Sí, son fachas

Una vez más, estoy totalmente de acuerdo con un tuit de Alberto Elías. Este: “Qué cansinez la peña que todavía sigue con el rollito de que la gente vota a Vox por desconocimiento y que hay que desenmascararlos para que pierdan votos. Que ya llevan años desenmascarados. Que la gente es facha y le gusta votar cosas fachas, acéptalo ya”. Esta noche veremos que en Andalucía hay mucha gente a la que le gusta votar a fachas. En Euskadi veremos que ese tipo de gente, seguramente, también vaya a más. En España ya lo hemos visto, claramente. Y votan a los fachas sabiendo ya sin dudas en qué partido están.

Y multan a quien no corresponde

Por suerte, ya son pocos los representantes de Podemos que claman al cielo ante una nueva aplicación de la conocida como “ley mordaza” que aseguraron que derogarían cuando llegasen al consejo de ministros y ministras, y ahí sigue. Algunos votantes y simpatizantes siguen haciéndolo, pero es que ellos pueden. Porque ha vuelto a pasar: el fotógrafo Javier Bauluz ha sido multado finalmente con 1.000 € por sacar fotos de la llegada de migrantes a Canarias en el año 2020, después de que la Policía Nacional le desalojara del puerto. Como recuerdan en Photolari, en 1995, junto a sus compañeros de AP, Bauluz recibió un premio Pulitzer.

Que cunda el ejemplo

No me contradigo cuando reclamo la derogación de la “ley mordaza”, especialmente por su aplicación sobre periodistas y fotógrafas o fotógrafos, y al mismo tiempo pido que cunda el ejemplo que tuitea Antonio Ortiz: “Japón hace que los ‘insultos en internet’ se castiguen con un año de cárcel a raíz de la muerte (suicidio) de la participante en un reality show. Algo así supondría el fin de Twitter, de los comentarios futbolísticos argentinos y de los boomers de derechas en internet en España”. Ortiz, buen conocedor de la jungla de Internet, acaba con sarcasmo, pero él percibe el odio con el que convivimos y que no puede traer nada bueno.

¿El dinero no lo es todo?

Quien asegura que el dinero no lo es todo no suele tener problemas de dinero. No los tiene, por ejemplo, Jon Rahm, pero su fortuna (ganada con el sudor de su propia frente) no le deslegitima cuando afirma que él no se subirá al barco de los saudíes, que han decidido volar por los aires también el circuito de golf. Un chico de Barrika que está entre los mejores jugadores de golf del mundo ha sido el que ha hablado más claro: cuando ganas suficiente dinero el doble, realmente, no te soluciona la vida (si ya la tienes solucionada), y el prestigio, la historia, ser parte de la cadena, de algo importante, sí suma. Y así tiene que ser.

No es el PC Fútbol

Mbappé es muy joven para haber jugado al PC Fútbol y yo soy muy viejo jugar a esos juegos en los que se coleccionan cromos virtuales de futbolistas que se pagan con dinero de verdad. Ambos pasatiempos me valen: el delantero del PSG que rechazó al Real Madrid está sufriendo, según cuentan en El Confidencial, lo difícil que es confeccionar una plantilla de verdad. Resulta que los jeques le dejaron diseñar el equipo y, claro, ahora tiene que señalar a los compañeros que sobran en un vestuario en el que hay 38 futbolistas. Jugadores con contratos hinchadísimos que no renunciarán fácilmente a los millones, además.

Ni ellos, ni nosotros, ni nadie

Las y los periodistas hemos recibido una lección de humildad durante la pandemia después de ver cómo negacionistas interesados y estúpidos nos comían la tostada. Otra cosa es que la hayamos aprendido. Tampoco viene mal un baño de realidad en otros sectores. Por ejemplo, el hilo de Pablo Pizarro no habrá gustado a muchos: “¿Comprenderemos algún día desde el sector hostelero que no somos el ombligo del mundo? (…) Por no hablar del hostelero que se queja de las pocas ayudas, pero después, a su proveedor, aquel que no tiene ayudas y en muchos casos no puede cerrar porque es esencial, le deja el pufo”.

No somos sostenibles

La parte buena de Internet es que todos podemos llegar a ver relatos como el Jason Mayne en Twitter y en Todo Noticias: “En el desierto de Atacama hay un basural de ropa. Sí, un lugar donde hay –por lo menos– 100.000 toneladas de prendas. Muchas tienen etiqueta y nunca fueron utilizadas”. Una historia de la que, además, surge otra: “Para llegar hasta ahí pasamos por un asentamiento de –mayormente– venezolanos. Algunos chilenos lo llaman ‘la toma’ o también podría ser un campo de refugiados informal”. Mayne nos recuerda que “la producción de textiles causa el 20% de la contaminación de agua potable en todo el mundo”.

El relato necesario

“Leica reivindica la importancia de la fotografía para celebrar sus 150 años”, leemos en Photolari. Y para ello la marca alemana ha lanzado un vídeo titulado: “El mundo necesita testigos”, que sirve para recordarnos lo importante que es que haya alguien en cada conflicto para contar al resto del mundo lo que sucede. Y si es con una Leica, mejor. Pero en el digital de referencia sobre foto no dan puntada sin hilo y nos recuerdan que la marca ha creado este vídeo y una serie numerada de cámaras reforzadas para esas aventuras por más de 8.000 € cada unidad que “acabará en más vitrinas de coleccionistas que en manos de fotoperiodistas”.

“Consejos que engañan”

Un domingo como este, tan domingo y tan gris, lo es menos con lecturas como el artículo en The Conversation sobre la publicidad encubierta de los influencers en Instagram que firman las profesoras y el profesor de la UPV/EHU, Jiménez, Elorriaga, Olabarri y Monje. Después de analizar “4.500 posts de 45 influencers” llegan a una conclusión arrolladora: “En el 80 % de las ocasiones en las que hay marcas de por medio no se identifica con claridad que se trata de un contenido pagado” pese a que “la legislación actual en España obliga a todos los agentes del sector publicitario a identificar los contenidos pagados”.

Una historia de la mafia

Reconozco que algunos de los mejores momentos del pasado verano para mí han sido los que robaba al día o a la noche para leer un capítulo más de Fariña. Reservé el libro antes de que la justicia lo secuestrara y ha estado meses en mi balda, pero la espera ha sido satisfactoria. El fallecimiento de Manuel Charlín en Nochevieja me ha devuelto a aquel recomendable relato de Nacho Carretero: una historia de la mafia con el inofensivo acento gallego que la pieza de Javier Romero en La Voz de Galicia ha completado, sobre una familia que se convirtió en clan mafioso más que ninguna otra en aquellas rías.

Los humildes marcan el camino

Después de tantos tuits sobre Afganistán cuyas autoras y autores parece que se rasgan las vestiduras mientras los escriben, un humilde post en Facebook nos marca el camino: el club Bidaideak Bilbao abría “sus puertas a la jugadora afgana, Nilofar Bayat, para que pueda residir en Bilbao y jugar en su equipo desde la próxima temporada”. La capitana de la selección de baloncesto en silla de ruedas ya tiene un lugar en el que refugiarse de los talibanes, y nos enorgullecemos de que sea en Bilbao, pero quedan muchos que vendrán en peores condiciones y merecen oportunidades equivalentes que solo les daremos entre todos.

Un modelo de negocio

La guerra es un modelo de negocio no solo para militares profesionales: los talibanes se financian para continuar su lucha. Viven de ella además de por ella, como podría deducirse de su integrismo, que no se nos olvide. Pero hay más: esa financiación viene del tráfico de drogas que los talibanes ejercen, como explica Roberto Saviano y recoge Público: “La de Afganistán es una guerra del opio. No ha ganado el islamismo, como muchos dicen, ha ganado la heroína. Y más del 90 % de la heroína mundial se produce en Afganistán. Esto significa que los talibanes, junto con los narcos sudamericanos, son los narcotraficantes más poderosos del mundo”.

La élite con la que trabajó EE.UU.

Evidentemente, hay algo turbio si el presidente afgano, Ashraf Ghani, “sacó 169 millones en efectivo, según explicaron fuentes a la BBC” (20 Minutos). Dinero con el que ha sido bien recibido en los Emiratos Árabes Unidos. ¿Es dinero suyo? ¿Es dinero del país que Ghani custodiará y servirá para montar una insurgencia o, cuando menos, ayudar a una población aterrorizada por la dictadura talibán? ¿De dónde sale tanta liquidez? ¿Lo sabían los americanos que ayudaron a institucionalizar ese gobierno? Va a ser difícil, pero esta es una de las derivadas del conflicto que habrá que seguir de cerca.

No son cobardes, nunca lo fueron

Según Amnistía Internacional, han muerto casi 60.000 militares y policías afganos que han luchado junto a los ejércitos internacionales para defender aquella débil democracia durante 20 años. Pero ese dato, que se encuentra en menos de un minuto en Internet, carece de importancia para el concejal del PP Carlos García, que mete a los fallecidos en el saco de “todos los traidores y cobardes del ejército afgano juntos”. Lo hace para defender a los “104 héroes, militares y policías españoles que han perdido la vida en Afganistán” y que, según él, “tienen más honor, más dignidad y más valor” que los afganos. Y así, todo.

Ayer fue el día de la fotografía

Las fotos de los pocos profesionales que puedan moverse en territorio talibán serán importantísimas para que podamos mantener vivo el tema y para que comprobemos que los integristas siguen siéndolo aunque ahora se exhiban comiendo helados. Las fotos nos muestran el mundo y ayudan a fijar recuerdos en nuestra memoria. La fotografía es, sin duda, uno de los grandes inventos de la humanidad, y ayer fue su día. Jornada que en Photolari usaron para reírse un poco de quienes se toman demasiado en serio a sí mismos, sus consejos y la revolución tecnológica, en un sarcástico y muy recomendable post.

Alegato por «el derecho a reparar»

El otro fundador de Apple, Steve Wozniak, ha participado en un canal de YouTube para hablar de la importancia que para él tiene reparar, lo que hacía cuando empezó a componer los primeros ordenadores. Solo puedo estar de acuerdo con su reflexión sobre el “derecho a reparar” (Microsiervos), pero no deja de ser gracioso que la haga quien ha ganado cantidades de dinero disparatadas con un modelo de negocio que se basa en la obsolescencia programada de aparatos maravillosamente construidos. Su pregunta: “¿es tu ordenador o es el de alguna empresa?” es extensible a los smartphones y hasta las televisiones.

El derecho a no ser un modelo

Soy un tipo gordito, con la barba desaliñada y cada vez menos pelo, pero si no parezco demasiado grande me gusta cada vez más salir en las fotografías. ¡Qué demonios! Hay que quitar el miedo a vernos, tenemos que aparecer alegres en las imágenes que alguien guardará para el futuro, porque en cualquier momento viene una pandemia, nos mete en casa, nos separa y nos agría el carácter. Y todo esto sería más fácil si dejamos de imponer en las imágenes fijas bellezas que solo son posibles con Photoshop. “Noruega obligará a los influencers a indicar si una foto ha sido retocada” (Photolari), y me parece estupendo.

El derecho a que me cuiden

Creo que Alberto Garzón se ha equivocado completamente cuando ha planteado la necesidad de comer menos carne. De hecho, esa necesidad no existe: comer carne en exceso es igual de malo que consumir casi cualquier otra cosa en exceso, y la industria alimentaria ataca al planeta como cualquier otra industria. Es deber de los gobiernos que cuiden de todo esto pero también es su obligación no poner en el disparadero a ganaderos o productores de salchichas que también generan empleos. El derecho a que el estado cuide de mí abarca todo esto, por eso gobernar es fácil y hacerlo bien, muy difícil, como decía Emilio Olabarria.

El derecho a elegir mis batallas

Estoy deseando volver a San Mamés pero si no puedo porque el Gobierno Vasco limita el aforo, no me quejaré. Lo fácil es lo que hacen algunos gobiernos nacionales: abrir la barrera por completo y dejar que otros se coman el marrón de rebajar ese 100% del aforo. En esta pandemia no han faltado las y los jetas, y sí han hecho falta quienes toman decisiones impopulares como mantener las restricciones. Los primeros no han salvado ninguna vida ni con sus quejas constantes ni con sus patadas a seguir. Más bien, al contrario. Así que yo seguiré ejerciendo mi derecho a no dejarme llevar por lo fácil.

El derecho a no ser una hormiga

La industria alimentaria se ha disparado porque somos muchas las personas que demandamos sus productos. Lo mismo que la industria de la higiene, la que produce los plásticos, la del motor o la de la construcción. Pero yo reivindico mi derecho a no ser una hormiga, a dejar de concentrarnos en conurbaciones y a redistribuir la densidad de población. Y no soy el único: China ha limitado la construcción de esos rascacielos, símbolo de su prosperidad e ingenio, por la falta de seguridad y la falta de atractivo comercial: parece que a partir de los 200 metros decae el atractivo de los inmuebles que ni siquiera se ocupan.

Así de claro

Suelo quejarme de Twitter, pero lo cierto es que en esta plataforma he conocido a usuarios capaces de resumir la actualidad con maestría: “Cotización a bandazos en función de emoticonos y memes. Para pretender ser el sistema monetario del futuro y depósito de valor de referencia”. Este era el tuit de Miquel Roig sobre la nueva caída del Bitcoin tras un tuit de Elon Musk en el que aparecía el emoticono del corazón roto junto al hashtag #Bitcoin. Así de sencillo, así de abrupto y así de claro: la moneda digital es tan volátil como inextricable es la generación de su valor o que haya tanta gente tomándola en serio.

Y así de evidente

Del mismo modo que Ciudadanos, Podemos acabará por disolverse. En Euskadi ya vimos un proceso parecido con Euskadiko Ezkerra, cuyos integrantes han sido entrevistados o han participado en reportajes o debates mucho más que lo que merecían por su representación pasada. Así también será con Podemos: durante décadas habrá siempre uno que fue de Podemos en todos los platós en los que se traten temas políticos. No lo digo solo yo, un gran empresario de televisión también lo ve claro: “Roures propone a Iglesias ser el ‘nuevo Évole’ con un programa propio y emisiones periódicas” (Vozpópuli).

Comunicación y política

Solo hay un sector que me gusta más que el de la comunicación, una de sus variantes: el de la comunicación política. Es absolutamente apasionante explorar cómo se arman los discursos y se ponen palabras a las ideas. Ojo, que no es tan fácil hacerlo bien. Y cómo todo culmina en una campaña o un gran evento. En esta área también es fascinante detectar y observar un elemento recurrente y no por ello poco atractivo: el flipado. José Antonio Pérez dio con uno de ellos hace poco: “Lo peor de Iván Redondo (y de algunos columnistas) es que se cree el único que se sabe El Ala Oeste de la Casa Blanca de memoria”.

Los mecanismos de la ficción

Una de las características que Internet ha aportado a la comunicación es la de tener razón: no se trata ya de exponer un punto de vista con argumentos y sobre una experiencia comprobable, se trata de tener razón, y también de destruir a quien te la niegue, aunque sea por medio de memes. Así, que el coronavirus fue creado en un laboratorio sigue siendo solo una opinión, pero la necesidad de todo el mundo, empezando por los propios medios, de escribir la noticia, ha convertido esta idea en una posibilidad real. Al respecto, en Magnet han escrito un post estupendo: “Cómo una ‘noticia falsa’ deja de serlo”.

Un temazo

Si algo bueno ha aportado Internet a la comunicación es la posibilidad de encontrar medios que explican con admirable claridad realidades muy concretas y desconocidas para el gran público. Solo así podemos enterarnos de que “las primeras películas (fotográficas) que se comercializaron no eran adecuadas para reproducir tonos de pieles negras y las cartas Kodak (…) utilizaron como modelo estándar a una mujer blanca”. Ahora Google quiere “cámaras que mediante software puedan reproducir una gama más amplia de tonos de piel”, “especialmente los teléfonos inteligentes tienen dificultades para reproducir tonos de piel negra” (Photolari).