo XIX, que cuenta con iglesia, escuela, tiendas, pub, un molino hidráulico y varias granjas. También vimos a algunos de sus habitantes.

65 km después volvemos a realizar otra larga parada en los Acantilados de Moher (Cliffs of Moher / Aillte an Mhothair), que se elevan 120 metros sobre el océano Atlántico y se extienden a lo largo de 8 kilómetros hasta alcanzar una altura de 214 metros. En mi opinión son los acantilados más hermosos que hemos visto en el viaje. La entrada cuesta 10 € y se accede por el centro de visitantes, de donde parte una red de senderos de unos 750 metros, que nos permiten recorrer el acantilado y subir hasta la Torre de O’Brien (O’Brien’s Tower), convertida en un excelente mirador.

El día está resultando muy completo y todavía nos quedan tres paradas antes de llegar a Galway, siendo la primera en Kilfenora (Cill Fhionnúrach), conocida como la “ciudad de las cruces”, por las cinco cruces celtas que se conservan, siendo la más importante la Doorty’s Cross, coronada por un Cristo vestido de obispo. De allí nos dirigimos al dolmen de Poulnabrone (Poll na mBrón, «agujero de penas»), cuya antigüedad se sitúa entre los años 4200 y 2900 aC. La última parada fue cerca de Kinvara, en Dunguaire Castle, del siglo XVI, que presume de ser el castillo más fotografiado de Irlanda.

Estamos en la costa oeste de Irlanda, a la altura de Dublín, en la ciudad de Galway (Gaillimh), en la que iniciamos una nueva fase del viaje, pues a partir de ahora pasaremos dos noches en el mismo alojamiento, en este caso el confortable Kilbree House B&B ****. Aunque hasta la tarde del 12 de junio no la dedicamos a recorrer la ciudad, os comento que tiene mucho ambiente y numerosos pubs. En uno de ellos escuchamos música en directo. Atravesada por el río Corrib, cuenta con notables edificios como la Catedral, el Lynch’s Castle y el Spanish Arch, que recuerda a los barcos españoles que llegaban a este puerto en los siglos XV y XVI.

Para el 12 de junio, antes de visitar Galway, tenemos una intensa jornada en la que tenemos previsto recorrer 175 km, comenzando por el Parque Nacional de Connemara (Páirc Naisiúnta Chonamara), uno de los seis con que cuenta Irlanda, en el que llaman nuestra atención los lagos, las ovejas con cuernos y la escultura del Gigante de Connemara. La siguiente cita la tenemos a 20 km, en la Kylemore Abbey (Mainistir na Coille Móire), convento de monjas benedictinas fundado en 1920 sobre la base del castillo de Kylemore. Merece la pena visitar su interior y el parque que la rodea, donde vemos una pequeña Catedral neogótica y la curiosa escultura de una mano.

Continuamos 31 km hasta el lago Loch Na Foie (Loch na Fuaiche), circulando por una carretera muy estrecha, como podéis ver en la foto, algo a lo que ya me he acostumbrado. 20 km después tenemos otra interesante visita a la población de Cong (Conga), antigua capital de la región de Connemara, famosa por las películas “La chica del millón de dólares” y sobre todo “El hombre tranquilo”, en la que John Wayne corteja a la pelirroja Maureen O’Hara, escena que se recuerda con una escultura. Merece la pena visitar Cong Abbey, iglesia del siglo VII que ha sufrido distintas reconstrucciones a lo largo de su historia, para luego caminar por el parque y a orillas del río, ambos lugares muy relajantes.

Antes de regresar a Galway, a 2 km tenemos una visita obligada. Se trata del Castillo de Ashford, situado a orillas del lago Corrib y originario del siglo XIII, aunque reconstruido y ampliado en 1852 por Benjamin Guinness. El castillo es actualmente un hotel de cinco estrellas (950 € dos noches para estas fechas), al que dudábamos que nos dejaran acercarnos los guardas, pero por su parte trasera conseguimos infiltrarnos incluso en su interior. La película “The Quiet Man”, fue rodada en Ashford, apareciendo en ella muchas partes del castillo y de la vecina localidad Cong.

Menos mal que ya me he acostumbrado a conducir por la izquierda, pues el 13 de junio tenemos 390 km hasta Derry, así que en la ruta sólo visitaremos dos lugares, comenzando con la Glencar Waterfall (Ghleann an Chairthe), cuando llevamos 150 km de viaje. Procuro poner la denominación inglesa e irlandesa, para facilitar la búsqueda. Tan sólo tenemos que caminar unos 5 minutos para llegar a esta cascada de 15 metros de caída. Cuando llevamos recorridos 265 km y estamos en el noroeste de la isla, en el condado de Donegal, nos volvemos a detener para recorrer Slieve League (Sliabh Liag), unos acantilados bastante desconocidos, pese a ser los más altos de Irlanda y dicen que los segundos de mundo, pues superan los 600 metros de altura, es decir tres veces los famosos acantilados de Moher.

Con tiempo justo para buscar restaurante para cenar llegamos a Derry, donde pasaremos dos noches en el Amore Bed & Breakfast ***, como siempre con desayuno inglés incluido. No hemos percibido ni rastro de la antigua frontera pues, aunque todavía no lo he dicho, estamos en Irlanda del Norte. Aunque Derry no lo visitamos hasta el día siguiente por la tarde, os comento que los británicos le llaman Londonderry. La ciudad se sitúa a orillas del río Foyle, atravesado por el puente de la Paz y al que se asoma el edificio que más me gustó, el Ayuntamiento (Guildhall). Cuenta con notables edificios y esculturas urbanas, pero me quedé con la imagen de las señales con prohibiciones y multas, como la zona libre de alcohol, en la que te pueden multar con hasta 500 libras si infringes la norma.

Como ya he comentado con anterioridad, las ciudades no nos interesaban demasiado, pero en Derry queríamos conocer la historia del conflicto entre católicos y protestantes, que todavía viven en barrios separados. El barrio más conocido de la ciudad es el de Bogside, donde ocurrieron los hechos del Bloody Sunday. Es un barrio católico donde comienza lo que los irlandeses católicos llaman el Free Derry, porque está libre de británicos. Da un poco de morbo e impacta a la vez recorrer Free Derry, por la crudeza de algunos de sus numerosos murales que me entretuve en fotografiar. Son conocidos como «The Murals«.

Hemos llegado ya al norte de la isla, pero todavía nos queda por delante una semana de viaje, de la que os hablaré en la próxima entrega. El viaje continúa.