Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Lille, donde pasamos tres noches. El 8 de junio partimos hacia nuestro siguiente destino: Normandía. Aunque estábamos empachados de tanta cultura, decidimos hacer un alto de camino tras recorrer 150 km, para visitar un lugar que nos gustó cuando estuvimos hace veinte años. Se trata de la Catedral de Notre-Dame de Amiens, una de las mayores iglesias góticas del siglo XIII, que desde 1981 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Junto a las catedrales de Chartres y Reims, forma parte de la llamada “Triada del gótico alto”. Abre de 08:30-18:30 h.
La Catedral tiene 145 metros de longitud y 42 de altura, lo que la convierte en la iglesia de estilo gótico más alta y en la catedral más grande de Francia. Como nuestro objetivo consistía en visitar esta joya arquitectónica, en Amiens tan sólo nos detuvimos en la Place Notre-Dame, donde tomamos un café en una terraza, para luego pasar junto a la estatua de Pierre l’Ermite, que nos dió acceso al Parc de l’Eveché. que es el mejor lugar para contemplar la flecha de la Catedral. El coche lo dejamos aparcado al otro lado del pequeño canal.
Por fin llegamos a Normandía, fijándonos como siguiente objetivo un lugar que nos encantó en nuestro anterior viaje por su playa, con sendos acantilados en sus costados. Uno de ellos tiene forma de trompa de elefante y el otro cuenta con una iglesia en su parte superior. Un buen y céntrico aparcamiento para dejar el coche es el Parking Place du General de Gaulle Etretat. 12 km antes y 176 después de salir de Amiens, nos detuvimos en un pequeño pueblo de pescadores, Yport, que cuenta también con hermosos acantilados. Lo mismo sucede con la playa de de Vaucottes, que vimos desde la carretera.
La siguiente cita la tuvimos a 50 km, en Honfleur, pero previamente tuvimos que cruzar el estuario del río Sena por el Pont de Normandie, que cuando se inauguró en 1995 se convirtió en el puente atirantado con el mayor vano central del mundo, 856 metros de los 2.143,21 que tiene el puente. Aunque ya era un poco tarde decidimos parar en otro lugar del que guardaba un buen recuerdo del anterior viaje, el Vieux-Bassin de Honfleur, rodeado de terrazas y casas tradicionales, entre las que destaca el Memorial Samuel de Champlain. Dignos de mención son también el Ayuntamiento, el carrusel y el monumento a las recolectoras de mejillones.
Todavía nos quedaban 137 km para llegar a nuestro alojemiento durante las dos siguientes noches, el Hotel Mercure Saint-Lô Centre, ciudad que nos limitamos a contemplar desde la habitación, con los últimos rayos de sol iluminando las murallas y torres. Al final nos hemos metido en esta jornada unos 520 km de coche. Para el 9 de junio teníamos por delante 282 km, siendo la primera parada en Coutances, ciudad que nos decepcionó, pues su mayor atractivo se encuentra en la Catedral gótica de Notre-Dame, teniendo que esperar bastante para ver su interior pues había un funeral. De interés son también la iglesia de Saint-Pierre y el Espace Saint-Nicolas.
Empachados de tanta cultura decidimos desplazarnos 97 km hasta el extremo noroeste de Normandía y, más en concreto, al cabo de la Hague, en cuyas proximidades, sobre la roca conocida como “le Gros du Raz”, se alza el faro de Goury. De 50 metros de altura, se puso en servicio en 1837, pues frente a él se encuentra, la “Raz Blanchard”, una de las corrientes de marea más fuertes de Europa, que originó en un solo año el hundimiento de 27 barcos. Caminamos por la costa hasta el pequeño puerto partiendo de la Cruz de Vendémiaire, que recuerda el hundimiento del submarino Vendémiaire el 8 de junio de 1912, en el que perecieron 24 personas.
Comimos de bocadillo frente al faro y nos dispusimos a cubrir los 120 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, Bayeux, aunque tardamos casi una hora en atravesar Cherburgo debido a una obra. Por dicho motivo llegamos por los pelos a la Tapisserie de Bayeux, que guarda una joya que tenía muchas ganas de volver a ver, el famoso Tapiz de Bayeux, que data del siglo XI y conmemora la batalla de Hastings. Mide 69,55 metros de largo, tiene 50 cm de altura media y pesa unos 350 kg. Además es una importante fuente documental sobre el modo de vida, las costumbres, la arquitectura militar y civil, la navegación y la agricultura de la sociedad normanda e inglesa de la Edad Media. Es de esas cosas únicas en el mundo.
Aunque originariamente no entraba en nuestros planes, como las iglesias no suelen cerrar hasta las 19 h, aprovechamos para visitar la Catedral de Notre-Dame de Bayeux, de estilo románico-gótico y construida en el año 1077. Destaca por su coro, las agujas del siglo XIII y la gran torre, de estilo gótico flamígero. Como estábamos a menos de 40 km de nuestro hotel en Saint-Lô, incluso nos dio tiempo a dar un corto paseo por la ciudad, para fotografiar el Ayuntamiento, el molino y la hermosa casa con entramado de madera de la rue des Cuisiniers.
Los seis primeros días de viaje disfrutamos de un tiempo precioso, incluso con calor, pero el 10 de junio Normandía nos despidió con sirimiri, aunque tras recorrer 92 km el agua cesó lo suficientemente para permitirnos ver sin lluvia esa joya que es Le Mont-Saint-Michel, que desde 1979 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por lo que recibe más de 3 millones de visitantes al año. Para acceder a este mágico lugar hay que dejar el coche a unos 2 km, en un gigantesco aparcamiento (11,50 €), desde el que un autobús gratuito te acerca hasta el puente que une la isla en la que se encuentra el santuario con el continente. Todo está muy bien organizado, pese a las enormes colas de gente que suele haber en este lugar.
Estamos en el séptimo día de viaje, pero todavía nos queda mucho por recorrer. Próximo destino: Bretaña, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.