No es Rusia, es Putin

Ricardo Marquina lleva años instalado en Rusia. Antes de la invasión sobre Ucrania ya le seguía en Twitter: me gustaba ver lo que contaba de aquel país y las fotos que sacaba. Ahora, sobre el terreno, es una fuente muy fiable porque sabe quién dice cada cosa. Y también porque palpa mejor que nadie lo que sucede a pie de calle, por eso su aviso me parece especialmente valioso: “El ruso es un pueblo maravilloso, de gente buena que vive con horror la guerra. En Rusia no se puede protestar o enfrentarse a las decisiones del gobierno como sí se puede en otros países. Culpar a la gente común de lo que hace su gobierno está mal”.

Ha surgido un líder

Volodímir Zelenski ya ha pasado a la historia: su defensa del suelo Ucraniano durante la invasión de Rusia en 2022 será estudiada por nuestras hijas e hijos, y por las siguientes generaciones. Se lo ha ganado a pulso. También se ha ganado a pulso que su imagen sea rectificada: ni Ucrania es un país gobernado por la extrema derecha (que sí está en la oposición) ni ha mantenido en Crimea una guerra cruel (aunque sí ha mantenido el enfrentamiento bélico). Si ambas percepciones eran comunes se lo debemos a la propaganda rusa y deben sirven como ejemplo de lo efectiva que ha sido todo este tiempo.

También surgen estas cosas

Internet no ha servido para que podamos acceder a más información para formarnos una opinión. Al contrario, hemos caído en un montón de intentos de manipulación, y el Kremlin se lleva una mención especial como emisor. Sin Internet y el “todo vale” al que nos tiene acostumbrados serían imposibles discursos como el de Daniel Portero, del PP: “El comunismo de Stalin generó más de 100 millones de muertos. Los comunistas de ETA asesinaron a mi padre. Los comunistas del régimen chino crearon el coronavirus y los comunistas de Putin…”, y hasta ahí pudo hablar por la sorprendente ovación en la Asamblea de Madrid.

Hoy Forbes sí mola

A partir de la semana pasada, Forbes mola. Bueno, igual solo moló la semana pasada, que fue cuando incluyó en una de sus listas a Pablo Iglesias por su podcast: “Siempre pensé que en las listas de Forbes se entraba por tener mucha pasta. Pues también se puede entrar porque tu podcast lo escuche mucha gente. Gracias a todos los que escucháis y veis La Base. Seguimos trabajando para mejorar con datos, rigor y compromiso”. No me sorprende el éxito de Iglesias como podcaster después del que tuvo con su televisión vía YouTube. Lo que siempre me ha asombrado es cómo veta y deja de vetar a medios y periodistas arbitrariamente.

Es incomprensible

El mucho tiempo y espacio que nos ocupa la invasión rusa sobre Ucrania hace que lleguen con algunos días de retraso reflexiones tan interesantes como esta de Julen Bollain en Twitter, después de conocer la nueva propuesta del gobierno español (el megaprogre, por si acaso a alguien se le ha olvidado) para las y los autónomos: “Es incomprensible que si el SMI está en 1.000 €, un autónomo que ingrese 660 € tenga que pagar una cuota de 202 € y vivir con 458 € al mes”. En efecto, es incomprensible salvo por un matiz que lo cambia todo: las y los autónomos no somos trabajadores al uso, vale, pues que el ministro sea coherente.

La vida de Valeriia Kozynets

El pasado 20 de febrero, Valeriia publicó en su cuenta en Lomography una foto de varios edificios de Kiev bajo un cielo azul estupendo junto a una especie de lago. La foto está sacada con una Minolta de 1998, en película, obviamente. Y es que en Ucrania hay (o había) muchas y muchos aficionados a la fotografía analógica que exhiben sus imágenes en esta red social. La vida de Valeriia, que vemos en su galería, tan parecida a la nuestra, nunca va a ser igual. La invasión rusa se ha llevado sus aficiones, sus carretes, sus cámaras, tal vez hasta a sus amigos o a ella misma. La tragedia es absoluta. Ayudarles, nuestra obligación.

Kasparov, en mi equipo

El hilo en Twitter de Garry Kasparov sobre la invasión rusa sobre Ucrania es de una valentía y una clarividencia extraordinarias: el campeón de ajedrez habla sobre la guerra que libra Putin contra el mundo desde mucho antes que este ataque, de cómo, en su opinión, no se detendrá si no le detenemos ahora. Y que para detenerle tenemos que arrinconar la fuerza de Rusia, pero no solo la militar, sino la que ejerce chantajeando con sus reservas de recursos naturales. Kasparov cree que la vía de agua es la presión de los oligarcas rusos y pide, finalmente, que no tratemos más a Putin como presidente, sino como lo que es: un dictador.

Hoy es Ucrania. Punto

Me parece una frivolidad que Pablo Iglesias que haya tirado de ironía en su artículo de Ctxt sobre un editorial que publicaron en El País tras la invasión rusa sobre Ucrania. No es el momento y, evidentemente, no es materia para los textos jacarandosos. No soy tonto: sé que el partido español que tiene vínculos con Putin, si no directos, si indirectos pero muy próximos, es Vox. Lo de Podemos, y no solo de Podemos, es otra cosa: es una mala interpretación de que la paz es el camino. Tan mala que el líder espiritual de un grupo totalmente confundido se permite deslizarse a la risión mientras señala a los periodistas que le corrigen.

Hagámoslo

Puede que Rosa María Artal peque de optimismo cuando tuitea: “La cuestión no está en decir ‘no a la guerra’ sino en ‘hacer’ no a la guerra”. Eso no es pecado. Como no lo es empatizar con la población ucraniana porque lo hacemos con quien ha vivido como nosotros hasta que Vladímir Putin ha decidido acabar con un país por el morro. Pero tenemos que ser conscientes de que la única forma de restablecer la paz es hacer frente a Putin de todas las maneras posibles. Lo que estamos viviendo es un acontecimiento excepcional cuyo único precedente es la II Guerra Mundial. No es comparable con nada más.

Dejemos un huequecito

La actualidad es dolorosa y estresante, entre la pandemia y una guerra que nos afecta e interpela directamente. Pero no podemos permitir que se nos escapen otras noticias como el corte que recibió Isabel Díaz Ayuso con su propuesta de dumping fiscal durante una cumbre en Marsella: “No creo que sea la mejor manera de colaborar entre regiones”, le respondía el alcalde de Coulianes, en Francia. Christophe Rouillon dejaba claro a la presidenta de Madrid que fuera de su ámbito de acción hace frío y que solo le ríen las gracias cuando son buenas. También dejaba claro lo que hace Madrid con los impuestos.

Se enriqueció

En los más de doce años que llevo escribiendo esta columna pocas veces habré encontrado un resumen mejor de un tema que se ha extendido durante años, que el frontispicio de esta noticia en Eldiario.es: “El rey emérito se enriqueció a espaldas de Hacienda durante lo peor de la crisis económica. La Fiscalía relata cómo creó varios fondos en Jersey en los años 90, el modo en que cobró 100 millones de dólares en 2008 en una cuenta en Suiza y los nueve millones en gastos que sufragaron varios empresarios entre 2014 y 2018. La Fiscalía cierra las investigaciones a Juan Carlos I alegando que los delitos prescribieron”.

Volvemos a Ucrania

De la invasión rusa sobre Ucrania lo más destacado que leí y oí ayer fueron los pocos segundos que Manuel Jabois dedicó en la Cadena SER a Vladímir Putin, Ione Belarra y Pablo Echenique. Pase lo que pase, el periodista gallego lo dice o escribe mejor: su mensaje a los de Podemos para que se dirijan al dictador ruso y dejen de señalar a la población agredida porque haya empezado a defenderse no puede ser más directo, ni más certero, ni más oportuno. Pero también es insuficiente: oír, ver y leer hablar de paz hoy a quienes justifican, todavía hoy, a asesinos en Euskadi resulta nauseabundo.

Pasando por Euskadi

Otro periodista, Xabier Fortes, tuiteaba también con tino: “Supongo que en Gernika y Durango, por poner solo dos ejemplos, habrían agradecido que las democracias europeas hubiesen proporcionado a la República sistemas de defensa antiaérea… entre otras cosas”. Pero esto que solo puedo suscribir no puede servir para justificar, como hemos visto también, a ETA. No tiene nada que ver porque, de saque, esta guerra no tiene nada que ver con nada que no sea la II Guerra Mundial. Y quien justifica a ETA con Ucrania tiene la misma credibilidad que cuando intenta intoxicar con que los terroristas fueron como los gudaris que se enfrentaron a Franco.

La foto

Hemos visto fotos parecidas a la de Paul Hansen en varios medios, pero la de este fotógrafo sueco me parece difícil de igualar porque es en la que mejor se aprecia al niño y la madre que hay al otro lado de la ventanilla del vagón, despidiéndose de quien puede ser el padre y la pareja, en una estación ucraniana. Una parte de la familia se aleja y la otra se prepara para morir en combate si es necesario. La imagen y la idea son tan desgarradoras como reales, y suceden a unas pocas horas de avión desde nuestras casas, en Europa. Y por esa cercanía podemos empatizar más sin fustigarnos ni rasgarnos las vestiduras. Es normal.

Aprobetxategis

Entiendo que la invasión rusa sobre Ucrania suponga una subida de precios generalizada. Y lo asumo como la parte que me toca de defender desde mi comodidad nuestro sistema democrático sobre las dictaduras. Pero yo me andaría con cuidado, ahora que las armas circulan por las carreteras europeas más que lo que lo han hecho nunca, con tomar el pelo a la ciudadanía: la usura de las compañías eléctricas no es permisible en ningún momento (por muy legales que sean sus peajes y compensaciones) pero puede ser tomada como una provocación en estas circunstancias. Y no está la situación para tomar el pelo a nadie.

Borrell, así, sí

En el sexto día de una guerra a las puertas de casa descubrimos la madera de la que están hechas algunas personas que no sé yo si han pasado frío alguna vez en su vida: Josep Borrell se destapó con un discurso duro, contundente y certero, con frases que pueden quedar para la historia, como esta que tuiteaba Pablo Suanzes: “Nadie puede mirar de lado cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de conflictos, ni poner en igualdad al agredido y al agresor. Nos acordaremos de quienes en este momento solemne no estén de nuestro lado”.

Otros nos sorprenden menos

Borrell me sorprendió por lo que dijo y por cómo lo hizo. Quienes no me sorprendieron fueron los europarlamentarios Pernando Barrena, que puso de perfil a su partido, una vez más, o Miguel Urbán (Anticapitalistas), que votó en contra de la moción de condena a Rusia por su invasión sobre Ucrania. También se abstuvieron Sira Regó, Manu Pineda (de IU). A este ramillete tan poco recomendable en tiempos de guerra, como en tiempos de paz, podemos sumar al apoderado de Podemos en las Juntas Generales de Bizkaia que se presentó en una manifestación institucional contra esta guerra con una camiseta con simbología de la URSS.

Y no se sonroja el tío

Miguel Urban decidió ahondar en su miseria y cascarse un vídeo de más de dos minutos intentando justificar su voto en contra a la moción en el Parlamento Europeo. Básicamente, no dice nada salvo repetir “imperialismo” y “antimperialismo” (en 2022, sí), y en el que intenta equiparar a Rusia con la OTAN y la UE. Pero el momento más hilarante es cuando se atribuye ser heredero de los socialistas que hicieron frente a las invasiones solo unos minutos después de haber votado en contra de señalar a Rusia como un estado agresor. Los de las lecciones morales, al final, están resultando una banda de inmorales.

¿Qué más tenemos que ver?

¿Qué más tenemos que ver para que algunos se den cuenta de que esto va en serio, de que Rusia está atacando a la población civil, de que los misiles vuelan, explotan y matan, y de que hay personas (por llamarles de alguna manera) que dan esas órdenes y que aprietan los botones? ¿Y a esos cómo los paramos, con abrazos, dándoles la razón y señalando a la OTAN? Por suerte son pocos los insensibilizados ante crónicas como Dan Rivers, de la británica ITV News, que fue uno de los primeros que mostró en Twitter (a los que se marcan el rollo “antitodo” ya no les hace falta ni ver la tele) la devastación en Járkov.

Nos olvidamos de las pandemias y de la guerra

Este tuit de Jordi Molina tiene varios días pero me he resistido a dejarlo pasar pese a la acumulación de noticias: “Qué irreal nos parece la invasión a gran escala de un país. Los humanos hemos confiado la imaginación a la ficción. Nuestra falta de imaginación en el mundo real es solo consecuencia de haber olvidado la historia”. Olvidamos las pandemias y aparecieron los antivacunas, que siguen haciendo el ridículo pese a lo que llevamos viviendo desde 2020. Olvidamos las guerras y aparecen los que niegan la realidad de que este conflicto hay que ganarlo porque si no, lo hará el mal, como también dijo Borrell el martes.

Pero, ¿cómo hemos llegado a esto?

Es necesario que la Unión Europea, EE.UU., la OTAN y hasta la más pequeña democracia con la más mínima influencia internacional, tienen que hacer una autocrítica: ¿cómo hemos llegado a permitir que Vladímir Putin pueda mandar una columna de 65 kilómetros de vehículos de guerra a Ucrania, el país que ha invadido por el morro y que está destruyendo a golpe de misil y tanqueta? El dictador ruso nos ha mostrado el camino de la destrucción: ¿quién nos dice que no lo seguirán China o cualquier emirato con dinero para comprar el armamento más dañino? Esta sí es una guerra mundial de la democracia contra la dictadura.

¡A la mierda!

No, RT o Sputnik no son medios de comunicación. Igual que no lo son OK Diario o Mediterráneo Digital (que sirven a los mismos intereses, por cierto): son páginas web y canales de televisión que retuercen la libertad de expresión para colocarnos sus mierdas, su propaganda de cuartel y sus mensajes fascistas. Así que censurarlos no es un error: es necesario. Y como periodista no me genera ninguna inquietud porque su objetivo no es informar u opinar, es intoxicar y, por cierto lo hacen muy bien, tanto que se la dan con queso hasta a algunos profesionales de la comunicación, para mi sorpresa.

Y algunos otros, también

Xavier Colás sabe de lo que habla porque está sobre el terreno, en Ucrania, viendo y contando en primera persona la invasión de Rusia, así que, evidentemente, me fío mucho más de su criterio que del de los analistas de sofá y móvil, o del de los pacifistas de humus y crudités, de España y de Euskadi, cuando tuitea: “Españoles bajo el paraguas de la OTAN y sentados a la mesa de la UE desde hace décadas explicando a los ucranianos que la OTAN es sólo un instrumento de EEUU, que la UE es insolidaria, que la neutralidad les conviene, que las armas no son la solución y que no deben enfadar a Rusia”.

No le importa quedar así de mal

Me niego a pensar que un tipo que ha sabido flotar como un corcho en todas las aguas crea realmente que Vladímir Putin es comunista o no haya visto los evidentes lazos del ruso con la extrema derecha, desde Trump a Abascal. Así que no me queda más remedio que opinar que Toni Cantó es un tipo al que no le importa quedar así de mal en Twitter: “Ya en Colón. Por Ucrania. Contra el comunismo”, lanzaba en esta red social junto a fotos de su presencia en la manifestación en contra de la guerra. La pregunta es: ¿por qué? O mejor: ¿a cambio de qué? ¿De mantener su puesto en la Oficina del Español? ¿De mejorarlo?

Menos mal que también hay personas como José Andrés

En este mundo de mierda que entre todos hemos construido aparecen rayos de esperanza incluso en Ucrania o su frontera: Xavier Colás y todos los periodistas del mundo que están jugándosela para que veamos la invasión rusa, o José Andrés, que abandona su posición acomodada para pasar frío y cocinar caliente a los refugiados ucranianos que abandonan el país por Polonia. Ante lo irremediable de una guerra y con el convencimiento de que muchos pueden ayudar con lo que saben hacer admiro a quien se calza unas botas y da un paso al frente. Y desprecio a quienes los critican, que los hay, sorprendentemente.