¿Empieza todo?

Si yo fuera de Podemos estaría profundamente cabreado con Yolanda Díaz y Sumar. Entiendo perfectamente a las y los del partido morado porque la líder gallega y su nueva formación pretenden, básicamente, aprovecharse de todo el trabajo que empezaron Iglesias, Errejón y Monedero, y que llega hasta nuestros días. La intención de Yolanda Díaz es llegar, decir: “Ahora todo esto es mío”, y avanzar como líder indiscutida. Y eso no está bien. Tampoco es un acierto prescindir de los partidos en Sumar (algo que pretendieron en Podemos) ni pretender que con ella empiece todo (algo en lo que se empeñaron también en Podemos).

El ejército de purgados

Con todos los laminados por las dos direcciones de Podemos (la de Iglesias y la de Belarra con Iglesias susurrándole al oído) pudieron hacer un partido: Más País. Con los que no quieren formar parte de las y los morados, empezando por IU, se puede formar un movimiento: Sumar. Evidentemente, algo han hecho mal en Podemos. Queda claro cuando observamos el ánimo positivo con el que comparten contenidos de Yolanda Díaz muchas y muchos de los expulsados del partido morado. Es bastante significativo: significa, de hecho, que quienes fueron parte activa se quedaron con ganas de más pero sin oportunidad ni sitio donde darlo.

Pudo y puede renunciar

Cuanto más escucho y más veo a Yolanda Díaz menos me la creo (y menos me gusta). Todo lo que dice y hace está medido con una previsión y una exactitud sospechosas. La copia del discurso a Pablo Iglesias y la posterior filtración (mi apuesta es que la hizo el equipo de Sumar) para la comparación es la mejor muestra. Pero por mucho que mida, como cualquier persona, se equivoca: no puede decir que le “pesa la designación a dedo” de Pablo Iglesias para nombrarla vicepresidenta. Podía haberla rechazado e incluso podría hacerlo ahora mismo. ¿Por qué no lo hace? Esa es la pregunta espontánea que nos hacemos muchos.

Demasiado líder para una izquierda floja

El liderazgo de Pablo Iglesias empieza a parecer tóxico. No solo no se ha apartado de Podemos, es que parece que dicta lo que tienen que decir y hacer Ione Belarra e Irene Montero. Toma machirulo. Y además, le sobra tiempo para montar un medio que definirá lo que tiene que opinar la izquierda (y quien no comulgue, deportación), y para perseguir uno a uno en Twitter a todas y todos los periodistas que dicen cosas que no le gustan. ¿Puede defenderse? Claro que sí. ¿Debe dejar claro varias veces al día que él es demasiado líder, demasiado listo, demasiado tío, incluso, para la actual izquierda española?

El medio

Tengo curiosidad por ver el nuevo medio de comunicación que van a lanzar Pablo Iglesias y Jaume Roures. Estoy desenado ver cómo lo hacen, con quién y, sobre todo, cómo difunden los contenidos. Estoy seguro de que voy a aprender algo. Lo que no voy a hacer es escuchar lo que digan. No por soberbia, sino porque sé que no se dirigirán a mí: espero un mensaje infantilizado disfrazado de erudito. Solo hay que ver cómo ha sido La Base, en Público, y La Última Hora, la web que lanzó Podemos y que ha acabado a la deriva con una carta apelando a “la mirada de un periodista” pero escrita a ciegas. Sin cuidado.

El punto de apoyo

La mejor intervención entre todas las que hemos visto durante la moción de censura friki fue la de Aitor Esteban. Entiendo que haya hooligans de Aizpurua, Rufián, Yolanda Díaz y hasta de Patxi López, pero es evidente que Esteban acertó en el tono, en prescindir del paternalismo y, sobre todo, en hablar de lo que tocaba: la moción de censura. Su intervención fue un punto de inflexión o de apoyo para que otros discursos fueran posibles. Discursos duros, severos, realistas, de verdad, necesarios, y no pretenciosamente presidencialistas en los que las y los intervinientes solo hablaban de sí mismos y no del tema que nos ha ocupado durante dos días.

Me gustó mucho Gabriel Rufián

Lo pongo en el titular porque no suele sucederme: Gabriel Rufián me gustó mucho. Sus tortas a Ramón Tamames y a Vox, el partido que nos ha hecho perder el tiempo de esta manera tan vergonzosa, estuvieron bien dadas. El debido respeto hay que pasárselo por el arco del triunfo cuando toca, y esta semana ha tocado. Ni la edad, ni la trayectoria (lustrada con esmero los días precedentes), ni el discurso, ni los compañeros para este viaje de Tamames merecen respeto alguno. Y las votaciones de Vox en el Congreso, que el de ERC también repasó (además de los delitos de sus representantes), merecen rechazo expreso.

No, no tocaba

Estoy seguro de que si Mertxe Aizpurua hubiese intervenido después de Esteban y de Rufián habría cambiado su discurso. Su capacidad para transformarse ha quedado de sobra demostrada. Pero le tocó ir antes por el tamaño de su grupo y optó por el continuismo hasta ese momento: intervenciones en las que cada uno hablaba de uno mismo (como Pedro Sánchez) y con un tono forzadamente suave (como el de Yolanda Díaz). Aizpurua no arriesgó, lo fio todo al viejo consejo: “Diga lo que va a decir, diga lo que dice y diga lo que ha dicho”. Pero entró en bucle y daba la sensación de que no sabía salir.

Tan de perfil que ni se la vio

Todavía estoy pensando si el equipo de Núñez Feijóo acertó cuando lo alejó del Congreso. Lo que sí creo es que Cuca Gamarra se equivocó con su discurso: se puso tan de perfil que ni se la vio. Y lo poco que se le escuchó fue para atacar al gobierno español y al PSOE. Es decir, para poner los argumentos que ni Vox ni Ramón Tamames fueron capaces de esgrimir. Si la ubicación de Núñez Feijóo genera dudas la posición del PP en el Congreso no lo hace: Casado se atrevió a decir “no” a Vox en la primera moción y, en esta, la templanza solo ha servido para soldar los futuros de la derecha y la extrema derecha.

Tamames está gagá

Ramón Tamames tuvo un gesto muy feo y muy soberbio el martes, cuando decidió no responder a los grupos parlamentarios. Cuando lo hizo ayer, de golpe a todos, dedicando unos segundos a cada portavoz (que representa a un partido y, con él, a toda la gente que le ha votado), fue nuevamente soberbio, como si necesitásemos sus lecciones fuera de lugar y de tiempo. Tamames está gagá y cada vez que habló ayer lo demostró (también en su respuesta a Esteban a modo de excepción). Y con ello demostró también que esta moción de censura es una vergüenza, una broma, un teatrillo innecesario que no se creían ni en Vox.

La moción friki

La moción de censura que termina hoy en el congreso español es, básicamente, friki. El discurso de Abascal con el que arrancó esa pérdida de tiempo y recursos, fue un discurso friki en el que mezcló sin cuidado todas sus obsesiones contra el gobierno español y sus socios. El de los violadores condenados que pueden convertirse legalmente en mujeres, entrar en cárceles de mujeres y seguir violando, según su propia descripción, es un ejemplo gráfico del nivel de la moción. En algún momento pensé que Vox iba a saber salir airoso, pero ayer su líder dejó claro que los ultras son una centrifugadora de sentido común.

¿Merece respeto Tamames?

Por su discurso, por la pérdida de tiempo que está suponiendo esta moción de censura y por haberse prestado a ser de utilidad a la extrema derecha, Ramón Tamames no me merece respeto. Ni la edad, ni el esfuerzo de estar ahí, ni una trayectoria que lustran otros me parecen argumentos suficientes para darlo por hecho. Tamames hizo un discurso mejor que el de Abascal (cualquiera lo haría), pero no fue práctico ni abrió ningún debate. Solo oímos cómo ve España un viejo que compra los argumentos de Vox. Y eso, lo siento, no me importa. De un facha, aunque sea por interés (económico o por vanidad), no pongo nada en valor.

Sánchez, con comodidad

A Pedro Sánchez se le vio cómodo, muy cómodo, incluso demasiado, confrontando con Tamames y, especialmente, Abascal. Porque Vox, y esto no debemos olvidarlo, también ha sido cebado por el gobierno español: a PSOE y Podemos les viene bien el cuerpo a cuerpo contra la ultraderecha: es fácil y rentable. Pero también es política y socialmente irresponsable. Y Vox entra al juego por incapacidad o por interés: esta moción de censura fue un regalo de la ultraderecha a Sánchez para repasar sus políticas y decisiones y, por supuesto, el presidente español hizo ese repaso. ¿Fue plomizo? Sí, pero hizo lo que tenía que hacer.

Díaz, de campaña

Creo que la de ayer es la intervención más larga que he oído de Yolanda Díaz en el Congreso. Y solo me sonó a discurso de precampaña. Pero no de la que toca, a las puertas de unas elecciones municipales y forales, sino a la suya, la de las generales de diciembre de este mismo año. Y creo que es un error: el tono presidencialista que usó Díaz y su discurso, tocando tantos palos como guiños quería hacer (otra muestra más de que no hace nada que no esté medido), iba dirigido, como todo lo que hace y dice, a su proyecto personalista. Díaz es buena en las formas, pero son los fondos los que hacen que se le vean las costuras.

Y el PP, descolocado

Sánchez lo dijo muy bien: el PP de Casado votó no en la primera moción de censura de Vox, y el de Núñez Feijóo, previsiblemente, se abstendrá. Sí, este PP, pese a Sémper, está muy escorado a la derecha. Que Núñez Feijóo eligiese a Cuca Gamarra como portavoz en el Congreso también se lo puso fácil, sobre todo, a Sánchez: no es necesario hacer caso a la caricatura ultra cuando puedes discutir directamente con Martínez el Facha después de un restyling, que es lo que es Abascal, en esencia, y tratar con condescendencia a Tamames, que pidió al árbitro la hora en cuanto olió la goleada.

Veinte años de aquellas mentiras

Esta semana se cumplen veinte años de la Guerra de Irak. El aniversario invitaba a Miguel de la Fuente a recordar en Twitter: “Me empotré para TVE con el ejército americano en Kuwait y desde allí entramos por el sur hasta posicionarnos a 100 kilómetros de Bagdad”. Como en todas las guerras, la tragedia fue inevitable: “Para mí, tres meses de intenso trabajo, muchas vidas perdidas. Mi recuerdo para Julio Anguita Parrado y José Couso”. Lo que era evitable era el conflicto en sí: todas y todos recordamos que esa guerra se basó en las mentiras que nos contaron Aznar, Blair y Bush por intereses particulares.

Dentro de otros veinte estaremos igual

Para ser exacto, dentro de 19 años estaremos recordando cómo en 2022 Rusia invadió Ucrania por decisión de Vladímir Putin. Y cómo empezamos a aguantar a gilipollas con argumentos trasnochados. La realidad es que trece meses después del inicio, según The Kyiv Independent, ya hay más de 165.000 bajas rusas. Hablo de personas, sí, y solo de un bando. 165.610, concretamente. Además de los tanques, los aviones, los helicópteros, los barcos… Que son lo de menos si lo comparamos con las miles y miles de familias rusas que recibirán cartas de pésame o a familiares con secuelas físicas y psíquicas de por vida.

Ojalá dé testimonio

No tengo ninguna esperanza en que Roma Gallardo, un youtuber que se ha sumado a la moda de ser reconocido legalmente como mujer, cuente las dificultades reales de su tránsito, en su canal o en el programa de Iker Jiménez, sobre el que ya han hecho todos los chistes entre su contenido paranormal y para anormales. Solo espero que Gallardo sea reconocido finalmente como mujer y viva, en sus carnes, todas las dificultades de las personas trans. Y hablo solo de las legales, las psicológicas van aparte y son las más importantes, además de las físicas, empezando por su propia integridad en algunos casos. De imbéciles vamos sobrados.

Ya han vuelto más veces

No seré yo el que corrija a César Calderón por su columna sobre cómo Vox está metiéndose en un jardín, el de la moción de censura de Tamames, del que tendrá difícil salir. De hecho, estoy deseando que tenga razón y que Vox sufra y se debilite por sus propias acciones y decisiones. Pero me temo que si algo ha demostrado la ultraderecha es que es capaz de volver, también del ridículo. Nadie esperaba este resurgir en el siglo XXI y aquí la tenemos, en Europa y en América. De lo que no quito ni una coma es de su reflexión sobre cómo Vox, Podemos y Ciudadanos no han sido capaces de gestionar su éxito inicial y cada vez son más irrelevantes.

La Xavineta

Me fastidia que esta liga la gane el FC Barcelona, y es lo que parece que va a pasar después de su último triunfo sobre el Real Madrid. Aunque, sinceramente, no encuentro una alternativa apetecible, una vez descartados Real Sociedad, Athletic y Osasuna, para ese primer puesto. Es cierto que el Barça ha protagonizado seriales extradeportivos recientes bastante antideportivos, y por eso está generando aversión ese mismo club con el que no hace tanto simpatizábamos. Pero no lo es menos que Xavi, con su peinado impropio de un entrenador de primer nivel, y sus errores ante los micrófonos, se está ganando esta liga. Aunque joda.

«Menos TikTok y más puerta a puerta»

Nunca he despreciado una red social: siempre me ha parecido que el reto no era el alcance (que se consigue pagando), sino la optimización de los recursos en una campaña para que el mensaje, con un esfuerzo controlado por parte de todo el equipo, llegue lo más lejos posible. Facebook, Linkedin, Twitter, Instagram, Telegram, WhatsApp, Flickr, YouTube, ahora TikTok, mañana puede que BeReal… Todo suma. Pero también creo que acierta César Calderón cuando pone en duda la idea de las y los candidatos que abren una cuenta en TikTok a tres meses de las elecciones, y cuando recomienda más contacto humano directo.

Aves carroñeras

Puedes tener “una estupenda agencia detrás”, como apunta el propio Calderón en su hilo, a un artista con la cámara y el editor de vídeo, un candidato atrevido, un tema bien agarrado, y una cuenta en Twitter potente, y quedar tan mal como Antonio José Mesa, candidato del PP a la alcaldía de Getafe. Cosas de las redes: asisto con facilidad a cómo esta ave carroñera sobrevuela su objetivo (el segundo robo en el Bar Carajillo) y se lanza en picado sobre la presa. Lo puedo ver porque lo ha exhibido él y lo ha grabado su equipo. Un tipo de política y un tipo de comunicación que se me escapa, seguramente, porque soy de provincias.

En la alta política, igual de mal

Confío en la política y en la democracia. Precisamente por eso, porque se trata de una cuestión de confianza, soy tan beligerante con quienes la traicionan, ya sea en un vídeo en Twitter grabado en Getafe, ya sea en el congreso de los diputados de Madrid. La moción de censura de Vox a la que se ha prestado Ramón Tamames, evidentemente una de las últimas opciones del partido ultra, no solo es innecesaria y ridícula, casi esperpéntica, es que nos roba nuestro tiempo, como denuncian en EPE: “Semana perdida: la candidatura de Tamames que sólo apoya Vox retrasará nuevas leyes”, como la Ley de Vivienda.

Una política irresponsable

La política consiste en que quienes nos representan sean capaces de llegar a acuerdos para mejorar la vida de toda la ciudadanía. Quienes no estén haciendo exactamente esto están usando la política para otros fines, como las y los políticos que han lanzado a chavales a convertirse legalmente en mujeres. Daniel Valero lo denuncia y lo explica muy bien en Twitter: el cambio no es automático y estos chicos no son mujeres, son tontos. Solo espero que esos cambios prosperen y la chavalada tiktoker pero rancia tenga un montón de incomodidades legales y formales con su nueva condición. Que vean lo difícil que ser mujer o trans.

Y una mala idea

La de la apropiación de las banderas es una mala idea, aunque la intención sea buena: “El PSOE disputará la bandera feminista a Unidas Podemos este año electoral”, leemos en Público pensando en lo reduccionista que es esa afirmación. ¿Solo quienes son de Podemos o del PSOE pueden ser feministas? ¿No hay más partidos en el Congreso? ¿Quién decide dónde reside el feminismo? ¿La historia de las mujeres vascas organizadas no cuenta porque sus descendientes no votarían a esos partidos? No es un problema, en este caso, del movimiento feminista ni de las mujeres, sino de agrupaciones incapaces de ver más allá de sí mismos.