Isla de Rodas

Había estado en la Grecia continental pero no conocía ninguna isla, así que aproveché un crucero para, entre otras cosas, volver a visitar Atenas y conocer Olimpia y las islas de Creta y Rodas. Esta última, de 1.398 km², es la mayor isla del archipiélago del Dodecaneso y la cuarta de Grecia. Se encuentra muy lejos de Atenas, pero a sólo 18 km de las costas turcas. El 23 de marzo de 2017 nuestro crucero atracó en el puerto de la ciudad de Rodas, que se encuentra a unos pasos del casco antiguo medieval. Aquí estuvimos tan sólo 8 horas, pero veréis lo bien que las aprovechamos.

Para no perder tiempo, contratamos con una agencia externa al barco un tour que incluía la capital de la isla y el pueblo de Lindos, situado a 47 km y considerado uno de los más hermosos de la isla de Rodas. Antes de llegar, nos detuvimos para contemplar una vista panorámica y los tres niveles con que cuenta esta población. En el primero está el mar y la playa, en el segundo, las casas altas de su centro urbano y en el tercero, el superior, la Acrópolis. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en Lindos se rodó la película “Zorba el Griego”. Por 6 € se puede subir en burro-taxi hasta la entrada a la Acrópolis, pero lo hacemos caminando tras despedirnos del guía, pues preferimos ver la ciudad por libre.

La Acrópolis es la principal atracción de Lindos. Los precios de las entradas son bastante caros en Grecia, costando aquí 12 €. Accedemos a ella por el Palacio de Administración, fortaleza medieval de la época de los Caballeros de San Juan, encontrando enseguida los restos de la iglesia ortodoxa griega de Agios Ioannis (San Juan). Subiendo unas escaleras llegamos a la última terraza, donde se encuentra la parte más importante del complejo, el templo de Atenea Lindia, la diosa de Lindos. Los restos que hoy vemos datan del siglo III aC.

Contemplamos tanto la costa como el pueblo desde la parte superior y nos introducimos en su casco urbano, con sus casas blancas y varias iglesias, entre las que destaca la bizantina de Panagia, del siglo XIV, con su alto campanario. Pese a su aspecto externo sencillo, su interior resulta espectacular debido a los frescos pintados por Gregorio de Symi en 1779. La entrada es gratuita pero no se puede tomar fotos, así que la que aquí aparece está sacada de Internet. Pasamos por una calle en la que el color azul de los vestidos, en contraste con el blanco de las casas, me recuerda a la tunecina Sidi Bou Said. Un vistazo a las tiendas de recuerdos y todavía tenemos tiempo para tomar un vino en una terraza, antes de que llegue el grupo para coger el autobús de regreso a Rodas. Nos ha gustado Lindos.

Regresamos a la ciudad de Rodas. El autobús nos deja cerca de uno de los accesos más notables al interior del recinto amurallado, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Puerta de Amboise, una de las once existentes en los tres kilómetros de murallas de hasta doce metros de espesor. Su interior se divide en dos zonas, el Collachium, barrio de los caballeros, y el Bourg, donde vivía el resto de la población. Pasada la logia de la antigua iglesia vemos el emblemático Palacio del Gran Maestre, al que luego volveremos. En la puerta nos despedimos del grupo, para visitar la ciudad por libre.

Pasada la puerta accedemos al recinto de la ciudadela amurallada, un lugar lleno de encanto formado por estrechas calles empedradas, a la que se asoman numerosas construcciones de piedra, como palacios, torres medievales y minaretes de mezquitas. En una pequeña plaza de Chora, donde se juntan los barrios judío y turco, aprovechamos para comer unos calamares en la terraza de un bar, para luego continuar la ruta por la calle Sokratous, una de las más comerciales y animadas de la ciudad antigua, en la que se encuentra la mezquita de Solimán el Magnífico, construida en 1523 tras la conquista de la ciudad por los turcos, aunque el edificio rosa que ahora vemos data de 1808.

En lo alto de la calle de los Caballeros tenemos el edificio más emblemático de la ciudad medieval de Rodas, el Palacio del Gran Maestre, que data del siglo XIV pero que no tenemos tiempo de visitar por dentro, aunque si para recorrer la citada calle y llegar a la plaza Argyrokastro, donde se encuentra el antiguo Hospital de los Caballeros, del siglo XIV, que también fue Palacio de la Armería. Otro edificio de interés está ocupado por el Museo de Artes Decorativas.

Abandonamos la ciudadela amurallada y salimos a la ciudad nueva, uno de los rincones de Rodas que más me ha gustado. Estamos en el viejo puerto de Mandraki, emblema de la ciudad, teniendo a ambos lados de su bocana las esculturas del ciervo y la cierva. Cuenta la leyenda que en este lugar se encontraba el Coloso de Rodas. Al fondo tenemos la fortaleza Agios Nikólaos, convertida en faro, y tres antiguos molinos de viento. Esta zona, construida por los italianos, cuenta con notables edificios, como la catedral ortodoxa Evangelismos (Iglesia de la Anunciación), de estilo gótico. Poco más adelante nos detenemos ante la estatua de Alexander Diakos, primera víctima griega en la segunda guerra mundial.

Tenemos que acelerar el paso, pues nuestro barco zarpa a las 5 de la tarde. Todavía nos falta por recorrer el hermoso y largo paseo marítimo, teniendo a nuestra izquierda el puerto deportivo y a la derecha el impresionante recinto amurallado, deteniéndonos para tomar una foto de su acceso más conocido, la Puerta de la Marina, que cuenta con dos monumentales torres gemelas. Poco más adelante nos detenemos para fotografiar la hermosa escultura Delphinia. Nuestro barco se encuentra al fondo.

Pasadas las 4 de la tarde estamos a bordo del MSC Magnifica tomando un café, mientras contemplamos desde lo alto el recinto amurallado. Habréis visto que 7 horas dan para bastante, pues hemos visitado dos preciosas poblaciones declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Una hora después de nuestra partida contemplamos otra preciosa puesta de sol. El viaje continúa. Próximo destino Heraclion, en la isla de Creta, de donde os hablaré en otra ocasión.

BERMEO (Bizkaia): Mirador del Cantábrico

Dejamos las islas y nos quedamos cerca de casa, en concreto a 36 km de Leioa. La cita es en uno de los pueblos que más me gustan de Bizkaia, Bermeo, población fundada en el año 1236 que llegó a ser la principal del Señorío. En su escudo se recoge parte de la historia de la villa. Antes de llegar a su centro urbano acostumbro a detenerme en un lugar emblemático, el alto de Sollube, desde el que se tiene una magnífica vista de la localidad, teniendo como telón de fondo la isla de Izaro. Aunque me gustaba más como estaba antes, en el puerto hay un recuerdo al ciclismo y al corredor Jesús Loroño.

Estamos en un importante puerto pesquero, así que a él corresponde la primera imagen que tenemos cuando accedemos a Bermeo por el parque Lamera, dejando el coche aparcado al lado de la Cofradía vieja de San Pedro, junto a la que se encuentran la Oficina de Turismo y la Biblioteca. Enfrente tenemos el busto dedicado al poeta madrileño Alonso Ercilla, que pasaba temporadas en Bermeo. A un paso se encuentra la iglesia de Santa Eufemia, la más antigua de la villa, reconstruida en el siglo XV, en cuyo interior encontramos la sepultura de los Mendoza. El globo terráqueo instalado en el muelle recuerda al navegante local Juan de Acurio, embarcado en la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, de hace 500 años.

El centro de la localidad se articula en torno el precioso Portu Zaharra, donde aprovechamos para hacer el hamaiketako en uno de los bares de la zona. Como telón de fondo de las embarcaciones, tenemos la Torre Ercilla, Santa Eufemia y el Chalet Kikunbera, más conocido como casa-barco. En este paseo portuario contemplamos la fuente más antigua de Bizkaia (Las dos Fuentes) y varios grupos escultóricos: “Última ola, último aliento”, de Enrike Zubia, “Olatua”, de Nestor Basterretxea e “Itzulera. El regreso”, de Carlos Solano, que se presentó al público en el Pabellón de Euskadi de la Expo 92, celebrada en Sevilla.

Abandonamos el puerto subiendo las escaleras que conducen a la Torre Ercilla, que parece datar de finales del siglo XV y que alberga en la actualidad el Museo del Pescador. Frente a ella se encuentra el grupo escultórico que más me gusta “Badatoz!”, del bermeano Enrike Zubia, que representa a parte de una familia esperando al resto que viene de la mar. Continuamos subiendo hasta la plaza Sabino Arana, a la que se asoman dos monumentos histórico-artísticos, el Ayuntamiento, de 1732 y la Iglesia de Santa María. Continuando la subida encontramos algunas interesantes casas en la calle Doniene.

Seguimos subiendo. La calle Doniene nos conduce al Portal de San Juan, que data del siglo XIV y constituye el único vestigio que queda de las murallas de la villa. A ambos lados de este arco encontramos las esculturas “Vendedoras de pescado”, del bermeano Enrike Zubia, Pasamos ante el Hospital y enseguida llegamos a nuestro destino final, el parque de la Tala, magnífica atalaya sobre el mar Cantábrico, con la isla de Izaro y el cabo de Ogoño como telón de fondo. En el parque se encuentra un monumento en homenaje a Benito Barrueta, obra de otro bermeano, Nestor Basterretxea, así como varios murales sobre la pesca de la ballena.

Descendemos ahora en busca del punto de partida. Pasamos por la Mikel Deunaren enparantza y llegamos al convento de San Francisco, uno de los más antiguos de Bizkaia, pues fue mandado construir en 1357 por el conde Tello y su esposa Juana de Lara. Destaca su claustro, frente al que se encuentra la histórica fuente de Taraska. A un paso tenemos un grupo escultórico más reciente, “La lechera”, del bermeano Enrike Zubia.

Nuestro recorrido por el casco histórico de Bermeo esta llegando a su final. Ante nosotros tenemos el monumental edificio del Casino, obra de Severino Achucarro, con aspecto de palacete francés. Fue construido en 1894 como sede de la Sociedad Bermeana. El Casino se asoma a Lamera parkea, donde concluye nuestra ruta. En este coqueto parque nos detenemos a contemplar “Euskal Kosmogonia”, del bermeano Nestor Basterretxea, obra compuesta por 18 esculturas,

Aunque sin salir del municipio, abandonamos el centro de Bermeo en dirección a Bakio. Nuestro destino se encuentra a poco más de 6,5 km, en el cabo de Matxitxako. Si hace poco estuvimos en el extremo más septentrional de Cantabria, cerca del faro de Ajo, ahora lo hacemos en el de Bizkaia, que cuenta con un faro con varios edificios anexos. También se conserva la torre del viejo faro, que me gusta más y data de 1852. Desde él contemplamos una impresionante vista del mar Cantábrico y su agreste costa, teniendo como telón de fondo el islote Akatz y San Juan de Gaztelugatxe, que más tarde volvemos a ver de más cerca desde el mirador.

7 km más adelante aparcamos el coche en el parking habilitado para la enorme demanda que tiene nuestro siguiente destino, San Juan de Gaztelugatxe, ermita situada sobre un peñón del Cantábrico, unido al continente por un sencillo puente. Para llegar a la ermita tenemos una subida por una escalinata de 231 peldaños. Es uno de esos lugares mágicos cuya fama se vio acrecentada por la serie “Juego de Tronos”, donde era “Rocadragón”. Es por ello que desde entonces hay limitación de aforo, teniendo que reservar día y hora en https://web.bizkaia.eus/es/gaztelugatxe. Tras un largo cierre por un desprendimiento, espero que haya vuelto a abrir cuando leas estas líneas.

Aunque no pertenece a Bermeo sino al barrio de San Pelayo de Bakio, aprovechando la visita a San Juan de Gaztelugatxe os recomiendo comer en el restaurante Eneperi (https://eneperi.com/es/). Merece realmente la pena.

Guadalupe, el Caribe francés (y 3): Fin del viaje

Concluyo el relato de la estancia, en febrero de 2016, en la caribeña región francesa de Guadeloupe. El día 10 lo dedicamos a recorrer el sur de la isla de Basse-Terre, comenzando por las cascadas de Carbet (chutes de Carbet), situadas en el Parque Nacional de Guadalupe. Son tres pero sólo nos acercamos hasta la segunda, de 110 metros de caída, caminando por un bosque tropical. Desde ella contemplamos entre la niebla la primera, de 115 metros. El siguiente pequeño recorrido lo hicimos junto al lago Grand Etang, el más extenso de las Antillas Menores.

La siguiente cita la tenemos en una pequeña ciudad llamada como la isla, Basse-Terre que, pese a contar con tan sólo unos 10.000 habitantes, es la capital administrativa de Guadeloupe. Situada a orillas del mar y a los pies del volcán La Soufrière, cuenta con interesantes edificios históricos, entre los que destaca el fuerte Delgrès, construido entre los siglos XVII y XVIII, así como dos iglesias, la de Notre-Dame-du-Mont-Carmel y la Catedral de Notre-Dame-de-Guadeloupe.

Continuamos recorriendo el sur de la isla de Basse-Terre y más en concreto la zona de Trois-Rivières, teniendo siempre como telón de fondo las islas de Saintes. Nos detenemos en el extremo sur, donde se encuentra el pequeño pueblo de Vieux Fort, acercándonos a su coqueto puerto y al faro, desde el que disfrutamos de hermosas vistas y, al lado, de restos de viejas fortificaciones que surgen entre las palmeras. De allí nos dirigimos a la playa de Grande Anse, en la que rompen las olas con fuerza, para concluir la jornada en Capesterre-Belle-Eau, uno de los principales centros de producción de plátanos de la isla, discurriendo la carretera por la hermosa alameda Dumanoir, rodeada de palmeras.

Hasta el final del viaje nos quedamos en la isla en la que se encuentra nuestro hotel, la de Grande-Terre. El día 11 no salimos del municipio en el que nos alojamos, Le Gosier, para realizar un pequeño tramo del Sentier Litoral, entre el puerto pesquero de Anse du Mont y la playa de la Saline. Son tan sólo unos 2 km de ida, que realizamos caminando por la franja costera, y otros tantos de vuelta, que hicimos por el interior en compañía de un perro que nos acompañó hasta el puerto. En nuestra ruta disfrutamos de la acrobática pesca de los pelícanos, de vacas y bueyes acompañados por pequeñas garcetas y de hermosas playas. También contemplamos la estela conmemorativa de la abolición de la esclavitud en 1794.

El día 12 lo pasamos en el centro de la isla de Grande-Terre, unos 80 km de recorrido, comenzando con la visita al curioso cementerio de Morne-à-l’Eau, con sus enormes tumbas en forma de pequeñas casas en blanco y negro, dispuestas en cascada por la colina. De allí nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de Vieux-Bourg, que cuenta con la playa de Babin, frecuentada por personas que acuden a darse baños de barro. Cuenta con mesas cubiertas para realizar el pic-nic. Nosotros, tras la comida en una de ellas, aprovechamos para dar un paseo por el manglar, por una zona acondicionada para ello.

El último día de estancia en Guadalupe lo dedicamos a recorrer, a lo largo de unos 140 km, el extremo norte de la isla de Grande-Terre, deteniéndonos en primer lugar en la elegante mansión colonial de Zevallos, para de allí dirigirnos al coqueto pueblo de Le Moule, que antiguamente fue el mayor puerto azucarero de Guadalupe. Hoy vive del turismo gracias a la hermosa playa de l’Autre Bord. En el pueblo destacan dos edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, junto a la que se instala el mercado.

Nos dirigimos ahora al extremo norte de Grande-Terre, al municipio de Anse-Bertrand, para recorrer un precioso espacio natural, la Porte d’Enfer (Puerta del Infierno), un remanso de paz en forma lagón de color turquesa, protegido por altos acantilados. Caminando entre manglares por un sendero acondicionado, llegamos al Trou (Agujero) de Madame Coco, una gruta horadada en el acantilado, que tiene como telón de fondo la Punta del Piton. En coche nos dirigimos a la punta del Gran Vigía, situada en el extremo norte, con un paisaje que nos recuerda un poco a Bretaña.

Cambiamos de zona. pero sin salir del municipio de Anse-Bertrand, nos detenemos en Anse Laborde, una preciosa playa de fina arena blanca y aguas color turquesa, rodeada de acantilados. Aprovechamos para comer el bocadillo en este paradisíaco lugar, antes de dirigirnos a Port Louis, que cuenta con un enorme monumento dedicado a los niños de la población muertos en la primera guerra mundial y dos elegantes edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra del Buen Socorro. De allí regresamos al hotel, donde por fin me di un baño en una playa caribeña. Justo el último día. En coche hemos recorrido unos 640 km por Guadalupe.

14 de febrero. Desde el aeropuerto internacional de Guadeloupe contemplamos por última vez el paisaje caribeño, en su eterno verano. Una vez en el interior vuelven a llamar mi atención las bonitas botellas de licores de ron. A las 18:10 sale el vuelo de Aire France al aeropuerto de Orly, con llegada prevista a las 07:10 del día 15, tras 8 horas de vuelo. Tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles-de-Gaulle y esperar 13 horas, hasta las 20:15, para coger el vuelo a Bilbao. Menos mal que en ese aeropuerto cogimos un hotel para dormir y descansar un rato. Esta misma operación la repetimos dos años después regresando de otra isla francesa del Caribe, Martinica, pero con París cubierta por una intensa nevada.

Destino La Palma (y 2)

Continúo el relato del reciente viaje a Canarias, que dejaba la pasada semana en el extremo sur de la isla de La Palma, en las salinas de Fuencaliente. La mañana del 9 de febrero la dedicamos a caminar durante un par de horas por el Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, por uno de los rincones con más encanto de La Palma, los Tilos, bosque primitivo de laurisilva que forma parte de la Reserva Mundial de la Biosfera de la UNESCO. Caminando entre grandes helechos, tilos y brezos, alcanzamos nuestro objetivo, el mirador de “El espigón atravesado”, donde nos reciben unos simpáticos pájaros.

Comemos de bocadillo en el norte de la isla, cerca de Barlovento, dirigiéndonos a continuación a unas piscinas naturales, de nombre Charco Azul, de donde parte un agradable paseo costero que bordea también una platanera. Tras caminar algo más de 1 km, nos conduce hasta un coqueto horno de cal restaurado. Regresamos al punto de partida, donde hemos dejado el coche, para concluir la jornada en el cercano pequeño pueblo de San Andrés, que se agrupa en torno a la iglesia del mismo nombre, junto a la que existe una hermosa plaza. Allí me tomé el mejor barraquito de esta escapada.

10 de febrero. Para la mañana de hoy hemos optado por un lugar emblemático, el Roque de los Muchachos, que además es el techo de la isla de La Palma, con 2426 metros de altitud. Hasta él se accede en coche por una serpeante carretera por la que subimos desde el nivel del mar. Aquí se encuentra uno de los observatorios astronómicos más importantes del planeta, con una docena de enormes telescopios de diferentes países. Es un buen lugar para contemplar la Caldera de Taburiente e, incluso, las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro, eso sí, si no hay calima. Previamente nos detenemos en el mirador de los Andenes.

Continuamos el viaje rumbo a Garafía, deteniéndonos en primer lugar en el mirador Tanausú, desde donde contemplamos el núcleo de Santo Domingo de Garafía. En él nos detenemos para tomar un vino de la zona y tratar de comprar un queso curado de cabra de la isla, misión imposible en el mes de febrero. Breve parada junto a la iglesia de Ntra Sra del Carmen en el barrio de Las Tricias, de donde nos dirigimos a un precioso lugar del municipio de Puntagorda, el mirador de los Dragos. Ya en el municipio de Tijarafe sendas paradas en otros dos miradores, el de Garome y el de la Muralla, donde se encuentra el moderno restaurante del mismo nombre, en el que aprovechamos para comer. Un lugar a recomendar. Nos sorprende ver allí un avestruz.

Tras la comida nos acercamos al centro del pueblo de Tijarafe, que se articula en torno a la iglesia de Ntra Sra de la Candelaria, edificada entre los siglos XVII y XVIII, que cuenta con un coqueto balcón en su fachada. De regreso al hotel y aprovechando que hay menos calima, nos detenemos junto a la iglesia de Tajuya, convertida durante la erupción del Cumbre Vieja en un excelente mirador sobre el volcán, tal como pudimos ver en televisión. De hecho, cuando llegamos había un cámara. Además de contemplar los gases que todavía emanan del volcán y los campos de lava, nos llamó la atención la existencia de un bar, ahora cerrado, y de un repetidor de telefonía móvil de Movistar,

Dado que en nuestro anterior viaje a La Palma, debido a la lluvia, no pudimos recorrer bien el norte de la isla, el 11 de febrero decidimos volver al Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, al paraje denominado Cubo de La Galga, para realizar una sencilla ruta de senderismo de 2 km, y otros tantos de vuelta. Se trata de un precioso bosque de laurisilva situado en el municipio de Puntallana. Caminamos por el fondo de un barranco que cuenta con una frondosa vegetación en la que destacan los tilos y un par de árboles emblemáticos, el barbusano del Cubo, de 25 metros de altura, y el conocido como “los mil hijos del viñátigo, así llamado por la multitud de ramas que surgen de su base.

Ha sido una semana de circular por las sinuosas carreteras de La Palma, más de 500 km de un continuo sube y baja bordeando barrancos y paradas en algunos miradores. En esta zona norte nos hemos detenido en unos cuantos, el primero al poco de salir del hotel. Se trata del mirador de Risco Alto, que domina Los Cascajos. Nada más pasar Santa Cruz de la Palma tenemos el del Barranco del Carmen. Cerca del Barranco de La Galga tenemos el del Jardín de las Hespérides y antes de llegar a Barlovento, uno dedicado a la minería. Los últimos momentos de nuestro viaje por La Palma los dedicamos al municipio de Puntallana, visitando el centro de la población, el mirador El Salto del Enamorado, dos coquetas ermitas dedicadas a San Bartolomé y Santa Lucía y un buen área de pic-nic, donde comimos el bocadillo.

12 de febrero. Media hora de vuelo y de nuevo estamos en el aeropuerto de Tenerife Norte, donde cogimos un taxi que nos trasladó al Hotel Escuela Santa Cruz, en la capital de la isla, en el que pasamos las dos últimas noches de esta escapada canaria. Por primera vez no nos dan la habitación hasta las 14 h, así que dejamos las maletas y caminamos por la calle San Sebastián hasta el bonito mercado de Ntra Sra de África, en el que aprovechamos para comprar queso y tomar un vino. A su entrada se encuentran dos vistosas esculturas dedicadas a la lechera canaria y al chicharrero. Hemos dejado para la tarde la visita al Museo de Naturaleza y Arqueología y a la iglesia de Ntra Sra de la Concepción.

El 13 de febrero lo dedicamos íntegramente a Santa Cruz de Tenerife, ciudad que no conocíamos pese a haber estado unas cuantas veces en la isla. Esta jornada batimos el récord de caminar, pues primero recorrimos íntegramente la Rambla Santa Cruz, contemplando las numerosas esculturas que lo adornan, haciendo un alto para adentrarnos en el bonito parque García Sanabria. Caminamos luego hasta la plaza de España, para desplazarnos a continuación hasta la iglesia de San Francisco, en cuyo entorno comimos en una terraza, tras conocer la plaza Príncipe de Asturias y el Teatro Guimerá. Para la tarde hemos dejado el desplazamiento hasta el Auditorio de Tenerife, el castillo de San Juan Bautista y el Parque Marítimo César Manrique, que forman un hermoso conjunto, al que hay que añadir el Palmetum, un precioso parque botánico, en el que damos por concluida la visita a esta ciudad que nos ha gustado y de la que volveré a hablar con más amplitud.

El 14 de febrero tomamos el vuelo de vuelta a Bilbao. Nos despedimos de Tenerife contemplando desde el avión el Teide, que tiene algo de nieve. Tres horas en el Airbus 320 de Vueling y al mediodía estamos en casa. Hemos tenido suerte, pues el tiempo nos ha respetado toda la semana. El viaje ha concluido.

Destino La Palma (1)

Abro un paréntesis en el relato del viaje por la isla de Guadalupe, para contaros mi última escapada a Canarias, realizada entre el 5 y el 14 de febrero. Aunque en mi vida he cogido más de 300 vuelos con origen y destino diferente, llevaba 740 días sin coger un avión, siendo el último el VY3281 Lanzarote-Bilbao, el 27 de enero de 2020. Como la situación sanitaria ha mejorado, decidimos viajar el 5 de febrero a una de las islas que me faltaba por repetir en Canarias, La Palma, que no visitaba desde 1999, para de paso ver los efectos del volcán. Como Vueling canceló en enero el vuelo dominical que unía Bilbao con Santa Cruz de la Palma, volamos a Tenerife Norte, optando por alojarnos una noche en la misma localidad en la que se encuentra el aeropuerto, en el La Laguna Gran Hotel.

Aprovechamos la estancia en Tenerife para volver a visitar La Laguna, una ciudad que me gusta y que tiene mucho ambiente. Además, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Lo primero que hicimos fue acercarnos a su magnífico mercado. Posteriormente, de forma sucesiva fuimos visitando el santuario del Cristo de la Laguna y el casco viejo, con sus magníficas construcciones, llegando hasta la torre de Ntra Sra de la Concepción, junto a la que comimos. Pasando por la iglesia de San Agustín, ubicada en la calle del mismo nombre, regresamos a descansar un rato al hotel, dejando para la tarde el Palacio de Larcero, sede del Museo de Historia y Antropología, la casa Salazar y la Catedral de Ntra Sra de los Remedios. Para concluir, nos detuvimos en un original comercio dedicado al calzado artesanal, de nombre Pisaverde. En otra ocasión volveré a hablar de esta hermosa población.

El 6 de febrero, a bordo de un ATR-72 de Canaryfly, realizamos el corto vuelo entre los aeropuertos de Tenerife Norte y Santa Cruz de la Palma. Para pasar las seis próximas noches elegimos el Hotel H10 Taburiente Playa, ubicado en Los Cancajos. Estábamos poquísimos turistas, siendo el 80 % de los alojados personas que se quedaron sin su vivienda por la erupción del volcán Cumbre Vieja. En el patio central del hotel contemplamos cada vez que íbamos a la habitación la cascada del Los Tilos, a la que no pudimos ir al estar el acceso cerrado por las pasadas lluvias. Si que pudimos caminar por el sendero litoral y contemplar las olas, pues los dos primeros días tuvimos aviso amarillo por impacto en costa.

Con el coche que recogimos en el aeropuerto, la tarde de nuestra llegada a la isla la dedicamos a recorrer su hermosa capital, Santa Cruz de la Palma que, al ser domingo, estaba casi vacía. Su centro histórico está delimitado por dos calles, O’Daly (calle Real) y la avenida Marítima. En otra ocasión volveré a hablar de esta ciudad y de sus interesantes edificios, entre los que destacan la Casa de Salazar, el Ayuntamiento y la iglesia de el Salvador, llamando ante todo nuestra atención los hermosos balcones de muchas de sus casas y varios grupos escultóricos, con especial atención al monumento al Enano.

El 7 de febrero nos desplazamos en primer lugar hasta el la Cumbrecita (1267 m), donde conviene reservar aparcamiento por Internet. Es un buen mirador sobre el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente aunque, como sucedió durante toda la semana, la calima hizo que las vistas fueran difuminadas. Eso sí, hicimos una pequeña ruta caminando hasta el Lomo de las Chozas, disfrutando de un precioso paisaje de montaña, teniendo como telón de fondo los Roques y el Pico Bejenado.

La siguiente cita del día la tenemos en la localidad más poblada de la isla, Los Llanos de Aridane, distante 33 km de la capital. El primer sitio que llamó mi atención fue la plaza de España, por los laureles de Indias que la adornan, que fueron plantados en 1863. A ella se asoman el Ayuntamiento y la coqueta iglesia de Ntra Sra de los Remedios. Por la plaza discurre la calle Real, que cuenta con hermosos edificios de estilo colonial, en la que podemos contemplar varios de los numerosos grandes murales, algunos de conocidos artistas, que forman parte del proyecto “la ciudad en el museo”.

Después de comer en Los Llanos nos dirigimos al mirador de El Time, atalaya situada a 594 metros sobre el nivel del mar, que se encuentra a sus pies. Por primera vez circulamos por impresionantes barrancos, algo que será habitual todos los días y contemplamos las plataneras. Hacia la costa, donde se encuentra la fajana, no hay forma de ver nada con nitidez debido a la calima. Nos volvemos a detener en la playa del puerto de Tazacorte y regresamos a Los Cancajos, pasando otra vez por Tajuya, pues lo habíamos hecho a la ida, donde contemplamos el volcán Cumbre Vieja, todavía humeante, los destrozos causados por la lava y alguna casa rodeada por ella, a donde no nos pudimos acercar, pues muchas carreteras permanecen cortadas. Además todavía hay gases en bastantes viviendas. He dejado como base de la ilustración la ceniza, todavía abundante en algunos lugares.

8 de febrero. Dedicamos toda la jornada a la zona de Fuencaliente, para caminar por el GR 131 que discurre por la Ruta de los Volcanes, en buena parte cerrada por efecto del volcán, aunque no nos afectó, pues solo pensábamos caminar en descenso por los 5,9 km de sendero existente entre el centro de visitantes del volcán San Antonio y el faro de Fuencaliente, donde previamente dejamos aparcado el coche, viajando al punto de partida en el autobús 23 (2,40 €). Hay cinco al día, cada dos horas entre las 09:45 y las 17:45 h. El camino pasa junto a otro volcán, el famoso Teneguía, el anterior en entrar en erupción. Junto al faro se encuentra un lugar lleno de encanto, las salinas de Fuencaliente, que funcionan de forma artesanal desde 1967. La visita es gratuita y cuentan con un buen restaurante.

Nos quedan por delante tres días completos en la isla de la Palma y casi dos en Santa Cruz de Tenerife. El viaje continúa.