¿Cuántas personas han fallecido en Ucrania?

Para conocer la cifra de muertos desde que Rusia invadió Ucrania, varios medios como Infobae citan las cifras que maneja la BBC. A saber: hay 65.000 soldados ucranianos muertos y 55.000, desaparecidos. En el otro lado del frente, entre 150.000 y 210.000 soldados rusos han fallecido. Además, según la ONU, “al menos 13.580 civiles, incluidos 716 niños, han muerto y más de 34.000 han sido heridos desde el inicio de la guerra en Ucrania”. A las que habría que sumar las personas muertas en Rusia por los ataques ucranianos. La mejor estimación nos arroja un resultado de 228.580 fallecidos desde 2022. Para quien quiera saberlo.

¿Y si solo es una moda?

Cuando me hice la pregunta con la que titulo el primer párrafo busqué la respuesta en Google, pasando de la IA. He cazado demasiadas veces en este tiempo las mentiras de las inteligencias artificiales y tengo la conciencia climática necesaria para no dar otra oportunidad a esa mierda. Lo que no esperaba es que fuese flor de un par de días, pero eso es lo que podrían estar sugiriendo en La Vanguardia: “ChatGPT y el resto de IA podrían ser un espejismo demasiado caro para sostenerse: ‘Las grandes compañías de inteligencia artificial enfrentan un déficit de ingresos de 800.000 millones de dólares’”.

Todo, todo lo que está mal

“El negocio de la compraventa de palés de productos devueltos de Amazon” (El Periódico) me parece una muestra valiosísima muestra de todo lo que está mal en esta sociedad de mierda que estamos construyendo: primero, lo que compramos y lo que devolvemos, sin importarnos el consumo energético de entregar y recoger cada producto en cada casa. Después, las llamadas a ganar dinero sin esfuerzo (la mentira de los reels) con nuevos negocios (también de mierda) basados en las compras a ciegas de segunda mano después de invertir, catalogar y subir los productos a las tiendas virtuales. El nuevo ciclo de la basura capitalista y consumista.

Otra visión

Si el hype del genocidio israelí sobre Gaza baja podremos hacer otras lecturas del aplastamiento sin piedad ordenado por Netanyahu, como la de Bernat Dedéu en El Nacional: “El presidente español sabe perfectamente que los conflictos globales pueden ser una herramienta fantástica a la hora de diluir las problemáticas interiores surgidas de la periferia”. Dicho de otro modo: “Cuando uno se enfrenta a las injusticias del mundo, reivindicaciones como lo nuestro de la financiación, de los trenes y ya no te digo la independencia… pues siempre podrán pintarse como asuntos más bien provincianos”.

Estoy de acuerdo

Dice Nieves Concostrina que “la historia está ahí, y el negacionismo es insoportable” (Cadena SER), y solo puedo estar de acuerdo con ella. “La periodista denuncia el ‘negacionismo absurdo’ que aún persiste en torno a la memoria de la Guerra Civil, pese a la abundancia de datos, testimonios y evidencias”, y cita como ejemplo que “en Navarra tenemos un pueblo que le llaman el pueblo de las viudas”. Ella hablaba de la Guerra Civil española, y yo suelo hablar del negacionismo igualmente insoportable y absurdo que observamos en Euskadi, pese a la abundancia de datos, testimonios y evidencias, y que viene de una época mucho más reciente.

Hagamos números

Por muchos números que hagamos la cuenta no sale: “Un trabajador necesita 52 años de salario para comprar una vivienda en el Estado español” (Diario Socialista). Las comunidades donde la situación es más grave son “Madrid, Catalunya y Balears”, gobernadas por PP, PSOE con el apoyo de ERC y los comunes (Sumar, para que nos entendamos todas y todos) y PP con el apoyo de Vox, respectivamente. Y esto sucedes, que nadie se olvide, con una ley española de vivienda apoyada por EH Bildu que lleva año y medio en vigor y agravando el problema. Si hablamos de alquiler, “el sobrecoste convierte el acceso a la vivienda en una quimera”.

¿Quién quiere ser autónomo?

Hace años que no hablo con una autónoma o un autónomo que no esté deseando dejar de serlo. El autoempleo no es una elección hoy: es la última de las opciones, la menos deseable, a la que te tienes que acoger sin remedio. Este planteamiento unido al de un sector público al que cualquier vasco o español quiere acceder, es un síntoma de mala salud. En el caso español, la enfermedad es visible: “El mes de julio perdió 7.286 autónomos, el peor dato para ese periodo en 3 años” (El Economista). Y la situación se va a convertir en insostenible: la fiesta de lo público se paga con los impuestos de las empresas privadas. Que nadie lo olvide.

Ideas brillantes

Seguramente sea porque hace poco que he vuelto de vacaciones, pero me quedé atrapado en el reportaje de La Vanguardia sobre cómo en las zonas turísticas italianas están sufriendo la espantada de clientes por el alza de los precios. Noticias similares han aparecido también  sobre Andalucía, Comunidad Valenciana y Baleares. No parece que el ascenso de los precios haya alejado solo al turismo de borrachera: el familiar (que es el que más dinero reparte, según los expertos en el tema) también se ha retraído. Menos días, menos dinero en la cartera por el precio del hotel y menos alegría dan un resultado nada sorprendente.

Estoy de acuerdo

Elisa Beni aborda en El Nacional lo que sucede con los labubus, unos muñecos feos que, como ella misma explica, tienen “tres características muy propias de este capitalismo de la estupidez: los promocionan influencers y cantantes; son coleccionables, con lo que el deseo no termina con una adquisición, y algunos están autolimitados por el productor, de manera que conseguirlos es la ilusión de muchas gentes. No solo les aportaría exclusividad, sino que, si es un modelo raro, podrían venderlo por 10.000 €”. Como dice Beni, la moda “pasará”, pero vuelve a dar medida de un sistema consumista insostenible y que nos agilipolla.

Y la cultura, en la cola

El ataque de Donald Trump al conocimiento debe ser una oportunidad para espolearnos, para recordar que ir a la universidad y aprovechar el tiempo, algo que quiere evitar, es bueno. Que visitar un museo y dedicar tiempo a lo que más interés te genera, es bueno. “La purga ideológica” (El Diario) que el presidente quiere imponer es una imbecilidad sin discusión. Trump ha dicho en su red social que “el Smithsonian está fuera de control”, y justo ahí está la clave: en el control, en el revisionismo, en el que quien tiene el poder imponga el relato sin tener en cuenta a historiadores, profesores y expertos. El conocimiento es salvador.

Gobernar bien es muy difícil

Hace años ya, cuando yo empezaba, Emilio Olabarria me dijo: “Gobernar es fácil, gobernar bien es muy difícil”. Esta verdad ha vuelto a mi cabeza después de leer el titular en Vozpópuli: “La deuda pública sube como no lo hacía desde el covid: 70.000 millones en lo que va de año”. Según algunos cálculos, esto supone que España, solo a los intereses de esa deuda y solo en 2025, destinará más de 40.000 millones de euros. Dicen los que saben (como Olabarria), que un poco de deuda pública no está mal, pero si la deuda alcanza el 100% del PIB igual los sucesivos gobiernos de España no están gobernando bien.

¿Cómo pagamos?

No me explico cómo algunos argumentos políticos macroeconómicos siguen funcionando: por supuesto que la deuda hay que pagarla y si es excesiva lastra, por supuesto que los impuestos sostienen el estado del bienestar y, por supuesto, si recaudas menos tendrás peores servicios públicos. Pues bien, en Valencia, “el Consell admite que con el cambio fiscal los contribuyentes ‘ricos’ se ahorrarán 61 millones” (La Vanguardia). Doy por hecho que el equipo económico de Carlos Mazón conoce estos rudimentos contables, así que si el PP valenciano decide prescindir de 61 millones de euros de quien más tiene, lo hace por política. Su política.

Luego se endeudan

¿Cómo resuelven la derecha y la ultraderecha españolas la falta de recursos? Así: “Vox dispara la deuda pública de los municipios de las Baleares. Los ayuntamientos donde la formación de extrema derecha cogobierna con el PP acaparan casi toda la subida del endeudamiento municipal” (Diario de Mallorca). Qué fantasía: la deuda pública une a la izquierda con la derecha, y a quienes están en sus respectivos márgenes. En el centro, me temo, como el jamón del sándwich, queda la responsabilidad de explicar que pagar es importante, que la solidaridad es necesaria y que los impuestos (especialmente, los de las empresas) permiten la fiesta.

Realismo y sostenibilidad

Hoy va de batallitas: recuerdo mi sorpresa cuando un compañero me adelantó en Estrasburgo que el sistema público francés no dejaba de incrementar su riesgo porque el gobierno iba invirtiendo en empresas y sectores que podían cerrar o caer, como respuesta a las protestas, y el globo, hinchadísimo, estaba a punto de explotar. Y pum: “Llegan los recortes a Francia: la incapacidad de contener el déficit tiene la culpa”. Según El Blog Salmón (en un artículo extrañamente tendencioso), “en 2023, las subvenciones a empresas ascendieron a 211.000 millones de euros” y eso que “Francia ostenta la mayor presión fiscal de Europa”.

En resumen

No lo digo yo, lo ha escrito Nieves Concostrina en Bluesky: “Las autonomías del PP venden a sus votantes bajadas de impuestos, los votantes egoístas y simplones pican, los servicios públicos de emergencias quedan al mínimo, vienen danas e incendios, y piden socorro al gobierno central. Estoy de los ciudadanos ignorantes hasta la peineta”. Sin embargo, me atreveré a completar su queja (que comparto, claro): también es egoísta y simplón reclamar gasto público como si el dinero de todas y todos fuera infinito, y exigir que el estado intervenga despreciando a la empresa privada, que es la que más impuestos paga.

Vamos a llevarnos bien…

Me parece bien que Pedro Sánchez no dimita. De hecho, creo que pedir dimisiones está sobrevalorado (salvo que les pillen con las manos en la pasta). Eso es lo fácil. Lo difícil es quedarse e intentar enderezar el rumbo. Hasta ahí le doy la razón a Sánchez: “No voy a tirar la toalla, soy un político limpio” (El Diario). Pero sobre la segunda parte debe ser más cauto. Y sí, he escrito “debe” y no “debería de”, porque quien tuvo un Ábalos, un Cerdán y un Koldo, tiene lo de su mujer y lo de su hermano, y lo de Leire Díez sobrevolando, tiene que medir mejor sus aseveraciones. Más que nada, para que no pensemos que se columpia mientras miramos.

Lo que le dijeron a Díaz (más que lo que dijo ella)

Me sorprendió que Yolanda Díaz acudiera al Congreso después del fallecimiento de su aita. Y más para hacer un discurso que sonaba, como casi todos, sobado y templado. Lo que dijo no pasará a la historia del parlamentarismo, como lo que dijo Núñez Feijóo, que repitió lo del fin de semana, como un chiste feliz (y fácil) que funciona. Para mí, lo más importante de la intervención de Díaz y de lo que dijeron los del PP fue la cantidad de veces que desde la bancada conservador interrumpieron a la líder de Sumar. No es una falta accidental de respeto, educación y sentido democrático: es sistémica. Y es peligrosa.

Que se quedan sin comer

Mertxe Aizpurua fue muy sincera cuando dijo: “Nosotros no venimos aquí a intentar hundir este Gobierno ni a finiquitar la legislatura” (Público). EH Bildu necesita este gobierno del PSOE con Sumar, más amable incluso que el del PSOE con Podemos (Pablo Iglesias les hacía algo de sombra). ¿Quién va a blanquearles de esa manera? ¿Quién va a acceder a negociar como si no lo hicieran lo del ayuntamiento de Iruñea y lo de “los presos” (la base y la cúspide de la legislatura) como hace Sánchez y hacía Cerdán? Nadie, por supuesto. EH Bildu han sido y son los cagapoquito, como escribió Antonio Agredano, de este PSOE. Allá a quien se la cuelen.

Vox, otro que se lo pone a Sánchez

Pero EH Bildu ha tenido un duro competidor en ponérselo fácil a Pedro Sánchez: Vox. La idea de echar a todas y todos los inmigrantes y a sus hijas e hijos, en la víspera del debate de ayer, era una perita en dulce que, por supuesto, todos mordieron. Entre la extrema derecha y cualquier demócrata, cualquier demócrata, por supuesto. Más allá del populismo de base fascista (que comparten Vox y Bildu, y esto también hay que decirlo más), Javier Ruiz daba datos en Bluesky: “La criminalidad en España cae un 2,8% el último año y está en mínimos históricos: 40,6 delitos por cada 1.000 habitantes, una de las más bajas del mundo”.

¿La más dura, Vaquero?

Maribel Vaquero, de EAJ-PNV, tiene varias cosas en contra: el momento y la alargada sombra de Aitor Esteban. Sin embargo, ayer supo pronunciar un discurso duro con tono amable, y fue la única que fijó las opciones reales de Pedro Sánchez hoy y con la que tiene encima. “Cuestión de confianza, su dimisión o elecciones” (La Vanguardia). Apartarse y armar una mayoría en torno a otro u otra socialista, como María Jesús Montero, es una alternativa compleja pero que permite sostener la legislatura y el bloque de la investidura, y dificulta al PP su plan de gobernar apoyándose en Vox, con todo lo malo que eso supone para todas y todos menos los fachas.

Otra vez

Leo en El Huffington Post esto: “Sí, otra vez: un agitador ultra revienta la rueda de prensa de Sumar en el Congreso de los Diputados”. Y pienso: otra vez… se les ha colado. Porque para estar en una rueda de prensa, lo primero, hay que acreditarse. Y para acreditarse hay que dirigirse a la mesa del Congreso. Ahí pueden pasar dos cosas (sigo pensando): o se les cuela un tío que se hace llamar “Adrián Rescue You” y que trabaja para “Informa Radio”, que en quince segundos descubres en Google que forma parte del grupo mediático Javier Negre, o quieren que se les cuele. Y no sé qué me parece peor, la verdad.

Si les dejamos entrar…

La politóloga Anna López lo deja claro en Público, en una interesante entrevista: “Los ultras no están a las puertas del poder, están dentro, marcando el rumbo”. Esto pasa porque les dejamos entrar, porque acceden a la sala de prensa del Congreso con una acreditación (tal vez porque el gobierno español prefiere chocar con Vox que con el PP). Pero también pasa porque la ciudadanía, también la vasca, parece que no tiene ningún problema en llevar a las y los fascistas a las instituciones. Y eso requiere cierto examen de conciencia social. ¿Cómo nos hemos dejado contagiar por la amnesia si esta no es contagiosa?

El otro relato

Los populistas de base fascista tienen claro su discurso contra la inmigración en España. Los populistas de base fascista en Euskadi no la han explicado todavía. Seguiremos esperando. Pero la realidad es esta: “Cuatro de cada cinco nuevos autónomos en España es extranjero” (Vozpópuli). Este tipo de noticias nos ayudan a centrar el tema: quienes vienen a trabajar necesitan una oportunidad fuera de sus países de origen y quienes les recibimos necesitamos su capacidad, su talento, su valor y sus cotizaciones. Las y los que hablan en euskera desde que nacieron quieren ser funcionarios. Ya vemos quién monta las empresas.

Este es el futuro

Más nos vale que vengan, que les integremos y que trabajen, porque eso en El Blog Salmón me parece muy certero: “Dinamarca sube la edad de jubilación a los 70. España: este es el futuro”. También en Euskadi, me temo. Es la manera que el país del norte, que suele ponerse de ejemplo por su buen nivel de vida (y con motivos), se enfrenta a “el desafío que enfrentan los países europeos ante el envejecimiento de la población y la sostenibilidad del sistema de pensiones”. El debate es este, evidentemente: “Aumentar la edad de jubilación es, políticamente, una solución más viable que reducir las pensiones”.

Ideaza

El mundial de clubes de fútbol es idea a la altura de la de la liga de naciones de selecciones. Ocupan un espacio que nadie reclamaba y reparten un dinero que solo quieren los grandes clubes para seguir distanciándose del resto. Permitir que esto suceda, como hace la FIFA, es un despropósito. La vaca no da para más y la superliga europea con la que asustan a las organizaciones tradicionales para que sigan sacando millones de la chistera, no veo cómo podría ser más rentable con datos como este que aportan en La Vanguardia: “La FIFA rebaja un 84% los precios de las entradas del Mundial de Clubes por la escasa demanda”.