Guadalupe, el Caribe francés (y 3): Fin del viaje

Concluyo el relato de la estancia, en febrero de 2016, en la caribeña región francesa de Guadeloupe. El día 10 lo dedicamos a recorrer el sur de la isla de Basse-Terre, comenzando por las cascadas de Carbet (chutes de Carbet), situadas en el Parque Nacional de Guadalupe. Son tres pero sólo nos acercamos hasta la segunda, de 110 metros de caída, caminando por un bosque tropical. Desde ella contemplamos entre la niebla la primera, de 115 metros. El siguiente pequeño recorrido lo hicimos junto al lago Grand Etang, el más extenso de las Antillas Menores.

La siguiente cita la tenemos en una pequeña ciudad llamada como la isla, Basse-Terre que, pese a contar con tan sólo unos 10.000 habitantes, es la capital administrativa de Guadeloupe. Situada a orillas del mar y a los pies del volcán La Soufrière, cuenta con interesantes edificios históricos, entre los que destaca el fuerte Delgrès, construido entre los siglos XVII y XVIII, así como dos iglesias, la de Notre-Dame-du-Mont-Carmel y la Catedral de Notre-Dame-de-Guadeloupe.

Continuamos recorriendo el sur de la isla de Basse-Terre y más en concreto la zona de Trois-Rivières, teniendo siempre como telón de fondo las islas de Saintes. Nos detenemos en el extremo sur, donde se encuentra el pequeño pueblo de Vieux Fort, acercándonos a su coqueto puerto y al faro, desde el que disfrutamos de hermosas vistas y, al lado, de restos de viejas fortificaciones que surgen entre las palmeras. De allí nos dirigimos a la playa de Grande Anse, en la que rompen las olas con fuerza, para concluir la jornada en Capesterre-Belle-Eau, uno de los principales centros de producción de plátanos de la isla, discurriendo la carretera por la hermosa alameda Dumanoir, rodeada de palmeras.

Hasta el final del viaje nos quedamos en la isla en la que se encuentra nuestro hotel, la de Grande-Terre. El día 11 no salimos del municipio en el que nos alojamos, Le Gosier, para realizar un pequeño tramo del Sentier Litoral, entre el puerto pesquero de Anse du Mont y la playa de la Saline. Son tan sólo unos 2 km de ida, que realizamos caminando por la franja costera, y otros tantos de vuelta, que hicimos por el interior en compañía de un perro que nos acompañó hasta el puerto. En nuestra ruta disfrutamos de la acrobática pesca de los pelícanos, de vacas y bueyes acompañados por pequeñas garcetas y de hermosas playas. También contemplamos la estela conmemorativa de la abolición de la esclavitud en 1794.

El día 12 lo pasamos en el centro de la isla de Grande-Terre, unos 80 km de recorrido, comenzando con la visita al curioso cementerio de Morne-à-l’Eau, con sus enormes tumbas en forma de pequeñas casas en blanco y negro, dispuestas en cascada por la colina. De allí nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de Vieux-Bourg, que cuenta con la playa de Babin, frecuentada por personas que acuden a darse baños de barro. Cuenta con mesas cubiertas para realizar el pic-nic. Nosotros, tras la comida en una de ellas, aprovechamos para dar un paseo por el manglar, por una zona acondicionada para ello.

El último día de estancia en Guadalupe lo dedicamos a recorrer, a lo largo de unos 140 km, el extremo norte de la isla de Grande-Terre, deteniéndonos en primer lugar en la elegante mansión colonial de Zevallos, para de allí dirigirnos al coqueto pueblo de Le Moule, que antiguamente fue el mayor puerto azucarero de Guadalupe. Hoy vive del turismo gracias a la hermosa playa de l’Autre Bord. En el pueblo destacan dos edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, junto a la que se instala el mercado.

Nos dirigimos ahora al extremo norte de Grande-Terre, al municipio de Anse-Bertrand, para recorrer un precioso espacio natural, la Porte d’Enfer (Puerta del Infierno), un remanso de paz en forma lagón de color turquesa, protegido por altos acantilados. Caminando entre manglares por un sendero acondicionado, llegamos al Trou (Agujero) de Madame Coco, una gruta horadada en el acantilado, que tiene como telón de fondo la Punta del Piton. En coche nos dirigimos a la punta del Gran Vigía, situada en el extremo norte, con un paisaje que nos recuerda un poco a Bretaña.

Cambiamos de zona. pero sin salir del municipio de Anse-Bertrand, nos detenemos en Anse Laborde, una preciosa playa de fina arena blanca y aguas color turquesa, rodeada de acantilados. Aprovechamos para comer el bocadillo en este paradisíaco lugar, antes de dirigirnos a Port Louis, que cuenta con un enorme monumento dedicado a los niños de la población muertos en la primera guerra mundial y dos elegantes edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra del Buen Socorro. De allí regresamos al hotel, donde por fin me di un baño en una playa caribeña. Justo el último día. En coche hemos recorrido unos 640 km por Guadalupe.

14 de febrero. Desde el aeropuerto internacional de Guadeloupe contemplamos por última vez el paisaje caribeño, en su eterno verano. Una vez en el interior vuelven a llamar mi atención las bonitas botellas de licores de ron. A las 18:10 sale el vuelo de Aire France al aeropuerto de Orly, con llegada prevista a las 07:10 del día 15, tras 8 horas de vuelo. Tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles-de-Gaulle y esperar 13 horas, hasta las 20:15, para coger el vuelo a Bilbao. Menos mal que en ese aeropuerto cogimos un hotel para dormir y descansar un rato. Esta misma operación la repetimos dos años después regresando de otra isla francesa del Caribe, Martinica, pero con París cubierta por una intensa nevada.

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