El tuit de Cospedal me generó sorpresa. Pero cuando vi la noticia en la prensa española sentí indignación: “Voy a proponer a la Comisión de Defensa del Congreso la creación de un grupo de trabajo que reúna a diputados y editores de los principales medios de comunicación para estudiar a fondo la amenaza de la desinformación contra nuestra democracia”. No puedo despegarme de la impresión de que la de la “indemnización en diferido” quiere aprovechar las dudas para atajar las ideas.
Los consejos, desde dentro
En El Confidencial a mala leche destacaban las palabras de Artur Mas: el expresident asegura que él no acataría el 155 pero que entiende que lo estén haciendo ahora los miembros del Govern en prisión preventiva para salir de la cárcel. Esas afirmaciones son de las que solo valen si están hechas desde la parte interior de los barrotes. Pero el juego de España es aún peor: acatar una imposición para salir de la cárcel no tiene nada que ver con la legalidad, sino con pasar por el aro español.
La buena vida de “El pequeño Nicolás”
Hace tiempo que no les hablo de Francisco Nicolás Gómez, más conocido como “el pequeño Nicolás”, y que, si no recuerdo mal, ahora mismo está pendiente de juicios y sentencias por sus reiteradas estafas. Sin embargo, parece que el personaje sigue logrando por la cara lo que al resto de los humanos nos resulta inalcanzable: esta semana ha estado en el palco del Camp Nou invitado por el Real Murcia al partido de Copa. En La Vanguardia aparece trajeado, listo para una nueva andanza.
Lo dice un youtuber
Cuanto más contacto tengo con el fenómeno de los youtubers más interesante me parece. Y creo, sinceramente, que somos los periodistas viejos, los que no sabemos comunicar como esta parte de la chavalada, los que nos atontamos con el fenómeno. Un youtuber ha dicho que “The Big Bang Theory es basura”, y en una web de Público abren el debate: ¿tiene razón? Entre la lucha por el clic y el tráfico, y lo que hinchamos los globos es evidente que una parte del periodismo va mal.
Construyendo estrellas
Igual se acuerdan de Abraham Mateo, aquel niño sonriente que durante unos pocos años (¿dos o tres?) cantaba y bailaba pare regocijo de preadolescentes. Pues ahora es un malote, musculado, que emula como bien señalan en Magnet a los artistas estadounidense (Justin Bieber, Miley Cyrus o Selena Gómez) que han querido dejar atrás su imagen de estrellas infantiles por medio de exageraciones y coqueteos con drogas y delincuencia. Todo prefabricado.