De la nueva ley que controlará qué pueden o no anunciar las y los influencers, en Xataka han sabido fijarse en lo importante: quién es influencer. A saber, sus “ingresos brutos del ejercicio anterior deberán ser iguales o superiores a 500.000 euros, derivados únicamente de la actividad en las plataformas”, “deberán contar con un número medio de seguidores igual o superior a 2.000.000 en alguno de los servicios de vídeo en los que desarrolle su actividad” y “haber realizado al menos 24 vídeos”. Eso deja fuera de regulación a “más de 12.000 influencers profesionales con más de 100.000 seguidores”.
¿Las redes sociales han muerto?
No es la primera voz a la que se lo oímos pero igual sí es una de las más interesadas: según el fundador de Snapcaht, Evan Spiegel, las redes sociales tradicionales (las de Zuckerberg y la de Musk) “han muerto” (Business Insider). ¿El motivo? “Están poniendo en contacto a pedófilos, alimentando la insurrección y recomendando propaganda terrorista, sabemos que Snapchat hace feliz a la gente”. Sin embargo, la suya, en su feliz opinión que ha trasladado a sus trabajadoras y trabajadores sin que la pidiesen, ofrece “a la gente la posibilidad de expresarse, vivir el momento, aprender sobre el mundo y divertirse juntos”. Pues vale.
El nuevo modelo también falla
No son pocas ni pocos los que ven un agotamiento en el modelo de negocio de los streamers, tanto de esas y esos a los que se refiere la ley que desgranan en Xataka, muy visibles en YouTube, como a las y los que se han refugiado en Twitch. La plataforma de streaming que nació con el mercado ya maduro y una idea clara, la de monetizar las retransmisiones y repartir la ganancia con la creadora o el creador de contenidos, anuncia despidos: un 35% de su plantilla se irá a la calle. 500 empleadas y empleados que entrarán en su plan para reducir costes porque sus gestores no han encontrado la manera de rentabilizar la idea.
Pero con casa
Me hago mayo y, al mismo tiempo, el mundo cambia muy deprisa: vemos cerrar hamburgueserías y abrir restaurantes de ramen. La juventud no quiere tener hijas e hijos, y no piensa tampoco en cómo será su futuro con sus decisiones. Tampoco entiendo su música, pero eso es porque ya nadie vocaliza. Lo que sí parece, y me ha resultado muy interesante esto en The Conversation, es que nuestras y nuestros descendientes tendrán casa: la baja natalidad permitirá que la juventud acceda a viviendas heredadas con mayor facilidad. Y eso supondrá un problema, principalmente, para la banca.
La generación que vacaciona
Creo que uno de los rasgos que sí comparte mi generación con las venideras es nuestra fijación por ir de vacaciones: salir, coger un avión si es posible (en ese momento pensamos menos en nuestra huella medioambiental) y un hotelito o un apartamento en Airbnb (depende de los prejuicios y los precios). Pero la escapada no se discute. Y esta no es solo mi percepción: “Los hoteles derrocan a las oficinas como el activo inmobiliario favorito de los inversores. La inversión y el apetito por comprar hoteles o activos residenciales se ha disparado, frente al de las oficinas o los activos comerciales, que está más mermado” (Activos).