Uno más uno, dos

Los argumentos de Daniel Lacalle, más que económicos siempre han sido cómicos. Pero desde su liberalismo más inhumano ha sabido ganarse el pan cada día. Ya tiene mérito. O demérito porque sigue habiendo alguien capaz de contratarle, de escucharle y hasta de hacerle caso. Dice ahora Lacalle que la cuatro grandes consultoras que se enfrentan a una inspección de trabajo generan empleo juvenil. A mí la cuenta me sale de otra manera: si una o un joven trabaja sus 40 horas y, para hacer frente a la petición de los clientes, la empresa llama a otra u otro joven, habría dos contratos y menos paro juvenil. Solo con cumplir la ley.

Sin justificación

Con la que está cayendo en lo económico y con la que cayó, que acabó con una banca rescatada con dinero público, los datos que ofrece Javier Ruiz en Twitter son injustificables: “El número de banqueros que cobra más de un millón de euros al año se dispara en España un 70%. España pasa de tener 128 a 221 banqueros con sueldos de más de un millón de euros. España tiene al banquero mejor pagado de toda la UE, con entre 14 y 15 millones de euros. El 16% de los mejor pagados están en España”. Si la banca tiene beneficios que permiten (porque insisto en la falta de justificación) esos sueldos urge una distribución más justa del dinero.

Defiéndeme esto

Si lo del incremento del número banqueros millonarios es injustificable, lo que denuncia José Andrés en su cuenta en Twitter es intolerable: Rusia sigue saboteando la distribución de alimentos desde Ucrania al mundo, lo que provocará, además de hambrunas, más movimientos de personas que intentarán refugiarse. “La crisis alimentaria es inhumana”, clama el cocinero y filántropo en su tuit. Lo peor es que casi un año después todavía seguimos leyendo argumentos para justificar a Putin y sus decisiones. Cada día que pasa estoy más convencido de que el mundo necesita una nueva regulación global.

No pueden faltar

La invasión rusa sobre Ucrania nos ha dejado imágenes terribles: de muertos por las bombas, de masacrados con las manos atadas, de hospitales infantiles arrasados, de familias que se separaban, de desplazados, de desplazados que eran tiroteados, de batallas, de sangre, de imbéciles justificando a Putin, de Irán sintiéndose intocable en el panorama internacional y, por supuesto, de jetas que usan la guerra para estafar. En Maldita avisan de las cuentas de supuestas mujeres ucranianas que piden dinero en TikTok y lo cobran en OnlyFans e incluso “páginas porno”, en el mejor de los casos. En el peor, las de siempre, las ciberestafas.

La política es dura

De Jacinda Ardern solo diré que me parece muy valiente: fue valiente cuando se presentó a las elecciones y encaró una campaña. Fue valiente cuando se puso al frente del poder ejecutivo en Nueva Zelanda. Y lo ha sido ahora para dar un paso atrás y anunciar su retirada por falta de energía para terminar el mandato. Hay que ser muy valiente para hacer todo esto, y anuncios y decisiones como la suya tienen que servir para poner en valor a quienes acceden a la dureza de una campaña y la dureza, aún mayor, del día a día tomando decisiones muy importantes. La política es un desempeño muy poco valorado pero es imprescindible que alguien la haga.

¿Quién manda en el hambre?

“En mi hambre mando yo” siempre me ha parecido una frase estupenda. Eso es empoderarse. Yo puedo decidir, que vivo en Euskadi y en democracia. Pero en Ucrania no pueden hacerlo: “Un misil ruso alcanza el tren de la ONG del chef José Andrés en Ucrania. José Andrés asegura que no hay heridos y explica que el misil alcanzó un vagón lleno de comida” (Vozpópuli). Y en el hambre del mundo también pretende mandar Putin, reteniendo toneladas de grano. ¿Cómo se justifica esto? ¿Qué manual del buen progresista hay que leer para encontrar una respuesta a semejante extorsión? ¿Piensa en esto quien pintarrajea una “z”?

No es tan difícil explicarlo

Entiendo perfectamente el titular de El Confidencial: “Ni en la izquierda ni en la derecha: los españoles no quieren sacrificios por la transición ecológica. Apoyan la lucha contra el cambio climático, pero se oponen a la subida de impuestos a la gasolina o a la prohibición de los vehículos diésel, más allá del partido al que voten”. Lo mismo puede pasar en Euskadi. Y en Francia. Y en el Reino Unido. Y en cualquier sitio en el que sepamos que los más ricos son los que más contaminan con carreras espaciales alocadas, pasatiempos en Oriente Medio incomprensibles o fábricas supercontaminantes a todo trapo en China o Rusia.

Por ejemplo

Mi humilde furgoneta familiar es un vehículo cada vez más contaminante que tiene el acceso restringido en ciudades como París o Madrid y que tendré que reemplazar, quiera o no, pueda o no permitírmelo, por un vehículo eléctrico (que también consume, y entre todas y todos acabaremos haciendo del uranio el nuevo petróleo). Pero si lo que me compro es un Bugatti, no tendré problema en que sea de motor de combustión más allá de 2035 gracias a la conocida como “Enmienda Ferrari” impulsada por eurodiputados italianos. Es decir: la gasolina será solo para las y los más ricos y la incomodidad, una vez más, para las y los de siempre.

Igual ellas y ellos sí pueden

Tengo una teoría que, como la mayoría de las teorías que tengo, no se cumplirá. Pero vamos con ella: tengo la impresión de que después de un verano sin freno, a partir de otoño volveremos a una especie de confinamiento. Pero no por el virus, sino por el gasto que hemos hecho y el que nos viene. Y cuanto más tiempo pasamos en casa, más tiempo pasamos mirando el móvil. Y cuanto más tiempo pasamos mirando el móvil, más ganan las y los influencers, que ya hoy “cobran casi un 100% más que antes de la pandemia” (Trecebits) y gracias a algo que llevamos tiempo reclamando en el sector: más transparencia.

Monstruos agigantados

Estamos alimentando a monstruos, a millonarias y millonarios que se mean en el resto del mundo, modelos de consumo y de negocio basados en una sociedad y una economía virtual, muy poco real y menos realista. Solo así se explica que una empresa que operaba con criptomonedas haya alcanzado los casi 6.000 trabajadores en todo el mundo, aunque ahora serán 1.000 menos porque los despidos por la caída del valor ya han empezado. Es lo que ha pasado en Coinbase, que en 2021 tuvo un crecimiento loco gracias a la burbuja de las monedas virtuales y ahora despide vía e-mail al personal. También, 100% virtual.

Sí, es mi derecho

Pedir un vaso de agua del grifo en un bar para mi hija y mi hijo donde esta es de calidad indiscutible, como en cualquier punto de Euskadi, es un derecho que pienso ejercer. Porque no hacerlo es cometer un crimen medioambiental: embotellar agua de plástico, como tomar café en cápsulas, es absolutamente prescindible. También sé que el botellín de agua es rentable para la hostelería, por supuesto. Tan bien como sé que llevo años siendo cliente recurrente en locales en los que no niegan un vaso o una jarra de agua y que en estos ganan dinero, como tienen que ser. Porque tampoco soy un remilgado: voy a bares y defiendo a sus profesionales.

También estoy dispuesto a esto

¿Prefiero que llegue a Euskadi, vía España, el gas estadounidense aunque sea más caro? Sí, sin duda. Lo que no quiero es que por evitar el gas ruso enriquezcamos a otro dictador, emir o sátrapa. El gas de una democracia (aunque sea una tan imperfecta como la de EE.UU.) no cuesta más por casualidad. Y el ahorro inicial en el gas ruso ahora nos está costando muy caro, literalmente, con millones de euros en ayuda militar y humanitaria a la población ucraniana, y con cientos de gilipollas defendiendo la invasión, al Kremlin y una herencia socialista que la venta hipócrita del gas y la reinversión de sus beneficios desmontan.

“Pa’la saca”

Hablando de márgenes de beneficio indecentes que solo benefician a unos pocos sinvergüenzas, es imposible no mencionar el “pa’la saca” que Alberto Luceño escribió en un correo electrónico que remitió a su socio, Luis Medina, cuando vendieron material sanitario al ayuntamiento de Madrid a precio de oro en lo peor de la pandemia. No es que tuvieran pocos escrúpulos, es que tenían un mal gusto llamativo. Y sinceramente, sienta peor que te roben un par de rateros sin clase que con dinero de todos se compran relojes y coches carísimos, yates gibraltareños y duermen en hoteles de 10.000 € la noche solo porque pueden.

No es lo mismo

Admiro al José Andrés cocinero, al responsable de una ONG que prepara comida caliente a refugiados y desplazados, a la persona con valores políticos progresistas que hace frente a populistas como Trump, y al empresario: los 200.000 € que ha pagado el ministerio español de Agricultura por utilizar su imagen en futuras campañas fuera y dentro de España pueden parecen muchos, pero el retorno de vincular los productos del sector primario español con la imagen del cocinero asturiano me parece indiscutible. En esto sí tienen que invertir los gobiernos y la oposición debe tener más altura de miras (porque también lo haría).

No seas “criptobro”

Hace años que me preguntaron por primera vez por qué no invertía en bitcoins. Hace solo unos días, un empresario vasco al que tengo por persona inteligente y cercana, me sorprendió con un canal en TikTok sobre inversiones en monedas digitales (y consejos de gestión empresarial muy liberales). En este tiempo, nada ha mejorado en torno a este fenómeno, es evidente. Y como recuerdan en El Blog Salmón, tampoco lo va a hacer: “A pesar de lo que dicen los criptofans, invertir en Bitcoin para protegerse de las caídas del mercado no es la mejor idea”. El estudio lo firma el FMI, por cierto.

Pero, ¿cómo hemos llegado a esto?

Es necesario que la Unión Europea, EE.UU., la OTAN y hasta la más pequeña democracia con la más mínima influencia internacional, tienen que hacer una autocrítica: ¿cómo hemos llegado a permitir que Vladímir Putin pueda mandar una columna de 65 kilómetros de vehículos de guerra a Ucrania, el país que ha invadido por el morro y que está destruyendo a golpe de misil y tanqueta? El dictador ruso nos ha mostrado el camino de la destrucción: ¿quién nos dice que no lo seguirán China o cualquier emirato con dinero para comprar el armamento más dañino? Esta sí es una guerra mundial de la democracia contra la dictadura.

¡A la mierda!

No, RT o Sputnik no son medios de comunicación. Igual que no lo son OK Diario o Mediterráneo Digital (que sirven a los mismos intereses, por cierto): son páginas web y canales de televisión que retuercen la libertad de expresión para colocarnos sus mierdas, su propaganda de cuartel y sus mensajes fascistas. Así que censurarlos no es un error: es necesario. Y como periodista no me genera ninguna inquietud porque su objetivo no es informar u opinar, es intoxicar y, por cierto lo hacen muy bien, tanto que se la dan con queso hasta a algunos profesionales de la comunicación, para mi sorpresa.

Y algunos otros, también

Xavier Colás sabe de lo que habla porque está sobre el terreno, en Ucrania, viendo y contando en primera persona la invasión de Rusia, así que, evidentemente, me fío mucho más de su criterio que del de los analistas de sofá y móvil, o del de los pacifistas de humus y crudités, de España y de Euskadi, cuando tuitea: “Españoles bajo el paraguas de la OTAN y sentados a la mesa de la UE desde hace décadas explicando a los ucranianos que la OTAN es sólo un instrumento de EEUU, que la UE es insolidaria, que la neutralidad les conviene, que las armas no son la solución y que no deben enfadar a Rusia”.

No le importa quedar así de mal

Me niego a pensar que un tipo que ha sabido flotar como un corcho en todas las aguas crea realmente que Vladímir Putin es comunista o no haya visto los evidentes lazos del ruso con la extrema derecha, desde Trump a Abascal. Así que no me queda más remedio que opinar que Toni Cantó es un tipo al que no le importa quedar así de mal en Twitter: “Ya en Colón. Por Ucrania. Contra el comunismo”, lanzaba en esta red social junto a fotos de su presencia en la manifestación en contra de la guerra. La pregunta es: ¿por qué? O mejor: ¿a cambio de qué? ¿De mantener su puesto en la Oficina del Español? ¿De mejorarlo?

Menos mal que también hay personas como José Andrés

En este mundo de mierda que entre todos hemos construido aparecen rayos de esperanza incluso en Ucrania o su frontera: Xavier Colás y todos los periodistas del mundo que están jugándosela para que veamos la invasión rusa, o José Andrés, que abandona su posición acomodada para pasar frío y cocinar caliente a los refugiados ucranianos que abandonan el país por Polonia. Ante lo irremediable de una guerra y con el convencimiento de que muchos pueden ayudar con lo que saben hacer admiro a quien se calza unas botas y da un paso al frente. Y desprecio a quienes los critican, que los hay, sorprendentemente.

2020 y así estamos

Estamos viendo una pandemia mundial y la que va camino de ser la mayor revuelta contra el racismo de la historia de EE.UU. en pleno 2020. Lo que viene a ratificarnos que no nos retiraron el carné de gilipollas cuando nos dieron acceso a Internet. Al contrario, nos lo renovaron. Porque hay que ser muy gilipollas para despreciar a alguien por el color de su piel, y hay que tener muy grandes las tragaderas para colaborar con quienes lo hacen (y pueden abandonar los del PP el Senado todas las veces que quieran, que ahí están, pactando con Vox). ¡A la mierda los racistas y quienes les amparan!

Está pasando lo lógico

José Andrés, el cocinero asturiano afincado en EE.UU., es uno de esos personajes a los que no hacemos el caso que deberíamos: según la periodista Elizabeth Landers, el chef participa en las propuestas pacíficas de Washington y lleva comida a los manifestantes. Andrés conoce muy bien la realidad estadounidense. Una realidad que pasa por una consecuencia lógica: que alguien que simpatiza con la extrema derecha llegue a la Casa Blanca ampara y genera comportamientos que han acabado siendo una olla con demasiada presión. Lo que está pasando es tristemente lógico. Y lógica tiene que ser nuestra respuesta.

300.000 lereles

Es una noticia del año pasado pero ha vuelto a Twitter esta semana con cierta intensidad. ¿Por qué? Pues porque estamos hasta las gónadas de las desigualdades. Por eso hay policías de balcón, vigilantes de las playas y guardianes de las mascarillas (entre los que me incluyo) que se desahogan en las redes sociales, porque la mayoría hemos sido de los que cumplen las normas y vamos tirando mientras la minoría se piensa que el mundo está puesto para ellos y nosotros somos figurantes. Así que, sí, comparto de nuevo aquí el sueldo de la infanta Elena en la Fundación Mapfre: 300.000 lereles al año. Y seguro que sin ERTE.

Y eligen dónde pasan la cuarentena

Desconozco si lo ha pagado su madre con ese sueldo o ha salido de algún otro fondo, como el mantenimiento de los palacios y vehículos reales, pero Froilán se ha pasado la cuarentena en un hotel de Marbella y su hermana, Victoria, en un cortijo de Jaén. Anabel Alonso se quejaba en Twitter ante la información: “¿¡Eligieron!?”. Sí, lo hicieron, porque en España hay dos tipos de españoles: los de la casa real y el resto, queramos o no. Es otro rollo, es su rollo, el de la superioridad, el de los buenos sueldos y los buenos alojamientos, el de la libertad para elegir. Para ellos, no poder elegir dónde pasar la cuarentena es de pobres.

Empieza el lavado de cara

Termino este bloque (de vez en cuando hay que dejar espacio a sus majestades, para que no olvidemos qué hacen y cómo se ríen de nosotros) con el príncipe Joaquín de Bélgica, ese que se saltó las reglas del confinamiento, viajó hasta Córdoba y mantuvo un encuentro con una treintena de personas antes de saber que tenía el coronavirus. Pues bien, empieza la operación para lavarle la cara, lo que ha pasado con todos los reyes desde que hay historia: según el abogado de Joaquín en Córdoba (de donde es su novia, hija de terrateniente), hubo dos fiestas con 15 personas y no se saltó todas las normas.