No, «hablar» no es lo que nos molesta

Según El Diario, Antonio Garamendi “ha pedido ‘no hablar de ricos y pobres’, en referencia al Gobierno, ya que son planteamientos ‘preocupantes’, en opinión del líder de la patronal CEOE, que dividen y radicalizan a la sociedad”. En realidad, hablar de ellos no nos radicaliza: llevamos años hablando de Bill Gates y no han llovido ordenadores desde las ventanas. Lo que hace que la sangre hierva es que los ricos se beneficien de nuestra pobreza con tanto descaro, que ganen más dinero cuando peor lo pasamos y que se sientan tan impunes que, además, hagan ostentación de sus millones. Eso sí que nos radicaliza.

Un ejemplo

Es tal la impunidad con la que actúan y son beneficiados los ricos que solo tardamos unos segundos en encontrar un ejemplo en El Confidencial: “El fin del impuesto del patrimonio en Andalucía ha disparado el interés inversor en los pisos turísticos en la comunidad, según afirma Carlos Pérez-Lanzac, presidente de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía”. Todo va bien para quien más tiene. Y el resto nos conformaremos con contratar en Airbnb una semana de vacaciones a mil euros más gastos (en el Mercadona). Y sí, las bajadas impositivas benefician a quienes pueden comprar pisos turísticos.

Nazis pero frikis

A quien lleva años reivindicando un día nacional casposo, basado en un falso descubrimiento y una blanqueada invasión, sacando hasta a la cabra de la legión a pasear, no le puede sorprender que la fachada lo celebre. Y este año, ya sin medidas contra la pandemia, ha sido abiertamente apoyado por la extrema derecha: “Democracia Nacional ha protagonizado una manifestación con autorización legal en Barcelona, donde se han exhibido esvásticas. En Madrid, militantes franquistas grabaron y difundieron los abucheos contra Pedro Sánchez” (Público). Manifestaciones nazis y, por lo que hemos visto en fotos y vídeos, también frikis.

Hablando de fachas…

El relato de Anna Romandash en El Independiente sobre la situación en Zaporiya es estremecedor. No se fija tanto en los avances rusos y en la contabilidad de las víctimas ucranianas, la periodista pone el acento en los sentimientos, de rabia, impotencia y ganas de venganza, de la ciudadanía que se ha visto ocupada por la fuerza y, ahora, masacrada por los misiles rusos. ¿Qué podemos esperar? ¿Una resistencia pacífica? ¿Una aceptación y adaptación a las autoridades rusas (idioma, inlcuido)? ¿Nos parece mal las ganas de empuñar un fusil que han sido despertadas por la invasión rusa?

Justifícame esto

Las y los equidistantes y quienes justifican a Rusia usando sin rubor su argumentario (y vemos ejemplos casi a diario) forman una banda asquerosa. Sus piruetas y su retórica nos resultan más mareantes cada día que pasa. Y su silencio, cada vez más pesado: ¿quién puede justificar este chantaje de Rusia sobre Europa: “Gazprom alerta a Europa: ‘En poco tiempo se pueden congelar ciudades enteras’”? ¿Qué maniobra de la OTAN puede explicar eso? ¿Qué discurso en Bruselas ha resultado una ofensa al pueblo ruso para que el Kremlin actúe de esa manera mafiosa con su empresa pública de gas? ¿Cuántas tonterías más tenemos que escuchar?

Qué despiporre

Esta vez no soy necesario, ni siquiera contingente, como en la gran frase de José Luis Cuerda en ‘Amanece, que no es poco’. Esta vez la noticia de El Diario se comenta sola: “La Comunidad de Madrid premia como emprendedor del año a un joven cuya empresa va a ser liquidada. Entrega el primer premio a la innovación ‘Emprendimiento Joven’, dotado con 8.000 euros, a Marco Palacios, fundador de Sideways, ‘el Tesla de las sillas de ruedas’, que en unos días va a ser cerrada y liquidada tras captar medio millón de dólares de capital entre más de 25 inversores” que han perdido toda su inversión. Él, no.

La universidad de la vida es privada

Peter Thiel lo tiene todo: “Cofundador de Paypal y primer invesor externo de Facebook, su fortuna ronda los 7.000 millones de dólares”, según El Blog Salmón, donde también recuerdan que “su acto más cuestionado fue apoyar a Donald Trump durante su presidencia”. Pero no el único: su fundación, Thiel Fellowship, “paga 100.000 dólares para que alumnos brillantes para que abandonen la universidad”. “Su argumento es puramente anti-establishment: la universidad no sirve en el mundo moderno”, los resultados, curiosamente, le avalan en parte: 14 beneficiarios son millonarios de las más de 200 becas que ha concedido.

Y la de los que mandan, también

Si algo nos ha enseñado la polémica sobre los insultos machistas que los chicos de un colegio mayor de Madrid lanzaron a sus compañeras, además de que en un sustrato socioeconómico ellas son capaces de justificar más el machismo (y para mí lo verdaderamente horroroso es eso), es que el elitismo de rancio abolengo (más rancio que otra cosa) sigue existiendo. “Los alumnos del colegio mayor en el que se profirieron insultos machistas serán castigados presidiendo empresas del IBEX-35”, titulaban en el satírico El Mundo Today. Pero como en las mejores bromas, lo peor es que tiene una parte de verdad.

¿Qué ha comprado Elon Musk?

Me ha gustado la pregunta que han lanzado al vuelo en Vozpópuli: ¿qué ha comprado exactamente Elon Musk por 44.000 millones si la rentabilidad de Twitter es, cuando menos, discutible? “Quiere utilizar Twitter para impulsar la red social que él mismo tiene en mente crear, y que se llamará X.com”, responden en el mismo digital. “Si Twitter se ciñe a las normas de certificación que propone Elon Musk, no sería de extrañar que, pasado un tiempo, acabase desapareciendo, difuminada por X.com. Todo está por ver, pero lo que es cierto es que tiene en la mano desviar los 345 millones de cuentas a su futuro proyecto en redes sociales”.

Se acabó

Además de una canción de María Jiménez y de una frase que se convierte en recurrente cuando te conviertes en aita o ama, “se acabó” es la sentencia que apaga lo que ha sido poco más de un fogonazo: quien lo usaba se ha acostumbrado rápidamente a pedir ropa en casa por Internet para luego devolver lo que no le gustaba. Un gasto de recursos poco justificable que, por suerte (sí, es por suerte), toca a su fin: marcas como Inditex o El Corte Inglés “ya han comenzado a cobrar a los usuarios que quieran llevar a cabo una devolución a través de Internet” (ADSL Zone), lo que les beneficia económicamente y al resto, esta vez, también.

Correcto

En El Diario han publicado quién heredó y por qué fueron concedidos los marquesados y ducados que, por fin, “la Ley de Memoria Democrática suprimirá”. En total son “33 títulos nobiliarios otorgados por Franco entre 1948 y 1978 y hoy en posesión de sus descendientes”. Personas como el Duque de Mola, el Marqués de Queipo de Llano, el de San Leonardo de Yagüe, el de Dávila, y muchos otros que fueron premiados por ejecutar miles de vidas, y cuyos descendientes ahora protestan en vez de avergonzarse. Por mí, que sigan por retirarles las fortunas, sean pocas o muchas. Y que se queme de una vez el concepto de “Transición”.

Porque fueron serán

Me parece bien, insisto, que los herederos de aquellos marquesados y ducados pierdan sus títulos. Pero no son ellos los únicos que nos generan problemas desde un estatus social que debemos revisar cada año como revisamos los contratos públicos a empresas que luchan por seguir abiertas un año más. Me hago viejo y cascarrabias, y cada vez me parecen mejores tuits como este: “Los Colegios Mayores, especialmente en grandes capitales de provincias, son la cantera del ISIS nacional-católico español que después acabará hundiendo empresas vía Esade/San Pablo CEU. Una paletada española sin mérito ni provecho a erradicar de raíz”.

No lo olvidemos

Otro tuitero que me gusta especialmente cuando se pone serio como si fuera de casualidad lanzó casi sin querer esto: “La diferencia entre un autónomo y un emprendedor suele ser el cojín de papi”. No hay más. Nunca lo ha habido. Y esto no cambiará. Las y los del cojín están en los colegios mayores de la élite, en casas en las que se respeta a Franco, pero también entre nosotras y nosotros, a veces, hasta disfrazados de anti-establishment. Y nosotras y nosotros, los pobres, tenemos que desenmascararlos. No acaba de convencerme el perfil político de Mónica García, pero sí quiero una camiseta como la que lucía en Twitter: “Tax the rich”.

Sí, podemos

Si la OPEP aprieta lo mejor que podemos hacer es quitarnos el lazo, que no somos perros y sabemos soltar nudos. No soy un iluso pero estoy convencido de que es posible otro modelo energético. ¿Cómo no voy a creerlo si acaban de lanzar un objeto a la órbita por medio de una honda gigante sin gastar combustible fósil? Sí, es posible: la NASA está haciendo pruebas para ver qué aguanta semejante presión (los humanos, no) y, por supuesto, la lanzadera necesita electricidad (y supongo que no una cantidad pequeña), pero no son necesarios los “287.320 litros de combustible para despegar” (Computer Hoy) que gasta el cohete de Elon Musk.

Historia

Hoy hace 27 años y una semana (llevo siete días intentando encontrar un hueco para este párrafo en la columna) que salió a la venta ‘(What’s the Story) Morning Glory?’ de Oasis, con canciones tan perfectas como ‘Wonderwall’ (que usa Guardiola antes de cada partido para recordar a sus jugadores que antes de ellos ya había algo grande en Manchester) o ‘Don’t Look Back in Anger’. Lo recordaba el DJ Jake Rudh en Twitter y me hacía sentir viejo de golpe pero también hizo que me preguntase: ¿lo sabían? ¿Algo les decía a los hermanos Gallagher que estaban escribiendo unas canciones que serían himnos generacionales?

Un día más, Elon Musk

Los ultrarricos son el cáncer de nuestra civilización. Un cáncer con metástasis. Ahí donde hay un ultrarrico hay un problema, hay un ente que devora todo lo que tiene alrededor, que desgasta, desequilibra y fagocita. Es nuestro deber como sociedad acabar con los ultrarricos. Y tenemos que ponernos a ello. Es infame que estemos hablando de una transacción de 44.000 millones por una herramienta con un modelo de negocio que no acaba de levantar el vuelo y que tiene a quienes financiaron la falta de rentabilidad como locos para cazar su millonada. Personajes como Elon Musk son tóxicos. Ojalá Twitter sea una ruina.

Otro ejemplo

Quien defiende al Kremlin y justifica la invasión rusa sobre Ucrania está haciendo un favor a los oligarcas que están podridos de millones. Pero no lo hacen mejor los estados que han engordado sus fortunas y que ahora buscan los abrazos de emires o sultanes, sátrapas como Putin, en última instancia. Uno de ellos, antes de esta urgencia occidental, ya tenía “más de 600 Rolls-Royce, 574 Mercedes-Benz, 452 Ferrari, 382 Bentley, 209 BMW, 179 Jaguar y un largo etcétera. No estamos hablando de una feria internacional de coches, sino de parte de la colección de una sola persona: el Sultán de Brunei” (Magnet).

Cosas de ricos

A los ricos hay que desgastarlos. Es nuestro deber. Si Musk se gasta 44.000 millones en Twitter nuestra obligación es hacer que la herramienta pierda valor. Si Tamara Falcó es el icono de la familia tradicional y el rechazo a las parejas del mismo sexo (homofobia de libro), nuestro deber es cambiar de canal cuando salga en televisión para que en El Hormiguero no le paguen miles de euros por cada aparición. Si podemos freírles a impuestos tenemos que exigir a quien escribe las leyes que lo haga, y si no lo hacen, echar a quien decide mantener un “20 años de ‘dumping’ fiscal de Madrid a costa de los servicios públicos”, como denuncian en El Diario.

La desafección es el caballo de Troya

La impunidad con la que los ultrarricos han campado a sus anchas por Rusia, Brunei, EE.UU. y Europa tiene que acabar. Y para que termine tenemos que implicarnos todos en elegir a representantes que no tengan piedad con los poseedores de las grandes fortunas, y en no consumir lo que les siga generando beneficios. La desafección, la indolencia, es el caballo de Troya que tenemos dentro de nosotros mismos y que beneficia a esos millonarios sin escrúpulos (he escrito en masculino casi todo el tiempo porque son más hombres que mujeres) y a políticos y políticas de extrema derecha con los que estarán muy tranquilos.

¡De buena nos libramos!

Los ultrarricos son el enemigo, pero quienes quieren enriquecerse sin rubor y a la vista de todos tampoco merecen un ápice de nuestra comprensión. Por eso resulta inconcebible que la justicia dé la razón a Rubiales, que ha recurrido “a los tribunales para que el contrato de la Eurocopa siga siendo secreto” (El Independiente). La Federación no quiere dar ninguna explicación sobre la explotación de La Cartuja (un estadio construido y reformado con dinero público) para su beneficio y el de la UEFA. ¡De buena nos libramos gracias a la rigidez del Gobierno Vasco con los protocolos anticovid que impidieron la celebración de la Eurocopa en San Mamés!

Cuéntaselo a Iliana

Vladímir Putin declaró la guerra al mundo varios años antes de que invadiese Ucrania. Su largo trabajo de desestabilización en Occidente (amparando, como poco, a la creciente extrema derecha) culmina ahora con el inicio de su expansión militar. En todo este tiempo ha contado con opinadores que espero que hayan estado a sueldo cuando les ha tocado justificar esto que Almudena Ariza tuiteaba desde el terreno: “Iliana, 7 años, en el refugio que le protege de los ataques. El fuego de artillería es incesante en Bahkmut, junto a la línea del frente. ‘Cuando oye las explosiones, llora, y a veces se hace pipí encima’, me cuenta su madre”.

Tenemos que cambiar más

Hace 28 años Manu Bravo volvió de Sarajevo y publicó en La Nueva España una columna escalofriante con imágenes de la guerra que describía con palabras en vez de con sus fotos. Un niño decapitado, una mujer que había enloquecido por la guerra, abuelos que preguntan a periodistas europeos por qué occidente permitía lo que les estaba pasando, son solo unos personajes de los varios que describía en su columna. Una columna que el propio Bravo ha recuperado en Twitter asegurando que “hemos cambiado poco”. Creo que no es cierto: Europa está actuando aunque algunos siguen empeñados en mirar a otro lado.

El futuro es preocupante

Ser facha está de moda: les vemos en la televisión y, lo que es peor, las y los más jóvenes los ven en sus redes sociales. Quien busca desestabilizar nuestra civilización lo hace alentando a la extrema derecha y convirtiendo a lo que antes eran solo unos cabezas rapadas en prescriptores: “Lo guay ahora es ser facha”, alertan en El Confidencial. El fascismo está “legitimado por grupos de WhatsApp o Telegram que retroalimentan esas posturas extremas, que difunden bulos y generan unas informaciones que resulta difícil desmontar, incluso con datos”. “Están enfermos de competitividad y neoliberalismo”.

Hablando de neoliberalismo

La historia no absolverá a quienes han justificado a Vladímir Putin ni a quien ha pedido que no le agredamos, que le dejemos hacer, promover a la extrema derecha, avanzar militarmente y amenazarnos sin consecuencias. Pero tampoco la historia absolverá a periodistas y políticos que han ayudado a cebar los temas y generar los enfoques que mejor vienen a la fascistada, con acento ruso, italiano o de Amurrio. Fomentar la “competitividad y neoliberalismo” tiene un precio. Y es lo que hace el presidente andaluz cuando “pide al Gobierno mil millones de euros para combatir la sequía tras renunciar a 900 millones en impuestos propios” (El Diario).

Es una responsabilidad global

Nuestro futuro depende de nosotras y nosotros. Y quienes vivimos de la política, aunque sea de contarla, tenemos una gran responsabilidad. No podemos fomentar lo que fomenta el PP. Menos, lo que fomenta Vox. Pero tampoco podemos fomentar la frustración que han fomentado los partidos catalanes (por cierto, alguno tocado por El Gran Desestabilizador). Quien es elegido por la sociedad no puede crisparla, sino representarla. Quien ha dado pie a este titular de El Independiente o cambia o se aparta: “Queman la imagen de Aragonès junto a la bandera de España: ‘Cinco años de una gran estafa, políticos de mierda’”.