Continúo el relato del viaje a Polonia realizado del 6 al 23 de junio de 2015, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Cracovia, donde todavía pasamos una jornada más, el 19 de junio, desplazándonos en primer lugar tan sólo 12 km hasta un sitio en el que ya había estado con anterioridad y que me gustó como para repetir, sobre todo por su originalidad. Se trata de la Mina de Sal de Wieliczka, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978. Lo más impresionante es la Capilla de St. Kinga, una sala de 54 metros de longitud que cuenta con una exquisita decoración realizada a base de sal. Para su visita hay que tener en cuenta que en el recorrido tenemos 800 peldaños de escalera y que sólo hay dos baños, a los 40 y 90 minutos del inicio de la visita, que dura casi tres horas.
38 km más y llegamos al segundo lugar a visitar y que no conocía, pese a que desde 1999 también forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, porque “es un paisaje cultural de enorme belleza e importancia espiritual. El marco natural en el que están ubicados los lugares simbólicos de culto relacionados con la Pasión de Jesucristo y la vida de la Virgen María, ha permanecido prácticamente inalterado desde el siglo XVII. Hoy en día sigue siendo un lugar de peregrinaje”. Se trata del Santuario Kalwaria Zebrzydowska, en el que destaca la basílica barroca.
El día 20 de junio tuvimos que recorrer 318 km para desplazarnos a Zamosc, pero a los 83 nos detuvimos en la coqueta población de Tarnów, conocida como la pequeña Cracovia, situada en la ruta jacobea a 3.822 km de Santiago de Compostela, tal como pudimos ver en un cartel. Lo que más me gustó fue la Plaza del Mercado (Rynek), que ha conservado gran parte de su antiguo aspecto, teniendo en el centro el hermoso Ayuntamiento. Nos acercamos también a la Catedral y al mercado, para concluir con la visita al Museo Etnográfico, que muestra la única exposición permanente de la historia y de la cultura gitana en Europa. También hay una colección de ropa, herramientas y otros servicios públicos, llamando especialmente la atención los cinco carruajes ubicados en el patio trasero.
235 km más y estamos en Zamosc, donde nos alojamos dos noches en el Hotel Renesans, situado en pleno centro histórico, para pasar íntegramente el 21 de junio en esta población cuya ciudad vieja forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1992. Una gozada poder estar una jornada sin tener que conducir. La ciudad tiene infinidad de cosas para ver, como la torre de la Catedral, por lo que ampliaré la información en otra ocasión, pero ante todo me quedo con el Rynek o Plaza del Mercado, donde se encuentra el coqueto Ayuntamiento, en cuyas escaleras tuvo lugar un espectáculo nocturno. A esta porticada plaza se asoman hermosas casas armenias, algunas profusamente decoradas. Por cierto, os dice algo la última imagen que ilustra este texto, tomada en 2015?
El viaje va tocando a su final, así que el 22 de junio iniciamos la última etapa de 263 kilómetros hasta Varsovia, aunque a los 88 nos detuvimos en Lublin para visitar el castillo (Zamek-Muzeum Lubelskie), situado en una colina sobre los restos de un castillo construido entre los siglos XIV y XVI. A sus pies se encuentra la hermosa plaza del Castillo, donde iniciamos un breve recorrido por el centro histórico pasando junto al Tribunal Real y la Catedral, antes de llegar a la Brama Krakowska o Puerta de Cracovia, resto de la muralla del siglo XIV.
175 km más y llegamos a Warszawa (Varsovia), la capital del país, donde nos alojamos en el Hotel Karat. Como en mi anterior viaje no me cautivó especialmente la ciudad, dejamos para ella tan sólo una tarde y una mañana. Como las previsiones para el día siguiente daban lluvia, dedicamos la tarde a “patear” ampliamente el centro histórico, formado por la Ciudad Vieja (Stare Miasto) y la Ciudad Nueva (Nowe Miasto), que desde 1980 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, como “ejemplo destacado de reconstrucción casi total de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX”. Quién diría que el 90 % de lo que ahora nos deslumbra quedó destruido durante la segunda guerra mundial. Entre otras muchas cosas pudimos contemplar el Castillo Real, la columna del rey Segismundo III Vasa, la Barbacana, la colección completa de iglesias y el símbolo de la ciudad, la sirena.
Hemos disfrutado de un tiempo magnífico durante el viaje por Polonia pero, el último día, 23 de junio, amaneció en Varsovia amenazando lluvia, como estaba previsto. Menos mal que aprovechamos la tarde anterior, pues para este día tan sólo pensábamos caminar por la zona moderna, en la que abundan los rascacielos, hasta llegar al mayor de ellos, el Palacio de la Cultura y la Ciencia, construido en 1955 en la época soviética. Con 237 metros de altura, es el edificio más alto de Polonia, Al llegar frente a él comenzó a “diluviar”, refugiándonos en el moderno Centro Comercial Zlote Tarasy, de donde en taxi regresamos al hotel, comida y al aeropuerto. De esta forma tan sosa concluyó el viaje por un país que me ha encantado.
Del Hotel Karat al Warsaw Chopin Airport hay tan sólo 9 km, así que comimos tranquilos antes de desplazarnos hasta él, pues el Airbus A319 de Brussels Airlines tenía prevista su salida a las 17:45 h. Dos horas de vuelo hasta Bruselas y menos de una de espera para coger el vuelo a Bilbao, aunque luego tuvo 45 minutos de retraso, llegando al aeropuerto de Loiu sobre 23:15. Desde el aire contemplamos una hermosa puesta de sol, que puso el broche a nuestro viaje por Polonia.
No estaría nada mal que las compañías Vueling o Volotea, aunque fuera en verano, se animasen a poner un vuelo directo a Varsovia, como han hecho a otros destinos como Bucarest o Atenas. Creo que tendría demanda.