Nos esperan

Nos esperan, sí: el coronavirus, las camas de la UCI, los respiradores, las sondas y las y los sanitarios que, con doble mascarilla, EPI, pantallas y guantes, cuidarán de nosotros… Porque está quedando claro que nosotros solos no sabemos hacerlo. Los niveles de contagio en Euskadi empiezan a ser alarmantes y, ya pueden ponerse estupendos algunos, la mayoría vienen de entornos de ocio. Esto no es Murcia, aquí no hay temporeros. Así que, si la juerga nos puede, si llevar mascarilla nos agobia, si somos más chulos que un ocho los de Bilbao… Nos encontraremos todos donde no querremos estar.

A la política se llega con el partido hecho en casa

No, Podemos no es ese movimiento social que supera las viejas estructuras y abandera la nueva política: Podemos es una organización especialmente vertical que, en pocos años, recorrió lo que otras formaciones han caminado en décadas, y ha acabado fiando todo su futuro al poder. Daniel Bernabé reflexionaba en Twitter sobre la debacle de los de Iglesias que, según este periodista, se explica por la imposibilidad de haber fortalecido un partido. Tiene razón, pero la culpa no es de todos los agentes externos, como sugiere, sino de los principales internos: el modo en el que Iglesias y su equipo han gestionado Podemos.

El PP pierde y vuelve a perder en la CAV

La debacle del PP en la CAV es completa: no solo la candidatura por Carlos Iturgaiz ha perdido y bien, sino que por su pacto con Ciudadanos, los representantes elegidos se reparten entre ambos partidos. Una derrota doble porque, realmente, Ciudadanos partía sin opciones y si el PP se hubiera presentado en solitario habría obtenido los mismos resultados, seguramente. Así que pocas veces podremos aplicar mejor el juego de palabras que dice que, en esta ocasión, “la suma resta”. Porque con ese parlamentario de Ciudadanos vendrá un equipo: puestos de trabajo directos que el PP cede y, por lo tanto, vuelve a perder.

Sí, va en serio

La entrada de Vox en el parlamento vasco a pesar de que la formación perdió miles de votos respecto a 2019 no es una anécdota: están ahí, llaman a la puerta. El auge de la extrema derecha en todo el mundo, de Trump a Duda, en Polonia, pasando por Bolsonaro, no es una exageración. La protección que han tenido durante décadas familias como los Espinosa de los Monteros no es una excepción. La entrada de ultras en fuerzas armadas, con sueldos de funcionarios y armas al alcance, no es una película: en The New York Times han publicado un reportajazo sobre cómo se han infiltrado neonazis en el ejército alemán.

Me representa

El pesimismo avanza. Ya no distingo si solo en mí o es una sensación que sentimos todos después de una primavera tan dura y un verano tan angustioso. Sí, ya sé que hay muchos a los que todo les importa nada, que hacen vida normal pese a la pandemia y que creen que el confinamiento ha sido una tomadura de pelo. Pero la mayoría nos sentimos abatidos. Lalibretilla, un tuitero muy conocido, se expresaba de un modo que me hizo identificarme con él, también en su error al escribir el tuit: “Ni un ámbito de mi vida en el que no piense que soy retrasado y que no sé cómo he llegado ‘tan lejos’”.

Vale, ¿qué puedo comprar on-line?

Como al periodista Miguel Ángel Garrosa, llamó mi atención lo acertado que estuvo un repartidor en el Teleberri del lunes que se quejaba de que la gente compraba on-line cosas que no necesitaba y que, encima, trataba como un apestado a quien se lo llevaba a casa. Llevo semanas reflexionando: ¿qué puedo comprar on-line? Y no me refiero a lo que es legal. Si no a lo que dicta la policía de la moral: veo en las redes sociales a muchos comer y beber bien con productos de primera que les llevan a casa (de empresas que necesitan que les compren) y leo críticas (con las que coincido) sobre lo egoístas que somos.

La mayoría de los empresarios son trabajadores

Sigo. Con el que coincido plenamente es con Borja Barba: “Aquí hay gente que cuando habla de ‘empresario’ se imagina a un señor orondo, encendiendo un habano con un fajo de billetes, mientras aprieta el acelerador de su Maserati Quattroporte y tiene 400 empleados explotados”. Todos los empresarios a los que conozco personalmente son trabajadores. Pero la policía de la moral esta vez también impone su visión contra una realidad fácilmente comprobable. “Los productores” no son Amancio Ortega, son gente con sus pequeñas empresas y a los que les tiemblan las piernas ante el parón.

Y los políticos, también

La policía on-line de la moral también señala y ha señalado cada error en las declaraciones de una o un político como si fuera el desencadenante de la pandemia. Por cada benevolente han aparecido mil justicieros. Pero la mayoría no aguantarían la presión, los casi dos meses trabajando sin descanso por culpa de una crisis como un tsunami, las horas sin ver a la familia, que tiene tanto miedo como todas las familias… Fernando Simón apelaba a la comprensión ante los errores humanos de personas agotadas. E Ícaro Moyano añadía lo que algunos pensamos: “Hay opciones. O lo entiendes o eres un gilipollas”.

Que lo haga

El mayor valor político de Pablo Iglesias es que cuando todos le decían: “Pues monta un partido”, lo hizo. Así que otorgaré el mismo mérito a Spiriman si al final crea el partido que ha anunciado. El médico granadino Jesús Candel, conocido por sus gritos en Internet y por cómo pide dinero para comprar equipos que ya suministran otros, ha decidido (ahora que la famosa curva desciende) saltar a la política. Me parece muy bien: que lo haga. Y que lo hagan todos esos que se han quejado tanto de la gestión de esta crisis, que supieron lo que venía y saben lo que hay que hacer. Y que comprueben lo jodida que es la política.

Lo que nos quedará

Esta crisis ha machacado sin piedad al periodismo. Tenemos nuestra parte de culpa, no me cabe duda: Ana Rosa Quintana, Pablo Motos, Javier Negre, Iker Jiménez… Han difundido basura por el clic, el espectador y su propio ego. Los ERTE han llovido sobre un suelo enfangado por la precariedad (solo es posible el buen periodismo con mucho dinero, todo lo demás es mentirnos para aguantar un día más). Y la infantería se ha dejado arrastrar por las olas del populismo, de las asociaciones que llamaban para contar sus ideas felices y por el dato sin contexto. Daniel Bernabé tiene razón: nos hemos quemado.

¡Ya estamos de campaña!

Los más puristas lo llamarán “precampaña” y algunos dirán que tampoco estamos en esa fase, pero de un modo práctico, estamos en campaña: los partidos y los medios iremos subiendo el tono, y los tuiteros que reciben argumentarios estarán afilando dientes y dedos para hacer el más inútil de los ruidos. Pero también empieza lo bonito: las creatividades, la planificación, la puesta en marcha de webs, espacios en redes sociales digitales, equipos… Nos enfrentamos todos, también como parte de la ciudadanía, a una campaña intensa y breve que, si todo va bien, dará paso, por fin, hasta a dos años sin procesos electorales.

Tantos años equivocados…

Entiendo que periodistas como José Antonio Zarzalejos tienen que estar muy frustrados: llevan años, décadas en su caso, diciéndonos que votamos mal y seguimos sin hacerle caso. También llevan años explicando a los políticos españoles que negocian mal y que llegan a acuerdos con los partidos equivocados. Zarzalejos, ya en el otoño de su carrera, ha cambiado el cuchillo entre los dientes por el empujón en el patio del colegio de los 70: “El PNV abduce y aboba”, escribe en su columna. Solo le falta pintarlo con un espray en la pared a ver si, así, alguien deja de estar equivocado. Ojo, que puede que sea él.

Libertad de expresión no es decir lo que quieras

Hay un error bastante extendido sobre la libertad de expresión, que se confunde con que uno pueda decir lo que quiera. La libertad de expresión ampara a Zarzalejos para llamar “abobados” a los votantes del PNV y me ampara a mí para sugerirle que está equivocado. Pero nadie puede “llamar pederasta a alguien sin pruebas”, como bien explican en Público. Por eso Twitter ha decidido sancionar a Vox, por asegurar por el morro que el PSOE promueve la pederastia. La red social no restituirá su cuenta hasta que los de Abascal retiren el tuit, y estos han iniciado una querella criminal que carece de todo sentido.

Opiniones libres, sí, pero de viejos

Albert Boadella ejerce su libertad de expresión aunque cada acto suyo últimamente se convierta en un autorretrato grotesco, una caricatura de quien fue el azote del nacionalismo y ahora es el bufón de la extrema derecha. Boadella se ha quedado atrás y sus opiniones son de abuelo Cebolleta hasta en lo menos importante: “Veo los niños con su Tablet en el AVE No están pegados a la ventanilla mirando el paisaje real como en nuestra niñez. Su mundo está en la red. Hemos arrebatado la infancia a nuestros pequeños. Mentes informáticas. Carne de cañón para que manipulen los Iglesias y Sánchez del mundo”.

Mamarrachada al poder

Daniel Bernabé ha retratado en Twitter a la nueva “gente guapa” de Madrid, a esos herederos de la “movida”, y lo ha hecho sin piedad: “Instagramers que van al sudeste asiático de viaje autopromocional, gente que tiene profesiones inútiles con nombres en inglés y banda que se toma la noche como si fuera el puto LinkedIn” y que acuden a “discotecas con pinta de ser el prostíbulo de Luis XVI para que sean la pasarela donde el artisteo mire a la cámara lánguido”. Esta es mi parte preferida: “El futuro era cambiar a Kike Túrmix por una especie de Pitita Ridruejo en chándal de táctel”.

Jardineros gratis para la casa de Alba

Hemos normalizado que los municipios, en vez de contratar a un diseñador y en aras de la participación, la transparencia y el autobombo, organicen un concurso cada vez que necesitan un cartel para carnaval o fiestas patronales. Al final, está pagado. Pero lo del Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, rompe los récords del jetismo: “Seis meses de jardinería para ingenieros, gratis” (El Confidencial). Es decir: ofrece sus jardines para que ingenieros agrónomos los desbrocen sin cobrar.

La izquierda y sus cosas

El texto de Daniel Bernabé sobre Operación Triunfo en La Marea es uno más. Desde hace muchos años en las tribunas de izquierdas han publicado divagaciones sobre la cultura de masas con referencias a gustos más elevados con los que el autor justifica, suave o salvajemente, su desprecio a lo que consume la mayoría y el riesgo de alienación. En eso anda la izquierda de salón, enredada esta semana en lo mismo que hace siglos, pero con Twitter: una caja de resonancia para la pedantería.

La coherencia, ese valor

La capacidad para generar mensajes de Juan Carlos Monedero, también en Twitter, como buen activista de izquierdas de su tiempo que es, le da algún problema de vez en cuando: esta semana ha vuelto a moverse un tuit suyo de mayo pasado (no me pregunten por qué) en el que se preguntaba desde Mauthausen: “¿Cómo quitarle importancia?”. Otro usuario le respondía con un artículo del propio Monedero: “El terrorismo financiero causa más dolor que el nazismo”.

Puigdemont, desactivado

Un usuario de Twitter recuperaba aquel brindis a cámara que Ana Rosa Quintana y Mariano Rajoy lanzaban cuando la primera entrevistó al segundo en una taberna de Madrid, y añadía el mensaje: “Un saludo, Puchi”. Evidentemente, se refería a la colaboración que la periodista ha prestado al asunto catalán. Una colaboración que, no nos engañemos más, viene bien a todos menos a Puigdemont, que sigue enrocado en Bruselas mientras el tiempo corre y hasta en su partido se desesperan.

Válido en los dos lados de la A8

Mi amigo y compañero del Noticias de Gipuzkoa, Jurdan Arretxe, ha tuiteado sobre el fichaje de Iñigo Martínez. Y lo ha hecho con sus acertadas reflexiones al aire que siempre suenan a pregunta: “Llegamos al cole creyéndonos de los mejores, casi todos los días nos quitan el bocata en el recreo (esto funciona así) y cuando nos lo quedamos, vamos a Europa. Creemos que ya hemos mejorado lo suficiente. Pues igual sí. Hasta el día que nos quitan el bocata”. Vale para los dos extremos de la A8.