Galicia me encanta, por sus gentes, sus paisajes, sus playas, su gastronomía y porque no suele hacer mucho calor. Creo que este año, al viajar menos gente al extranjero, va a ser un destino muy solicitado. La propuesta que aquí os traigo la realicé hace un par de años en estas mismas fechas y pienso repetir. Primero pasé unos días en Viveiro, de lo que os hablé en otra ocasión, para concluir la escapada pasando tres noches en A Lanzada (Sanxenxo), en el sencillo pero acogedor Hotel Delfin Azul **, ubicado a orillas del mar, en la confluencia de las playas de Lapa y Área Gorda. Todavía recuerdo el arroz con bogavante que cené uno de los días. Estamos a 655 km de Leioa.

No soy de playa, pero me encanta contemplar el mar y dar paseos costeros, pues mi campo de entrenamiento, hasta el comienzo de la pandemia, era el entorno de la playa de Ereaga. Por ello, tras instalarnos en el hotel, el 11 de julio nos dispusimos a caminar bordeando la playa de Lapa, primero y los 2,5 km de enorme playa de A Lanzada, perteneciente a los concellos de Sanxenxo y O Grove, hasta el Hotel Samar. En total, más de 4 km y otros tantos de vuelta, en parte sobre pasarelas de madera para proteger el complejo dunar e intermareal, un humedal con gran interés ornitológico.

Hemos pasado solo tres noches, pero han sido casi cuatro días muy intensos. El 12 de julio dedicamos la mañana a caminar por nuestro entorno, dirigiéndonos en primer lugar a un lugar lleno de encanto situado a un paso de nuestro hotel, presidido por la ermita de Nosa Sra de A Lanzada, templo de estilo románico de comienzos del siglo XIII, que celebra su festividad el último domingo de agosto. Casi al lado tenemos los restos del castro y necrópolis de A Lanzada.

Nuestro caminar continúa bordeando la coqueta playa de Foxos, de arena blanca y muy fina. Seguimos por la orilla de la carretera hasta tomar el desvío en dirección a Punta Faxilda, el punto más septentrional del concello de Sanxenxo, desde donde contemplamos el Parque Nacional das Illas Atlánticas, con las isla de Ons en primer plano, cosa que hacemos desde el banco panorámico de Noalla, que sigue la moda de los “bancos más bonitos del mundo”. Llevamos unos 3 km de marcha, cuando emprendemos el regreso al hotel, caminando por senderos, lo más pegados posible a la costa.

A media mañana cogemos el coche y decidimos ir a tomar un Alvariño a Combarro, parroquia del municipio de Poio que se asoma a la ría de Pontevedra y dista tan solo 20 km del hotel. 6 km antes nos detenemos en el mirador de A Granxa, desde donde contemplamos a lo lejos las bateas en las que se cultivan los mejillones. Combarro esta declarado Conjunto Histórico por ser uno de los mejores ejemplos de arquitectura rural en Galicia, destacando sobre todo por sus hórreos y cruceiros. Un lugar a recomendar.

Estamos a 8 km de Pontevedra, así que optamos por ir a comer a la capital provincial, ciudad de la que tengo un grato recuerdo de una visita anterior y que he visto cambiada a mejor, pues su casco antiguo es peatonal. Por ello, en esta ocasión nos limitamos a recorrer el entorno de la plaza San Xosé, donde se ubica el monumento a la Tertulia, obra del escultor César Lombera, que recuerda que Pontevedra fue la cuna de los intelectuales gallegos a principios del siglo XX. También nos acercamos a la iglesia de la Peregrina, patrona de la provincia y símbolo de la ciudad. Completamos el recorrido por la gran plaza que presiden el convento e iglesia de San Francisco, para comer junto a la Casa de las Caras.

Ya he comentado que han sido unos días muy intensos, así que regresamos al hotel (39 km), con tiempo para pasar buena parte de la tarde. Tomamos un café y mientras mi mujer toma un rato el sol en la playa de Areas Gordas, situada nada más cruzar la carretera, me dirijo al cercano promontorio que separa esta playa de la de la Lapa, donde hay otro banco de Noalla, desde el que se tiene una preciosa vista de la ermita de Nosa Sra de A Lanzada. Menos mal que me informaron de ello en el hotel, pues creía que solo había uno.

El 13 de julio iniciamos una nueva jornada como siempre, caminando unos 9 km (ida y vuelta) por una de las pasarelas más hermosas de Galicia, el paseo de madera de Pedras Negras, en la vecina población de O Grove, cerca del Náutico San Vicente. Tras 2,5 km de marcha, finaliza la pasarela y continuamos caminando bordeando un terreno militar, por la derecha y pequeñas calas, por la izquierda, hasta llegar a la playa Castañeira. Al inicio de la ruta hay una escultura de marineros faenando y varios bares y restaurantes.

Hoy hemos optado por comer en un pueblo del que también tengo grato recuerdo, Padrón, distante 63 km. Para ello abandonamos por un momento la provincia de Pontevedra y pasamos a la de A Coruña. Padrón está vinculado a importantes figuras de la literatura gallega, como Camilo José Cela o Rosalía de Castro, a las que tiene dedicados sendos monumentos. También lo está a la ruta jacobea, contando con la iglesia de Santiago. Otro edificio de interés es el convento del Carmen, situado al otro lado del río Sar. Compremos bacalao en el mercado y los afamados pimientos a una vendedora situada enfrente, igual que los que luego comeremos en un restaurante. Aquí el cambio no ha sido tan bueno, pues en el viaje anterior en un bar del Paseo do Espolón, al tomar un Alvariño nos pusieron de tapa un huevo frito con patatas y una ración de pimientos de Padrón para compartir, pero eso pasó a la historia.

La escapada está tocando a su fin, pero con un espectáculo de la naturaleza, la puesta de sol en un lugar lleno de encanto. Para la «última cena» hemos elegido el Chiringuito Pé Na Praia: churrasco y huevos con criollo. 14 de julio. Antes de marchar caminamos un poco por el entorno de las playas y echamos un ultimo vistazo al hermoso rincón sobre el que se alza la ermita de Nosa Sra de A Lanzada. Por delante tenemos 655 km para regresar a Leioa, que efectuaremos en unas 6 horas si la A8 no está cortada a la altura de Mondoñedo por la niebla.

La escapada ha concluido. Pronto espero volver a este lugar, pues me ha encantado. El Hotel Delfin Azul nos espera.
Muy buena la entrada.
Gracias. Un saludo.
Hace mucho que estuve por esas tierras, después de ver el reportaje,me han entrado unas ganas locas de volver,y más ahora con el dichoso virus que no salimos nada. La tapa del huevo frito y los pimientos tuvo que ser la caña,no me extraña que lo recuerdes de tu anterior viaje.Un viaje corto en días, aunque largo en vivencias. Un abrazo.